Las repúblicas de indios y sus relaciones con los españoles.

Destacado

Para el proyecto de segregación colonial destinado a constituir las repúblicas de españoles y las de indios, se enfrentaron a una dificultad adicional debido a los efectos de las diversas epidemias que azotaron a lo largo del siglo XVI. Estas epidemias cambiaron su patrón de afectación, pasando de impactar a la población en edades comprendidas entre 0 y 30 años, a afectar a los niños neonatos hasta los 5 años, lo que tuvo un impacto significativo en la recuperación demográfica de los indígenas.

Esta situación se vio agravada por la imposición del matrimonio monogámico como parte de la vida cristiana, lo cual suprimió otras formas de relaciones familiares que eran comunes en tiempos prehispánicos, como la poligamia o la poliginia. Como resultado, las familias que seguían estos esquemas familiares fueron obligadas a disolverse para forzar al varón a elegir a su esposa legítima. Como consecuencia de estas decisiones, las otras parejas y su descendencia quedaban como ilegítimas, perdiendo así cualquier tipo de legitimidad. Estas familias eran expulsadas de la casa principal y quedaban en una situación de miseria, sin recibir ningún tipo de apoyo, incluso llegando al extremo de favorecer a la mujer que aceptara convertirse al cristianismo en detrimento de aquellas que no lo hacían.

Los trabajos de evangelización se llevaron a cabo en estrecha colaboración entre los frailes del convento y las autoridades indígenas del cabildo. Los frailes solicitaban a los miembros del cabildo la realización de diversas obras, como la construcción de conjuntos eclesiásticos, la decoración de templos, la financiación de la liturgia y el mantenimiento de escuelas de primeras letras para los niños.

El cabildo se organizaba para disponer de los miembros de la comunidad y llevar a cabo los trabajos necesarios. También se encargaba de adquirir los materiales necesarios para las actividades religiosas, siendo común enviar a alguien de la comunidad a comprar lo necesario en los grandes mercados fuera del pueblo.

Con la incorporación de las cofradías y las mayordomías como elementos de organización, las responsabilidades del cabildo disminuyeron gradualmente. Las cofradías se encargaban de realizar ciertos trabajos como parte de sus actividades devocionales al culto de su santo patrono y la organización de los festejos.

A pesar de que la división entre las comunidades españolas e indígenas tenía como objetivo evitar los abusos y garantizar una conversión adecuada al cristianismo, esto no impidió que los españoles cometieran actos de violencia contra los indígenas. Estos actos incluyeron casos extremos, como la ejecución ordenada por el obispo Juan de Zumárraga del cacique don Carlos Ometochtzin, así como decretos de exilio y castigos físicos como azotes o encarcelamientos en las celdas de los conventos. Además, hubo actos de agresión motivados por la arrogancia de los españoles.

Estas acciones generaron desconfianza entre los indígenas hacia los españoles. Frente a la falta de comprensión por parte de los funcionarios o los frailes, era común que los indígenas adoptaran una actitud cerrada hacia los españoles y mostraran sumisión para evitar provocar su ira y replicar la relación que existía entre ellos. Sin embargo, también es cierto que, junto con estas relaciones conflictivas, hubo casos de genuina amistad o entendimiento. Algunos frailes permitían la celebración de expresiones de la antigua religiosidad y actuaban como intermediarios frente a los abusos de otros españoles. Además, los niños españoles a menudo actuaban como un puente entre las dos comunidades al establecer relaciones sinceras con los niños indígenas, basadas en la amistad.

Como resultado del choque entre culturas tan diferentes, surgió una natural falta de comprensión tanto por parte de los españoles como de los indígenas hacia las actitudes que reflejaban su idiosincrasia. Los frailes fueron quienes más dificultades encontraron para entender estas diferencias, y solo lograron hacerlo a través de la convivencia y el trato directo con los indígenas. A su vez, los indígenas hicieron todo lo posible por preservar sus costumbres, adaptándolas y reinterpretándolas, convirtiendo algunas de sus creencias en supersticiones que fueron consideradas inocuas.

Dentro de su propio entendimiento, los indígenas llegaron a cuestionar lo que consideraban incoherencias de la cultura española. Por ejemplo, algunos, como don Carlos, llegaron a considerar a las diferentes órdenes mendicantes como religiones diferentes, lo que les llevaba a seguir practicando su religión original. También había quienes creían que podían deshacer el bautismo lavándose la cabeza después, e incluso algunos se negaban a comer los animales traídos por los españoles por temor a convertirse en ellos.

A pesar de la sumisión al orden virreinal, algunos indígenas buscaron rebelarse contra él. Algunos recurrían a la figura del nahual, que se transformaba en jaguar para atacar a los españoles que maltrataban a los indígenas. También hubo casos de indígenas que decidieron practicar sus costumbres ancestrales y fueron castigados por ello, como el sacerdote tlaxcalteca que fue lapidado por su pueblo.

El mestizaje fue un fenómeno generalizado tanto en el contexto hispano como en el mesoamericano, y se produjo de manera fluida, aunque con matices en su desarrollo. Una de las formas más destacadas fue la consensuada, que involucraba a las familias nobles indígenas, las cuales casaban a menudo a sus hijas con funcionarios españoles para asegurar sus privilegios en el orden virreinal.

Paralelamente, era común que los españoles que residían en las repúblicas de indios (ya fueran autoridades civiles, hacendados o miembros del clero) establecieran relaciones clandestinas o de amasiato con mujeres indígenas. A pesar de la ilegalidad de estas uniones, las familias indígenas no solían denunciarlas, guardando el secreto y considerando a los hijos de estas relaciones como indígenas, lo que propiciaba el mestizaje de forma encubierta.

El número de mestizos aumentó gradualmente, principalmente en contextos urbanos, donde quedaban fuera de las categorías de españoles e indígenas. Hacia finales del siglo XVIII, los mestizos se convirtieron en el grupo mayoritario, representando aproximadamente el 37% de la población.

Este proceso de mestizaje no solo fue demográfico, sino que también tuvo implicaciones culturales y sociales significativas, contribuyendo a la formación de una nueva identidad y un tejido social más complejo en la sociedad colonial.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía:

 – Pablo Escalante Gonzalbo y Antonio Rubial García. El ámbito civil, el orden y las personas, del libro Historia de la vida cotidiana, volumen 1

 – Elsa Malvido. La población, siglos XVI al XX.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: Códice Azoyú 2, siglo XVI. 

Los itzaes del Peten ante la conquista española.

Destacado

Para el periodo Posclásico, la península de Yucatán experimentó un proceso de unificación política bajo el dominio de una triple alianza de reinos. Chichén Itzá, habitada por los itzaes; Uxmal, por los Xiu; y Mayapán, con los cocom, conformaban esta alianza. Sin embargo, en el siglo XIII, esta triada se deshizo cuando los cocom invadieron Chichén Itzá, estableciéndose como la potencia hegemónica. La derrota obligó a los itzaes a huir y establecerse en el Petén, territorio que distaba de su periodo de esplendor durante el periodo Clásico. Mientras tanto, el resto de los estados mayas de la península se sumieron en un periodo de guerras que provocó su decadencia cultural y social.

Durante un lapso de 250 años, los itzaes lograron constituir una nueva capital en una isla en medio del lago Petén Itzá, la cual recibió el mismo nombre. También fue conocida como Tayasal o Nojpetén. Este nuevo reino se estableció como la potencia dominante en la región del Petén, que para entonces había perdido importancia frente a los pequeños estados mercantes de la costa yucateca y los cacicazgos internos.

El reino fue uno de los primeros en ser visitados por los españoles en la región, siendo Hernán Cortés quien lideró una expedición a la Hibueras el 16 de marzo de 1525, acompañado por su comitiva de guerreros mexicas y tlaxcaltecas (para ese entonces, ya había ejecutado a Cuauhtémoc en Itzamkanak). Fueron recibidos por el halach huinic Ah Canek, quien los atendió de manera cordial. Según los informes, le dijo a Cortés que ya tenían conocimiento de su presencia gracias a su campaña inicial en Tabasco, y les prometió su conversión al cristianismo y su aceptación de la sumisión a la corona española.

