Los grupos otomíes en México.

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Una de las familias lingüísticas con una amplia presencia en la zona mesoamericana ha sido la otomangue, que incluye grupos como los zapotecas, mixtecas, chiapanecas, los mangue de Centroamérica y los otomíes, quienes ocupan una distribución en el centro-occidente de México y conforman cuatro grupos muy relacionados. A lo largo de la historia, los pueblos otomianos fueron menospreciados por pueblos dominantes, como los nahuas, quienes los tacharon de «salvajes» o «montañeses». Esta carga negativa fue seguida por los españoles, lo que provocó que su historia fuera olvidada y contada principalmente por fuentes religiosas o los propios caciques.

Dentro de la familia otomiana, podemos dividirla en dos grupos: aquellos que mantuvieron el modo de vida nómada y seminómada de Aridoamérica, como los chichimeca-jonaz de Guanajuato y los pames; y aquellos que tienen sus raíces en la tradición mesoamericana, como los otomíes, mazahuas, matlatzincas y ocuiltecas. Los otomíes son el grupo de mayor distribución, con marcadas diferencias regionales.

Debido a la falta de fuentes, el pasado mesoamericano otomí ha sido relegado por parte de los investigadores. Es común encontrar argumentos que atribuyen a este grupo el papel de grupo primigenio en el Centro de México o el de migrantes llegados durante el colapso teotihuacano. En todos estos enfoques, es evidente la carencia de trabajos que permitan comprender su participación en los desarrollos de la cultura preclásica, teotihuacana o tolteca.

Un aspecto fundamental para comprender su alcance es el estudio de los señoríos en el Valle de Toluca, especialmente en el noroccidente de la Cuenca de México. Se centra en Azcapotzalco, habitado por los tepanecas de filiación otomí, que fueron el reino principal desde Teotihuacan, durante el periodo tolteca y hasta su caída en manos de los mexicas. Fuera de estos dos casos (incluyendo el de Xilotepec y su papel en la conquista del Querétaro colonial), el resto de los pueblos otomianos carecen de las fuentes necesarias para trazar su historia antes de la llegada de la conquista, salvo por algunas referencias. Por lo tanto, es necesario recurrir a investigaciones arqueológicas y etnográficas en esas regiones para obtener más información.

El corazón de los grupos otomíes podría considerarse el Valle de Toluca, donde predominan los matlatzincas y mazahuas, seguidos por algunos pueblos otomíes y los ocuiltecas de Ocuilan y el sur del valle. Hacia el noroccidente se localiza el señorío de Xilotepec, de clara filiación otomí, descendiendo hacia Chiapan, donde convivían con comunidades nahuas, para llegar a la Sierra de las Cruces o Quauhtlalpan. Desde allí, bajaban hacia la Cuenca de México, pasando por Tlacopan, Azcapotzalco, Naucalpan y la zona serrana del occidente, como Cuajimalpa, para continuar hacia Coyoacán, conviviendo con pueblos nahuas y matlatzincas. Se tiene conocimiento de poblados otomíes hasta Xochimilco. Al norte de la cuenca, la presencia otomí sigue por Cuautitlán, Zumpango, Tizayuca, internándose hacia el actual estado de Hidalgo, donde tienen su segundo núcleo cultural: Meztitlan, un señorío que logró mantener su independencia frente a los mexicas.

A partir de Hidalgo, las comunidades otomíes continúan dispersándose hacia el noreste, y se tiene constancia de su presencia en la Huasteca en algunas poblaciones. Sin embargo, la zona nuclear fue la Sierra Norte de Puebla, en pueblos como Pahuatlán, donde convivían tanto con los nahuas como con los totonacos. Otro corredor otomí puede rastrearse desde el valle de Teotihuacán, siguiendo por los llanos de Calpulalpan para internarse en Tlaxcala, de mayoría nahua. Se establecieron al oriente del volcán La Malinche en pueblos como Huamantla, Ixtenco y Tecoac, erigiendo el señorío de Tliliuhquitepec al norte, aliado de los estados tlaxcaltecas. Hacia el Valle de Puebla, su presencia se fue diluyendo en unos pocos pueblos como San Salvador el Seco, Quecholac y Tepeaca, con algunas comunidades en Huejotzingo, Tecali y Cuauhtinchan. Su punto más meridional fue una estancia en Coxcatlán llamada Otontepetl.

