La polémica gestión del sismo de 1985.

Habían pasado casi tres años desde que Miguel de la Madrid había asumido la presidencia, y el país estaba en un proceso de reacomodo. Se estaba transitando del modelo estatista, donde el gobierno tenía la rectoría de la economía, hacia el neoliberalismo, donde disminuía su presencia para dar lugar a la libre competencia dentro del mercado, incluyendo a las empresas transnacionales. Esto dejó muy inconformes a la izquierda del oficialismo, que no veía ningún beneficio social.

Así como el 2 de octubre de 1968 representó la ruptura entre el oficialismo revolucionario y las nuevas generaciones, el 19 de septiembre de 1985 sucedió la segunda ruptura decisiva que marcaría la ruta política contemporánea. Un terremoto a las 7:19 am, con una magnitud de 8.1 grados y una duración de 2 minutos y medio, seguido por una réplica de 7.6 grados en la tarde del día siguiente, dejó una mortandad de entre 4,500 y 10,000 personas. Hubo afectaciones en los estados de Guerrero, Michoacán, Jalisco y Colima, pero la Ciudad de México resultó ser la más afectada.

Este desastre acentuó aún más la delicada situación económica del país y reveló la incapacidad del gobierno para afrontar un siniestro de tal magnitud, viéndose rebasado. Los sectores de la sociedad afectados se vieron desprotegidos y tuvieron que realizar ellos mismos las labores de rescate de los heridos.

Ante la evidente falta de recursos para iniciar las labores de reconstrucción, el gobierno se vio obligado a contraer más deuda para financiarse. Esta postura fue rechazada por el sector de la izquierda, que pidió declarar unilateralmente la suspensión de pagos por causa de fuerza mayor. A esta petición se sumaron organizaciones como la Coordinadora Única de Damnificados, que se lanzaron a las calles a protestar y exigir que los recursos destinados a los pagos fueran redirigidos hacia ellos.

Así, el gobierno se enfrentó a la disyuntiva de apoyar al pueblo que más lo necesitaba o a los acreedores. Surgió un discurso de juicio moral por parte de la sociedad hacia un Estado que se había mostrado “banal” e incapaz de velar por el bienestar de los necesitados. La percepción social empeoró debido a una serie de rumores sobre las acciones del presidente De la Madrid y su torpeza política.

Se criticó que el presidente se apareciera tres días después del terremoto y la réplica, que impidiera que el ejército participara en las labores de rescate, y que supuestamente rechazara las cuantiosas donaciones provenientes del resto de los países para mantener una imagen de gobierno fuerte a costa de las víctimas. Esto llevó a un divorcio entre la sociedad y la clase política.

Lo cierto es que De la Madrid actuó de forma demasiado discreta para la percepción popular, lo que provocó que se le viera como distante ante el desastre. Un ejemplo de ello fue la solicitud de entrega de ayudas ante la ONU desde el 19 de septiembre, y para el 21 se anunciaba el envío por medio de fideicomisos. Estos recursos llegaron a ocupar el 40% del financiamiento para las labores de reconstrucción.

Otras instituciones financieras también otorgaron créditos para acelerar los trabajos, como el Banco Mundial, que proporcionó el 80% de los recursos para el programa de Renovación Habitacional Popular en los barrios populares del centro. El Banco Interamericano de Desarrollo destinó 100 millones de dólares para restablecer la infraestructura telefónica, del sector salud y educativo. Además, el gobierno solicitó al FMI un crédito de 300 millones de dólares para mitigar el impacto negativo de los costos de reconstrucción en la balanza de pagos, calculado en 700 millones de dólares en ese año.

Las instituciones financieras aceleraron los procesos de entrega de los créditos a México para poder salir de la crisis del terremoto lo más pronto posible, negociándose las condiciones de pago en los primeros meses de 1986. Así se realizaron obras de reconstrucción de la vivienda popular en Ciudad Guzmán, la planta productiva de Lázaro Cárdenas en Michoacán, y se avanzó en algunas colonias del centro capitalino.

Para la presidencia, la solicitud de declarar unilateralmente la moratoria, como lo pedía tanto la izquierda como incluso algunos empresarios para ayudar en la reconstrucción, era un sinsentido. Quienes abogaban por esta medida llegaron a usar el ejemplo de Benito Juárez, que negó el pago de los préstamos después de la Guerra de Reforma. Sin embargo, esto solo provocaría mayores problemas para México al enfrentarse con el mundo.

Según la perspectiva de Miguel de la Madrid, si se hubiera tomado esa decisión, el país se habría mantenido aislado de la comunidad financiera internacional, perdiendo el acceso a cualquier tipo de crédito. Esto habría escalado en represalias comerciales por parte de los países acreedores. Además, los inversionistas extranjeros, que estaban ingresando sus inversiones a cuentagotas debido a la elevada tasa de intereses impuesta por Estados Unidos y la baja de los precios del petróleo, habrían abandonado el país.

El argumento en favor de la moratoria se basaba en la idea de confirmar al Estado como un ente al servicio de los intereses del pueblo, sin una lógica económica plausible. Para los defensores de esta medida, el gobierno debía velar por los intereses de las víctimas y servirles de apoyo. Por lo tanto, la persistencia en mantener los compromisos de la deuda era interpretada como un alejamiento del gobierno del pueblo.

Tampoco es posible asumir que la posición del gobierno en contra de entrar en la suspensión de pagos era inobjetable. Sin embargo, esta opción se consideraba el último recurso ante una situación de urgencia. De hecho, esta posibilidad empezó a manejarse más tarde, a mediados de 1986, cuando las condiciones económicas del país no estaban resultando favorables debido al contexto internacional y parecía ser la única alternativa.

En ese momento, el cambio de modelo económico y la inserción plena de México en la comunidad económica-comercial mundial resultaba muy delicado. Primero, se tenía que resolver el problema dejado por los gobiernos anteriores. El gobierno debía encontrar la forma de equilibrar estos esfuerzos por alcanzar la modernización sin echar a perder todo el trabajo que se había hecho para apuntalar el prestigio de México y resolver el problema de los damnificados.

A pesar de los esfuerzos llevados a cabo para avanzar con la reconstrucción, la pésima comunicación social del gobierno resultó ser un gran rédito para los partidos de izquierda y el sector nacionalista del oficialismo. Estos sectores aprovecharon la oportunidad para conformar una sólida base popular con la cual podrían disputar el poder en los futuros comicios electorales.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Iván Ramírez de Garay. El sismo de 1985 y la deuda externa. Economía política y moral de un desastre, de la revista Historia Mexicana no. 73.     

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Los frenos para salir de la crisis.

Imagen: S/D. En avenida Juárez, en el centro, algunos edificios antiguos no sobrevivieron al sismo, 1985. Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/09/150917_mexico_sismo_antes_despues_fotos_an

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