Aunque la breve estancia dejó muy buenas impresiones en Cortés, los pueblos vecinos, como los cehache, advirtieron sobre la beligerancia de los itzaes en la región y cómo eran considerados como formidables guerreros. Esto se confirmó más tarde cuando se informaron sobre las acciones de los españoles en los estados circundantes, lo que les permitió a los itzaes diseñar una estrategia para mantener su independencia y enfrentar la llegada de nuevas expediciones españolas.

Dado que la península yucateca resultó ser una decepción para los españoles en cuanto a los recursos que podían obtener de los indígenas, su control se restringió únicamente al noroeste. En el sureste, su presencia se limitaba a Bacalar, como resultado de la brutalidad de las campañas de conquista lideradas por Francisco de Montejo y las incursiones de Alonso de Ávila. Como respuesta a estas circunstancias, la corona dictó disposiciones que enfatizaban que cualquier avance hacia el resto de la península debía realizarse de manera pacífica y como parte del proceso de evangelización.

Fue así como hasta finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, los franciscanos comenzaron a hacer acto de presencia en la zona, principalmente en los alrededores de la bahía de Chetumal. Dos franciscanos llegaron a Petén Itza alrededor de 1618, procedentes de Mérida. Sin embargo, esta visita dejó una mala impresión entre los itzaes, ya que uno de los religiosos destruyó una estatua de su dios Tzimin Chac (según las historias, se trata de un caballo que Cortés dejó como regalo y que posteriormente fue deificado). En respuesta, los itzaes iniciaron una política de aislamiento e intolerancia hacia cualquier intento de visita por parte de misioneros o mayas conversos que pudieran servir como espías para los españoles.

Para entonces, los itzaes estaban bien informados sobre la creciente animadversión de los mayas habitantes de Bacalar hacia los abusos de los colonos y los problemas ocasionados por los cambios en el clero religioso, especialmente cuando los franciscanos fueron reemplazados por el clero secular. Estos últimos no lograron cumplir con el compromiso de la evangelización y tuvieron que ser sustituidos nuevamente por los franciscanos. Esta situación desencadenó una serie de problemas en el territorio vecino conocido como Dzul Winiko’ob, que incluía poblaciones como la antigua ciudad de Lamanai y Tipú. Ante esta situación, los itzaes comenzaron a promover la discordia para alejar a los españoles de sus fronteras.

Los esfuerzos de los itzaes tuvieron éxito al lograr fomentar la rebelión de Tipú y expulsar a los misioneros de la región durante la Cuaresma de 1633. Además, el escaso interés mostrado por los españoles hacia la región, al no encontrar recursos que explotar, llevó a la decisión de evacuar a los mayas manchés, de filiación chol, que se habían convertido al cristianismo. Este movimiento contribuyó a convertir al Petén en una zona de resistencia ante la dominación española.

Con esto, el sureste se convirtió en un territorio indómito al que los mayas del noroeste podían huir cuando sufrían abusos por parte de las autoridades españolas. Sin embargo, esto no significaba un completo aislamiento de los mayas rebeldes respecto a los territorios colonizados. Muchos de ellos mantenían lazos familiares en los pueblos hispanizados y continuaban comerciando entre sí. Como resultado, los mayas «teppche» comenzaron a adoptar ciertas costumbres occidentales, como la plena utilización de herramientas de hierro en las labores indígenas, el uso de camisones e incluso el inicio de un proceso de mestizaje religioso.

No se limitaba únicamente a Petén Itza, ya que esta solo era el centro político de varias poblaciones ocultas en la selva. Por lo tanto, los españoles nunca comprendieron completamente las dimensiones del enemigo. Incluso cuando lograron conquistar la ciudad hacia 1699, no podían estar seguros de su control, ya que la isla se convirtió en el único punto bajo su dominio frente a miles de enemigos que los rodeaban. Este problema nunca se resolvió y se manifestó en conflictos posteriores, como la rebelión de Jacinto Canek o la Guerra de Castas en el siglo XIX.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Sergio Angulo Uc. Los mayas del Peten y el presidio de Los Remedios. Historia de una colonización tardía, 1700-1760.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: S. Puerto y O. Quintana. Esquema de los espacios urbanos del centro de Tayasal, 2014.

Las primeras exploraciones a la península de Baja California.

Destacado

Una vez asegurado el dominio español sobre el imperio mexica, Hernán Cortés se dedicó a explorar el territorio en busca de oportunidades para expandirse tanto territorialmente como para aumentar su fortuna. Fue muy afortunado haber encontrado la costa del océano Pacífico, ya que esto le permitiría seguir el objetivo principal de la presencia ultramarina española: establecer un camino directo a Asia. Decidió establecer su primer astillero en Tehuantepec para comenzar a construir barcos para emprender el viaje transoceánico. En 1527, envió una expedición comandada por Álvaro de Saavedra Cerón hacia las Islas de la Especiería (Molucas) con el objetivo de localizar a la expedición de Jofre de Loaysa. Sin embargo, el establecimiento de la primera Audiencia de México, presidida por Nuño de Guzmán, frenó cualquier posibilidad de continuar su camino hacia el Lejano Oriente. Debido a estos obstáculos, Cortés se vio obligado a regresar a España en 1529 para presentarse ante la corte y defender sus derechos. Fue recibido por la reina Isabel de Portugal, quien le otorgó el Marquesado del Valle de Oaxaca y la autorización para descubrir y poblar islas en el Pacífico, así como para gobernar sobre tierras americanas del poniente que no estuvieran adjudicadas a gobernadores en funciones.

Con el respaldo real, Cortés regresó a la Nueva España para construir sus barcos tanto en Tehuantepec como en Acapulco. Se construyeron el Concepción y el San Lázaro en el primero, y el San Miguel y San Marcos en el segundo. La última nave fue utilizada para enviar a Diego Hurtado de Mendoza como avanzada, pero naufragó a finales de julio de 1532, resultando en la muerte del capitán. Sin embargo, los sobrevivientes afirmaron haber descubierto unas islas, las Marías.

La Audiencia de México hizo todo lo posible por obstaculizar la carrera de Cortés. Prohibió el uso de los cargadores tamemes para retrasar la construcción de las naves, lo que llevó a Cortés a reclamar al Supremo Consejo de Indias para que intercediera y le permitiera cumplir sus compromisos con la Corona. A pesar de los problemas, la pequeña armada quedó completa para octubre de 1533, zarpando del puerto de Santiago el Concepción bajo el mando de Diego Becerra y el San Lázaro con Hernando de Grijalva. Durante el viaje, el Concepción experimentó un conato de motín, tras el cual los rebeldes fueron dejados en las costas de Nueva Galicia. Mientras tanto, Grijalva parece haber logrado llegar a la isla de Revillagigedo.

Guiados por las historias transmitidas por los indígenas de Colima, las cuales mencionaban la existencia de unas islas con grandes riquezas y pobladas exclusivamente por mujeres, Hernán Cortés se sintió motivado a continuar las exploraciones en el Pacífico. Durante una expedición liderada por Fortún Jiménez en el Concepción, se afirmó haber encontrado una gran isla donde se criaban perlas. Sin embargo, esta expedición tuvo un final trágico: Jiménez murió a manos de los indígenas junto con otros veinte expedicionarios, mientras que el resto logró hacerse a la mar y llegar a la villa de La Purificación. A pesar de las pérdidas, Cortés se convenció de continuar con su empresa de explorar el océano, con la esperanza de encontrar grandes riquezas.

Aunque no se sabe cuándo recibió este nombre, la semejanza de la isla con las historias de los indígenas de Colima llevó a Cortés a llamar a este nuevo territorio California. Este nombre se relaciona con un territorio de las historias europeas, como la novela «Las Sergas de Esplandián», donde se atribuían grandes riquezas a un lugar habitado por guerreras amazonas.

A pesar de contar con el beneplácito de la corona, la audiencia dirigida por Guzmán tenía amplias facultades legales para disputar la soberanía de los territorios descubiertos. Comenzaron incautando la nave Concepción aprovechando su localización en la Nueva Galicia, lo que provocó que Cortés se dirigiera a reclamar su posesión ante Nuño de Guzmán mientras enviaba tres naves rumbo a Chiametla. Al no obtener resultados, Cortés decidió encabezar personalmente la expedición y partió al territorio que hoy ocupa la capital, La Paz, llegando el 1 de mayo de 1535 y desembarcando el 3 de mayo. Decidió llamar al lugar Santa Cruz en honor al día del santoral. Cortés se encargó de organizar la nueva colonia mientras enviaba sus naves para transportar colonos y provisiones desde Nueva Galicia. Sin embargo, solo lograron llevar los suministros, ya que la hostilidad del territorio impidió que la colonia prosperara. Además, el interés por las perlas, que eran el principal atractivo, disminuyó a medida que la necesidad de buscar sustento se volvió más apremiante.

