El mercado de Santa Fe en los primeros años de la independencia.

Una vez llegada la consumación de la independencia, la política exterior de Agustín de Iturbide seria contraria a la del imperio español, abriéndole las puertas de las fronteras septentrionales a los comerciantes estadounidenses de San Louis Missouri, llegando a Santa Fe la primera expedición comercial encabezada por William Becknell en diciembre de 1821. A diferencia de los años anteriores cuando los comerciantes eran perseguidos por las autoridades novohispanas, esta vez Becknell fue recibido por el mismo gobernador de Nuevo México, Facundo Melgares, quien le facilito un espacio para que se instalase y lo invita a instalar sus negocios en la provincia, motivando una segunda expedición por el éxito y cálido recibimiento de los novomexicanos. Esto dio pie a la llegada de otros comerciantes aprovechando la apertura mexicana, llegando algunos comerciantes excarcelados de los años novohispanos quienes querían comprobar las nuevas condiciones, aunque para mantenerse cautos solo llevaron mercancías por valor de $15,000 pesos.

En relativamente poco tiempo, Nuevo México se convirtió en una provincia muy atractiva para los comerciantes estadounidenses por donde se podían abastecer de la plata mexicana, valiendo la pena el penoso camino, elevando su mercado en calidad de estratégico y poco a poco se fueron elevando la cantidad de carretas cargadas de mercancías, iniciando con 26 hacia 1824 para terminar con 230 para 1843 con cargamentos con un valor de $450,000 pesos. Estas cifras fueron tomadas por el estudio de Josiah Gregg quien se basó en algunos registros realizados por los comerciantes, pero estas cifras podrían resultar menores debido a las limitantes de las fuentes donde algunos años no llegaron a ser registrados, a esto hay que sumarle la escasa presencia de datos por parte de la aduana mexicana. Las autoridades novomexicanas no eran muy meticulosas en el registro de las mercancías que ingresaban de la frontera, a esto hay que sumarle la corrupción rampante para poder dejar pasar más que lo declarado, por lo que si le sumamos el contrabando vamos a encontrar un mercado mucho más grande que las estimaciones de los datos de la época.

La razón del éxito del comercio estadounidense hacia México radicaba en las cadenas comerciales, estas iniciaban en los puertos de la Costa Este donde llegaban las mercaderías europeas, conforme más se fuesen alejando de estos rumbo a las comunidades del oeste si valor se iba incrementando, pero el mercado de Santa Fe representaba una verdadera locura al lograr los comerciantes obtener ganancias hasta por el 1000% de lo invertido. Nuevo México solo era una de las estaciones de expansión comercial, ya que del mercado de Santa Fe se abastecía el resto de las provincias del septentrión mexicano, tan solo se estima que en 1844 Chihuahua consumía mercancías con un valor de 2 a 3 millones pesos anuales, una de las razones de peso por las que en Missouri hubiese una opinión publica en contra de la invasión estadounidense de 1846 al perderse un redituable foco de riquezas.  Se estima que para 1845, el valor de las mercancías ingresadas desde el camino de Missouri a Santa Fe ascendía de los 3 a los 5 millones de dólares, cantidad que hacía asumible los riesgos y los costos que implicaba recorrer los caminos desérticos y permanentemente acosados por las tribus nómadas ante las altas ganancias.

El viaje no paraba en Santa Fe, los comerciantes estadounidenses aprovechaban el Camino Real de Tierra Adentro para descender a las ciudades mexicanas de Chihuahua, Durango, Zacatecas hasta llegar a Aguascalientes, pero el eje San Louis-Santa Fe se había consolidado como el objetivo principal del creciente gremio de comerciantes. Conforme se fue consolidando el comercio fronterizo, empezaron a dejar de irse cada comerciante por su lado para formar convoyes congregando a todos los que querían ir a Santa Fe para facilitar su defensa ante ladrones y los ataques indígenas, llegándose a reportar caravanas de entre 100 y 230 carretas. El patrón seguido iniciaba en primavera con la salida de la caravana de Missouri, dispersándose una vez llegados a Santa Fe e iniciaban el regreso hasta el otoño, aunque ya se hacía en grupos pequeños y a través de otros puntos fronterizos aprovechando que ya no tenían que cargar con mercancías, los únicos que mantenían una comunicación constante y aislada eran los contrabandistas.

Por su posición, Saint Louis se convirtió en el eje comercial del oeste gracias a la posibilidad de arribo de las embarcaciones rivereñas del Mississippi, aunque esto no impedía que otros pueblos como Franklin o Independence se volvieran bases comerciales, pero esto no evito que Missouri se convirtiese en la base principal para el arribo de los comerciantes. La ruta tiene una extensión de 1400 kilómetros siguiendo el rio Arkansas para ascender a las montañas, pero había un atajo pasando por el rio seco Cimarrón acortando el trayecto hasta los 1250 km, aunque tenía la desventaja de no contar con abundantes fuentes de agua como la otra ruta y estaba más expuesta a los ataques de los kiowas y comanches. La ruta tenía como último punto de arribo Fort Bent, fortificación que les garantizaba hasta cierto punto protección de los indígenas, de ahí se seguían hasta entrar en territorio mexicano por el pueblo de San Miguel del Vado, aunque también podían desviarse por el norte arribando a Taos, formándose pequeñas ferias que no les retribuían mucho en comparación con la de Santa Fe establecida por julio.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ignacio del Rio. Mercados en asedio. El comercio transfronterizo en el norte central de México (1821-1848).

