El sitio de Guadalajara y la batalla de Calpulalpan, la derrota conservadora

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Por segunda vez durante la Guerra de Reforma, la ciudad de Guadalajara se convirtió en un campo de batalla entre liberales y conservadores a finales de septiembre y principios de octubre de 1860. Esta vez, los conservadores se habían atrincherado en la ciudad bajo el mando del general Severo Castillo, mientras que los liberales, inicialmente liderados por Jesús González Ortega y posteriormente reemplazado por Ignacio Zaragoza, tenían la misión de tomarla.

Sin embargo, se enfrentaban a la dificultad de la pronta llegada de refuerzos conservadores liderados por Leonardo Márquez y Tomás Mejía, quienes contaban con una fuerza de 4,300 hombres y estaban financiados con $200,000 pesos obtenidos de préstamos forzosos durante su victoriosa campaña por el Bajío. Zaragoza se vio presionado por el tiempo y decidió tomar Guadalajara a toda costa, a pesar de que las tropas conservadoras rondaban los 6,000 efectivos, cuyas fuerzas se veían mermadas por la falta de recursos.

Así, en la mañana del 29 de octubre, Zaragoza inició el asalto, desencadenando una batalla cruenta y sin cuartel que dejó la ciudad en ruinas y ninguno de los bandos se proclamaba como vencedor después de 14 horas de combate continuo, dejando exhaustas a ambas fuerzas.

A pesar de haber quedado igualados, la situación en el bando conservador estaba siendo más apremiante al quedarse sin dinero y sin parque. Por lo tanto, Castillo decide iniciar conversaciones con el general liberal Manuel Doblado, algo a lo que Zaragoza no se opuso, ya que esto le permitió preparar los morteros y continuar con el bombardeo al día siguiente. La reunión resultó en un armisticio de 15 días, durante los cuales las fuerzas conservadoras defensoras de Guadalajara no podían abrir fuego contra las tropas liberales. Esto permitió a Zaragoza concentrarse en atacar a Márquez, quien se encontraba en Zapotlanejo, a 34 km de la ciudad.

Para enfrentarlo, Zaragoza comisionó al general Nicolás Regules para perseguirlo y enfrentarlo en las Lomas de Calderón el 1ro de noviembre. La batalla se desencadenó después de que Márquez atacara como represalia contra Zaragoza por negarse a negociar, pero no pudo hacer frente a las tropas liberales y se dio a la fuga. Cerca de 3,000 soldados conservadores fueron capturados en la huida.

Como consecuencia de la derrota de Márquez, el general Castillo decide seguir sus pasos y abandona Guadalajara el 3 de noviembre, lo que representó una derrota decisiva para los conservadores al dejar en manos de los liberales los puntos más importantes del Occidente. Esto permitió a los liberales recuperar el Bajío y comenzar a prepararse, tanto comprando armamento a Estados Unidos como obteniéndolo de la ferrería de Tula. Reunieron una fuerza de 30,000 soldados y 180 cañones para dirigirse hacia la Ciudad de México.

Para finales de octubre, Miguel Miramón sabía que la causa conservadora estaba en desventaja. Un golpe moral fue el retiro de la legación británica, la cual desconoció su gobierno y se instaló en Xalapa. Ante esta situación, Miramón decide vender mobiliario y propiedades para pagar deudas y costear su huida a Europa junto con su familia. Una vez recibida la noticia de la toma de Guadalajara y la derrota de Márquez, Miramón declara el estado de sitio en la capital el 13 de noviembre y vuelve a imponer un préstamo forzoso de $300,000 pesos. Además, ordena a Márquez incautar los bonos de la legación británica por un valor de $660,000 pesos. Emitió una proclama donde admitía la situación crítica y preparaba a los capitalinos para la batalla.

La campaña final de los liberales contra los conservadores comenzó con una victoria para las tropas de Miramón en Toluca el 9 de diciembre, donde capturaron valiosos prisioneros como los generales Santos Degollado y Felipe Berriozábal, lo que les dio impulso para enfrentarse a las tropas de González Ortega, que habían tomado posiciones en la loma de San Miguelito en Calpulalpan con una fuerza de 16,000 hombres.

El día 21, Miramón llegó con la plana mayor de los comandantes conservadores, incluyendo a Márquez, Mejía, Marcelino Cobos y Miguel Negrete, para intentar infligir una derrota milagrosa utilizando los talentos del ejército federal. Esto marcó el inicio de la batalla de Calpulalpan el 22 de diciembre. Miramón decidió atacar el flanco izquierdo de las tropas de González Ortega, conformadas por la división de Michoacán. Sin embargo, tanto él como Zaragoza anticiparon su estrategia y enviaron a las fuerzas del general Regules a resistir el embate con las brigadas de Jalisco y San Luis Potosí. La estrategia de Miramón falló, y fue el turno de González Ortega de atacar a Miramón con las divisiones de Zacatecas y Guanajuato, con el apoyo del fuego de 30 cañones, resistiendo los conservadores durante cerca de una hora.

El ejército conservador finalmente sucumbe al ataque de González Ortega. Aunque tuvieron un breve momento de esperanza con la carga de caballería comandada por Joaquín Miramón (hermano de Miguel), no fue suficiente para cambiar el curso de la batalla. Poco a poco, los soldados conservadores se rinden y algunos cambian de bando, mientras que otros caen prisioneros. Miramón logra escapar de la batalla y se refugia en la Ciudad de México para preparar a su familia para su partida hacia Cuba. Él mismo encuentra refugio en la embajada española y deja la capital el 1 de enero de 1861. Las tropas de González Ortega entran en la ciudad el 25 de diciembre.

A partir del 1 de enero, se inician los festejos generalizados por parte de los liberales en todas las ciudades en celebración de su victoria. Se restaura el gobierno de la Constitución de 1857, y se consolida con el regreso del presidente Benito Juárez al Palacio Nacional el 11 de enero. Así, se pone fin a una guerra cruenta de tres años donde los mexicanos quedaron divididos en bandos irreconciliables. Sin embargo, pasarían algunos años más para la derrota final de los conservadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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Imagen: Casimiro Castro. Batalla de San Miguel Calpulalpan, decada de 1860.

Los problemas para la creación de un estado para Cuernavaca y Cuautla.

Los intentos para constituir una nueva entidad en los territorios sureños del Estado de México habían resultado infructuosos tanto por la resistencia de las autoridades mexiquenses como por la cada vez más estridente lucha entre liberales y conservadores. En este conflicto, los liberales, impulsados por el liderazgo de Juan Álvarez, pensaron en la posibilidad de anexar Cuernavaca y Cuautla a Guerrero. Mientras tanto, el sector conservador, representado por los hacendados, vio como alternativa para defender sus intereses la conformación de un nuevo estado.

Tanto en estos distritos como en la región norte de Guerrero existía una resistencia conservadora contra el poder de Álvarez, la cual fue encabezada por el general Juan Vicario y que combatió a los liberales en la Guerra de Reforma. Él proponía la creación del llamado territorio de Iturbide, que abarcaba los distritos de Cuernavaca y Cuautla, así como el distrito de Taxco perteneciente a Guerrero. Esta propuesta intentaría llevarse a cabo primero bajo el gobierno de Miguel Miramón y sobreviviría hasta el imperio de Maximiliano.

