El inicio de la presencia española en las Filipinas.

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Si bien, con el Tratado de Tordesillas, tanto Portugal como España se dividieron el mundo para poder extender sus imperios ultramarinos, los españoles, a pesar de haberse quedado con buena parte de América, no habían cesado en su empeño de llegar a Asia. Esto se debía, en parte, a que en el tratado no quedó estipulado un límite sobre su zona de influencia en el Pacífico, lo que llevó a la expedición de Magallanes. Esto provocó que los portugueses reclamaran sus «derechos» sobre su presencia en el sudeste asiático, especialmente para que se reconociera su posesión de las islas Molucas, principales productoras de las tan buscadas especias. La resolución de esta disputa recayó en el emperador Carlos I, quien llegó a un acuerdo en Zaragoza en marzo de 1529, cediendo sus derechos sobre las islas a cambio de una compensación de 350,000 ducados.

A pesar de esto, los españoles continuaron buscando otras islas sobre las cuales tomar posesión, y fue la expedición de Ruy López de Villalobos la que descubrió un archipiélago conocido como San Lázaro en 1542, que luego rebautizarían como Filipinas en honor al entonces príncipe Felipe. Sin embargo, el regreso de la expedición fue desastroso, ya que López de Villalobos murió en el trayecto, y solo unos pocos sobrevivientes lograron regresar, siendo rescatados por los portugueses hacia 1547 después de alcanzar el cabo de Buena Esperanza.

Una vez consolidada la posesión del archipiélago con el asentamiento de Miguel López de Legazpi y al encontrar la ruta del tornaviaje de la mano de fray Andrés de Urdaneta, los españoles se dieron cuenta de que en el territorio filipino no se encontraban las ansiadas especias. Sin embargo, el optimismo que tenían por haber conquistado «fácilmente» las Américas hizo que los españoles consideraran factible usar las islas como base para iniciar campañas de conquista en Asia. Su confianza aumentó especialmente después de los enfrentamientos contra los piratas chinos, donde lograron salir victoriosos, como en el caso del ataque de Li Ma Hong, quien portaba armas de fuego vendidas por los portugueses y las manejaba de forma torpe.

Esto llevó al gobernador Francisco de Sande a escribir a Felipe II en junio de 1576 acerca del proyecto de conquistar China, enviando un ejército de 4,000 a 6,000 hombres. Según su perspectiva, creía que 50 castellanos bastaban para vencer a 500 o 600 chinos. Incluso, Sande llegó a proponer que si estas cantidades de soldados parecían excesivas, podía bastar con una expedición de 2,000 a 3,000 personas. Sin embargo, Felipe II descartó el proyecto debido a lo descabellado de estas y otras propuestas, y especialmente por el fracaso de la Empresa de Inglaterra en 1588.

Al quedar anulada la posibilidad de realizar expediciones para conquistar otros territorios asiáticos, los españoles comenzaron a ver a las Filipinas como una carga al no encontrarles provecho alguno. Sin embargo, para ese entonces, el trabajo de los misioneros estaba dando resultados al lograr la conversión de los nativos, y la corona debía cumplir su compromiso como protectora de la cristiandad. Se sumaba como otro motivo la creciente presencia de sus enemigos, los holandeses y los ingleses, por lo que la monarquía le otorgaría el papel de «protector de la retaguardia» de los dominios en América. Sin embargo, en realidad, durante todos los años que estuvo bajo su control, nunca se le proporcionaron al archipiélago los recursos necesarios para que cumpliera adecuadamente con ese papel.

La realidad era que resultaba imposible cumplir con tales deseos. El archipiélago consta de cerca de 7,000 islas en un territorio de 300,000 km², separado de la península a una distancia de 24,000 km vía la Nueva España. Estas condiciones solo cambiaron hasta el siglo XIX con la apertura del Canal de Suez, que redujo el trayecto a 15,000 km y permitió un viaje más rápido gracias a los barcos de vapor.

Según los testimonios de los siglos XVI al XVII, el camino de América a Asia resultaba sin muchos contratiempos, el cual debía hacerse en el mes de febrero y, a más tardar, hasta el 20 de marzo, durando cerca de tres meses para llegar a Manila. Sin embargo, el viaje de regreso era mucho más caótico al tener que enfrentar tormentas en altamar que retrasaban el viaje. Este debía comenzar a partir del 20 de junio en adelante y tardaba cinco meses. Una alternativa para acortar tiempos era circunnavegando África, lo que tomaba de 3 meses y medio a 5, pero como el cabo de Buena Esperanza estaba bajo posesión portuguesa, los españoles no tenían permitido pasar por allí.

Todo esto se complicaba aún más si se pretendía comunicar la metrópoli con las Filipinas, ya que en ambos sentidos debían pasar por territorio novohispano y estaban obligados a transitar por los inhóspitos caminos de Veracruz a México y Acapulco. Además, estaban condicionados por los periodos de lluvias para zarpar, lo que provocaba que el viaje durara un año. Si se buscaba una consulta de parte de Manila al rey, podía tardar entre dos a tres años en llegar la respuesta.

Estas demoras en los tiempos fueron una excusa utilizada durante el establecimiento de las Cortes de Madrid en el siglo XIX para suprimir la presencia filipina y gobernar el archipiélago bajo un régimen de leyes especiales.

Muchas veces, el viaje resultaba un desastre para los representantes de la corona, como le sucedió al marqués Francisco José de Ovando en 1750, a quien le nacieron dos hijos tanto en el viaje de ida como en el de regreso, falleciendo ambos antes de llegar a la península. Además, había solicitado su relevo en 1751 y la respuesta positiva llegó hasta 1754. Ni qué decir de la experiencia traumática para aquellos que tenían que realizar el trayecto, ya que los meses en alta mar sin tierra a la vista, el calor del trópico, las tormentas y la escasez de alimentos causaban grandes molestias a los viajeros.

A esto se sumaba el peligro de morir por enfermedades antes de regresar a América, como se evidenciaba a partir de la costa de California, donde se presentaban casos de disentería, «los tocados del berber» o el «mal de Luanda», que causaban una cantidad significativa de muertes diarias.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Julio Albi de la Cuesta. Moros. España contra los piratas musulmanes de Filipinas (1574-1896).

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La problemática presencia española en las Filipinas.

Imagen: Anónimo. Llegada de un galeón español a las islas de los Ladrones (hoy Marianas). Códice Boxer, 1590

La llegada del Islam al sureste asiático.

Desde su nacimiento bajo la guía del profeta Mahoma, el Islam ha experimentado un constante crecimiento a lo largo de su historia. Uno de sus principios fundamentales es la expansión de su mensaje considerado como la verdadera palabra de Dios para la humanidad, ya sea a través del proselitismo o mediante la fuerza, como se refleja en las campañas expansionistas árabes durante la vida de Mahoma y en los siglos posteriores a su muerte a partir del siglo VII.

Hacia el oriente, las fuerzas musulmanas lograron someter al Imperio Sasánida, así como a los reinos del norte de la India y de Asia Central, derrotando incluso a los chinos en la batalla de Talas. Sin embargo, sufrieron una derrota frente a los birmanos en su avance hacia Indochina. Las relaciones con China fueron de suma importancia para los reinos musulmanes asiáticos, quienes siempre procuraron mantener buenas relaciones con la corte del emperador, priorizando el comercio. Mantuvieron tanto la Ruta de la Seda a través de Asia Central como las rutas marítimas por el Océano Índico. Por lo tanto, la islamización se llevó a cabo de manera gradual, como ocurrió con los uigures en Sinkiang o con las comunidades de comerciantes persas en los puertos chinos.

