El comienzo de las conquistas incas en el norte.

Ya una vez cimentadas sus posiciones en el altiplano y con el control del reino de Chincha, los incas inician las campañas hacia el norte atraídos por las riquezas de sus rivales. Esto constituye lo que sería la parcialidad del Chinchaysuyo.

Las campañas comenzaron por las comunidades de la sierra. Un ejemplo de esto fue la captura de Andahuaylas, que estaba en manos de los chancas, realizada por el general Capac Yupanqui. Fortaleciendo su posición, lograron la sumisión de Huarochirí y Yauyos en Jauja. Los ejércitos continuaron sus avances sometiendo a los pueblos serranos, dividiéndose entre quienes aceptaron el dominio incaico y quienes intentaron resistir sin éxito.

Este gran avance les permitió llegar hasta el señorío de Guzmango en Cajamarca. Para intentar resistir, Guzmango llamó a los chimú para que los ayudaran a defenderse, pero esto no fue suficiente para frenar el avance de Capac Yupanqui. Esta cadena de triunfos en el norte y las riquezas llevadas a Cuzco por su hermano fueron una señal de alarma tanto para las élites capitalinas como para el mismo Pachacutec.

Los méritos en el campo de batalla daban a Capac Yupanqui méritos para poder entrar en la carrera sucesoria por el trono. Usando la excusa de que permitió que los chancas huyeran a la selva, Pachacutec ordenó su arresto en Limatambo, junto a su hermano Huayna Yupanqui, condenándolos a muerte.

El rápido avance de los incas indica que buena parte de los sometimientos se hicieron por la vía pacífica. En estos casos, el representante inca entablaba relaciones de reciprocidad con los curacas locales y se establecían los principios en que ambas partes conformarían la alianza y sumisión. Sin embargo, hubo casos donde hubo una tenaz defensa de la independencia y donde los incas tuvieron que hacer uso de su ejército.

Este fue el caso de la Confederación Huarco en Cañete, en las inmediaciones de Lima. Esta confederación históricamente mantuvo relaciones belicosas con sus vecinos y poseía una fortaleza importante en el Cerro Azul, con vista al mar. Además, contaban con una red de fortificaciones en su territorio, manteniendo puntos de vigilancia hacia el océano, que era su principal fuente de subsistencia. Estas fortificaciones también servían para vigilar el paso de las flotillas de Chincha, quienes ambicionaban sus territorios.

Otras dos fortificaciones importantes servían para defender al reino por tierra. La de Canchari enfrentaba invasiones de los serranos y la de Ungara frenaba las expediciones de Chincha. A estas se sumaba una red de murallas que complementaban la defensa del territorio y de las principales obras de infraestructura.

La campaña contra los Huarco fue llevada a cabo por el príncipe Tupac Yupanqui, quien inició atacando el vecino curacazgo de Lunahuaná. Debido a su posición más débil, Lunahuaná cayó en sus manos y se convirtió en un punto base para esta guerra a largo plazo. Por esta razón, Tupac Yupanqui ordenó la construcción de una Nueva Cuzco en las quebradas de la región.

Una de las características comunes de los pueblos originarios americanos es la importancia dada a la siembra como acto fundamental para la supervivencia de la comunidad. Por ello, en tiempos de guerra, era común dejar las armas al iniciar los periodos de siembra. Los incas tuvieron que organizar la subsistencia de sus subordinados para evitar que sus soldados regresaran a sus comunidades y mantenerlos continuamente en el frente en regiones muy lejanas, como en este caso.

La guerra se prolongó por cuatro años durante los cuales los Huarco lograron resistir. Según el relato del cronista Pedro Cieza de León, la esposa del príncipe, Mama Coya, envió una embajada a la gobernante de la confederación para informarle que respetarían su dominio sobre el valle y entablarían una alianza. Sin embargo, cuando las tropas Huarco se disponían a realizar una ceremonia en el mar, el ejército inca aprovechó la oportunidad y conquistó el valle. Luego, repartieron las tierras con sus aliados Chincha e impusieron el nombre de Huarco, que significa «el lugar de los ahorcados,» ya que muchos de sus nobles y soldados fueron colgados en las murallas.

Una de las características de los incas en el trato con los pueblos rebeldes era la crueldad con la que sometían a los vencidos. No dudaban en esclavizar o exterminar a la población originaria para reemplazarlos con colonos quechuas y adueñarse de estos lugares. Algunos de estos señoríos rebeldes fueron casi borrados de la historia, lo que cobró una seria factura demográfica durante la conquista española.

Este fue el caso del señorío Collique o Collec, localizado en los valles de Lurín, Rímac y Chillón. Este señorío se disputaba con el vecino señorío de Ichma, pero mantenía una sólida red de alianzas con pequeños curacazgos locales que colaboraban activamente en la defensa de las tierras en disputa. Estas alianzas estaban unidas, sobre todo, por el miedo a enfrentar a sus belicosos vecinos de la sierra, como los cantas, que ambicionaban sus ricos campos de cultivo.

Collique disponía de una red de fortificaciones que servían para defender tanto los cultivos como las fuentes de agua. Estas fortificaciones les permitían pasar largos periodos bajo asedio, disponiendo de los recursos necesarios para aguantar lo que fuese necesario.

Confiados en los recursos y defensas que les habían permitido derrotar a los cantas, los Collec, gobernados por Colli Capac, decidieron negarse a la sumisión inca, embarcándose en una guerra de la que se sabe muy poco. Solo se sabe que Colli Capac murió en batalla y que los incas se desquitaron con la población del curacazgo por su afrenta.

Primero, designaron como gobernante a un curaca yanayacu, que pertenecía a un estatus social inferior, como una forma de desprecio. Posteriormente, basándose en una acusación de atentar contra la vida del Inca por medio de la hechicería, ordenaron la ejecución de toda la población masculina de la comarca como represalia, dejando con vida solamente a las mujeres y niños.

Estas luchas con estos pequeños señoríos fueron el preámbulo de la guerra que sostendría Tupac Yupanqui contra el único estado que podía compararse en fuerza y extensión: el reino Chimú. Este reino no aceptó la sumisión al poder del Inca y defendió sus dominios frente a esta amenaza extranjera que ya tenía conquistada la zona serrana.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Rostworowski. Historia de Tahuantinsuyo.      

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