La cultura de las Tumbas de Tiro en Nayarit.

Destacado

Una de las características más destacadas de la cultura de las Tumbas de Tiro es, sin duda, su exquisita cerámica. A través de ella, crearon estatuas de tamaño mediano que retratan la vida cotidiana de la época, ofreciéndonos vislumbres de sus actividades, vestimentas, así como de las plantas y animales con los que convivían. Incluso, en algunos casos, plasmaron enfermedades de las que fueron víctimas. Esta tradición cultural se extendió por los estados de Jalisco, Nayarit, Colima, el suroeste de Zacatecas y una fracción occidental de Michoacán, donde se identifican hasta 18 estilos cerámicos diferentes. Estos estilos presentan variaciones en los pigmentos utilizados, temáticas específicas y particularidades en su decoración. Para designarlos, los investigadores se basaron en las comunidades modernas donde se encontraron los principales hallazgos. Aunque la división política actual no guarda relación con el desarrollo prehispánico, se puede asignar a cada estado un cierto número de estilos cerámicos que se desarrollaron en sus territorios.

En el caso de Nayarit, encontramos dos tradiciones cerámicas principales: Lagunillas, considerado el estilo más antiguo, y el Ixtlán del Río. Estos estilos tuvieron su distribución principalmente al sur del estado actual y se extendieron hacia la zona limítrofe con Jalisco, abarcando la Bahía de Banderas, los valles intermontanos del norte de la zona de Guachinango y los cañones de los ríos Bolaños y Chapalangana en la Sierra Madre.

El estilo Lagunillas es coloquialmente conocido como «chinesco» debido a los ojos rasgados que suelen mostrar sus esculturas. Su zona nuclear se encuentra en el pueblo de San Pedro Lagunillas, donde se encontró un cementerio, así como en las comunidades de Tequilita, Santiago Compostela, Las Cebollas y Corral Falso. En Jalisco, este estilo también está presente en Puerto Vallarta, Huejuquilla el Alto, y se ha encontrado una escultura en el sitio de Cerro del Huistle.

Por lo general, las esculturas humanas de Lagunillas suelen representar una posición sedente. Entre las más destacadas se encuentran las que muestran patologías como pústulas o malformaciones genéticas. Sin embargo, una de las piezas más sobresalientes es conocida como «El Fumador», proveniente de la comunidad de Santa María de Bolaños. Esta es una de las pocas piezas que ha sido descubierta en una excavación arqueológica, lo que proporciona una mayor información contextual.

De ahí pasamos al estilo Ixtlán del Río, bautizado en honor a la comunidad del sureste del estado donde se encontraron un buen acervo de ejemplares. Su distribución abarca el sur del estado de Nayarit, Puerto Vallarta y Guachinango en Jalisco. Se caracteriza tanto por la naturalidad de sus expresiones como por su rica policromía, utilizando colores como el blanco, amarillo, naranja y negro sobre una base roja propia del mismo barro.

Lamentablemente, como ha ocurrido en la mayoría de los casos de otros hallazgos de las Tumbas de Tiro, buena parte de las esculturas han sido víctimas del saqueo realizado por los llamados «moneros» de los pueblos, quienes las vendían a coleccionistas. Esto ha ocasionado que los mejores ejemplares que conocemos hayan perdido gran parte de su información. Un ejemplo es la colección del pintor Diego Rivera en su museo Anahuacalli, que posee un buen acervo de esculturas del estilo Ixtlán del Río.

Entre las principales características de este estilo, destacamos la exageración de los elementos faciales, lo que le otorga una expresividad particular. Además, se destaca la meticulosidad en la representación de las vestimentas y ornamentos. Por ejemplo, los hombres suelen llevar una camisa, una porra como arma, narigueras y un particular gorro cónico. Por otro lado, las mujeres suelen ser representadas con falda y el torso descubierto.

Algo relevante del estilo Ixtlán del Río ha sido la elaboración de maquetas que representan la vida cotidiana de las comunidades. Aunque las figuras humanas suelen ser representadas de forma desproporcionada y con un tamaño mayor en comparación con los edificios, estas maquetas nos permiten percibir cómo se comportaban los antiguos habitantes dentro de los pueblos y ofrecen detalles interesantes de la arquitectura.

En este sentido, encontramos piezas muy interesantes que representan la vida en los centros ceremoniales del modelo autóctono de los guachimontones. Estas maquetas plasman el basamento cónico escalonado en el centro, con los templos en las estructuras rectangulares que lo rodean. Incluso indican que en el centro del basamento principal se colocaba un poste a manera de axis mundi, desde donde se realizaba la ceremonia de la danza del volador.

