La insurgencia potosina en los últimos años de la guerra.

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Desde 1811, con la captura de José Mariano Jiménez junto con el resto de la comitiva de Miguel Hidalgo, la insurgencia del noreste atravesó un periodo caracterizado por la fragmentación de la lucha en diferentes frentes: el texano, el tamaulipeco y el potosino. Estos frentes fueron combatidos por los militares realistas Félix María Calleja y Joaquín Arredondo, siendo uno de los escenarios más sangrientos debido a los esfuerzos realistas por acabar con las gavillas. 

Este periodo alcanzó su punto culminante durante 1814 y 1815 como consecuencia de la captura de José María Morelos, donde tanto la Huasteca como la Sierra Gorda fueron asoladas por una campaña de guerra total, en la cual los realistas se encargaron de perseguir y ejecutar a los insurgentes que cayeron en sus manos, llegando incluso a fusilar a cerca de 400 prisioneros. Con una insurgencia sometida y en continuo retroceso hacia el sur, la intendencia de San Luis Potosí estaba logrando ser pacificada gracias a la iniciativa del virrey Calleja con éxito. Sin embargo, con los ánimos rebeldes aún vivos, estos servirían de combustible para la llegada de un rebelde inesperado proveniente del otro lado del océano.

La restauración de la monarquía en manos de Fernando VII resultó ser una decepción al ver cómo acabaría con el gobierno liberal construido por el constituyente de Cádiz. Por lo tanto, muchos guerrilleros que lucharon contra la invasión francesa pasaron a enfrentarse al gobierno absolutista, como el caso de Xavier Mina, quien influenciado por el padre Servando Teresa de Mier fue convencido de combatir a Fernando VII desde la Nueva España.

Es así como comenzaron a organizarse desde Londres en 1816, apoyados por algunos políticos ingleses, para formar una expedición con soldados españoles, ingleses e italianos, desde donde partirían a Estados Unidos con la esperanza de reclutar más voluntarios y de conseguir tanto financiamiento como armas, pero continuamente fueron engañados y muchos de estos apoyos quedaron en promesas.

Fue así como llegaron a Soto la Marina en abril de 1817, estableciendo un fuerte y empezando a hacer propaganda con la imprenta que llevaron para impulsar a los novohispanos a unirse a su lucha. Lograron el apoyo de los habitantes de Croix y de Soto la Marina, dejando a Teresa de Mier en el fuerte mientras el resto de la expedición partía al interior, siendo atacados y derrotados por Arredondo dos semanas después.

A pesar de esta pérdida, Mina prosiguió su camino a través de la sierra tamaulipeca llegando a territorio potosino. En todo este tramo, fue reclutando voluntarios que se incorporaron a su comitiva, lo que les permitió llegar hasta Lagos con el fin de unirse a las fuerzas del caudillo Pedro Moreno.

Para ese entonces, los trabajos tanto de Calleja como de Arredondo dentro de la sociedad civil habían logrado inclinar la balanza a su favor por parte de las comunidades. Muchos rebeldes se habían levantado en armas debido a la posesión de la tierra como consecuencia de la secularización de las tierras comunales. Sin embargo, la falta de un liderazgo como el de Hidalgo hizo que estos movimientos pudieran ser sofocados por los realistas.

Ayudaría a esta tarea el reglamento de Calleja, donde fusiona las fuerzas civiles con las militares para combatir a la insurgencia. Con ello, las comunidades se hicieron responsables de su propia defensa y ayudó a arraigar los vínculos del ejército realista con el pueblo. Esta estrategia tendría sus frutos con la derrota de la expedición de Mina ya durante la administración del virrey Juan Ruiz de Apodaca.

Antes del estallido de la guerra, la intendencia potosina tuvo problemas para lograr su representatividad en el constituyente de Cádiz. Se eligió tanto al canónigo de Monterrey, Juan José de la Garza, como al terrateniente potosino Florencio Barragán. Sin embargo, el primero ni siquiera partió rumbo a España y el segundo murió antes de embarcarse. Por lo tanto, su única voz la tuvo en el representante de las Provincias Internas de Oriente, el cura Miguel Ramos Arizpe.

Como resultado de los trabajos legislativos, se autorizó el establecimiento de diputaciones provinciales independientes, siendo una de ellas la de San Luis Potosí, que permitiría a sus habitantes participar en la vida política instituyendo 33 ayuntamientos, aunque no lograron establecerse. Esto se debió a la campaña de Calleja que suspendió la ejecución de los mandatos liberales como consecuencia de la restauración absolutista de 1814.

Fue hasta 1820, con la entrada del Trienio Liberal, cuando se reinició el proceso de democratización de la sociedad. Se instaló hasta noviembre la diputación potosina, la cual también correspondía a la representación de Guanajuato. Sin embargo, hubo problemas al momento de implementarlo, como pasó con la representación de las Provincias Internas, que fue abolida por su comandante, el general Arredondo.

Por la diputación potosina, fue elegido el general realista Matias Martin de Aguirre, tocándole recibir a la propuesta autonomista de Iturbide en su estancia en Veracruz a principios de 1821, siendo responsable de exponer los problemas fronterizos con EU que trajo la implementación del Tratado Adams-Onis de 1819 y la conservación de las misiones indígenas. Asi finaliza la participación potosina dentro de la monarquia hispánica al sucitarse al poco tiempo la implementación del movimiento Trigarante de Iturbide, donde San Luis Potosi fue reducida al dividirse en varias provincias que conformaron el noreste mexicano en la primera mitad del siglo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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– Izquierda: Obra de Gomez. Francisco Xavier Mina, 1888. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/xavier-mina-en-londres-nido-de-conspiradores-y-patriotas-americanos-1815-1816

– Derecha: S/D. Mapa de las intendencias, incluyendo la de San Luis Potosi. Fuente: https://www.facebook.com/YoAmoSanLuisMx/photos/a.1260251077371284/3032149406848100/?type=3

El movimiento insurgente en las Provincias Internas de Oriente.

Gracias a los extensos años de gestiones y relaciones sociales establecidas por el brigadier Félix María Calleja, logró contener a los insurgentes a lo largo de la intendencia potosina y, sobre todo, aseguró que los criollos sirvieran como base social para la causa realista. Sin embargo, de manera inesperada, el convento del Carmen, que había designado como prisión para los rebeldes, se convirtió en el núcleo de conspiración de la región.

Calleja, confiado por el apoyo económico de la caja potosina y la de Querétaro, inició la campaña para combatir a la insurgencia, dejando solamente una compañía de infantería recién formada y una guardia indígena para mantener el orden en la ciudad. Esto llevó a que los frailes a cargo del convento, quienes apoyaban la insurgencia, realizaran su movimiento a través de fray Juan de Villerías. Convenció al capitán de lanceros de San Carlos, Joaquín Sevilla y Olmedo, de tomar la ciudad con el respaldo de los indígenas de Mexquitic en noviembre de 1810, integrándose el mariscal insurgente José Rafael Iriarte y Leyton.

El saqueo y las tropelías cometidas por los insurgentes durante su presencia llevaron a que los potosinos se comprometieran con los realistas. Sin embargo, tuvieron que esperar hasta que Leyton se retirara a Guanajuato para apoyar a Ignacio Allende y así restablecer el orden.

Con el objetivo de propagar la rebelión hacia las Provincias Internas de Oriente, Allende encomienda a José Mariano Jiménez la campaña hacia el noreste. Dado que Jiménez es originario de la ciudad de San Luis Potosí, cuenta con numerosas amistades y familiares que le facilitan información, proporcionan recursos y se unen a su lucha. Esto provoca que los españoles se retiren hacia Saltillo para evitar saqueos o secuestros por parte de los insurgentes. Sin embargo, la conducta ordenada y compasiva de Jiménez logra que muchas personas, incluidos soldados realistas de Coahuila, Nuevo León y Nuevo Santander, se unan a sus filas.