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Imagen: Anónimo. Vista callejera a Santa Fe, Nuevo Mexico, 1866.

La represión de la rebelión de Tomóchic.

El cambio de condiciones del modo de vida en Chihuahua lleva a que los antiguos colonos militares tan indispensables para asegurar el dominio del septentrión ahora fuesen desechados por los oligarcas quienes esperaban sacar todas las riquezas para su provecho, por lo que poco a poco sus antiguos derechos fueron vulnerados para reducirlos en condición de trabajadores al servicio de los poderosos. Esta presión a la que fueron sometidos, toma en el caso de Tomóchic un rumbo diferente al empezar a mezclarse como parte del sustento de su rebelión el elemento religioso, el cual estaba vacío desde poco menos del siglo medio por la partida de los jesuitas y que tendría fuerza con el nuevo culto popular entorno a Teresita de Cabora, cuya fe impulsaba a sus habitantes a mantener el pulso contra el cacique Joaquín Chávez y los esfuerzos de pacificación del gobernador Lauro Carrillo a través del apoyo del general José María Rangel, de donde se dice esta rebelión pudo tener el impulso de Luis Terrazas para regresar a la gobernatura.

Los triunfos alcanzados en su lucha contra las fuerzas estatales e incluso contra el ejército federal les dio la confianza de la justicia de su causa y que contaba con aval divino, un panorama que le resultaba adverso al gobierno de Porfirio Diaz quien porque en Yucatán, Guerrero y el Estado de México se estaban dando rebeliones populares que podría ser un agente desestabilizador para su posición, por lo que ordena que se sofoque lo más pronto posible la rebelión de Tomóchic mandando a los soldados que estaban combatiendo a los yaquis en Sonora. El ejército se había dividido para atacar el pueblo en dos contingentes, uno dirigido por Rangel y otro por Lorenzo Torres, a pesar de las sugerencias de los tomochitecos de atacarlos por separado, el caudillo Cruz Chávez convencido que su causa había alcanzado la gracia divina decide enfrentarlos en el mismo pueblo, donde el ejército federal se vio abrumado en un inicio por el halo supersticiosos que desprendía su convencimiento providencialista. Aun con la diferencia de uno a catorce entre los rebeldes y el ejército, pudieron mantenerlos a raya por casi dos semanas y con numerosas bajas, pero la ventaja numérica hizo la diferencia y el 26 de octubre de 1892 toman el último reducto en la casa de Cruz Chávez capturándolos junto a él y finalmente fueron fusilados.

A pesar de los intentos de Porfirio Diaz de vender el triunfo de la rebelión como una victoria, para los chihuahuenses represento todo lo contrario y se vio como un signo de debilidad como Tomóchic logro poner contra las cuerdas a los federales, por lo que el recuerdo de la rebelión tuvo una fuerte raigambre al tenerlo presente a través de relatos y de corridos que se seguían cantando en la sierra, por lo que les dieron el ejemplo de que tenían la capacidad de tornar las cosas a su favor y hacer frente a los hacendados. Esto se vio reflejado al poco tiempo donde los rancheros empezaron a adquirir una posición más beligerante contra el gobierno, así se dio en la rebelión de 1893 comandados por Simón Amaya y Celso Anaya quienes se levantaron desde Santo Tomas con la consigna de derrocar al propio Diaz y recordando la lucha de Tomóchic, pero este levantamiento fue reprimido al poco tiempo. Los sobrevivientes se refugian en EU, regresando al poco tiempo para ocupar el pueblo de Palomas, así como sirvieron de inspiración para la rebelión del pueblo de El Mulato, pero ninguno de los dos tuvo el tiempo para convocar a una mayor participación de otros grupos oprimidos y la rápida respuesta del gobierno acaba con ellos.

A pesar de que el ambiente social se estaba tornando cada vez más beligerante, el aislamiento de los movimientos hizo que el gobierno la tuviera fácil para acabar con ellos, por lo que para 1890 la hipotética rebelión generalizada nunca llegaría a ocurrir gracias al trabajo tanto de los federales como de los caciques locales que se veían beneficiados por los negocios impulsados por el gobierno federal y estatal. La principal fuerza desestabilizadora que representaba Luis Terrazas para esos años ya no le interesaba mantener las rebeliones rancheras al lograr su objetivo de derrocar al gobernador Carrillo y recuperar su influencia política quedándose prácticamente solos en su lucha por mantener su modo de vida. Este panorama se vio opacado por el crecimiento constante de la clase medio-obrera urbana de las nacientes ciudades chihuahuenses, como consecuencia de las inversiones extranjeras que llegaron al estado, hizo que se requiriera mano de obra para atender la creciente industria en el estado, dándole a oportunidad a varias personas para obtener un trabajo y asentarse en las ciudades, desentendiéndose del problema ranchero.

Para principios del siglo XX, estas clases trabajadoras se habían convertido en el objetivo para encontrar apoyos tanto por el mismo Diaz como de la familia Terrazas, estos trabajadores estaban contentos con el orden porfiriano gracias a la entrada constante de inversiones, provocando con ello que se aumentasen los salarios. El juego político entre Diaz y Terrazas se estaba complicando en el panorama chihuahuense, a pesar que en 1903 el presidente dio su visto bueno para que Terrazas volviese a entrar como gobernador, fue el momento que considero para irle recortando su base política y promueve que cada vez más actores participen para hacerle competencia, apoyando a sus rivales regionales a tener una mayor participación. Para ese entonces la amenaza ranchera ya había desaparecido y los liderazgos regionales eran cada vez más dependientes de la inversión extranjera, por lo que desaparecía la posibilidad de que se provocase una rebelión, quedándole solamente a Diaz someter al estado a sus intereses sin que exista alguien capaz de opacar su poder como los Terrazas.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Friedich Katz. Pancho Villa, vol. 1

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Imagen:

  • Izquierda: Portada del libro de Heriberto Frias «Tomóchic». Colección Biblioteca Mexicana.

