La independencia en la Nueva Vizcaya.

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En los alrededores del Camino Real de Tierra Adentro, el orden social distaba de tener presencia en aquellos territorios. Desde la incorporación de la Nueva Vizcaya, los españoles no lograron una pacificación duradera de los indígenas de la región, ya fueran los tepehuanes, los tarahumaras, los huicholes o los belicosos apaches, que constantemente realizaban incursiones en los pueblos.

Incluso a principios del siglo XIX, seguía muy presente en la conciencia indígena la rebeldía nacida del milenarismo de hace dos siglos, mezclándose con el crecimiento del sentimiento nacionalista criollo. Surgieron movimientos como la rebelión del “indio Mariano” de Nayarit en 1801, que tuvo repercusiones en la Intendencia de Durango, siendo secundado por el “transtornado Mesías de Durango” y el “indio Rafael”, movimientos que fueron reprimidos.

En lugar de detener estas inquietudes sociales, el enrarecimiento del contexto monárquico de la península con la intervención napoleónica de 1808 hizo que arraigara el sentimiento autonomista. Muchos cabecillas indígenas se sumaron a la iniciativa del Ayuntamiento de México, y con su represión surgió una conspiración por parte de los gobernadores de Santa María de Ocotán, José Domingo de la Cruz Valdez, y el de Guazamota, Tomás Páez, quienes fueron denunciados y detenidos antes de tomar las armas.

Con este antecedente, no es sorprendente que los indígenas duranguenses se unieran a la causa de Miguel Hidalgo, especialmente los de la región del Mezquital en el sur. Estos indígenas se habían sublevado en el pueblo de San Andrés del Teul y amenazaban con tomar Sombrerete para dirigirse hacia Durango. Sin embargo, los realistas, comandados por el capitán Pedro María Allende, ocuparon la villa e impidieron que la rebelión se propagara por la intendencia.

La responsabilidad de la defensa de Durango recayó en el comandante general de las Provincias Internas de Occidente, Nemesio Salcedo, quien estableció a Sombrerete como punto fuerte para impedir la incursión de los insurgentes zacatecanos. La pacificación del Mezquital llevada a cabo en noviembre de 1810 fue fundamental en este proceso.

La contrainsurgencia tuvo éxito y los realistas convirtieron a Durango en un bastión confiable para luchar contra los independentistas. Sin embargo, esto no impidió que los tepehuanes siguieran siendo un elemento de desestabilización al rebelarse continuamente. Como ningún movimiento estaba interconectado con otro, los realistas pudieron reprimirlos sin problemas.

El Obispado de Durango desempeñó un papel importante en los procesos llevados a cabo contra los religiosos insurgentes que cayeron prisioneros en manos realistas. Es importante tener en cuenta que el alto clero siempre se mantuvo fiel al rey, mientras que el bajo clero, al estar en contacto directo con el pueblo, apoyaba a las poblaciones que se sumaron a la insurgencia. Esto llevó a la degradación sacerdotal de los miembros capturados para que pudieran ser fusilados. Un caso destacado es el del vicario del valle de Topia, Salvador Parra, quien tenía antecedentes rebeldes al sumarse a las conspiraciones de 1808 y contaba con un historial de continuas fugas hasta que se unió a la insurgencia. Se convenció de secundar el movimiento al toparse con emisarios napoleónicos como Torcuato Medina, reafirmando su idea de luchar contra los “gachupines” afrancesados.

Otro religioso colaboracionista destacado fue Telesforo Alvarado, cura de Pueblo Nuevo, quien ayudó en la rebelión del sinaloense José María González Hermosillo. González Hermosillo tomó villas importantes como el Real de Rosario, Mazatlán y San Sebastián, incentivando a que los indígenas de los cuales Alvarado era responsable se sumaran a sus fuerzas.

Dentro de los territorios que conformaron la Intendencia de Durango o Nueva Vizcaya estaba Chihuahua. Se sabe que muchas de las autoridades de la villa fueron partícipes del movimiento autonomista de 1808 y su anulación hizo que también participaran en conspiraciones para rebelarse. Este fue el caso de la conspiración denunciada y detenida en enero de 1811, encabezada por el regidor y capitán Salvador Porras, el auditor peruano Mariano Herrera y el teniente de Mazatlán, Juan Pedro Walker.

La provincia fue muy favorable a las reformas implantadas por el constituyente de Cádiz, por lo que la implementación de la democracia para la elección de los representantes y miembros del ayuntamiento tuvo un gran recibimiento por la sociedad chihuahuense, que participó activamente. Sin embargo, el gobernador de Durango, Bernardo Bonavia, obstaculizó los procesos desconociéndolos y declarándolos nulos.

Todos estos problemas provocaron malestar entre los criollos que se veían cooptados por las autoridades realistas, como fue el caso de José Félix Tres Palacios, quien estuvo muy activo en la búsqueda de igualdad social. Sin embargo, el empeño de los españoles por ocupar los principales puestos del ayuntamiento llevó a Tres Palacios a participar en una nueva conspiración en enero de 1814, en la que también participaron estadounidenses, la cual fue denunciada.

La restauración del orden constitucional de 1820 renovó el interés de la sociedad de la Nueva Vizcaya por continuar con el experimento democrático. Se eligieron tres diputados más un suplente, además de ser responsables de las elecciones de la provincia de Sonora y Sinaloa para dos diputados. El interés por participar llevó a provincias como Nuevo México a solicitar su representación. Sin embargo, paralelamente al restablecimiento del orden gaditano, surgió el movimiento Trigarante de Agustín de Iturbide, proclamando la independencia. A este movimiento se sumó el militar español Pedro Celestino Negrete, comisionado para liberar el noroeste. Negrete se enfrentó al comandante general de la Nueva Galicia, José de la Cruz, que se había refugiado en Durango.

Inesperadamente, la capital de la Nueva Vizcaya se convirtió en un punto de resistencia realista frente a los iturbidistas, quienes iban sumando apoyos como el del capitán general de las Provincias Internas de Occidente, Alejo García Conde. Negrete sitió Durango en agosto de 1821 y la rindió el 3 de septiembre. Con esto, finalizó la era virreinal en el septentrión e inició su vida dentro de la nación mexicana.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Jose de la Cruz Pacheco. El proceso de independencia en la Intendencia de Durango, del libro La Independencia en las provincias de Mexico.

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Imagen:

– Izquierda: Mapa de las intendencias de la Nueva España, en verde limon vemos a la Intendencia de Durango.

– Derecha: Ramón P. Cantó. Retrato de Pedro Celestino Negrete, siglo XIX.

La insurgencia potosina en los últimos años de la guerra.

Destacado

Desde 1811, con la captura de José Mariano Jiménez junto con el resto de la comitiva de Miguel Hidalgo, la insurgencia del noreste atravesó un periodo caracterizado por la fragmentación de la lucha en diferentes frentes: el texano, el tamaulipeco y el potosino. Estos frentes fueron combatidos por los militares realistas Félix María Calleja y Joaquín Arredondo, siendo uno de los escenarios más sangrientos debido a los esfuerzos realistas por acabar con las gavillas. 

