La insurgencia potosina en los últimos años de la guerra.

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Desde 1811, con la captura de José Mariano Jiménez junto con el resto de la comitiva de Miguel Hidalgo, la insurgencia del noreste atravesó un periodo caracterizado por la fragmentación de la lucha en diferentes frentes: el texano, el tamaulipeco y el potosino. Estos frentes fueron combatidos por los militares realistas Félix María Calleja y Joaquín Arredondo, siendo uno de los escenarios más sangrientos debido a los esfuerzos realistas por acabar con las gavillas. 

Este periodo alcanzó su punto culminante durante 1814 y 1815 como consecuencia de la captura de José María Morelos, donde tanto la Huasteca como la Sierra Gorda fueron asoladas por una campaña de guerra total, en la cual los realistas se encargaron de perseguir y ejecutar a los insurgentes que cayeron en sus manos, llegando incluso a fusilar a cerca de 400 prisioneros. Con una insurgencia sometida y en continuo retroceso hacia el sur, la intendencia de San Luis Potosí estaba logrando ser pacificada gracias a la iniciativa del virrey Calleja con éxito. Sin embargo, con los ánimos rebeldes aún vivos, estos servirían de combustible para la llegada de un rebelde inesperado proveniente del otro lado del océano.

La restauración de la monarquía en manos de Fernando VII resultó ser una decepción al ver cómo acabaría con el gobierno liberal construido por el constituyente de Cádiz. Por lo tanto, muchos guerrilleros que lucharon contra la invasión francesa pasaron a enfrentarse al gobierno absolutista, como el caso de Xavier Mina, quien influenciado por el padre Servando Teresa de Mier fue convencido de combatir a Fernando VII desde la Nueva España.

Es así como comenzaron a organizarse desde Londres en 1816, apoyados por algunos políticos ingleses, para formar una expedición con soldados españoles, ingleses e italianos, desde donde partirían a Estados Unidos con la esperanza de reclutar más voluntarios y de conseguir tanto financiamiento como armas, pero continuamente fueron engañados y muchos de estos apoyos quedaron en promesas.

Fue así como llegaron a Soto la Marina en abril de 1817, estableciendo un fuerte y empezando a hacer propaganda con la imprenta que llevaron para impulsar a los novohispanos a unirse a su lucha. Lograron el apoyo de los habitantes de Croix y de Soto la Marina, dejando a Teresa de Mier en el fuerte mientras el resto de la expedición partía al interior, siendo atacados y derrotados por Arredondo dos semanas después.

A pesar de esta pérdida, Mina prosiguió su camino a través de la sierra tamaulipeca llegando a territorio potosino. En todo este tramo, fue reclutando voluntarios que se incorporaron a su comitiva, lo que les permitió llegar hasta Lagos con el fin de unirse a las fuerzas del caudillo Pedro Moreno.

Para ese entonces, los trabajos tanto de Calleja como de Arredondo dentro de la sociedad civil habían logrado inclinar la balanza a su favor por parte de las comunidades. Muchos rebeldes se habían levantado en armas debido a la posesión de la tierra como consecuencia de la secularización de las tierras comunales. Sin embargo, la falta de un liderazgo como el de Hidalgo hizo que estos movimientos pudieran ser sofocados por los realistas.

Ayudaría a esta tarea el reglamento de Calleja, donde fusiona las fuerzas civiles con las militares para combatir a la insurgencia. Con ello, las comunidades se hicieron responsables de su propia defensa y ayudó a arraigar los vínculos del ejército realista con el pueblo. Esta estrategia tendría sus frutos con la derrota de la expedición de Mina ya durante la administración del virrey Juan Ruiz de Apodaca.

Antes del estallido de la guerra, la intendencia potosina tuvo problemas para lograr su representatividad en el constituyente de Cádiz. Se eligió tanto al canónigo de Monterrey, Juan José de la Garza, como al terrateniente potosino Florencio Barragán. Sin embargo, el primero ni siquiera partió rumbo a España y el segundo murió antes de embarcarse. Por lo tanto, su única voz la tuvo en el representante de las Provincias Internas de Oriente, el cura Miguel Ramos Arizpe.

Como resultado de los trabajos legislativos, se autorizó el establecimiento de diputaciones provinciales independientes, siendo una de ellas la de San Luis Potosí, que permitiría a sus habitantes participar en la vida política instituyendo 33 ayuntamientos, aunque no lograron establecerse. Esto se debió a la campaña de Calleja que suspendió la ejecución de los mandatos liberales como consecuencia de la restauración absolutista de 1814.

Fue hasta 1820, con la entrada del Trienio Liberal, cuando se reinició el proceso de democratización de la sociedad. Se instaló hasta noviembre la diputación potosina, la cual también correspondía a la representación de Guanajuato. Sin embargo, hubo problemas al momento de implementarlo, como pasó con la representación de las Provincias Internas, que fue abolida por su comandante, el general Arredondo.

Por la diputación potosina, fue elegido el general realista Matias Martin de Aguirre, tocándole recibir a la propuesta autonomista de Iturbide en su estancia en Veracruz a principios de 1821, siendo responsable de exponer los problemas fronterizos con EU que trajo la implementación del Tratado Adams-Onis de 1819 y la conservación de las misiones indígenas. Asi finaliza la participación potosina dentro de la monarquia hispánica al sucitarse al poco tiempo la implementación del movimiento Trigarante de Iturbide, donde San Luis Potosi fue reducida al dividirse en varias provincias que conformaron el noreste mexicano en la primera mitad del siglo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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– Izquierda: Obra de Gomez. Francisco Xavier Mina, 1888. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/xavier-mina-en-londres-nido-de-conspiradores-y-patriotas-americanos-1815-1816

– Derecha: S/D. Mapa de las intendencias, incluyendo la de San Luis Potosi. Fuente: https://www.facebook.com/YoAmoSanLuisMx/photos/a.1260251077371284/3032149406848100/?type=3

El movimiento insurgente en las Provincias Internas de Oriente.

Gracias a los extensos años de gestiones y relaciones sociales establecidas por el brigadier Félix María Calleja, logró contener a los insurgentes a lo largo de la intendencia potosina y, sobre todo, aseguró que los criollos sirvieran como base social para la causa realista. Sin embargo, de manera inesperada, el convento del Carmen, que había designado como prisión para los rebeldes, se convirtió en el núcleo de conspiración de la región.

Calleja, confiado por el apoyo económico de la caja potosina y la de Querétaro, inició la campaña para combatir a la insurgencia, dejando solamente una compañía de infantería recién formada y una guardia indígena para mantener el orden en la ciudad. Esto llevó a que los frailes a cargo del convento, quienes apoyaban la insurgencia, realizaran su movimiento a través de fray Juan de Villerías. Convenció al capitán de lanceros de San Carlos, Joaquín Sevilla y Olmedo, de tomar la ciudad con el respaldo de los indígenas de Mexquitic en noviembre de 1810, integrándose el mariscal insurgente José Rafael Iriarte y Leyton.

El saqueo y las tropelías cometidas por los insurgentes durante su presencia llevaron a que los potosinos se comprometieran con los realistas. Sin embargo, tuvieron que esperar hasta que Leyton se retirara a Guanajuato para apoyar a Ignacio Allende y así restablecer el orden.

