La disolución de las izquierdas y formación del PRD.

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Las elecciones de 1988 en México fueron un hito crucial en la historia política del país, marcadas por un fuerte cuestionamiento sobre su legitimidad debido a presuntas irregularidades y fraudes. A pesar de la victoria oficialista del PRI y Carlos Salinas de Gortari, el proceso electoral generó un profundo descontento popular y una creciente demanda de democratización.

Cuauhtémoc Cárdenas, a pesar de no lograr revertir los resultados de las elecciones, capitalizó el impulso de la indignación popular para formar una plataforma política de izquierda que buscara la democratización del sistema desde adentro. Sin embargo, uno de los desafíos clave fue lograr el consenso y la unidad dentro de las fuerzas de izquierda, que históricamente habían estado fragmentadas y no habían logrado construir una base social lo suficientemente sólida para desafiar al PRI.

La propuesta de Cárdenas resultó atractiva para muchos debido a su capacidad para movilizar a la sociedad y su enfoque en promover la democracia y la participación ciudadana desde dentro del sistema político establecido.

A partir de octubre de 1988, los líderes de varios partidos y movimientos de izquierda, incluyendo el PMS, MAS, ORPC, CD, PLM, entre otros, liderados por Cuauhtémoc Cárdenas, iniciaron reuniones para establecer las bases del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Esta nueva formación política buscaba representar la pluralidad ideológica centrada en el ciudadano, aunque a cambio se requería la disolución de los partidos que formaban parte de la coalición.

La decisión de crear el PRD planteó un dilema para los antiguos miembros de las facciones socialistas, ya que observaron cómo se estaba replicando la estructura corporativista del PRI, lo cual contradecía los años de lucha contra el sistema. Sin embargo, también reconocieron la efectividad de participar en el juego político establecido, como se demostró durante el proceso electoral, lo que justificaba dejar de lado las exigencias ideológicas para apostar por un proyecto ciudadano.

Aunque persistieron dudas sobre la legitimidad de las elecciones y se confirmó la presidencia de Salinas, los partidos de izquierda, conocidos por su movilización popular, reconocieron las condiciones para luchar dentro del sistema democrático. Por lo tanto, era crucial avanzar hacia un proyecto de unidad progresista y democrática, abandonando dogmatismos y sectarismos que los habían mantenido separados durante años.

El proceso electoral de 1988 y su desenlace dejaron en claro que los partidos de izquierda por sí solos no podían captar suficientes votos para ser competitivos. El ejemplo del PMS con la elección de diputados, donde por si solos en el proceso de 1982 habian alcanzado el 4.08%, en 1985 el 3.30% y en 1988 repunta raquíticamente con un 4.31%, por lo que de persistir con esta estrategia en solitario iban en un evidente camino a la extinción.. La alta politización generada por este proceso electoral ofrecía una oportunidad única para construir una oposición más fuerte y competitiva.

La garantía de Cárdenas de no imponer una estructura ideológica rígida para el nuevo partido convenció a muchos militantes de izquierda a unirse al proyecto del PRD. Sus dirigentes comenzaron a trabajar en la negociación de los estatutos del partido. Aunque hubo intentos por parte de algunos militantes socialistas de conservar su identidad proponiendo una estructura de partido-frente similar a la del Movimiento 26 de Julio en Cuba o el Frente Sandinista en Nicaragua, prevaleció la idea de mantener una estructura ideológicamente diversa para dar cabida a los diferentes movimientos sociales.

El dilema se resolvió al acoger los principios de la Revolución Mexicana, dejando de lado la rigidez ideológica y adoptando las reglas de la democracia, lo que permitió que el PRD se convirtiera en un espacio político plural y abierto a la participación de diversas corrientes y movimientos sociales.

El proceso de definición de principios que amalgamaba a todas las facciones socialistas culminó con la conformación del PRD, aunque no evitó las críticas de algunos militantes socialistas. Estos cuestionaron la superficialidad ideológica del postulado fundacional del partido, señalando la falta de análisis de la problemática clasista de la sociedad mexicana y la ambigüedad del concepto de la «Revolución Democrática», que parecía referirse al periodo anterior a la revolución socialista.