Este periodo alcanzó su punto culminante durante 1814 y 1815 como consecuencia de la captura de José María Morelos, donde tanto la Huasteca como la Sierra Gorda fueron asoladas por una campaña de guerra total, en la cual los realistas se encargaron de perseguir y ejecutar a los insurgentes que cayeron en sus manos, llegando incluso a fusilar a cerca de 400 prisioneros. Con una insurgencia sometida y en continuo retroceso hacia el sur, la intendencia de San Luis Potosí estaba logrando ser pacificada gracias a la iniciativa del virrey Calleja con éxito. Sin embargo, con los ánimos rebeldes aún vivos, estos servirían de combustible para la llegada de un rebelde inesperado proveniente del otro lado del océano.

La restauración de la monarquía en manos de Fernando VII resultó ser una decepción al ver cómo acabaría con el gobierno liberal construido por el constituyente de Cádiz. Por lo tanto, muchos guerrilleros que lucharon contra la invasión francesa pasaron a enfrentarse al gobierno absolutista, como el caso de Xavier Mina, quien influenciado por el padre Servando Teresa de Mier fue convencido de combatir a Fernando VII desde la Nueva España.

Es así como comenzaron a organizarse desde Londres en 1816, apoyados por algunos políticos ingleses, para formar una expedición con soldados españoles, ingleses e italianos, desde donde partirían a Estados Unidos con la esperanza de reclutar más voluntarios y de conseguir tanto financiamiento como armas, pero continuamente fueron engañados y muchos de estos apoyos quedaron en promesas.

Fue así como llegaron a Soto la Marina en abril de 1817, estableciendo un fuerte y empezando a hacer propaganda con la imprenta que llevaron para impulsar a los novohispanos a unirse a su lucha. Lograron el apoyo de los habitantes de Croix y de Soto la Marina, dejando a Teresa de Mier en el fuerte mientras el resto de la expedición partía al interior, siendo atacados y derrotados por Arredondo dos semanas después.

A pesar de esta pérdida, Mina prosiguió su camino a través de la sierra tamaulipeca llegando a territorio potosino. En todo este tramo, fue reclutando voluntarios que se incorporaron a su comitiva, lo que les permitió llegar hasta Lagos con el fin de unirse a las fuerzas del caudillo Pedro Moreno.

Para ese entonces, los trabajos tanto de Calleja como de Arredondo dentro de la sociedad civil habían logrado inclinar la balanza a su favor por parte de las comunidades. Muchos rebeldes se habían levantado en armas debido a la posesión de la tierra como consecuencia de la secularización de las tierras comunales. Sin embargo, la falta de un liderazgo como el de Hidalgo hizo que estos movimientos pudieran ser sofocados por los realistas.

Ayudaría a esta tarea el reglamento de Calleja, donde fusiona las fuerzas civiles con las militares para combatir a la insurgencia. Con ello, las comunidades se hicieron responsables de su propia defensa y ayudó a arraigar los vínculos del ejército realista con el pueblo. Esta estrategia tendría sus frutos con la derrota de la expedición de Mina ya durante la administración del virrey Juan Ruiz de Apodaca.

Antes del estallido de la guerra, la intendencia potosina tuvo problemas para lograr su representatividad en el constituyente de Cádiz. Se eligió tanto al canónigo de Monterrey, Juan José de la Garza, como al terrateniente potosino Florencio Barragán. Sin embargo, el primero ni siquiera partió rumbo a España y el segundo murió antes de embarcarse. Por lo tanto, su única voz la tuvo en el representante de las Provincias Internas de Oriente, el cura Miguel Ramos Arizpe.

Como resultado de los trabajos legislativos, se autorizó el establecimiento de diputaciones provinciales independientes, siendo una de ellas la de San Luis Potosí, que permitiría a sus habitantes participar en la vida política instituyendo 33 ayuntamientos, aunque no lograron establecerse. Esto se debió a la campaña de Calleja que suspendió la ejecución de los mandatos liberales como consecuencia de la restauración absolutista de 1814.

Fue hasta 1820, con la entrada del Trienio Liberal, cuando se reinició el proceso de democratización de la sociedad. Se instaló hasta noviembre la diputación potosina, la cual también correspondía a la representación de Guanajuato. Sin embargo, hubo problemas al momento de implementarlo, como pasó con la representación de las Provincias Internas, que fue abolida por su comandante, el general Arredondo.

Por la diputación potosina, fue elegido el general realista Matias Martin de Aguirre, tocándole recibir a la propuesta autonomista de Iturbide en su estancia en Veracruz a principios de 1821, siendo responsable de exponer los problemas fronterizos con EU que trajo la implementación del Tratado Adams-Onis de 1819 y la conservación de las misiones indígenas. Asi finaliza la participación potosina dentro de la monarquia hispánica al sucitarse al poco tiempo la implementación del movimiento Trigarante de Iturbide, donde San Luis Potosi fue reducida al dividirse en varias provincias que conformaron el noreste mexicano en la primera mitad del siglo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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Imagen:

– Izquierda: Obra de Gomez. Francisco Xavier Mina, 1888. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/xavier-mina-en-londres-nido-de-conspiradores-y-patriotas-americanos-1815-1816

– Derecha: S/D. Mapa de las intendencias, incluyendo la de San Luis Potosi. Fuente: https://www.facebook.com/YoAmoSanLuisMx/photos/a.1260251077371284/3032149406848100/?type=3

Los contactos entre Iturbide con Guerrero.

Sabemos que los movimientos de Agustín de Iturbide hasta finales de 1820 se ceñían a las órdenes de combatir a la guerrilla de Vicente Guerrero. No dejó de atacarlos, lo que no permitía entrever un posible acercamiento. Sin embargo, también es sabido que comenzó a establecer conversaciones con otras personas influyentes del reino, como altos jerarcas de la iglesia y mandos importantes del ejército.

Las cartas enviadas a estos líderes regionales implicaban una salida a través de la independencia para superar la crisis, donde ellos impondrían el orden en que se llevaría a cabo. Fue importante el contacto mantenido con las élites de la Ciudad de México a través de su amigo Juan José Espinoza de los Monteros. Trabajaron en el plan para lograr la adhesión de las principales autoridades novohispanas al proyecto.

Para alcanzar el objetivo, los conspiradores reunieron cerca de 700,000 pesos para iniciar el proceso de diálogo con los mandos realistas. Aunque, según la correspondencia, el plan no estaba aún claro y, en estos momentos, algunos militares como Pedro Celestino Negrete o Anastasio Bustamante, que habían luchado contra la insurgencia desde sus inicios, mostraban serias dudas sobre su concreción.

Entre los primeros líderes con los que intentó ganarse su apoyo se encontraban el comandante militar de Querétaro, Domingo E. Luaces, el obispo de Guadalajara Juan Cruz Ruiz de Cabañas y el arzobispo de México Pedro José de Fonte. Iturbide buscó financiamiento y armamento de estos líderes para formar una fuerza que lograra la independencia, profundizando así en las conversaciones y negociaciones para alcanzar su objetivo.