Los esfuerzos de Cortés por sostener su nueva colonia resultaron en un fracaso, y con la llegada del primer virrey, Antonio de Mendoza, se solicitó la evacuación de Santa Cruz. Sin embargo, esto no detuvo a Cortés. En julio de 1539, envió al capitán Francisco de Ulloa para continuar explorando la «isla» en busca de tierras fértiles. Esta expedición descubrió que no se trataba de una isla, sino de una península, aunque terminó perdiéndose. Con esto, Cortés vio finalizada su carrera como explorador, y sería el gobierno de Mendoza quien continuaría con la exploración de las costas del Pacífico.

A pesar de que otras expediciones, como la de Hernando de Alarcón, que llegó al delta del río Colorado, demostraron que era una península, persistió la idea errónea de que era una isla. Ninguna expedición logró encontrar algo que motivara la colonización de la península, y este objetivo fue olvidado tras el descubrimiento y conquista de Filipinas. Sin embargo, paradójicamente, el descubrimiento de la ruta del Tornaviaje, donde los barcos navegaban hacia el norte para que las corrientes los llevaran por la costa hacia Acapulco, hizo que el control de California fuera vital para la ruta hacia Oriente. Esta importancia también fue reconocida por los piratas ingleses que llegaron a la zona.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ignacio del Rio. A la diestra mano de las Indias. Descubrimiento y ocupación colonial de la Baja California.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: Diego Muñoz Camargo. Conquista de «Tonatiuh Yuetziyan», identificado como California. Lienzo de Tlaxcala, lamina 73, original del siglo XVI con edición facsimilar del siglo XVIII.

La campaña de evangelización jesuita en las islas Marianas.

El control de las Filipinas era un tema demasiado complejo. Por un lado, el gobernador español tenía que lidiar con los ataques de potencias rivales como Holanda e Inglaterra. También existía la amenaza de una posible invasión china incentivada por caudillos piratas como Koxinga. Además, se enfrentaban al peligro real que representaban los sultanatos de Mindanao y Joló, quienes realizaban ataques que sumían en el caos a las frágiles aldeas bajo su dominio.

Es por estas razones que territorios como las islas Marianas no resultaban una prioridad para su sujeción, a diferencia de las islas Molucas. En estas últimas, al menos se contaba con la garantía de su producción de especias, tan solicitadas por el mercado europeo. Incluso la comunicación desde Manila hacia Guam resultaba peligrosa, razón por la cual la única vía de tránsito era a través de las expediciones que llegaban de Acapulco para abastecerse en ella.

Esta forma de pensar era diametralmente opuesta a la que tenían los jesuitas, quienes priorizaban la salvación de las almas de los gentiles. Esto fue expuesto por el padre Jerónimo de San Vitores y su continua insistencia en evangelizar las Marianas, sopesando el factor económico. Este último era el tema de debate sobre la conservación o el abandono de las Filipinas, al considerarse más una carga que una pieza de valor para la monarquía hispana.

Finalmente, dentro de la conciencia de los reyes, primaría su compromiso por difundir y proteger a los cristianos en el mundo, sobre todo porque el archipiélago ya contaba con un importante número de fieles producto de los años de evangelización desde la llegada de Legazpi. Sin embargo, tendrían que hacerlo de una forma muy precaria para poder solventar los gastos tanto para la manutención de las parroquias como, sobre todo, para su defensa.

Lo que se sabía de las Marianas desde la perspectiva hispano-filipina era tanto la hostilidad de los isleños hacia su presencia como la escasa disponibilidad de recursos. Solo se contaba con pescado, algo que no podía costear las apretadas arcas de la capitanía. Además, se tenía conocimiento de que los nativos solían ganarse la confianza de los misioneros para después asesinarlos, de ahi que originalmente al archipiélago se le conociese hasta ese entonces como las «islas de los Ladrones».

Tanto el arzobispo de Manila, Miguel de Poblete, como el gobernador saliente, Sabiniano Manrique de Lara, y su sucesor, Diego de Salcedo (a cargo de 1663 a 1668), estaban en contra de apoyar ese tipo de campañas misioneras en territorios de los cuales no se podía obtener ningún provecho. Ni que decir tiene de la sociedad manileña, que era reducida y estaba dividida entre los que se dedicaban a las labores comerciales del puerto y las actividades de defensa.

En 1665, con la muerte del rey Felipe IV, se entró en un periodo políticamente complicado al asumir la regencia la reina consorte Mariana de Austria debido a la minoría de edad del príncipe Carlos (quien ascendió formalmente al trono en 1675). Este fue un periodo complicado ante la debilidad política frente a rivales acérrimos como Francia, llegándose a plantear la posibilidad de abandonar las Filipinas.

Sin embargo, la reina Mariana recibió apoyo crucial de su confesor, Juan Everardo Nithard, un jesuita austriaco. Nithard defendió la política providencialista de la monarquía e incentivó la ejecución de proyectos misioneros jesuíticos, incluyendo el de San Vitores. Como resultado, la reina emitió una Real Cédula para oficializar la campaña y asignó 21,000 pesos para financiarla. Este gesto de agradecimiento por parte de los jesuitas llevó al cambio de nombre del archipiélago de Islas de los Ladrones a Marianas.

A pesar del patrocinio real, el gobernador Salcedo se negó a facilitar el transporte a Guam para los misioneros de San Vitores. Como resultado, él, junto con los padres Tomás Cardeñoso y Felipe Sonsón, tuvieron que tomar un barco con dirección a Acapulco, obtener fondos en la Nueva España y regresar con ellos para refundar la misión de Guam.

San Vitores llegó a Acapulco en enero de 1668 y se trasladó a la Ciudad de México para entrevistarse con el virrey Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar, marqués de Mancera. Este encuentro se logró gracias a la intercesión de su confesor y prefecto del colegio jesuita de San Pedro y San Pablo, Francisco Ximénez, lo cual facilitó que el virrey aceptara darle 10,000 pesos de las Cajas Reales a cuenta del situado de las Filipinas, además de algunos sirvientes y otros donativos.

Con el objetivo logrado y la adhesión de otros 5 misioneros jesuitas, San Vitores regresó embarcándose en Acapulco en marzo para llegar a Guam en junio. Comenzaron las labores tanto de evangelización como de construcción, que se verían reflejadas con la edificación del templo de San Ignacio de Agaña en febrero de 1669. Sin embargo, al mismo tiempo, aumentaba la tensión entre los nativos chamorros, quienes se sintieron molestos por la destrucción de sus ídolos y la prohibición de costumbres como la poligamia.

Así, los micronesios empezaron a cazar a los misioneros jesuitas que llegaban a las diferentes islas, desvaneciéndose la idea de San Vitores de lograr una conversión pacífica. Se vieron obligados a encomendar al gobernador entrante, Manuel de León, que a su paso les dejara algunos hombres y armas para su defensa y solicitara donativos para su manutención.

A pesar de las dificultades que se iban sumando a la presencia jesuita en las Marianas, lograron ganarse el favor popular gracias tanto al trabajo de la Compañía de Jesús para comunicar a su feligresía sus esfuerzos evangelizadores en las islas como al aumento de la devoción hacia el mártir Felipe de Jesús. Las labores de Felipe de Jesús en Filipinas y su martirio en Japón eran motivo de orgullo para la sociedad novohispana.

Con esto, los jesuitas pudieron recaudar las limosnas suficientes para sostener el trabajo de San Vitores en Guam, permitiendo con ello depender menos de la administración filipina. Sin embargo, la población nativa seguía manteniendo su animadversión hacia la presencia de los misioneros en las islas, lo que iba a dificultar su estancia.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Alexandre Coello de la Rosa. El peso de la salvación: Misioneros y procuradores jesuitas de las islas Marianas y la Nueva España (1660-1672), de la revista Historia Mexicana no 71.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: Giuseppe Antonelli. Convento de Agaña en la isla de Guam, 1841.