Con el objetivo de propagar la rebelión hacia las Provincias Internas de Oriente, Allende encomienda a José Mariano Jiménez la campaña hacia el noreste. Dado que Jiménez es originario de la ciudad de San Luis Potosí, cuenta con numerosas amistades y familiares que le facilitan información, proporcionan recursos y se unen a su lucha. Esto provoca que los españoles se retiren hacia Saltillo para evitar saqueos o secuestros por parte de los insurgentes. Sin embargo, la conducta ordenada y compasiva de Jiménez logra que muchas personas, incluidos soldados realistas de Coahuila, Nuevo León y Nuevo Santander, se unan a sus filas.

Con gran habilidad para dirigir la causa, Jiménez toma Charcas, Venado, Cedral, Matehuala y Real de Catorce en diciembre. En enero de 1811, llega a Saltillo, derrotando a los realistas en la batalla de Aguanueva y apoderándose de toda la provincia. Gracias a la correspondencia mantenida por Jiménez con el gobernador de Nuevo León, Manuel de Santa María, y el comandante de la compañía de Lampazos, Juan Ignacio Ramon, ambos se unen a la causa independentista. Esto deja a Durango y Nuevo Santander como los únicos frentes realistas.

Jiménez logra repeler la contraofensiva realista de Durango, que intenta recuperar Saltillo, y comienza la logística para controlar Monterrey y Texas con el apoyo del gobierno de Nuevo León. Captura al gobernador texano Manuel María de Salcedo, quien es arrestado y puesto en prisión en Monclova. Salcedo es reemplazado por el insurgente Juan Bautista de las Casas, quien integra a Texas a la causa insurgente. La campaña en el noreste resulta exitosa y a finales de enero de 1811, Jiménez entra en Monterrey.

Solo resta esperar la caída de las poblaciones de Nuevo Santander, que poco a poco se suman al movimiento insurgente. Esto obliga al gobernador Manuel Iturbe de Iraeta a refugiarse en Altamira. Sin embargo, la derrota de Miguel Hidalgo y Allende en la Batalla de Puente de Calderón el 17 de enero fuerza a Jiménez a cambiar sus planes. Ahora, la misión de los insurgentes de Jiménez es facilitar que Hidalgo y Allende lleguen a sus territorios para reorganizar el movimiento. Intentan llegar a Saltillo para dirigirse a Estados Unidos, pero aún existen gavillas realistas e insurgentes cooptados por ellos para traicionarlos.

La conspiración de Ignacio Elizondo se materializa, capturando a la comitiva de Hidalgo y Jiménez en Acatita del Baján el 21 de marzo. En este grupo se encuentran varios de los frailes potosinos involucrados en la conspiración.

Con la captura tanto de Hidalgo como de Jiménez, llegó el fin de los insurgentes en el noreste. Todos sus líderes, así como aquellos que se unieron a la causa y fueron apresados, fueron fusilados. Solo quedaba el lego juanino Luis Herrera, quien desde febrero había estado ejecutando a los españoles y hostigando a los criollos leales. Convertido en el objetivo de Calleja, fue perseguido desde Rioverde hasta Valle del Maíz, donde fue derrotado, capturado y fusilado en Villa de Aguayo (hoy Ciudad Victoria).

En cuanto a Nuevo Santander, el comandante Joaquín Arredondo lideró la contraofensiva. Enfrentó a fray Juan de Villerías, cuyas principales fuerzas provenían de los indígenas de Tula. Sin embargo, el acoso de Arredondo, a través de su subordinado Cayetano Quintero, cercó a Villerías en Matehuala y lo ejecutó en mayo. La única fuerza insurgente que persistió fue la de los hermanos José Bernardo y José Antonio Gutiérrez de Lara, originarios de Revilla, Nuevo Santander. Lograron mantener la insurgencia en Texas con el respaldo de filibusteros estadounidenses, mientras que el resto del territorio fue acosado por diversas gavillas insurgentes que fueron reprimidas con éxito por Arredondo.

Nuevo León fue asegurado con la recuperación de Monterrey y la ejecución del gobernador Santa María. La gobernación quedó a cargo de una junta encabezada por Blas José Gómez, hasta que el alcalde mayor de Monterrey, Fernando de Uribe, asumió la gobernatura. Sin embargo, los disturbios de las guerrillas insurgentes asolarían la intendencia hasta la llegada de Arredondo en 1814, ya con el cargo de comandante de las Provincias Internas de Oriente.

Solo quedaron como focos rebeldes en la región la Sierra Gorda y la Huasteca. En esta última, la guerra se tornó muy violenta debido a la presencia de las milicias realistas de Ciudad Valles, Aquismón y Tamazunchale, así como de otros pueblos que se mantuvieron leales. Mientras tanto, el núcleo insurgente se concentraba en Huejutla, y era común que se arrasaran pueblos enteros para combatirlos.

Una vez que Calleja asumió el cargo de virrey, sometió la intendencia de San Luis Potosí bajo la orden de fusilamiento de los insurgentes capturados. Para 1815, se tiene registro de 400 ejecuciones.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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 – Izquierda: Charles Frederic. Plaza de Armas de Monterrey, Nuevo Leon, 1847.

 – Derecha: S/D. Retrato de Mariano Jimenez.

San Luis Potosí a principios del siglo XIX.

Con la implementación de las reformas borbónicas a lo largo del siglo XVIII representarían serios cambios administrativos a lo largo de los reinos de Indias con la creación de las intendencias, el septentrión no escaparía a estas reformas y pasaría afectar a San Luis Potosí, la cual se había convertido a lo largo del tiempo en el centro político de los territorios de Tamaulipas, Texas, Nuevo León y Coahuila al ser la principal financiadora de las campañas de colonización. Pero conforme se fueron consolidando las autoridades locales de esos territorios como Monterrey, Saltillo, Monclova o San Antonio, aprovechan el momento de descentralización de la antigua estructura virreinal e intentan alcanzar su autonomía administrativa, llegando como solución la creación de las Provincias Internas de Oriente, aunque bajo la supervisión del intendente de San Luis Potosí, este problema no se llegaría a resolver hasta el constituyente de Cádiz por medio de la intermediación de Miguel Ramos Arizpe cuando estas cuatro provincias quedan como intendencia.

Estas disputas internas no quedarían solo en lo político, también en lo eclesiástico nacería un proceso de separación con la creación de Obispado de Linares para pasar a administrar las jurisdicciones del septentrión, con ello el territorio potosino quedaría reducido a las jurisdicciones de Matehuala, Villa de Valles, Charcas, El Venado, La Hedionda y Salinas del Peñol Blanco, las cuales tenían la ventaja de ser uno de los centros mineros más importantes del virreinato por la extracción de plata. De esto dejaría constancia Alexander von Humboldt en su trabajo de la Nueva España y como existía la diferencia entre las poblaciones potosinas con los territorios del norte, los cuales a pesar de estar poco poblados se negaban a obedecer las órdenes del intendente potosino y encontraron la forma de saltarlo al solo seguir los mandatos del virrey. Las Provincias Internas de Oriente entrarían en una nueva problemática como consecuencia de la sesión de Luisiana en favor a Francia y su posterior venta a EU, ya que los límites entre Texas y Luisiana no estaba bien definida y acarrea en un corto plazo problemas diplomáticos, pero la cuestión grave en el contexto del noreste era sin duda los ataques de los nómadas a los pueblos y su negativa a someterse.

