Los jesuitas novohispanos en las islas Marianas.

La expansión española por el Pacifico nos sería una empresa fácil de realizar, ya sea por las limitantes de la tecnología naval, la lejanía tanto de la misma España como de las Indias, la falta de colonos dispuestos a irse a poblar las islas y sobre todo por las amenazas que representaban los piratas holandeses, chinos, japoneses y musulmanes quienes rondaban por los océanos. Para finales del siglo XVI se daría la entrada definitiva de España en el contexto asiático con el sometimiento del archipiélago de las Filipinas, creando una ruta donde la Nueva España seria el vector para comunicar la colonia con la península, es a través de este camino donde encontraron con el resto de las islas de Oceanía, principalmente con la región de la Micronesia donde sumarian como parte del territorio filipino las islas Marianas, teniendo como centro principal la isla de Guaján o Guam. Pero debido a las limitantes antes señaladas, provocaría que las islas Marianas quedasen abandonadas a su suerte, con excepción de Guam que se había convertido en punto de parada para la Nao procedente de Acapulco, por lo que fueron los jesuitas quienes intentarían por su lado evangelizar a las tribus micronesias y con ello sumar por la vía pacífica nuevos territorios.

Quien recibiría el llamado providencialista de llevar la palabra de Cristo a las islas del Pacifico seria el padre Diego Luis de San Vitores, jesuita de origen burgales quien se había asentado en la Ciudad de Mexico hacia 1660 con la intención de misionar a las Filipinas, siendo recordado por su dedicación a su trabajo como religioso durante dos años como el fundar la ilustre congregación de San Francisco Javier en la parroquia de la Santa Veracruz y su trabajo caritativo con los enfermos y encarcelados, incluso el virrey Juan Francisco Leyva y de la Cerda, Conde de Baños, trataría de persuadirlo para quedarse en la capital, pero decide seguir el llamado de la fe en Asia. Fue tal el cariño que tuvo por parte de su feligresía que llego a recaudar en donaciones para completar su viaje 3000 pesos en ornamentos, alhajas y reales, embarcándose en Acapulco el 5 de abril de 1662 para llegar tres meses después a la isla de Guam, visita breve donde comprobó la falta de atención que tenían los chamorros (el pueblo autóctono de la isla) y vio la necesidad de establecerse en ella. Llega julio al puerto de Lampón en Manila encontrando una situación adversa en la colonia española, ya que el gobernador Manrique de Lara enfrentaba la amenaza de invasión del pirata chino Zheng Chenggong (mejor conocido como Koxinga) quien se había convertido en un caudillo estableciendo su feudo en Taiwán, por lo que se vio forzado a abandonar las guarniciones de las islas Molucas y la misión jesuita de Terrenate.

La crisis filipina iba en aumento, porque la amenaza pirata había hecho que las autoridades españolas decidiesen abandonar el presidio de Zamboanga en la isla de Mindanao por la amenaza de los “moros”, a pesar de las protestas de los habitantes indígenas ya cristianizados, se les dejaría a los pobladores de la villa sin soldados para su defensa. La administración eclesiástica también estaba envuelta en el desastre al tener que hacer frente al reacomodo de los misioneros siguiendo los movimientos de los militares, por lo que en esos tiempos el padre provincial Ignacio Zapata le encarga a San Vitores de los montes Santa Inés y Morataya primero, después seria puesto para encargarse de las congregaciones de Taytay y Cainta, donde pudo aprender el tagalo con la ayuda del hermano Marcos de la Cruz. Desde ahí critico el abandono de los habitantes de Zamboanga y pedía a los jesuitas a que mandasen religiosos para atenderlos, llegando a proponer la formación de la viceprovincia de las Marianas para aprovechar para tener presencia en aquellas islas sin descuidar las misiones establecidas en Mindanao y Joló.

Para ese entonces, la misma Compañía de Jesús era cuestionada por sus pares franciscanos y dominicos por sus métodos de evangelización en Asia, ya que ellos eran muy permisivos en cuanto a la integración y adaptación de algunos elementos religiosos de origen confuciano o taoísta de los habitantes de origen chino, por lo que varios integrantes del clero como el obispo Juan Palafox y Mendoza se convirtieron en enemigos de la orden llegando a pedir su supresión, llegándose a sumar a la cruzada antijesuita personalidades como el Conde-Duque de Olivares. Estas discusiones enrarecieron aún más el contexto filipino y se llegaron a mezclar con las disputas con las autoridades políticas de la colonia, por lo que no era posible en su momento financiar el proyecto misionero de San Vitores en las Marianas ante las acusaciones de corrupción salidas de la península. Fue así que, por un tiempo, tanto San Vitores como el resto de jesuitas desocupados tuvieron que cubrir las misiones desatendidas en Mindanao, de las cuales llego a describir a sus habitantes de dóciles debido a la ética y moral que les había dado su anterior religión el Islam.

De 1664 a 1666, se le manda a San Vitores a Manila para ser maestro de novicios en la universidad, promoviendo un modelo de predica más popular y con contacto directo con los fieles, es ahí cuando le toca recibir a la expedición del almirante Esteban Ramos y su tripulación de 4 filipinos quienes por 26 años habían permanecido como náufragos en Saipán y cómo pudieron fueron recorriendo todas las islas Marianas hasta llegar a Guam. Por las historias que le narraron, San Vitores se convence de seguir impulsando la misión evangelizadora en Guam al tener noticias que sus habitantes no habían sido contaminados por el islam y mantenían una condición de “gente dócil” y por lo tanto sería una empresa fácil de emprender. Insiste con sus superiores el iniciar la misión y logra llevar su causa al Consejo de Indias con el apoyo del padre Luis Pimentel, teniendo el visto bueno tanto del gobernador como del arzobispo, siendo aceptada la iniciativa de evangelizar las Marianas en 1665 por parte del padre San Vitores y lograría integrar a los náufragos filipinos como intérpretes, siendo un alivio para los españoles de las Filipinas por las islas abandonadas. 

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Alexandre Coello de la Rosa. El peso de la salvación: Misioneros y procuradores jesuitas de las islas Marianas y la Nueva España (1660-1672), de la revista Historia Mexicana no 71.

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Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Diego Luis de San Vitores, ca. siglo XVII.
  • Derecha: Marie Joseph Alphonse Pellion. Chamorros pescando, 1819.

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