Más al sur, en el estado de Guerrero, la población otomí experimentó una significativa disminución durante las primeras décadas de la conquista, generando incertidumbre, especialmente con la influencia de factores como los chontales y los cohuixcas. No obstante, a través de referencias etnohistóricas, conocemos la convivencia de comunidades nahuas, mazahuas y matlatzincas, como en Tepecoacuilco, Cocula, Teahuixtlan, entre otros lugares.

Hacia el occidente, la presencia de los grupos otomianos parece estar vinculada a las tensiones generadas por la expansión mexica hacia el Valle de Toluca. Esto condujo a la expulsión de otomíes, matlatzincas y mazahuas, quienes fueron acogidos por el reino de Michoacán para frenar el avance mexica, dando origen a los llamados pirindas. El núcleo principal de los pirindas estuvo en Indaparapeo y Tiripitio, extendiéndose hacia Charo, Huetamo, Taximaroa (Ciudad Hidalgo), Tuzantla, Ucareo y Zitácuaro. Su punto más occidental fue Colima, aunque parece que la presencia otomí llegó con la conquista, con el asentamiento de los aliados tlaxcaltecas.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Carrasco Pizana. Los Otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana.

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Las misiones de la Sierra Gorda de fray Junípero Serra.

La región de la Sierra Gorda está conformada en un territorio con abundantes cerros, montañas, cañadas y ríos que le otorgaron una especial diversidad ecológica que va desde los bosques de coníferas en las tierras altas como ecosistemas cálidos en los fondos de las barrancas. Se localiza al norte de Querétaro, así como parte del noreste de Hidalgo, el este de Guanajuato y el sur de San Luis Potosí, territorio que le otorgaría la posibilidad en tiempos prehispánicos de dar cobijo a ciudades-estado con una compleja arquitectura como lo reflejan las ciudades de Ranas y Toluquilla. Sin embargo hacia el siglo IX, con la caída de la región fronteriza mesoamericana se vio obligada ser abandonada por los pueblos agrícolas, siendo ocupada por cazadores-recolectores del norte como los pame y los chichimeca jonaz pertenecientes a la familia otopame que mantuvieron a raya a mexicas y tarascos como a los españoles, los cuales debido a la dureza de sus enfrentamientos, la poca ventaja que ofrecía su control y a que pudieron hacer las paces con los grupos aledaños, prefirieron armar un cerco por toda la sierra donde las tribus pudieron mantener su estilo de vida.

El hecho de que perviviera un foco de “gentilidad” cercano al corazón de la Nueva España hizo que para el siglo XVIII las autoridades decidieran acabar con esta situación, por lo que mandan al capitán José de Escandón a conquistar la región (previamente ya había sometido a los indígenas de Tamaulipas) lo que devino en una campaña de exterminio entre los años de 1742 y 1748 que culminaría en la sangrienta batalla de la Media Luna. Es así que Escandón reorganiza el territorio para congregar a los indígenas en pueblos de misiones (sería nombrado Conde de Sierra Gorda), mientras que a los rebeldes se les aseguraba la muerte, por lo que de su propia propuesta encarga la misión de la evangelización a los franciscanos, por lo que mandan a fray Pedro Pérez de Mezquía para organizarse con Escandón sobre los planes para iniciar la evangelización, llegando a la conclusión de que se debían fundar cinco poblaciones: Jalpan, Tilaco, Landa, Concá y Tancoyol.