En sus inicios, la dinámica de los comerciantes musulmanes se caracterizaba por un contacto superficial con los puertos de Indochina. Se limitaban a llegar al estrecho de Malaca para continuar su ruta hacia el reino de Champa, situado al sur de Vietnam, y luego dirigirse hacia los puertos chinos. No prestaban atención a los pueblos del oriente o Al-Masriq, territorio compuesto por varias islas y archipiélagos afectados por tifones y habitados por «caníbales», conocido en fuentes grecorromanas como el «Quersoneso Dorado».

En aquel entonces, Indochina estaba gobernada por estados hinduistas con una fuerte influencia budista. Uno de estos estados era el reino de Srivijaya, ubicado en la isla de Java y con dominios en la península de Malaca, Sumatra y otros archipiélagos. Srivijaya permitía el establecimiento de puertos francos donde los comerciantes musulmanes podían reabastecerse y establecer contacto con la población local, como los malayos.

La relación entre los comerciantes musulmanes y el reino de Srivijaya siempre fue favorable, especialmente después de la masacre de comerciantes árabes y persas en algunos puertos chinos, como Cantón, en el año 878 d.C. Esto llevó a que esta talasocracia adquiriera importancia al convertirse en intermediaria entre los árabes y las mercancías chinas.

El siglo XIII representó un punto de inflexión desafortunado para el mundo islámico. Por un lado, en el occidente, los almohades sufrieron una derrota decisiva a manos de los castellanos en la Batalla de Navas de Tolosa. Mientras tanto, en el epicentro del mundo islámico, los mongoles capturaron Bagdad y pusieron fin al califato abasí. Esto obligó a los reinos musulmanes a reorientar su atención hacia las rutas marítimas del Océano Índico para mantener el comercio con China.

Sin embargo, la situación en relación con Srivijaya también era inestable. Las fuentes islámicas reportan una disminución en el poder de la isla principal de Sumatra sobre Java. En Java, surgió el reino de Majapahit, que rivalizó con su antigua metrópoli al controlar las islas productoras de especias. Gradualmente, Majapahit comenzó a realizar incursiones en la isla de Sumatra, lo que provocó la caída de Srivijaya en el siglo XIV. La clase gobernante de Srivijaya se refugió en el estrecho de Malaca, donde fundaron la ciudad homónima. Este nuevo reino se convirtió en un centro de riqueza y gobernó sobre una población diversa.

Debido a su papel como intermediarios entre los chinos y los árabes, los malayos se convirtieron al islam de forma pacífica a través del contacto. Esto eventualmente llevó al reino de Malaca a convertirse en un sultanato durante la primera mitad del siglo XV, cuando el rey Parameswara se convirtió al islam y adoptó el nombre de Iskandar Shah. Este período coincidió con el auge del sultanato como resultado de su alianza y sumisión a China bajo la dinastía mongola Yuan. Esta alianza favoreció al sultanato, permitiéndole contraatacar a Majapahit y derrotarlos, confinándolos en la isla de Bali.

A partir de entonces, tanto clérigos como místicos sufíes malayos comenzaron a predicar el islam en Sumatra y Java, donde había una diversidad religiosa que incluía el hinduismo, el budismo y religiones animistas de las tribus de las selvas. El islam popular malayo, que actualmente está en vías de extinción debido al puritanismo wahabita, tiene fuertes lazos con estas tradiciones.

Es importante destacar la presencia en el sultanato de influencias religiosas tanto del centro religioso indio de Delhi como de la comunidad musulmana china conocida como hui. Esto llevó a Malaca a aspirar a convertirse en el centro espiritual del islam en Indochina.

La fuerza económica impulsada por el comercio chino fue tan significativa que llevó a los malayos a expandirse por el resto de las islas del sureste asiático, como en el caso de Borneo, las Celebes y las Molucas, estableciendo los primeros contactos con los habitantes del archipiélago filipino, conocido simplemente como Sulú (específicamente en las islas de Joló y Mindanao). Esta zona, poco conocida, despertaba la imaginación de los navegantes árabes al considerarla el fin del mundo. 

El prestigio asociado a la vinculación con el sultán de Malaca incentivó a algunos jefes indígenas de estas islas a aceptar la conversión al islam, lo que les proporcionaba beneficios comerciales y los integraba a una civilización que consideraban más «avanzada» que sus tradiciones ancestrales. Sin embargo, este proceso se vería alterado con la llegada de un nuevo actor en la región: los europeos.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Isaac Donoso Jiménez. El Islam en Filipinas (Siglos X-XIX).

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Imagen:

 – Izquierda: Candi Plaosan, Java, Indonesia, siglo IX.

 – Derecha: Mezquita Kampung Laut, Malasia, siglos XV – XVIII.

La campaña de evangelización jesuita en las islas Marianas.

El control de las Filipinas era un tema demasiado complejo. Por un lado, el gobernador español tenía que lidiar con los ataques de potencias rivales como Holanda e Inglaterra. También existía la amenaza de una posible invasión china incentivada por caudillos piratas como Koxinga. Además, se enfrentaban al peligro real que representaban los sultanatos de Mindanao y Joló, quienes realizaban ataques que sumían en el caos a las frágiles aldeas bajo su dominio.

Es por estas razones que territorios como las islas Marianas no resultaban una prioridad para su sujeción, a diferencia de las islas Molucas. En estas últimas, al menos se contaba con la garantía de su producción de especias, tan solicitadas por el mercado europeo. Incluso la comunicación desde Manila hacia Guam resultaba peligrosa, razón por la cual la única vía de tránsito era a través de las expediciones que llegaban de Acapulco para abastecerse en ella.

Esta forma de pensar era diametralmente opuesta a la que tenían los jesuitas, quienes priorizaban la salvación de las almas de los gentiles. Esto fue expuesto por el padre Jerónimo de San Vitores y su continua insistencia en evangelizar las Marianas, sopesando el factor económico. Este último era el tema de debate sobre la conservación o el abandono de las Filipinas, al considerarse más una carga que una pieza de valor para la monarquía hispana.

Finalmente, dentro de la conciencia de los reyes, primaría su compromiso por difundir y proteger a los cristianos en el mundo, sobre todo porque el archipiélago ya contaba con un importante número de fieles producto de los años de evangelización desde la llegada de Legazpi. Sin embargo, tendrían que hacerlo de una forma muy precaria para poder solventar los gastos tanto para la manutención de las parroquias como, sobre todo, para su defensa.

Lo que se sabía de las Marianas desde la perspectiva hispano-filipina era tanto la hostilidad de los isleños hacia su presencia como la escasa disponibilidad de recursos. Solo se contaba con pescado, algo que no podía costear las apretadas arcas de la capitanía. Además, se tenía conocimiento de que los nativos solían ganarse la confianza de los misioneros para después asesinarlos, de ahi que originalmente al archipiélago se le conociese hasta ese entonces como las «islas de los Ladrones».

Tanto el arzobispo de Manila, Miguel de Poblete, como el gobernador saliente, Sabiniano Manrique de Lara, y su sucesor, Diego de Salcedo (a cargo de 1663 a 1668), estaban en contra de apoyar ese tipo de campañas misioneras en territorios de los cuales no se podía obtener ningún provecho. Ni que decir tiene de la sociedad manileña, que era reducida y estaba dividida entre los que se dedicaban a las labores comerciales del puerto y las actividades de defensa.

En 1665, con la muerte del rey Felipe IV, se entró en un periodo políticamente complicado al asumir la regencia la reina consorte Mariana de Austria debido a la minoría de edad del príncipe Carlos (quien ascendió formalmente al trono en 1675). Este fue un periodo complicado ante la debilidad política frente a rivales acérrimos como Francia, llegándose a plantear la posibilidad de abandonar las Filipinas.

Sin embargo, la reina Mariana recibió apoyo crucial de su confesor, Juan Everardo Nithard, un jesuita austriaco. Nithard defendió la política providencialista de la monarquía e incentivó la ejecución de proyectos misioneros jesuíticos, incluyendo el de San Vitores. Como resultado, la reina emitió una Real Cédula para oficializar la campaña y asignó 21,000 pesos para financiarla. Este gesto de agradecimiento por parte de los jesuitas llevó al cambio de nombre del archipiélago de Islas de los Ladrones a Marianas.

