El petróleo se convirtió en una especie de solución mágica para los problemas del país durante el gobierno de José López Portillo. Sin embargo, su gestión fue marcada por un gasto irresponsable que descuidó sectores productivos clave, como la agricultura y la siderurgia, que habían sido relegados durante décadas. Esto generó un aumento significativo en los niveles de inflación, ya que el país tuvo que recurrir a importaciones para suplir lo que no podía producir internamente, acumulando una deuda importante para mantener el sistema productivo funcionando.
Como resultado, el saldo de la cuenta corriente experimentó un crecimiento del 59%, impulsado por el desbalance comercial y el aumento de las importaciones debido a la reactivación económica. Sin embargo, gran parte de las ganancias obtenidas se destinaron al pago de intereses de la deuda pública, contribuyendo al 95% del déficit de la cuenta corriente. Esta situación, junto con la inflación de los precios, la disminución del gasto en inversión social y el tope en la política salarial, llevó a una disminución en las remuneraciones salariales de los trabajadores, pasando del 46.6% al 40.4% en 1980.
Estos factores provocaron un aumento en las movilizaciones sociales a principios de la década, ya que se volvía cada vez más difícil para los trabajadores cubrir sus gastos básicos debido a la situación económica.
A pesar de que México experimentaba una de las tasas de crecimiento más altas a finales de la década, alcanzando un 9%, el desempeño deficiente de los ingresos petroleros resultó en una concentración de la riqueza en un grupo limitado de potentados en lugar de beneficiar a la mayoría de la sociedad. Además, los problemas estructurales no resueltos de la economía volvieron al sistema vulnerable ante los vaivenes del mercado internacional del petróleo.
La situación petrolera se complicó significativamente a partir de 1979 y 1980 debido a eventos como la victoria de la revolución islámica en Irán, uno de los principales productores de petróleo, y la guerra con Iraq. Esto provocó la expropiación de muchas empresas petroleras en Irán, lo que resultó en un desequilibrio en la producción debido a la salida de numerosos trabajadores. Esto coincidió con un periodo de sobredemanda de petróleo que fue absorbida por los países industrializados.
Los problemas se agravaron a partir de junio de 1981, cuando el mercado petrolero mostró signos de recuperación y los precios del barril bajaron de 38 dólares a 36 dólares. A pesar de esta tendencia, López Portillo decidió mantener el precio del barril en 38 dólares, argumentando la «calidad» del petróleo como justificación. Esta decisión llevó a una disminución en las exportaciones petroleras de México por un total de 13,305 millones de dólares.
Si bien la disminución en las exportaciones solo representó una pérdida financiera menor, erosionó la confianza y la credibilidad del gobierno mexicano en su política económica. Los economistas y la comunidad internacional comenzaron a percibir los vacíos dejados en el sector productivo, lo que llevó a que la banca internacional cancelara la línea de crédito del país y suspendiera algunos préstamos previamente aprobados al considerar las acciones del gobierno como sobrevaluadas.
Para compensar los faltantes presupuestarios, el gobierno contrajo más deuda, pero los altos intereses asociados con los préstamos, en comparación con los ingresos, generaron desconfianza entre los inversionistas. Esta falta de confianza condujo a una fuga de capitales, ya que los inversores no creían en la efectividad de las políticas económicas del gobierno.
Ante la pérdida de prestigio ante el capital internacional, López Portillo recurrió a una retórica nacionalista para justificar sus acciones y culpó al sector privado de la crisis económica. Se aumentó el gasto público por encima de lo presupuestado para mantener la confianza del pueblo, pero esto no logró detener la salida acelerada de inversiones por parte de los empresarios.
Al ser evidente que la crisis económica es imposible de resolver a corto plazo y a pocos meses de finalizar el sexenio, el 25 de septiembre de 1981 López Portillo reconoce el fin del proyecto desarrollista. Elige como el candidato a sucederlo a quien era el Secretario de Programación y Presupuestos, Miguel de la Madrid. Este era el primero de los ‘tecnócratas’ formados en EU y que pertenecían a los partidarios de aplicar el neoliberalismo para resolver la profunda crisis del país.
En la oposición, dentro del PAN gana la facción pragmática colocando como su candidato a Pablo Emilio Madero. Con ello, el partido abandona sus principios doctrinales para ser competitivo a nivel electoral. Esta elección sería la primera vez en que participa la izquierda. Sin embargo, en ella se haría patente el problema de la diversidad doctrinal. Esto provocó que las diferentes facciones tuvieran sus propios partidos y lanzaran sus candidaturas.
Fue el caso del PSUM proponiendo a Arnoldo Martínez Verdugo, el PRT a Rosario Ibarra de Piedra, el PSD a Manuel Moreno Sánchez, el PDM a Ignacio González Gollaz y Cándido Díaz Cerecedo por el PST. Esta situación dejó al electorado de la izquierda muy disperso.
A pesar de los serios problemas estructurales vividos en el país, el PRI sigue manteniendo su poderío y De la Madrid gana las elecciones con un 70.99%, mientras Pablo Emilio Madero queda con un lejano 15.8% y el resto se divide entre los diferentes partidos de izquierda. Sin embargo, a pesar del cambio de rumbo que representaba el nuevo presidente, no implicó una mejora de las condiciones por parte de la banca internacional.
Para el 18 de febrero de 1982, el país comenzó un periodo de devaluación del valor del peso respecto al dólar, pasando de los 26.4 pesos por dólar para caer en los 44.7. Para marzo de ese año, llegó a los 45.52 pesos por dólar. Este periodo se caracterizó por una reacción lenta por parte del gobierno, donde el presidente López Portillo prefirió salvar la estructura política del país para asegurar el monopolio político en lugar de priorizar la economía.
La imposibilidad de apuntalar la economía llevó a López Portillo a tomar medidas drásticas para evitar la salida de capitales. Primero, impuso el control del uso de divisas, fijando la cotización del dólar en 49.13 pesos con variaciones diarias de 4 centavos. Durante su último informe de gobierno, decretó la nacionalización de la banca. Por su parte, Miguel de la Madrid comenzó a hacer acuerdos con organismos internacionales, comprometiéndose a tomar medidas para estabilizar la economía cuando asumiera la presidencia. Sin embargo, esto no evitó la fuga masiva de capitales.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Federico Flores Pérez.
Bibliografía: Elsa M. Gracida. El desarrollismo.
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Imagen:
- Izquierda: Nacho Lopez. Campaña de Miguel de la Madrid, Campeche, Campeche, 1982.
- Derecha: Rogelio Naranjo. Arriba y Adelante, 1976.