Con la crisis de la monarquía hispánica a raíz de la invasión napoleónica haría que el propio reino tomase cartas en el asunto para asegurar su lealtad al rey legítimo, teniendo como consecuencia la creación del Ayuntamiento de México con el cual se intentaba crear un gobierno autónomo para asegurar los derechos de Fernando VII, convocándose a todas las intendencias a mandar representantes para empezar a legislar y San Luis Potosí sería una de las que dieron su respaldo a la iniciativa, caso contrario de las intendencias de Querétaro, Guanajuato, Puebla y Guadalajara quienes negaron su apoyo, además que pronto tanto los peninsulares, el arzobispado de México y la Audiencia conspiraron para derrocar y apresar al virrey Iturrigaray. Una de las personalidades fundamentales en la defensa del régimen realista había comenzado su carrera en San Luis Potosí, el brigadier Félix María Calleja, quien llega durante la administración del virrey Revillagigedo y desde 1796 le fue confiada la comandancia de las tropas de las Provincias Internas de Oriente, además de tejer relaciones en la sociedad potosina derivando en su matrimonio con Francisca de la Gándara, hija de Manuel Jerónimo de la Gándara quien era un importante hacendado al occidente de la provincia, convirtiéndose en una figura de autoridad en el noreste.

El estallido de la guerra en Guanajuato implicaría un grave problema para las intendencias del centro por la facilidad con que se podría propagar la insurgencia, esto incluía a San Luis Potosí donde en los primeros momentos se sabía de la presencia de propagandistas insurgentes en comunidades como Tierranueva, la hacienda de Peñasco y en la misma capital, pero el poder de Calleja era tal que tenía una sólida red de espías y lograría acabar rápidamente con cualquier atisbo de rebeldía. Pero a pesar de estas precauciones, la cercanía con el epicentro no evito la propagación a través de las comunidades y paradójicamente los prisioneros de Calleja tuvieron en su alojamiento en los conventos de San Francisco y El Carmen el refugio perfecto para organizar las rebeliones con el apoyo de los religiosos quienes los custodiaban. Si bien, dentro de la población potosina el mensaje insurgente tuvo fuerza entre la población mestiza e indígena, los lazos realizados por Calleja hizo que los criollos se abstuviesen de apoyarlos y mostraran su lealtad a la causa realista, saliendo de ellos destacados militares quienes fueron fundamentales en la defensa como José Gabriel de Armijo, uno de los perseguidores de Morelos, Matías Martin y Aguirre quien lucha junto a Iturbide y combate a Xavier Mina, así como fue semillero de militares quienes ocuparon papeles importantes en la política mexicana como Miguel Barragán, Manuel Gómez Pedraza, José Esteban Moctezuma y Anastasio Bustamante (avecindado en SLP).

Calleja empieza a desplegar la defensa para acabar con los focos insurgentes a lo largo de la intendencia, donde además de disponer de las milicias bajo su mandato recibiría el apoyo de un batallón de huastecos, de trabajadores de las haciendas, así como el financiamiento de los principales potentados mineros potosinos y se le sumaron los de Zacatecas y Querétaro, conformando una fuerza que en un corto tiempo le serviría para combatir directamente a los insurgentes de Hidalgo. Por parte de los rebeldes, no contaban con una estrategia para derrotar a los realistas más que el captar a la mayor cantidad de voluntarios posibles para intentar ganar por el volumen del movimiento, razón por la cual a Calleja no le costaría tanto trabajo lograr el sometimiento de los focos insurgentes, sobre todo por el respaldo a las oligarquías quienes vieron en el brigadier al único capaz de evitar el desastre del Bajío.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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 – Izquierda: Carl Nebel. Vista de San Luis Potosi, 1829-1834.

 – Derecha: S/D. Felix Maria Calleja, siglo XIX

La restauración absolutista en la Nueva España.

El fin del imperio español empezó a dar las primeras señales con la invasión napoleónica de 1808, con ella se hacía evidente las diferencias entre la península con respecto a los reinos de Indias donde surgía la disyuntiva sobre el papel del rey dentro de la monarquía, dividiéndose las opiniones entre los que guardaban su lealtad a la corona y reconocían a un legítimo soberano y los que veían en el pueblo al único ente que tenía el derecho de ver por su destino. Como reacción ante tal dilema fue que surgió el proceso constituyente de Cádiz donde se intentó darle una estructura moderna al imperio al darle una constitución que garantizase la igualdad entre todos los españoles del imperio y limitar el poder del monarca para dar paso a instituciones civiles, pero como los peninsulares dictaron las reglas de cómo debía llevarse a cabo, se pusieron en mayoría de representantes con respecto a los territorios de ultramar y terminaron por colocar una carta magna liberal que no llego a cubrir todas las necesidades de los americanos, provocando que continuasen las guerras de independencia.

El proceso se realiza cuando Fernando VII permanecía cautivo de Napoleón en Francia, el cual no tuvo su aprobación y distaba de los ideales políticos de los Borbones, por lo que al poco tiempo de su regreso deroga la Constitución de Cádiz para volver a gobernar de forma absoluta la totalidad de la monarquía, el problema fue que en muchos lugares como en América apenas se empezaba a configurar dentro del nuevo orden democrático de la constitución. Desde la promulgación de la constitución en 1812, los virreyes de la Nueva España como Francisco Xavier Venegas y Félix María Calleja habían sido muy cautos en implementar las nuevas leyes, como se demostró al mantener control sobre la imprenta, se limitaron a permitir la puesta de las elecciones a los mandos locales como los ayuntamientos, los cuales fueron ganados en su mayoría por simpatizantes de la independencia, pero la realidad era que ni ellos ni las elites criollas estaban dispuestos a permitir el avance del liberalismo en el reino, por lo que la restauración absolutista fue un alivio para poder darle solidez política a la lucha contra la insurgencia.

La revocación de la constitución inicia dentro del parlamento con la proclamación del “Manifiesto de los Persas” el 12 de abril de 1814, nombre dado en recuerdo a la costumbre persa donde a la muerte del rey se daban 5 días de anarquía haciendo la comparación con los años del gobierno liberal, esto fue redactado por los representantes absolutistas y con ello Fernando VII vuelve a tener el poder, pero esta vez para no causar conmoción social se tuvo que comprometer a seguir con la implementación de alguna libertades tratando de emular a Luis XVIII en Francia para no verse como un tirano. Como no sostuvo ningún compromiso formal con nadie, Fernando VII viola todos los compromisos para pasar a tener todo el poder sin límites, siendo en el menor de los males ignorados como la nobleza y la Iglesia o el peor de los casos con los liberales quienes fueron mandados a arrestar. Las noticias llegaron a la Nueva España el 11 de agosto, el virrey Calleja manda a publicar manifiestos en las principales poblaciones para comunicar los hechos y en una muestra de moderación declara que los procesos mantenidos durante el orden gaditano se mantendrían, pero esta oportunidad seria aprovechada para ir atacando a los grupos liberales.