Con gran habilidad para dirigir la causa, Jiménez toma Charcas, Venado, Cedral, Matehuala y Real de Catorce en diciembre. En enero de 1811, llega a Saltillo, derrotando a los realistas en la batalla de Aguanueva y apoderándose de toda la provincia. Gracias a la correspondencia mantenida por Jiménez con el gobernador de Nuevo León, Manuel de Santa María, y el comandante de la compañía de Lampazos, Juan Ignacio Ramon, ambos se unen a la causa independentista. Esto deja a Durango y Nuevo Santander como los únicos frentes realistas.

Jiménez logra repeler la contraofensiva realista de Durango, que intenta recuperar Saltillo, y comienza la logística para controlar Monterrey y Texas con el apoyo del gobierno de Nuevo León. Captura al gobernador texano Manuel María de Salcedo, quien es arrestado y puesto en prisión en Monclova. Salcedo es reemplazado por el insurgente Juan Bautista de las Casas, quien integra a Texas a la causa insurgente. La campaña en el noreste resulta exitosa y a finales de enero de 1811, Jiménez entra en Monterrey.

Solo resta esperar la caída de las poblaciones de Nuevo Santander, que poco a poco se suman al movimiento insurgente. Esto obliga al gobernador Manuel Iturbe de Iraeta a refugiarse en Altamira. Sin embargo, la derrota de Miguel Hidalgo y Allende en la Batalla de Puente de Calderón el 17 de enero fuerza a Jiménez a cambiar sus planes. Ahora, la misión de los insurgentes de Jiménez es facilitar que Hidalgo y Allende lleguen a sus territorios para reorganizar el movimiento. Intentan llegar a Saltillo para dirigirse a Estados Unidos, pero aún existen gavillas realistas e insurgentes cooptados por ellos para traicionarlos.

La conspiración de Ignacio Elizondo se materializa, capturando a la comitiva de Hidalgo y Jiménez en Acatita del Baján el 21 de marzo. En este grupo se encuentran varios de los frailes potosinos involucrados en la conspiración.

Con la captura tanto de Hidalgo como de Jiménez, llegó el fin de los insurgentes en el noreste. Todos sus líderes, así como aquellos que se unieron a la causa y fueron apresados, fueron fusilados. Solo quedaba el lego juanino Luis Herrera, quien desde febrero había estado ejecutando a los españoles y hostigando a los criollos leales. Convertido en el objetivo de Calleja, fue perseguido desde Rioverde hasta Valle del Maíz, donde fue derrotado, capturado y fusilado en Villa de Aguayo (hoy Ciudad Victoria).

En cuanto a Nuevo Santander, el comandante Joaquín Arredondo lideró la contraofensiva. Enfrentó a fray Juan de Villerías, cuyas principales fuerzas provenían de los indígenas de Tula. Sin embargo, el acoso de Arredondo, a través de su subordinado Cayetano Quintero, cercó a Villerías en Matehuala y lo ejecutó en mayo. La única fuerza insurgente que persistió fue la de los hermanos José Bernardo y José Antonio Gutiérrez de Lara, originarios de Revilla, Nuevo Santander. Lograron mantener la insurgencia en Texas con el respaldo de filibusteros estadounidenses, mientras que el resto del territorio fue acosado por diversas gavillas insurgentes que fueron reprimidas con éxito por Arredondo.

Nuevo León fue asegurado con la recuperación de Monterrey y la ejecución del gobernador Santa María. La gobernación quedó a cargo de una junta encabezada por Blas José Gómez, hasta que el alcalde mayor de Monterrey, Fernando de Uribe, asumió la gobernatura. Sin embargo, los disturbios de las guerrillas insurgentes asolarían la intendencia hasta la llegada de Arredondo en 1814, ya con el cargo de comandante de las Provincias Internas de Oriente.

Solo quedaron como focos rebeldes en la región la Sierra Gorda y la Huasteca. En esta última, la guerra se tornó muy violenta debido a la presencia de las milicias realistas de Ciudad Valles, Aquismón y Tamazunchale, así como de otros pueblos que se mantuvieron leales. Mientras tanto, el núcleo insurgente se concentraba en Huejutla, y era común que se arrasaran pueblos enteros para combatirlos.

Una vez que Calleja asumió el cargo de virrey, sometió la intendencia de San Luis Potosí bajo la orden de fusilamiento de los insurgentes capturados. Para 1815, se tiene registro de 400 ejecuciones.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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 – Izquierda: Charles Frederic. Plaza de Armas de Monterrey, Nuevo Leon, 1847.

 – Derecha: S/D. Retrato de Mariano Jimenez.

La retórica estadounidense en favor de la invasión a México.

Con los 25 años que tenía México como nación independiente había demostrado a EU ser un estado fallido, ya sea tanto por las constantes luchas políticas donde todos querían tomar el poder y ninguno podía alcanzar un mandato de meses o unos cuantos años, esta situación contribuyo a la perpetua quiebra de la nación y a un clima de inseguridad constante donde los migrantes europeos y estadounidenses veían peligrar constantemente sus inversiones por los atracos, llegándose a contabilizar hasta 2 millones de dólares en exigencias de gastos por indemnización. Sin duda, hasta ese momento también los estadounidenses fueron culpables de la crisis vivida en esos años, a pesar de haber reconocido su independencia en 1821, seria hasta 1825 cuando se manda a un representante oficial del gobierno a México, ni que decir de las labores de conspiración realizados por Joel R. Poinsett, situación que aprovecharían para empezar a apoderarse del norte que permanecía despoblado, en especial de Texas donde tenían incentivos para impulsar la inmigración estadounidense con la condición de convertirse al catolicismo y seguir los lineamientos antiesclavistas, pero para 1835 cuando estalla la revolución texana habían llegado a los 20,000 miembros con una población esclava de 2000.

El éxito de los texanos liderados por Stephen Austin los haría una nación independiente, aunque una buena parte de ellos deseaba la anexión, algo que para la política estadounidense no era deseable por el desequilibrio que provocaría la admisión de un estado esclavista, pero debido a la presencia de la amenaza que representaba la diplomacia británica (la cual ofrecía un atractivo plan para convertirla en un estado tapón en forma) hizo que aceptasen su entrada en 1845. Con ello, haría que hiciesen suyos los reclamos que tenía la republica texana sobre México para extender la frontera hasta el rio Bravo, por lo que buscaron el casus belli para poder iniciar la invasión en este punto. Pero sumado a la oportunidad ofrecida por Texas, el resto del septentrión se había comprobado como un territorio muy débil y fácil de someter, como lo demostró la incursión del comodoro Thomas James con su flota al tomar temporalmente la capital de California, Monterrey, hacia 1842 por una supuesta confusión, sumado a las referencias tenidas por los comerciantes que seguían el Camino a Santa Fe hizo que los demócratas vendieran a su electorado la idea de la factibilidad que representaba invadir México sin muchos problemas.

Por el lado mexicano, la admiración tenida desde la independencia se había difuminado por todas estas acciones y problemas en que se involucraban los estadounidenses con la frontera, siendo percibidos como personas salvajes y sin moral por la presencia de las diferentes denominaciones cristianas como los mormones o la proliferación del libre pensamiento que rayaba en el ateísmo, esta misma percepción la tenían los estadounidenses quienes se valían de la vieja disputa entre protestantes y católicos para calificarlos como supersticiosos e inferiores. El primer aparente intento por resolver los problemas fronterizos se daría hacia 1845 con el enviado John Slidell quien negocia con el gobierno de Joaquín Herrera hacia noviembre de 1845, ahí se dejó ver los postulados de las reclamaciones como el limitar la frontera al rio Bravo, el pago de los 2 millones de dólares por indemnizaciones y la compra de los territorios de California y Nuevo México, condiciones inaceptables para tratar y esto hizo que Herrera se negase a recibirlo.

