El fin de la rebelión tepehuana.

Para finales de 1617 y principios de 1618 los españoles hicieron todo lo posible por detener los brotes rebeldes de los tepehuanes que continuamente iban atacando a los pueblos de Guadiana, por lo que se pusieron como una de sus prioridades la captura de uno de los lideres y principal instigador del levantamiento, Gogoxito. Se forma una comitiva liderada por los capitanes Soria y García, acompañados por el jesuita Alonso de Valencia y un destacamento de cuarenta indígenas aliados entre xiximes, laguneros y acaxees dirigidos por el alférez Gonzalo de Uría, quienes llegaron a un lugar conocido como El Astillero y se encuentran con mensajeros de Gogoxito quienes intentaron confundirlos para perderlos, pero en lugar de eso fueron aprendidos y sometidos a tortura de las cuales solo sobreviviría uno. Según la información que recabaron, Gogoxito se encontraba en Guatimapé, mientras un importante número de tepehuanes de Tenerapa y Santa Catalina se encontraban en Sariama, apostando por seguir en el camino rumbo a Sariama y usando al enviado sobreviviente como guía, decision afortunada porque en el camino a Guarisamey entra en choque con la guardia de Gogoxito, logrando matarlo en el enfrentamiento.

La muerte del caudillo Gogoxito no fue suficiente y las tropas del gobernador siguen con su campaña pacificadora más allá de Guarisamey para reprimir la rebelión de algunos pueblos y rancherías xiximes, terminando en los territorios de los humes en la sierra de Sinaloa quien según los testimonios de la expedición se trataba de un pueblo civilizado con tradición agrícola. Conforme se empieza a correr la voz de la muerte de Gogoxito, tanto los tepehuanes, acaxees y otros grupos que los siguieron en el levantamiento empezaron a rendirse ante los españoles entablando tratados de paz con el gobernador Gaspar de Alvear, solamente hubo un combate contra algunos tepehuanes y xiximes insurrectos en Sapioris. Con ello inicia el proceso de restablecimiento del orden donde los jesuitas se encargarían de recuperar las misiones destruidas y volver a fungir su papel como cabezas religiosas de los pueblos indígenas, mientras el gobernador Alvear continuaría en la tarea de ir sofocando los grupos rebeldes que sobrevivían en la sierra hasta el final de su administración en diciembre de 1620, siendo sustituido por el almirante Mateo de Vega quien se encarga de acabar con los últimos reductos de la rebelión tepehuana y continua la campaña contra los tobosos y los tarahumaras dirigidos por Juan Coclé.

El éxito inicial de los tepehuanes contra el poder novohispano se debió a la red de alianzas mantenidas con otros grupos indígenas, pero la organización mantenida por las autoridades de Nueva Vizcaya para enfrentar la rebelión fue el punto vital desde donde les permitiría negociar a cualquier precio la paz con los diferentes liderazgos rebeldes y poco a poco fueron desarticulando la rebelión, fomentando la desconfianza y quitándoles la culpa para depositarla en los tepehuanes. La destrucción de pueblos, misiones, haciendas y rancherías retrasarían en cuanto a progreso material a la Nueva Vizcaya cerca de 50 años, por lo que una de la decisiones para darle más solidez a la presencia española fue la de erigir el obispado de Nueva Vizcaya para poder infundir confianza en los mineros neovizcainos, además de que les tocaría sacar réditos de la imagen mariana de El Zape convirtiéndola en un importante culto local y símbolo de la victoria sobre la “barbarie” de los indígenas. Solamente se registraría un último levantamiento liderado por el cacique de Santiago Papasquiaro como respuesta al despojo de tierras promovidos por el responsable del santuario de El Zape Martin Suarez, aunque finalmente aceptaron entrar en conversaciones con el gobernador al comprobarse que recibían ayuda en los tiempos de hambrunas y solo se ocupaban algunos terrenos baldíos, congregándose en una nueva población.

Una vez sofocada la rebelión, se empieza la tarea de reconstrucción de las misiones y pueblos del reino, por lo que hubo un fuerte impulso por parte del gobierno y también serviría como apoyo importante el culto a la “Virgen del Hachazo” de El Zape, usándose tanto con fines propagandísticos como la victoria de la verdadera fe sobre los idolatras y sobre todo por la cantidad de limosnas aportadas por los devotos. Con ello se empieza a estructurar el regreso de los jesuitas en las poblaciones de Topia, Santiago Papasquiaro, Santa Catarina, San Andrés, entre otras poblaciones, además de servir para continuar con la expansión hacia el norte en la región de La Laguna reforzando las misiones de Parras y Rio Nazas para ser la entrada hacia la Sierra Tarahumara. Mientras, los procesos de reducción de las poblaciones indígenas (entiéndase como la congregación de comunidades pequeñas en un solo pueblo) y la pacificación de los grupos rebeldes continuo a lo largo de las siguientes décadas, pero esto no evito que los tepehuanes y otras etnias siguiesen recurriendo a sus chamanes para seguir realizando sus ceremonias.

Si bien, el reino de la Nueva Vizcaya había logrado su pacificación en la década de los 30, la rebelión tepehuana mostraría muchas de las características de las guerras de expansión sostenida por los españoles en el septentrión, las cuales de no haber tenido el soporte de las minas de plata encontradas a lo largo de la Sierra Madre Occidental hasta Chihuahua, no se hubiese concretado el impulso para seguir más adelante, ya que los indígenas no tenían ningún beneficio de la presencia de los misioneros que lo que ofrecía su ancestral orden autóctono. También vamos a ver como los indígenas mostraron permeables a la recepción de nuevos conceptos del cristianismo propagado por los misioneros para usarlos en favor de sus intereses, como ocurrió con la mutación del mensaje milenarista al mezclarse con la religiosidad indígena para poder articular la rebelión en manos de sus representes religiosos. Con ello, a lo largo del periodo novohispano y posteriormente el independiente, los indígenas se irán rebelando cuando han percibido abusos por parte de las autoridades civiles o de la iglesia, pero las diferencias existentes entre los grupos indígenas como disputas por las tierras o incluso más antiguas, impidieron que se formalice un movimiento para expulsar a los europeos, por lo que al poco tiempo regresaban aprovechando esas divisiones y volvían a imponer el orden colonial.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: José de la Cruz Pacheco Rojas. Milenarismo tepehuán. Mesianismo y resistencia indígena en el norte de México.

Imagen:

  • Izquierda: Chorografía de las misiones apostólicas que administro antes en Topia y Tepehuana, y administra en Nayo, Tarahumara, Chínipas, Sinaloa, Sonora, Pimería y California de la Compañía de Jesus en la America Septentrional, siglo XVII.
  • Derecha: Miguel Cabrera. Hermano de Santarén, religioso jesuita muerto durante la rebelión tepehuana de 1616, siglo XVIII.

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