Dentro de las maquetas, también se han encontrado representaciones de los juegos de pelota en pleno partido. Estas representaciones muestran tanto a los jugadores en acción como las plataformas contiguas que forman las canchas y al público espectador sobre ellas. Hasta el momento, no se han encontrado este tipo de representaciones de la vida cotidiana en otras regiones de Mesoamérica.

Como he mencionado, el saqueo resulta un problema grave para el estudio arqueológico. Aunque podamos tener las piezas sustraídas de las zonas arqueológicas, al perder todo contexto, nos priva de información valiosa, como las relaciones que mantenían con otros pueblos. Esto se evidencia en el caso del proyecto arqueológico realizado entre los municipios de La Yesca en Nayarit y Hostotipaquillo en Jalisco por la construcción de la presa El Cajón.

Los trabajos de rescate realizados entre 2003 y 2006 descubrieron varias tumbas de tiro intactas, que pudieron ser excavadas de forma metódica. Esto dio como resultado el hallazgo de esculturas de la tradición Ixtlán del Río, de la jalisciense Ameca-Eztatlán e incluso se encontraron algunas piezas del estilo Comala de Colima.

Con esto, observamos la complejidad de los intercambios entre los pueblos del Occidente durante el período Clásico y cómo las diferentes regiones estuvieron interconectadas, ya sea mediante relaciones familiares o comerciales. Es imperativa la necesidad de seguir avanzando con los proyectos arqueológicos en la región para obtener datos más precisos de esta zona olvidada tanto por los cronistas como por los investigadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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Imagen:

 – Izquierda: Mujer embarazada, estilo Lagunillas, Nayarit, periodo Clasico. 

 – Centro: Maqueta de un templo, estilo Ixtlán del Rio, Nayarit, periodo Clasico. 

 – Derecha: Escultura de un guerrero, estilo Ixtlán del Rio, Nayarit, periodo Clasico. 

El culto a los ancestros del Gran Nayar.

En el occidente de México, una de las regiones que ha mantenido más vivo el legado mesoamericano, sin mucha influencia cristiana hasta nuestros días, es el Gran Nayar. En esta área, conviven tanto los coras como los huicholes, quienes preservan de manera notable su legado chamánico y su particular cosmovisión.

Similar a las ideas cosmogónicas de los nahuas en el centro de México, entre los huicholes encontramos una estructura dualista para clasificar la naturaleza de las cosas. Se divide entre «tukari,» que significa luz, y «tikari,» que es la oscuridad. La interacción de estos elementos resulta en la vida en la superficie.

Dentro de este sistema de creencias, el inframundo se percibe como un mundo acuoso que representa el caos del mundo. Es el lugar al que van los muertos para terminar de descomponerse, participando en actividades como bailar, embriagarse y relacionarse sexualmente. También se dice que algunos son transformados en insectos. Este mundo está gobernado por la diosa Nakawe, que quiere decir «la carne podrida,» identificada como la deidad de las marismas. Los huicholes conceptualizan esta tierra de los muertos en el poniente, destacando su posición híbrida al ser un ecosistema tanto terrestre como marino.

Sin embargo, no todos los difuntos encuentran su destino en el inframundo. Existen ancestros virtuosos cuya tarea de servir a su pueblo trasciende más allá de la muerte, transformándose en objetos sólidos como cristales, montañas o piedras. Estos objetos desempeñan un papel crucial en las ceremonias religiosas de la comunidad. Incluso los ancestros más poderosos tienen el privilegio de residir en la región sagrada del Wirikuta, que contrasta con el inframundo al ser un entorno seco, siendo el opuesto complementario.

Para evitar el destino final del inframundo, los miembros de la comunidad inician su camino chamánico. A medida que adquieren virtudes a lo largo de este camino, sus almas se vuelven inmutables o tan duras como piedras o cristales.

Una característica distintiva que los diferencía de otros pueblos mesoamericanos es el culto a las momias. Estas momias son cadáveres desecados por las condiciones climáticas de forma natural y simbolizan el virtuosismo chamánico. Sin embargo, esta tradición fue desterrada durante la conquista en el siglo XVIII. Aunque persisten algunos vestigios, como el crucifijo de huesos en el pueblo de Jesús María o el cráneo atribuido al último rey Nayar, que es venerado en la sacristía de la iglesia de Mesa del Nayar por los coras.