El culto a los ancestros del Gran Nayar.

En el occidente de México, una de las regiones que ha mantenido más vivo el legado mesoamericano, sin mucha influencia cristiana hasta nuestros días, es el Gran Nayar. En esta área, conviven tanto los coras como los huicholes, quienes preservan de manera notable su legado chamánico y su particular cosmovisión.

Similar a las ideas cosmogónicas de los nahuas en el centro de México, entre los huicholes encontramos una estructura dualista para clasificar la naturaleza de las cosas. Se divide entre «tukari,» que significa luz, y «tikari,» que es la oscuridad. La interacción de estos elementos resulta en la vida en la superficie.

Dentro de este sistema de creencias, el inframundo se percibe como un mundo acuoso que representa el caos del mundo. Es el lugar al que van los muertos para terminar de descomponerse, participando en actividades como bailar, embriagarse y relacionarse sexualmente. También se dice que algunos son transformados en insectos. Este mundo está gobernado por la diosa Nakawe, que quiere decir «la carne podrida,» identificada como la deidad de las marismas. Los huicholes conceptualizan esta tierra de los muertos en el poniente, destacando su posición híbrida al ser un ecosistema tanto terrestre como marino.

Sin embargo, no todos los difuntos encuentran su destino en el inframundo. Existen ancestros virtuosos cuya tarea de servir a su pueblo trasciende más allá de la muerte, transformándose en objetos sólidos como cristales, montañas o piedras. Estos objetos desempeñan un papel crucial en las ceremonias religiosas de la comunidad. Incluso los ancestros más poderosos tienen el privilegio de residir en la región sagrada del Wirikuta, que contrasta con el inframundo al ser un entorno seco, siendo el opuesto complementario.

Para evitar el destino final del inframundo, los miembros de la comunidad inician su camino chamánico. A medida que adquieren virtudes a lo largo de este camino, sus almas se vuelven inmutables o tan duras como piedras o cristales.

Una característica distintiva que los diferencía de otros pueblos mesoamericanos es el culto a las momias. Estas momias son cadáveres desecados por las condiciones climáticas de forma natural y simbolizan el virtuosismo chamánico. Sin embargo, esta tradición fue desterrada durante la conquista en el siglo XVIII. Aunque persisten algunos vestigios, como el crucifijo de huesos en el pueblo de Jesús María o el cráneo atribuido al último rey Nayar, que es venerado en la sacristía de la iglesia de Mesa del Nayar por los coras.

En el caso de los huicholes, no ha perdurado un culto directo a los restos de alguno de sus ancestros. Sin embargo, existe una equivalencia en el culto a las llamadas «personas flecha». Estas son piedras o cristales sagrados que se guardan como reliquias, envueltos y atados a una flecha, recibiendo culto en el centro ceremonial o tukipa. Estas piedras o cristales son considerados como el reemplazo de las momias y pueden ser de personas fallecidas o incluso de individuos vivos.

La región del Gran Nayar fue una de las pocas áreas que quedaron sin conquistar dentro de la Nueva España (junto con la Sierra Gorda y el Petén), debido a su escasa importancia para los conquistadores. Sin embargo, a principios del siglo XVIII, los jesuitas, junto con el ejército, emprendieron acciones para erradicar este vestigio de «gentilidad» y sometieron la región en 1722. Durante sus investigaciones sobre la religiosidad local, los misioneros descubrieron las momias. Una de ellas fue «juzgada» por la Santa Inquisición, inclusive se le asignó un abogado de oficio y fue quemada en la Ciudad de México.

Desde entonces, tanto los jesuitas como, posteriormente, los franciscanos, llevaron a cabo campañas para destruir las momias que aún permanecían ocultas en la sierra. A día de hoy, persisten rumores entre los coras acerca de la presencia de algunas momias en cuevas, vistas solo por unos pocos. Un ejemplo es la momia Majakuagy, cuya existencia permanece oculta.

Según los datos recopilados por los jesuitas, el Gran Nayar era un reino gobernado por monarcas llamados tonati o soles, con su capital ubicada en el actual pueblo de Mesa del Nayar o Tsakaimuta. En este lugar, se rendía culto al dios Pilzintli o Tayaoppa, una deidad solar a la que se atribuía la creación del mundo. Este dios era venerado en el templo principal junto a los cuatro primeros gobernantes, destacando especialmente el primero, conocido como Don Francisco Nayarit, cuya momia se encontraba presente. Don Francisco Nayarit, se dice que gobernó desde el año 1500 y resistió contra los españoles, manteniendo su independencia. Sin embargo, después de su muerte, ningún otro fue reconocido como rey. El tonati, por lo tanto, se presentaba como un intermediario sagrado entre los vivos y los ancestros. Una vez fallecido, su cadáver desecado reemplazaba a una de las momias en el templo. Estas momias estaban envueltas en mantas finamente labradas y se comunicaban a través de dos sacerdotisas en trance, utilizando toloache o kieri.

Las cuatro momias simbolizaban tanto los puntos cardinales como a los cuatro dioses principales. La principal estaba en el oriente, representando a Tayaoppa, seguida por la del poniente que personificaba a Nicanori, la diosa de las aves, la pesca y el océano. En el sur, estaba Uxuu, la diosa de los frutos y semillas, y finalmente, en el norte, se encontraba Narama, el dios del mezcal, el chile y la sal.

Según la perspectiva de los coras, Don Francisco Nayarit seguía siendo considerado como alguien vivo y era él quien realmente gobernaba, atribuyéndole la responsabilidad de proveerles agua, fertilidad y vida. Este sistema de gobierno centralizado se mantenía sin la necesidad de una dinastía en el poder, apoyándose en la protección divina de los reyes originales. El proceso de momificación era esencial para ser considerado deificado, ya que a través de la desecación, perdía la humedad que lo vinculaba al inframundo y se iba «petrificando». De este modo, se aproximaba al Sol y, por ende, quedaba inmortal. En la región, existen relatos de individuos considerados «santos» que se transformaron en piedra, convirtiéndose en protectores o deidades del pueblo.

Incluso se pueden hallar vestigios de esta creencia en el proceso de iniciación chamánica de los huicholes, donde deben alejarse de cualquier elemento proveniente del mar (relacionado con el inframundo) para poder acercarse al Sol naciente y adquirir la habilidad de comunicarse con lo sobrenatural.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Johannes Neurath. Momias, piedras, chamanes y ancestros. Un estudio etnohistórico sobre la temporalidad de la muerte en el Gran Nayar, del libro Morir para vivir en Mesoamerica.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen:

 – Izquierda: Escultura de madera de Takutsi Nakawé, principios de siglo XX, pueblo huichol. Fuente: https://www.facebook.com/erendira.cruzsanchez.33/posts/pfbid0NA3Fmcr6uDAHFLEkhgfjW4T89jLpNxt9SYncShV5mYamEXGvZGs3GCoZEuAhfFQTl

 – Derecha: Envoltorio sagrado huichol, finales de siglo XIX y principios del XX, pueblo huichol. Fuente: https://www.facebook.com/arqueomex/photos/a.350385424999742/876741122364167/?type=3

La construcción de la narrativa de Cuauhtémoc.

A lo largo del tiempo, las narraciones sobre ciertos eventos adquieren diferentes significados según los intereses de la época, ya sea exaltando episodios o personajes específicos por el significado que se les atribuye. En el caso de México, uno de los temas centrales es la Conquista de Tenochtitlan, cuyo simbolismo ha variado desde la celebración por la integración al mundo occidental hasta la condena por la destrucción de la civilización indígena.

Uno de los personajes que se ha convertido en un héroe del nacionalismo mexicano es Cuauhtémoc, el último tlatoani de la Triple Alianza. A él le tocó liderar la resistencia contra las tropas hispanas y sus aliados indígenas, comandadas por Hernán Cortés. Cuauhtémoc se encontró acorralado en Tlatelolco y trató de escapar con una comitiva en secreto, pero fue descubierto por un bergantín que lo capturó. Fue martirizado para que confesara dónde estaba el tesoro real y finalmente fue ahorcado en un proceso polémico durante el viaje de Cortés a las Hibueras.