Su denominación jurídica estaba poco definida, primero porque fue definido como un «territorio» que debía ser administrado directamente desde el gobierno central y en lo judicial por la Suprema Corte. Solo durante el gobierno imperial sería considerado como un departamento. Esta opción para su constitución política se debía a que los conservadores tenían la idea de dividir al país en demarcaciones pequeñas y fáciles de gobernar.

Esta propuesta territorial nunca se llegaría a concretar, ya que los diferentes pueblos que la componían cambiaban de manos a lo largo del transcurso de la guerra y las leyes conservadoras solo se ejecutaban en los territorios ocupados. Por lo tanto, la soberanía mexiquense y sus leyes siguieron imperando. De forma unilateral, Vicario llama a la erección del territorio de Iturbide con capital en Cuernavaca en enero de 1858 con el reconocimiento del presidente interino Félix María Zuloaga.

Con el tiempo, los conservadores iban por más para castigar al Estado de México. En abril de 1859, Miramón decreta su fragmentación en los departamentos de Toluca, Tula y Valle de México, sumando a los territorios a Tulancingo junto con Iturbide.

Los liberales no ignoraron las dificultades que implicaba el efectivo control político para gobernar desde Toluca, pero decidieron intervenir en el asunto una vez que triunfaran sobre los conservadores y se hubiera restablecido el orden de la Constitución de 1857. A este problema se sumaría la inseguridad, ya que proliferaron las gavillas de bandidos conocidos como los «plateados».

Fue así como el gobierno juarista decidió que fuera la propia administración mexiquense la que reordenara su situación interna, ya que el gobierno federal estaba más preocupado por resolver los crecientes problemas externos. El 31 de julio de 1861 se expidió una nueva constitución estatal que dividía al estado en 27 distritos, de los cuales 5 abarcarían la extensión actual del territorio morelense y quedarían elevados como cabezas Cuernavaca, Morelos (con capital en Cuautla), Jonacatepec, Tetacala y Yautepec. La finalidad de ello era que más territorios estuviesen dirigidos por los llamados jefes políticos y, con ello, se incrementaran los territorios con un mayor control efectivo. Además, tendrían la oportunidad de contar con legisladores que los representasen en el congreso.

Estas medidas políticas, que incluyeron elevar al rango de villas a las cabeceras de partido, no fueron suficientes para contener a las gavillas de plateados. La situación se agravó con la invasión francesa, que provocó continuos «estados de sitio», llevando al gobierno estatal a declarar la movilidad de la capitalidad sobre cualquier población donde se encontrara el gobierno.

Estas medidas, junto con la creciente inseguridad en los caminos, llevaron a los hacendados a resucitar la idea de la necesidad de constituir un nuevo estado, ante la incapacidad de movilizarse hacia donde se encontraba la capital. El gobernador Francisco Ortiz de Zárate respondió con un decreto donde dividía al estado en 11 cantones militares, asignando a Cuernavaca y Morelos los números 10 y 11. Sin embargo, Juárez propuso otra alternativa de organización territorial al dividir al estado en tres distritos militares: Actopan, Toluca y Cuernavaca. Esta medida fue atacada por los legisladores del estado, argumentando que violaba la soberanía estatal. En respuesta, se les señaló que la acción se tomaba tanto por la necesidad mayor de atender la invasión como por la crítica a su poca efectividad para gobernar un territorio tan extenso. Se puso como ejemplo a Cuautla, que estaba en manos de la delincuencia.

La propuesta juarista sería la base con la que se empezaría a fraguar el nacimiento del estado de Morelos, pero esta se mantuvo muy endeble desde su declaración en 1862 hasta 1869. Durante este periodo, tuvieron tres gobernadores que dirigieron como pudieron el proyecto republicano: Agustín Cruz Manjarrez, Francisco Gerardo Gómez y Francisco Leyva. Este último ganaría relevancia al ser el principal sostén político de los republicanos en la región, iniciando la resistencia ante la entrada de las tropas francesas en junio de 1863 mediante un retiro de sus fuerzas hacia las montañas de Guerrero para organizar la logística de la defensa y el contrataque.

Mientras quienes se quedaron con los franceses, como algunos hacendados, celebraron su presencia al verlos como una posible solución para enfrentar a las gavillas, estar en estado de guerra llevó tanto a las tropas imperialistas como a las republicanas a recurrir a la rapiña como modo de sostenerse, y las haciendas fueron el blanco para poder obtener recursos.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Carlos Barreto Zamudio. Rebeldes y bandoleros en el Morelos del siglo XIX (1856-1876).

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Imagen: 

  • Izquierda: S/D. Retrato de Francisco Leyva.
  • Derecha: Cruces y Campa. Retrato de Juan Vicario, 1870.

La debacle conservadora en la Guerra de Reforma.

La victoria liberal en la Batalla de Silao tuvo un impacto significativo que marcó una tendencia infranqueable en contra de los conservadores. Desde el gobierno de Juárez, se difundió la noticia del triunfo de Jesús González Ortega sobre el general Miguel Miramón. González Ortega aprovechó la oportunidad para presentar a los liberales como benévolos al liberar a los prisioneros capturados durante su campaña en el Bajío.

En el bando conservador, comenzó a surgir cierta inestabilidad con la reaparición pública del expresidente Félix María Zuloaga y la tensión generada por la disputa sobre la devolución de la investidura presidencial a Miramón por parte del presidente de la Suprema Corte, José Ignacio Pavón. Este movimiento dio lugar a la excusa perfecta para que la delegación británica retirara su reconocimiento al gobierno conservador.

A partir de ese momento, la estrategia de González Ortega se centraría en lograr la toma de Guadalajara, con el objetivo de dejar a los conservadores atrapados en la Ciudad de México y Puebla, preparándolos para el golpe final.

Miramón comenzaba a quedarse sin opciones; la mayoría de las grandes ciudades estaban en manos de los liberales, con excepción de Guadalajara, la Ciudad de México y Puebla. Esto se debía, en parte, al financiamiento que Juárez estaba recibiendo gracias al inicio de los procesos de desamortización y venta de propiedades de la Iglesia en los territorios donde tenían presencia. Además, contaba con el apoyo diplomático de Estados Unidos.

Miramón se vio obligado a tomar medidas extremas para sostener la guerra. A mediados de agosto, inició con el cambio de su gabinete y liberó a Leonardo Márquez para que apoyara al general Pedro Ogazón en el frente de Guadalajara. Sin embargo, lo que enfureció a sus aliados fue la imposición de cobros forzosos. Solicitó a los empresarios un impuesto de $300,000 pesos y a la Iglesia la donación de sus tesoros en oro y plata para amonedarlos.

Ninguna de estas medidas ayudaría a cambiar las tornas. Márquez, como señal de rebeldía, no se dirigiría al Occidente hasta octubre. Los empresarios se negaron a pagar este impuesto, llegando incluso a encarcelar a un par de ellos. Además, el arzobispado, horrorizado por el despojo, frenó la entrega de sus objetos litúrgicos en octubre.

