El sitio de Guadalajara y la batalla de Calpulalpan, la derrota conservadora

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Por segunda vez durante la Guerra de Reforma, la ciudad de Guadalajara se convirtió en un campo de batalla entre liberales y conservadores a finales de septiembre y principios de octubre de 1860. Esta vez, los conservadores se habían atrincherado en la ciudad bajo el mando del general Severo Castillo, mientras que los liberales, inicialmente liderados por Jesús González Ortega y posteriormente reemplazado por Ignacio Zaragoza, tenían la misión de tomarla.

Sin embargo, se enfrentaban a la dificultad de la pronta llegada de refuerzos conservadores liderados por Leonardo Márquez y Tomás Mejía, quienes contaban con una fuerza de 4,300 hombres y estaban financiados con $200,000 pesos obtenidos de préstamos forzosos durante su victoriosa campaña por el Bajío. Zaragoza se vio presionado por el tiempo y decidió tomar Guadalajara a toda costa, a pesar de que las tropas conservadoras rondaban los 6,000 efectivos, cuyas fuerzas se veían mermadas por la falta de recursos.

Así, en la mañana del 29 de octubre, Zaragoza inició el asalto, desencadenando una batalla cruenta y sin cuartel que dejó la ciudad en ruinas y ninguno de los bandos se proclamaba como vencedor después de 14 horas de combate continuo, dejando exhaustas a ambas fuerzas.

A pesar de haber quedado igualados, la situación en el bando conservador estaba siendo más apremiante al quedarse sin dinero y sin parque. Por lo tanto, Castillo decide iniciar conversaciones con el general liberal Manuel Doblado, algo a lo que Zaragoza no se opuso, ya que esto le permitió preparar los morteros y continuar con el bombardeo al día siguiente. La reunión resultó en un armisticio de 15 días, durante los cuales las fuerzas conservadoras defensoras de Guadalajara no podían abrir fuego contra las tropas liberales. Esto permitió a Zaragoza concentrarse en atacar a Márquez, quien se encontraba en Zapotlanejo, a 34 km de la ciudad.

Para enfrentarlo, Zaragoza comisionó al general Nicolás Regules para perseguirlo y enfrentarlo en las Lomas de Calderón el 1ro de noviembre. La batalla se desencadenó después de que Márquez atacara como represalia contra Zaragoza por negarse a negociar, pero no pudo hacer frente a las tropas liberales y se dio a la fuga. Cerca de 3,000 soldados conservadores fueron capturados en la huida.

Como consecuencia de la derrota de Márquez, el general Castillo decide seguir sus pasos y abandona Guadalajara el 3 de noviembre, lo que representó una derrota decisiva para los conservadores al dejar en manos de los liberales los puntos más importantes del Occidente. Esto permitió a los liberales recuperar el Bajío y comenzar a prepararse, tanto comprando armamento a Estados Unidos como obteniéndolo de la ferrería de Tula. Reunieron una fuerza de 30,000 soldados y 180 cañones para dirigirse hacia la Ciudad de México.

Para finales de octubre, Miguel Miramón sabía que la causa conservadora estaba en desventaja. Un golpe moral fue el retiro de la legación británica, la cual desconoció su gobierno y se instaló en Xalapa. Ante esta situación, Miramón decide vender mobiliario y propiedades para pagar deudas y costear su huida a Europa junto con su familia. Una vez recibida la noticia de la toma de Guadalajara y la derrota de Márquez, Miramón declara el estado de sitio en la capital el 13 de noviembre y vuelve a imponer un préstamo forzoso de $300,000 pesos. Además, ordena a Márquez incautar los bonos de la legación británica por un valor de $660,000 pesos. Emitió una proclama donde admitía la situación crítica y preparaba a los capitalinos para la batalla.

La campaña final de los liberales contra los conservadores comenzó con una victoria para las tropas de Miramón en Toluca el 9 de diciembre, donde capturaron valiosos prisioneros como los generales Santos Degollado y Felipe Berriozábal, lo que les dio impulso para enfrentarse a las tropas de González Ortega, que habían tomado posiciones en la loma de San Miguelito en Calpulalpan con una fuerza de 16,000 hombres.