A pesar del patrocinio real, el gobernador Salcedo se negó a facilitar el transporte a Guam para los misioneros de San Vitores. Como resultado, él, junto con los padres Tomás Cardeñoso y Felipe Sonsón, tuvieron que tomar un barco con dirección a Acapulco, obtener fondos en la Nueva España y regresar con ellos para refundar la misión de Guam.

San Vitores llegó a Acapulco en enero de 1668 y se trasladó a la Ciudad de México para entrevistarse con el virrey Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar, marqués de Mancera. Este encuentro se logró gracias a la intercesión de su confesor y prefecto del colegio jesuita de San Pedro y San Pablo, Francisco Ximénez, lo cual facilitó que el virrey aceptara darle 10,000 pesos de las Cajas Reales a cuenta del situado de las Filipinas, además de algunos sirvientes y otros donativos.

Con el objetivo logrado y la adhesión de otros 5 misioneros jesuitas, San Vitores regresó embarcándose en Acapulco en marzo para llegar a Guam en junio. Comenzaron las labores tanto de evangelización como de construcción, que se verían reflejadas con la edificación del templo de San Ignacio de Agaña en febrero de 1669. Sin embargo, al mismo tiempo, aumentaba la tensión entre los nativos chamorros, quienes se sintieron molestos por la destrucción de sus ídolos y la prohibición de costumbres como la poligamia.

Así, los micronesios empezaron a cazar a los misioneros jesuitas que llegaban a las diferentes islas, desvaneciéndose la idea de San Vitores de lograr una conversión pacífica. Se vieron obligados a encomendar al gobernador entrante, Manuel de León, que a su paso les dejara algunos hombres y armas para su defensa y solicitara donativos para su manutención.

A pesar de las dificultades que se iban sumando a la presencia jesuita en las Marianas, lograron ganarse el favor popular gracias tanto al trabajo de la Compañía de Jesús para comunicar a su feligresía sus esfuerzos evangelizadores en las islas como al aumento de la devoción hacia el mártir Felipe de Jesús. Las labores de Felipe de Jesús en Filipinas y su martirio en Japón eran motivo de orgullo para la sociedad novohispana.

Con esto, los jesuitas pudieron recaudar las limosnas suficientes para sostener el trabajo de San Vitores en Guam, permitiendo con ello depender menos de la administración filipina. Sin embargo, la población nativa seguía manteniendo su animadversión hacia la presencia de los misioneros en las islas, lo que iba a dificultar su estancia.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Alexandre Coello de la Rosa. El peso de la salvación: Misioneros y procuradores jesuitas de las islas Marianas y la Nueva España (1660-1672), de la revista Historia Mexicana no 71.

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Imagen: Giuseppe Antonelli. Convento de Agaña en la isla de Guam, 1841.

El nacimiento del Katipunan en Filipinas.

A lo largo del siglo XIX, España no lograría ubicarse en su relación con respecto a sus territorios de ultramar, donde en buena parte siguieron entablando la posición de potencia colonialista frente a sus habitantes considerados como ciudadanos de segunda, esto paso en las Filipinas donde la creciente clase media mestiza de Manila cada vez más educada buscaba ocupar lugares en la gobernanza de su territorio, y porque no, participar activamente en la política de una monarquía hispana cada vez más debilitada. Quien sería el iniciador de la lucha independentista sería el mestizo José Rizal, proveniente de una familia campesina de Calambá, pudo acceder a la educación donde se destacaría y lo llevaría a entrar a la Universidad Ateneo de Manila y de ahí pasaría a la Universidad de Santo Tomas, debido a su preparación lo llevaría a seguir con sus estudios en Medicina y Filosofía y Letras a Madrid, Paris y Heidelberg a finales de la década de los 80 obteniendo el título de oftalmólogo. Este paso por Europa llevaría a Rizal junto con otros intelectuales filipinos a exigir a las autoridades españolas la necesidad tanto de llevar a cabo reformas de talante liberal-moderado para asegurar el llevar al archipiélago hacia el progreso, esto incluía la necesidad de que recuperase su lugar en las Cortes de Madrid para tener representación.

A su regreso a Manila a inicios de los 90, empezaría a formar agrupaciones políticas entre los mestizos para poder exigir sus derechos, recibiendo el apoyo de sectores liberales y masónicos de la misma península, teniendo como objetivo no la independencia, sino el reconocimiento de su posición como provincia con las mismas garantías que el resto de España dejando su trato como colonia, fundando hacia 1892 la Liga Filipina con otros integrantes del movimiento “La Propaganda” que atravesaba por un periodo de decadencia. El postulado de Rizal era el integrar plenamente a Filipinas como parte integral de España, ya que consideraba que la relación entablada por las autoridades españolas con el pueblo filipino era el de conquistador, asimilándose a una clase de enquistamiento donde lo único que provocaba era que existiese un rechazo hacia un sector que se consideraba extranjero e invasor. Pero el arribo de los conservadores en el gobierno español y la constante perdida de interés por parte de la población filipina por la política hizo que Rizal empezase a abandonar su ideario moderado para apostar por el independentismo, dejándolo entrever en su novela “El filibustero”, esto empeora con la postura del gobernador y capitán general de las Filipinas, Eulogio Despujol y Dusai quien realiza un decreto donde ordena la deportación de Rizal a Dapitan en Zamboanga.

Con la partida de Riza, los demás miembros de La Liga vieron que resultaba imposible dialogar con loe españoles para pedirles igualdad, por lo que abrazan la idea del independentismo y fundan una organización secreta para lograr este objetivo, el Katipunan, acrónimo tagalo que quiere decir “Soberana y Venerable Asociación de los Hijos del Pueblo”, el cual buscaría conformar una red de apoyo y propaganda entre los diferentes pueblos indígenas poniendo como columna vertebral a los mestizos educados de Manila como sus dirigentes. Al paso de los años, la idea de la independencia fue agarrando fuerza en los diferentes sectores populares empezando a tener presencia en las diferentes ciudades de la isla de Luzón y sus islas allegadas entre la mayoría étnica tagala, conformando una estructura política integrada por consejos municipales, estos dirigidos por los consejos provinciales y en la cima presidia el Consejo Supremo.

Sus primeros dirigentes estaban integrados por miembros de la clase media baja manileña educada, como el caso de su primer presidente Deodaro Arellano y como secretario a Andrés Bonifacio, este último estaba más radicalizado y apostaba por dar una respuesta violenta, por lo que promueve la destitución de Arellano para colocar a Román Basa, perteneciente a las fuerzas hispano-filipinas y que podía servir como espía de las acciones españolas. Este movimiento hizo que varios potentados filipinos empezasen a patrocinar al Katipunan, el cual estaba dirigido de facto por Bonifacio y le daría a la organización una estructura muy rígida y segura tanto para el ingreso de nuevos miembros como para la operación de las acciones encubiertas, llegando al punto donde los reclutas no conocían a los demás miembros de la organización hasta obtener su admisión final, además de que tenían el compromiso de reclutar a otros dos miembros haciendo que la organización se mantuviese completamente en secreto, a este sistema donde se incluía una serie de pruebas y ritos iniciáticos seria conocido como hasik. Para 1896, Bonifacio inicia el plan de sublevación donde se crearía una red de abasto desde Japón donde conseguirían armamento, mientras se mandaba una delegación a Dapitan para convencer a Rizal de unirse a la rebelión, quien a pesar del pesimismo por no lograr un cambio pacífico se niega a integrarse al Katipunan.