Mientras tanto, en la Sierra Madre del Sur, Guerrero comenzó a intercambiar correspondencia con Iturbide a través del agente José Figueroa desde enero de 1811. Una de las primeras condiciones impuestas por Guerrero fue la solicitud de que se dejara de considerar a sus seguidores como delincuentes. Esto permitió que comenzaran a intercambiar cartas, y a través de esta correspondencia, Guerrero expresó claramente que las intenciones de su movimiento eran lograr la independencia absoluta.

No hay constancia de que Iturbide y Guerrero hayan llegado a encontrarse en persona; todo indica que las conversaciones se llevaron a cabo por correspondencia. Sin embargo, este medio logró persuadir a Guerrero para que se uniera al movimiento, obteniendo como garantía la vía independiente.

Para mediados de febrero, Iturbide envió un mensaje directo al virrey Juan Ruiz de Apodaca, notificándole que estaba logrando pacificar sin violencia a la guerrilla de Guerrero y a otros líderes insurgentes. Aseguraba la sumisión de una fuerza de 3,500 hombres a quienes supuestamente había logrado hacer jurar lealtad a la Constitución española para finalizar el armisticio.

Dentro del plan de Iturbide, una de las principales bases para ganarse el apoyo de los liderazgos militares y religiosos del virreinato consistía en garantizar que la nación sería gobernada por Fernando VII o cualquier miembro de la familia Borbón. Por lo tanto, una de las personas clave para llevar a cabo el plan era asegurar la adhesión del virrey Apodaca. Como gancho para atraerlo, se proponía hacerlo líder para conformar la junta de notables que gobernaría mientras llegaba alguno de los príncipes españoles.

En esos días, la situación favorecía a Iturbide. La mayoría de los ejércitos realistas habían aceptado el plan, y el virrey no disponía de fuerzas suficientes para reprimirlo. Su adhesión formal habría puesto fin a cualquier tipo de lucha o disputa entre las diferentes facciones.

Las gestiones de Iturbide en el reino entorpecieron el trabajo de los legisladores electos para ocupar su lugar en las Cortes de Madrid, siguiendo las disposiciones de la Constitución de Cádiz. Se conformó un cuerpo de 30 representantes, entre ellos Lucas Alamán, Manuel Gómez Pedraza, Miguel Ramos Arizpe, José Mariano Michelena y Juan José Gómez de Navarrete, quienes se embarcaron desde Veracruz a finales de 1820.

De estos diputados, quien sería la voz de Iturbide fue Gómez de Navarrete, con quien mantendría correspondencia para informarle sobre la situación de México mientras estaban en España. Mientras tanto, Gómez de Navarrete intentaba cabildear entre sus compañeros en el proyecto independentista. Según el testimonio de Alamán, no había consenso, ya que algunos eran favorables, otros apostaban por un proyecto republicano y algunos preferían abstenerse de opinar sobre el tema.

Existe mucha opacidad en cuanto al origen del plan de Iturbide, y han surgido diferentes versiones que narran su concepción. La historia más difundida es la de Vicente de Rocafuerte, quien señala la existencia de una sociedad secreta conspiradora en la iglesia de La Profesa. En este relato, el alto clero y algunos potentados novohispanos participaron en la elección de Iturbide para llevar a cabo conversaciones con diversos liderazgos.

Se sugiere que el plan pudo haber surgido directamente de las jerarquías de la Iglesia católica, ya que veían amenazados sus intereses con la llegada del orden liberal. Sin embargo, también existen relatos que atribuyen la autoría al obispo de Puebla, Antonio Joaquín Pérez, quien formó parte del constituyente de Cádiz y estuvo del lado de los liberales. La cuestión se torna más nebulosa cuando se aborda el conocimiento del plan por parte de Guerrero. Según sus declaraciones, habría optado por esta alternativa al considerarla la «menos peligrosa» para alcanzar la independencia. Aunque todo indica que no tuvo participación alguna en la elaboración del Plan de Iguala.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: William Spence Robertson. Iturbide de México.

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Imagen: J. Ojeda. Encuentro entre Agustin de Iturbide y Vicente Guerrero, 1858

Quién fue Simón Bolívar el Libertador de Venezuela II.

Exilio y la segunda República

Bolívar partió a Colombia donde se involucró en las luchas militares del territorio, permitiéndole eventualmente, utilizar esa zona para incursionar en Venezuela, desarrollando así la Campaña Admirable.

Los historiadores europeos observan en este paso algo similar a lo hecho por Anibal cuando partió a Roma, ya que se trataba de una muralla montañosa que también poseía nieve, cayendo en una posición ventajosa frente a un enemigo sorprendido.

A partir de allí, Bolívar vencería en numerosas batallas llegando a Caracas en agosto de 1813, coronándole el pueblo como Libertador y dirigiendo el país hasta finales de 1814, cuando el temible José Tomas Boves acaudillando a los individuos de todas las razas inferiores del sistema de castas imperante, tomó la ciudad provocando la migración a Oriente, donde familias de alta alcurnia como Bolívar, huyeron a pie hacia Cumaná.

Exilio y vuelta a la patria

En esta ocasión Bolívar se exilió en el Caribe, pasando por Jamaica y luego Haití donde consiguió de Petión los medios para continuar la lucha.

Bolívar vuelve a Venezuela entrando por las costas occidentales del país, para ejecutar la reconquista, sin embargo, sus esfuerzos no serían tan productivos como los del General Manuel Piar en aquella época, que había hecho todos los trabajos para conquistar la provincia sur de Guayana, que le permitiría a Venezuela resurgir de las cenizas.

Gracias a esta campaña de Guayana protagonizada por Piar, en 1819 se instaura no solo la Tercera República, sino el inicio de Venezuela y Colombia como un mismo país, convocándose el Congreso de Angostura donde Bolívar hizo un memorable discurso, utilizando esta provincia como centro de operaciones en el futuro.

Independencia total en 1821

La guerra de independencia venezolana había llegado a numerosos excesos de parte y parte, lo que llevó a los dos líderes a encontrarse en una reunión privada, que se fundió en el abrazo de Santa Ana, donde se dice que se pactó la batalla final para el 24 de junio de 1821.

Bolívar estaría en dicha batalla en compañía de grandes próceres venezolanos como Páez y Sucre, entre otros, permitiéndole a Venezuela conseguir la independencia con esta batalla, aunque todavía el enemigo continúo presentando lucha, hasta 1823 que terminaría sellándose con la batalla naval de Maracaibo.

Bolívar en Perú

De 1821 a 1826 Bolivar estuvo entre Colombia, Ecuador y Perú, suscitándose la más secreta de las reuniones con el General San Martín, Libertador del Sur, quien luego se retiraría de la gesta dejándole la total custodia de la lucha contra España a Simón Bolívar.

En este período tuvo que hacerles frente a numerosas conspiraciones, principalmente en territorio peruano, ya que la figura de Bolívar no era bien vista ni por la alta sociedad, ni tampoco por el pueblo que también le adversó, lo que provocó numerosos enfrentamientos, con desenlaces fatales para ambos bandos.

Bolívar estaría muy pendiente de los hechos en Venezuela donde Páez estaba encargado del gobierno central, aunque ya preveía que existía el riesgo de separación; de igual forma, estaba al tanto de los movimientos de Santander en Colombia, que también le provocaban suspicacia, lo que se materializaría en 1828 con el atentado de septiembre.

