El proceso de apertura económica en México y las privatizaciones de empresas paraestatales también promovieron el sector bursátil mexicano como una alternativa de inversión frente a la banca tradicional o el traslado de recursos a la banca estadounidense. Desde finales de 1985 hasta 1986, las casas de bolsa captaron cerca de 2.3 y 9.6 billones de pesos, respectivamente, lo que impactó negativamente en la banca tradicional. Esta situación provocó que los recursos operados en la bolsa aumentaran significativamente, pasando del 18.1% del PIB en 1978 al 70% en 1986.
El gobierno comenzó a participar en la bolsa ofreciendo productos de inversión como los certificados de la Tesorería o CETES, para captar recursos garantizados por las obras realizadas por el gobierno. Así, surgió el boom de la Bolsa Mexicana de Valores al ofrecer a los inversionistas ganancias sustanciales por la compra de sus activos. Por ejemplo, las acciones de empresas mineras tuvieron rendimientos del 650%, las de constructoras del 300%, las de comunicaciones del 220%, los servicios del 180% y las de comunicaciones del 165%. Esto convirtió a la bolsa en un medio seguro para obtener ganancias significativas.
La alta especulación entre 1982 y 1986, debido a la ausencia de emisiones primarias (dinero fresco), generó altos rendimientos en la bolsa mexicana. Las ganancias obtenidas por este interés del público por las inversiones ascendieron a 7,989 millones de pesos para las 25 casas de bolsa, lo que representaba el 47.2% del capital social pagado.
El panorama mejoró con la entrada de las acciones de la banca nacionalizada en 1987, que resultaron ser un producto muy atractivo para el pequeño ahorrador. Esto aumentó el valor de la bolsa en un 150%, lo que incentivó a muchas familias a invertir sus recursos familiares, hipotecar sus propiedades o utilizar sus indemnizaciones por despido para comprar activos en la bolsa. Ante la alta demanda, se tuvo que restringir la cantidad de compras realizadas por los brokers.
Sin embargo, esta tendencia positiva se vio interrumpida el 19 de octubre debido al «lunes negro» de Wall Street, causado por la especulación y la publicación de malos datos sobre el déficit económico estadounidense. Esto provocó una pérdida del 22.61%, que se tradujo en una caída del valor de las acciones en México del 74%. El nerviosismo resultante llevó a los inversionistas más experimentados a retirar sus inversiones y comprar dólares, lo que causó una nueva devaluación del peso, pasando de 1700 pesos por dólar a 2700 pesos, y aumentando la inflación en un 160%.
La crisis bursátil provocó una cacería de culpables, con muchos ahorradores responsabilizando al gobierno por no imponer regulaciones a los movimientos bursátiles, supervisarlos y realizar acciones de rescate para evitar la caída de la bolsa. Esto llevó a que muchas familias perdieran su patrimonio debido a su falta de experiencia en el campo accionario, mientras que los emisores fueron los beneficiarios.
Esta crisis se sumó a la crisis petrolera, donde los precios del barril cayeron de 25 dólares a 12 dólares debido a la baja demanda del mercado. Esto acentuó la caída del PIB al 3.8%, provocó una inflación del 105% y redujo la demanda de importaciones en un 12%. A pesar del superávit de la balanza comercial por 4,600 millones de dólares, se registró un déficit en la balanza de pagos por 1,700 millones de dólares, dejando al gobierno sin fondos.
La crisis ya era evidente para finales de 1985, lo que llevó a la decisión de «enfriar» la economía al año siguiente para evitar una crisis similar a las anteriores. Esto implicó recortes presupuestarios en obras, lo que provocó que un sector importante del oficialismo comenzara a cuestionar el modelo neoliberal y viera la necesidad de entrar en moratoria para resolver los problemas internos. Esto se convirtió en un punto de debate crucial al elegir al candidato presidencial para las elecciones de 1988.
La crisis era tan grave que muchos economistas consideraban imposible que México pudiera cumplir con sus compromisos de deuda. Incluso propuestas como el Plan Baker, presentado por Estados Unidos para impulsar el desarrollo en los países deudores, eran vistas como tácticas poco realistas para que las economías crecieran lo suficiente como para pagar sus deudas, especialmente en el contexto latinoamericano.
A pesar de las advertencias del secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog, sobre la ineficacia del Plan Baker, el presidente De la Madrid anunció en febrero de 1986 que aceptaría sus postulados y estaría dispuesto a realizar los sacrificios necesarios. Mantuvo una posición abierta a la negociación con el gobierno estadounidense y solicitó mayores programas de financiamiento al FMI.
De la Madrid justificó la posición de su gobierno argumentando que era necesario asegurar la apertura del país frente a la economía mundial. Se negó a seguir las voces que pedían un cambio en la política económica, pero también rechazó la idea de ser manipulado por órdenes externas y de ser un instrumento en disputas internacionales. El gobierno mexicano mantuvo el control sobre los tiempos de acción y se comprometió a seguir las perspectivas diseñadas para el año 1986.
El gobierno mexicano inició las negociaciones para aceptar el plan de pagos, que incluía la condición de depositar 75,000 millones de dólares (dos tercios de la deuda) a cambio de recibir un crédito por 12,300 millones de dólares. Esto se materializó en un primer depósito de 30,000 millones de dólares, una cantidad sin precedentes que representaba entre el 30% y el 40% del valor total de las exportaciones y del valor del PIB proyectado para 1988.
Sin embargo, estas negociaciones marcaron el inicio oficial de una recesión en el país, ya que el intento de resolver el problema de la deuda externa tuvo serios costos políticos y sociales para la estructura del gobierno. Se estimaba que se había desperdiciado el equivalente a un año completo de la producción total del país con el objetivo de mantener al día la balanza de pagos. Contrario a las expectativas de los técnicos neoliberales, esta decisión resultó en una alta inflación, una disminución del consumo interno y una caída en la capacidad de ahorro de los mexicanos, situaciones que las facciones políticas rivales aprovecharon en las siguientes elecciones.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Federico Flores Pérez.
Bibliografía: José Luis Ávila. La era neoliberal.
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El arraigo de la política neoliberal
Imagen: El Presidente Reagan durante la Visita de Trabajo del Presidente Miguel De La Madrid Hurtado de México y su salida en la Entrada Diplomática, 13 de agosto de 1986. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:President_Ronald_Reagan_and_President_Miguel_De_La_Madrid_Hurtado_of_Mexico.jpg