A pesar del debate ideológico, se logró alcanzar el consenso de las bases y del 5 al 7 de mayo de 1989 se llevó a cabo la Asamblea Constitutiva del PRD, que inicialmente contó con 80,000 afiliados. Se cumplió con la disolución de los partidos previa al PRD, y una semana después el PMS anunció su fin, reconociendo la importancia histórica del proceso electoral de 1988 como un punto de inflexión hacia la democratización y equiparando la formación del PRD con eventos significativos como la revolución y el cardenismo.

Aunque en su constitución el PRD no adoptó explícitamente la ideología socialista, sus militantes vieron en el partido un instrumento para educar a sus votantes hacia esa ideología, en sintonía con el contexto social de la época.

En los albores de la última década del siglo XX, se hizo evidente que las divisiones ideológicas tradicionales dentro del socialismo no estaban sirviendo a las necesidades de la sociedad. Las diferencias entre marxistas, trotskistas, maoístas, cardenistas y otras facciones no estaban contribuyendo al objetivo común de proporcionar oportunidades a los sectores más desfavorecidos para que pudieran progresar. La nueva izquierda del siglo XXI se caracterizaba por su capacidad para acoger diferentes corrientes ideológicas, como el socialismo, el liberalismo y el nacionalismo, con el fin de alcanzar los objetivos fundamentales de la Revolución Mexicana.

Esta nueva perspectiva política surgió aprovechando el fracaso del neoliberalismo, que no lograba resultados inmediatos en el bienestar social, y el autoritarismo del antiguo sistema, que mostraba signos de erosión popular en su control sobre el país. El PRD se consolidó como un actor relevante en el proceso de democratización, ganando gradualmente terreno durante aproximadamente 25 años. Durante este período, el partido mantuvo una competitividad constante en los diferentes niveles electorales, logrando obtener importantes gobernaturas y bancadas legislativas.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Massimo Modonesi. La crisis histórica de los comunistas mexicanos, del libro Camaradas. Nueva historia del comunismo en México.

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Las polémicas elecciones de 1988.

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La campaña presidencial para las elecciones de 1988 demostró que la política económica neoliberal implementada por Miguel de la Madrid no resolvía los fuertes problemas de desigualdad económica en amplios sectores de la sociedad. La campaña de Cuauhtémoc Cárdenas por el Frente Democrático parecía una alternativa real para revertir la pérdida de confianza social en el gobierno, que postuló al tecnócrata Carlos Salinas de Gortari.

Todo indicaba que el pueblo manifestaría su descontento en las urnas. Sin embargo, el sistema electoral estaba poco desarrollado, lo que permitió al PRI manipular a su favor la estructura del sistema para seguir manteniendo el gobierno. Esto se manifestó en casos judiciales donde la oposición denunció irregularidades durante el proceso electoral.

La polémica «caída del sistema» fue un punto crucial en estas elecciones. Al inicio del conteo de votos, se observó una tendencia favorable hacia Cárdenas. Sin embargo, durante la noche del 6 de julio, la señal de televisión se interrumpió y el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, quien estaba a cargo de la organización de las elecciones, anunció que el sistema computacional utilizado para el conteo se había «caído». Al reanudarse en la mañana siguiente, se anunció un resultado favorable a Salinas, lo que generó acusaciones recurrentes de la oposición hacia el gobierno.

Los resultados de las elecciones mostraron un 50.36% de los votos a favor de Carlos Salinas, el 30.8% para Cuauhtémoc Cárdenas, el 17% para Manuel Clouthier, el 1% para Gumersindo Magaña y el 0.4% para Rosario Ibarra, con un alto abstencionismo del 48%, mayor que el 25% registrado en las elecciones de 1982. Este tema es relevante debido al alto grado de politización de la sociedad que rodeó las elecciones y los resultados obtenidos.