A pesar de haberse negado a entablar cualquier trato sobre esos temas, su rival político Mariano Paredes empezaría a difundir el rumor de que Herrera estaba negociando la entrega de los territorios a los estadounidenses, incluso el trataría de subir los ánimos de los mexicanos al sugerir la inferioridad de las fuerzas estadounidenses poniendo como ejemplo la invasión británica de 1812, además de que veía el rechazo de la reconquista española y la Guerra de los Pasteles contra Francia como las muestras de la superioridad del ejército mexicano, sumado a que contaba con el respaldo de la diplomacia británica en caso de que se atreviesen a invadir. El presidente James Polk ya sabía de antemano el fracaso de esa comisión negociadora, por lo que tenía preparadas a las tropas del general Zachary Taylor para ocupar Texas incluyendo el territorio entre el rio Nueces y el Bravo, fundando al otro lado de la ciudad de Matamoros Fort Texas, este movimiento provocaría la reacción de las tropas mexicanas del general Francisco Mejía para defender el territorio nacional y desencadena las batallas de Palo Alto y Resaca de la Palma. Como las tropas mexicanas fueron las que “iniciaron” los ataques, fue el argumento principal de Polk para convencer al Congreso de declarar el estado de guerra con la frase “sangre estadounidense había sido derramada en territorio estadounidense por intrusos”.

Con estas patrañas, Polk lograría que el congreso autorizase a iniciar la campaña de reclutamiento para llegar a los 50,000 soldados para apoyar a los 4,000 de Taylor, así como el otorgamiento de un financiamiento por 10 millones de dólares para los gastos de la campaña, obteniendo la mayoría de los partidos republicanos y demócratas en el Senado, el único grupo que se mostró contrario a la guerra fue la facción whig encabezada por John Quincy Adams y que era minoría. Los primeros meses de la guerra fue de verdadera euforia, Taylor marchaba sobre el noreste con poca resistencia, la armada estadounidense se había hecho en la dueña de los mares mexicanos, la expedición de Stephen Kearny tomaría con facilidad Nuevo México y California e iniciaba la entrada de Winfield Scott por Veracruz. Salvo las quejas constantes sobre la crueldad de los rangers texanos y la cada vez más conocida rivalidad entre Taylor y Scott, las cosas estaban saliendo bien a pesar de ser una idea que muchos políticos consideraron una locura, por lo que dentro del congreso estaba ganando popularidad la opción de la conquista total de México.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: David Mayers. La guerra con México y los disidentes estadounidenses, 1846-1848, de la revista Secuencia no. 59.

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Imagen: Sarony & Major. Batalla de Palo Alto, 1846

La situación del septentrión a finales del siglo XVIII.

Para tratar de hacer frente al nuevo orden donde tenían a serios rivales encima, durante el reinado de Carlos III se dispone la creación de la división administrativa de la Comandancia General de las Provincias Internas del Norte, esta tendría autonomía con respecto al virrey de la Nueva España para poder atender las necesidades de las poblaciones fronterizas, tocándole la organización a Teodoro de Croix al ser nombrado comandante general en 1776, siendo un reto el tener que ver por las necesidades de un territorio que iba desde el Golfo de California hasta la zona de la Bahía en Texas. Esta separación de los territorios del norte no cayo nada bien al virrey Antonio María de Bucareli, con quien Croix mantuvo una relación ríspida por esta independencia y esto dificultaría el conocimiento de la situación de las poblaciones, por lo que al año siguiente Croix decide emprender una inspección por todo el septentrión para conocer la situación real de las misiones, presidios y demás establecimientos de la región. Como resultado de las expediciones realizadas de 1777 a 1783 se vio una situación nada alentadora por el contexto de guerra permanente con las tribus, donde las misiones estaban en pleno proceso de extinción tanto por los problemas para mantener a los indígenas, la falta de personal religioso y el desinterés por parte del gobierno.

La situación de los colonos estaba resultando mucho mejor, ya que a pesar de que había cesado la fundación de nuevas poblaciones, las ciudades y las villas existentes estaban empezando a tener una era de bonanza como producto de la explotación minera y la cría de ganado como caballos y mulas, además de que empezaba a despuntar el comercio como consecuencia del retiro de los franceses de la Luisiana, por lo que se levantan la barrera aduanal y empezaron a fluir las caravanas de carretas provenientes de la nueva provincia, aunque sus mercancías se estaban vendiendo a precios muy elevados, los colonos podían costearlos. Para 1783, acaba la administración de Croix aportando generosos datos sobre la situación del norte, siendo remplazado por quien fuera el primer gobernador de California Felipe de Nevé, quien por la organización de la fundación del sistema misional ya tenía una amplia experiencia del contexto, pero sería a él a quien le toca lidiar con los inicios de la presión de los estadounidenses quienes ya estaban teniendo presencia en las riberas del rio Mississippi para exigir el derecho de navegación. Fue por ello que era imprescindible empezar a poblar la frontera para impedir posibles disputas territoriales, el problema es que no había gente para habitarlos, ya que mientras el territorio de Coahuila pasaba por un periodo de crecimiento constante, la situación de Texas era preocupante al no lograr la reducción de los indígenas en las misiones y por la violencia de las tribus.

Los franciscanos encargados de velar por las misiones texanas tenían el problema de las limitantes para ser poblados, ya que a pesar de contar con los recursos suficientes para poder alojar a los indígenas en buenas condiciones, se impedía el asentamiento de rancheros y colonos, provocando con ello a depender de sus esfuerzos para congregar a los indígenas e impedir la entrada de los colonos quienes hubiesen logrado incrementar la población. Como los misioneros ocuparon las mejores tierras para su proyecto evangelizador, los rancheros novohispanos estaban obligados a establecerse en lugares muy alejados y poco favorables para el desarrollo económico, teniendo como consecuencia que las misiones no contasen con la protección de los rancheros ante los ataques indígenas, esto a la postre daría pie al nacimiento de la aspiración autonomista que sería aprovechada por los estadounidenses en el siglo XIX. El caso contrario ocurría en el sur en Coahuila y Tamaulipas, donde los religiosos fueron remplazados por los hacendados, donde a pesar de que acapararon grandes extensiones de tierras para su explotación, la demanda por trabajadores y peones acasillados hizo que empezaran a nacer pequeñas rancherías para alojarlos, donde ya una vez llegada la independencia hizo que se fueran constituyendo como pueblos en toda forma.

Esto lo veremos con el caso del marquesado de Aguayo que poseía la hacienda de San Juan y la de Patos, de ellas nacerían las villas de Cuatrociénegas, Moctezuma, Santa Anna y Patos (actual General Cepeda), así como las propiedades de la Compañía de Jesús en Parras la cual como consecuencia de su expulsión dio lugar a la villa de Santa María de Parras en 1767. El proyecto planteado por Teodoro de Croix con el apoyo del padre José Agustín de Morfi fue la de poblar la región de La Laguna mediante el desarrollo de la economía basada en la agricultura y con ello crear un puente para conectar la zona del Bolsón de Mapimí con Saltillo, pero esto ya no pudo ser por la muerte de Morfi en 1783 promoción de Croix como virrey del Perú al año siguiente. La situación de inestabilidad seria atendida por el siguiente virrey Bernardo de Gálvez, quien conocía la situación al haber sido antes el gobernador de la Luisiana, pero con el iniciaría el proceso donde se menoscaba el poder de las Provincias Internas para regresar bajo el redil virreinal al darle una nueva división que no funcionaria, pero empodera a los colonos como organizaciones autónomas y que conocían mejor el territorio permitiendo su autogestión.