El servicio de defensa español detecta esta serie de movimientos sospechosos, los cuales quedaron confirmados por la denuncia del padre agustino Mariano Gil, por lo que las autoridades dan a conocer a través del Diario de Manila en agosto de 1896 la existencia del Katipunan, todo a raíz de la salida de un operario de imprenta de la organización debido a la falta de pagos de la cuota y temía ser objetivo de sus antiguos compañeros, confesándole al padre las ceremonias de iniciación donde implicaba el marcaje con un hierro ardiente y el asesinato de un traidor (esto último no está confirmado). A pesar de contar con una estructura para poder iniciar la rebelión, el Katipunan empezaba a dividirse al nivel ideológico, ya que el proyecto que defendía Bonifacio se caracterizaba por ser de tipo romántico e incluso monárquico, facción llamada Magdiwang, pero los más allegados a la clase media manileña aspiraban a crear una república moderna y formaron la facción Magdalo dirigida por Emilio Aguinaldo, representando un problema para las acciones de los independentistas contra los españoles.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: José María Fernández Palacios. El Katipunan y las fuerzas armadas revolucionaria, de la revista Despertar Ferro Contemporánea no. 36.

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Imagen:

 – Izquierda: Anónimo. Jose Rizal, 1890.

 – Derecha: Anónimo. Rebeldes del Katipunan, finales del siglo XIX. 

Diferencias entre el colonialismo británico en la India y la conquista española.

La orientación que tuvieron el expansionismo español como el británico fue determinante para marcar las relaciones que mantendrían con los subordinados, con el caso de la India, desde la llegada de los primeros comerciantes ingleses en el siglo XVI estaba claro que solo tenían interés en los manejos del mercado y las finanzas, no buscaban ocupar puestos en la administración política para dejarlo esto en manos de los príncipes y rajás (solamente tuvieron como colonia Bengala). Esto hizo que su presencia solo se redujera al mantenimiento en los principados de residentes que se aseguraban de tener presencia en las cortes para hacer cumplir los compromisos de pago y obligaciones de sus subordinados, asi como la administración de los bienes de las factorías de la Compañía de las Indias Orientales Británicas. Lo único que tenían por asegurarse era de la presencia de un cuerpo de burócratas indios para asegurarse del funcionamiento financiero de los establecimientos llamados munshis, asi como de la presencia de una pequeña tropa bien armada para servir de medio disuasorio para los rivales de sus socios, con ello obtenían su imagen de superioridad demostrando que no debían de meterse con ellos.

Cuando no era posible alcanzar estas relaciones comerciales con las elites regionales era cuando los británicos recurrían a la guerra para someterlos, esto paso Nigeria hacia el último cuarto del siglo XIX cuando se conforma una expedición militar para someter a los emiratos rebeldes y establecer el protectorado, con ello se les obliga a los emires a entablar relación con el alto comisionado Frederick Lugard y su cuerpo de oficiales políticos quienes tenían que cuidar por los intereses británicos. El pacto era sencillo, los emiratos podían seguirse rigiendo bajo su sus usos y costumbres tradicionales, con excepción de los que violen los principios éticos y jurídicos del imperio, así como debían de asegurarse de proteger la integridad de los súbditos británicos en sus territorios, el cobro de los tributos y el otorgarles ciertas prerrogativas, como la disposicion de las tierras baldías, los derechos sobre los bienes del subsuelo y jurar obediencia a sus mandatos y requerimientos. Cuando en el proceso de conquista el emir o gobernante local resulto muerto o depuesto por su rebeldía, los agentes buscaron tanto a otras personas de prestigio o que perteneciesen a la misma familia gobernante para ponerlo a gobernar el territorio, estas acciones terminaron por definir el concepto del indirect rule.

No todas las relaciones entre los estados indígenas con los británicos suponía un grado de sumisión, sino que el establecimiento de relaciones era una forma para asegurarse la supremacía regional al contar con el apoyo británico para asegurar su prestigio, esto ocurrió entre algunos principados indios donde los rajás mantuvieron su estatus frente a los residentes quienes mantuvieron el estatus de wakils (embajadores de otros reinos), todo en un intento de tratar de usar a los británicos en su favor. Si bien el papel de los residentes solo era la de ser el nexo entre los príncipes indios con la corona sin significar una intromisión en sus asuntos políticos, lo cierto es que se metían en los asuntos de los reinos y principados con diferentes grados de intervención, ya sea dando consejos sobre gobernanza o de plano aprovechaban su posición para sugerirles directamente acciones de estado para el beneficio regional de la influencia británica. Fue a partir de finales del siglo XVIII cuando los residentes empiezan a tomar un mayor papel injerencista en las cortes y fueron reduciendo el papel ejecutivo de los príncipes, dejándolos en un papel simbólico y los que se atreviesen a rebelarse a ese orden fueron depuestos y reemplazados.

Tanto los residentes como los encomenderos españoles tuvieron un punto en común, se trataron de personal no cualificado que no tenían alguna clase de preparación salvo la militar, por lo que en el caso de los ingleses tuvieron que ingeniárselas para aprender durante su gestión a través del personal de confianza o de leer los informes de sus antecesores, además que los ingresos también resultaban muy inestables al depender sobre lo que pudiesen recaudar de los tributos. En ambos casos compartían la misión de proteger los intereses imperialistas que estaban en juego, así como en la Nueva España donde tenían que proteger a las misiones y a los conversos, los residentes también tenían la decisión de intervenir en los reinos donde veían que la gobernabilidad estaba en riesgo, ya sea con el aumento de la delincuencia, el abuso del poder o las sucesiones dinásticas poco claras les daban el derecho de entrometerse para “restaurar” el orden. Otra de las ventajas que asumieron fue el de la extraterritorialidad tanto del regente, su personalidad y el consulado con respecto a las leyes locales, quedando exentos de los crímenes que los pudiesen culpar, esto también ocurrió con los españoles quienes poco a poco fueron asentándose en las repúblicas de indios y no estaban obligados a seguir las leyes de los cabildos, sino que estaban bajo la merced del corregidor o del alcalde mayor.

Otra de las funciones que se abrogan las potencias coloniales fue el limitar el contacto entre los diferentes reinos o pueblos vecinos, cualquier clase de comunicación debía de ser a través de los agentes quienes se encargaban de censurar la información que pudiese comprometer la presencia colonial, manteniendo a los territorios completamente aislados para ser ellos quienes se encargasen de regular estas relaciones. Conforme iba aumentando la eficacia del dominio indirecto, el siguiente paso era el de asumir el dominio total de los territorios colonizados despojando a las autoridades nativas de cualquier función para dejarlos como elementos simbólicos, en algunas ocasiones algunos reinos nativos si llegaron a mantener cierta independencia con respecto a la metrópoli, si bien en el caso de la América hispana esto no existió, en la India hubo dos casos que sobrevivieron a la integración imperial en 1858, Nepal y Hyderabad, aunque esta última sería muy dependiente en lo económico. Con el caso novohispano, sabemos que hasta mediados de siglo XVI los caciques siguieron manteniendo su figura de autoridad, pero después de ello pasaron a ser asalariados pagados con la caja real, volviéndose parte del entramado virreinal para mantener controlados a los pueblos sin llegar a poseer un poder de decisión real al de las autoridades españolas o el clero.

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Bibliografía: Bernardo García Martínez. Encomenderos españoles y British Residents. El sistema de dominio indirecto desde la perspectiva novohispana, de la revista Historia Mexicana no. 240.

Imagen: Francis Hayman. Robert Clive y Mir Jafar después de la batalla de Plasey, 1757. 1760

Los jesuitas novohispanos en las islas Marianas.