Últimos años de vida del Libertador Simón Bolívar

En enero de 1827 volvería a la ciudad de Caracas por última vez, siendo el centro de numerosos homenajes y dictando numerosas leyes que privilegiarían sobre todo la educación. Sin embargo, volvería a territorio colombiano rumbo al Perú, para continuar sus acciones de gobierno.

En 1828 ya sentía mal trecha su salud, los enemigos políticos habían adquirido fuerzas, y le adversaban en numerosas convenciones internacionales que miraban con recelo el fantasma de su figura, aunque Bolívar no acudió a estos eventos personalmente.

En Colombia se sentía miedo de su presencia también, lo que provocó el atentado de la noche septembrina, donde se salvó gracias a Manuela Saenz, su amante más querida.

Para 1830 su estado de salud estaba agravado, falleciendo en Colombia en San Pedro Alejandrino, poniendo fin a una vida de lucha, batalla, política y placeres, que engendró océanos de tinta para hablar de su figura.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Leopoldo Agreda Lovera.

Bibliografía:

  • Memorias del Gral. O´Leary.
  • FOMBONA, Rufino, Mocedades de Bolívar.
  • LARRAZABA, Felipe, Vida Del Libertador Simón Bolívar.
  • PINO ITURRIETA, Elias, El Divino Bolívar.
  • MIJARES, Augusto, Biografía del Libertador Simón Bolívar.
  • DELACROIX, Perú, Diario de Bucaramanga.

Puedes seguirlo en:

Para saber más: https://www.youtube.com/watch?v=IuWjFJiWxuk&t=405s&ab_channel=ElP%C3%B3rticodelaHistoria

Imagen: 

  • Izquierda: Tito Salas. Batalla de Araure.
  • Derecha: Jose Gil de Castro. Simon Bolivar, 1823-1825.

Breve repaso de la historia venezolana entre 1810 a 1821 II

1813 – 1814

Bolívar y las principales cabecillas se encontraban en el exilio, pero lograrían volver a la acción, para iniciar una lucha con el fin de tomar Caracas y recobrar la independencia perdida.

Este año de 1813 sería el de “Guerra a Muerte”, un decreto lanzado por Bolívar para advertir a todos los españoles que serían exterminados, incluso si eran inocentes, buscando la unión de los americanos para extinguir el poderío español.

Sin embargo, la causa independentista no era todavía abrazada por el pueblo, como señalamos al inicio, estas luchas eran llevadas a cabo por los grandes hacendados, las élites criollas, en un clima de desigualdad racial y social, donde la mayoría (mestiza y negra) no veía con buenos ojos apoyar a sus perpetradores, aunque claro está, hubo sus excepciones.

Desde el territorio colombiano, Bolívar encontraría apoyo en este territorio que le conferiría fuerzas militares y recursos económicos, que le permitirían realizar el paso de los Andes venezolanos, una cadena montañosa donde caía nieve, con el fin de ganar el territorio occidental de Venezuela, para desde allí, atacar directamente la ciudad de Caracas.

El 6 de octubre de 1813, sería proclamado Libertador en Caracas, pero sería el inicio de numerosos problemas para esta república, que tendría sus días contados por numerosos errores de índole social, económica y política, que permitirían el ascenso del caudillo español José Tomás Boves, que luchaba junto a negros, indios y mestizos, para favorecer sus intereses de clase perpetrando el desorden en el territorio.

En 1814 cuando las “infernales” huestes de Boves llegaron a Caracas, se provocó el exilio masivo al oriente del país, donde serían emboscados por los españoles, logrando Bolívar y otros insurgentes salvar su pellejo, para exiliarse en las Antillas.

La Tercera República

1817 – 1819

Bolívar y otros líderes lograrían entrar por las costas occidentales para restablecer la lucha, Boves había perecido en 1814 en la localidad de Urica, haciendo que su vasto ejército se dispersara, ya que no tenían ningún líder ni fuerzas emocionales para luchar; sin embargo, en 1815, emergería la figura de José Antonio Páez, el centauro de los llanos, quien al igual que Boves acaudillaría a los llaneros, pero esta vez, bajo las banderas patriotas.

En oriente existían varios líderes como Bermúdez o Manuel Piar, siendo este último, el responsable de conquistar la región de Guayana al sur del país, que le permitiría abastecer a las tropas patriotas de amas, alimentos y recursos estratégicos, para lograr la victoria sobre los españoles.

En 1819, sería el famoso Congreso de Angostura, donde Bolívar crearía la unión de la Gran Colombia, tomando esta ciudad como centro de operaciones en Venezuela, ya que los españoles todavía controlaban Caracas y el centro del país.

La Gran Colombia

Desde 1819 la unión había sido estipulada, aunque en Colombia sería ratificada en 1821, adhiriéndose a esta forma de gobierno, Panamá el mismo año, y luego Quito junto a Guayaquil en 1822.

Desde 1821 a 1830, esta gran nación suramericana existió, aunque los recelos sobre la autoridad de Bolívar junto a los grandes intereses, tanto de índole personal como extranjeros, acabarían con la segregación de estos territorios en las repúblicas que conocemos hoy, como Colombia, Ecuador, Venezuela.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Leopoldo Agreda Lovera

Bibliografía:

  • Memorias del General O´Leary.
  • Historia de Venezuela, SISO MARTÍNEZ,
  • J. Breve Historia de Venezuela, MORÓN, Guillermo.  

Puedes seguirlo en:

Imagen: Martin Tovar y Tovar. La batalla de Carabobo, 1887.

El contexto educativo en los inicios de la vida independiente.

Para los últimos momentos de la época virreinal, la identidad novohispana estaba plenamente formada y se diferenciaba completamente de la peninsular, de quienes a lo largo de los años gobernados por los Borbones se habían visto constantemente acosados ante la gradual perdida de lugares en la administración política en favor de funcionarios peninsulares. Los criollos habían tenido a lo largo de dos siglos y medios como sus principales profesores a los jesuitas, quienes les fueron inculcando valores que les fueron arraigando en su sentimiento de pertenencia como lo representaba el culto a la virgen de Guadalupe, cuando se da la expulsión de los jesuitas en 1767 quedaron en la orfandad al haber sido despojados de sus maestros, por lo que la comunidad intelectual novohispana de finales del virreinato tendrían como características un fuerte nacionalismo y estaban lo suficientemente preparados para responder ante las difamaciones procedentes de muchos ilustrados europeos quienes los menospreciaban por su condición de “colonos”. El propio Alexander von Humboldt encontró un panorama novohispano donde renegaban de la península a la que consideraban un estorbo para alcanzar el verdadero esplendor, sobre todo estaban alentados por el ejemplo dado por Estados Unidos de quienes se tenían noticias de su constante crecimiento como nación.