Con la llegada en 1789 del virrey Juan Vicente de Güemes, segundo conde de Revillagigedo, se cambia la estrategia para la comandancia al segregar las Californias, Nuevo León y Nuevo Santander para su reincorporación al virreinato, quedando dentro de las Provincias Internas Sonora, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Coahuila y Texas con capital en Chihuahua. Para poder hacer frente al problema texano, el virrey Revillagigedo ordena la secularización de la misión de San Antonio Valero en 1793, las cuales estaban ocupadas por muy pocos indígenas quienes a veces trabajaban las tierras, beneficiando a los colonos de Béjar y San Fernando quienes las ocuparon, con ello se iniciaría el corto periodo de crecimiento poblacional del centro texano. Fue asi que el proyecto misional franciscano llega a su fin y con el tiempo se procede a la secularización del resto de las misiones, ya que por un lado los franciscanos ya no podían formar la cantidad de misioneros suficientes para poder atender a los indígenas y la feligresía podía ser atendida por el clero secular, pero aun así los franciscanos obstaculizaron la entrega de las misiones al argumentar que sus indígenas todavía no estaban preparados para entrar de lleno en la vida de la sociedad novohispana.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Luis Arnal Simón. Fundaciones del siglo XVIII en el noroeste novohispano, del libro Arquitectura y Urbanismo del Septentrión novohispano vol.1. Fundaciones del noreste en el siglo XVIII.

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Imagen: Theodore Gentilz. Agrimensores en Texas antes de la anexión a los EE. UU. 1845.

Las transformaciones del septentrión en la segunda mitad del siglo XVIII

El año de 1763 fue crucial para el imperio español, a pesar de la derrota infringida por los británicos en la Guerra de los Siete Años, su posición quedo asegurada gracias a la alianza hecha con Francia y como compensación ante la perdida de La Habana y Manila (las cuales recuperan al poco tiempo a cambio de La Florida), les ceden el gigantesco territorio de la Luisiana. Si bien esto resolvía el problema de la seguridad fronteriza, los españoles no estaban muy contentos debido a que para Francia la colonia no había resultado nada redituable y ahora debían de repartir las pocas defensas y religiosos que poseían para la administración del septentrión para proteger un territorio mucho mayor y poco productivo para su modelo económico. Para cumplir el nuevo reto, la administración borbónica se fija como meta la militarización de la región, primero fortaleciendo el sistema de presidios y la formación de un ejército regular dispuesto para su defensa, teniendo como supervisor de los trabajos a José de Gálvez quien fungía como visitador de la corona en la Nueva España, este a su vez delega el trabajo de supervisar el sistema presidial a Cayetano Pignatelli, marqués de Rubí, teniendo que viajar por los territorios de California, Nuevo México, Nueva Vizcaya, Sonora, Coahuila, Texas, Nuevo León y Nuevo Santander, mientras el desarrollo del ejercito recaería en Juan de Villalba como parte de la creación del ejercito novohispano.

La visita del marqués de Rubí hizo que planificara un nuevo reordenamiento de los poblados para facilitar su defensa, esto implico que algunos presidios tuviesen que ser abandonados o reasentados en otros lugares para mejorar la protección ofrecida, sobre todo se vieron en la necesidad de realizarlo tanto por las dificultades para mantener una comunicación fluida, los altos costos para transportar mercancías, las pocas posibilidades para lograr una producción agrícola fluida, pero sobre todo por la poca población y el poco interés de los colonos por asentarse en aquellos terrenos tan inhóspitos. Estas condiciones adversas hicieron que las sociedades norteñas novohispanas se avocaran a negocios que no llevasen tanto tiempo en generar resultados y que sean altamente redituables ante un panorama de incertidumbre generalizada, esa fue la razón por la que se dedican a la minería, la ganadería y el comercio como los medios de vida ideales para asegurar la sobrevivencia de sus familias sin tener que depender del desierto y el acoso constante de los nómadas. También era una realidad que la comunicación desde México hasta el septentrión era una tarea imposible tanto por los largos caminos como por los altos costos, por lo que Gálvez empieza a planear una nueva unidad administrativa autónoma del poder del virrey.

El resultado fue el “Plan para la Erección del gobierno y Comandancia General que comprendía la península de California y las Provincias de Sinaloa, Sonora y Nueva Vizcaya”, solución que tenía como alcance la eventual expulsión de los jesuitas de sus misiones en el noroeste, por lo que según la alternativa ilustrada planeaba que el nuevo orden estuviese dictado por un liberalismo generalizado para hacer negocios en la región para hacerlos más productivos, teniendo como el primer foco de atención la Nueva Vizcaya que se tenía que pacificar a toda costa. Para llevar a cabo todas estas reformas, se comisiona al capitán irlandés Hugo O’Connor el reordenamiento de los territorios del septentrión hacia 1772, estableciendo su base en Coahuila para empezar a constituir lo que sería la Comandancia de las Provincias Internas. Por el otro lado, la Luisiana fue encargada desde 1769 a Atanasio de Méziéres, yerno del antiguo gobernador de Natchitoches Saint Denis, quien poseía una gran habilidad de negociación con los indígenas y logro entablar acuerdos de paz, haciendo que se instalaran nuevos presidios y conformando redes para avisar de posibles infiltrados ingleses.

De Mézirés planteaba una serie de cambios para mejorar el sistema de presidios y se pudiese articular la defensa entre la Luisiana con Texas, primero contaba en el establecimiento de un presidio en el este de Texas, segundo era la de proporcionar armas a los indígenas cuyas alianzas se basaban en la animadversión que tenían hacia los apaches y los comanches y a su vez podían incentivarlos a rechazar a los ingleses, pero estos no convencieron ni al gobernador de Texas, Juan María Vicencio, barón de Ripperdá, ni al virrey Antonio María de Bucareli. Las razones para desechar la primera propuesta era el recién abandono del presidio de los Adaes que estaba localizado en la región propuesta y que resultaba inoperante, la segunda porque existía la desconfianza hacia los indígenas y por la posibilidad de que las usasen en su contra, irónicamente los indígenas se armarían gracias al contrabando de armas de los británicos para sabotear la pacificación española. Para su mala suerte, una enfermedad acaba con la vida de De Mézirés sin alcanzar el nombramiento de comandante general, ocupando su lugar Teodoro de Croix hacia 1776, sobrino del predecesor de Bucareli y a quien vio como una amenaza que podría provocar un desmembramiento del virreinato y de su autoridad.

De 1778 a 1783, la región viviría desde continuas visitas de los representantes de la corona, el continuo levantamiento de censos, campañas de represión contra las tribus rebeldes y la decadencia del sistema de misiones, pero poco a poco las actividades económicas de los pueblos norteños empezaban a despuntar en sus beneficios. Pero de nuevo el contexto geopolítico cambia a partir de 1781, ya que con el apoyo de la misma España, las Trece Colonias británicas adquieren su independencia y a su vez recupera La Florida, pero lejos de ser un golpe a su viejo rival, supondría un arma de doble filo al ser afectados por las expulsiones de tribus indígenas hacia territorios españoles y por el inicio de incursiones a estos por parte de los exploradores estadounidenses, aumentando la inestabilidad en el septentrión ante la presencia de nuevos ataques indígenas y dificultando la creación de nuevas poblaciones.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Luis Arnal Simón. Fundaciones del siglo XVIII en el noroeste novohispano, del libro Arquitectura y Urbanismo del Septentrión novohispano vol.1. Fundaciones del noreste en el siglo XVIII

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Imagen: Luis Arnal. Linea de presidios en el septentrion, 1770-1780.