La expansión española por el Pacifico nos sería una empresa fácil de realizar, ya sea por las limitantes de la tecnología naval, la lejanía tanto de la misma España como de las Indias, la falta de colonos dispuestos a irse a poblar las islas y sobre todo por las amenazas que representaban los piratas holandeses, chinos, japoneses y musulmanes quienes rondaban por los océanos. Para finales del siglo XVI se daría la entrada definitiva de España en el contexto asiático con el sometimiento del archipiélago de las Filipinas, creando una ruta donde la Nueva España seria el vector para comunicar la colonia con la península, es a través de este camino donde encontraron con el resto de las islas de Oceanía, principalmente con la región de la Micronesia donde sumarian como parte del territorio filipino las islas Marianas, teniendo como centro principal la isla de Guaján o Guam. Pero debido a las limitantes antes señaladas, provocaría que las islas Marianas quedasen abandonadas a su suerte, con excepción de Guam que se había convertido en punto de parada para la Nao procedente de Acapulco, por lo que fueron los jesuitas quienes intentarían por su lado evangelizar a las tribus micronesias y con ello sumar por la vía pacífica nuevos territorios.

Quien recibiría el llamado providencialista de llevar la palabra de Cristo a las islas del Pacifico seria el padre Diego Luis de San Vitores, jesuita de origen burgales quien se había asentado en la Ciudad de Mexico hacia 1660 con la intención de misionar a las Filipinas, siendo recordado por su dedicación a su trabajo como religioso durante dos años como el fundar la ilustre congregación de San Francisco Javier en la parroquia de la Santa Veracruz y su trabajo caritativo con los enfermos y encarcelados, incluso el virrey Juan Francisco Leyva y de la Cerda, Conde de Baños, trataría de persuadirlo para quedarse en la capital, pero decide seguir el llamado de la fe en Asia. Fue tal el cariño que tuvo por parte de su feligresía que llego a recaudar en donaciones para completar su viaje 3000 pesos en ornamentos, alhajas y reales, embarcándose en Acapulco el 5 de abril de 1662 para llegar tres meses después a la isla de Guam, visita breve donde comprobó la falta de atención que tenían los chamorros (el pueblo autóctono de la isla) y vio la necesidad de establecerse en ella. Llega julio al puerto de Lampón en Manila encontrando una situación adversa en la colonia española, ya que el gobernador Manrique de Lara enfrentaba la amenaza de invasión del pirata chino Zheng Chenggong (mejor conocido como Koxinga) quien se había convertido en un caudillo estableciendo su feudo en Taiwán, por lo que se vio forzado a abandonar las guarniciones de las islas Molucas y la misión jesuita de Terrenate.

La crisis filipina iba en aumento, porque la amenaza pirata había hecho que las autoridades españolas decidiesen abandonar el presidio de Zamboanga en la isla de Mindanao por la amenaza de los “moros”, a pesar de las protestas de los habitantes indígenas ya cristianizados, se les dejaría a los pobladores de la villa sin soldados para su defensa. La administración eclesiástica también estaba envuelta en el desastre al tener que hacer frente al reacomodo de los misioneros siguiendo los movimientos de los militares, por lo que en esos tiempos el padre provincial Ignacio Zapata le encarga a San Vitores de los montes Santa Inés y Morataya primero, después seria puesto para encargarse de las congregaciones de Taytay y Cainta, donde pudo aprender el tagalo con la ayuda del hermano Marcos de la Cruz. Desde ahí critico el abandono de los habitantes de Zamboanga y pedía a los jesuitas a que mandasen religiosos para atenderlos, llegando a proponer la formación de la viceprovincia de las Marianas para aprovechar para tener presencia en aquellas islas sin descuidar las misiones establecidas en Mindanao y Joló.

Para ese entonces, la misma Compañía de Jesús era cuestionada por sus pares franciscanos y dominicos por sus métodos de evangelización en Asia, ya que ellos eran muy permisivos en cuanto a la integración y adaptación de algunos elementos religiosos de origen confuciano o taoísta de los habitantes de origen chino, por lo que varios integrantes del clero como el obispo Juan Palafox y Mendoza se convirtieron en enemigos de la orden llegando a pedir su supresión, llegándose a sumar a la cruzada antijesuita personalidades como el Conde-Duque de Olivares. Estas discusiones enrarecieron aún más el contexto filipino y se llegaron a mezclar con las disputas con las autoridades políticas de la colonia, por lo que no era posible en su momento financiar el proyecto misionero de San Vitores en las Marianas ante las acusaciones de corrupción salidas de la península. Fue así que, por un tiempo, tanto San Vitores como el resto de jesuitas desocupados tuvieron que cubrir las misiones desatendidas en Mindanao, de las cuales llego a describir a sus habitantes de dóciles debido a la ética y moral que les había dado su anterior religión el Islam.

De 1664 a 1666, se le manda a San Vitores a Manila para ser maestro de novicios en la universidad, promoviendo un modelo de predica más popular y con contacto directo con los fieles, es ahí cuando le toca recibir a la expedición del almirante Esteban Ramos y su tripulación de 4 filipinos quienes por 26 años habían permanecido como náufragos en Saipán y cómo pudieron fueron recorriendo todas las islas Marianas hasta llegar a Guam. Por las historias que le narraron, San Vitores se convence de seguir impulsando la misión evangelizadora en Guam al tener noticias que sus habitantes no habían sido contaminados por el islam y mantenían una condición de “gente dócil” y por lo tanto sería una empresa fácil de emprender. Insiste con sus superiores el iniciar la misión y logra llevar su causa al Consejo de Indias con el apoyo del padre Luis Pimentel, teniendo el visto bueno tanto del gobernador como del arzobispo, siendo aceptada la iniciativa de evangelizar las Marianas en 1665 por parte del padre San Vitores y lograría integrar a los náufragos filipinos como intérpretes, siendo un alivio para los españoles de las Filipinas por las islas abandonadas. 

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Alexandre Coello de la Rosa. El peso de la salvación: Misioneros y procuradores jesuitas de las islas Marianas y la Nueva España (1660-1672), de la revista Historia Mexicana no 71.

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Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Diego Luis de San Vitores, ca. siglo XVII.
  • Derecha: Marie Joseph Alphonse Pellion. Chamorros pescando, 1819.

El panorama de las Filipinas en el siglo XIX.

La antigua posesión dependiente de la Nueva España, el archipiélago de las Filipinas, atravesaba por una serie de cambios importantes debido al nuevo orden geopolítico que se estaba tornando multipolar, en primera tenemos que a raíz de las reformas borbónicas se pierde el monopolio novohispano de la ruta de la Nao de China para dar pie a una mayor liberalidad de relaciones comerciales, siendo fundamental la entrada de la Compañía de Filipinas que comunicaría al archipiélago con la península bordeando África y atravesando el Océano Indico. El siguiente punto de cambio fue la crisis de las primeras décadas del siglo XIX que desembocaría en el constituyente de Cádiz y la independencia de México, teniendo el primero como consecuencia la supresión de la ruta de la Nao en 1815 y el segundo por la pérdida del principal sostén económico de la colonia el “situado”, el cual también era la principal fuente de ingresos de las demás posesiones insulares como Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.

Ante la perdida de la supervisión novohispana, la administración española tuvo que dotar a las Filipinas de mayor autonomía para lograr su sobrevivencia, siendo de los primeros pasos el empoderamiento de la administración de la Gobernación y Capitanía General, por lo que fue fundamental la apertura de Manila como puerto internacional en 1834 y como puerto franco en 1837, garantizando la capacidad de poder comerciar libremente con el resto de las naciones asiáticas y las colonias europeas. La figura del gobernador general se volvía central para garantizar la gobernabilidad del archipiélago, dividiéndose en 35 provincias donde los mandos tendrían diferentes orígenes según las circunstancias locales, siendo las más tranquilas administradas por un gobernador civil y las que enfrentaban ataques piratas o continuas rebeliones por un gobernador político-militar, aunque para finales de siglo se habían incrementado a 70 provincias de las cuales 43 estaban bajo gobierno militar.