La construcción de la identidad de Cuauhtémoc comenzó con las primeras narraciones, que varían en cuanto a su edad. Algunas lo presentan como un joven príncipe de 17 o 18 años, sobrino de Moctezuma Xocoyotzin, como lo menciona la crónica de Francisco de Aguilar. Por otro lado, Bernal Díaz del Castillo lo describe con 25 o 26 años. Cabe destacar que ambos estuvieron presentes en los hechos, por lo que diferentes escritores eligen la fuente que mejor les conviene y ofrecen distintas versiones. Por ejemplo, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl apuesta por la imagen del príncipe adolescente, mientras que Antonio de Solís se inclina por la versión de Díaz del Castillo.

Con el paso del tiempo, la identidad criolla novohispana se fortalece y comienza a asociarse más con el bando indígena que con el de los conquistadores (aunque los frailes evangelizadores siguen siendo vistos como los salvadores de los indígenas). En consecuencia, las nuevas narraciones le otorgan a Cuauhtémoc virtudes y hazañas para enaltecer esta visión heroica y trágica de su vida. Este fenómeno se acentúa con la llegada de la independencia, donde se resalta la asociación nacionalista con el devenir de los mexicas, y por ende, sus líderes son considerados héroes. Tanto liberales como conservadores recibieron con agrado la versión ofrecida por el historiador estadounidense William Prescott en su «Historia de la Conquista de México», quien retrata a Cuauhtémoc como un gran guerrero y lo asocia a la relación que tuvo Aníbal con los romanos.

Con el transcurso de los años, esta actitud se radicaliza hacia una posición más extrema, presentando a Cuauhtémoc como el defensor de los valores de la mexicanidad frente a los invasores extranjeros. Para los liberales, exaltar las figuras de aquellos que enfrentaron a los españoles, como Cuitláhuac, Cacama y Coanacoch, se convirtió en una forma de enaltecer la valentía originaria. Incluso se incluiría en este relato patrio a aquellos que fueron contrarios a los mexicas, como Xicoténcatl el Joven o el mítico Tlahuicole, quienes servían como ejemplo de valentía ancestral.

El episodio de la huida sucedida cuando Tlatelolco estaba casi tomada fue relatado por el religioso Francisco López de Gómara, cuya obra es polémica porque nunca viajó a las Indias, pero sí conoció a muchos de los conquistadores de México, como el propio Cortés, y basándose en ello hizo su versión de la conquista. En su relato, destaca la fascinación causada por la huida y captura de Cuauhtémoc, a quien ve como parte de un estratega cuyo objetivo era continuar la guerra.

Mientras que Francisco de Aguilar señala que Cuauhtémoc fue capturado en una canoa pequeña con un remero, Gómara magnifica la escena, presentando a una gran comitiva capturada por el bergantín al mando de García Holguín. Además, Gómara describe al joven tlatoani en una actitud de resistencia, hasta que se da cuenta de lo bien armada que iba la embarcación y decide rendirse, una versión que también comparte Bernal Díaz del Castillo.

Todo esto se adereza con el tormento infligido a Cuauhtémoc para que revelara la ubicación del tesoro. Gómara escribe que cuando le quemaron los pies y le preguntaron por el tesoro, Cuauhtémoc respondió: «¿Estoy yo en algún deleite o baño?» Esta frase fue retomada en 1870 por el escritor y político Eligio Ancona en su novela «Los Mártires del Anáhuac», transformándola en «¿Estoy yo acaso en un lecho de rosas?»

Los cultos patrios en torno a los «héroes prehispánicos» jugaron un papel fundamental en el contexto del siglo XIX para ayudar a forjar la identidad nacionalista, especialmente en las primeras décadas, cuando el país enfrentaba varias invasiones extranjeras. La figura de Cuauhtémoc sirvió para infundir en los mexicanos que lucharon contra estadounidenses, franceses y españoles el espíritu de resistencia y la disposición para dar la vida por la patria.

El éxito de la facción liberal en la lucha contra los conservadores y en la derrota de la intervención francesa fortaleció la visión indigenista en la sociedad. Mientras tanto, figuras como Cortés y La Malinche fueron vistas como representantes de la facción derrotada, que simbolizaba a los extranjeros y a los traidores. La nación moderna emergente, victoriosa, pudo enorgullecerse de haber vengado a Cuauhtémoc y a los mexicas.

Este discurso se consolidó durante el Porfiriato, un período en el que finalmente llegó la ansiada «paz», lo que permitió al Estado consolidar el discurso nacionalista. Una de las grandes obras de este período fue el «Monumento a Cuauhtémoc» de 1887, creado por el escultor Miguel Noreña y el ingeniero Francisco M. Jiménez. Esta obra combinó elementos grecorromanos del legado clásico de la Academia de San Carlos con uno de los primeros ejemplos de arte «neoindigenista», inspirado en el arte prehispánico.

La exaltación de estos valores patrios realizada a finales del siglo XIX tenía como objetivo no solo educar al pueblo, que se encontraba en un proceso lento de instrucción, sino también enaltecer al régimen y al presidente Díaz. Se intentó vincular directamente a Díaz con Cuauhtémoc al distribuir biografías tanto del líder indígena como del general, para afianzar la idea de su papel como defensores de la «patria». Sin embargo, esta actitud fue observada por los medios críticos, como «El Hijo del Ahuizote», que en su caricatura «Una fiesta a Cuauhtémoc» expuso cómo toda esta parafernalia era simplemente una excusa para fortalecer el culto al presidente, construyendo la imagen oficialista de que el Estado era el heredero de la resistencia mexica, de Hidalgo y Juárez, y donde el general Díaz sería el heredero de la voluntad patria.

Esto contribuyó a que la figura de Cuauhtémoc trascendiera al régimen porfirista, al quedar definitivamente fijada como héroe en la sociedad. Su culto continuaría a través del aparato político del régimen revolucionario, impulsando la propaganda con su imagen e incluso inventando la supuesta tumba de Ixcateopan y su relato para dar mayor veracidad a las construcciones ideológicas realizadas en ese tiempo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía:

  • Citlali Salazar Torres. En consecuencia, con la imagen. La imagen de un héroe y monumento: Cuauhtémoc, 1887-1913.
  • Guy Rozat Dupeyron. Cuauhtémoc. Tan cerca y tan lejos, de la revista Relatos e historias en México no. 48.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen:

  • Izquierda: S/D. Monumento a Cuauhtémoc, Miguel Noreña y Francisco M. Jiménez, hacia 1915.
  • Derecha: Joaquin Ramirez, La rendicion de Cuauhtémoc, 1892.

La campaña de Montejo “El Mozo” sobre Yucatán.

Para mediados de 1531, Francisco de Montejo se encontraba en la recién fundada Salamanca de Campeche cuando recibió a la expedición de Alonso de Ávila, la cual había escapado milagrosamente de Chetumal y logrado llegar a Puerto Caballos en Honduras, desde donde unos barcos los llevaron de vuelta. Sin embargo, la presencia de los sobrevivientes no fue bien recibida por los mayas. Aunque los señoríos de Can Pech y Ah Canul habían aceptado el vasallaje a Montejo con la esperanza de enfrentarse a sus enemigos, a cambio recibieron una carga de tributos para mantener las tropas españolas, ser utilizados como mano de obra en la construcción de edificios y como servidumbre. Solo recibieron la promesa de bienestar y protección del rey, así como las primeras predicaciones del cristianismo. La falta de beneficios hizo que los habitantes de los cuchcabalob se mostraran más irritados por la presencia de los españoles y empezaron a conspirar para dejarlos a su suerte cuando estuvieran en una posición de debilidad, aprovechando la enemistad de los españoles con el halach huinic de Sotuta, Nachí Cocom, quien alistaba a su ejército para enfrentarlos.

Previamente, hacia el 11 de junio, Montejo enfrentó con su centenar de soldados a un ejército de coalición de varios señoríos del occidente de Yucatán en la llamada Batalla de San Bernabé. La táctica de los mayas consistía en capturar a Montejo para provocar la caída del frente. Se sabe que lograron aislarlo y sujetarlo, pero al no matarlo en el momento para llevarlo como prisionero, les dio la oportunidad a los expedicionarios de rescatarlo. Con armas de fuego y caballos, lograron derrotar a los guerreros mayas. Este éxito llevó a Montejo a entrar en la contraofensiva, organizando grupos armados para atacar a las poblaciones vecinas y reafirmar su dominio. Con esto, logró el sometimiento de Can Pech y Ah Canul, consolidando su ventaja mediante el establecimiento de una ruta naval que los comunicaba con Tabasco. Esto les permitió obtener refuerzos de 200 soldados.

