La frontera bajacaliforniana en 1848.

La invasión estadounidense dio un giro en la región del noroeste del país, específicamente con la situación de la península de Baja California que se había convertido en la nueva frontera con los territorios conquistados. La debilidad heredada de los tiempos virreinales producto de las condiciones naturales que dejaba el territorio peninsular, hizo que este fuera una presa fácil de arrebatar por los Estados Unidos que amenazaban con aprovechar la mínima oportunidad que se les presentara para contar con el Golfo de California, pero desde el centro del país se planearía la estrategia a seguir ante las nuevas condiciones.

Para poder hacer frente a las amenazas fronterizas, se determinó que en la frontera se establecieran colonias militares divididas en tres territorios: el de Oriente, el de Chihuahua y el de Occidente, en este último se establecieron cinco colonias en Sonora y una en Baja California. Se enviaron 2426 soldados, de los cuales 1175 serían de caballería, para poder establecerse las colonias dotándoles de tierras para que pudiesen cultivar y de una bonificación de 10 pesos a los 6 años de haberse establecido. Las condiciones que tenían fueron empeoradas por la falta de disposición de los estadounidenses de salvaguardar la frontera de los ataques indígenas, que a comparación de los mexicanos solo mandaron 1405 soldado y ninguno de ellos de caballería.

Lo que dictaba el decreto de julio del 48 para reglamentar las colonias otorgaba el control político, militar y económico en las manos de un comando militar encabezado por un coronel que tenía a sus órdenes un subteniente y a un capitán a cargo del gobierno interior y el control de armas. A las colonias se les doto de tropas para garantizar su seguridad (con la posibilidad de incorporar voluntarios) y de un adelanto de seis meses de su víveres como herramientas, ganado y material de construcción para empezar a establecerlas.

La península fue devuelta en agosto del mismo año, a lo que el presidente José Joaquín Herrera propone al congreso nombrar al coronel Rafael Espinosa como Jefe Político de Baja California, cosa que aprobaron sin problema. Herrera le encomienda que para facilitar el poblamiento de la región, se encargase de atraer a los californianos mexicanos que no estuviesen conformes con la administración estadounidense de establecerse en la península, tarea que resulto fácil ante los abusos de los que eran presa por parte de ellos, lo que llevo a una queja diplomática del ministro mexicano en Washington Luis de la Rosa de que el gobierno californiano embarcaba a las familias mexicanas para dejarlos en frontera como parte de los despojos que hicieron, a pesar de que estaban comprometidos a tratarlos como a los demás ciudadanos.

Fue fundamental el trazado de la frontera para evitar toda excusa que pudiese desencadenar en una invasión, siguiendo lo acordado en el Tratado Guadalupe-Hidalgo sería una línea recta que va del Rio Colorado hasta llegar al Océano Pacifico una legua adelante. Se le recomienda al coronel Espinosa evitar todo contacto con el vecino país para aminorar los riesgos, pero lo que realmente funciono en la salvaguarda de la frontera fue el trabajo diplomático que estuvo al pendiente de toda intentona invasora. Pero lo que fue fundamental para la defensa de la frontera era el evitar el ingreso de grandes grupos de estadounidenses que pudiesen colonizar territorio mexicano para después incorporarlo a sus dominios, por lo que tuvieron que pones especial atención en el Delta del Rio Colorado, el puerto de San Miguel y la bahía de Todos Santos que podían facilitar el establecimientos de factorías.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Ángela Moyano. Instrucciones para el cuidado de la frontera de Baja California en 1848, revista Secuencia no.5, Instituto Mora

Imagen: S/D, La Paz, Baja California, Siglo XIX

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