Como sucedió a lo largo de la historia de la monarquía hispánica, la Iglesia fue la institución que mantenía la cohesión social en los territorios de ultramar, en este caso estaba dirigida por el Arzobispado de Manila erigido desde 1576 y del cual dependían las diócesis de Cebú, y Nueva Cáceres, seguida por Nueva Segovia creada en 1595 y finalmente la de Jaro en 1865. El poder de la Iglesia era tal que en buena parte de las provincias eran los únicos representantes de la Corona y los sacerdotes y frailes en los únicos europeos en los pueblos, así como se volvieron en los principales terratenientes al ser los depositarios de donaciones y herencias por parte de la feligresía. La población hispana se concentraba en las principales ciudades como Manila, esta a su vez mantenía una diversidad étnica donde había peninsulares, criollos, mexicanos y descendientes de los migrantes chinos o sangleyes, mientras más del 90% de la población era indígena y se conformaban hasta en 110 grupos etnolingüísticos diferentes.

A diferencia del resto de los territorios de Indias, las costas de las islas serian el principal objeto de interés para la colonización, quedando los indígenas confinados al interior en las montañas, de las islas el archipiélago de Bisayas era el que tendría un proceso de hispanización más profundo como sucedía en Cebú, Marinduque y Bohol, mientras la situación en Luzón fue bastante desigual al centrarse la población en Manila, pero el este de la isla había quedado despoblado. La capital filipina se había convertido en el principal foco de la hispanidad al concentrar a la mayoría de los españoles, la cual tuvo un aumento debido a la migración como consecuencia de las oportunidades brindadas por las reformas comerciales, quedando en segundo lugar Cebú. Pero su dominio no fue total y tendría desde el siglo XVI un principal foco rebelde, los moros de Mindanao y Joló quienes nunca aceptaron la dominación española, por lo que solo pudieron mantener presencia en algunos asentamientos militarizados.

Si bien la liberalización económica le había dado estabilidad a la gobernabilidad española en las Filipinas, todavía rondaban las amenazas de despojo por parte de las demás potencias europeas que mantenían el interés por el archipiélago de las Marianas y la permanente lucha contra los moros, también sería hasta el siglo XIX cuando se pudo hacer campañas para someter y evangelizar a los igorrotes del interior de Luzón. A pesar de las intenciones de igualdad social declaradas por la Constitución de Cádiz al ser reconocidos como provincias, con la promulgación de la de 1837 los territorios de ultramar pierden su representación en las Cortes para ser administrados por leyes especiales, estas solo se devolvieron hasta 1869 y solo para Cuba y Puerto Rico, quedando los filipinos relegados de la política española argumentando su bajo desarrollo social y ciudadano. Esto provocaría que las clases media-altas urbanas de la sociedad hispano-filipina reclamaran espacios de participación política en la monarquía, la secularización de las propiedades de la Iglesia, más libertades civiles y un empoderamiento de los gobiernos ciudadanos, viviéndose en las décadas de los 80 y 90 un clima de alta tensión política y social.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Miguel Luque Talaván. Las Filipinas españolas en el siglo XIX, de la revista Despertar Ferro no. 36.

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Imagen: 

  • Izquierda: Francisco Coello. Filipinas. Mapas generales, 1852.
  • Derecha: Anónimo. Familia mestiza española, finales de siglo XIX.

El colonialismo indirecto.

Las naciones imperialistas a lo largo de su historia tuvieron diferentes maneras de controlar sus dominios, ya sea de una forma centralizada como el sistema español o indirecta como la del colonialismo británico del siglo XIX, quienes acuñaron el término “indirect rule” para describir su modelo donde en las regiones que caían en su órbita buscaban dominar una élite gobernante local con la cual trataban mientras estos eran los encargados de atender los asuntos de los súbditos sin que los británicos se tuviesen que responsabilizar por su porvenir. Con este modelo, los británicos sometieron bajo su poder a los rajás de la India, príncipes malayos, los emires árabes, sultanatos y jefes tribales en África quienes tenían que responder ante un comisionado quien supervisaba los intereses de la metrópoli, con ello se aseguraban la consolidación de socios en esta clase gobernante y ellos mantenían su poder contando con la protección ofrecida por los británicos, pero cediéndoles ciertos poderes soberanos para alcanzar esta simbiosis.

Este modelo no es exclusivo de los británicos y fue implementado por diferentes potencias a lo largo del tiempo, ese es el ejemplo de los mexicas quienes mantenían a las autoridades locales como “socios” mientras ellos se aseguraban de pagar el tributo, incluso en un inicio el modelo español estaba enfocado hacia esa forma de relación para con los indígenas, pero la gran mortandad provocada por las epidemias dejaría a los estados indígenas muy debilitados y esto dio pie al establecimiento de un dominio directo bajo la administración de un virrey, aunque se pueden inferir algunas de estas características con la formación de los “pueblos de indios”. Algo donde los europeos fueron maestros fue en el desarrollo de la carrera armamentística con respecto a los pueblos de ultramar, por lo que el impacto de su devastación hacía que pronto se convirtiesen en socios indispensables para las elites locales, pero esta debía de cumplir con ciertas condiciones para ser efectiva como el mantener un pequeño ejercito colonial, no desgastarlo en diferentes frentes y cuando debían de actuar era de forma concentrada para mantener la imagen de superioridad y disuadir a cualquiera que se atreviese a cuestionar su presencia. El punto fundamental de esto era que los establecimientos coloniales fuesen sustentables económicamente al representar un gasto mínimo en la manutención de estos para que sean redituables, algo que cumplen los modelos mexicas, español y británicos.

Gracias a estas relaciones entabladas con las autoridades indígenas, las potencias coloniales podían permitirse un gradual aumento del control sobre los subordinados e ir debilitando a las fuerzas rivales, así lo hicieron los británicos en la India desde el establecimiento de las primeras factorías en el siglo XVI bajo el permiso del mogol ganando influencia entre los más de 600 principados hasta el debilitamiento de su poder en el siglo XVIII y dando el golpe definitivo a mediados de siglo XIX, mientras en el caso español tanto por la beligerancia prexistente como por el efecto de las epidemias hizo que fuese un proceso más violento. Los intereses tanto de británicos como de los españoles distaban en los objetivos, donde además de buscar el beneficio económico por parte de ambos, los españoles tenían la misión providencialista de la evangelización y por lo tanto debían de supervisarlos por medio de los encomenderos o los misioneros, por lo que no era posible entablar un modelo indirecto ante la necesidad de llevar el catolicismo con los indígenas, mientras los objetivos geopolíticos de los británicos hacia posible la formación de vínculos indirectos manteniendo a las elites locales.

El común de las razones para que se facilitara la entrada de las potencias imperialistas recaía en el contexto político regional, donde las luchas por el poder hicieron posible que determinados bandos formasen alianzas con los recién llegados para derrocar a los que ostentaban el poder y con ello se formaba un gobierno a conveniencia de los colonizadores al garantizarles el acceso a recursos o a expandir su presencia externa. Estas acciones las vamos a ver tanto con los mexicas, siendo retomada por Hernán Cortes poniendo familiares de los señores derrocados para colocar gobiernos que le eran favorables, ni que decir de la Compañía Británica de las Indias Orientales y su compleja red de socios entre la nobleza india y como mediante el establecimiento de contratos leoninos eran capaces de quedarse con la propiedad del principado en caso de que no hubiese un sucesor “legitimo”.