Se teorizó sobre varias razones que podrían explicar estos resultados. Una de ellas es que en elecciones anteriores, el PRI se encargaba de movilizar más el voto a través de las corporaciones clientelares, pero esto se redujo dada la situación social. También se planteó la posibilidad de que las cifras de votos en elecciones anteriores estuvieran infladas para demostrar la fuerza social del sistema mexicano. Además, los primeros conteos no incluyeron los votos anulados o por candidatos no registrados, lo que pudo haber elevado los votos de Salinas.

La retórica del fraude durante la campaña enardeció los ánimos y radicalizó la posición de Cárdenas, quien se declaró ganador y pidió la anulación de la elección, llamando a la movilización popular para defender el voto. Esto llevó la presión al Colegio Electoral conformado por diputados, donde el PRI hizo valer su mayoría y con 260 votos contra 240 se confirmaron las elecciones como válidas.

Al movimiento de Cárdenas se unieron el panista Clouthier y Rosario Ibarra. Sin embargo, el PAN reculó su posición al ver que no lograrían la mayoría en el Consejo Nacional y optaron por una estrategia de cooperación limitada con el gobierno entrante, dejando solo a su candidato en el intento de conformar un bloque en defensa de la democracia.

Aquí surgieron discrepancias sobre las elecciones, ya que los resultados de las elecciones legislativas no fueron cuestionados y se reconoció la mayoría priista con sus 260 representantes. Cárdenas trató infructuosamente de lograr que 11 diputados priistas cambiaran de parecer y anularan el proceso o desconocieran a Salinas como presidente. Sin embargo, pronto comenzaron a presentarse divisiones internas dentro del frente, ya que varios partidos satélites veían amenazadas las pocas curules que tenían en el Congreso.

Durante la calificación de las elecciones, se logró concretar la aprobación con 263 votos a favor. Tres diputados más se sumaron a la aprobación, 150 se salieron de la cámara y 83 votaron en contra. El PRI era demasiado fuerte para imponer condiciones, ya sea con el PAN al reconocerles las curules ganadas y sobre todo al aceptar la derrota en la gubernatura de Baja California. Mientras tanto, los partidos satélites lograron el mínimo de representantes electos, por lo que el movimiento de Cárdenas fue quedándose solo.

Por primera vez en la vida democrática del país, una fuerza opositora, el Frente Democrático Nacional (FDN), logró concentrar una gran votación, superando a Ezequiel Padilla, quien obtuvo el 19.3% en las elecciones de 1946. Esta concentración de votos se tradujo en 139 curules en la Cámara de Diputados, de las cuales 29 fueron de mayoría y 110 de representación proporcional. Por su parte, el PAN obtuvo 101 curules, 38 de mayoría y 63 de representación proporcional. Además, los partidos satélites aumentaron sus diputados: el PFCRN subió del 2.47% en 1985 al 9.19%, el PPS del 1.96% al 9.19% y el PARM del 1.65% al 6.19%. En contraste, el PRT y el PDM perdieron su registro. En el Senado, el PRI obtuvo 60 escaños, el FDN 6, y el PAN ninguno.

A pesar de la victoria pírrica del PRI en la presidencia, por primera vez en el Congreso perdió la mayoría de controlar dos tercios. Esto obligó al PRI a depender nuevamente de los partidos satélites para preservar su mayoría. Mientras tanto, el FDN se convirtió en la voz antisistema que pedía la renuncia de Salinas de la presidencia, y el PAN asumió la posición de árbitro en las discusiones, manteniendo conversaciones y señalando continuamente las formas antidemocráticas del oficialismo.

Si bien no se logró destronar al PRI, que se había mantenido en el poder desde la implantación del sistema presidencialista revolucionario, el partido perdió gran parte de su base social, la cual movilizaba masas para votar a su favor. Esto se debió principalmente al cambio en la estructura económica hacia el modelo neoliberal, que dejó a amplios sectores en la indefensión ante los grandes cambios que implicaba la integración a la economía mundial frente al modelo proteccionista.

La oposición ganó a estas bases, que vieron en sus partidos alternativas a la vieja política. Así, el electorado simpatizante del PAN y del nuevo partido que nacería con la unión de todas las izquierdas, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), empezó a crecer. A partir de entonces, las posiciones de elección popular del PRI comenzaron a mermar.