El día 21, Miramón llegó con la plana mayor de los comandantes conservadores, incluyendo a Márquez, Mejía, Marcelino Cobos y Miguel Negrete, para intentar infligir una derrota milagrosa utilizando los talentos del ejército federal. Esto marcó el inicio de la batalla de Calpulalpan el 22 de diciembre. Miramón decidió atacar el flanco izquierdo de las tropas de González Ortega, conformadas por la división de Michoacán. Sin embargo, tanto él como Zaragoza anticiparon su estrategia y enviaron a las fuerzas del general Regules a resistir el embate con las brigadas de Jalisco y San Luis Potosí. La estrategia de Miramón falló, y fue el turno de González Ortega de atacar a Miramón con las divisiones de Zacatecas y Guanajuato, con el apoyo del fuego de 30 cañones, resistiendo los conservadores durante cerca de una hora.

El ejército conservador finalmente sucumbe al ataque de González Ortega. Aunque tuvieron un breve momento de esperanza con la carga de caballería comandada por Joaquín Miramón (hermano de Miguel), no fue suficiente para cambiar el curso de la batalla. Poco a poco, los soldados conservadores se rinden y algunos cambian de bando, mientras que otros caen prisioneros. Miramón logra escapar de la batalla y se refugia en la Ciudad de México para preparar a su familia para su partida hacia Cuba. Él mismo encuentra refugio en la embajada española y deja la capital el 1 de enero de 1861. Las tropas de González Ortega entran en la ciudad el 25 de diciembre.

A partir del 1 de enero, se inician los festejos generalizados por parte de los liberales en todas las ciudades en celebración de su victoria. Se restaura el gobierno de la Constitución de 1857, y se consolida con el regreso del presidente Benito Juárez al Palacio Nacional el 11 de enero. Así, se pone fin a una guerra cruenta de tres años donde los mexicanos quedaron divididos en bandos irreconciliables. Sin embargo, pasarían algunos años más para la derrota final de los conservadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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Imagen: Casimiro Castro. Batalla de San Miguel Calpulalpan, decada de 1860.

Las gavillas conservadoras frente al gobierno de Juárez.

Con la derrota de los conservadores en la Guerra de Reforma, la lucha estaba lejos de terminar, ya que sus líderes quedaron dispersados y fuera de control, buscando oportunidades para derrotar a los liberales. Personajes como el «presidente» Félix María Zuloaga, Leonardo Márquez, Tomás Mejía, José María Cobos, Juan Vicario, Lindoro Cagiga y Manuel Lozada fueron catalogados como criminales.

Sin embargo, durante 1861 y como consecuencia de la degradación de las relaciones exteriores con las potencias europeas debido a la suspensión del pago de la deuda, Benito Juárez se vio obligado a ofrecer amnistía a los caudillos conservadores. Esto se hizo tanto para sumarlos a la defensa frente a una inminente invasión como para evitar que se unieran a los enemigos.

La única excepción a esta regla fue Márquez, quien, debido a las atroces matanzas que llevó a cabo durante la guerra y sobre todo por ser el ejecutor de destacados liberales como Melchor Ocampo, Santos Degollado y Leandro Valle, no recibió el perdón.

Con el avance de la crisis y la revelación de Francia como el verdadero enemigo, las defensas republicanas tuvieron que prepararse tanto para enfrentar a los franceses como para repeler los ataques de la banda de Márquez, la cual los atacaba sin mucho éxito, pero representaba un desvío de tropas para enfrentarlo.

Al ingresar los franceses a Orizaba, se enfrentaron a una visión poco alentadora tanto de los refuerzos conservadores como de las tropas de leva de los republicanos. Las carencias eran evidentes, desde la falta de armamento adecuado hasta la ausencia de uniformes. Según sus testimonios, muchos soldados mexicanos prácticamente andaban en harapos, lo que provocaba que, a su paso, algunos desertaran para unirse a las filas francesas en busca de paga o incluso comida.