Para Calleja, el contexto de la guerra no hacia posible la restauración del antiguo orden anterior a la invasión napoleónica, por lo que le pedía al rey que empoderase institucionalmente a los mandos castrenses para fortalecer la lucha por la pacificación, además de solicitar que mandase entre 6 y 8 mil soldados para poder acabar con la insurgencia, esta idea era compartida por su contraparte en Perú el virrey Fernando de Abascal. El intento por materializar la “dictadura militar” de Calleja representaba un verdadero problema para la segunda institución en importancia, la Iglesia, entrando en conflicto con obispos como Manuel Abad y Queipo de Michoacán y Antonio Joaquín Pérez de Puebla, este último tuvo una activa participación en la vuelta absolutista en España y como premio el rey lo premia con la mitra poblana en diciembre de 1814, sintiéndose autorizado en reprender al general al verse como representante de la voluntad real y pensaba tener la fuerza de poder frenarlo para volver a empoderar a una Iglesia mermada por las reformas borbónicas.

La política del rey Fernando VII era la de dar indultos generalizados a los insurgentes para poder alcanzar la pacificación, pero lo que Calleja vio en sus años de lucha fue la negación de la figura del rey por parte de los independentistas como se vio reflejado en los pronunciamientos de José María Morelos, por lo que la única forma que pensaba para frenar la guerra era mediante el mejoramiento de las defensas del reino. Si bien tanto Calleja, Fernando VII y el obispo Joaquín Pérez tenían como enemigos en común el liberalismo representado tanto dentro de las filas realistas como en la insurgencia, la divergencia en cuanto a las soluciones de la crisis americana harían que estos tres poderes mantuviesen distancia para resolverlo haciendo sus respectivos esfuerzos, pero quien siempre estuvo en la peor posición era Calleja ante la posibilidad de que en cualquier momento llegase su destitución, donde las denuncias por los abusos de sus tropas serian determinantes para su cese.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Josep Escrig Rosa. La construcción ideológica de la restauración en Nueva España (1814-1816), de la revista Historia Mexicana no. 69.

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  • Izquierda: Anónimo. Retrato de Felix Maria Calleja, 1813.
  • Derecha: Francisco de Goya. Retrato de Fernando VII, 1814.

El avance insurgente sobre Zacatecas.

Poco a poco, el llamado a la rebelión de Miguel Hidalgo estaba cobrando fuerza entre la sociedad zacatecana, por un lado, desde Aguascalientes estaba entrando el coronel Rafael Iriarte quien iba reclutando a los arrieros que se encontraba en el campo, además de ir convenciendo de la causa a varios frailes pertenecientes a las ordenes franciscana y agustina quienes muchos de ellos deciden participar en la guerra. El sur fue la región donde más tuvo adhesión a la causa independentista, ya que poblaciones como Nochistlán, Tlaltenango, Juchipila, El Teul, Jalpa y Atolinga tenían una gran población de origen indígena que vivieron una etapa de aumentos en los precios del maíz y donde los potentados estaban acaparando la producción, viéndose atraídos por las promesas de cambiar el orden, por lo que pronto se dispusieron a saquear las propiedades de los españoles y llegaron a capturar al intendente Francisco Rendon quien se disponía a refugiarse a Guadalajara. Fue tal el encono social surgido por el constante deterioro del modo de vida que pronto los insurgentes locales llegaron a los extremos como asaltar las cajas reales y saquearlas, teniendo como su principal caudillo en la región a Daniel Camarena quien también llega a participar en los abusos cometidos por el propio Hidalgo en Guadalajara.

Para noviembre de 1810, Iriarte entraba en la ciudad de Zacatecas y con ello logra consolidar la red de comunicación y abasto tanto de alimentos como de armamento hacia el norte, teniendo como objetivo usar el Camino Real de Tierra Adentro para expandir la lucha hasta el septentrión, por lo que sigue su trayectoria para tomar Fresnillo y Sombrerete. Por su lado, los realistas apenas estaban recomponiendo el frente con la derrota que le asestaron a los insurgentes en Aculco, por lo que para ese momento el general Félix María Calleja solo podía mantenerse informado sobre las acciones de los insurgentes en Zacatecas, mientras iba preparando la ofensiva para recuperar Guanajuato y hacerlos retroceder rumbo al Occidente, por lo que las pocas fuerzas que tenían en Zacatecas solo les quedaba resistir como pudieran hasta recibir el apoyo esperado. Las cosas empiezan a cambiar el rumbo a finales de 1810, ya que los realistas recibieron refuerzos provenientes del norte con una fuerza de 1200 hombres compuestos de veteranos en la guerra y de aliados comanches y gileños, derrotando a los insurgentes en la Hacienda de Santiaguillo y propiciando la recuperación de Fresnillo, aunque fue aprovechado para incorporarlo a Durango.

Con el avance de Calleja sobre el Bajío, logra entablar relaciones con el mismo Iriarte con quien se mandan cartas donde Calleja debido a que había tomado prisionera a su esposa, por lo que le promete si se cambia de bando recibirlo con grado militar dentro de su ejército, si bien al final no acepto, libera a su esposa y gracias a esa negociación fallida Calleja obtuvo información más detallada de la situación zacatecana y los objetivos insurgentes en el norte. Las pinzas empiezan a cerrarse con la derrota de Hidalgo el 17 de enero de 1811 en la batalla de Puente de Calderón, viéndose obligado a emprender el camino hacia el norte con el fin de llegar a EU y obtener patrocinio para la causa, siendo uno de los primeros lugares a donde llega Aguascalientes donde se reúne con Iriarte, pero su estancia en la hacienda del Pabellón fue cuando se da su destitución del mando del movimiento para pasar al general Ignacio Allende, convirtiéndose en una figura simbólica sin poder de decisión y le retira el mando a Iriarte

Para el 21 de marzo fue cuando se da la captura de Hidalgo y Allende en las Norias del Bajan, mientras Iriarte formaba parte de la comitiva logrando escapar del apresamiento, pero Allende había dado órdenes al nuevo líder Ignacio López Rayón de hacerlo fusilar por saberse de su comunicación con Calleja y su falta de apoyo en la batalla de Puente de Calderón, ejecutándolo al poco tiempo en Saltillo. Sería el mismo López Rayón quien toma el relevo para continuar con la lucha en Zacatecas mientras José María Morelos hacia lo suyo en el sur, quien contó con la suerte de aprovechar la toma de las minas de Quebradilla y Vetagrande para refinanciar la lucha con la plata producida, obteniendo el impulso para revitalizar la lucha insurgente ganando la batalla de Puerto Piñones y retomando Fresnillo, mientras en el bando realista contaba con el mando de Juan Manuel Ochoa “El Rayo de Zacatecas” quien estaba en la capital acompañado de su cuerpo de tarahumaras flecheros, este impulso insurgente llega a su fin el 3 de mayo en la batalla de la hacienda del Maguey en Aguascalientes donde los realistas se hicieron 125 prisioneros y provoca la huida de Rayón hacia Michoacán.