Hacia mediados de 1532, Montejo ya tenía el dominio de Campeche y comenzó a organizar las expediciones de conquista de la península. Puso al mando a su hijo, Francisco de Montejo el Mozo, con una fuerza de 150 hombres, mientras él se quedaba en el puerto con una pequeña comitiva.


A pesar de la gran desventaja de contar con un reducido número de expedicionarios, Montejo confiaba en que la superioridad tecnológica podría hacer que los señoríos lo vieran como una fuerza necesaria para acabar con sus enemigos. Por lo tanto, planteaba reducir las acciones militares para dar paso a la diplomacia. De esta manera, podrían conformar una red de alianzas donde solo tendrían que preocuparse por neutralizar a esos rivales. Por otro lado, el Mozo dirigió su expedición hacia la costa norte, donde el cuchcabal de Ceh Pech los recibió en Motul para enfrentar a su rival Ah Kin Chel, asentado en Tecoh, una ciudad que tenía fama de ser grande. A pesar de los peligros, la expedición del Mozo fue recibida cordialmente por el halach huinic de Tecoh, quien se mostró dispuesto a entrar en alianza para combatir a Sotuta y Cupul. Durante las negociaciones, el Mozo expresó al halach huinic sus intenciones de fundar una villa española en el interior y que estaban en búsqueda de un lugar para establecerse. En este contexto, reveló la existencia de Chichen Itzá, que para entonces estaba abandonada y pertenecía al señorío de Cupul. Sin embargo, la fama y devoción que aún conservaba la ciudad incentivaron al Mozo a establecerse en ella.

Así, el Mozo inició el viaje a Chichen Itzá acompañado de sus aliados de Ceh Pech y Ah Kin Pech. Fueron recibidos con hostilidad por parte de las poblaciones de Cupul, pero no por parte de las fuerzas del cuchcabal, lo que les permitió hacer algunas escalas en Sotuta, Tases, Chikinchel y Ecab antes de llegar a la afamada ciudad. Una vez terminado su recorrido, fueron recibidos en Chichen Itzá por el batab Nacon Cupul. Tras conocer las ruinas, el Mozo determinó que cumplía con todos los requisitos para fundar una ciudad, como la disponibilidad de agua, alimentos, una red de caminos y sobre todo la gran cantidad de material de construcción disponible de las ruinas. Por lo tanto, tomó la decisión de fundar la Ciudad Real de Chichen Itzá. El Mozo se dispuso a realizar los trabajos de repartimiento de los solares y a construir algunas estructuras para establecer el gobierno. Además, mandó a explorar los alrededores sin encontrar ninguna resistencia. Esto provocó que los españoles se confiaran sobre su situación, ya que tenían sometidos Champotón, Campeche y Ah Canul al occidente, la sumisión alcanzada por Ávila en Acalan, así como los tratos alcanzados por él y el reconocimiento de los señoríos de Ecab, Cozumel y Chikinchel, lo que les hizo pensar que estaban cerca de lograr el dominio de la península.

Con estas circunstancias, el Mozo comenzó a organizar el sistema de encomiendas en los alrededores de Chichen Itzá, lo que puso de manifiesto los problemas derivados de la relación asimétrica de sumisión a los españoles, ya que los mayas no recibían nada tangible a cambio. Surgieron problemas debido a la ambición de algunos soldados, quienes despojaban a los mayas de las pocas joyas de oro que poseían, a pesar de que su principal producción consistía en maíz y frijoles. Esto llevó a que los mayas de Chichen Itzá se rebelaran contra Montejo, y el jefe Nacon Cupul estuvo cerca de asesinarlo. Sin embargo, pudo ser interceptado y ejecutado. A pesar de ello, las demás poblaciones de Cupul se rebelaron y estuvieron dispuestas a expulsar a los españoles. El Mozo solicitó apoyo a Ceh Pech y Ah Kin Pech para obtener provisiones, pero al estar rodeados de enemigos, esta tarea resultó imposible. Ante esta situación, Montejo ordenó realizar correrías sobre los pueblos encomenderos para despojarlos de tributos y poder sobrevivir. Sin embargo, esto solo aumentó la animadversión hacia los españoles, lo que llevó a más cuchcabalob a unirse para derrotarlos.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Guillermo Goñi. Las conquistas de México y Yucatán.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: Frederick Catherwood. Teocalli en Chichen Itza, 1839-1840.

Los grupos yumanos del norte de Baja California.


La región formada por el delta del río Colorado y su desembocadura en el Alto Golfo de California presenta una notable diversidad climática que ha dado origen a una variada gama de ecosistemas. La convergencia de biomas tan complejos como el Desierto de Altar, el Desierto de Mohave al norte y la cordillera californiana con sus diversas sierras de clima templado y bosques de coníferas, junto con la cercanía a los desiertos bajacalifornianos al sur, ha creado un escenario de contrastes.

Esta compleja geografía ha influido significativamente en la forma de vida de los habitantes originarios de la región. La diversidad de recursos naturales ha llevado a una adaptación necesaria, manteniéndolos en una posición que demanda una vida nómada para asegurar su subsistencia. Sin embargo, la presencia del río Colorado y los bosques de las sierras proporcionaron a estos habitantes la oportunidad de practicar una incipiente forma de agricultura.

A diferencia de los grupos californianos en otras partes de la península, que permanecieron en un estilo de vida nómada, la población de esta región pudo avanzar hacia el desarrollo de la cerámica y la práctica de la agricultura, gracias a la disponibilidad de recursos naturales más variados. A pesar de esta evolución hacia una forma más sedentaria de vida, no alcanzaron el nivel de asentamiento aldeano que caracteriza a las culturas de Oasisamérica. Un ejemplo concreto de esta transición intermedia se observa en la cultura Patayan, que estableció asentamientos en casas-foso, manifestando así una fusión entre el nomadismo y los patrones más estables de los pueblos asentados.

La compleja topografía y la diversidad climática de la región del delta del río Colorado y el Alto Golfo de California han influido de manera significativa en las formas de vida de sus habitantes originarios, marcando una transición entre la vida nómada y la incipiente sedentarización a través de la explotación estratégica de los recursos naturales disponibles.

El grupo étnico que se estableció en la región fue el de los yumanos, una familia lingüística que incluye a los quechán de Arizona, los cucapá del delta, los pai-pai, los kiliwa, cochimíes y kumiai de la sierra. La manera en que estos grupos llevaron a cabo su vida cotidiana estuvo directamente influenciada por la ubicación geográfica de su asentamiento.

Entre estos grupos, los quechán y los cucapá destacaron por su capacidad para desarrollar la agricultura. Cultivaron productos fundamentales como maíz, frijol, calabaza y chile, siendo el pinole y el tasajo de calabaza alimentos clave en su dieta. Los cucapá, en particular, se beneficiaron de su acceso a las costas del Golfo de California, lo que les proporcionó una fuente importante de recursos pesqueros. Los demás grupos también tenían acceso tanto al golfo como al Océano Pacífico, permitiéndoles obtener pescado y mariscos, los cuales eran procesados para prolongar su duración.

Entre estos grupos, los cucapá tuvieron una posición más ventajosa. Gracias a los excedentes agrícolas y pesqueros, pudieron participar activamente en redes de intercambio con otros grupos, como los recolectores kiliwa, kumiai y apaches, así como con las sociedades agrícolas de Oasisamérica, como los hopis y pimas. Además, los cucapá contaban con un producto muy valorado por las élites regionales y extranjeras: la concha de abulón.

La adaptación de los yumanos en esta región varió según su acceso a recursos como la agricultura y la pesca, y los cucapá se destacaron gracias a sus excedentes, que les brindaron la oportunidad de participar en redes de intercambio y obtener reconocimiento a través de productos codiciados como la concha de abulón.