En cuanto a la seguridad de los caminos, estaban prácticamente a merced de bandoleros que subsistían mediante asaltos a los transeúntes. Según sus descripciones, era común que los viajeros de México a Veracruz llegaran prácticamente desnudos a su destino, ya que las diligencias eran asaltadas hasta seis veces en el trayecto. Se señalaba a los indígenas como los principales perpetradores, y se mencionaba que esta situación había comenzado hacía pocos años.

Se ha argumentado que la implementación de la Ley Lerdo desde 1856, que despojó a la Iglesia de sus propiedades y desamortizó las tierras de las comunidades indígenas, fue la responsable del aumento de la delincuencia. La pérdida de tierras, la falta de medios de vida estables y los efectos de la guerra crearon el entorno propicio para el incremento del bandolerismo, apoyado por autoridades corruptas que permitían la impunidad de los crímenes.

Este clima de crimen en el contexto mexicano no era generalizado, ya que se inscribía dentro de la categoría de «bandolerismo social». Estos grupos se dedicaban a asaltar y atacar a personas adineradas, pero mantenían códigos que les impedían atacar a los campesinos, de quienes formaban parte. Así, fueron vistos como una suerte de justicieros que distribuían el botín entre los más necesitados. La ruina económica que vivió el país durante la primera mitad del siglo XIX alentó este tipo de prácticas. Dado un gobierno débil y quebrado por la inestabilidad política, resultaba imposible invertir en seguridad e infraestructura básica como los caminos, convirtiendo los viajes a lo largo del país en un verdadero riesgo para quienes necesitaban trasladarse de una ciudad a otra.

Ante este panorama anárquico, las comunidades se veían obligadas a unirse para repeler el despojo de los latifundistas o para intentar superar la desigualdad de siglos. Este fue el momento en el que surgieron movimientos agraristas para defender la vida comunal, como lo evidencian los movimientos conocidos como «guerras de castas», donde los indígenas se rebelaban contra el orden criollo, como en el caso maya o el de Manuel Lozada en Nayarit.

Occidente fue una región donde las agrupaciones reaccionarias tuvieron una mayor proliferación de movimientos populares conservadores. En este contexto, los caudillos ofrecían al campesinado una forma de defenderse de los abusos de un gobierno que no podía resolver sus problemas ni enfrentarlos, destacando el movimiento de Lozada, quien logró construir una «república campesina» que intentaba pactar tanto con el gobierno de Juárez como con el Segundo Imperio. Este movimiento no fue simplemente una revuelta campesina más, sino que contaba con el respaldo de los caudillos conservadores, quienes veían en él una oportunidad para mantener viva la lucha. Además, recibía apoyo de la burguesía de Tepic, como la familia García Vargas, los hermanos Rivas y la firma inglesa Barron Forbes.

Todo comenzó con una disputa de las comunidades indígenas del pueblo de San Luis contra la hacienda La Mojarra, acusada de haberles despojado de sus tierras en los últimos años de la colonia. El enfrentamiento se desató cuando Lozada, con armas en mano, exigió la devolución de las tierras al juzgado. Otras comunidades del cantón de Tepic y el sur de Jalisco se sumaron al conflicto, y en el contexto de la Guerra de Reforma, recibieron el apoyo de la Iglesia.

La adhesión de Lozada al conservadurismo era natural. Mientras los liberales contaban con el respaldo de los hacendados que se beneficiaban de las nuevas condiciones de tenencia de la tierra, él estaba del lado de las comunidades que luchaban por su supervivencia. Para él, era fundamental preservar el orden campesino que hasta entonces se mantenía, y la Iglesia representaba un símbolo de esa preservación. Lozada fue uno de los generales que se acogió al indulto de Juárez en 1862, pero como el gobierno de Jalisco no cumplió con lo pactado, los lozadistas tomaron Tepic y Santiago Ixcuintla, declarando su adhesión al imperio. Los franceses les garantizarían el financiamiento de su ejército.