La crisis de la vida de los rancheros chihuahuenses.

Mientras las oligarquías locales eran más cuidadosas para irle despojando de sus antiguas potestades a los rancheros, los inversionistas extranjeros eran lo más bruscos al momento de hacer gala de su poderío económico, como sucedió con el caso de los Limantour quienes aprovecharon el fin de la guerra apache como argumento para suspender los derechos a los que tenían para el uso de los terrenos. Para la década de 1880, los rancheros del oeste de la sierra quisieron poner un alto a las pretensiones de los Limantour y pensando tener el apoyo de Luis Terrazas, mientras el mismo había sido despojado de la gobernatura por el propio Porfirio Diaz hacia 1884 para colocar al protegido de su ministro Carlos Pacheco, Lauro Carrillo, con el fin de aminorar la influencia política de los Terrazas. Si bien el poder económico de los Terrazas crecía sin problemas ante la constante entrada de inversiones en el estado, no podían tolerar la pérdida de su supremacía política, por lo que en 1891 se le presta la oportunidad con la salida de Pacheco del gabinete y con ello se terminaba el principal sostén de Carrillo, por lo que empieza a azuzar a los rancheros para demostrarle a Diaz su debilidad como gobernador, pero sabiendo esa táctica ofrece la amnistía a los rancheros rebeldes y logra contener en buena parte un latente conflicto.

El único pueblo que no accedió a la amnistía de Carrillo fue Tomóchic en el distrito de Guerrero, ya que en los últimos años sus habitantes habían entrado en conflicto con el hombre fuerte de la región, Joaquín Chávez, quien había colocado a un pariente forastero en el cargo de presidente municipal, quien haciendo uso de su poder mandaba a su ganado a pastar en los terrenos del pueblo y los forzaba a trabajar con un bajo sueldo para él o para los Limantour. Esto provocaría el aumento de las protestas por parte de los habitantes de Tomóchic y como muestra de insulto y humillación, el cacique Chávez cambia el itinerario del transporte de la mina de plata que iba a Chihuahua para evitar entrar en el pueblo, lo que para ellos era inaceptable porque los trataba como si fueran ladrones. La afrenta hace que las manifestaciones subiesen de tono y se fuesen contra el palacio municipal, lo que sirvió a Chávez para alegar que el pueblo se había revelado y querían apoderarse de las cargas de plata, todo con la intención de provocar al gobierno para que mandase a los federales, como representaba una amenaza para las inversiones extranjeras, Diaz autoriza a Carrillo a mandar a los federales y toman al pueblo que había sido abandonado por sus habitantes, pensando con ello que habían logrado pacificarlos.

El problema de Tomóchic empieza a adquirir una mayor envergadura al combinarse con la crisis religiosa que experimentaba la región, este pueblo había sido originalmente tarahumara y con la llegada de los españoles empezaron a mestizarse, pero con la expulsión de los jesuitas provoca que el pueblo careciese de religiosos para atender sus necesidades espirituales, por lo que a lo largo del siglo XIX muchos de ellos empiezan a convertirse a las iglesias protestantes. Pero las familias que se habían quedado en el catolicismo se refugiaron en el surgimiento de un culto popular fuera de la Iglesia, el de la santidad de Teresita de Cabora, Sonora, cuyas visiones místicas tenían repercusión gracias a la predica de Cruz Chávez (nada que ver con el cacique del pueblo), quien mete la cuestión devocional para impulsar los reclamos de los pobladores de Tomóchic contra su presidente municipal, por lo que se le suma el elemento religioso a la crisis.

Cuando los habitantes de Tomóchic abandonan su pueblo, deciden partir en peregrinación hacia Cabora para recibir la bendición de Teresita, el trayecto seria aprovechado tanto por las tropas de Chihuahua como por las de Sonora para tratar de emboscarlos, pero derrotan a un contingente de sonorenses y pudieron eludir al resto de los soldados, pudiendo llegar a Cabora donde a pesar de no encontrar a Teresita, Cruz Chávez les da un sermón que refuerza su fe al poder llegar se pesar del ejército federal. El gobernador Carrillo intenta negociar con los tomichitecos retirando a los federales del pueblo y ofreciéndoles la amnistía con la condición de reconocer la legitimidad de las autoridades estatales y municipales, pero se niegan por el odio hacia el presidente municipal y posiblemente porque estaban siendo apoyados por Luis Terrazas para desprestigiar al gobernador. Ante el fracaso de la negociación con Tomóchic, los planes de Terrazas tienen éxito y logra que Diaz destituya a Carrillo, colocando en la gobernatura a Miguel Ahumada quien tenía la fama de ser aceptado por todas las clases políticas chihuahuenses y tenía la resolución de acabar con la rebelión por la fuerza para evitar un escalamiento del conflicto.