Los cucapá y los quechán, habitantes de la confluencia de los ríos Colorado y Gila, se establecieron en aldeas o rancherías con el propósito de proteger sus campos agrícolas. Estas comunidades, que albergaban de 200 a 500 personas en su mayoría, alcanzaron su máxima concentración en la «Ranchería Grande del Rio Colorado», donde el padre Kino registró aproximadamente 1000 habitantes, marcando un asentamiento excepcionalmente grande.

De acuerdo con los testimonios coloniales, se observa la presencia de un líder denominado «cojot», quien gobernaba sobre múltiples pueblos. En 1776, este líder envió una carta de requerimiento reconociendo la sumisión al rey de España y convirtiéndose en vasallo. Sin embargo, la incertidumbre persiste sobre si este título de liderazgo puede rastrearse a tiempos precolombinos o si surgió como consecuencia de la influencia española en la región.

Los registros históricos sugieren que, durante el contacto inicial con los españoles, los yumanos del delta estaban en el proceso de formar un cacicazgo, caracterizado por una división social jerarquizada. Este sistema emergente buscaba gobernar una población estimada en 3,000 personas. Sin embargo, en el caso de las tribus nómadas de Baja California, la información es limitada, y se requiere la corroboración arqueológica para obtener una comprensión más completa de su estructura social y política en ese período.

La conformación de aldeas y el desarrollo de liderazgos como el «cojot» indican una evolución social entre los yumanos del delta al encontrarse con los españoles, aunque persisten incógnitas sobre la continuidad o la influencia directa de estas estructuras en tiempos precolombinos y la necesidad de más investigación arqueológica, especialmente en el caso de las tribus nómadas de Baja California.


A finales del siglo XVII, con la llegada del padre Kino a las riberas del río Gila, se evidenció que los grupos yumanos mantenían relaciones diversas con sus pueblos vecinos, marcadas por distintos grados de conflicto tanto entre tribus yumanas como en sus enfrentamientos con los apaches, cuyos ataques continuos suponían un desafío constante. La rivalidad entre los cucapá, quechán, cajuenches y jallicuamais era palpable, y la presencia española actuó como mediadora, contribuyendo a la búsqueda de acuerdos para alcanzar la paz.

En la región, se identificaron tres bloques de alianzas. El primero incluía a los quechán, pápagos, mohaves, apaches, cajuenches, jallicuamay y chemenets. El segundo bloque estaba conformado por los maricopa, pimas gileños y jalchedun. Por último, el grupo de los cucapá se asociaba con los kiliwa, pai-pai y kumiai. Los españoles, conscientes de la importancia de sus lazos con los quechán, buscaron utilizar estas relaciones para pacificar la región y establecer una red de caminos entre la Pimería Alta y Alta California, facilitando así el acceso al Golfo de California. Sin embargo, las diferencias entre las tribus, la presión de los colonos españoles al apoderarse de las mejores tierras y las complicaciones derivadas de conflictos geopolíticos con otras potencias hicieron que la tarea de pacificar la región resultara imposible.

Hasta el momento, las investigaciones arqueológicas han centrado sus esfuerzos en sitios correspondientes al periodo histórico, destacando trabajos significativos en la Sierra Cucapá y las dunas de Los Algodones en Baja California. En estos lugares se han descubierto yacimientos con una antigüedad que remonta al año 1000 d.C., siendo la última ubicación mencionada atribuida a los quechán. Este grupo, que habitó la región hasta finales del siglo XIX, fue deportado a Fuerte Yuma en Arizona como parte de proyectos de irrigación.

En cuanto a los kiliwa, las evidencias materiales de su presencia son más notables en la Sierra y Bahía de San Felipe. Se han identificado campamentos donde elaboraron cerámica y herramientas de obsidiana, provenientes de yacimientos locales como El Vallecito (donde se encuentran pinturas rupestres) y La Rumorosa. Vale la pena resaltar la escasa presencia de objetos foráneos, resultado de las tensiones entre bloques regionales que limitaron las redes de intercambio.

Las investigaciones arqueológicas han revelado que el desarrollo cultural yumano en la región del Delta tuvo lugar entre los años 800 y 900 d.C., un periodo notablemente tardío. Esta cronología indica una estructura social incipiente, oscilando entre el nomadismo y la vida sedentaria. Este proceso de dinamización de las sociedades indígenas del noroeste se atribuye a la influencia de culturas vecinas como Trincheras, los Hohokam y los Mogollón de la cercana Oasisamérica.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Agustín Ortega Esquinca y Antonio Porcayo Michelini. Un breve acercamiento histórico y arqueológico de los Yumanos de Baja California. Delta del Río Colorado y Golfo de California, de la revista Noroeste de México no. 4.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: Balduin Möllhausen

 – Izquierda: Indios mohave jugando con aro, 1860.

 – Derecha: Indios mohave de la expedicion Whipple, 1853-1854.

La situación de Centroamérica durante la conquista española.

Los territorios que conforman el istmo centroamericano presentaban, a inicios del siglo XVI, un contexto muy complejo que fue determinante para la conformación de los sistemas de dominación colonial español. Esto tiene como trasfondo el encontrarse en una región cultural fronteriza de dos modelos de formas de vida. Por un lado, el mesoamericano, basado en la conformación de estados con una organización civilizatoria que abarcaba por completo Guatemala y se extendía por toda la costa del Pacífico hasta la península de Nicoya. Por otro lado, las costas del Caribe con sus selvas formaron parte del área cultural llamada «Zona Intermedia», que incluía Colombia, Venezuela, Panamá y porciones considerables de Costa Rica (exceptuando Nicoya), Nicaragua y Honduras. Los habitantes de esta zona vivieron bajo el modelo tribal de forma seminómada.

Esto provocaría, en primer lugar, que el centro de la dominación española se basara en Guatemala como la cabeza de la región y partiera desde allí para conquistar y evangelizar a los pueblos de influencia mesoamericana. En cambio, las tribus seminómadas de la selva quedarían relegadas de cualquier esfuerzo de colonización, ya que resultaba complicado tanto conquistarlos como hacer que se asentaran en pueblos para reducirlos a la servidumbre. Sin embargo, esta falta de atención por parte de los españoles hacia el oriente de Centroamérica cambiaría con la cada vez más creciente presencia de los piratas ingleses en sus costas. Estos piratas entablaron relaciones cordiales con uno de los pueblos más numerosos de la región, los misquitos, quienes se resistieron a la dominación española y se convirtieron en valiosos aliados de los ingleses, adquiriendo la capacidad de asaltar los pueblos de la región y provocar inestabilidad.

El peligro de la influencia inglesa hizo que los españoles tomaran en serio el sometimiento de las tribus de la selva e impidieran que los ingleses se asentaran en la región. Esto se logró combinando los esfuerzos entre las reducciones de los indígenas para su conversión y las campañas militares para acabar con las tribus belicosas y los aliados de los ingleses.

La primera iniciativa correría a cargo de las órdenes mendicantes, que se propusieron la conversión de las tribus de la selva. Participaron en la campaña de fundación de conventos, tanto franciscanos, dominicos y mercedarios provenientes de Guatemala como de Panamá. Sin embargo, en una situación similar a la encontrada en el norte de México, enfrentaron serias dificultades para lograr su objetivo. Estas dificultades incluyeron la obstinación de los indígenas por mantener su vida nómada, los ataques a las misiones para defenderse, la huida de los indígenas a la selva y, sobre todo, las enfermedades que afectaron tanto a los misioneros como a los indígenas.

Como resultado, las únicas misiones que resultaron exitosas fueron las cercanas a los pueblos españoles, ya que no podían internarse en las selvas debido a lo imposible que resultaba mantener las misiones en esas condiciones. Sin embargo, los indígenas aumentaron su animadversión hacia los misioneros debido a la inminente relación entre las misiones y las enfermedades. Esta situación se mantuvo hasta después de las independencias y con el establecimiento de los latifundios en el siglo XIX.

A los misioneros no les quedaba otra opción que tratar de convencer a los indígenas para que se acercaran a las misiones. Para lograrlo, comenzaron a hacer obsequios en herramientas de metal como machetes, hachas y agujas a cambio de su bautizo. También introdujeron el ganado vacuno y porcino en la región como fuente de alimento. La única región donde esta relación resultaría exitosa fue en Costa Rica, gracias a los esfuerzos de los franciscanos.