La lucha de Lozada tenía implicaciones más amplias, como el intento de las élites de Tepic de separarse políticamente del estado de Jalisco. La rebelión agrarista cimentó las condiciones para lograr la autonomía al convertir a Tepic en un «distrito militar» dependiente del gobierno federal. A pesar de haber combatido del lado de los conservadores y el imperio, la fuerza que lograron hizo que, años después de su ejecución en 1873, el gobierno de Juárez tuviera que respetar los pactos.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Gerardo Palomo Gonzales. Gavillas de bandoleros, “Bandas conservadoras” y Guerra de Intervención francesa (1863), de la revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de Mexico no. 23.

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Imagen: S/D. Guerrilleros mexicanos, 1872.

La debacle conservadora en la Guerra de Reforma.

La victoria liberal en la Batalla de Silao tuvo un impacto significativo que marcó una tendencia infranqueable en contra de los conservadores. Desde el gobierno de Juárez, se difundió la noticia del triunfo de Jesús González Ortega sobre el general Miguel Miramón. González Ortega aprovechó la oportunidad para presentar a los liberales como benévolos al liberar a los prisioneros capturados durante su campaña en el Bajío.

En el bando conservador, comenzó a surgir cierta inestabilidad con la reaparición pública del expresidente Félix María Zuloaga y la tensión generada por la disputa sobre la devolución de la investidura presidencial a Miramón por parte del presidente de la Suprema Corte, José Ignacio Pavón. Este movimiento dio lugar a la excusa perfecta para que la delegación británica retirara su reconocimiento al gobierno conservador.

A partir de ese momento, la estrategia de González Ortega se centraría en lograr la toma de Guadalajara, con el objetivo de dejar a los conservadores atrapados en la Ciudad de México y Puebla, preparándolos para el golpe final.

Miramón comenzaba a quedarse sin opciones; la mayoría de las grandes ciudades estaban en manos de los liberales, con excepción de Guadalajara, la Ciudad de México y Puebla. Esto se debía, en parte, al financiamiento que Juárez estaba recibiendo gracias al inicio de los procesos de desamortización y venta de propiedades de la Iglesia en los territorios donde tenían presencia. Además, contaba con el apoyo diplomático de Estados Unidos.

Miramón se vio obligado a tomar medidas extremas para sostener la guerra. A mediados de agosto, inició con el cambio de su gabinete y liberó a Leonardo Márquez para que apoyara al general Pedro Ogazón en el frente de Guadalajara. Sin embargo, lo que enfureció a sus aliados fue la imposición de cobros forzosos. Solicitó a los empresarios un impuesto de $300,000 pesos y a la Iglesia la donación de sus tesoros en oro y plata para amonedarlos.

Ninguna de estas medidas ayudaría a cambiar las tornas. Márquez, como señal de rebeldía, no se dirigiría al Occidente hasta octubre. Los empresarios se negaron a pagar este impuesto, llegando incluso a encarcelar a un par de ellos. Además, el arzobispado, horrorizado por el despojo, frenó la entrega de sus objetos litúrgicos en octubre.

Hubo un breve respiro para Miramón a principios de septiembre debido a un error que tambalearía la posición de Juárez a nivel internacional. El general Santos Degollado, desesperado por adquirir recursos para financiar la toma de Guadalajara, decidió confiscar una carga de plata con un valor de $1,127,414 pesos, de los cuales $400,000 pertenecían a capital británico. Esto provocó que la legación británica, junto con la francesa y la española, exigiera a Juárez la devolución del dinero, comprometiéndose a hacerlo el 24 de octubre, más un pago adicional en concepto de indemnización.