Este nacionalismo criollo fue el motor que impulsa la carrera autonomista primero como solución para el vacío de poder provocado por la invasión napoleónica, pero ante el fin forzoso provocado por el golpe de Gabriel del Yermo en 1808 provocaría el completo desencantamiento de la permanencia dentro de la monarquía hispánica y se decantan estos criollos por la independencia bajo el amparo de la Guadalupana, aunque esta alternativa no fue compartida y una parte importante de los criollos se mantendrían leales a la corona. Con la derrota de Morelos hacia 1815, el movimiento insurgente entraría en un periodo de constante declive y el reino parecía haber alcanzado la paz, pero ante la ausencia de alternativas para poder alcanzar algún nivel de autonomía hicieron que se fueran desilusionando del rey, pero el retorno al régimen liberal en 1820 hizo que el sector ultraconservador también se viese amenazado ante un orden donde amenazaban sus privilegios, por lo que de pronto amplios sectores de la sociedad quedaron de acuerdo en alcanzar la independencia.

El impulso de la Ilustración y los ejemplos aportados por Francia y EU habían hecho que tanto criollos como peninsulares empezasen a tomar en serio la necesidad de expandir la educación para toda la sociedad, ya que para ese entonces estaba limitada para las clases pudientes quienes tenían acceso a los colegios y universidades, mientras amplios sectores eran analfabetas al limitarse el nivel educativo a difundir el catecismo, muy pocos niños tenían suerte de aprender las primeras letras. Por un lado, los intelectuales criollos vieron como fundamental la promoción de la educación pública para demostrar a los ilustrados europeos que los novohispanos no eran inferiores a ellos y tenían la misma capacidad de progresar, esta misma preocupación fue llevada al pleno durante la discusión de las Cortes de Cádiz por parte del representante Ramos Arizpe, alcanzando el acuerdo mediante el articulo 366 con el que dejaban a los ayuntamientos la responsabilidad de establecer y cuidar las escuelas elementales, así como ocuparse por la promoción de la educación. El objetivo educativo iba en tres sentidos, el enseñar a todos a leer y a escribir, los principios fundamentales de la religión y sobre todo el fomento de la identidad patria hispánica, todo con el fin de infundir a todos los súbditos de la monarquía hispana una sola identidad centralizada y acabar con ello con las ideas autonomistas.

Esta misma preocupación fue atendida por los trabajos reformistas de la insurgencia, recibieron el mayor impulso durante el liderazgo de José María Morelos durante la promulgación de los “Sentimientos de la Nación” y de la Constitución de Apatzingán, estableciendo como principio básico para acabar con la desigualdad el combate a la ignorancia, quedando consignado como deber de estado en el artículo 117 como atributo del Supremo Congreso. Lamentablemente, ni la Constitución de Cádiz ni la de Apatzingán lograron trabajar de forma sostenida por grandes lapsos de tiempo al limitarse a las regiones que controlaban, quedándose solamente en buenos deseos ante un contexto de efervescencia bélica. Una vez alcanzada la independencia con la conformación del Primer Imperio Mexicano, se empiezan las labores legislativas mediante el trabajo en el Proyecto del Regimentó Provisional del Imperio en diciembre de 1822, reconociendo la necesidad de establecer institutos educativos, pero las condiciones que se encontraba la nación eran de una completa quiebra y esto hizo que fracasase cualquier intento de consolidar al imperio.

Con el derrocamiento de Agustín de Iturbide como emperador y el establecimiento de la república en 1823, empezaron pronto la labor legislativa para la conformación de la constitución, ocupándose del problema educativo los representantes José del Valle, Servando Teresa de Mier y Lorenzo de Zavala, quedando consignado como responsabilidad de los congresos estatales, pero no dejaron parámetros a seguir sobre como debía de darse la educación básico quedando completamente libre, lo que dio lugar al afianzamiento como principal institución educativa a la Compañía Lancasteriana establecida en 1822 por el médico español Manuel Codorniu, quien formaba parte de la comitiva de Juan de O’Donojú. El modelo educativo del sistema lancasteriano era el ideal para el contexto mexicano al haber pocos profesores, estableciéndose una relación entre el profesor con los alumnos más adelantados para que estos sirviesen para ayudarlo en el proceso de enseñanza con el resto de sus compañeros, convirtiéndose en la única directriz educativa durante la primera mitad del siglo XIX.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Josefina Zoraida Vázquez. Nacionalismo y educación en México. 

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Imagen: P. C. Klaestrup. Educación mutua, siglo XIX. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/como-era-la-educacion-publica-en-el-mexico-independiente

Los jacobinos en la conformación de la política mexicana.

A partir de 1816, el movimiento insurgente entra en su etapa de decadencia al ser vencido José María Morelos y sus seguidores, con la excepción de Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria quienes mantuvieron la llama independentista en movimiento locales y de bajo alcance, fue en estos años cuando surge el plan del padre Servando Teresa de Mier aprovechando la vuelta al absolutismo de Fernando VII donde esperaba usar a los liberales españoles para dar un nuevo impulso al movimiento independentista. Quien sí responde al llamado fue el general vasco Xavier Mina, destacado guerrillero quien enfrenta a los franceses en País Vasco y que se había ganado el prestigio, resultando traicionado por el rey al haber derogado las Constitución de Cádiz, por lo que se reúne con el padre Mier y consiguiendo el patrocinio de los masones ingleses salen de Londres con un pequeño cuerpo de voluntarios para llegar a la Nueva España. Tanto el viaje, la adquisición de armas en EU como el reclutamiento de soldados estuvo lleno de problemas que mermaron considerablemente la expedición, ni que decir a su llegada en abril de 1817 tuvo muy poco apoyo por las fuerzas insurgentes sobrevivientes encerrándose en el Bajío hasta su captura en octubre y posterior ejecución en noviembre.

Para ese entonces, la situación en el reino ya estaba bajo control y no se requirió que la corona mandase refuerzos gracias al reclutamiento intensivo de mestizos dentro del ejercito realista, pero con el éxito del golpe del general Del Riego en la península en 1820 donde se restituye el orden constitucional las elites criollas cuestionan la permanencia de seguir bajo la administración española y empiezan a organizar la independencia, donde el coronel Agustín Iturbide seria el que articula todos los grupos de interés en el virreinato, incluyendo a los insurgentes, para poder alcanzar el acuerdo de alcanzar la independencia, cosa que logra a lo largo de 1821 concretándose en agosto con la aceptación del Jefe Político español Juan de O’Donojú y culminando la consumación el 27 de septiembre con un proyecto de nación muy problemático. El padre Mier fue procesado por la Inquisición escapando de la ejecución gracias a sus influencias y fue recluido en la fortaleza de San Juan de Ulua, de la cual escapa cuando iba a ser mandado al exilio a La Habana para irse a refugiar a Filadelfia donde se dedica a publicar sus libros políticos. 