Con el caso del imperialismo español, durante los primeros años de la expansión la corona debía de encontrar la forma de incentivar la afluencia de expedicionarios para explorar las Indias como garantizar la asociación y respeto hacia las autoridades indígenas locales para evitar el abuso de sus representantes, por lo que dieron origen a la figura de las encomiendas donde el conquistador fungía como representante de la corona tocándole una parte de los tributos de los pueblos indígenas, mientras los caciques locales se encargaban de gobernar. Para poder justificar la retribución que debían de tener los encomenderos, se les adiciona el compromiso de facilitar el establecimiento de los misioneros dándoles los recursos que fuesen necesarios, por lo que para poder asegurar la gobernanza cualquier acto de gobierno debía de hacerse por intermediación del cacique quien daba las órdenes a su pueblo. Con ello se facilitó la entrada de las sociedades indígenas al nuevo orden colonial al respetar la autoridad del cacique para con su señorío, aunque si bien tiempo después esta figura fue controvertida por los abusos de los encomenderos, sirvió para afianzar el posterior control de los doctrineros y el empoderamiento de la nobleza indígena.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Bernardo García Martínez. Encomenderos españoles y British Residents. El sistema de dominio indirecto desde la perspectiva novohispana, de la revista Historia Mexicana no. 240. 

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  • Izquierda: Anónimo. Encomendero dando ordenes al tlatoani Tlilpotonqui. Códice Tepetlaoztóc, lamina K09, siglo XVI.
  • Derecha: Anónimo. Oficial ingles de la Compañía de las Indias Orientales Británicas fumando hokaah, miniatura mogola, mediados de siglo XVIII, India.

El mercado de telas entre la India y Manila.

Las redes comerciales indias se habían arraigado gracias a las llamadas “talasocracias” asentadas en la costa del Coromandel y que tuvieron una extensa actividad marítima que hizo posible mantuviesen presencia en los archipiélagos del oriente del Océano Indico y la Indochina, extendiéndose por la actual Indonesia y llegando hasta las Filipinas. Con el siglo XV y la llegada de las potencias europeas como Portugal aprovecharían estas ligas para empezar a expandirse, llegando en la primera mitad del siglo XVI los españoles quienes se establecen en las Filipinas con la construcción de la ciudad de Manila como uno de los mercados principales, la cual se había convertido en una plaza importante gracias al flujo de plata procedente de la Nueva España, por lo que se convierte en la puerta de entrada para los productos de la India teniendo como intermediarios a las otras naciones europeas, primero con los portugueses y después con los mestizos de estos quienes fungieron como agentes comerciales de Holanda.

El producto estrella para poder mantener la comunicación entre las Filipinas con la India había sido las telas, donde la costa del Coromandel se había destacado por su gran producción y la finesa de sus tejidos, destacando los del puerto de Palicat de donde saldrían un viejo conocido de la cultura popular mexicana, el paliacate. Las barcas comerciales tenían una ruta que abarcaba la costa del Golfo de Bengala para pasar por los principales puertos de Indochina y Java como Malaca, Pegu, Aceh, Macasar, Batavia (actual Yakarta) para llegar al archipiélago filipino haciendo escala en Luzón, Bisayas, Mindanao y Manila, incluso esta servía de escala para completar la ruta hasta Macao. Como las relaciones entre España y Holanda estaban rotas por los continuos ataques piratas de los holandeses a los españoles y los principales puertos comerciales indios estaban bajo dominio holandés, los principales intermediarios eran los mestizos portugueses, los armenios, ingleses y daneses quienes navegaban bajo las banderas de los principados indios o del sultanato de Joló para poder saltarse el bloqueo al comercio holandés.

Los años finales del siglo XVIII fueron especialmente fructíferos con la aparición de nuevos actores en el Océano Indico gracias al proceso de liberalización del comercio por la reforma de 1789, por lo que pudieron entrar en Manila comerciantes suecos, estadounidenses y principalmente ingleses quienes iban adquiriendo un papel protagónico en la India, por lo que no querían estar fuera del mercado español. Como en esos momentos la situación entre Gran Bretaña y España también era tensa, tanto los ingleses como los estadounidenses usaron la táctica holandesa de llegar a los puertos filipinos bajo la bandera de Dinamarca, aumentando el rango del mercado para abarcar Cantón en China y en menor número los puertos estadounidenses como Boston, Salem, New Port y Providence. Quienes siempre mantuvieron una presencia constante a lo largo de siglos eran los armenios, cuyos comerciantes eran bien recibidos por los españoles al ser un pueblo antiquísimo que había abrazado el cristianismo, teniendo las puertas abiertas a los puertos filipinos y gracias a esta relación los armenios se asociaron con los ingleses para poder ingresar sus mercancías.

Todo este contexto sirvió para que los armenios se convirtiesen en los principales mercaderes de telas de los puertos indios, abarcando desde los pañuelos de Paliacate y una tela muy tradicional en el occidente mexicano llamado Cambaya proveniente del puerto de Cambay la cual se caracteriza por su colorido, pero con la intervención de los británicos ya se estaba centralizando la producción textil entorno a la ciudad de Madrás para el siglo XIX. La belleza de los estampados y el colorido de las telas hicieron que fuesen un producto muy solicitado en diferentes puertos europeos a lo largo del mundo, desde las colonias en África y en América tuvieron un lugar especial por sus intrincados diseños donde se manifestaba la cultura india y la persa. Conforme fue aumentando el control británico sobre la India, se distribuyen otros productos textiles indios como el paisley de Cachemira y que también tuvo un gran recibimiento por los novohispanos, hoy en día erróneamente le quieren atribuir un origen prehispánico al patrón de gota tan característico de estas telas y que actualmente son de producción nacional o importados de China.

Debido al contexto europeo convulso de finales de siglo XVIII y principios del XIX, provocaría la decadencia de imperio marítimo holandés en Asia, donde bajo el pretexto de la invasión napoleónica fueron tomados por los británicos la colonia del Cabo, los puertos de la India, Sri Lanka y Malaca, pudiendo salvar solamente las Indias Orientales Holandesas, por lo que el destino de muchos de los puertos controlados por ellos pasaron al olvido como paso con Palicat para favorecer los puertos británicos, por lo que buena parte de su rico legado portugués y holandés se encuentra en peligro por el deterioro y desinterés. Esta misma situación mermó el poderío español como se manifestó con la independencia de las Américas, provocando la caída de empresas como la Real Compañía de las Filipinas encargada del comercio transpacífico, por lo que los británicos serian la principal potencia mercante que seguiría abasteciendo de telas indias a las nuevas naciones americanas, convirtiéndose el paliacate en un elemento distintivo de la cultura popular mexicana que se ha integrado para fundirse con gran éxito.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Andrés del Castillo Sánchez. Textiles de la India para gustos mexicanos. El comercio de paliacates desde Pulicat, India, siglos XVI-XIX, del libro A 500 años del hallazgo del Pacifico. La presencia novohispana en el Mar del Sur.   

Imagen:

  • Izquierda: Fernando Brambila. Vista del rio Manila desde el Fortin, 1792, de la serie de grabados de la Expedición Malaspina.
  • Derecha: Cementerio holandés de Pulicat, India, siglos XVII-XVIII.

Editorial: Los rumbos de la historia en el mundo, 2022.

Saliéndonos tanto del contexto mexicano, el americano, la invasión rusa a Ucrania y el mundo árabe, en el resto de los países han ocurrido una serie de acontecimientos decisivos para su desarrollo en el futuro, aunque todos ellos tienen como eje las crisis de la pandemia del COVID 19 y sin discusión alguna la invasión rusa ha complicado el panorama a diferentes naciones que se han deteriorado sus condiciones de vida o aprovechando la oportunidad para avanzar en sus ambiciones geoestratégicas. Hay que sumarle a todas estas crisis la decadencia del modelo neoliberal a lo largo del mundo ha provocado el reemplazo de los políticos tradicionales por la predilección a los discursos antisistema que prometen romper con la moderación como solución para ayudar a un amplio sector de sus sociedades, por lo que han continuado los procesos de polarización donde han adoptado posturas nacionalistas y se han movido hacia la derecha como a la izquierda, provocando movilizaciones de las poblaciones afectadas por estas medidas extremas.