La ilegitimidad y las sospechas de fraude que rodearon al gobierno de Carlos Salinas llevaron al sistema a tomar la iniciativa para mejorar los procesos electorales y preservar la paz social mediante el reconocimiento de la democratización de la sociedad. Como resultado, se retiró a la Secretaría de Gobernación la tutela de las elecciones y se formó un organismo autónomo encargado de vigilar el proceso: el Instituto Federal Electoral (IFE), iniciando así la democratización del país.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Irma Campuzano Montoya. Las elecciones de 1988, de la revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México no.23.   

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Imagen: S/D. Carlos Salinas de Gortari y Manuel Bartlett. Fuente: https://www.infobae.com/america/mexico/2021/11/02/que-fue-la-caida-del-sistema-en-1988-y-por-que-estan-involucrados-manuel-bartlett-y-salinas-de-gortari/

Los candidatos de 1988.

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A lo largo de su historia, el PRI ha mantenido una línea dinámica en su base ideológica política, adaptándose a las circunstancias de su tiempo para mantener una estructura social sólida. Sin embargo, esto también ha llevado a que aquellos que representaban los viejos intereses a menudo se convirtieran en disidentes que no estaban de acuerdo con los nuevos rumbos del partido, saliéndose e intentando ganarse el favor popular sin éxito.

Rumbo a las elecciones de 1988, el modelo neoliberal implementado por Miguel de la Madrid no había logrado la estabilidad esperada debido a desafíos como el contexto internacional turbulento, la caída de los precios del petróleo y la baja entrada de capitales. Esto llevó a una crisis nuevamente y a la devaluación del peso. En este contexto, el sector nacionalista, seguidor de la línea estatista, comenzó a cuestionar y criticar al neoliberalismo por su falta de resultados.

Este bloque trató de llevar a debate dentro de las bases del partido su orientación mediante el proceso democrático para convertirse en la oposición al poder del mismo presidente.

Así se conformó el bloque Corriente Democrática, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, quienes estaban inconformes tanto con la selección del candidato oficial, Carlos Salinas de Gortari, como con la permanencia del rumbo neoliberal trazado por De la Madrid. Debido a la conformación autoritaria del PRI, el CD rápidamente se convirtió en un paria dentro del partido, y no se permitía a nadie cuestionar al presidente.

El anuncio de la candidatura de Carlos Salinas se dio a conocer el 4 de octubre de 1987, y fue tan sorpresiva la decisión que una estación de radio tuvo problemas por asegurar que el candidato sería Sergio García Ramírez, procurador de la PGR. Incluso cuando se oficializó la candidatura, el cacique sindical Fidel Velázquez abandonó la sede del partido mientras Salinas pronunciaba su discurso. Esto, siendo una de las principales figuras de la estructura oficialista, se interpretó como un momento de crisis interna.

Dado su contexto, el PRI no podía seguir anclado en el pasado corporativo y debía modernizarse. El proyecto salinista abarcaba una reforma democrática que abandonara el sistema de prebendas tradicional para dar lugar al juego democrático dentro del partido y a nivel nacional.

Después de la elección de Carlos Salinas, tanto Cuauhtémoc Cárdenas como el resto de la Corriente Democrática (CD) abandonaron el PRI y apostaron por un nuevo proyecto político que se alejara del neoliberalismo. Su primera parada fue integrarse a las filas del PARM, un antiguo partido satélite del PRI que dejó de ser útil con la reforma política. Con esto, iniciaron la suma de otros partidos satélite y nuevos que vieron en la candidatura de Cárdenas una opción realista para derrotar al oficialismo en las urnas.

Uno de los problemas del llamado Frente Democrático Nacional fue la participación de los partidos de izquierda, cuyas bases doctrinales representaron un obstáculo al momento de unirse. Incluso el mayor partido de izquierda, el PMS, enfrentó serias disputas que retrasaron su integración a la campaña hasta el 6 de junio de 1988. Estas disputas ideológicas fueron uno de los problemas constantes que tuvo el partido sucesor del movimiento, el PRD.

