La cultura laboral novohispana y su impacto social.

Así como ocurría a nivel global en la relación entre el monarca y sus súbditos, esta dinámica se replicaba a pequeña escala en el ámbito de las pequeñas empresas. El patrón asumía el papel del rey, comprometiéndose a velar en lo posible por el bienestar de sus empleados, y estos debían verlo como a un padre, respetando siempre su posición jerárquica y evitando cuestionar su autoridad.

Esta relación paternalista se reflejaba incluso en la negociación de los salarios, que se realizaba de manera indirecta. Los empleados se valían de estrategias como simular enfermedades o dañar deliberadamente sus herramientas de trabajo para llamar la atención del patrón. En esos momentos, se presentaba la oportunidad para plantear sus demandas y discutir las condiciones salariales.

Además, existían ocasiones en las que los trabajadores tenían la posibilidad de cambiar de empleo cuando aparecía algún maestro u obraje que ofreciera salarios más atractivos. En estos casos, los obreros tenían la oportunidad de acceder a un mayor pago, pero también se comprometían a asumir mayores gastos, ya sea para eventos como bautizos, tratamientos médicos, la compra de ropa nueva o para contribuir a los gastos de una fiesta. Este tipo de dinámicas reflejaban la complejidad de las relaciones laborales en el contexto de las pequeñas empresas en la Nueva España.

Siempre existía alguna manera de mejorar la relación entre el empleado y el patrón, incluso en el caso de los esclavos. Además de tener la oportunidad de ahorrar dinero para comprar su libertad, los esclavos podían realizar pequeños trabajos como vendedores en sus tiempos libres para aumentar sus ingresos. También era crucial ganarse el afecto del dueño para llevar una vida más relajada o eventualmente alcanzar la libertad.

Para los trabajadores libres, también existía la oportunidad de establecer una relación de confianza con el patrón si este les brindaba un buen trato o un salario más elevado. Esto podía traducirse en invitaciones a vivir en la casa del patrón, la contratación de la esposa como personal doméstico, o la facilidad para establecer líneas de crédito más accesibles que con externos.

De esta manera, el patrón obtenía un empleado de confianza con el compromiso de protegerlo ante cualquier problema y brindarle acceso a una mejor calidad de vida. En los casos más favorables, estas relaciones podían evolucionar hacia la familiaridad a través del compadrazgo. Si las diferencias sociales no eran tan grandes, incluso podrían llevar al matrimonio entre alguno de los hijos de los trabajadores y los hijos del patrón. Estas dinámicas reflejaban la complejidad de las relaciones laborales y sociales en la Nueva España.

En este contexto, los padres de familia de las clases bajas se veían comprometidos a conseguir empleo para sus hijos como una medida para alejarlos de la vagancia y los vicios. Para lograrlo, se movían en los conventos o en las casonas en busca de oportunidades como sirvientes, visitaban a los maestros para que aceptaran a sus hijos como aprendices o los integraban en los obrajes.

Los plebeyos enfrentaban una delgada línea entre la contratación y el esclavismo. Los compromisos adquiridos por los empleados, como solicitar dinero por adelantado, permitían a los contratadores establecer condiciones que a menudo rayaban en el abuso. La ausencia de normativas claras dificultaba hablar de la existencia de «trabajadores libres» reales.

En los sectores gremiales, sin embargo, los trabajadores disfrutaban de mejores prerrogativas. Cada gremio regulaba las relaciones entre maestros y aprendices. El monopolio de producción artesanal de los gremios, que obligaba a la sociedad a comprar sus productos, facilitaba a los trabajadores ascender en su puesto con mayor facilidad. Además, tenían garantizados días de descanso y accedían a servicios religiosos como los entierros. Estas dinámicas revelan la complejidad de las relaciones laborales y sociales en la Nueva España, donde la movilidad y las condiciones laborales variaban según el sector y la influencia de los gremios.

A pesar de los beneficios que proporcionaban los gremios en la sociedad novohispana, surgieron problemas en su organización, especialmente debido a la preferencia de algunos artesanos por trabajar de manera autónoma. Los indígenas eran quienes disfrutaban de esta prerrogativa respaldada por la corona, convirtiéndose en una competencia significativa para los talleres de españoles. Este escenario generaba constantes conflictos judiciales con el objetivo de impedir que los indígenas vendieran sus productos.

No obstante, la estructura interna de los propios gremios complicaba aún más los desafíos dentro de la sociedad de artesanos calificados. Para obtener el título de maestro, se requería someterse a una serie de pruebas para demostrar habilidades, un proceso que podía llevar años o incluso décadas. Esta situación resultaba en la falta de maestros disponibles para reemplazar a aquellos que se retiraban o fallecían, y el número total de maestros a menudo se reducía a cifras de un solo dígito.

Las razones detrás de esta problemática se encontraban en los rigurosos estándares establecidos por los evaluadores, la discriminación basada en la casta y el favoritismo hacia los parientes. Para un artesano, resultaba más rentable permanecer como jornalero que intentar ascender dentro del gremio, ya que buscar trabajo en diversas áreas resultaba más costeable que especializarse en un solo oficio bajo las restrictivas condiciones impuestas por los gremios.

Una estrategia para que un artesano pudiera salir adelante sin depender del respaldo del gremio era asociarse con un comerciante que financiara su taller y tienda. Aunque solo fuera un socio, esta asociación proporcionaba al artesano una forma de ganarse la vida con sus habilidades. Este modelo de competencia libre fue promovido por las reformas borbónicas en el siglo XVIII en detrimento de los gremios. Sin embargo, la realidad era que la mayoría de los artesanos y maestros enfrentaban la pobreza y la falta de empleo.

Los mercados y los tianguis eran espacios donde se violaban todas las normas comerciales, especialmente porque estaban operados en su mayoría por indígenas. Estos lugares permitían que cualquiera pudiera acceder a mercancías de bajo costo y calidad, superando a menudo a las tiendas convencionales. Además, los artesanos y jornaleros podían vender directamente sus productos a los clientes, eludiendo las regulaciones impuestas por los gremios.

En este contexto, la vida durante el periodo virreinal resultaba incierta, ya que no existían garantías de empleo digno. Sobre todo, carecían de condiciones para mejorar su nivel de vida, dejándoles solo la opción de intentar sobrevivir en la sociedad.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: R. Douglas Coupe. Los ámbitos laborales urbanos, del libro Historia de la vida cotidiana en México vol. II. La ciudad barroca.

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Imagen: Joaquin Antonio de Basarás. Ilustracion de su obra «Origen, costumbres y estado presente de mexicanos y filipinos», 1763.

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