Las incursiones texanas en las costas de Yucatán.

Para mediados de la década de los 30 del siglo XIX, México vivía una situación de inestabilidad política debido a la constante lucha por el poder entre los bandos federalistas y centralistas, esto sería aprovechado por diferentes entidades para revelarse y buscaban su separación del país para constituirse como republicas independientes. Si bien buena parte de estas rebeliones fueron sofocadas y se dieron incentivos a sus elites para garantizar su unión, quien si lograría derrotar y declarar su independencia fue Texas, ya que al ser una región poco poblada durante su colonización hizo que fuese un territorio muy vulnerable, por lo que tanto en los últimos años de la administración virreinal y reafirmada durante el efímero gobierno de Iturbide se incentiva la llegada de colonos estadounidenses para poblar la provincia, pero el convencimiento ideológico proveniente del “Destino Manifiesto” hizo que siempre mantuviesen sus ligas con EU y esperasen el momento para integrar el septentrión para su patria. El momento se daría a finales de 1835 al existir la pugna entre las autoridades mexicanas y los colonos con respecto a la esclavitud, por lo que aprovecharon el pleito habido en Coahuila para revelarse, si bien en un inicio los colonos estaban siendo derrotados por la entrada del presidente Antonio López de Santa Anna, la torpeza en como hizo la campaña terminaría con su captura y la aceptación de facto de su independencia con los Tratados de Velasco.

En la concepción de la Republica de Texas surgiría una dicotomía, por un lado, estaban los deseos por incorporarse como parte de EU, pero había otros quienes esperaban usar el mismo discurso del “Destino Manifiesto” para convertirse en una potencia independiente invadiendo territorios mexicanos, tratando de aprovechar la oportunidad de debilidad interna que bien conocían. Uno de los objetivos que se fijaron los texanos como un territorio fácil de arrebatar seria Yucatán, estado que permanecía prácticamente abandonado debido a su lejanía, la difícil comunicación que había con la Ciudad de México al ser separados por grandes extensiones de selva y la presencia de una elite de potentados poco ligados con la causa mexicana, la única línea de comunicación era la débil flota naval que mantenía contacto con los puertos de Campeche y Sisal.  Durante su independencia, los texanos se dieron a la tarea de construir una flota de guerra fundando la “Texas Navy” en noviembre de 1835, obteniendo la patente de corso por parte del gobierno tejano para atacar las naves mercantes que entraban en los puertos mexicanos de la costa del Golfo y llevar sus mercancías a los puertos texanos para incautarlos.

Como pudieron, el gobierno texano fue comprando goletas y armamento para conformar su armada, a la par que fueron reclutando voluntarios de cualquier procedencia social y que estuviesen dispuestos a la aventura, esto fue suficiente para iniciar con sus correrías a finales de julio de 1836 con la captura de la goleta mexicana Matilde asaltada entre Sisal y Campeche por la goleta “Terrible” para ser llevada a Galveston, incautando un botín con valor de 15,000 pesos. Las naves corsarias habían entablado sus bases en la Costa Oriental, ya sea desembarcando en el puerto de Belice, así como fondear por Cancún, Isla Mujeres y Cozumel, incluso los habitantes de esta isla fueron partidarios para incorporarse a la republica texana al ser sus principales socios. Las víctimas de las incursiones texanas serian tanto Sisal como los pueblos costeros como Dzilam, Telchac, Chicxulub, Chuburná y Alacranes, quienes no podían hacer mucho por la defensa debido a la ausencia de guarniciones y solo tenían que soportar los ataques, era tal el cinismo de la flota texana que el comodoro Henry Livingston Thompson de la goleta “Invincible” le manda una carta al comandante militar de Sisal para extorsionarlo con 20,000 pesos para dejarlos en paz por un plazo de 6 meses.

A pesar de que la flota texana se estaba volviendo una amenaza, lo cierto fue que no sacaron mucho de los barcos que asaltaron o de los saqueos a los pueblos costeros, viéndose forzados a vender parte de los barcos en Nueva Orleans, además que se estaban metiendo en más problemas como cuando asaltaron la goleta inglesa Elizabeth, provocando que la marina británica apostada en Jamaica se diese a la tarea de perseguirlos. Pero las condiciones en Yucatán eran demasiado precarias y si la hacia una presa fácil de capturar, empezando que atravesaba por un periodo de hambruna y forzosamente debían de abastecerse de harina y maíz desde Nueva Orleans, crisis aumentada por los piratas texanos que provocaron que las naves yucatecas prefirieran quedarse anclados en EU, a esto se le suma la negativa de los empresarios yucatecos a armar los barcos mercantes porque sabían que no verían retribución alguna por parte del gobierno o que se desvíen los recursos. El contexto naval mexicano era aún peor ante la crisis generalizada del país, como el comercio marítimo era principalmente de cabotaje y la armada mexicana era paupérrima, cuando las naves mercantes fondeaban Veracruz o Tampico entraba el ejercito a hacer leva de los marinos, por lo que preferían evitar entrar a estos puertos.

Como consecuencia de la poca retribución de los asaltos, los ataques texanos a Yucatán solo duraron 2 años, pero si dejaría en los yucatecos la idea de las pocas oportunidades que había el permanecer unidos a México, sobre todo por las acciones de políticos tan polémicos como el gobernador Francisco de Paula y Toro quien desde su supervisión como Comandante de Armas de Campeche se incrementa el contrabando al pedir la mitad de la mercancía o de las ganancias, amasando una cuantiosa fortuna, esto provocaría que en 1836 decidieran cerrar el puerto de la isla del Carmen para que Campeche monopolice el comercio ocasionando la ruina para los dos. Ante este clima de inseguridad permanente con un gobierno inútil y corrupto, hizo que el pueblo yucateco paradójicamente viese en los texanos con simpatías, siendo un catalizador la presencia que tuvo el yucateco Lorenzo de Zavala en la política texana al ser vicepresidente, por lo que Texas llegaría a proporcionar apoyo a los independentistas yucatecos en la rebelión de 1841.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pascale Villegas. Las costas de Yucatán, escenario de batallas navales durante la guerra México-Tejas, 1835-1837, de la revista Caribean Studies vol. 44.

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La fugaz victoria insurgente en Texas y la recuperación realista.

Todo indicaba que para 1813 el septentrión se podría convertir en un importante frente de los insurgente en su lucha contra los realistas, el caudillo Bernardo Gutiérrez de Lara contaba con el apoyo proporcionado por el gobierno estadounidense para alimentar sus fuerzas con filibusteros y sobre todo mantenerse abastecidos de armas, por lo que puso en jaque a los destacamentos realistas de Texas al conformar un cerco sobre San Antonio de Béjar y el haber tomado tanto el puerto de Matagorda como el pueblo fronterizo de Nacogdoches. Para finales de marzo, la situación de la capital texana se había vuelto muy comprometida al solo contar para su defensa las fuerzas del comandante Simón de la Herrera y con la presencia del gobernador Manuel María Salcedo y Quiroga, quienes no pudieron hacer mucho y fueron derrotados en la batalla de Arroyo de Salado, siendo capturados ambos y para evitar un baño de sangre en San Antonio deciden firmar la rendición, entrando las tropas insurgentes en la capital, pero esto no los salvo de morir ejecutados a pesar de haber accedido a las demandas de Gutiérrez de Lara.