La dinámica del neocardenismo se basaba en colocar la toma de decisiones directamente en las bases populares, movilizándolas para hacer escuchar su punto de vista. Se buscaba que el pueblo estuviera integrado en las políticas implementadas a nivel nacional, especialmente en temas económicos. Una de sus exigencias principales era la democratización del sistema político nacional.

En las campañas, tanto Cárdenas como Manuel Clouthier del PAN utilizaron el discurso del fraude como una amenaza que podría darle la victoria al PRI. Este discurso hizo que las autoridades electorales les dieran poco tiempo para sus anuncios, lo que fue utilizado por ambos partidos como parte de sus discursos ante sus seguidores. Sin embargo, el tema principal de la campaña era la crisis económica y su posible profundización en caso de que Salinas ganara.

Una de las demostraciones de fuerza en las campañas fue la concentración de militantes en las giras, algo en lo que tanto Cárdenas como Clouthier destacaron. Mientras que al principio Salinas se negó a realizar mítines, ante el impacto propagandístico que representaba para la oposición, comenzó a realizarlos. Sin embargo, estos fueron vistos críticamente al ser financiados por el gobierno con recursos del erario, lo que perjudicó aún más la imagen del candidato priista.

El fracaso del sistema neoliberal implementado por De la Madrid fue uno de los temas principales de la elección. Esto obligó a Salinas, en las últimas semanas de campaña, a cambiar su discurso asegurando que, de ser necesario, podría entrar en estado de moratoria en los pagos de la deuda. Sin embargo, esto no redujo la tensión social hacia el PRI, como se demostró cuando estalló una bomba cerca de la casa de campaña.

La campaña de Manuel Clouthier se caracterizó por un cambio de rumbo en los principios del PAN. A lo largo de su historia, el PAN había mantenido una ortodoxia ideológica que lo llevó a no concertar alianzas con otros sectores sociales, pues estaba en contra de sus principios. Sin embargo, en los años 70 empezó a ganar lugar una postura pragmática que permitía una mayor permeabilidad social. Esto hizo que su postura antisistema tuviera una mayor repercusión, e incluso finalmente aceptaron el financiamiento público del que por décadas se habían negado a recibir.

Aunque Cárdenas había alcanzado una gran popularidad al congregar a los sectores sociales inconformes con el cambio de sistema económico, su nivel ideológico era débil debido a la diversidad de grupos de intereses que lo conformaban. Por ello, tuvo que reconocer que la salida del CD del PRI se debió a la falta de acuerdos políticos, no técnicos. Ofreció ponerse de acuerdo con todos los simpatizantes para fijar una línea de acción en el gobierno.

Así, finalizaron las campañas de 1988 con una sociedad altamente politizada que veía en la democracia la forma de cambiar las cosas. Fue la primera vez que el PRI se vio realmente amenazado de perder las elecciones. Sin embargo, la estructura de las fuerzas del sistema y la debilidad de la organización institucional electoral en manos del gobierno les dieron la oportunidad de recurrir a cualquier recurso para ganar.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Irma Campuzano Montoya. Las elecciones de 1988, de la revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México no.23.   

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La situación política en la década de los 80.

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La situación del país a finales de la década de los 80 era precaria, con la implementación de reformas neoliberales por parte del presidente Miguel de la Madrid, quien asumió el cargo en 1982. Sin embargo, estas reformas no generaron resultados inmediatos para resolver los problemas económicos y la crisis que se agravó tras el terremoto de 1985. Esto llevó a cuestionar los resultados del gobierno de De la Madrid y provocó la escisión de una parte del PRI para unirse a la izquierda.

Ante el riesgo evidente de que el PRI perdiera fuerza en las elecciones o incluso la presidencia, el gobierno tuvo que recurrir a las estructuras que mantenía bajo su control. Esto incluía el sistema electoral, que estaba bajo la dependencia de la Secretaría de Gobernación a través de la Comisión Federal Electoral (CFE). Una estrategia que el partido tenía para mantener su hegemonía era la aplicación de una reforma para dar a los partidos espacios de representación proporcional en el poder legislativo. Esto garantizaba a todos un número determinado de diputados y senadores sin pasar por el voto, lo que desencadenó una crisis para los partidos satélites del PRI, como el PPS, PARM y PST. Al dejar de ser útiles al no ser necesarios sus 8 representantes para mantener la mayoría frente a los 5 de la oposición, pusieron en riesgo su existencia al tener que buscar votantes.