Hubo un breve respiro para Miramón a principios de septiembre debido a un error que tambalearía la posición de Juárez a nivel internacional. El general Santos Degollado, desesperado por adquirir recursos para financiar la toma de Guadalajara, decidió confiscar una carga de plata con un valor de $1,127,414 pesos, de los cuales $400,000 pertenecían a capital británico. Esto provocó que la legación británica, junto con la francesa y la española, exigiera a Juárez la devolución del dinero, comprometiéndose a hacerlo el 24 de octubre, más un pago adicional en concepto de indemnización.

A pesar de este tropiezo, los $700,000 restantes fueron suficientes para comenzar el cerco sobre la capital tapatía. La primera acción fue el posicionamiento de las tropas liberales el 20 de septiembre de 1860 en el pueblo de San Pedro Tlaquepaque por parte de González Ortega. Al día siguiente, González Ortega escribió una carta al lugarteniente conservador, Severo Castillo, para tratar de convencerlo e intimidarlo para que rindiera la plaza sin necesidad de iniciar un derramamiento de sangre, aunque ya había algunos tiroteos en los alrededores. Esto llevó a que Castillo aceptara reunirse con González Ortega en la garita de Tlaquepaque para discutirlo. Puso como condición para la entrega la renuncia de Juárez y el inicio de un nuevo proceso electoral siguiendo las reglas de la Constitución de 1857, además de un proceso de reformas a la misma.

Al fracasar los intentos de González Ortega para la entrega pacífica de Guadalajara, el sitio inicia el 27 de septiembre con el corte del suministro de agua potable a la ciudad. Hasta el 1ro de octubre, la artillería comienza a devastarla, agotándose las pocas provisiones que tenían, lo que lleva a la población civil a retirarse sin ninguna posesión para salvarse de la batalla. A pesar de esta posición adversa, Castillo se niega a rendir la plaza y se encierra con sus 6,000 soldados, que poco a poco fueron disminuyendo. Estaba esperanzado en la llegada de los refuerzos de Márquez, quien parte junto con Tomás Mejía hasta el 10 de octubre, llevando a cabo una campaña relámpago donde recuperan Querétaro, León, Irapuato, Guanajuato y Lagos. En el bando liberal también empezaban a surgir problemas al enfermar González Ortega de «calenturas» que no lograban apaciguar, por lo que decide nombrar al joven general Ignacio Zaragoza como su reemplazo. Sería él quien tomaría las decisiones para contrarrestar la llegada de los refuerzos conservadores.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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Imagen:

 – Izquierda: Anónimo. Garita de Tlaquepaque, mediados de siglo XIX.

 – Derecha: Anónimo. Retrato de Jesus Gonzales Ortega, ca. 1860. 

La Guerra de Reforma a mediados de 1860

Si bien la guerra impidió que Santiago Vidaurri se convirtiese en el caudillo de los liberales, esto no ceso su influencia política en el noreste, lográndose consolidar como el cacique de la región al quedar electo como gobernador de Nuevo León y Coahuila, permitiéndole disponer del mando del Ejercito del Norte el cual había resultado imprescindible en la lucha contra los conservadores. A pesar de la ausencia de las fuerzas de Vidaurri a mediados de 1860, esto no impidió que los liberales entrasen en una etapa donde pasaban por diferentes victorias como la batalla de Peñuelas ganada por Jesús Gonzales Ortega en Aguascalientes, la toma de Toluca por Felipe Berriozabal, la toma de Salamanca por Manuel García Pueblita, la campaña sobre el sur de Puebla, la toma de Cuautla y el triunfo de Porfirio Diaz al tomar Oaxaca en manos de Marcelino Cobos. Para ese entonces, ambos bandos cometían el mismo nivel de atrocidades tanto contra el enemigo como contra la población civil, llegando a niveles como el ejecutar a todos los prisioneros, hacerse de tropas mediante la leva y permitir el saqueo de los pueblos a sus soldados, siendo un caso conocido el del guerrillero liberal Antonio Rojas en el Occidente.

Fue tal el nivel de devastación en los pueblos por dos años de guerra que ya era difícil para las tropas encontrar algo de valor, ni siquiera era posible encontrar caballos o armamento para mantener a las tropas, incluso para evitar la leva, cuando iba a llegar la tropa de cualquier facción a los pueblos serviría el que todos los hombres se fueran al monte mientras estuviesen bajo ocupación, haciéndolos más susceptibles a los abusos, teniendo que recurrir al reclutamiento de presos y convictos. Si para en un inicio del conflicto las diferentes facciones entregaban vales de pago para compensar en un futuro lo que se llevaban, en el tercer año se alejaron de todas las formalidades y se llevaban lo que podían sin más y sin ninguna justificación, incluso los altos mandos se sentían impotentes al verse impedidos por imponer disciplina a sus tropas. Al no encontrar la forma de mantener pagados a sus batallones, provocaban la deserción de una parte de ellos quienes se salían para conformar gavillas criminales y atacar a los pueblos, esto sucedió mucho en el Bajío y la Sierra Gorda donde aprovechaban el desorden de la guerra.

Era tal la violencia que se había arraigado en la vida cotidiana nacional, que se llegarían a niveles de franca crueldad hacia la población civil, siendo comunes las matanzas, los incendios en los pueblos, las ejecuciones públicas y actos aberrantes de tortura y vejaciones. La sociedad civil empezaría a manifestarse tanto con el gobierno de Miramón como con el de Juárez la persistencia de una guerra que no parecía tener fin y que solo dejaba una estela de destrucción, como una petición dirigida por 200 personas de la Ciudad de México para llamar al fin de la guerra, también muchos generales empezaron a tener conciencia sobre la necesidad de poner fin al ciclo de violencia, como el caso del generan Gonzales Ortega quien le perdona la vida a los prisioneros hechos en la batalla de Peñuelas a pesar de que Miramón rechazase la propuesta de canje. Aun con estos actos de misericordia por parte de Gonzales Ortega, no hacia olvidar en la sociedad el que fuera uno de los generales más jacobinos por su implacable persecución de curas y el saqueo al que sometía a las iglesias de sus objetos litúrgicos, aunque era conocido por ser un ferviente católico en su vida privada.

Como muchos otros generales liberales, Gonzales Ortega distaba de tener una formación militar al ser un oficinista de Teul, alternando su labor con la escritura de artículos y poemas donde exponía sus convicciones liberales, esto le valdría dar su paso en la política cuando se instituye el congreso constituyente de 1856 representando a Zacatecas como diputado. Con el golpe de estado de finales de 1857, hizo que Gonzales Ortega empezase a realizar esfuerzos para defender el orden constitucional y empieza a organizar la Guardia Nacional local, valiéndole ser electo como gobernador del estado, dando pie al emprendimiento de su persecución al clero, quienes mejor huyeron de todo el estado dejando a las comunidades sin sacerdotes. Para mediados de 1860, Gonzales Ortega decide dejar la gobernatura a su compadre Miguel Azua para pasar directamente al frente, donde asomaría su talento para conformar y organizar tropas como Santos Degollado, pero también se haría relucir su talento innato para la batalla al lograr estar a la altura de Miramón haciéndole frente sin problemas y llegando a vencerlo.