El miedo a la expansión del conflicto estaba justificada, ya se estaba gestando en otros pueblos indicios de rebelión y todo en torno al culto a Teresita de Cabora, cuya influencia llegaría hasta con los yaquis y mayos de Sonora y Sinaloa con quienes se había tenido una larga conflictividad con el gobierno federal, por lo que mandan al general José María Rangel para pacificar al pueblo con una tropa bien pertrechada, por lo que esperaban atacar al pueblo de frente apostando por su superioridad. Pero no tomaron en cuenta con que los tomochitecos estaban más que fogueados en la guerra apache y usando sus tácticas de guerrilla pudieron superar la desventaja que les daba su inferioridad numérica y hacen huir a las tropas de Rangel dejándoles considerables bajas a pesar de contar con armamento moderno. A su regreso a Chihuahua, quería buscar apoyo entre las milicias locales, pero todos se negaron debido al respeto que le tenían a Cruz Chávez al ser parte de las guardias de Terrazas para combatir a los apaches, por lo que el ejército federal quedaba humillado ante la experiencia y habilidad de los rancheros chihuahuenses de Tomóchic.

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Bibliografía: Friedich Katz. Pancho Villa, vol. 1

Imagen: Jose Guadalupe Posadas. Los sucesos de Tomóchic, 1892

Las oligarquías contra los rancheros chihuahuenses.

Para finales de siglo XIX, el contexto de Chihuahua había cambiado radicalmente el orden social con que se había manejado desde los tiempos coloniales, los antiguos colonos militares ya no tenían lugar en el estado ya pacificado con la derrota de los apaches y los potentados antes refugiados en las grandes poblaciones podían recuperar el dominio sobre grandes extensiones de terreno afectando a un amplio sector del mundo rural que gozaban de toda clase de facilidades al ser los que peleaban contra los indígenas. A lo largo del tiempo, Chihuahua fue dividida en cuatro tipos de asentamientos, desde los últimos tiempos del dominio virreinal, el virrey Teodoro de Croix había conformado cinco colonias militares en Chihuahua: Namiquipa, Casas Grandes, Cruces, Galeana y Janos, las cuales les fueron otorgadas a cada una 112,359 hectáreas, posteriormente se le sumaron Cuchillo Parado y San Andrés, las cuales tenían menos tierras y se dividían entre propiedades individuales de locales y forasteros como tierras comunales dedicadas a las pasturas o eran alquiladas. También tenemos a los asentamientos indígenas que estaban focalizadas en las misiones, de los cuales destacaban los tarahumaras y que gozaban con la protección brindada por las ordenes mendicantes, pero a raíz de la expulsión de los jesuitas en 1767 empezaron a perder fuerza a pesar de estar amparados su estatus de pueblo de indios y con el siglo XIX con la llegada de colonos y el reacomodo fronterizo de 1848, fueron despojados y confinados hacia la Sierra Madre.

El cuarto grupo de asentamientos lo tenemos con rancheros ganaderos que vivían en terrenos nacionalizados o en haciendas abandonadas, los cuales eran contratados para proteger estas propiedades y como pago recibían el libre usufructo de la tierra mientras estuviesen en servicio para protegerlos de los apaches, todos estos grupos contaban con la experiencia que les había dado siglos de lucha contra los nómadas donde aprendieron sus tácticas de guerra para poder asegurar la sobrevivencia de sus comunidades. Por este empoderamiento que tuvieron a lo largo del tiempo consideraban inconcebible que los grandes potentados decidiesen someterlos y despojarlos de su modo de vida, a su vez estos propietarios como la familia Terrazas les iba a resultar muy problemático tener que echarse en contra a una sociedad que tenía la capacidad de defenderse contra cualquier amenaza, pero al tener la presencia apache como el enemigo a vencer hizo que hacendados y rancheros guardasen una relación de armisticio ante las disputas al beneficiarse mutuamente, incluso a raíz de las guerras contra los conservadores se habían dotado de más tierras a los veteranos.

Fue a partir de 1880 cuando el gobierno estatal empieza a tomar partido por los hacendados finalizando con el estatus de los terrenos federales, los cuales eran tierras comunales donde cualquier ranchero podía pastar su ganado o recoger madera ayudándolos en su lucha contra los apaches, pero lo que se esperaba que el gobierno empezase a repartir estas tierras entre estos rancheros para convertirlos en pequeños propietarios apostaron por repartirlo entre los grandes latifundistas, monopolizando con ello las riquezas en unas cuantas manos dos tercios de estas propiedades. Para 1884, las compañías deslindadoras se fueron en contra de las cinco colonias militares desconociendo los viejos derechos otorgados desde el virreinato y solo dejándolos en posesión de 28,080 hectáreas, la cuarta parte de sus tierras, así como se habían vedado los pasos libres para pastar o cazar en las tierras de forma libre, pero estas acciones si bien debilitaban el viejo modo de vida norteño, tampoco lo mataba de un sola vez para evitar una rebelión, por lo que les dejaron algunas salidas para que continuasen con sus actividades pero ya muy debilitados.

Una de las formas para empezar a debilitar las estructuras sociales rancheras fue acabar con el modo de elección de los liderazgos que era de forma democrática y se cambia por la designación directa del gobernador de estas autoridades locales, ganando con ello influencia directa en las comunidades al crear partidarios que operaban según sus intereses, siendo ellos los únicos encargados de lidiar con las quejas de los vecinos sin posibilidad de escalarlos a las autoridades estatales. Las nuevas condiciones de empleo que había a raíz de la dinamización del comercio fronterizo y la reapertura de minas le dio al gobierno la oportunidad de ir estrangulando poco a poco toda posibilidad de surgimiento de una rebelión ranchera, por lo que en 1891 asestaron un golpe más con la suspensión de las elecciones para presidente municipal para pasar bajo la elección del gobernador, para ese entonces los rancheros estaban más ocupados en subsistir en el nuevo esquema de oportunidades para sobrellevar la precariedad de sus condiciones.