A partir de mayo, Ochoa empieza el proceso de consolidación del poder realista sirviéndose de los religiosos para desengañar a los habitantes de los pueblos del engaño insurgente, así como mantener una escuadra de milicia para proteger de asaltos y reconstruir económicamente la intendencia colocando a militares como administradores de las minas y las haciendas ganaderas. El único foco importante que quedaba en la insurgencia era el sur, donde los pueblos de Villanueva, Jerez, Juchipila y Tlaltenango mantenían el pulso contra los realistas, pero esto no impidió a Ochoa a restablecer en plenitud el gobierno virreinal y en 1812 da la bienvenida al nuevo orden otorgado por la Constitución de Cádiz, estableciendo el nuevo orden democrático en la intendencia, pero aun con el restablecimiento del absolutismo en 1814 no fue detonante para el estallido de un nuevo levantamiento popular sino que mantendrían su lealtad al rey hasta 1821.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Mariana Terán Fuentes. Guerra, lealtad y gobernabilidad en la Intendencia de Zacatecas, del libro La Independencia en las provincias de México.

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  • Izquierda: Victor Labielle. Detalle de Batalla en el Monte de las Cruces, 1886.
  • Derecha: Carl Nebel. Vista de la mina de Vetagrande cerca de Zacatecas, 1834.

El juicio a Iturbide.

Con la destitución de Félix María Calleja del cargo de virrey para ser remplazado por Juan Ruiz de Apodaca, se acercaba el fin del poder acumulado por Agustín de Iturbide en el Bajío y con ello las acusaciones de abusos y saqueos por parte de sus tropas empezaron a cobrar fuerza, siendo la principal evidencia en su contra el enriquecimiento inexplicable del propio Iturbide quien se había comprado una granja en Maravatío, una casa en Valladolid y una tienda en Guanajuato donde vendía muchas de las cosas que saqueaban sus soldados. Calleja, quien fungía como su protector, permitía y justificaba las acciones de Iturbide contra el pueblo justificando su eficacia demostrada en el campo de batalla, pero sobre todo por la flaqueza de las arcas públicas hacía imposible que el gobierno pudiese financiar a la tropa que había aplastado a la insurgencia en el Bajío, por lo que los despojos y la corrupción era la forma en que se les podía retribuir a sus servicios. El mes de septiembre seria fundamental por la inminente transición del poder, ya que poco antes de terminar con su gobierno, Calleja declara inocente a Iturbide y le devolvía el mando del Ejercito del Norte, pero dejo una ambigüedad al decir que todavía debían de ser consideradas las quejas de los acusadores, por lo que cuando toma el poder Apocada el 20 de septiembre reactiva el caso.

En los últimos meses de 1816, Apodaca deshecha la exoneración de Calleja, le ordena a Iturbide devolver el mando del Ejerció del Norte y lo destituye del mando de la Intendencia de Guanajuato para dárselo al coronel Francisco Orrantia, siendo desplazado al poco tiempo por Cristóbal Ordoñez, esto le daría esperanzas a Iturbide de que al final el caso podría resolverse a su favor. Una forma con la que pretendía que Apodaca suspendiese la investigación en su contra era la de informarle que desde su alejamiento del mando de la defensa de Guanajuato la insurgencia estaba recuperando fuerza y que las acusaciones en su contra eran inventos de gente maliciosa que pretendían luchar del lado independentista, reiterando que no estaba interesado en el poder mismo y su compromiso para luchar por la causa de Fernando VII. En el tiempo en que estaba siendo investigado, Iturbide tuvo que residir en la Ciudad de México y al poco tiempo tanto su esposa como sus hijos llegaron a apoyarlo en el juicio, instalándose en una hacienda cerca de Chalco, pero a pesar de estar retirado del campo de batalla, todavía tenía el mando sobre el regimiento de Celaya debido a la consideración que se le dio por su desempeño en la lucha, incluso se concedió el derecho de audiencia ante el rey en España autorizándole a visitarlo.

Mientras continuaba el juicio en México, Iturbide había mandado al cura José Antonio López a España como apoderado para demostrar ante las Cortes su inocencia, pero los avances hacia su causa se daban de forma lenta debido a lo difícil que resultaba encontrar apoyo entre los funcionarios reales, pero no perdía las esperanzas al enterarse que el mismo Calleja había sido reconocido tanto con la Cruz de la Orden de San Hermenegildo e incluso con la Insignia de la Orden de Isabel la Católica. La estrategia de López recaía en hacerle llegar un informe detallado a Fernando VII donde describía todas las acciones hechas por Iturbide para asegurar los intereses del orden virreinal y tenía como pruebas los reportes de Calleja, además de señalar que las acusaciones en su contra fueron hechas por potentados importantes de Guanajuato y Querétaro que no habían aportado pruebas de sus acusaciones, llegando a decir que había renunciado al mando realista para cultivar sus tierras e incluso había pedido un préstamo para financiarse.

Las cosas nunca se llegaron a arreglar y con el tiempo el ánimo de Iturbide iba decayendo ante la imposibilidad de ser declarado inocente, por lo que buena parte de su fortuna tuvo que gastarla en su manutención en la hacienda de la Compañía y la de su familia, se sabe que por un tiempo paso por dificultades económicas como lo revela una carta donde su suegro le manda 500 pesos. Como de esos años se conoce poco, sus enemigos se sirvieron para alimentar su leyenda negra, escribiendo que en esos tiempos se había dedicado a derrochar su fortuna en la bebida y en mujeres, atribuyéndole una infidelidad a su esposa con la afamada María “La Güera” Rodríguez e incluso dijeron que mandó a encerrar a su esposa a un convento. A su vez, hay testimonios de esos tiempos donde manifestaron que Iturbide les comentaba su convencimiento por la causa de la independencia, pero consideraba que los insurgentes habían corrompido ese fin y que su trabajo había sido el de purificarlo, para que una vez pacificado el reino se pudiese llevar a cabo, aunque todo indica que solo se trató de argumentos para cambiar de bando ante su eventual rompimiento con los realistas.

A pesar del breve repunte que tuvo la insurgencia con la incursión de Xavier Mina, Apodaca pudo derrotarlo y su política de indultos logro reducir a los insurgentes a dos focos centralizados en las figuras de Vicente Guerrero en la Sierra Madre del Sur y a Guadalupe Victoria en Veracruz, por lo que el virrey había demostrado que podía prescindir de los servicios del coronel Iturbide, incluso se llega a negar a retribuirle unos gastos que había hecho en campaña por la cantidad de 6,000 pesos. Todo indicaba que las ambiciones de Iturbide iban a quedar en nada debido a que en 1820 el reino prácticamente había quedado pacificado, pero un inesperado cambio de tornas provocado por el golpe del coronel Rafael del Riego implantaría un gobierno de tinte liberal, por lo que a las elites novohispanas no les convenia la implantación de las leyes gaditanas y esta sería la oportunidad que esperaba Iturbide para lograr su objetivo. 

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: William Spence Robertson. Iturbide de México. 

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Imagen: Juan Comba. Grabado del juicio por el asesinato de Blanco de Benaocaz, España, c/a 1880 (solo ilustrativo).

La decadencia de Iturbide como mando realista.