Esto lo demostraría en el Bajío, donde el “Joven Macabeo” estaba dispuesto a perseguirlo al enterarse de que había dejado Zacatecas, esperándolo con una fuerza de 3,282 soldados y su cuerpo de artillería a la que llamaba los “doce apóstoles”, decidiendo enfrentarlo en Silao pensando que sus fuerzas eran suficientes para capturarlo aprovechando su posición en llanura abierta para acribillarlos cuando se hicieran presente. A pesar de que Gonzales Ortega poseía una ventaja numérica al tener 8,000 soldados, la posición de Miramón podía anularla sin problema, por lo que en colaboración con Ignacio Zaragoza deciden movilizar sus fuerzas en la madrugada y colocar su artillería a 700 metros de la conservadora, iniciando el ataque en la mañana del 10 de agosto y aprovechando las condiciones lluviosas pudieron sorprender a Miramón. Después de una batalla de 3 horas, los liberales se hicieron con la victoria al lograr inmovilizar a las tropas conservadoras con la artillería, de la cual apenas y pudo escapar Miramón, dejándole a Gonzales Ortega un valioso botín conformado tanto de armamento y valiosos bastimentos.

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Federico Flores Pérez.

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Imagen: Francisco de Paula Mendoza. Batalla de Silao del 10 de agosto de 1860, 1861.

La derrota conservadora en el sitio de Veracruz.

La oportuna intervención de las corbetas estadounidenses con la detención de la flota conservadora en Antón Lizardo echo a perder los planes para encerrar a Veracruz por mar y tierra, por lo que solo les quedo la indignación plasmada tanto por la prensa como por los políticos conservadores, aunque también hay dudas de si hubiesen logrado su objetivo al tratarse de barcos mercantes de segunda mano. No le quedo de otra a Miramón más que seguir bombardeando el puerto por una semana, donde al ver lo infructuoso de las acciones frena las acciones y manda a un representante para alcanzar un acuerdo de paz, quien adapta el plan británico proponiéndole un armisticio de seis meses que terminaría en elecciones para constituir una nueva asamblea. Las negociaciones las llevaron a cabo Manuel Robles Pezuela en representación de los conservadores y Santos Degollado por los liberales, estableciendo el fin del sitio de Veracruz para iniciar las conversaciones en Tlalpan 15 días después.

Por el lado de los liberales se mostraron intransigentes en algunos aspectos, como la propuesta de que las negociaciones se hiciese ante la presencia de los representantes de las potencias extranjeras, pero sobre todo una de las condiciones para proseguir estaba en el reconocimiento y legalidad de la Constitución de 1857 como la ley que regiría sobre la nación. La frustración de Miramón por no haber logrado su plan y ante la falta de recursos para poder derrotar a los liberales hizo que rompiera el armisticio, bombardeando Veracruz del 15 al 22 de marzo, siendo visto ese ataque tanto por los liberales como por los delegados extranjeros como una señal de la derrota de los conservadores. Como Miramón había concentrado las fuerzas conservadoras en Veracruz, esto hizo que los liberales empezasen a recuperar plazas en el resto del país, destacando la campaña de Jesús Gonzales Ortega en Zacatecas, José López Uraga en San Luis Potosí y Pedro Ogazón en Tepic y Colima.

Con el regreso de Miramón a la capital a principios de abril, muchos políticos conservadores de orientación santanista empiezan a conspirar alrededor de Félix Zuloaga para destituir al joven Macabeo, planteándose la posibilidad de llamar de su exilio a “Su Alteza Serenísima”, por lo que el 9 de mayo Zuloaga publica una proclama donde ejerciendo su papel como presidente interino lo destituía de su posición. Esto provocaría la ira de Miramón quien se encontraba haciendo los preparativos para reiniciar la campaña en el interior del pais y se desvía para dirigirse a la casa de Zuloaga para ponerlo bajo arresto, se lo lleva bajo custodia para que lo acompañase a lo largo de la campaña que ejecutaría sobre el Occidente. Tuvieron como aliciente dos noticias, la llegada a Veracruz del ministro plenipotenciario español Joaquín Francisco Pacheco para reconocer al gobierno de Miramón y se enteran del rechazo del congreso estadounidense del Tratado McLane-Ocampo por una gran mayoría de los representantes de los estados del norte.

El fin del intento intervencionista del presidente Buchanan tuvo varios factores que determinaron la inviabilidad del tratado, por un lado tenemos el clima de polarización entre los estados norteños con los sureños, tensión creada por el fin del esclavismo como mano de obra concentrado en el sur, por lo que los diputados norteños vieron que la aprobación beneficiaria a los sureños ante un inminente conflicto que se estaba gestando. El otro se encuentra en articulo 8 con respecto al libre comercio, algo que atentaba el contra la economía proteccionista impuesta desde el gobierno de Alexander Hamilton y que abría la posibilidad a que entrase el comercio británico para acabar con la industria estadounidense, además de que el proyecto del paso interoceánico de Tehuantepec había dejado de interesarles para apostar por proyectos como el de Panamá o Nicaragua donde podían establecer bases para la anexión. Pero otro punto determinante para desecharlo fue la inviabilidad para que fuese reconocido por el lado mexicano, ya que se necesitaba de la aprobación por parte del congreso para que fuese valido el compromiso de Juárez, quien al no tenerlo bajo su poder hacía que fuese inútil cualquier intento de sostener la alianza ante el peligro que había de provocar un conflicto con los europeos por acciones como la de Antón Lizardo.

Si bien el golpe de suerte que tuvieron los liberales de que se rechazase el Tratado McLane-Ocampo, esto supuso un golpe anímico en el frente ya que se quedaron sin los 2 millones de dólares que el gobierno estadounidense les hubiese entregado, esto empeoraría con el regreso del general Santiago Vidaurri a Nuevo León con el objetivo de recuperar el gobierno del estado. Ante la constante rebeldía de Vidaurri hacia los mandatos de Juárez, hizo que aprovechase su derrota ante los conservadores en la batalla de Ahualulco para destituirlo por el general José Silvestre Aramberri con el apoyo de Ignacio Zaragoza, pero Vidaurri mantenía una fuerte popularidad entre la población neoleonesa y coahuilense e hicieron posible su regreso del exilio de EU. En unas elecciones celebradas en abril, Vidaurri arrasa con Aramberri y este se vio obligado a renunciar a la gobernatura, aunque posteriormente trata de derrocarlo y es derrotado, aunque logra matar a su mano derecha el general Juan Zuazua en la batalla de la Hacienda de San Gregorio, por lo que Vidaurri procede a retirar a la guardia civil neoleonesa de la guerra excusando la necesidad de defender al estado de Nuevo León y Coahuila de los ataques comanches.

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Imagen: 

– Izquierda: Anónimo. Plaza Mayor en 1850, Veracruz, estado de Veracruz,
  Mexico, diario Le Tour du Monde.

– Derecha: Montes de Oca. Miguel Miramon, 1860

El segundo sitio de Veracruz y los hechos de Antón Lizardo.