Pero justamente en 1891 empieza a surgir problemas en el sector minero debido a una serie de factores que van desde la disminución del comercio estadounidense por la implementación de nuevas tarifas fronterizas y una temporada de malas cosechas, provocando que varias minas tuviesen que cerrar y los precios por los alimentos aumentasen, provocando con ello un aumento de la tensión social de la región. Esto se vio azuzado por la presencia de los latifundistas forasteros que eran más intransigentes que los hacendados locales, este fue el caso de la familia Limantour cuyo patriarca llega al país procedente de Francia hacia 1840 en la todavía California mexicana, convirtiéndose en un gran terrateniente en San Francisco, Los Ángeles y en la península de Baja California, pero las propiedades estadounidenses fueron desconocidas por el gobierno, por lo que en las décadas de los 50 y 60 miraron hacia Chihuahua aprovechando la desamortización de los terrenos de la iglesia, si bien debido a la guerra apache no lograron hacer nada, a la muerte del padre y con el encumbramiento de su hijo homónimo José Yves Limantour en el orden porfiriano empezarían los problemas con los rancheros locales.

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Imagen: Carl Nebel. Rancheros, 1834.

El ascenso de los Terrazas en Chihuahua.

El panorama del norte de México empieza a cambiar a partir de la derrota de los franceses y los imperialistas mexicanos en 1867, lo que por fin traería al país un gobierno estable que se encargaría de resolver los problemas que estaban quedando pendientes, como el caso de la guerra apache que era una fuerte raíz de desestabilización y sentaba las bases para la perpetua amenaza de la expansión estadounidense. Quien sería el principal aliado tanto del gobierno central y caudillo de gran popularidad fue Luis Terrazas, proveniente de una familia de la villa de Chihuahua, fue uno de los destacados representantes políticos del Partido Liberal en el norte, por lo que estuvo al servicio de la causa juarista en la Guerra de Reforma y esto le valió ser elegido como gobernador en 1859 gracias a su popularidad por librar la guerra contra los apaches. Su posición queda empoderada por su apoyo irrestricto al presidente Juárez al darle refugio cuando huía con su gobierno de la invasión francesa, instalándose en Paso Norte, quedando bajo la protección de Terrazas quien se encargaría de rechazarlos.

Gracias a la popularidad alcanzada entre la sociedad chihuahuense y por el favor ganado del gobierno de Juárez, Terrazas tuvo los medios para convertirse en el gran señor del estado al ir acrecentando su poder, siendo una de sus medidas para ganar popularidad la del desvió de recursos destinados al pago de impuestos al gobierno nacional para conformar un cuerpo de guardias civiles, recibiendo el visto bueno de los colonos al considerar como inútil y parasitario al poder federal. Esto le sirvió para empezar a enriquecerse e ir comprando haciendas y ranchos a lo largo del estado, siendo uno de sus primeros golpes la expropiación de las propiedades del hacendado Pablo Martínez quien no pudo defenderse por haber apoyado a los franceses, pero sobre todo se valía de las grandes extensiones de terrenos baldíos y la poca población que había para trabajarlas como la oportunidad para convertirse en el gran terrateniente. La forma para restar la posibilidad de encontrar resistencias por parte de los rancheros hacia las expropiaciones era la de usarlos como la base de las milicias para enfrentar a los apaches, poniendo a su primo Joaquín Terrazas como comandante para dirigir las campañas y con eso demostraban su eficacia con respecto al ejército federal que protegía la villa de Chihuahua.

Lo que termina por consolidar el poder de la familia Terrazas fue el ascenso de Porfirio Diaz a la presidencia en 1876, estableciendo un gobierno dictatorial donde en sus primeros años termina por pacificar el país y empieza a generar las condiciones para la entrada de la inversión extranjera para explotar los recursos, teniendo como consecuencias en el norte con el aumento del comercio transfronterizo que empezaba a despuntar con la derrota de los apaches. Inicialmente Luis Terrazas se equivoca durante la rebelión de Diaz con el Plan de Tuxtepec al apoyar al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, provocando que lo excluyesen junto a sus seguidores del gobierno para poner a Ángel Trias, pero por otro lado permitió que siguiera con los negocios y creciera su poder empresarial en el estado gracias al tendido de las vías ferroviarias que llegaron hasta la frontera. A esto hay que sumar que su política represiva para acabar contra cualquier disidencia popular y las facilidades a los terratenientes para reclamar la propiedad de las llamadas “tierras baldías” hizo que Terrazas se convirtiera en uno de los hombres más ricos del país acrecentando las propiedades bajo su poder y que lo llevo a convertirse en el mayor exportador de ganado hacia EU.

A pesar de la acumulación de riquezas por sus actividades empresariales, los Terrazas querían recuperar el poder político de Chihuahua a toda costa, aprovechando que Trías había perdido popularidad por el aumento de impuestos para seguir financiando la guardia civil y los pocos resultados dados en la lucha contra los apaches hacia 1879, por lo que los rancheros del oeste del estado se rebelan contra el gobierno lo fuerzan a renunciar para devolverle el poder a Luis Terrazas. La situación en la política nacional era la ideal para la vuelta de Terrazas a la gobernatura, ya que Diaz estaba terminando su primer periodo y estaba entregándole el poder a su compadre Manuel Gonzales, por lo que se niega a interferir en la política chihuahuense, pero este regreso fue momentáneo porque al regreso de Diaz a la presidencia en 1884 ya había sido desplazado continuamente en la gobernatura y volvía a entrar, pero esto no evito a que sus negocios siguieran creciendo como fue el caso de la fundación del Banco Minero en 1879.