Los métodos usados por Agustín de Iturbide causaban demasiado escozor tanto por parte de la población del Bajío quienes sufrieron sus consecuencias como por los mandos realistas, así se manifestaron al enviarles cartas al virrey Calleja donde le informaron de su intención de realizar una proclama donde se anunciaba la ejecución de una décima parte de las prisioneras bajo su custodia si los insurgentes no desistían en sus ataques a las haciendas, llegando a amenazar de matar a todas si alguno de sus soldados o mensajeros fuese asesinado, y en caso de no acatar la disposición arrasaría con los pueblos, viéndose obligado Calleja a reprenderlo e impedir su puesta en servicio. Esto no mermo su eficacia en el combate contra los insurgentes y acato las llamadas al servicio de Calleja, así sucedió a principios de 1815 cuando manda al general Ciriaco del Llano a tomar el fuerte del Coporo en las cercanías de Valladolid y bajo el mando de Ramon Rayón, manteniendo una actitud propositiva en la logística de las fuerzas realistas y su proceder tanto en el sitio como en las poblaciones cercanas, aunque fracasa en su propuesta de atacar el fuerte por sorpresa, pero esto no impidió que se dirigiese inmediatamente a Guanajuato donde aprovecha para asaltar a las bandas insurgentes.

A pesar de este reconocimiento recibido tanto por Calleja como de los demás militares peninsulares, Iturbide no cesaba en su deseo de ser reconocido por el propio rey en España, por lo que en julio le hace la petición a Calleja de solicitar a Madrid la posibilidad de residir por dos años en la península, posiblemente pensando en tratar de penetrar en la corte y lograr su ansiado nombramiento como Caballero, pero el permiso le fue negado. Al poco tiempo le fueron asignados los mandos tanto del Ejercito del Norte y los de las tropas de las Audiencias de Valladolid y Guanajuato, por lo que sus deseos de ir a España disminuyen, aunque con algunas reticencias, pero finalmente accedió ser el responsable de las acciones de 4,000 soldados que tuvo a su disposición. Hasta ese momento, Iturbide presumía el haberse mantenido “invicto” durante los años de guerra y de triunfar en situaciones donde llego a tener minoría numérica, pero siempre omitía la derrota que tuvo en el fuerte de Coporo, su intento de capturar a Morelos y que fue detenido a finales de 1815 en el actual Guerrero.

En algunos testimonios como en el de Vicente Filísola, deja constancia que Iturbide se lamentaba de las carnicerías en que terminaban sus campañas y dejaba entrever la posibilidad de realizarse la independencia, llegando a sugerir un consenso de todos los militares realistas mexicanos para unirse con los insurgentes, pero no estaba de acuerdo ni con su indisciplina y el orden que estaban implementando en las poblaciones bajo su bando, viendo necesario acabar con ellos para implementar su plan. Una de las razones que algunos historiades han querido explicar la crueldad de Iturbide se le ha querido atribuir a las acciones del propio Calleja, quien mientras estaba en campaña se le acusaba por todas las tropelías cometidas contra la población civil, la cual también era común dentro de los mandos realistas y hasta cierto punto era permitida por el propio Fernando VII. El mismo Iturbide llego a justificarse al considerar como respuesta de las acciones de los insurgentes y su odio hacia los europeos al ser su objetivo asesinarlos y destruir sus propiedades, acusándolos de pervertir el culto católico.

Por más que tenía todo el apoyo por parte de Calleja, esto no era suficiente para la carrera del joven coronel quien aspiraba a obtener las mismas oportunidades que sus pares peninsulares, mientras las quejas por sus acciones iban creciendo, llegando al punto de que en abril de 1816 el virrey le solicita su presencia en México para responder a las acusaciones de dos coroneles sobre su conducta. Las cosas se le estaban poniendo en contra, en la Nueva España la insurgencia estaba en plena decadencia y continuamente iban cediendo territorios a los ejércitos realistas, incluso al nivel hispanoamericano los diferentes movimientos independentistas atravesaban por un periodo de crisis donde todo indicaba que se podría reestablecer el orden virreinal, por lo que Calleja se vio obligado a investigar todos aquellos reclamos. A partir del 24 de junio, Calleja empieza a recabar testimonio de toda la intendencia de Guanajuato sobre su proceder, aunque según el testimonio de Lucas Alamán, muchas personas prefirieron dar declaraciones a favor de Iturbide o ambiguas para evitar alguna represalia por parte de sus tropas.

El caso que sería clave para el proceder legal contra Iturbide fue el testimonio del cura Antonio de Labarrieta, de quien se sabía tenía simpatías por la insurgencia, pero se había vuelto un ferviente defensor de la causa realista, con él surge la acusación sobre los encarcelamientos de mujeres y niños de los pueblos, así como dañar la economía de la región al monopolizar el comercio y sustraer parte de la producción minera. Para hacer frente de las acusaciones, Iturbide renuncia a los dos mando para quedarse solo con el regimiento de Celaya y tanto el cómo Calleja y sus allegados se dedican a desestimar el testimonio de Labarrieta, pero mientras se realizaba el juicio el Consejo de Indias ya estaba reemplazando a Calleja en el puesto de virrey para poner a Juan Ruiz de Apodaca, quien llega el 20 de septiembre, tocándole resolver el caso y sobre todo atender la defensa de Labarrieta contra los ataques propinados por los partidarios de Iturbide.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: William Spence Robertson. Iturbide de México. 

Imagen:

  • Izquierda: Jose Guadalupe Posada. Guanajuato, 1870.
  • Derecha: Anónimo. Medallón con retrato de Agustin de Iturbide, 1821-1823.

La campaña de Iturbide sobre el Bajio.

En 1813, la campaña de Iturbide era manejada con gran precisión convirtiéndose en la principal fuerza realista en Guanajuato y Michoacán, caracterizado por su sangre fría donde muchas veces rayaba en la crueldad con la forma en como trataba a los prisioneros insurgentes, siendo una práctica general el que hubiese una gran cantidad de fusilados, como ocurrió en Salvatierra el 16 de abril donde entra en Viernes Santo en la población dejando un saldo de 350 rebeldes muertos. Todas estas acciones eran respaldadas por su superior el general Félix María Calleja, quien en ese año toma posesión por orden de la corona del puesto de virrey, representando un beneficio para Iturbide al asignarle el mando tanto de una división del Ejercito del Norte y del recién creado Regimiento de Infantería de Celaya con 1,200 hombres reclutados en el Bajío, además de ordenar la financiación de sus fuerzas por parte de los habitantes de Guanajuato y Querétaro al quedar con el liderazgo de las fuerzas de la intendencia.

El compromiso de Iturbide con Calleja incluía el de mantenerlo constantemente informado de todas las acciones emprendidas en la región, incluyendo la manutención de los caminos, el cuidado del ganado, convoyes de mercancía y de plata, además de adquirir la responsabilidad de impartir justicia y de alentar la producción económica. Los resultados aportados para la defensa realista hicieron que Calleja exculpase a Iturbide de las constantes quejas dadas por los pueblos y los potentados del Bajío debido a los excesos de sus tropas al despojar tanto de insumos para el ejercito o de las constantes solicitudes de préstamos forzosos, siendo común que contemos con numerosas cartas de Iturbide donde justificaba sus acciones y solicitaba perdón por los inconvenientes generados. Todo esto lograría controlar a la insurgencia al suprimir todos los brotes rebeldes como el de los hermanos López Rayón y de otros cabecillas en la región, haciéndolo el blanco principal de la prensa insurgente al denunciar todos los abusos que cometía contras las poblaciones rebeldes.

