Los primeros pasos del expansionismo inca.

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Uno de los aspectos que unieron a Mesoamérica y los Andes fue el período de centralización política que experimentaron aproximadamente un siglo antes de la llegada de los españoles. Tanto los mexicas en el norte como los incas en Sudamérica lograron controlar sus zonas respectivas y estaban en proceso de expansión conquistando territorios adyacentes, como la Araucanía, la selva guaraní, incursiones en el Amazonas y campañas hacia el territorio colombiano. Los españoles encontraron a estos estados en una situación vulnerable debido a su rápida expansión. Tanto los mexicas como los incas habían iniciado sus procesos de expansión casi al mismo tiempo, y su autoridad sobre los pueblos conquistados era relativamente reciente. La llegada de los expedicionarios españoles representó una oportunidad para los pueblos sometidos de recuperar la libertad recientemente perdida, aunque desconocían lo que les depararía el futuro.

En el caso de los incas, se suma la situación política tensa debido a la repentina muerte del inca reinante, Huayna Capac, y de su sucesor, Ninan Cuyuchi, quienes fueron víctimas de las epidemias europeas que se propagaban en el continente. Esto desencadenó una guerra civil con implicaciones que cambiarían la estructura política del imperio. Por un lado, estaba Atahualpa, representando a la élite de Quito, que deseaba mantenerla como la capital, y por otro, Huáscar, respaldado por Cuzco. Por lo que no sabremos que habría pasado con los incas al mando de Atahualpa.

Sin duda, las raíces del expansionismo incaico se remontan a sus predecesores. Antes de los incas, el binomio Wari-Tiwanaku había establecido el primer estado panandino, sometiendo a numerosos pueblos bajo una autoridad política y religiosa. Además, debemos recordar que al surgir, los incas tenían como rival al poderoso reino chimú en el norte, el cual también buscaba alcanzar la misma meta.

A partir de 1438, con la conquista de los chancas por parte del inca Pachacutec, comenzó la carrera por incrementar el poder de Cuzco. Esto se lograba sometiendo a los vecinos mediante el uso de la fuerza militar o persuadiendo a los curacas para que aceptaran una relación beneficiosa, donde recibirían beneficios provenientes de las conquistas militares. Una vez controlados los alrededores de Cuzco, los incas se aventuraron en incursiones exteriores.

Uno de los primeros territorios sometidos fue al sur de Cuzco, en dirección a la costa, que en el futuro se conocería como Arequipa e Ica, formando la parcialidad más pequeña del imperio, el Contisuyo. El siguiente objetivo fue el sometimiento de los reinos collas del altiplano, con quienes ya existían tensiones desde el periodo de Viracocha Inca, quien se había involucrado en los conflictos entre los estados de Hatun Colla y Chucuito.

Así, Pachacutec estableció como primer objetivo la conquista de Hatun Colla, el reino más grande que se consideraba heredero de Tiwanaku. Este episodio es descrito por los cronistas del siglo XVI como una guerra difícil, enfrentando al soberano Chuchi Capac, presentado casi como un hecho mítico donde finalmente los incas salieron triunfantes e instauraron la segunda parcialidad, el Collasuyo.

Con la sumisión de Hatun Colla y una campaña violenta contra las comunidades que resistían, los demás reinos altiplánicos aceptaron la dominación inca para evitar la guerra en sus territorios. La efectividad militar de los cuzqueños convenció a los líderes locales de que la reciprocidad les traería ganancias al compartir el botín de las campañas contra sus enemigos.

Esta conquista permitió a los incas tener su primera salida al mar y acceder directamente a los recursos marinos. Sin embargo, a pesar de la rendición de los reinos collas, algunas comunidades aimaras se rebelaron contra la sumisión. Durante el resto del periodo imperial, la parcialidad fue una zona conflictiva, experimentando periodos violentos de represión incaica y promoción de la colonización quechua.