Las cosas empiezan a cambiar a partir de 1880 con la derrota definitiva de los apaches en la Batalla de Tres Castillo dirigida por Joaquín Terrazas y la captura de Gerónimo por parte de los estadounidenses en 1885, finalizando con ello los años de violencia en el norte y dándose las condiciones para que Chihuahua empiece a desarrollarse de forma íntegra. También sería ese año cuando la red ferroviaria termina por vincularse tanto con los Estados Unidos como con el centro de México, haciendo que el estado fuese visto con gran interés por parte de los inversionistas estadounidenses gracias a la productividad de sus tierras, provocando con ello que los precios de las tierras se elevasen de forma considerable. Con el fin de la amenaza apache, los colonos militares empiezan a perder el prestigio que tenian como protectores de la frontera y los colocaba en una verdadera situación de vulnerabilidad al tener que enfrentarse al abrumador poder de la familia Terrazas, por lo que a partir de entonces empezaría la decadencia del mundo rural chihuahuense y se empezaría a gestar las condiciones para la revuelta revolucionaria.

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Imagen: 

  • Izquierda: Claudio Linati. Ranchero mexicano enfrentandose a soldado, del libro Costumes civiles, militaires et religieux du Mexique, 1828.
  • Derecha: S/D. Luis Terrazas, siglo XIX

El contexto chihuahuense en el siglo XIX.

     

El actual estado de Chihuahua comparte mucha de la problemática de los territorios que constituyen el Norte de México, para el momento de la conquista encontramos a un territorio en buena parte inhóspito con pocas tierras idóneas para la agricultura, donde hacia el este tenemos la presencia de los bosques de la Sierra Madre Occidental y en el resto estaba dominado por praderas y desiertos, por lo que encontramos una minoría de indígenas con un modo de vida sedentaria y la gran parte estaba dividida en tribus nómadas. Estas condiciones hicieron que a la llegada de los españoles encontraran una animadversión de los indígenas al negarse a seguir el sistema de encomiendas y mantuvieron los avances bajo estado de sitio, pero con el hallazgo de numerosos yacimientos de plata en la sierra hicieron que los españoles estuviesen incentivados en mantener su presencia en estas regiones tan alejadas de la capital. Para solucionar el problema indígena, se incentiva la evangelización por parte de los jesuitas y los franciscanos, pero ante la falta de mano de obra era usual que los colonos siguieran esclavizando a las tribus ya sea de manera legal e ilegal ante las prohibiciones de la corona, por lo que esto provocaría que fuesen comunes las rebeliones como el caso de los tarahumaras.

Para el siglo XVIII, las minas de plata habían dejado suficientes riquezas y habían incentivado el crecimiento de la población de colonos, pero más al norte, las tribus comanches estaban empezando a enfrentarse a otros grupos nómadas desplazándolos hacia el sur, uno de ellos fueron los apaches y empezaron a hacer incursiones sobre la Nueva Vizcaya, por lo que empezaron a tener problemas con los rancheros hasta terminar en pleitos. Esta situación provocaría que los colonos se refugiasen al sur o a las grandes poblaciones como Chihuahua y Parral, pero para evitar la pérdida de aquellos territorios, la Corona tuvo que implementar la estrategia de formar poblados fortificados con colonos bien capacitados en el manejo de las armas ante la ausencia de un ejército profesional que los defendiesen, por lo que dieron incentivos tanto a españoles, novohispanos y a indígenas pacificados de la región para establecerse en aquellos asentamientos. No solamente se trataba de organizar incursiones en contra de los apaches, ya que la administración virreinal también recurre a la vieja táctica del soborno, donde les daban alimentos, ropa y alcohol para incentivarlos a quedarse definitivamente en los pueblos.

Esta paz alcanzada en el septentrión se vería truncada con la guerra de independencia de 1810, donde los rancheros apostaron por la defensa del régimen virreinal y repelieron los intentos donde la insurgencia quiso entrar en el norte, pero la baja población del norte no sería suficiente para cambiar los flujos de la lucha librada en el centro-sur novohispano y su resolución de tipo político. La debilidad del joven estado mexicano con sus continuos golpes de estado hacia inviable la manutención de los sobornos dados a los apaches, por lo que hacía 1830 se reanudan los ataques apaches quienes asolaron las haciendas, por lo que sus propietarios huyen de la zona para refugiarse en las ciudades, mientras los rancheros de comprobada extracción militar y sin protección alguna por parte del ejército no les quedo de otra más que defenderse como pudieron. Con este contexto, la primera mitad del siglo XIX sería para Chihuahua un periodo difícil donde tenían que hacer frente a la violencia de los apaches, pero esto no evito que los propios colonos y el ejército mexicano estuviesen exentos de caer en el salvajismo, siendo las victimas perfectas los tarahumaras quienes solían ser asesinados para quitarles las cabelleras y hacerlas pasar por apaches, así como eran constantemente despojados de sus tierras.