La figura de Gutiérrez de Lara se podría considerar una de las más controversiales de los caudillos insurgentes, ya que su levantamiento representaría una de las primeras manifestaciones del imperialismo estadounidense y sus pretensiones por apoderarse del septentrión, ya que una vez en el poder de Texas, le dio entrada a los bandoleros estadounidenses que asolaron los pueblos y que representaría un reto para pacificar la provincia hasta 1820. Pero a pesar de haberse convertido en un instrumento del expansionismo estadounidense, Gutiérrez de Lara conforma la Junta insurgente de Béjar donde declara la independencia de Texas, pero declarando la “indisoluble unión” con la república mexicana, sumándose con ello a los esfuerzos que se estaban llevando a cabo por constituir un gobierno independiente por parte de los esfuerzos legislativos de José María Morelos para construir una nación de instituciones. En este intento por definir la vocación insurgente de Texas, Gutiérrez de Lara llega a los mismos términos concebidos por Morelos, como la declaración como religión oficial al catolicismo, incluso comparte la misma definición de la soberanía de Morelos al declarar que el pueblo era el principal depositario de esta y que poco importaba si Fernando VII estuviese cautivo o no.

Mientras del lado realista, Luis de Onís continuaba defendiendo la soberanía española en su posición como embajador en Washington negando cualquier clase de pago o liberación de ciudadanos estadounidenses capturados en territorio novohispano al ser parte del grupo de filibusteros, siendo respondido por la indiferencia del gobierno por detener o cerrar la frontera para que sigan pasando aventureros a engrosar las filas insurgentes. Para la caída de San Antonio, el brigadier Joaquín de Arredondo ya había sido ascendido con el mano de las Provincias Internas de Oriente y había terminado por sofocar las rebeliones insurgentes en Tamaulipas, por lo que ya podía dirigirse a enfrentarse a Gutiérrez de Lara estacionando sus tropas en Laredo, pero la organización de la contraofensiva estaba teniendo problemas por el estallido de rebeliones indígenas auspiciadas por los texanos en Camargo, llegando a llevar la distracción hasta Nuevo León amenazando con tomar Monterrey, teniendo que desviarse para destruir ese foco.

El retiro de Arredondo de Laredo trajo como consecuencia una nueva derrota realista en su intento por recuperar San Antonio, esta vez los insurgentes serian dirigidos por el coronel estadounidense Henry Perry el 19 de junio, quien había transformado a la costa texana en una zona porosa difícil de controlar para los españoles y permitía la entrada de contrabando o el apoyo de los insurgentes mexicanos a las correrías filibusteras (esto se vería después en 1816 con la llegada de la expedición de Javier Mina a Galveston y la integración a ella del propio Perry). Cuando se reincorpora Arredondo al mando de los realistas, encontró a sus tropas notoriamente desanimadas ante las constantes derrotas, por lo que tuvo que encargarse de reorganizar y reconstruir la moral de su ejército, además de que contaron con la ventaja de la desorganización del mando insurgente donde empezaron a disputar el liderazgo de Gutiérrez de Lara desterrándolo y poniendo al exdiputado de Cádiz José Álvarez de Toledo y Dubois, logrando con ello solventar la desventaja numérico al poseer los realistas 1800 soldados contra 3200 insurgentes derrotándolos en la batalla de Medina el 18 de agosto al sur de San Antonio.

Para evitar el resurgimiento de la insurgencia y alejar la amenazante presencia estadounidense, Arredondo llevaría a cabo un régimen represivo muy duro en toda la provincia de Texas acosando a cualquier persona de la que se sabía había prestado sus servicios a los insurgentes arrestándolos o mandando a confiscar sus propiedades, así como mantener una estricta vigilancia sobre los extranjeros que llegaban a pasar por la provincia, mientras en la memoria popular se iría difundiendo la imagen de Gutiérrez de Lara como un traidor al servicio de EU. Esta rebelión tiene como raíz el débil e ineficaz proceso de colonización española del septentrión, quienes al no tener una amenaza de consideración más que el de las tribus nómadas se habían creado poblaciones poco habitadas, pero capaces de defenderse de las rebeliones indígenas, pero con los cambios geopolíticos tan drásticos de finales de siglo XVIII y con el estallido de la crisis napoleónica con la invasión a España hizo que estos enormes territorios se convirtieran en una carga muy difícil de defender ante enemigos más organizados. Solo fue gracias al talento de Joaquín de Arredondo lo que evitó una posible anexión estadounidense de Texas, pero los problemas del imperio eran demasiado grandes y no había la atención para resolver de forma integral la cuestión fronteriza, limitándose al reconocimiento fronterizo del Tratado Adams-Onis donde ceden Florida en un intento de estabilizar la situación, esto no se llegaría a concretar debido a la independencia de México en 1821 y por lo tanto se heredera del problema fronterizo español haciéndose sentir muy pronto las consecuencias.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Juan Ramon de Andrés Martin. La reacción realista ante las conspiraciones insurgentes en la frontera de Texas (1809-1813), de la revista Secuencia no. 71.  

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Imagen: Bruce Marshall. El coronel Miguel Menchaca dirigiendo la division mexicano-estadounidense en la batalla de Medina en 1813.

Las acciones realistas para contener a la insurgencia en Texas.

La nueva situación fronteriza que había adquirido el noreste del septentrión novohispano hizo que fuese un punto de entrada para la influencia extranjera dada la débil situación del dominio español, que por la álgida situación geopolítica de los primeros años del siglo XIX y su débil control del territorio de Texas la convertiría en uno de los pasos tanto del contrabando como de agentes franceses quienes pasaron ante la conveniente indiferencia estadounidense. El embajador español en Washington, Luis de Onís, paso desde el estallido de la guerra en el virreinato una posición de constante protesta contra el gobernador de Nueva Orleans, el general William C.C. Claiborne, quien dejaba pasar a enviados insurgentes a través de Natchitoches y este era el punto donde reclutaban voluntarios tanto franceses como estadounidenses para combatir en la guerra, algo que violaba los principios de neutralidad y amistad entre las dos naciones al ser los insurgentes traidores contra la corona, por lo que le encargaba al secretario de Estado, James Monroe hacerle saber estos cuestionamientos al presidente.

El gobierno estadounidense no hizo caso de aquellos señalamientos y la Luisiana seguía siendo el principal acceso de los insurgente para abastecerse de armas, mientras las pocas comunidades texanas se llenaban de forajidos y prófugos estadounidenses, las razones estaban porque uno de los principios fundacionales de EU eran antimonárquicos y eurófobos, por lo que las insurgencias surgidas en Hispanoamérica les despertaba todos los apoyos posibles al ir en relación con su visión providencialista. Las cosas se complicarían a raíz del intento de reconquista por parte de Gran Bretaña en los años de 1812 a 1814, situación que fue respondida por la diplomacia española con el respeto a neutralidad en lugar de tratar de buscar revancha por haberlos ignorado, pero esto no sería bien correspondido y el embajador Onis reclama la presencia en Washington del militar francés Laval de quien se tenía reportes de que estaba formando un ejército en Kentucky para apoyar a los insurgentes en Texas e internarse en las Provincias Internas de Oriente, situación que salía de toda lógica y no le queda más que pedir al gobierno español mandar 2000 soldados para reforzar las defensas de La Florida y Texas.

La insurgencia en el noreste estaba encabezada por Bernardo Gutiérrez de Lara, originario de Tamaulipas, se une a la rebelión de Miguel Hidalgo con quien se entrevista a principios de 1811 y lo nombra teniente coronel para insurreccionar el noreste, además de recibir las credenciales diplomáticas para entrar en contacto con el gobierno de EU y así poder gestionar su apoyo para la causa, sabiéndose de muchos autores que Gutiérrez de Lara mantuvo trato con James Monroe. Fue con este contacto que logra coordinarse con Claiborne para mantener el flujo de armas por la frontera y para preparar una expedición para independizar Texas, de paso esto se aprovecharía para hacer validos los supuestos reclamos fronterizos sobre los límites con Luisiana, conformándose el llamado Ejército Republicano del Norte que cruza la frontera en agosto de 1812. Oficialmente, el gobierno estadounidense se deslindaba de proporcionar cualquier apoyo a los insurgentes, mandando al doctor John Robinson para dejar en claro la posición, pero pronto se dio a conocer que además de tener este trabajo diplomático se le había encomendado entablar relaciones con las autoridades del noreste, por lo que Onís manda a arrestarlo.