El segundo paso fue sencillo pero significativo, dado el prestigio del siguiente objetivo: el reino de Chincha, principal emporio comercial cuya influencia abarcaba todo los Andes, con una red de comerciantes que llegaba incluso hasta Ecuador y más allá. Según las crónicas, el encargado de someterlo fue Capac Yupanqui, hermano de Pachacutec, quien se presentó ante Chincha con un gran ejército y numerosos regalos para persuadir a sus líderes sobre los beneficios de establecer relaciones amistosas con Cuzco.

Capac Yupanqui propuso tres condiciones: la construcción de un centro administrativo incaico (hatuncancha) en su territorio, el establecimiento de mamaconas para la producción de telas y ceremonias de reciprocidad, y la mita para proveer artesanos y campesinos al servicio del Inca. Los señores de Chincha aceptaron estos requerimientos sin mayores inconvenientes. Posteriormente, Tupac Yupanqui, entonces príncipe, llegó para organizar a los voluntarios de la mita y solicitó la construcción de un palacio incaico, la donación de chacras para el Inca, y la realización de más obras como caminos, tambos y casas para las mamaconas, peticiones a las que Chincha también accedió sin resistencias.

A pesar de que los señores de Chincha accedieron de buena gana a las peticiones incaicas, estas aumentaban con cada visita de los incas, como fue el caso de Huayna Capac, quien solicitó más mujeres, voluntarios y tierras para el Inca. Esta actitud cada vez más demandante por parte de los incas hacia Chincha se explica por la capacidad del reino para obtener grandes ingresos del comercio. Para Chincha, las exigencias incaicas eran fácilmente pagadas sin mayores problemas, dado su valor estratégico y económico.

Además, Chincha valoraba la capacidad militar de los incas y consideraba que era mejor estar de su parte que enfrentarlos y correr el riesgo de perderlo todo. Con esta determinación, Chincha mantuvo su emporio comercial bajo el amparo inca y continuó siendo el principal proveedor de conchas de mullu para las élites andinas, al controlar las zonas de recolección en la costa ecuatoriana. Esta situación llevó a los incas a fijar como siguiente objetivo la conquista de los reinos del norte para ampliar su riqueza y control.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Rostworowski. Historia de Tahuantinsuyo.      

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Las sociedades de la sierra, antecedente de los incas.

Mientras las sociedades costeñas vivían un período de esplendor desde el año 1000 con el surgimiento de reinos expansionistas, la sierra, que anteriormente albergaba el eje político-religioso sustentado en el poder de Wari y Tiwanaku respectivamente, experimentaba una fase de decadencia debido al cambio climático. Este fenómeno llevó al desprestigio de estas ciudades y contribuyó a su declive.

Un ejemplo de esto se observa en la cuenca del Titicaca, donde se registraron períodos de sequía que afectaron la estabilidad de la región. El primero de estos períodos ocurrió entre los años 1100 y 1200, lo que propició la caída de Tiwanaku. Otro período de sequía tuvo lugar entre el 1245 y el 1310. Estas condiciones climáticas adversas impidieron la recuperación de la región, llevando a las sociedades altiplánicas de la etnia aymara a dividirse y luchar por el control de las zonas aptas para la agricultura y la ganadería. Este período se conoce como el de los reinos altiplánicos, cuya distribución abarcó desde Puno y Cuzco en Perú hasta el suroeste de Bolivia, incluyendo Cochabamba y Sucre. Estos reinos se dividieron en 16 facciones en conflicto, destacando entre ellos los collas con su capital en Hatuncolla y los lupacas con su capital en Chucuito.

La pérdida de Tiwanaku marcó la dispersión de las élites hacia distintos puntos del altiplano, donde formaron sus propios curacazgos y erigieron fortalezas en las zonas elevadas para proteger sus territorios. La defensa de las áreas con altitudes entre los 4,000 y 4,500 metros sobre el nivel del mar fue crucial para mantener una economía centrada en la cría de camélidos, relegando la agricultura a un segundo plano. La riqueza de los gobernantes, como los collas y los lupacas, se reflejaba en sus grandes rebaños de llamas y alpacas, que según fuentes coloniales podían llegar a tener decenas de miles de ejemplares. En contraste, la agricultura se limitaba principalmente al cultivo de tubérculos como la papa y algunos granos como la quinua.