Los tiempos le estaban siendo favorables a los conservadores, ya sea por el éxito de las campañas para someter a las principales ciudades y sobre todo por el descrito acarreado a los liberales al darse a conocer de manera sesgada el Tratado McLane-Ocampo, por lo que era urgente para el presidente Miguel Miramón reactivar la campaña hacia Veracruz para finalmente capturar a Benito Juárez. Pero atravesaba por serios problemas de financiación porque la opción de los bonos Jecker no estaban resultando atractivos para los inversionistas y por lo tanto no se estaban vendiendo, por lo que en enero de 1860 hace un banquete en el Palacio de Chapultepec invitando a los principales potentados para invitarlos a financiar la Campaña de Oriente, logrando obtener un préstamo por 126,000 pesos más otros fondos proporcionados por las casas mercantiles Wilde y Cía, Jean B, Francisco de Paula y Portilla y la misma casa Jecker, teniendo los recursos necesarios para realizar un cambio de estrategia para la toma de Veracruz atacando por tierra y por mar.

Para esto, logro organizar un ejército de 7,000 soldados divididos entre infantería, caballería y técnicos artilleros, así como se le fueron uniendo tropas auxiliares de Perote, Xalapa, Orizaba y Córdoba, en segundo plano, mandaría al contralmirante Tomas Marín rumbo a La Habana para comprar dos barcos de guerra para cerrar el cerco al puerto, siendo nombrados “General Miramón” y “Marques de la Habana”. Pese a la pérdida de popularidad que le estaba acarreando el reconocimiento estadounidense a su gobierno, Juárez pudo enterarse por esta alianza vía el cónsul estadounidense en La Habana de los movimientos realizados por los conservadores y haciendo uso de los términos del tratado le exige al presidente Buchanan la detención de esos barcos por parte de la flotilla de Joseph Jarvis que en ese momento se encontraba fondeando el puerto jarocho, mientras por medio del ministro de Guerra, José Gil de Pantearroyo se decretaron a los barcos de Tomas Marín como piratas y debían ser tratados como tal por las naciones amigas.

La situación se encontraba en pleno clímax y con las potencias esperando el resultado que de momento era favorable hacia los conservadores, mientras en Francia y España se esperaba la noticia de la toma de Veracruz, en el Senado estadounidense estaba en plena discusión sobre la viabilidad del Tratado McLane-Ocampo. El 8 de febrero, Miramón sale de la capital para emprender el camino hacia Veracruz siendo recibido con elogios, misas y banquetes a su paso por Puebla, pero a partir de Xalapa en adelante era cuando poco a poco se iban complicando las cosas para su avance siendo recibido por algunas emboscadas de los liberales, donde en una de ellas Miramón se salva de puro milagro. Finalmente, la expedición llega a las inmediaciones del puerto en marzo y empiezan a tomar posiciones como ocurrió con la toma de Medellín el día 2, para el día 5 estaban a las afueras de las murallas esperando la llegada de los barcos de guerra, mientras Miramón se dedicaría a tratar de minar la lealtad de los liberales ofreciendo la amnistía para todo aquel que bajase las armas y la pena de muerte para el que se haya negado y fuese aprendido.

Mientras las tropas conservadoras estaban acantonadas en sus posiciones de sitio esperando el apoyo marítimo, los liberales deciden arremeter contra sus posiciones sin que recibiesen respuesta alguna. Además de los buques, Tomas Marín traía consigo una tripulación de 100 mercenarios cubanos, españoles y portugueses, así como pertrechos para apoyar a las tropas de tierra, por lo que decide hacer una escala en Antón Lizardo para descargar las armas y el parque como para reparar unas averías presentadas en las maquinas del “Marques de La Habana”, así como esperaba recibir órdenes por parte del ejercito conservador para saber cuándo tenía que entrar en el puerto. La decisión de Marín de no izar las banderas de los barcos al considerar que se encontraba lejos de la fortaleza de San Juan de Ulua fue lo que delató a la flotilla conservadora ante los informantes liberales y rápidamente llevaron la noticias hacia el puerto, por lo que el general Gil Pantearroyo llama al capitán Jarvis para que cumpliese con las ordenes de Buchanan, por lo que la flota estadounidense se divide tanto en defender la fortaleza y mandan a la corbeta Saratoga bajo el mando del comodoro Thomas Turner a emboscar a los “barcos pirata”.

El encuentro se da en la noche y el barco estadounidense le lanza a la flotilla conservadora un cañonazo de advertencia para que se detuvieran, pero como Marín pensaba que se trataban de lanchas liberales que trataban de atacarlos decide responder el fuego, quedando los estadounidenses sorprendidos ante la osadía de que se atreviesen a atacarlos y realizan un ataque en conjunto entre la corbeta Saratoga con el “Marques de la Habana” y al “General Miramón” lo atacan con los barcos de vapor Wave e Indianola. Cuando Marín se da cuenta de que estaba atacando naves estadounidenses, como tenía ordenes de no provocar una declaración de guerra, frena los ataques para tratar de solventar su error, pero era demasiado tarde y los estadounidenses iniciaron la toma de las naves, salvándose el “Marques de La Habana” al izar la bandera española y se justificaron diciendo que el barco todavía no había sido nacionalizado, como los estadounidenses habían recibido la orden de no atacar las naves españolas los dejaron en paz. Marín y el “General Miramón” fueron apresados por la armada estadounidense e incluso fue extraditado hacia Nueva Orleans para ser juzgado, del cual sale librado al demostrar las faltas de la flota estadounidense y fue puesto en libertad, pero esto fue determinante para desbaratar los planes de Miramón y el destino del sitio de Veracruz.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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Imagen: 

  • Izquierda: Anónimo. Fragata USS Saratoga, 1919.

Las implicaciones y consecuencias del Tratado McLane-Ocampo.

La situación para los liberales en la Guerra de Reforma de pronto se mostraría adversa con una serie de derrotas infringidas por los conservadores, sumado a que Miguel Miramón había reiniciado la campaña de Veracruz y le había asestado una importante derrota a Santos Degollado en Estancia de las Vacas. El momento no podría empeorar si no fuese por el reconocimiento al gobierno de Miramón por parte de España con el Tratado Mon-Almonte y el préstamo recibido por parte de la casa Jecker que le darían $750,000 pesos para poder abastecerse de armamento y terminar la guerra, por lo que al gobierno de Juárez no le quedaba de otra más que negociar una alianza con Estados Unidos. Ellos por su lado, esperaban proseguir con sus ansias expansionistas y buscaban quedarse con más territorios del norte como la península de Baja California, Sonora, parte de Chihuahua y el estratégico Istmo de Tehuantepec, siendo un tema de particular interés para el presidente James Buchanan quien aspiraba a reelegirse.

Los liberales no podían estar más divididos por el tema, ya que una de las banderas usadas para llegar al poder por medio de la revolución de Ayutla de Juan Álvarez había sido el reclamo a Santa Anna por haber vendido el territorio de La Mesilla, por lo que no podían aceptar un trato de esas magnitudes por el riesgo de perder legitimidad, pero una parte del partido representado en connotados políticos como Miguel Lerdo de Tejada y el diplomático José María Mata veían con buenos ojos las pretensiones estadounidenses. Aun con estas circunstancias tan adversas, las negociaciones entre Melchor Ocampo y Robert McLane se vertieron en un tratado firmado el 14 de diciembre de 1859 donde se había logrado salvar muchas de las pretensiones de Buchanan al no ceder la soberanía de los territorios ambicionados, pero muchas de estas hubiesen desembocado en un mal mayor de haberse ratificado. En lugar de tratarse de tratados de compra-venta, quedo en la concesión de “derechos de paso a perpetuidad” sobre tres rutas: de Guaymas a Nogales, de Camargo o Matamoros pasando por Monterrey para finalizar en Mazatlán y el tan ansiado Istmo de Tehuantepec, que más bien se trató de una ratificación de los acuerdos de venta de la Mesilla de Santa Anna.