Una vez alcanzada la independencia, Mier regresa a México y entra de lleno en la vida política en el Congreso como representante de Nuevo León, manifestándose como un recalcitrante republicano y manifestando su animadversión hacia la investidura de Iturbide como monarca, las razones las tenemos en su largo exilio europeo y la influencia que obtuvo de sus amistades en los círculos ilustrados y logias masónicas, por lo que en sus textos vemos una profunda crítica hacia la situación social vivida en España, Roma y Francia. Para ese entonces, el contexto político está muy polarizado sobre el sistema de gobierno que se debía de optar, el caso contrario lo tenemos con los monarquistas quienes estaban influidos por el abad Dominique Pradt, quien reconocía la situación colonial como un problema donde las colonias solamente eran un sitio de abasto para las potencias europeas, pero decía que estas mismas iban madurando tanto material como en la percepción de su identidad y hacía que la independencia fuese inevitable. Pero también advertía que para el contexto de inicios de siglo XIX, el único ganador de las guerras independentistas era Gran Bretaña, quien gracias a su supremacía marítima y a su hegemonía industrial no requería de conquistar sino de hacerse del control económico para dominar el resto del mundo, por lo que hacía el llamado a la Santa Alianza de conformar monarquías hispanas a la manera de Brasil para hacer el contrapeso a los británicos y a su potencial heredero Estados Unidos.

Mier era un acérrimo critico de Pradt y defendía la viabilidad del proyecto republicano en las Américas, tomando en cuenta sus principales influencias como el obispo Henri Gregoire y el pensador británico Thomas Paine quienes le daban al pueblo la responsabilidad de poder autogobernarse sin la necesidad de la existencia de un monarca, sobre todo criticaba que la imposición de un monarca europeo solo llevarían los conflictos europeos a la situación americana. Si bien alababa el clima de libertades alcanzado por el pueblo británico en su lucha contra la corona, criticaba como el sistema garantizaba el monopolio económico para unas cuantas familias y la opresión a la que sometían a Irlanda, por lo que se debía de seguir los ejemplos de Estados Unidos y el de Francia, aunque de este último niega que el republicanismo haya sido la culpable de la violencia de la revolución adjudicándola a los jacobinos y a la intervención extranjera. Una vez externado su pensamiento, se vuelve uno de los principales opositores a Iturbide y participa en las conspiraciones en su contra, haciéndose cercano a Vicente Guerrero y Nicolas Bravo para apoyarlos en la rebelión para derrocarlo.

Una vez establecida la Republica, Mier participa en la conformación del Congreso Constituyente como el ideólogo del centralismo, en contraposición del federalismo apoyado en Miguel Ramos Arizpe, ya que se negaba a copiar sin más el modelo estadounidense al considerar a la sociedad mexicana poco preparada en materia política, más que nada por los indígenas de quienes tenía una noción negativa e incluso negaba al indigenismo identitario. De ahí que, hacia el llamado para conformar un gobierno fuerte y centralizado con una federación moderada, ya que el darles la soberanía a los estados consideraba podía dar lugar al separatismo, por lo que era importante iniciar un proceso donde educación a la sociedad mexicana para poder pasar al siguiente nivel que representaba EU y Gran Bretaña. Cuando se instaura la Constitución de 1824, Mier se retira de la política con desazón sobre el futuro del país al ver la inmensa desorganización de las facciones políticas influidas por las logias y la debilidad del gobierno, muriendo en 1827 pasando a la historia como uno de los primeros pensadores políticos de los que muchos consideran sus posiciones como acertadas ante una nación que surge con intereses muy dispares.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: David Brading. Los orígenes del nacionalismo mexicano.

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Imagen: Anónimo. Alegoría de la República, siglo XIX.

La sociedad poblana y la insurgencia.

Las cosas en el interior de la Intendencia de Puebla se iban perfilando hacia el apoyo a un plan autonómico de gobierno frente a la relación con la corona española, la cual siguieron considerando como principal representante legitima del poder y vieron en las Juntas de Cádiz una oportunidad de lograr sus objetivos, pero con el estallido del movimiento de Hidalgo en Guanajuato hizo que el obispo Manuel Ignacio Gonzales del Campillo viera con cuidado los debates y publicaciones celebradas. Se impone una censura hacia toda clase de publicación que pudiera mostrar alguna clase de simpatía hacia el movimiento insurgente, imponiendo la retórica de la importancia de la relación entre españoles y americanos, siendo el punto de origen de la forma de vida civilizada lleva hasta el momento y consideraba a todo cuestionamiento a la autoridad del rey como producto de la campaña de los franceses para quedarse con las riquezas.

Pese a su animadversión a los insurgentes, Gonzales del Campillo era partidario de promover una política de perdón hacia todo aquel que se hubiese levantado en armas, promoviendo el indulto tanto a las comunidades rebeldes como a los principales caudillos como Ignacio Rayo o incluso al propio José María Morelos. Intentaba demostrar lo errados que estaban los principios usados como justificación para la independencia y ponía a la nueva Constitución de 1812 como el compromiso de la corona de escuchar los reclamos y ofrecer una vida institucional regidas por la ley. Para esto resaltaba la participación de los representantes americanos como la señal de que el nuevo orden monárquico era incluyente para todos los sectores de la sociedad, ofreciendo la alternativa liberal que apostaba por los valores democráticos de la Revolución Francesa, los independentistas estadounidenses o incluso los derechos forales de Aragón. 

Pero desafortunadamente, esta campaña no pudo ser implementada por la muerte del obispo en febrero de 1813, dejando que el movimiento insurgente empezase a penetrar en las comunidades de la intendencia, pero de forma dividida. Mientras el sur había recibido a la campaña de Morelos con los brazos abiertos para darle paso hacia Oaxaca, el norte estaba a cargo de Francisco Osorno, quien no era muy organizado y dio pie a que sus huestes se avocaran por la rapiña, el desorden y la violencia, además de ser muy poco cooperativos con el resto de la insurgencia. Cuando Morelos logra tomar Oaxaca es cuando se da la campaña propagandística para promover la causa insurgente, la cual se quita las caretas y empieza a difundir la idea de la independencia total y quitarse de las pretensiones autonomistas, dándole legalidad con la convocatoria del Congreso de Chilpancingo y posteriormente el de Apatzingán para crear una nueva constitución, la cual por lo limitado del dominio que tenían y el arreciamiento de la contrainsurgencia tuvo poca aplicación.

La sociedad poblana fue muy activa en cuanto a su representatividad dentro del proceso legislativo español, llevando la agenda de lograr la igualdad de derechos para ser reconocidos como españoles como la única manera de acabar con la simpatía hacia la insurgencia, pero también había un temor por la fragmentación política si se llegaba a implementar la reforma política con la que los municipios tendrías las mismas condiciones que la capital Puebla, siendo partidarios de mantener el sistema de las repúblicas de indios y la de españoles. Esta pérdida de privilegios por parte de la clase política hizo que el entusiasmo por adoptar la Constitución de Cádiz bajara, sobre todo por el fomento a una mayor participación social en los puestos de los ayuntamientos al ponerlos sujetos a votación. Esos tiempos liberales pronto llegaron a su fin en 1814 con la derogación de la constitución al reinstaurar el absolutismo Fernando VII, coincidiendo con la decadencia del movimiento de Morelos hasta lograr ser capturado y fusilado, por lo que el retorno a la vieja política daría a los poblanos seguridad de que el rey regresaría a su papel de protector.