También seria en este año cuando se termina por consolidar el relevo del movimiento de Miguel Hidalgo, esta vez dirigido por el también sacerdote José María Morelos quien se destacaba por su don natural de mando y por ser muy efectivo contra los realistas, reafirmando la insurgencia en el sur con la conformación del Congreso de Anáhuac en Chilpancingo y con ello le dio un cuerpo solido de objetivos a seguir para alcanzar la independencia definitiva. Después de propinar una serie de victorias decisivas en el sur de la Intendencia de México (territorio correspondiente al actual estado de Guerrero y Morelos) y en Oaxaca, su siguiente objetivo era la de revitalizar la insurgencia en Michoacán y tomar Valladolid, en ese entonces a cargo del general Diego García Conde y a la capital seria asignado para su defensa el general Ciriaco de Llano bajo el mando del Ejercito del Norte, quien a su vez lleva a Iturbide como parte de la comitiva. Para ese entonces, la campaña de Morelos se había mantenido invicta e incluso lograría escapar del propio Calleja en el sitio de Cuautla, pero sería Iturbide quien rompe con esa racha con la batalla de Lomas de Santa María el 25 de diciembre en las cercanías de Valladolid, propinándole una derrota donde casi fue capturado Morelos y con ello les daría esperanzas a las fuerzas realistas de lograr la victoria.

Todos estos logros alcanzados por Iturbide contra la insurgencia hicieron que durante su visita a la Ciudad de México en febrero de 1814 pidiera que se le nominara para ser miembro de la Orden Nacional de San Fernando, creado por las Cortes para poder darle reconocimiento a los militares destacados al servicio del gobierno español, pero a pesar de contar con el apoyo de los demás militares realistas no tendría respuesta por parte de la corona. Lo cierto es que las acciones de Iturbide habían logrado frenar el avance de la insurgencia de Morelos, siendo desde ese entonces un punto de coyuntura al representar la decadencia del movimiento y dando lugar a la captura de personajes fundamentales como Mariano Matamoros, las propias instituciones creadas por los independentistas le retiraran su confianza a Morelos de dirigir el movimiento, provocando con ello una serie de derrotas. Aun con este desaire, no impidió que Iturbide celebrase las noticias de la reinstauración absolutista de Fernando VII y la abolición de las Constitución de Cádiz, tocándole la noticia en Irapuato y haciendo una gran fiesta el 17 de octubre acompañada de los repiques de campaña de las iglesias, la misa solemne en honor al rey, una representación teatral de la batalla de Puente de Calderón y el fusilamiento de 50 prisioneros insurgentes.

Una posible de las acciones que pudo haber revertido la caída de la insurgencia fue la promulgación de la Constitución de Apatzingán el 22 de octubre de 1814 donde se le ofrecía a los novohispanos la oportunidad la oportunidad de vivir bajo un régimen republicano democrático y garantizando la igualdad social en contraposición a la vuelta absolutista, algo que resultaba muy atractivo en un orden donde los peninsulares estaban en la cima de la pirámide. Para contrarrestar la propagación de la oferta independentista, Iturbide toma represalias mucho más fuertes para desalentar cualquier connato de rebelión, ordenando que cualquier persona que tuviera algún arma seria acusado de rebelde y podía ser encarcelando, no importando si se tratara de hombre, mujer o niño. Esto daría lugar a un aumento significativo los abusos de los realistas y provocando las quejas por parte de los sacerdotes que calificaban de inhumanas las acciones de Iturbide, pero todas ellas eran pasadas por alto por Calleja quien justificaba ante el rey la eficacia de Iturbide.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: William Spence Robertson. Iturbide de México. 

Imagen: Anónimo. Batalla entre insurgentes y realistas. Litografía, siglo XIX.

Los inicios de Iturbide en la guerra de Independencia.

Para 1810, Agustín de Iturbide se encontraba retirado en su hacienda en Apeo debido a una licencia por enfermedad que le había otorgado el arzobispo-virrey Francisco Agustín Lizana y Beaumont, mientras en la capital se preparaba para el recibimiento del general Francisco Javier Venegas para que ocupase el puesto de virrey, desembarcando apenas en agosto a Veracruz y entrando en funciones para el 14 de septiembre. Tan solo 2 días después del cambio de gobierno es que estalla la rebelión de Miguel Hidalgo en Dolores, Guanajuato, y para el 20 de septiembre Iturbide recibe noticias de ella, por lo que emprende el viaje a la capital para apersonarse con el virrey y pronto fue mandado a reprimir a los rebeldes de Acámbaro. Pero decide desobedecer la orden y se presenta en Valladolid, donde fue informado que el pueblo de Maravatío corría el riesgo de caer por lo escasa de sus defensas, por lo que regresa a la capital para explicarle la situación al virrey proponiéndole su presencia en el pueblo, por lo que con una fuerza de 35 hombre logra contener a los insurgentes que eran entre 500 y 600.

El avance de Hidalgo por Guanajuato era imparable y pronto despertó el temor por parte de las elites de Valladolid al ir escuchando las tropelías cometidas por sus fuerzas, por lo que poco a poco fueron abandonando la ciudad como fue el caso de la familia de Iturbide quienes partieron rumbo a la Ciudad de México. La hacienda de Quirio fue alcanzada por los insurgentes para ser saqueada sin mayor reparo, mientras Iturbide se encontraba con sus tropas en el pueblo de San Felipe del Obraje recibiría mensajes enviados por el propio Hidalgo, quien le propuso unirse a el para que su familia y sus propiedades pudiesen ser respetadas, ofertas que rechazó. El 19 de octubre se le ordena integrarse a las fuerzas de Torcuato Trujillo para ir preparando la defensa de la capital, teniendo noticias del desplazamiento de Hidalgo de Valladolid rumbo a la Cuenca de México, por lo que emplaza las tropas en el Monte de las Cruces entablando batalla el 30 de octubre, donde a pesar de la derrota realista y el inexplicable retiro de los insurgentes el mismo Trujillo escribe maravillas del trabajo de Iturbide en el frente, por lo que el virrey lo asciende como capitán del regimiento de Tula el 17 de noviembre.

Si bien en un inicio la insurgencia tenía como mensaje político el reclamo a los abusos de la administración virreinal y se decía leal a Fernando VII, con el paso de los meses Hidalgo cambia el talante del movimiento, por lo que cuando toma Guanajuato empieza a perfilar la creación de un congreso nacional para determinar la forma de gobierno, pero la racha de victorias de la insurgencia pronto seria rota el 17 de enero de 1811 con la llegada de Félix María Calleja quien lo derrota en la batalla del Puente de Calderón en las cercanías de Guadalajara. Desde la batalla del Monte de las Cruces, Iturbide solo había mantenido unos cuantos enfrentamientos con los insurgentes, donde aprovecha para arrendar recuas de mulas a las tropas realistas para cargar las ´provisiones, que por las perdidas por el enfrentamiento de los rebeldes hizo que iniciase un reclamo al gobierno virreinal para cobrar cerca de 3,000 pesos, pero decide condonar cerca de 1,400 pesos por las pérdidas durante un enfrentamiento en Zitácuaro.