En el caso de los huicholes, no ha perdurado un culto directo a los restos de alguno de sus ancestros. Sin embargo, existe una equivalencia en el culto a las llamadas «personas flecha». Estas son piedras o cristales sagrados que se guardan como reliquias, envueltos y atados a una flecha, recibiendo culto en el centro ceremonial o tukipa. Estas piedras o cristales son considerados como el reemplazo de las momias y pueden ser de personas fallecidas o incluso de individuos vivos.

La región del Gran Nayar fue una de las pocas áreas que quedaron sin conquistar dentro de la Nueva España (junto con la Sierra Gorda y el Petén), debido a su escasa importancia para los conquistadores. Sin embargo, a principios del siglo XVIII, los jesuitas, junto con el ejército, emprendieron acciones para erradicar este vestigio de «gentilidad» y sometieron la región en 1722. Durante sus investigaciones sobre la religiosidad local, los misioneros descubrieron las momias. Una de ellas fue «juzgada» por la Santa Inquisición, inclusive se le asignó un abogado de oficio y fue quemada en la Ciudad de México.

Desde entonces, tanto los jesuitas como, posteriormente, los franciscanos, llevaron a cabo campañas para destruir las momias que aún permanecían ocultas en la sierra. A día de hoy, persisten rumores entre los coras acerca de la presencia de algunas momias en cuevas, vistas solo por unos pocos. Un ejemplo es la momia Majakuagy, cuya existencia permanece oculta.

Según los datos recopilados por los jesuitas, el Gran Nayar era un reino gobernado por monarcas llamados tonati o soles, con su capital ubicada en el actual pueblo de Mesa del Nayar o Tsakaimuta. En este lugar, se rendía culto al dios Pilzintli o Tayaoppa, una deidad solar a la que se atribuía la creación del mundo. Este dios era venerado en el templo principal junto a los cuatro primeros gobernantes, destacando especialmente el primero, conocido como Don Francisco Nayarit, cuya momia se encontraba presente. Don Francisco Nayarit, se dice que gobernó desde el año 1500 y resistió contra los españoles, manteniendo su independencia. Sin embargo, después de su muerte, ningún otro fue reconocido como rey. El tonati, por lo tanto, se presentaba como un intermediario sagrado entre los vivos y los ancestros. Una vez fallecido, su cadáver desecado reemplazaba a una de las momias en el templo. Estas momias estaban envueltas en mantas finamente labradas y se comunicaban a través de dos sacerdotisas en trance, utilizando toloache o kieri.

Las cuatro momias simbolizaban tanto los puntos cardinales como a los cuatro dioses principales. La principal estaba en el oriente, representando a Tayaoppa, seguida por la del poniente que personificaba a Nicanori, la diosa de las aves, la pesca y el océano. En el sur, estaba Uxuu, la diosa de los frutos y semillas, y finalmente, en el norte, se encontraba Narama, el dios del mezcal, el chile y la sal.

Según la perspectiva de los coras, Don Francisco Nayarit seguía siendo considerado como alguien vivo y era él quien realmente gobernaba, atribuyéndole la responsabilidad de proveerles agua, fertilidad y vida. Este sistema de gobierno centralizado se mantenía sin la necesidad de una dinastía en el poder, apoyándose en la protección divina de los reyes originales. El proceso de momificación era esencial para ser considerado deificado, ya que a través de la desecación, perdía la humedad que lo vinculaba al inframundo y se iba «petrificando». De este modo, se aproximaba al Sol y, por ende, quedaba inmortal. En la región, existen relatos de individuos considerados «santos» que se transformaron en piedra, convirtiéndose en protectores o deidades del pueblo.

Incluso se pueden hallar vestigios de esta creencia en el proceso de iniciación chamánica de los huicholes, donde deben alejarse de cualquier elemento proveniente del mar (relacionado con el inframundo) para poder acercarse al Sol naciente y adquirir la habilidad de comunicarse con lo sobrenatural.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Johannes Neurath. Momias, piedras, chamanes y ancestros. Un estudio etnohistórico sobre la temporalidad de la muerte en el Gran Nayar, del libro Morir para vivir en Mesoamerica.

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Imagen:

 – Izquierda: Escultura de madera de Takutsi Nakawé, principios de siglo XX, pueblo huichol. Fuente: https://www.facebook.com/erendira.cruzsanchez.33/posts/pfbid0NA3Fmcr6uDAHFLEkhgfjW4T89jLpNxt9SYncShV5mYamEXGvZGs3GCoZEuAhfFQTl

 – Derecha: Envoltorio sagrado huichol, finales de siglo XIX y principios del XX, pueblo huichol. Fuente: https://www.facebook.com/arqueomex/photos/a.350385424999742/876741122364167/?type=3