Para finales de 1812, Gutiérrez de Lara había logrado mantener una fuerza de 700 voluntarios que mantenían interceptada las comunicaciones de San Antonio de Béjar, se había apoderado de la Bahía del Espíritu Santo en Matagorda, por lo que era cuestión de tiempo para que los insurgentes tomasen la capital. Por su parte, los realistas habían asignado al general Joaquín Arredondo el mando militar de las Provincias Internas de Oriente y le dieron la misión de desembarcar en Espíritu Santo para cortar con la vía de salida de los insurgentes, pero en vez de dirigirse a Texas, inicia su campaña en Nuevo Santander (Tamaulipas) por ser un territorio más complicado por la presencia de la Sierra Madre y era necesario pacificarla antes para no dejar lugar a los rebeldes y por tener mayor población (cabe mencionar que en esta campaña tuvo sus primeras acciones de guerra Antonio López de Santa Anna), acciones que le valieron ser nombrado gobernador en marzo de 1811. El centro de operaciones de los insurgentes estaba emplazado en Natchitoches, donde Gutiérrez de Lara contaba con la complicidad del gobernador Claiborne quien permitía la entrada y salida de rebeldes para atacar Nacogdoches, manteniéndose muy comprometida la situación del gobernador de Nuevo León, Simón de la Herrera, quien estaba comisionado en organizar la defensa realista en Texas y mandaba cartas a Claiborne para apelar a su buena voluntad para frenar la acción insurgente. La diplomacia española había fallado rotundamente en tratar de hacer valer su posición de aliado de EU para impedir su participación, no tenían ningún medio para poder presionar a la joven nación a hacer valer sus compromisos de vecindad, por lo que no pudieron evitar la caída de Nacogdoches en marzo de 1813 con las fuerzas de Gutiérrez de Lara compuesta de voluntarios estadounidenses y franceses de Luisiana, sumado a que en la escasa población texana estaba cobrando fuerza el apoyo al discurso insurgente. Eran evidentes las intenciones estadounidenses de aventurarse a una posible expansión al oeste quitando los territorios del septentrión novohispano, Onís había escuchado el rumor de que los estadounidenses habían mandado a un ingeniero a ver la posibilidad de crear un canal que conectase al rio Bravo con la costa californiana, por lo que a las autoridades realistas solo les quedaba resistir como pudieran el avance de los filibusteros.   

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Juan Ramon de Andrés Martin. La reacción realista ante las conspiraciones insurgentes en la frontera de Texas (1809-1813), de la revista Secuencia no. 71.  

Imagen:

  • Izquierda: Charles Marrion Russel. The Free Trader. Principios de siglo XX.
  • Derecha: S/D. Retrato de Bernardo Gutierrez de Lara.

Las primeras incursiones estadounidenses en el norte.

A mediados del siglo XVIII la situación en Norteamérica se vuelve tan compleja ante la dinámica colonial que tenían las tres principales potencias: Inglaterra, Francia y España. En aquel entonces, la disputa por la joven carrera imperialista se dirimía entre los ingleses y franceses quienes aportaron el todo o nada durante la Guerra de Siete Años donde se enfrentaron en destinos tan variados como la India y en Norteamérica, llevándose los franceses consigo a los españoles como aliados y se amplía el frente por el Caribe y las Filipinas. La derrota de los colonos franceses y sus aliados indígenas hizo que tuviesen que replegarse en gran parte de sus dominios siendo obligados a cederles a los ingleses Quebec y la Luisiana Oriental, mientras para compensar la pérdida que supuso la toma de los ingleses de La Habana, Filipinas y La Florida, les cede el inmenso territorio de la Luisiana Occidental, el cual estaba poco poblado y les complicaría aún más el débil sistema de defensa de los territorios del septentrión.

Ni la administración peninsular ni la novohispana supieron que hacer con aquellos territorios que no podían controlar y cuya presencia solo se limitaba a algunos núcleos como Nueva Orleans o San Louis Missouri, por lo que a finales del siglo el ministro Manuel Godoy quien siempre fue cercano a los franceses le ofrece a Napoleón la posibilidad de regresarles la Luisiana al ver poco redituable su defensa ante un posible ataque inglés o poder enfrentar a las ambiciones de los estadounidenses, esto se concreta en 1800 con el tratado secreto de San Idelfonso con el que se cedía el territorio a cambio de algunas concesiones en la Toscana. Los planes napoleónicos que constaban de una expansión relámpago por América se atascaron con la reconquista de Haití al sucumbir la expedición de Le Clerc ante las enfermedades, por lo que en 1803 con solo un año de su administración Napoleón vende la Luisiana a Estados Unidos, regresando el problema a los españoles de tener vecindad con los anglosajones, quienes ya estaban presionando con la posesión de La Florida retornada como recompensa por su ayuda con la independencia.

La Florida también tenía el problema de ser un territorio de poco provecho para el sistema de ultramar español, por lo que finalmente la cancillería española dirigida por Luis de Onís negocia con el gobierno estadounidense la consolidación de la frontera con el Tratado Adams-Onís en 1819 donde a cambio de la cesión de la península de Florida quedaron fijados los territorios del septentrión. Salvo la frontera texana que estaba definida por la confluencia de los río Sabinas, el resto de los territorios septentrionales solo eran praderas controladas por las tribus nómadas quienes se asentaban temporalmente en algunos territorios, la presencia novohispana solo llegaba a los alrededores de los territorios de los indios-pueblo de Taos, sumado a que la falta de oportunidades económicas hacía que los colonos novohispanos facilitasen el contrabando como medio de vida para venderlos a las pocas tropas presidiales que vigilaban la frontera. Era sabido que los franceses anteriormente se dedicaban a financiar a las tribus como los comanches dándoles caballos y armas para atacar los establecimientos españoles, esta actividad fue retomada por los estadounidenses cuando tomaron posesión de la Luisiana, así lo manifestó el diputado por Nuevo México Pedro Bautista Pino en las Cortes de Cádiz en 1812.

La última ciudad que había en el norte novohispano era Santa Fe, la cual ya había tenido contactos con extranjeros hacia 1739 con la llegada de un pequeño grupo de comerciantes franceses dirigidos por los hermanos Paul y Pierre Mallet procedentes de la región de Illinois y que se quedaron por un tiempo en la capital novomexicana siendo bienvenidos. Pese al recelo de la corona por querer mantener el monopolio exclusivo de los territorios, los novomexicanos estaban dispuestos a entablar relaciones con quien sea al ser un destino aislado, pobre y muy alejado de otras ciudades novohispanas, por lo que a lo largo del siglo XVIII se vuelve en el destino de otros viajeros franceses, siendo el más importante Pierre Vial quien había adquirido la nacionalidad española y en sus viajes que transcurren entre los años 1786 a 1806 establece dos rutas comerciales, la de Natchitoches pasando por San Antonio para llegar a Santa Fe y de 1792 a 1793 hace el recorrido de Saint Louis Missouri a Santa Fe, demostrando que el trayecto no era tan lejano y se podía hacer en 25 días sin mucho esfuerzo. Ya los estadounidenses establecidos en Luisiana Oriental se iban internando en los territorios españoles para capturar caballos mesteños, ese fue el caso de Philip Nolan quien desde 1791 se internaba en territorio texano en varias ocasiones hasta que fue alcanzado por tropas españolas y ejecutado en 1801.