Otras disposiciones para garantizar el proceso electoral incluyeron la creación del Tribunal de lo Contencioso Electoral, destinado a combatir el fraude electoral. Sin embargo, este tribunal carecía de fuerza para castigar actividades ilegales relacionadas con la movilización del voto. Aunque su existencia representó un paso importante como antecedente para la investigación seria de delitos electorales.

Con las reformas referentes a los diputados plurinominales, la Cámara de Diputados aumentó su número de integrantes a 500. Esto tuvo efectos positivos al rebasar la capacidad del PRI para mantener la mayoría absoluta, aunque no la mayoría calificada. Como resultado, el PRI se vio obligado a negociar con los partidos de oposición para sacar adelante algunas reformas.

Estos cambios constitucionales propiciaron la escisión del PRI, dando origen a la llamada Corriente Democrática liderada por Cuauhtémoc Cárdenas. Esta corriente se unió con otros partidos de izquierda para formar el Frente Democrático Nacional, al que también se sumó el PARM, que ya no tenía ninguna utilidad para el proyecto político del PRI y cuyos principios estaban en contra del sentido neoliberal del gobierno al representar el nacionalismo revolucionario.

El panorama para el PRI se volvía cada vez más adverso, con factores simbólicos como la aparición por primera vez de su candidato sin el respaldo de algún partido satélite. Sin embargo, el problema más importante era el avance de la oposición. Por un lado, la pérdida de una parte de sus bases sociales debido a la separación de la Corriente Democrática, que respaldaba la candidatura de Cárdenas, y por otro, el PAN empezaba a ganar poder regional al obtener el control en varios municipios del país.

Ante estos desafíos, el PRI decidió realizar un proceso interno para elegir al candidato presidencial, postulando a varios funcionarios y gobernadores como Manuel Bartlett, Alfredo del Mazo, Ramón Aguirre, Miguel González Avelar, Sergio García Ramírez y Carlos Salinas de Gortari. Descartaron por completo las pretensiones de los líderes de la Corriente Democrática, como Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, lo que provocó la separación definitiva del frente nacionalista.

Ante la amenaza que representaba esta separación, el gobierno intentó invalidar el registro del FDN para las elecciones de 1988. Sin embargo, dentro del PRI, la figura de Cárdenas aún tenía fuerza y esto impidió que su candidatura fuera anulada. Además, ya tenía preparadas varias alternativas para poder participar gracias al respaldo de los partidos que conformaban la alianza.

La selección de Carlos Salinas de Gortari como candidato del PRI generó controversia dentro del partido, ya que a pesar de su participación en las decisiones económicas durante el gobierno de De la Madrid, había ganado enemigos dentro de la estructura priista. Figuras como Fidel Velázquez, Joaquín Hernández Galicia «la Quina», Alfredo del Mazo, Jesús Silva Herzog y otros funcionarios no estaban de acuerdo con su línea neoliberal, que confirmaba la dirección económica del gobierno.

La carrera de Salinas en el servicio público comenzó en 1971, aunque tuvo que interrumpirla para realizar estudios de posgrado en el extranjero. Regresó en 1979 y, debido a su especialización técnica, formó parte del gabinete de Miguel de la Madrid. Estaba convencido de que la implementación del sistema neoliberal llevaría a la modernización del país. Para lograrlo, Salinas consideraba que el gobierno tenía un tamaño excesivo en términos de funciones y que era necesario deshacerse de muchas empresas paraestatales, transfiriéndolas al sector privado para que México tuviera los recursos necesarios para enfrentar los desafíos externos. Sin embargo, esta idea no era respaldada por gran parte de la estructura priista debido a los resultados limitados durante ese sexenio.

