Una de las formas de manifestar el culto a los dioses consistía en dejar ofrendas olorosas para que pudieran captar su esencia etérea. Sin duda, uno de los elementos fundamentales era el copal, una resina que se quemaba con brasas y despedía un olor agradable y delicado. Era considerado una ofrenda básica para agradar a los dioses y poder rendirles tributo.
Se pensaba que sería imposible recrear cómo olían las ciudades o los centros ceremoniales mesoamericanos, pero gracias a los avances de la tecnología, la arqueología puede analizar los restos depositados tanto en las ofrendas como en los suelos, para luego analizar las partículas y así poder identificar los elementos que estuvieron presentes.
Por un lado, sabemos que en ceremonias de la religiosidad mesoamericana como los sacrificios humanos, era común que los centros ceremoniales olieran a sangre proveniente de las víctimas. También sabemos de la afición de los indígenas por las flores y cómo las cultivaban para ofrendarlas a las deidades.
El estatus social también se reflejaba en los hábitos de higiene de la nobleza, siendo fundamental que las altas esferas como los guerreros, dirigentes y mercaderes desprendieran un aroma agradable para diferenciarse del resto. Esto se lograba llevando ramilletes de flores o fumando tabaco aromatizado, ya que simbolizaba la prosperidad y la felicidad, considerándose un atributo de perfección. Por otro lado, los malos olores estaban asociados con faltas éticas y morales de los individuos. La presencia de estos aromas desagradables era vista como una señal de desequilibrio en la vida de las personas, indicando que estaban siendo dominados por la «suciedad» de sus acciones. Esto no solo los exponía a enfermedades, sino que también afectaba a sus seres queridos, quienes se veían influenciados por su mal comportamiento.
En la cultura nahua, se menciona la figura de Tlazoltéotl, conocida como «la diosa de la basura», que se encargaba de «devorar» los pecados de las personas. Aquellos que confesaban sus faltas ante esta deidad tenían la oportunidad de recobrar el equilibrio en sus vidas.
La dicotomía de los olores reflejaba la forma binaria en que se dividía el universo. Mientras que los olores agradables estaban relacionados con los cielos y los dioses celestes, considerados como su aliento de aroma agradable, el inframundo, siendo el opuesto de la superficie, estaba asociado con la podredumbre y lo fétido, con sus habitantes siendo considerados como «flatulentos», haciendo referencia a los gases liberados en el proceso de descomposición.
Los cielos se imaginaban como un espacio floral que otorgaba su delicado aroma a sus habitantes. Incluso hay relatos indígenas, como los de los quichés, que mencionan jardines de flores en el inframundo. Esta interpretación sugiere que esta imagen representaba la vitalidad que se conservaba después de la muerte y permitía la persistencia del ciclo de regeneración.
El olor estaba relacionado con el aliento, lo que llevó a los investigadores a considerar elementos gráficos como las vírgulas como símbolos de la palabra, el aliento y el aroma en la iconografía. Por lo tanto, en algunas representaciones, se pueden observar vírgulas emanando de ciertos objetos.
Además de saber que el copal era uno de los elementos odoríferos presentes en el contexto ritual, también había otros muy comunes. Entre ellos se encontraba la sangre, que resultaba agradable a los dioses, ya sea el olor de la sangre fresca o quemada. Además, se utilizaba el pericón o yauhtli, así como el hule, lo cual puede parecer extraño. En los códices, hay diferentes representaciones donde se formaban bolitas de hule para quemarlas o se salpicaba papel con hule líquido antes de quemarlo.
Los sahumerios utilizados en las ceremonias eran elementos de manifestaciones artísticas con un profundo contenido ritual. En los sahumerios más sofisticados, era común encontrar representaciones de serpientes o jaguares. La serpiente estaba asociada tanto con la forma de las vírgulas, la sangre y lo fluido, mientras que el jaguar era un símbolo del poder.
En la representación gráfica, era habitual simbolizar los olores agradables a los dioses en forma de flores, lo que reforzaba la idea del cielo florido. Esta idea llegó a sobrevivir en el mundo colonial, donde era común ver en los murales cielos llenos de flores, algo único dentro de la iconografía cristiana.
Uno de los simbolismos que puede relacionar el olor con las flores y el cielo se refleja en los ojos que a menudo representan el cielo estrellado. Estos podrían haber surgido de la iconografía de las flores, donde se representan a través de dos círculos concéntricos para simbolizar el estambre, considerado como el corazón de las flores. Esta asociación lo relaciona con la ofrenda más preciada que se podía hacer a los dioses, como los corazones humanos.
En varios códices, el ojo representado con un círculo dividido en dos mitades, una roja y otra blanca con la pupila, a menudo sustituye al estambre en algunos glifos de las flores. Además, hay escenas donde el humo de los sahumerios, en lugar de salir de las flores, se representa con ojos celestiales, lo que indica la relación entre los olores perfumados y los cielos.
En la actualidad, tanto los huicholes como los coras suelen identificar los campos floridos con los cielos, ya que ven la tierra como una jícara donde se refleja el cielo. Esto refleja la idea de que los olores agradables representan a los cielos, mientras que lo fétido debe fungir dentro del orden cósmico como el contrario complementario de lo que debería ser, revelando así el desorden y las faltas al orden establecido.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Federico Flores Pérez.
Bibliografía: Élodie Dupey García, revista Arqueología Mexicana no. 135.
– Olores y sensibilidad olfativa en Mesoamérica.
– De vírgulas, serpientes y flores. Iconografía del olor en los códices del Centro de México.
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Imagen:
– Izquierda: Nezahualpilli, hijo de Nezahualcóyotl. Códice Ixtlilxóchitl, siglo XVI.
– Derecha: Sacerdote con un sahumerio. Códice Nutall, lamina 9, cultura mixteca, Posclásico Temprano.