En el derecho internacional, con la figura del derecho de paso a perpetuidad en ningún momento el país renuncia a su soberanía y puede revocar el mismo en cualquier momento, esto paso con el caso del Canal de Panamá y su recuperación de EU, pero uno de los puntos más peligrosos fue que se daba la oportunidad para instalarse estadounidenses en las zonas aledañas a los caminos, la exención de impuestos y el derecho de las tropas estadounidenses a entrar en los territorios sin permiso del gobierno mexicano para proteger los intereses de los connacionales, algo que pudiese atentar contra la seguridad nacional. Por el otro lado, EU estaba comprometido a ayudar en la defensa de México en el caso de ser atacado por un tercero, cuatro millones de pesos cuando el tratado fuese ratificado de los cuales la mitad se iría al gobierno y la otra para pagar las afectaciones de los estadounidenses por la guerra, y un punto fundamental que posteriormente tiraría la posibilidad de ejecutarse, un tratado de libre comercio.

Una vez dado a conocer el tratado, los liberales esperaban vender la idea al resto de los políticos que el tratado era beneficioso porque no se había cedido a las pretensiones estadounidenses, pero esa justificación tuvo el efecto contrario y fue usado sin cansancio por los conservadores al revelarse con esto como traidores, ya que ni siquiera el Tratado Mon-Almonte había llegado a tanto como lo hicieron los liberales, para muchos el tratado había superado con creces la mala fama que habían alcanzado los conservadores por las ejecuciones de Tacubaya. Por el lado del gobierno de Miramón, su Ministro de Relaciones Exteriores, Octavio Muñoz Ledo, dejo en claro al gobierno estadounidense que el tratado carecía de toda validez al consignar la misma Constitución de 1857 donde en el artículo 72 se dejaba constatado que el único organismo capaz de alcanzar a esa clase de acuerdos era el Congreso. Incluso la prensa conservadora pretendió encender las alarmas tanto de sus aliados europeos y sobre todo de la misma España ante el peligro que representaba una eventual intervención estadounidense, llegando a insinuar que una mayor presencia estadounidense era una amenaza directa para la isla de Cuba.

No solo los conservadores estaban indignados, una buena parte de los liberales salieron decepcionados por estas negociaciones y condenaron el tratado, a pesar del intento de defensa del propio Mata quien quiso excusar que la situación de excepción de la guerra le confería a Juárez facultades extraordinarias, pero esto no evito que en el propio ejército constitucionalista se produjesen desde protestas, renuncias, deserciones y la aparición de una campaña antijuarista. Mientras la prensa estadounidense estaba vendiendo la idea de la necesidad de asegurar el gobierno de Juárez, la británica veía una seria amenaza el que los estadounidenses tuviesen la ruta abierta para establecer colonias donde no pagasen impuestos. El éxito tanto al nivel militar por las victorias de Estancia de las Vacas y La Albarrada en Veracruz coronado con la metida de pata de Juárez parecía augurar a Miramón que 1860 sería el año donde lograría derrotar a sus enemigos, por lo que se vivía en la capital un verdadero ambiente festivo ante una eventual victoria.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861

Imagen: Mapa de las rutas acordadas por el tratado McLane-Ocampo. Fuente: https://twitter.com/pgaleanah/status/1470787551489310734

La posición de las potencias con la Guerra de Reforma.

Los ingleses no veían ninguna ventaja en los dos bandos, con ambos sus súbditos habían sufrido una serie de abusos cuando entraba una y otra tropa solicitando recursos para mantener sus tropas, también es cierto que el gobierno británico no pretendía ejercer una posible intervención en la política mexicana tanto al estar fuera de las zonas de interés del imperio y para no entrar en conflicto con EU. Por estas situaciones, la Foreign Office a través de lord John Russell llamaba a una solución pacífica entre liberales y conservadores, pidiendo un armisticio de seis meses donde fuera posible negocial la conformación de una nueva asamblea para poder encontrar la forma de elegir un nuevo gobierno, aunque su sugerencia no fue tomada en cuenta, le permitió mantener relaciones con los dos bandos y esto facilito a que no tuviesen problemas cuando se dio la victoria de Juárez para poder negociar la deuda.

Francia también tenía fijada su atención sobre México, aunque la respuesta inicial de Napoleón III fue similar a la británica, tenían una clara preferencia por los conservadores, sobre todo porque estaban dando asilo a destacados representantes de ese bando quienes se codeaban con los miembros del gabinete de exteriores, logrando vender la idea de que de no intervenir podía dejar a toda la región en manos de EU, representando una amenaza tanto para sus posesiones que mantenían en las Antillas y por la Guyana. Para ganarse la confianza del resto de las naciones americanas, el gobierno francés empieza a crear el concepto de Latinoamérica para con ello incluir a sus posesiones dentro del contexto regional y excluyendo a la influencia anglosajona, identificándose con los valores culturales latinos compartidos tanto por los países hispanos como por Brasil. Pero dentro del gobierno surgía la idea de la conformación de extender el imperio en América, todo esto impulsado por el ministro plenipotenciario en México Alexis de Gabriac, quien sugería a Napoleón le mandase al gobierno conservador la propuesta de comprarle Sonora y Baja California, idea rebatida por el ministro de exteriores Alexandre Colonna-Waleski quien veía inviable si no se hacía en contubernio con los británicos y teniendo el visto bueno de EU, además que las tropas francesas se encontraban ocupadas por la guerra entre Sardinia y Austria en 1859.

Si bien los españoles eran los mayores partidarios de intervenir en México debido a los abusos contra sus connacionales, dentro del gobierno gano la postura de mantener una posición más neutral, pero se decantaron por una opción donde se dejaba la puerta abierta a una intervención. Para ello, el ministro plenipotenciario Joaquín Francisco Pacheco llama a las cancillerías británica y francesa la posibilidad de conformar una Triple Alianza para intervenir y forzar a los dos bandos a entablar un armisticio de doce meses para que lleguen a un acuerdo, propuesta la cual estuvo de acuerdo el ministro de Relaciones Exteriores, Saturnino Calderón Collantes, quien intentaría convencer a los gobiernos de estos dos países para entrar en México, incluso llegaría a integrar la idea de asegurar la libertad religiosa para tratar de convencer a los británicos, pero ambos gobiernos no estaban interesados en intervenir y con ello se desvanece esta idea.