Tanto la diócesis poblana como el ayuntamiento le juran lealtad al rey, pidiendo una reducción de las cargas tributarias impuestas, algo que no fue oído y que el intendente uso los recursos de la iglesia para financiar lo que se le ocurriese. El clero no quedo contento con la designación como nuevo obispo a Antonio Joaquín Pérez Martínez por su posición beligerante con los demás miembros de la diócesis y su insistencia de cobrar los montos exigidos, algo que se volvió improcedente por la falta de recursos. Tanto la intransigencia por el cobro de impuestos, la persecución y fusilamiento de los insurgentes que chocaba con la postura moderada poblana y actos como la reinstauración de la Compañía de Jesús hizo que pronto se vieran decepcionados por las políticas peninsulares. Aunque muchas de estas medidas no fueron ejecutadas, como lo hizo el propio obispo Pérez Martínez quien protegió a los insurgentes rendidos dándoles el indulto y logrando su reinserción en la sociedad, dando la idea de poner a la Iglesia como protectora de la sociedad ante las arbitrariedades del poder civil.

Todos estos factores hicieron que la sociedad poblana se hiciese más crítica hacia el poder del rey, por lo que con la reinstauración del orden constitucional en 1820 dio pie a que afloraran todas las quejas por la administración de la intendencia y se produce un intenso debate público, cuestionando por ejemplo que se le diera preminencia a las Cortes de Madrid de lugar de la Constitución de Cádiz, argumentando la poca participación de legisladores americanos. Fue este clima lo que hizo que se tomara como una mejor alternativa el Plan de Iguala que seguir ilusionados que serían tomados en cuenta por los funcionarios peninsulares, adscribiéndose por la independencia y formando parte de la nueva nación que les garantizaría su participación social.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Alicia Tecuanhuey Sandoval. La independencia en la Intendencia de Puebla, del libro La Independencia en las provincias de México.

Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Antonio Joaquin Perez Martinez, principios de siglo XIX
  • Derecha: Anónimo. Capilla de Dolores junto al puente del rio Almoloya, al fondo el Templo de San Francisco, litografía del s. XIX, cd. de Puebla, Méx.

La campaña iturbidista en Chiapas.

Si bien la posición de Iturbide con respecto a la Capitanía General de Guatemala era la de anexarla y una vez que obtiene el título de emperador hace manifiesta su intención, meses antes desde Oaxaca es que inicia la campaña propagandística sobre sus provincias, encomendándolo al comandante Manuel Iruela y Zamora quien era una de sus personas de confianza y había sido comisionado a cargo de la provincia, teniendo repercusión tanto en Chiapas como en parte de la clase política guatemalteca. Es así que Iruela manda a diferentes militares para entrevistarse con los potentados de las ciudades para convencerlos de apoyar la tentativa, integrando al salvadoreño Pedro Lanuza quien fue decisiva su participación en Comitán, mientras el oficial Miguel Fagoaga entablaba los primeros contactos con los Aycinena de la capital.

Otra figura fundamental para la proliferación del proyecto iturbudista fue el español avecindando en Guatemala José de Oñate, quien fue contactado por Miguel Fagoaga y trabaja junto a Mariano Aycinena para plantear la estrategia de mandar agentes a las provincias para convencerlos de su adhesión al plan, añadiendo para convencerlos que les serian enviadas tropas desde México para asegurar su protección frente a cualquier posible agresión guatemalteca. Originalmente, Iturbide tenía la intención de mandar una expedición para someter al reino, pero los gastos que ocasionaría y el tiempo para organizarla podía demorar demasiado para que tuviese éxito, decidiendo mejor apostar por la vía diplomática carteándose con el ultimo gobernador español Gabino Gaínza quien tenía una postura moderada. Para convencerlo, le asegura que de aceptar la anexión las condiciones de la relación se iban a discutir en las Cortes, mientras a el le promete el mando de los ejércitos imperiales asignándole el título de “Generalísimo” y nombrarlo presidente de la regencia, informándole de los tratos que hizo con O´Donojú y sus pretensiones sobre Cuba.

De momento, en Guatemala desconocían sobre el acta de independencia de Comitán y al parecer Iturbide no pretendía anunciarlo para no levantar suspicacias pese a que era bien conocido en la Ciudad de México. Pero para la tercera semana de octubre de 1821 recibe una carta de Gaínza donde informa sobre la independencia de Guatemala el 15 de septiembre, respondido por parte de Iturbide con una breve felicitación donde respetaba la decisión, pero a su vez informaba sobre el paso de las tropas Trigarantes sobre su territorio para proteger las provincias que habían aceptado incorporarse al Plan de Iguala, comisionando a Manuel Mier y Terán para encabezar la expedición. Según el plan de Mariano Aycinena, el hacer conocer el anuncio de la expedición mexicana habría de acabar con toda resistencia, pero además de los efectos de la amenaza militar también se vale de su cuerpo de diplomáticos para persuadir sin tener que llegar a las armas, respaldándose tanto por José de Oñate como por el diplomático Tadeo Ortiz para ir debilitando el bloque independentista.

Mientras, Mier de Terán y sus tropas se disponen a entrar al territorio del reino por Chiapas, llegando a Tuxtla para terminar en Ciudad Real (San Cristóbal de las Casas), preparando el terreno para que los autonomistas se uniesen a México, pero la expedición llega a su fin antes de entrar en Guatemala a finales de octubre por un mensaje del propio Iturbide quien le pide no entrar, por lo que se retira de Chiapas en noviembre. La llegada de Mier y Terán a Chiapas no fue en vano, ya que gracias a sus habilidades de observación le otorga a Iturbide un reporte muy completo de su situación y la de Guatemala, sobre todo logra estrechar lazos con las elites chiapanecas pro mexicanas de Ciudad Real para incentivar al nivel popular el sentimiento de unión con México.

Según las observaciones de Mier y Terán, no era necesario mandar una expedición para someter Guatemala ya que se encontraba en condiciones económicas deplorables como para mantener un ejército propio, por lo que solo bastaba con mandar a un reducido número de tropas que mantuviese comunicación constante con la guarnición de Tehuantepec en el caso de que se desatara un conflicto y en cambio se tenía que llevar la lucha en el plano político por las diferencias existentes entre los independentistas. Sobre las condiciones que facilitaron la adhesión chiapaneca, describe que buena parte de su economía la basaba tanto en el aprovechamiento del añil como del comercio del cacao de Tabasco, además de ser su principal paso para llevar sus productos al mercado de Tehuantepec. Las relaciones con Guatemala eran reducidas y malas, ya que sobre ella tenían un historial de querer anteponer los intereses guatemaltecos sobre los Chiapas, por lo que estaban más ligados con Oaxaca y con México que con la capitanía.

El plan original de Mier y Terán sobre sus acciones en Centroamérica eran la de llegar hasta Panamá, por lo que ya tenía listo el pasaporte que le facilito el marqués de Aycinena para poder ingresar al territorio de la Audiencia. Sus informes de Guatemala dicen que en la capital había muchos escritores y políticos favorables a la anexión, pero les detenía la idea de convertirse en una provincia más del imperio, aunque sabiendo de sus principales deficiencias esperaban ver en México el papel de protector que los ayudase a salir de su miseria. De todas las provincias guatemaltecas, solo Chiapas era una garantía de mantener la fusión con México a perpetuidad, haciendo que Iturbide durante su reinado la empoderara al declararla “provincia incorporada para siempre al imperio”, otorgándole una comandancia general que fusionaba la administración tanto de Tabasco, Quetzaltenango y Totonicapán, mientras las elites chiapanecas por sus servicios a la provincia le otorgan a Mier y Terán su representatividad en las Cortes como diputado militar.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Mario Vázquez Olivera. El Imperio Mexicano y el Reino de Guatemala. Proyecto político y campaña militar, 1821-1823.