A pesar de este tropiezo, los $700,000 restantes fueron suficientes para comenzar el cerco sobre la capital tapatía. La primera acción fue el posicionamiento de las tropas liberales el 20 de septiembre de 1860 en el pueblo de San Pedro Tlaquepaque por parte de González Ortega. Al día siguiente, González Ortega escribió una carta al lugarteniente conservador, Severo Castillo, para tratar de convencerlo e intimidarlo para que rindiera la plaza sin necesidad de iniciar un derramamiento de sangre, aunque ya había algunos tiroteos en los alrededores. Esto llevó a que Castillo aceptara reunirse con González Ortega en la garita de Tlaquepaque para discutirlo. Puso como condición para la entrega la renuncia de Juárez y el inicio de un nuevo proceso electoral siguiendo las reglas de la Constitución de 1857, además de un proceso de reformas a la misma.

Al fracasar los intentos de González Ortega para la entrega pacífica de Guadalajara, el sitio inicia el 27 de septiembre con el corte del suministro de agua potable a la ciudad. Hasta el 1ro de octubre, la artillería comienza a devastarla, agotándose las pocas provisiones que tenían, lo que lleva a la población civil a retirarse sin ninguna posesión para salvarse de la batalla. A pesar de esta posición adversa, Castillo se niega a rendir la plaza y se encierra con sus 6,000 soldados, que poco a poco fueron disminuyendo. Estaba esperanzado en la llegada de los refuerzos de Márquez, quien parte junto con Tomás Mejía hasta el 10 de octubre, llevando a cabo una campaña relámpago donde recuperan Querétaro, León, Irapuato, Guanajuato y Lagos. En el bando liberal también empezaban a surgir problemas al enfermar González Ortega de «calenturas» que no lograban apaciguar, por lo que decide nombrar al joven general Ignacio Zaragoza como su reemplazo. Sería él quien tomaría las decisiones para contrarrestar la llegada de los refuerzos conservadores.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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https://www.arthii.com/la-guerra-de-reforma-a-mediados-de-1860/

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Imagen:

 – Izquierda: Anónimo. Garita de Tlaquepaque, mediados de siglo XIX.

 – Derecha: Anónimo. Retrato de Jesus Gonzales Ortega, ca. 1860. 

Las consecuencias de la matanza de Tacubaya.

Para el 11 de abril, Miguel Miramón regresa a la Ciudad de México de la fracasada campaña sobre Veracruz, entrevistándose con Leonardo Márquez en la tarde por el camino de Chapultepec donde le informa sobre la aplastante victoria alcanzada en Tacubaya, premiándolo al elevarlo de grado al de general de división. Al día siguiente los familiares tanto de prisioneros y desaparecidos en la batalla fueron a Palacio Nacional para saber de ellos o pedir clemencia por sus vidas, pero esto no impidió que el centro de vistiera de gala para festejar por tremenda victoria. Pero el 13 de abril se empieza a publicar un panfleto anónimo escrito por Francisco Zarco donde se denuncian las tropelías cometidas por las fuerzas de Márquez, provocando que su ministro de Guerra, Severo del Castillo, renunciase a su cargo por la gravedad de los testimonios, incluso el ministro británico Otway quien se suma a los reclamos por la gran cantidad de muertos.

La descripción de Zarco describe como la “soldadesca desenfrenada” de conservadores obedeciendo las ordenes de Miramón y Márquez se dedicaron no solo a ejecutar a los soldados y generales militares, sino que también se dedicaron a matar tanto a médicos que habían ido a socorrer a los heridos, civiles e incluso niños fueron pasados por las armas. Los mandos ejecutados fueron Marcial Lazcano, Genaro Villagrán, José María Arteaga, José López e Ignacio Sierra. El ataque de los conservadores fue a dar a los hospitales de campaña donde se dice lancearon a los médicos y estudiantes de medicina que estaban realizando su trabajo, que sumado con los demás muertos se cuentan que fueron 53 los muertos de manera sumaria que incluso incluyeron extranjeros sin nada que los vinculase con la guerra.