El desinterés por llevar tropas de parte de las potencias europeas no impidió que mantuviesen presencia en el Golfo de México mandando a fondear a sus barcos de guerra en las costas de Veracruz, siendo visto por los liberales como una amenaza y esto hacia imprescindible que contasen con el apoyo de Estados Unidos, convirtiéndose en una necesidad cuando se enteraron que el padre Francisco de Miranda y Manuel Gutiérrez de Estrada habían sido recibidos en audiencia por Napoleón III. El gabinete de Juárez estaba al tanto lo complicado que resultaría negociar con EU, sobre todo que el presidente en turno James Buchanan era el secretario de Estado de James Polk durante la invasión, siendo partidario de la anexión de Baja California, Sonora, Sinaloa y parte de Chihuahua. La ambición de Buchanan no había cesado con su entrada a la presidencia, manteniendo el discurso antimexicano en los estados de sur donde alentaba la idea de invadir para llevar la paz y con ello completar sus aspiraciones expansionistas agregando como punto de mira el Istmo de Tehuantepec y Centroamérica.

Era conocido por los liberales que por parte de Buchanan no había un compromiso real por mantener a un gobierno políticamente afín y que lo movía sus ambiciones territoriales, como muestra tenían el rompimiento de relaciones con el gobierno de Zuloaga debido a que se había negado a negociar la posibilidad de venta del noroeste o lo de ratificar el paso de Tehuantepec estipulado en el Tratado de la Mesilla negociado con Antonio López de Santa Anna. Sabiendo la situación desesperada de los liberales por encontrar apoyos internacionales y que estaban dispuestos a negociar con los estadounidenses, el gobierno de Miramón empieza a difundir la idea de que eran unos traidores a la patria quienes estaban dispuestos a vender parte del territorio con tal de ganar la guerra, dando a conocer las discusiones que llevaron al rompimiento de relaciones con EU para erigirse como los verdaderos defensores frente a los invasores, intensificado con el anuncio del reconocimiento al gobierno de Juárez el 6 de abril de 1859. Dentro del gobierno estadounidense estaba la como condición para los diplomáticos el mantener una línea intransigente con los liberales, poniendo como exigencias la venta de los territorios ambicionados y el paso de Tehuantepec, pero para su sorpresa las cosas no les saldría como esperaban. 

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861

Imagen:

  • Izquierda: George Peter Alexander. James Buchanan, 1859.
  • Derecha: Jean Hippolyte Fladrin. Napoleon III, 1862

1860: la entrada de las potencias en la Guerra de Reforma.

Con el inicio del tercer año de guerra, además del propio pueblo mexicano que estaba resultando afectado por este conflicto civil ya empezaba a preocupar a los principales países socios extranjeros, entre los que estaban Gran Bretaña, Francia, España y Estados Unidos, quienes mantenían colonias de empresarios y pequeños comerciantes a los que les tocaba vivir de primera mano los abusos y tropelías por parte de las facciones, principalmente en lo referente a los prestamos forzosos. Ni el gobierno de Juárez o el de Miramón podía asegurarles ver por su bienestar, peor resultaba para ellos al tener que al no tener recursos para poder sostener a sus respectivas tropas, tenían que valerse de este instrumento para poder financiarse, es por eso que los colonos les escribían cartas para sus respectivos representantes para solicitar de manera humanitaria la directa intervención de las tropas de sus naciones y así ponerle fin a un conflicto que estaba resultando desastroso para todos.

No solamente fueron los extranjeros residentes en México los únicos que buscaban la entrada de alguna potencia, sino que tanto liberales como conservadores buscaban hacerse del favor de alguna de estas naciones y con ello cambiar la balanza a su favor, mientras los conservadores eran más pro europeos ante el resentimiento existente hacia los estadounidenses y su afinidad al monarquismo, los liberales buscaron ser sus aliados y el de otras naciones americanas al defender el modelo republicano. Para ese entonces, los conservadores tenían bajo su poder las principales ciudades del país, mientras los liberales mantenían Morelia y los principales puertos como Veracruz y Tampico, importantes fuentes de recursos por los cobros de gastos aduanales, estos factores más los informes dados por sus cónsules fueron muy importantes para que las potencias se planteasen la posibilidad de intervenir y bajo que términos con la intención de buscar las mayores ganancias posibles, aunque ni Miramón ni Juárez estaban dispuestos a ceder en todo.

Además de los ya antes mencionados recursos que tanto caudillos como gobiernos sacaban dinero de las colonias extranjeras, una de las medidas que fueron más polémicas fue el impuesto implementado en mayo de 1858 por el ministro de Hacienda, Luis Gonzaga Cuevas, quien decide cobrar el 1% sobre todo capital sin importar la nacionalidad, obligando al ministro estadounidense John Forsyth a solicitar una explicación del gobierno conservador ante tal medida, siendo respondido con que estaban implementando las mismas medidas que en 1847, siendo completamente ignorado él y las demás legaciones. Los reclamos sobre los abusos salían a la luz, como ocurrió con la Casa de Moneda Anglomexicana de Guanajuato que acusa a Jesús Gonzales Ortega de robarles $90,000 pesos, lo mismo hicieron tanto Vidaurri como Zuazua cuando estuvieron en San Luis Potosí, e incluso también lo hizo el propio Miramón cuando ocupa aquella ciudad, ni que decir lo ocurrido al cónsul británico en Tepic quien fue obligado a pagar $13,500 pesos con tal de no matarlo.

Desde el primer año de guerra, era común en las aguas de Veracruz observar embarcaciones de guerra españolas, francesas, británicas y estadounidenses monitorear las costas en los alrededores de la Isla de Sacrificios, como el caso de la fragata británica Valorous comandada por el capital William Cornwalis Aldham para vigilar las embarcaciones donde se mandaba la plata para el pago de la deuda enviada por Juárez (quien siempre procuro apartar un 50% de lo recaudado para cumplir con los plazos), también estaba la embarcación francesa Lucifer del almirante Charles Pinaud con la misión de renegociar el pago de la deuda con Juárez en noviembre de 1858, así como la presencia de cuatro barcos españoles procedentes de Cuba y apostados en Tampico como persuasión al general De la Garza para que dejase de abusar de la comunidad española. Todo esto hizo reaccionar al gobierno estadounidense mandando al buque Saratoga para darles el mensaje (sobre todo a los españoles) de que no tolerarían cualquier señal de intromisión en los asuntos mexicanos, está clara presencia estadounidense y sobre todo los rumores de negociación entre Juárez y el ministro Robert Milligan McLane hizo que los conservadores aumentasen su llamado de ayuda para la entrada de los ejércitos extranjeros, pero lo cierto es que los europeos tenían intereses diferentes para el caso mexicano.

A la Gran Bretaña no le interesaba tener problemas con Estados Unidos al ser una zona fuera de su área de acción (África y el Sudeste asiático), por lo que solo pedía en primera garantizar el pago de la deuda y abrir los mercados lo más pronto posible, siendo uno de los objetivos de la Foreign Office el de forzar a ambos bandos a acordar un armisticio. El ministro a cargo de la legación británica, Loftus C. Otway, era un claro partidario de los conservadores, aunque también le toco realizar los reclamos contra Zuloaga y después contra Miramón ante los claros abusos a sus conciudadanos. Algo que acerca a Otway a los conservadores fue la campaña de Miramón para tomar Veracruz a inicios de 1859, pero con el fracaso de esta empieza a confesar en sus cartas la posible victoria liberal y era uno de los impulsores de la intervención militar que pacificase al país e impida convertirlo en protectorado estadounidense, aunque finalmente seria destituido con la excusa de no haber protestado lo suficiente contra la matanza de Tacubaya (hay constancia de sus condenas frente al hecho) para ser reemplazado por George W. Mathew. Aunque aparentemente las peticiones de Otway pudiesen parecer exclusivamente la pacificación, hay otras cartas donde mostraría opciones de ganancias territoriales, proponiendo como “pago justo” que se les cediese tanto la península de Baja California como parte de Yucatán, pero sus propuestas fueron calificadas de inviables por lord Malmesbury ante la “incapacidad” mexicana de preservar la paz.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861

Imagen: Anónimo. Panorámica de Veracruz desde la torre de la iglesia. 1875.