La entrada de estadounidenses por el noroeste se estaba haciendo más común y peligrosa, como lo fue la entrada de las correrías de Robert Ashley con expediciones de 50 personas, incluso el general George Roberts Clark le llego a propones al gobierno francés que podía recuperar la Luisiana y conquistar Nuevo México para iniciar la toma de las regiones mineras, proposición que fue ignorada y que paradójicamente al poco tiempo le fue regresado. Las autoridades españolas ya veían con preocupación la llegada de los estadounidenses, sobre todo por el buen recibimiento que les daban los neomexicanos hacía que los comerciantes estadounidenses vieran en Santa Fe una oportunidad de negocios, como fue el caso del comerciante William Morrison avecindado en Kaskaskia, Illinois, quien patrocina la expedición del criollo francés Baptiste Lalande en 1804, quien a pesar de haber sido arrestado por los españoles, fue liberado y llega a Santa Fe vendiendo su mercancía y decide asentarse definitivamente, con ello se hacía evidente la importancia de Nuevo México para los estadounidenses cuya población de 22,850 españoles y mestizos era un mercado atractivo y que les era complicado sostener el comercio con la capital novohispana que resultaba muy caro por el complicado, largo y peligroso Camino Real de Tierra Adentro.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ignacio del Rio. Mercados en asedio. El comercio transfronterizo en el norte central de México (1821-1848).

Imagen: Gerald Cassidy. Vista de la plaza de Santa Fe en 1850, 1930.

Los cambios en la colonización del noreste novohispano.

Para 1746 la estrategia centrada en las misiones y la evangelización empieza a ponerse en duda tanto por los militares como por la corona ante la falta de resultados y lo costosas que estaban resultando, el único territorio que se había consolidado la presencia española era Coahuila, donde recientemente se establecía el presidio de San Pedro Gigedo y la misión de San Francisco Vizarron, San Buenaventura y Nadadores, donde los indígenas habían aceptado la sedentarización y su asentamiento en los pueblos, seguidos por los tlaxcaltecas y los españoles. Aun con estas resistencias, el Colegio de Querétaro insisten en su campaña evangelizadora y logran las fundaciones de San Francisco Xavier en 1748, San Idelfonso y Nuestra Señora de la Candelaria en 1749, si bien fueron bien recibidos por los indígenas quienes se llegaron a asentar en las misiones, la llegada de las enfermedades diezma a la población y provoca su huida, pero lo que termina por echar a perder el esfuerzo de los misioneros fue la militarización de la región con la asignación del capitán Francisco de Rábago, quien por su mal comportamiento aumenta la tensión social que termina con el abandono de la región por la sequía que seco al rio San Gabriel.

El fracaso de esta última oportunidad llevo a la administración virreinal a consultar tanto a los gobernadores como a los militares a pensar en otra estrategia para consolidar la presencia española en Texas, la cual presentaba el problema de ser un territorio poco atractivo para la colonización debido a la falta de minas de metales preciosos y a las numerosas disputas por la tierra con los indígenas. Aun con estos antecedentes, los religiosos no cesan en su optimismo y siguen apostando por la vía religiosa, logrando el patrocinio de la poderosa familia minero de los Romero de Terreros y fundan una nueva misión y un presidio en la zona del rio San Saba, sitio estratégico tanto por haberse encontrado algunos placeres de plata y sobre todo porque los indígenas buscaban protección de los ataques de los apaches lipanes, lo que podría llevar a la creación del anhelado camino para comunicarse con Nuevo México al localizarse al oeste de San Antonio. Es asignado para su protección el coronel Ortiz Padilla para proteger la misión tanto del ataque de los lipanes y sobre todo para servir como disuasor ante la presencia de tramperos y cazadores franceses en la región, saliendo de la capital hacia 1757 en dos expediciones divididas entre militares y los religiosos, quienes para evitar los problemas presentados en San Gabriel deciden instalar la misión retirada del establecimiento del presidio.

Empiezan a haber roces entre las autoridades y el patrocinador el padre Alfonso Giraldo de Terreros, quien se sentía con derechos para mandar sobre la administración de la misión como de mandar a los militares, siendo esta de los pocos ejemplos de una misión patrocinada con recursos privados. Las dimensión de San Sabá fue de la más grande en la región al ser capaz de dar resguardo a sus familias y a su ganado, para 1764 el presidio ya contaba con 100 soldados para su defensa, pero no fue atractiva para los indígenas de la región para asentarse al localizarse en la ruta para la cacería del bisonte, siendo necesario llevar familias de indígenas cristianizados de Saltillo para intentar ganarse su confianza. A pesar de lo que estaba resultando en una población exitosa, llega a su fin el 16 de marzo de 1758 con el ataque de un gran contingente indígena armado tanto con arcos y flechas como con armas francesas hacia la misión, asesinando a los frailes encargados y masacrando a sus habitantes, mientras los soldados prefirieron quedarse en el presidio para asegurar sus posiciones y recibieron a los pocos sobrevivientes, resistiendo unos diez años más el presidio hasta su abandono para trasladarse a las orillas del rio Bravo.

Junto al sistema misional que estaba resultando poco efectivo, de manera paralela se estaban siendo respaldados con el poblamiento de civiles fundando las villas, las cuales solían empezar como rancherías de colonos y se iban instalando en los territorios ya pacificados, todo con tal de establecer asentamientos permanentes donde se impulsase el avance hacia el norte. Coahuila estaba resultando un ejemplo de éxito como sucedía con la fundación de San Fernando de Austria (actual Zaragoza) en 1749 por iniciativa de los pobladores del presidio de San Juan Bautista, quienes querían escapar de la rígida disciplina militar que imperaba, siendo levantada con 37 colonos y sus familias, dotándoles de tierras para los cultivos y el ganado. Tuvieron un inicio precario al solo construirse un caserío de chozas de palo y zacate con algunas construcciones de adobe y piedra, ni siquiera pudieron establecer una iglesia para dar servicio a los habitantes y solo pudieron establecer el cementerio, por lo que los servicios religiosos tenían que hacerse fuera y los entierros tenían el problema de que se hacían en terrenos fuera de la jurisdicción de la iglesia.

Para evitar la penetración francesa en territorio novohispano, en 1756 se instala un último presidio en la región fronteriza sur llamado San Agustín de Ahumada u Orcoquizac junto con la misión de Nuestra Señora de la Luz bajo el cuidado del capitán Marcos Ruiz, aunque el terreno elegido resultaba insalubre por situarse cerca de la zona pantanosa de la desembocadura del rio Trinidad, por lo que las enfermedades y las inundaciones que arruinaban los cultivos provocaron que las autoridades decidieran no mandar a las cincuenta familias que tenían pensado instalar. Tanto para los religiosos como para los militares instalados este lugar resultaría un infierno por sus duras condiciones, provocando que uno de sus soldados lo incendiara y fuese abandonado en 1770, mientras los misioneros no lograban que los indígenas nómadas se quedasen en los lugares y fuera mejor para ellos robar el ganado de los pueblos y vender la carne a los franceses.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Luis Arnal Simón. Fundaciones del siglo XVIII en el noroeste novohispano, del libro Arquitectura y Urbanismo del Septentrión novohispano vol.1. Fundaciones del noreste en el siglo XVIII

Imagen: José de Páez. La destrucción de la Misión de San Sabá en la Provincia de Texas y el Martirio de los Padres Fray Alonso Giraldo de Terreros y Fray José Santiesteban. 1758-1765.