El texto de Zarco fue ampliamente difundido por la prensa liberal acompañada por la indignación de Melchor Ocampo quien infla las cifras a cien, haciendo que la indignación invadiera la capital comenzando por la comunidad inglesa de donde viene uno de los muertos. Los conservadores intentan reaccionar a la mala prensa sacando un texto anónimo donde justificaban las ejecuciones realizadas reconociendo 16 realizadas según las de la ley, denunciaban las exageraciones de Zarco y tildaban de hipócritas las acusaciones de los liberales al haber perpetrado matanzas peores. Del asesinato de los médicos llegaron a decir que pertenecían al cuerpo del ejército liberal, asi como los civiles ejecutados justificaban que de alguna manera eran colaboracionistas de los liberales, por lo que se justificaba el proceder a diferencia de los hechos de Guadalajara y Zacatecas.

Aun con esta defensa, la sociedad no creía los argumentos que trataban de justificar la muerte de los médicos, sabiendo que estaban realizando un acto humanitario al socorrer a los heridos de ambos bandos y el texto no logra acabar con la indignación, por lo que no Miramón ni Márquez vuelven a ostentar esta batalla y ni siquiera usan los argumentos del texto. Incluso tiempo después Márquez trataría de lavarse las manos culpando a Miramón como el que le ordena proceder con las ejecuciones y limitándose a “cumplir órdenes”, lo mismo hace Miramón ocho años después durante su proceso que determino su ejecución junto a Maximiliano diciendo que todo había sido acciones de sus oficiales sin conocer su proceder. Por más que quisieran limpiarse la mancha, ante la sociedad lo hecho por Márquez seria atroz y para siempre le quedo el mote de el “Tigre de Tacubaya”, teniendo un gran arraigo popular que hizo se crearan tanto corridos describiendo los hechos o incluso obras de teatro.

La indignación que hizo manifiesto Otway y la comunidad inglesa hizo que el gobierno británico emitiera una protesta, exigiendo explicaciones por lo hechos correspondiéndole al ser uno de los países que reconocían al gobierno de Miramón, llegando incluso a proponer el desconocer a los conservadores y reconocer al gobierno de Juárez. Para los liberales solo fortalecieron sus ideales anticlericales, sobre todo porque la iglesia se ofreció a celebrar el Te Deum en Catedral en honor a la victoria de Márquez haciéndola coparticipe de la matanza. Esto hizo que Jesus Gonzales Ortega en su campaña se justificase a encarcelar a los curas que iban encontrando en su camino por el delito de conspiración, haciendo una serie de arrestos tanto en Leon como en Irapuato y llegando a ejecutarlos en Zacatecas.

Pero uno de los principales afectados y protagonista de tal hecho fue Santos Degollado, quien vio como el y su tropa fue usada como sacrificio para hacer que Miramón levantase su campaña en Veracruz y sobre todo sin proporcionarle los recursos para poder resistir, sumada a la ejecución de sus oficiales y civiles, así como la humillación recibida al arrebatarlos de su uniforme y su banda de general para colgarlos en la plaza. Degollado regresa a Colima donde también empieza a ejercer acciones en consecuencia pero en sentido contrario, primero homenajeando a los muertos en Tacubaya para seguir con tratar de asegurar a sus tropas que tendrían lo necesario para luchar, valiéndose de los bienes despojados a la iglesia y a los conservadores para tratar de financiarse lo mas posible, sin disminuir en su reclamo al gobierno de Juarez por el que no dejaba de luchar pero no olvidaba el hecho de ser usado como carne de cañón.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861

Imagen: Jean Adolphe Beauce. Leonardo Marquez, 1865

El embiste de Miramón sobre Veracruz y el tigre de Tacubaya

Ya una vez asumido en el cargo de presidente y de haber organizado al gobierno, Miguel Miramón concentra al ejército para iniciar la campaña para tomar Veracruz, asegurando las ciudades que por las que pasaba el camino hacia el puerto como Puebla, Orizaba y Córdoba del 17 de febrero al 7 de marzo. Paso por contratiempos en el paso hacia la costa al tener que atravesar sobre la barranca del rio Jamapa, Chiquihuite, Matlaluca, Atoyac, Paso Ancho, Tres Encinos y Camarón, pasando a apoderarse del pueblo de La Soledad para el día 12, llegando a tan solo 40 kilómetros de Veracruz. Los liberales libraron desesperados movimientos para retrasar en lo posible la llegada de las tropas de Miramón, volando los puentes de Atoyac y Chiquihuite e implementando una política de tierra quemada con la destrucción de cultivos, pueblos y ranchos con tal de dejarlos sin recursos para abastecerse.