El apoyo europeo al bando conservador.

Las relaciones en las primeras décadas del siglo XIX entre México y España fueron muy inestables con una tendencia a romperse en cualquier momento, ya sea por el resentimiento por la guerra independencia, la década de los 20 donde Fernando VII sería un obstáculo al tratar de aislarlo de los países europeos y de la iglesia, ni que decir de la animadversión ganada por 300 años de dominación colonial donde los peninsulares estaban a la cabeza, todos estos hacia difícil la vida de la comunidad española que se había quedado y era la más grande en el país. Si bien era común que los súbditos españoles sufrieran de abusos y fuesen objeto de la violencia de la época cuando se presentaba la oportunidad, la inestabilidad de los años 50 fue un periodo especialmente violento al suceder una serie de asesinatos como el de Mineral de San Dimas en Durango, Chiconcuac en el entonces Estado de México (actual Morelos) y San Vicente le daría la excusa al gobierno español para romper relaciones con el gobierno de Ignacio Comonfort.

En España reinaba la hija de Fernando VII, Isabel II, quien durante su minoría de edad quedo establecida que la monarquía dejaría de ocupar el monopolio de la política nacional para pasar a ser solamente simbólica (situación que perdura al día de hoy) para dar lugar a un gobierno parlamentario, pero la situación de crisis que imperaba en la península por la quiebra económica derivada de la invasión napoleónica y la perdida de sus colonias (buena parte de sus ingresos provenían de Cuba) hizo que la política fuese muy inestable, primero con el intento de Carlos Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII) de hacerse con la corona para reinstaurar el absolutismo, seguido por la lucha entre los propios militares para hacerse con la presidencia del Consejo de Ministros, destacándose Baldomero Espartero, Ramon María Narváez y Leopoldo O’Donnell. Fue este último quien sube al cargo cuando sucede la crisis en México y buscaba con este conflicto intentar recuperar el estatus perdido como potencia colonialista, durante su mandato destacaría el involucramiento en diferentes conflictos con miras de adquirir nuevos territorios como la guerra de Marruecos, la reincorporación de Santo Domingo y posteriormente la Guerra del Pacifico contra el Peru y Chile.

El bando conservador siempre tuvo buenas relaciones con las potencias europeas por la animadversión hacia los Estados Unidos y sobre todo con sus principios de traer un príncipe para que gobernase el país hizo que los gobiernos de Antonio López de Santa Anna, Félix María Zuloaga y Miguel Miramón tuviesen a los embajadores cercanos para poder disponer de ellos. El ambiente en España era de tono belicista azuzando para que estallase la guerra publicando en la prensa los abusos contra la comunidad española, fue muy sonada la toma de Tampico por parte del liberal Juan José de la Garza el 25 de agosto de 1858 donde solicito prestamos forzosos a los extranjeros, provocando que el gobernador de Cuba mandase cuatro barcos de guerra a sondear del rio Tampico hasta la Isla de Sacrificios, llevando incluso a la reina a declarar en su discurso del 1ro de diciembre a estar dispuesta a declarar la guerra a México. Tanto Félix María Zuloaga como su ministro Juan N. Almonte vieron que era difícil reanudar alguna clase de negociación con los españoles debido a este animo tan exaltado, sobre todo porque existía una imagen muy negativa del país como para que cualquier nación europea quisiese entablar relaciones.

A pesar de las dificultades, el general Almonte logra rebajar el peligro de invasión y después de varios meses logra cerrar un acuerdo con el ministro Alejandro Mon el 26 de septiembre de 1859 en el Tratado Mon-Almonte, donde España reconoce el gobierno de Miguel Miramón con la condición de castigar a los perpetradores de los hechos pasados y se pagara su debida indemnización a las víctimas. Si bien Almonte trataría de zafar al país del compromiso diciendo que los crímenes sucedieron con los gobiernos anteriores, no le quedo de otra más que aceptar la responsabilidad, pero a su vez logro que el pago de estas se hiciese cuando se estabilizase la situación. Juárez y los liberales negaron el reconocimiento de este tratado y lo consideraron como vergonzante, mientras los conservadores celebraron la reanudación de las relaciones con España porque esto implicaba que podían acceder a préstamos para suplir el déficit fiscal.

Pero esta nueva oportunidad dio lugar a uno de los episodios más controvertidos por parte de los conservadores con serias consecuencias a futuro a finales del verano de 1859, el banquero suizo Jean Baptiste Jecker vio la oportunidad de ofrecerle a Miramón un préstamo por un millón y medio de pesos para comprar armas, propuesta que realiza al ministro de Hacienda Isidro Diaz y el se la da a conocer al presidente, misma que acepto. Se crean los “bonos Jecker” como un instrumento financiero a la mano de los inversionistas quienes obtenían un 6% de interés anual, emitiéndose 133,000 bonos donde se esperaba que pudiese darles 15 millones de pesos y a cambio Jecker recibiría el 20% de lo recabado y dos quintas partes de los intereses de la mitad, donde el banco daba garantías por un periodo de 5 años. El negocio no resulta al no haber compradores y a inicios de 1860 el banco entra en quiebra, dando solamente $723,020, si bien en su momento no despertó ninguna clase de suspicacia debido a lo común que eran esa clase de tratos abusivos entre banqueros con el gobierno, el caso salió a relucir cuando Napoleón III quiso reclamar los 15 millones al comprar la deuda y que sería el pretexto para la intervención francesa.

Aun con esta falla, los $700,000 le sirvieron a Miramón para pertrechar bien a sus tropas y seguir la cadena de victorias que llevaban, están vez con la moral alta al contar con el respaldo europeo, esto se manifestó en la batalla de Estancia de Vacas el 12 de noviembre en un paraje cercano a Querétaro donde venció a un gran contingente de tropas liberales encabezadas por Santos Degollado, Manuel Doblado, José María Arteaga quienes tenían 4,500 elementos, mientras los conservadores solo eran 3,000 pero con la caballería de Mejía y la bien artillada. También se dieron las condiciones para mandar a arrestar a Leonardo Marques excusando un préstamo asalto que hizo al consulado británico mientras lo transportaba rumbo a Mazatlán, todo indicaba que la guerra se podría resolver a favor de los conservadores, pero Juárez estaría preparando las condiciones para la lucha al siguiente año.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861

Imagen: 

  • Izquierda: Vicente López Portaña. Alejandro Mon y Menéndez, 1850.
  • Derecha: Cruces y Campa. Juan Nepomuceno Alminte, 1864-1867