Los camélidos eran esenciales por su lana, carne y utilidad como animales de carga en las caravanas. Esto explica por qué los curacas valoraban tanto su posesión, ya que estos animales eran fundamentales para la economía andina. Esto les permitía expandirse hacia los pisos ecológicos más bajos para acceder a los recursos de regiones como Arequipa, Moquegua, las sierras de Cochabamba y las tierras tropicales orientales, incluyendo la producción de coca.

Hacia la región de Cuzco, durante el periodo imperial de Wari, el poder estaba centralizado en la ciudad de Piquillacta, la cual fue abandonada durante el colapso de la metrópoli hacia el año 900. Esto dio lugar a la llamada cultura killke o Inca Temprano, que se dispersó por los valles de Quispicanchis, Anta y Vilcanota. Esta cultura se caracteriza por su cerámica particular y única en la región.

A diferencia de los reinos altiplánicos, los killke mantuvieron un estilo de vida aldeano y una arquitectura sencilla. No se ha encontrado evidencia de fortificaciones para su defensa, lo que sugiere que mantenían relaciones amistosas con sus vecinos y tenían acceso sin problemas a los recursos de los valles bajos, estableciendo relaciones de reciprocidad e intercambios. Esta situación también se observó en la antigua zona metropolitana de los valles de Ayacucho y Apurímac, regiones que fueron severamente afectadas por las sequías. Las sociedades que sobrevivieron a la caída de Wari mantuvieron un estilo de vida aldeano y perdieron gran parte de su esplendor imperial, reflejado en la producción de una cerámica más tosca y menos refinada que en épocas anteriores.

Más al norte, al sur del valle de Mantaro-Junín, surge el curacazgo de Asto, ubicado en altitudes que van desde los 3,600 hasta los 4,400 metros sobre el nivel del mar, abarcando la zona templada. Sus principales asentamientos eran Olluta y Auquimarca, con 5 hectáreas de extensión y una población estimada de 800 personas; Asomara, con 32 hectáreas y una población de 5,000 habitantes; Cunaire, con 9 hectáreas y 1,400 habitantes; y Chuntamarca, con 3 hectáreas y 500 habitantes. En Asto, la producción estaba dividida entre la agricultura y la ganadería. Se han descubierto construcciones de corrales y graneros en lugares protegidos para almacenar la cosecha, lo que indica que tenían los recursos necesarios para la subsistencia de su población de 15,000 personas.

Los Huancas, por otro lado, lograron mantener el legado de Wari en buena parte del valle de Mantaro. Mantuvieron el modelo político andino basado en la división en estratos de la sociedad, donde el curaca era el principal administrador de la economía de sus súbditos y ocupaba una posición destacada como líder religioso.

A diferencia de sus vecinos sureños, los Huancas mantuvieron los centros ceremoniales que servían a sus pobladores. Estos asentamientos tenían poblaciones estimadas entre 12,000 y 17,000 habitantes debido a que la región no se vio afectada por los cambios climáticos y mantuvo buenos niveles de humedad, lo que les permitió mantener una gran producción agrícola.

Se han identificado dos cabeceras de los Huancas: Hatunmarca, con una extensión de 130 hectáreas y una población de 12,000 habitantes; Tunanmarca, con 32 hectáreas y 8,000 habitantes; y Unpamalca, con apenas 3,500 habitantes. Estos sitios se caracterizan por su arquitectura ceremonial y áreas exclusivas para las élites gobernantes. En estos lugares es común encontrar productos suntuarios provenientes del comercio, así como una producción destacada de cerámica fina y metalurgia.

Aunque la zona serrana se adaptó a las nuevas condiciones climáticas y a las redes de relaciones con los estados costeros, el recuerdo del esplendor de Wari y Tiwanaku persistió. Estas civilizaciones llegaron a controlar gran parte de la zona andina, lo que sirvió como incentivo para la génesis del Tahuantinsuyo en manos de los incas. En poco tiempo, los incas superarían el poder de sus predecesores y de rivales como los Chimú.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Julián I. Santillán. Economía prehispánica en el área andina (Periodo Intermedio Temprano, Horizonte Medio y Periodo Intermedio Tardío), del libro Historia económica del Perú.

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