Para el 16 de marzo llega a La Tejeria y al día siguiente llega a Medellín para establecer su cuartel general, iniciando la maniobra de establecer el sitio al puerto mandando a sus generales a la toma de Alvarado, Casa Mata y el médano de El Perro, iniciando el sitio del 17 al 30 de marzo donde se somete a la ciudad a un intenso bombardeo que con el tiempo resulta mortal. Mientras Benito Juárez y su gabinete estaban atrincherados en la fortaleza de San Juan de Ulúa, los conservadores se mantenían optimistas ante la eventual caída del puerto, pero como contragolpe Juárez manda a Santos Degollado a atacar a la Ciudad de México en un intento de desviar las tropas de Miramón, tomando Tacubaya, Chapultepec y entrando a la ciudad el día 22 después de cortar el suministro de agua.

La falta de provisiones, los efectos de las condiciones climáticas sobre la tropa y el agotamiento de los recursos hizo que Miramón viera inútil mantener el sitio, por lo que muy a su pesar tuvo que pasar a retirarse. Mientras Santos Degollado pasa a ir debilitando las fuerzas conservadoras dentro del Valle de México, aunque con resultados adversos como su derrota en San Cosme, pero a pesar de los malos resultados Degollado tenía presente que sus movimientos solo eran una distracción para obligar a Miramón a levantar el sitio. Esto provoco que la capital fuese socorrida por otros generales conservadores como el caso de Tomas Mejía que le propina una dura derrota a Ignacio Zaragoza en la batalla de Calamanda y Leonardo Márquez deja su posición en Guadalajara para desencadenar una campaña donde se hizo tristemente célebre por su crueldad.

Marques tenía en su haber el entrar al ejército como cadete en Nuevo León desde los 10 años en 1830, siendo mandado a diferentes campañas en Chiapas y Querétaro, también le tocaría participar en la campaña de Texas donde fue hecho prisionero y le toca enfrentar a la revolución federalista de José Urrea y José Antonio Mejía en 1839. También participa en la defensa de la invasión estadounidense luchando desde La Angostura hasta Chapultepec, haciendo que se ganase el rango de coronel y convirtiéndose en un ferviente seguidor de Antonio López de Santa Anna. Esto hizo que luchara fervientemente en la defensa de su régimen contra la revolución de Ayutla, así como participo en las campañas iniciales de Miramón en Puebla, al que siempre vio con envidia por su ascenso a general de división por la batalla de Ahualulco a la que siempre se atribuyó el éxito de su resultado.

Desde el inicio de la guerra, Marques mostro una postura intransigente contra los liberales, viendo como única solución para combatir la “demagogia” el aplicarles medidas de exterminio, dando órdenes que iban desde la quema de pueblos a los que sabía que habían mostrado alguna clase de apoyo a los liberales o de ejecutar en un plazo de 24 horas a todo aquel liberal que cayera en sus manos. Estas mismas medidas fueron ocupadas en la campaña para librar a la Ciudad de México de las fuerzas de Santos Degollado, a quien logra expulsar de la ciudad y pasa a la persecución asentándose en San Cosme para proceder a combatirlo en Tacubaya el 10 de abril junto con el apoyo de Tomas Mejía, batalla que resultaría cruenta y que hizo que Degollado se retirara a Chapultepec cuando hicieron volar su base en el Arzobispado, prosiguiendo un terrible baño de sangre en que procede a asesinar tanto a los liberales heridos como a los doctores y enfermeros que asistían a los caídos lo que le valió ganarse el triste mote de el “Tigre de Tacubaya”.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861

Imagen: H. Iriarte y S. Hernández. Los mártires de Tacubaya. 1870.