Manuel Clouthier, empresario sinaloense, destacó como figura opositora al gobierno, especialmente en temas como las expropiaciones de Luis Echeverría en el valle del río Yaqui y la expropiación de la banca. Su perfil se volvió muy popular en el noroeste del país debido a su beligerancia contra el oficialismo cobijado por el PAN.

Cuauhtémoc Cárdenas, por su parte, había militado en el PRI durante gran parte de su vida política, defendiendo los valores revolucionarios de su padre. Al convertirse en gobernador de Michoacán en 1980, se enfrentó a las medidas neoliberales de De la Madrid, convirtiéndose en un crítico ferviente de ellas. Esta postura lo llevó a ser saboteado por la presidencia al no proporcionarle los recursos necesarios, lo que lo convirtió en un serio rival dentro de la estructura del PRI y en contra del nuevo orden económico.

En cuanto a la izquierda, otros perfiles también buscaron participar en las elecciones. Heberto Castillo del PMS, con una destacada trayectoria en la resistencia socialista universitaria, fue uno de ellos. Sin embargo, la separación de Cárdenas del PRI y la oportunidad que representaba de sacar al PRI del gobierno llevó a Castillo a declinar su participación. Otros candidatos de izquierda incluyeron a Gumersindo Magaña de los sinarquistas y Rosario Ibarra del PRT, aunque tuvieron un apoyo marginal al no contar con el respaldo del PAN y el PMS, respectivamente.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Irma Campuzano Montoya. Las elecciones de 1988, de la revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México no.23.   

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La decadencia del comunismo mexicano.

Imagen: S/D. Marcha de Corriente Democratica encabezada por Cuauhtemoc Cardenas, hacia 1986. Fuente: https://www.excelsior.com.mx/nacional/2016/10/09/1121408

La formación de la izquierda moderna.

Si bien el régimen presidencialista se había abierto al pluralismo partidista a principios de la década de los ochenta, la izquierda no lograba conformar la unidad para ser una opción competitiva. La existencia de facciones ideológicas y de intereses de sus respectivos líderes hizo que fuera imposible conformar una propuesta sólida. Inesperadamente, la crisis económica que experimentó el país a principios de la década hizo que el régimen cambiara la orientación de sus políticas y abandonara el nacionalismo revolucionario para adoptar el neoliberalismo como opción para salir de las deudas. Esto provocó el quiebre con un sector del PRI identificado con la izquierda oficialista que ya no se identificaba desde el punto de vista ideológico, pero sobre todo porque no habían sido beneficiados dentro del régimen.

Todo esto conformó el bloque “Corriente Democrática” bajo la dirección del entonces gobernador de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas, y el veterano político Porfirio Muñoz Ledo, quienes junto con otros priistas mostraron su desacuerdo con el cambio de dirección del gobierno. Tanto ellos como sus seguidores anunciaron su renuncia al partido en octubre de 1987.

El liderazgo de Cárdenas era un gran atractivo para los sectores nacionalistas. Utilizando la figura de su padre, el general Lázaro Cárdenas, muchos lo asociaron con el sector socialista que había construido el sistema político moderno, convirtiéndolo en una figura atractiva para los partidos de izquierda que veían en él una oportunidad de destacar en el escenario político. Como consecuencia de su renuncia al PRI, además de llevarse a los políticos que acusaban la falta de democracia dentro del partido, se sumaron partidos satélites que habían acompañado al régimen durante décadas, como el PPS fundado por Lombardo Toledano, así como otros partidos como el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM).

Sin embargo, surgieron problemas con el caso del PMS de Heberto Castillo, donde surgieron conflictos sobre los pasos a seguir. Algunos cuestionaban si debían apoyar la candidatura de su líder a la presidencia o adoptar una actitud pragmática y sumarse al respaldo a Cárdenas. Esto llevó a una lucha de liderazgos y a acusaciones hacia Castillo de tomar una posición caudillista, mientras que sus partidarios acusaban a Cárdenas de querer resucitar el añejo presidencialismo con una clara orientación lombardista, cuestionando su compromiso con la democracia.