Por otro lado, la ausencia de una autoridad que los defendiese de las amenazas hizo que los rancheros chihuahuenses empezasen a conformar sociedades con una alta libertad en la toma de decisiones similar a los granjeros estadounidenses, por lo que solían mantener relaciones igualitarias entre rancheros donde lo primordial era la autosuficiencia. Uno de los sectores que desaparecieron con el antiguo orden virreinal fueron sin duda los misioneros, las cuales tuvieron su primer golpe con la expulsión de los jesuitas en el siglo XVIII y le fue seguido con la perdida de interés por parte del gobierno mexicano para seguir manteniéndolos, por lo que las pocas poblaciones indígenas que habían aceptado el orden misional quedaron en la orfandad ante el creciente clima de violencia de los apaches y los rancheros. La guerra apache había provocado la retirada total tanto de hacendados, mineros como de banqueros, por lo que las tierras por donde los apaches solían hacer sus incursiones su valor se habían vuelto completamente nulo como para querer realizar cualquier clase de inversión.

Los vaivenes de la primera mitad del siglo de vida independiente habían sido completamente negativos para los chihuahuenses, con una sociedad empobrecida, pero a su vez empoderada ante la tenacidad por asegurar su sobrevivencia lograría la persistencia del estado, pero las cosas empezarían a cambiar ante los profundos cambios geopolíticos de la región. Por un lado, tenemos la perdida de los territorios más norteños como el caso de Texas y Nuevo México en el contexto chihuahuense, por lo que a partir de 1848 la frontera les llegaría a lo que eran sus límites y por lo tanto se empezaría a dinamizar la economía. Esto a su vez provocaría la aparición de los estadounidenses como los nuevos actores para combatir a las incursiones apaches, si bien su participación iba desde la desidia o la complicidad para permitir los ataques, con el transcurrir de los años y ante las demandas del gobierno mexicano tuvieron que empezar a tomar cartas en el asunto hacia 1860, por lo que poco a poco la guerra con los apaches empezaría a ser ganada trayendo la paz, dándose las condiciones para que regresasen los hacendados a sus antiguas tierras, pero esto a su vez acarrearía problemas ante el espíritu autónomo de los rancheros.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Friedich Katz. Pancho Villa, vol. 1

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Imagen: S/D. Rancheros, siglo XIX.

Las leyendas de Pancho Villa.

Una de las figuras más populares de la historia mexicana, quien al mismo tiempo tiene tanto acérrimos fanáticos como quisquillosos enemigos es sin duda la del general Francisco Villa, uno de los grandes caudillos de la revolución cuyo liderazgo llevaría a las fuerzas revolucionarias a acabar con el poder de Porfirio Diaz y Victoriano Huerta, empodero a una clase media-baja de rancheros y obreros que estaban siendo explotados por el orden porfirista y quienes serian sus principales bases para conformar sus fuerzas, pero no podría contra las fuerzas constitucionalistas de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón y se encamina a unos años oscuros donde se dedica a atacar pueblos hasta su rendición. Por estas razones, es que uno de sus principales biógrafos, Friederich Katz, describe la existencia de tres leyendas que toman diferentes partes de la vida de Villa para darle sustento a sus posiciones: una leyenda blanca propagada por el propio Villa centrada en la justificación para su entrada en la guerra, la leyenda negra concentrada en los abusos y atrocidades cometidas tanto por el cómo por sus mandos durante la revolución, por ultimo tenemos a la leyenda épica que tiene como origen la repercusión de sus hazañas y el recuerdo dejado al nivel popular entre la sociedad quien lo inmortalizo en historias y corridos propagados por generaciones.

El origen de la leyenda blanca la tenemos a partir de la autobiografía dictada a su secretario Manuel Bauche Alcalde en 1914 cuando era gobernador provisional de Chihuahua, estas memorias serian retomadas por el escritor Martin Luis Guzmán para realizar el libro “Memorias de Pancho Villa” editado en 1938. De las convenciones tenidas por todas las versiones es que nace con el nombre de Doroteo Arango en 1878 en el Rancho de la Coyotada, Durango, una de las haciendas más grandes del estado que estaba bajo la propiedad de la familia López Negrete, de la cual sus padres, Agustín Arango y Micaela Arámbula, eran aparceros de la hacienda y tuvo otros cinco hermanos: Antonio, Hipólito, Mariana y Martina. Su padre muere cuando era joven y se vio obligado a hacerse el sostén de la familia trabajando como aparcero, pero cuando tenía dieciséis años se enfrenta al dueño de la hacienda, don Agustín López Negrete, quien ante la negativa para llevarse a una de sus hermanas corre a la familia y Arango le dispara en un pie, por lo que tiene que huir de los guardianes de la hacienda quienes tienen la orden de detenerlo, no matarlo.

Desde 1894, Arango sobrevive en la sierra como bandido, siendo perseguido por las autoridades, algunas veces lo prendieron y se escapaba de la prisión sin escatimar el tener que matar a rurales si era necesario, por lo que para tratar de escapar de la persecución se cambia el nombre por el de Francisco Villa, según esta versión, toma el apellido porque su padre le había confesado que era hijo ilegitimo de Jesús Villa, con esto y ante la dificultad de andar solo se une con los bandidos Ignacio Parra y Refugio Alvarado, ganando mucho más dinero que como trabajador. Se dice que asaltaron a un rico minero de Chihuahua al que le quitaron 50,000 pesos repartiéndose el dinero, pero según su versión en once meses se gastó su parte tanto dando una parte a su familia como repartiendo el dinero entre los pobres, por lo que regreso a su vida como bandido, pero se separa de sus socios por haber matado a un viejo por no quererles vender pan, formando una nueva banda que asaltaba en la sierra de Durango. Cansado de la vida de bandido, Villa parte rumbo a Parral, Chihuahua, para tratar de encontrar un trabajo honesto, primero como minero donde se lastima un pie y después como albañil, pero al poco tiempo retoma sus actividades delictivas robando ganado, actividad que no le genera mucho beneficio.