Las principales regiones rebeldes en la zona eran tres: el Petén de los mayas, al cual se le suma Belice; Taguzgalpa, localizado en la costa caribeña de Nicaragua y Honduras. De esta deriva en las costas la región de la Mosquitia, el territorio de los misquitos, quienes gracias a la relación entablada con los ingleses les permitió conformarse en un reino bajo su protección.

La sociedad de los misquitos había experimentado cambios profundos desde la llegada de los españoles, ya que los esclavos fugados de las haciendas y rancherías españolas encontraron refugio en sus territorios. Esto llevó a que se formara una sociedad mestiza, dando origen a los zambos-misquitos. Esto facilitó el establecimiento de colonos británicos en las costas del Caribe, con el aval de los misquitos para comerciar con ellos.

Mientras tanto, los misquitos habían entablado expediciones vía canoa para internarse por los ríos tierra adentro y atacar tanto a las tribus rivales como a los asentamientos españoles. Capturaban a sus habitantes para venderlos como esclavos y llevarlos hacia Jamaica.

Un tercer foco rebelde se estableció en los límites de Costa Rica con Panamá, abarcando desde el valle de Talamanca, las montañas Tabasará, hasta las tierras bajas de Chiriquí y Veraguas. Esta región era el hogar de tribus como los cabécares, bribris, viceítas, chánguinas y ngöbes. Por último, estaba la provincia del Darién, que resultó imposible de colonizar debido a las condiciones extremas de la selva (aun hoy es una región peligrosa). Esta área era el hogar de los chocó y los cuna.

El fracaso de los misioneros para pacificar la región convirtió la costa caribeña de Centroamérica en una verdadera amenaza para la dominación española. Los objetivos más preciados eran el binomio comercial de Panamá y Portobelo, que era la llave para comunicar la metrópoli con el Perú. A partir del siglo XVIII, los gobiernos coloniales apostaron por la militarización de la zona para intentar expulsar a los ingleses de la región, pero ninguno de sus esfuerzos resultaría exitoso. La soberanía de la región le tocaría resolverla a las naciones centroamericanas en el siglo XIX.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Juan Carlos Solorzano F. La frontera colonial del Istmo de América Central (1575-1800): indios, frailes, soldados y extranjeros en los límites de la colonización hispánica, de la revista Boletín de la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica no.53

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: John Cockburn. Indios misquito atacando la villa de Chiquirí. 1740.

El gobierno virreinal frente a la caída demográfica de los indígenas de Baja California.

La presencia española en América tuvo como su principal agente para garantizar su permanencia no a las armas ni a su «voluntarismo civilizador», sino a un factor que no podían controlar y que también les causó serios problemas: las enfermedades pandémicas. Estas enfermedades, desarrolladas en el contexto del «Viejo Mundo», hicieron que a los nativos americanos les resultara imposible adquirir las defensas que los colonos europeos tenían hacia ellas. Resultaba evidente cómo, poco después de establecerse misioneros o poblaciones españolas en diversas regiones, el número de habitantes descendía de manera crítica, generando así un grave problema demográfico. Aunque esto acababa con las resistencias a la presencia española y facilitaba la colonización, también planteaba la dificultad de no contar con la mano de obra a la que estaban acostumbrados para prosperar.

Este fenómeno se reflejó en el avance de la conquista hacia el noroeste, en dirección a los territorios de Sonora y las Californias. Allí, fue imposible penetrar mediante el uso de la fuerza debido a la resistencia indígena. Los jesuitas, convencidos de que ofrecer las bondades del cristianismo y la civilización europea podría lograr lo que los colonos no habían conseguido, se embarcaron en esta empresa con consecuencias desastrosas.

Desde finales del siglo XVI, los indígenas del noroeste entraron en contacto con los españoles a través de expediciones de conquista, misioneros voluntariosos, indígenas cristianizados y, en el caso de Baja California, piratas anglosajones que fondeaban en las costas para asaltar las naves españolas. Todos estos encuentros provocaron, con el tiempo, la proliferación de diversos brotes epidémicos que afectaron a las tribus nómadas.

La cultura chamánica de estos grupos se vio superada por la virulencia y mortandad de las enfermedades. Sin embargo, al asociar estas epidemias con la presencia de los europeos, lograron preservar su prestigio y atribuyeron la culpa a los misioneros. Estos últimos también tuvieron que lidiar con los enfermos de su feligresía, y los limitados alcances de la medicina europea hicieron que solo pudieran brindar cuidados paliativos para asegurar un final digno.

Los primeros brotes se dieron en los principales establecimientos españoles en la región, como Chametla y Culiacán, donde según los informes, casi extinguieron a la población indígena. Esta tendencia continuó con la llegada de los jesuitas, quienes establecieron sus misiones en la Pimería y California, fundando la misión de Nuestra Señora de Loreto en 1697.

En ese entonces se creía que los «californios» poseían inmunidad frente a las enfermedades, pero esto se debe a que los contactos eran esporádicos, como se demostraría con el avance de los jesuitas por la península y el aumento de fallecimientos en las cercanías de los territorios de las misiones, mientras que las tribus que permanecían alejadas se mantenían sanas. Lo que no se anticipó es que el sistema de «reducción» de las misiones, donde se congregaban diferentes tribus de una región para vivir en pueblos, era el principal agente de contagio de las enfermedades. En ese momento, la única explicación para su aparición era la voluntad divina, y nunca se consideró que las condiciones de hacinamiento fueran la causa, y que aquellos que seguían siendo trashumantes lograban salvarse de su contagio.

Aunque no hay registros que nos permitan saber cuáles fueron los brotes que afectaron a las diferentes regiones, todo indica que en Baja California la enfermedad que arraigó más en la población fue la sífilis, provocando no solo la muerte de los indígenas, sino también la esterilidad de los sobrevivientes.

Las estimaciones de los investigadores indican que la población de la península en 1697 debió haber alcanzado cerca de 41,500 habitantes. Estos números se redujeron alarmantemente en un 83% hacia 1768 con la expulsión de los jesuitas, quedando solamente 7,149 habitantes. Esto evidencia que en pequeñas poblaciones indígenas, como históricamente ha sido el caso de Baja California debido a sus condiciones agrestes, era más probable que se extinguieran que que sobrevivieran.

Esto contrasta con el caso de los vecinos Sonora y Sinaloa, donde, a pesar de que los indígenas también fueron víctimas de las epidemias, al tener una población más numerosa lograron amortiguar la mortalidad. Para mediados del siglo XVIII, empezaron a mostrar una tendencia hacia la recuperación gracias a la adaptación genética a las enfermedades. Sin embargo, esto no ocurrió con los indígenas californios, que nunca se recuperaron y mantuvieron números poblacionales marginales hasta su desaparición e integración a la población mestiza en el siglo XIX (con excepción del norte).

Una vez desalojados los jesuitas de las misiones, su lugar sería ocupado brevemente por los franciscanos del colegio de San Fernando, siendo reemplazados por los dominicos hacia 1773. Aunque los dominicos llegaron a informar de una ligera recuperación demográfica entre los indígenas, esto se debía a que ya estaban incluyendo en los censos a las misiones del norte de la península que aún no habían sido evangelizadas.

La situación en la península era catastrófica, ya que las enfermedades habían afectado especialmente a la población femenina, dejándolas muy débiles para concebir y con la posibilidad de contagiar a sus hijos durante el parto. Esto se agravó aún más con la prohibición de las relaciones polígamas tradicionales en las sociedades indígenas, lo que impedía que los hombres buscaran mujeres aptas para concebir. Para 1771, en tan solo tres años después del último censo, la población se redujo nuevamente a 5,094 habitantes distribuidos en 13 pueblos de misión. Esta situación provocó, por un lado, el ataque del clero secular para promover la desamortización de las misiones, así como la preocupación del gobierno al no saber qué hacer. Mientras tanto, los indígenas se resignaron y se dedicaron a la vida religiosa con la esperanza de que las oraciones los salvaran de la muerte.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Francisco Altable. Humanitarismo, redención y ciencia médica en Nueva España. El expediente de salud pública para frenar la extinción de los indios en la Baja California (1797-1805), de la revista Secuencia, núm. 80.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: Ignaz Tirsch. Colono y mujer california, 1762-1767.