Así, los miembros del PMS se debatían entre aprovechar la oportunidad que les daba la candidatura de Cárdenas o mantenerse fieles a sus principios de luchar contra el sistema presidencialista a través de la democracia. Esto provocó que algunos de sus miembros abandonaran el partido para unirse al movimiento cardenista, al ver que en sus años de existencia no habían logrado formar una base social sólida. Mientras tanto, la popularidad de Cárdenas crecía entre los sectores populares, quienes lo veían como la opción para salir de la crisis que las nuevas fórmulas neoliberales no habían logrado resolver, dando paso a la formación de un bloque entre el CD del PRI, el PARM y el PPS, llamado «Frente Democrático Nacional» (FDN), algo que el resto de los partidos de izquierda no podían ignorar.

El postulado ideológico del movimiento sería la defensa del legado de la Revolución en el desarrollo del país, conformando una alianza pluriclasista que lucharía tanto por defender la soberanía de los recursos nacionales, como por velar por los intereses de los sectores populares y construir una democracia integral en el país. Se llamó tanto al PMS como al PRT a unirse en la candidatura al compartir las mismas metas.

Además de los militantes de los partidos, el sector intelectual también abogaba por la necesidad de apoyar las pretensiones de Cárdenas si se esperaba consolidar un sistema democrático. Hacían un llamado para abandonar sus posiciones ideológicas y aprovechar lo que veían como una oportunidad para lograr este objetivo. Mientras tanto, los sectores de la izquierda radical criticaban esta postura oportunista y llamaban a la toma de conciencia de la sociedad.

Para sustentar su postura, el PMS recordaba la trayectoria de Cárdenas dentro del PRI y cómo había permanecido en el partido cuando le convenía, así como su paso por el Movimiento de Liberación Nacional en los años sesenta. Con el fin de asegurar su independencia, Castillo radicalizaba su discurso pretendiendo alcanzar una posición purista. Llamaba al resto de los partidos socialistas a unirse asegurando la pervivencia de sus principios.

A pesar de los esfuerzos de Castillo por alzarse como defensor de los valores socialistas, la tendencia dentro de los partidos de izquierda era inclinarse hacia la opción cardenista. No solo conformaban alianzas, sino que también abandonaban sus partidos para unirse a la campaña de Cárdenas. Por lo tanto, para junio de 1988, Castillo sucumbió y anunció su renuncia a la candidatura para apoyar a Cárdenas.

Dentro del convenio de alianza entre los dirigentes de los partidos, se fijaron como objetivos lograr la democratización del país, poner fin al sistema del partido único, garantizar la igualdad para todos los partidos, promover la competencia y proporcionalidad dentro del gobierno, fomentar el federalismo y la soberanía municipal, asegurar la libertad y el derecho a la información, reafirmar la importancia del Estado sobre la soberanía de los recursos energéticos, velar por la autonomía universitaria, y promover la justicia social, entre otros puntos.

A pesar de este giro contradictorio donde la izquierda tuvo que valerse de un sector del PRI para ganar elecciones en lugar de haber conseguido una base propia, era evidente que muchos partidarios veían el atractivo que representaba Cuauhtémoc al ser un representante del cardenismo, que gozaba de buena popularidad. Por lo tanto, muchos prefirieron usar su imagen para alcanzar el objetivo de arraigar el socialismo en el país, revirtiendo así la tendencia de alejamiento de la sociedad.

Así, para las elecciones de 1988, la izquierda había conformado una candidatura fuerte capaz de congregar a las masas que demostraban su apoyo a la causa cardenista. Esto se tradujo en una seria amenaza para el PRI, que veía cómo se desmoronaban las bases que habían construido a lo largo de décadas en tan solo unos meses.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Massimo Modonesi. La crisis histórica de los comunistas mexicanos, del libro Camaradas. Nueva historia del comunismo en México.

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Imagen: Pedro Valtierra. Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Heberto Castillo, durante la fundación del PRD, en el Zócalo de la Ciudad de México. Fuente: https://elpais.com/mexico/2023-07-10/la-vida-de-porfirio-munoz-ledo-en-imagenes.html