En esa misma ciudad, durante el mes de agosto se instala la Suprema Junta Gubernativa bajo la dirección de Ignacio López Rayón, quien declara su lealtad a Fernando VII, pero instando a los peninsulares a abandonar cualquier idea por querer seguir gobernando con planes de reconciliación, pero el virrey la rechaza y en un acto público manda a quemar la propuesta en la plaza mayor. Iturbide junto con sus tropas de Tula seria encargado de apostarse sobre el Bajío con la misión de capturar al rebelde Albino García, cuyos ataques se caracterizaban por la rapidez de las cargas de caballería que usaba, haciéndolo muy difícil de capturar como le sucedió al general Diego García Conde, por lo que Iturbide hace una misión furtiva para llegar al Valle de Santiago y logra capturarlo en su casa junto a sus hermanos y confisca un gran número de caballos, mulas y armamento, llevándolo a Celaya donde fue ejecutado el 5 de junio y el recibió el ascenso a teniente coronel. Durante su lucha, Iturbide iba perfilando lo que sería un constante reclamo de sus acciones militares, la brutalidad con a que enfrentaba a los insurgentes ocasionando muchas veces grandes matanzas, a lo que respondía que erar necesario para pacificar las zonas donde se encontraba y que fue cierto.

Dada la buena fama que iba adquiriendo por su efectividad, le escribe al virrey Venegas para que lo apoye en su iniciativa de crear un nuevo cuerpo de dragones provinciales mientras estaba a cargo de combatir a José María Liceaga atrincherado en una isla del lago de Yuriria donde había construido una fortificación, que a pesar de la opinión de García Conde quien consideraba innecesario proceder contra el fuerte, Iturbide decide atacar y con una operación anfibia la captura sin ninguna perdida el 20 de octubre. Poco después de su victoria en Yuriria, le toca proceder bajo las mismas condiciones en el pueblo de Zacapu, donde se llevó su tiempo y con el costo de dos soldados heridos logra tomar la fortificación insurgente de la Jaujilla, valiéndole el ataque desde la prensa rebelde como fue el caso de Carlos María de Bustamante quien no lo bajaba de sanguinario, acusándolo de las acciones cometidas en Salvatierra (acción aceptada por el mismo), pero esto no le impidió su constante ascenso que se vería favorecido por el cambio político dentro de la administración virreinal.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: William Spence Robertson. Iturbide de México. 

Imagen: 

  • Izquierda: Victor Labielle. Batalla del Monte de las Cruces. 1886.
  • Derecha: Anónimo: Agustín de Iturbide. Siglo XIX.

La conspiración insurgente en la frontera septentrional.

El septentrión novohispano a principios del siglo XIX vivía tiempos convulsos debido a un imprevisto cambio geopolítico, la Francia napoleónica recibía la Luisiana a cambio del reinado sobre el Ducado de Parma en Italia en 1801 y al año siguiente debido al fracaso colonial napoleónico en América es vendida a los Estados Unidos, sometiendo a la región a una presión que no habían tenido en siglos. De pronto Nueva Orleans se convierte en un punto de afluencia para los comerciantes internacionales y sobre todo para la llegada de los agentes napoleónicos, que, a pesar de haber vendido su gran colonia, esta no se comparaba con la ansiada presa de la cual se esperaba apoderar una vez capturada la corona hispana, la Nueva España.

Se sabe que para 1808 había sido capturado un agente francés de nombre Octavien D´Alvimar en el poblado fronterizo de Nacogdoches en Texas propagando los derechos sociales que incentivaron a la Revolución Francesa, por lo que fue necesario fortalecer las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Para esto, la Junta de Defensa designa a Luis de Onís como ministro plenipotenciario del rey ante los Estados Unidos para defender los intereses españoles e impedir que sus fronteras sean el paso para los representantes franceses, sumada a la advertencia que le manda al virrey Pedro de Garibay de rechazar a todo enviado napoleónico que buscase internarse en el reino. Una vez establecido en los Estados Unido para finales de 1809, Onís le advierte al gobernador de Texas, Manuel de Salcedo, de estar atento de los españoles que se dirigen rumbo a Nueva Orleans y que pudiesen ser instigadores de la revolución para la Nueva España. Se sabe de la existencia de una “reunión de españoles” que tenían una red de agentes en México y Veracruz encargada de enviar y recibir correspondencia a las Provincias Internas de Oriente, por lo que se puso de sobre aviso al cónsul español en Nueva Orleans, Diego Morphy.

No podían confiarse de una colaboración fiable con los Estados Unidos, ya que era de sobra conocida sus ansias expansionistas con el “destino manifiesto”, por lo que no dudaban que los agentes estadounidenses pudiesen ser colaboradores de los napoleónicos para incentivar a la insurrección de los virreinatos. Se mantuvo una doble comunicación entre Onís con el gobernador Salcedo y del virrey con el comandante general de las Provincias Internas de Oriente, Nemesio Salcedo, para conocer de primera mano la situación de la frontera, conociendo la precaria condición en la que se encontraba y recibiendo los llamados de auxilio donde se pedía más recursos para crear un plan de defensa adecuado. Se supo de una red dirigida por el madrileño Torcuato Medina quien estaba residiendo en Durango y mantenía la comunicación con todo el territorio de la Nueva Vizcaya y que llegaba a la costa del Nuevo Santander entre la bahía de San Bernardo hasta Tampico, incluso hay informes de su gobernador Manuel de Iturbe e Iraeta que en la provincia y en Nuevo León se notaba una afluencia de visitantes franceses que se habían establecido en Monterrey, siendo reportados por el cura Miguel Ramos Arizpe.

La conexión entre el movimiento insurgente de Miguel Hidalgo y la conspiración estadounidense es posible, ya que siempre existió la idea de conectar la rebelión en el centro de México con Texas, dentro del proceso judicial hay una confesión de Hidalgo donde reconoce haber mantenido contacto con D’Alvimar, además de que el gobernador Salcedo reporta un intento de parte de un grupo de estadounidenses de entrar en San Antonio de Béjar en noviembre con la excusa de participar en las fiestas y aprovechar para unirse a la rebelión. Hay reportes de la alta beligerancia que había hacia las autoridades realistas en el Nuevo Santander y como esta era incentivada por la presencia estadounidense en la región, como el caso del insurgente fray Juan Salazar quien estaba dispuesto que en el caso de que la rebelión fuese derrotada promovería a las tribus indígenas, ingleses, franceses o estadounidenses a tomar la región como lo dejo plasmada en una carta dirigida a Mariano Jiménez.

 Pero la reorganización del contrataque realista por parte de Félix María Calleja logra la definición del capitán Ramon Diaz de Bustamante quien dudaba si dar su apoyo a la insurgencia, sus contacto e información que había adquirido por parte de los rebeldes ayudo a someter a la insurgencia en el noreste, lo que le valió ser ascendido  por Calleja al grado de coronel y ser asignado como gobernador de Nuevo León, cargo que no ostento por mucho tiempo por las diferentes campañas y su temprana muerte. El otro as realista fue el general Joaquín Arredondo, quien logra derrotar a la insurgencia por todo el Nuevo Santander hasta el rio Bravo y algunas resistencias que quedaron en el sur, logrando cortar la comunicación directa entre la insurgencia con los Estados Unidos, dejando la situación temporalmente tranquila con la información de Onís de la ausencia total de representantes insurgentes en los Estados Unidos.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Juan Ramon de Andrés Martin. La reacción realista ante las conspiraciones insurgentes en la frontera de Texas (1809-1813), de la revista Secuencia no. 71.  

Imagen: Herman Lungkwitz. San Antonio de Bejar vista desde Crockett Street, siglo XIX.