Uno de los grandes ganadores en este año ha sido China, ya que su posición como la contendiente por el puesto de primer potencia mundial ha dado grandes pasos hacia ese objetivo, en primera la invasión rusa le ha dado una oportunidad de oro al convertir a Rusia su principal punto de abastecimiento de energéticos como consecuencia de las sanciones por parte de la UE, sumándole al precio por volverse en su soporte económico el quitarle su zona de influencia tradicional en Asia Central, por lo que se ha convertido en su subordinado y ha acentuado el aislamiento ruso con la plena autorización de Putin. Al nivel interno, Xi Jinping a lo largo de su gobierno ha ido estructurando a China para convertirla en una potencia con mando único en su figura, por lo que fue restando el poder a los políticos moderados partidarios de la doctrina de Deng Xiaoping  quien daría las bases para una posible democratización del PCCh, todo esto fue revertido en las reformas constitucionales del 2018 donde se quita el límite de dos mandatos presidenciales y dio lugar a su tercer mandato en el 2022 con la anuencia del comité del partido, acentuando el carácter autoritario del régimen chino. Pero no ha logrado librarse de un EU que todavía tiene la fuerza suficiente para quedarse con el liderazgo mundial y no ha estado dispuesto a compartirlo, por lo que le ha cerrado parte de su mercado junto con el de sus socios más importantes, sobre todo no ha logrado la añoranza de recuperar Taiwán, isla que ha consolidado un sistema político democrático y con una economía pujante que no está dispuesta a perder su autonomía.

El contexto europeo ha intentado dar señales de estabilizarse después de la crisis de la pandemia y ha tratado de adaptarse a las nuevas limitantes que implica el rompimiento de Rusia como socio en la materia energética, lo que provocado el encarecimiento de la electricidad y con ello de los precios de la canasta básica, lo que altera la percepción popular al verse presionados económicamente por el financiamiento de la resistencia ucraniana. En lo político la UE tuvo un respiro con la reelección de Emmanuel Macron en la presidencia de Francia derrotando a la candidata de ultraderecha Marie Le Penn, pero este intento de regresar a una posición centrista se vio truncada con la victoria de la ultraderecha en Italia con la candidatura de Giorgia Meloni como Primera ministro ante la renuncia de Mario Draghi al no poder hacer frente a los problemas derivados de la pandemia y con un amplio apoyo del legislativo, representando un paso atrás al ser representantes del pos fascismo, aunque de momento se ha tenido que alinear a los objetivos de la UE. La Gran Bretaña ha caído en una crisis como consecuencia del apoyo al Brexit y que ahora se ha demostrado fue un gran error, todo esto agravado por las consecuencias de la invasión rusa que ha enfrentado el problema energético y la incapacidad de los primeros ministros para conformar un gobierno de unidad, provocando la caída de Boris Johnson, el muy breve gobierno de Liz Truss y la llegada del moderado Rishi Sunak, quien tiene la responsabilidad de estabilizar las cosas y con ello asegurar la muy dañada reputación de los conservadores frente a un posible regreso de los laboristas como consecuencia de una inevitable recesión.

Quitando el contexto árabe de este análisis (tema que ya he tratado hace unas semanas), el Medio Oriente ha mantenido una efervescencia al nivel social que podría cambiar las tornas en los siguientes años, como lo vemos con el incremento de la animadversión en Irán contra el orden islamista que ha imperado desde la revolución de 1979 con un gobierno centrado en la figura del ayatola, por lo que las nuevas generaciones exigen un ambiente de mayor libertad pidiendo derogar las leyes islámicas, siendo respondido por una serie de arrestos a los liderazgos sociales y siendo ejecutados bajo cargos de traición y “odio a Dios”, provocando el mantenimiento de la resistencia al sistema. La victoria de los talibanes en Afganistán no ha resuelto en nada los serios problemas que llevan décadas creciendo, contribuyendo en buena parte la retención de las reservas del país localizadas en el extranjero y el abandono de los organismos internacionales a entablar relaciones con ellos, por lo que poco a poco están retornando a la anterior represión islamista previa a la invasión estadounidense, siendo las mujeres las principales afectadas al irles prohibiendo el acceso al trabajo y a la educación, por lo que está sumiendo al país a la miseria. Uno de los últimos acontecimientos de este año se dieron en Israel, donde en las recientes elecciones parlamentarias aseguro el regreso de Benjamín Netanyahu al puesto de primer ministro de la mano de una coalición de ultraderecha ante la perdida de apoyos del gobierno de centro-izquierda de Neftalí Bennet, lo que supondría un aumento de la tensión con los palestinos al ser un partidario de la expansión de las colonias israelíes sobre los asentamientos árabes, pero ahora se enfrentaría a un posible disyuntiva que lo enfrenta a EU y su intento por estabilizar la relación con los árabes o podría buscar el apoyo de Rusia con quien mantiene muy buenas relaciones con Putin.

África ha sido un continente olvidado por los medios periodísticos nacionales debido a las pocas repercusiones que tienen sus problemas en América, pero que explican por ejemplo el mantenimiento de la crisis migratoria vivida en Europa y ni que decir que alimenta una parte del problema en la frontera norte. Uno de los principales ganadores del contexto geopolítico de este año sin duda es Marruecos, que al ser uno de los proveedores de gas natural hacia España se ha convertido en una alternativa importante para suplir a los energéticos rusos en el sur de Europa, provocando que tanto EU y la UE decidiesen dejar hacer al gobierno marroquí en su proceso de hacerse del control del Sahara Occidental. La zona subsahariana no ha parado de ser una fuente de desestabilización por la presencia de grupos islamistas que amenazan de hacerse del control, provocando un problema para Francia que mantiene su papel como potencia militar y se ha visto desgastada para seguir teniendo presencia en estos países, dando lugar a la llegada de grupos paramilitares rusos para combatirlos, provocando que países como Mali se alineen a los intereses de la cancillería rusa. Otra fuente de conflictos del continente proviene de Etiopia, esta nación del Cuerno de África vive desde el 2020 un estado de guerra como consecuencia a las pretensiones independentistas de la región norte de Tigray, donde se ha conformado una coalición con sus vecinos Eritrea y Sudan para combatir a los rebeldes, pero en noviembre empezaron las conversaciones entre el gobierno y los rebeldes y llegaron a un acuerdo del cese de hostilidades.

El sudeste asiático no ha sido ajena a estos cambios, donde hemos visto un retroceso al orden derivado de la Guerra Fría, ese es el caso de Filipinas que desde el 2016 ha fijado su curso rumbo al autoritarismo con la elección de Rodrigo Duterte a la presidencia, cuyo gobierno se ha caracterizado por un combate al crimen y al consumo de drogas donde llegaron a las ejecuciones extrajudiciales, pero lo más relevante ha sido la asociación hecha con la dinastía política Marcos del antiguo dictador Ferdinand Marcos, asegurando que su hijo Ferdinand “Bongbong” lo sucediese y dándole a su hija Sara la vicepresidencia. Desde su independencia, Indonesia ha mantenido una política moderada para poder asegurar la gobernabilidad de un archipiélago que tiene una gran diversidad étnica, pero religiosamente ha tenido una mayoría islámica cuya comunidad ha sido influida por décadas por el wahabismo, por lo que en los últimos 30 años el radicalismo ha ido ganando lugares importantes en la sociedad y la política, por lo que este año se ha manifestado en la prohibición a las relaciones extramaritales penándose con cárcel, que sumado a las constantes ataques a la libertad de expresión supone una amenaza para la integridad de las minorías religiosas que se verían obligadas a vivir en un constante acoso islámico. Con esto doy por terminado esta revisión a los acontecimientos del 2022 y no me queda más que desearles un feliz 2023 y sobre todo agradecerles por otro año más de preferencia, espero me sigan acompañando por este viaje en la historia de México y el mundo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

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