Pero el establecimiento de las misiones estaba resultando un fracaso, ya que de 1744 a 1750 rápidamente los indígenas estaban cayendo víctima de las enfermedades que estaba dejando el panorama regional en condiciones deplorables, mientras Escandón se encargaba de apoderarse de las tierras para dárselas a los hacendados y ganaderos mientras a los chichimecas les dejaban las peores. Con el riesgo de que todos los esfuerzos se fueran a la basura es que llaman a un fraile franciscano mallorquín que recién había llegado de España, fray Junípero Serra, quien había sido reclutado junto a otros misioneros por Pérez de Mezquía para fortalecer la campaña evangelizadora en la Sierra Gorda, quien fiel a su fe y a manera de penitencia, Serra se va caminando de Veracruz hasta la Ciudad de México por 15 días, lo que le produjo una cojera en la pierna izquierda de por vida.

Para cuando llega Serra a la Sierra Gorda entiende la difícil situación en que se encuentra el cumplir su objetivo, ya que por un lado entiende que el sistema misional tenía el objetivo de otorgarle a Escandón mano de obra barata para que trabajasen en las propiedades de los españoles, por el otro entendía que tenían que proteger a los indígenas de la serie de vejaciones que habían sufrido desde que habían sido sometidos y sobre todo dirigirlos a la protección de la iglesia.  Es así que se decide tomar partido por los indígenas y de inmediato pone en práctica las ideas utopistas de San Francisco organizándolos para que ya no fuesen objeto de abusos por parte de los españoles, lo que le trajo la enemistad con Escandón y no dudo en ponerlo de ejemplo sobre las crueldades que no se debían de hacer, lo que hizo que se ganara el mote de “exterminador de los indios pame”. Además, se dispuso a hacer repartos de tierra para que cada quien tuviese sus tierras para cultivas, decide no enseñarles el español, por lo que aprende el pame y empieza a dar servicio en su idioma para facilitar la comprensión del mensaje.

Cabe decir que además de la organización social que deja en las comunidades, dejaría un importante legado arquitectónico al construir cinco misiones que serían de los últimos ejemplares de la arquitectura barroca, permitiendo que además de los simbolismos católicos fundamentales para ir instruyendo a los indígenas en la fe, dejo que ellos mismos participasen en la composición de las portadas y los dejo que aportaran sus elementos culturales que combinaron sin ningún problema con la nueva religión, otorgando a cada iglesia un distintivo único. Destacan los relieves policromados de estuco, donde junto con los santos de la orden, ángeles y cruces fueron acompañados con representaciones de la vegetación regional, junto con sus animales que les dieron a cada uno la simbología que representaban en sus culturas. Esta originalidad única en la Nueva España hizo que en el año 2003 las cinco misiones de Serra fueran incluidas dentro de la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO.

A pesar del éxito que tuvo Serra al lograr hacer prosperar la región recién incorporada al orden novohispano, para 1758 por órdenes de sus superiores se vio obligado a dejar la Sierra Gorda para encabezar el proyecto misional para la colonización de la Alta California, un trabajo de mayor calibre ante las implicaciones geopolíticas que le implicaba al virreinato incorporar de manera definitiva la frontera septentrional que se veían amenazada de ser perdida ente los rusos o los ingleses. Al igual que en su trabajo de la Sierra Gorda, implementa la creación de comunidades indígenas para instruirlas en el catolicismo y en el orden civilizatorio español, fundando la mayor parte de las que hoy son las principales ciudades californianas, pero desafortunadamente sus sistema fue desmembrado para 1770 deteriorando las condiciones en las que vivían los indígenas, algo que no hizo que cesase su actividad misionera que terminaría con su muerte en 1784 en la misión de San Carlos de Monterrey. A pesar de que en la actualidad se le acusa a Junípero Serra de haber cometido abusos contra los indígenas de California, en el caso de la Sierra Gorda se le recuerda con cariño al haberles dado una vida digna que duraría hasta la modernización.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Diego Prieto Hernández. Las misiones de Fray Junípero Serra en la Sierra Gorda queretana, de la revista Arqueología Mexicana no. 77

Imagen: Fray Junípero Serra, Misión de Landa, Querétaro, siglo XVIII.