Imagen: Iglesia de Santo Domingo, Chiapas. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:IGLESIA_DE_SANTO_DOMINGO.JPG

La independencia vista desde Madrid

El gobierno que devino de la rebelión del general Rafael del Riego quien obliga a Fernando VII a instituir una monarquía constitucional, la cual debería de rendir cuentas ante Cortes que se reunirían en Madrid para tratar de corregir el destino del imperio que se caía a pedazos. Serán a estos las que les van a tocar recibir las inquietantes noticias de Juan Ruiz de Apodaca el 4 de junio de 1821, quien adornando la realidad notifica de la traición de Agustín de Iturbide que se había sumado al decadente movimiento insurgente creando un nuevo proyecto, el cual tenía el atractivo que estaba convenciendo a números sectores sociales que veían una propuesta viable que evitaba el conflicto de la revolución desencadenada en 1810, sobre todo advertía que al ir sumando a los principales jefes realistas corría el peligro de representar un serio peligro al conocer perfectamente el terreno, por lo que sería muy difícil de combatir y con un gran arraigo social.

La noticia enciende todas las alarmas de las Cortes de Madrid y el problema regresa a ser centro de atención de los debates, empezando a acelerar el proceso de resolución de los problemas americanos que estaban cerca de lograr sus objetivos. Los diputados novohispanos toman la iniciativa y fue Mariano Michelena quien propone elevar la representación americana a tres secciones y mandar un barco para atajar al relevo de Apodaca Juan O´Donojú, que ya estaba en altamar a tomar el puesto, para darle las noticias con la esperanza de que pudiese persuadir a los Trigarantes y al virrey de desistir con la independencia. No pararon de llegar los informes de los acontecimientos de América y a pesar de que no se reconoce la independencia de México, los diputados ya empiezan a hablar de nuevas naciones de las que era necesario entablar conversaciones con esos gobiernos, cambian el ambiente optimista de reformar el imperio a uno pesimista donde ya se reconocían las perdidas como insalvables.

Inicialmente, las Cortes mantuvieron una postura conciliatoria como política para acabar con 10 años de guerra que habían encendido los territorios americanos, asumiendo España el papel de madre que perdonaba los errores de sus hijos, por lo que pretendían que los insurgentes juraran la Constitución de Cádiz y vieran las ventajas, derechos y obligaciones que tendrían con el régimen liberal en contraposición del absolutista que provocaron los problemas. Los diputados americanos tenían la esperanza de que una vez conocidas las noticias en sus territorios de origen las rebeliones cesarían y se dispondrían a trabajar de nuevo juntos formando un nuevo pacto con la metrópoli, pero los diputados peninsulares de tendencia moderada no estaban dispuestos a acabar con la desigualdad jurídica y política con respecto a los territorios americanos, así como mantener la postura centralista de la monarquía como unidad territorial en lugar del proyecto federalista que pretendían los americanos, viéndose los diputados de ultramar cada vez mas desesperanzados de lograr un acuerdo entre peninsulares y ultramarinos.

A pesar de los informes sobre el movimiento de Iturbide, los diputados peninsulares se cerraron en su postura de mantener los estatutos que se habían llegado de acuerdo en Cádiz, mientras los novohispanos estaban consientes que el éxito que estaba rastrando la Trigarancia era porque veían que no había ventajas para permanecer con el sistema desigual, por lo que era necesario el camino de la autonomía y la igualdad para preservar el imperio. La propuesta novohispana era similar a las que se habían presentado a Carlos III en el siglo XVIII y era la de constituir los reinos americanos con Borbones a la cabeza y sus propias cortes jurando gobernarse con la Constitución de Cádiz, mientras a España le tocaba atender las relaciones exteriores y la defensa, pero ofreciendo una vinculación especial entre el reino de Nueva España y Guatemala, todas estas propuestas fueron rechazadas en cortes.

Los trabajos legislativos resultaron infructuosos, el movimiento Trigarante avanzaba como una avalancha acabando con toda posibilidad de mantener la unión con España, lo peor es que el Plan de Iguala recogia buena parte de las propuestas que los diputados novohispanos intentaban buscar la aprobación de las cortes, haciendo que Iturbide se ganara la admiración por parte de Lucas Alamán quien era diputado y como estaba logrando la independencia por la vía pacífica. Tanto Alamán como los demás diputados novohispanos exponían los lineamientos del proyecto iturbidista y como este estaba logrando los consensos para alcanzar la paz, pero los diputados peninsulares moderados marcaron distancia con un punto que estaban en total desacuerdo, el respeto al sistema de privilegios y sobre todo los intereses de la iglesia. Los moderados estaban luchando para llevar a cabo la desamortización de los bienes de la iglesia y acabar con los privilegios del clero, lo que llevo a discusiones entre Alamán con el presidente de las cortes José María Queipo del Llano, conde de Toreno, argumentando el guanajuatense la importancia de la religión como elemento de unidad, mientras Queipo veía como irresponsable seguir manteniendo los vicios del viejo régimen para retrasar los cambios que eran necesarios implementar.

A su llegada, O´Donojú vio que ya no había condiciones para reestablecer el gobierno que pretendían las cortes, pero sabiendo que no estaba dentro de sus potestades reconocer la independencia se dispone a negociar con Iturbide en Córdoba, por lo que manda correspondencia a las cortes para justificar su actuar al ver que el trato que ofrecían era completamente benéfico para los españoles al asegurar el respeto a sus propiedades, sugiriendo que hicieran los preparativos para que el rey recibiese a la delegación mexicana para entablar negociaciones y que el se preparaba a regresar una vez se haya instituido el congreso mexicano o que llegue el designado por las cortes a gobernar el país. La correspondencia llega hasta diciembre, meses después de muerto O´Donojú y se discute el tema entre los diputados, llegando a desconocer los Tratados de Córdoba el 13 de febrero, pero la situación peninsular no era nada halagüeña ya que se enteran que tanto Portugal como Buenos Aires reconocen la independencia junto con la de Guatemala y Yucatán. Tanto la bancada novohispana como algunos diputados peninsulares se mostraron a favor de negociar con México argumentando que no había condiciones para regresar al proyecto esperado por las cortes, pero gana la opción de desconocer la independencia y llama el conde de Toreno a los diputados proindependentistas a dejar sus puestos, por lo que así se inaugura una etapa de beligerancia que arraigaría en sentimiento antihispano en el nacionalismo mexicano mientras España decide arraigarse en sus viejos recuerdos imperiales.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: José Luis Quezada Lara. La Independencia de México vista desde las Cortes del Trienio liberal, 1820-1822, del libro Los tratados de Córdoba y la consumación de la Independencia. Bicentenario de su conmemoración 1821-2021.

Imagen: Anónimo. Cortes del Trienio Liberal en el que seria el Salón de sesiones del Senado, siglo XIX