En algún punto de 1910, conoce a quien cambiaria el rumbo de su vida y lo orienta hacia su camino revolucionario, Abraham González, perteneciente a una de las familias de potentados chihuahuenses y quien era uno de los seguidores de Francisco I. Madero esperando entrar en la política estatal, siguiéndolo en su camino para buscar un lugar y que lo llevaría a integrarse a la rebelión. Con sus memorias, Villa siempre trato de ponerse en su papel de víctima de las circunstancias culpando al orden porfirista manifestado en Chihuahua con el poder del clan Creel-Terrazas como los culpables de que tuviese que elegir el camino de la ilegalidad, manifestando siempre su astucia para eludir a las autoridades, su compasión por los más pobres y justificando sus asesinatos como defensa propia. A lo largo del estallido de la revolución, Villa se caracterizó por su ingenio para poder derrotar a los federales gracias a sus años como bandido y al conocimiento obtenido de los caminos de la sierra, ganándose el respeto de los rebeldes y sus actos como el repartir las riquezas de la familia Terrazas hizo que empezase a nacer la leyenda épica que lo pone como el luchador de los desposeídos, llamando la atención de EU.

Por el otro lado, los inicios de la leyenda negra tienen como bases dos documentos, un informe recabado por la inteligencia estadounidense construido en 1914 y las memorias de Celia Herrera, miembro de la familia Herrera quienes fueron revolucionarios y se habían hecho enemigos de Villa, por lo que el mismo persigue y mata a muchos de ellos. En ambos documentos, Villa es descrito como un asesino a sangre fría de carácter muy voluble y capaz de cometer cualquier clase de atrocidad para con sus víctimas, dedicado al robo de ganado o al secuestro de personas donde si no obtenía lo que esperaba los despedazaba, incluso ponen que su ingreso a la revolución fue para intentar lavar sus crímenes metiéndose casi por casualidad, se dice que trató de meterse entre las fuerzas de Pascual Orozco y este lo rechaza por su fama como bandido, pero como se encontraba necesitado de gente tuvo que aceptarlo a regañadientes. Resulta muy complicado darle la veracidad a alguna de esas versiones, siendo obligatorio el tener que realizar trabajos de historia local para dar con algún dato, por lo que lo mejor para poder estudiar al villismo es conocer el entorno de Chihuahua de finales de siglo XIX para entender el entorno de Villa.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Friedich Katz. Pancho Villa, vol. 1

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Imagen: S/D. Pancho Villa.

La decadencia del Cañón del Chaco.

En Oasisamérica, del 1130 al 1150 se empezarían a dar duros cambios que desestabilizarían la región, el aumento de los periodos de sequía afectaron el ritmo de vida de los pueblos agricultores como paso con el Cañón del Chaco, siendo a partir de esos años cuando se detiene la actividad constructiva de las “casas grandes”, mientras las riberas del rio Virgin, el Gran Cañón y las planicies del altiplano occidental del Colorado empiezan a ser abandonados al no poder sostener sus cultivos. Esto provocaría que sus pobladores migrasen a la Cuenca del rio San Juan donde se localiza el Cañón del Chaco y pronto esta sobrepoblación se convertiría en un problema al sobrepasar la capacidad del sistema para poder darles lo necesario para los recién llegados, provocando el colapso del sistema y provocaron que los chacoanos se viesen obligados a buscar refugio en otros lugares donde tuviesen mejores condiciones agrícolas.

Seria desde el 1200 cuando una parte de ellos deciden dirigirse a la región de Mesa Verde, en el actual suroeste del estado de Colorado, a partir de ahí aprovecharían las grandes redes de cañones y cuevas para empezar a construir las casas-acantilado como fue el caso del Cañón Chelly, Tsegi, Kiet Siel y Betatakin hacia el actual estado de Arizona. A diferencia de las “casas grandes” del Cañón del Chaco que tenían una ocupación de tipo civil sin una población fija, estos nuevos asentamientos se caracterizaron por tener una alta densidad demográfica, además que en este periodo conocido como “Casas Grandes” del 1250 al 1300 se caracteriza por la ausencia de las kivas dentro de los conjuntos habitacionales, posiblemente se trate de un periodo de reacomodo poblacional donde lo religioso pasaba por alto, ya que posteriormente a estos años ya volvemos a encontrar a las kivas dentro de los pueblos..

Otra de las regiones a donde fueron a parar los chacoanos fueron las montañas Zuñi y Mogollon, el actual territorio tradicional de los indios-pueblo en Nuevo Mexico, quienes inicialmente siguieron el patron de ocupar las cuevas para construir las casas-acantilado y asegurar su seguridad, como sucedió con el sitio de Cañón Manuelito. Una de las muestras evidentes de esta crisis regional lo tenemos con el freno de las redes de intercambio en los siglos XII y XIII, solo se conserva el intercambio de conchas con los pueblos del Mar de Cortes, pero esta se llevó a cabo mediante intercambios de pueblo en pueblo, mientras lo que si resulto afectado fue el comercio de la turquesa por las sonajas de cobre o las guacamayas, por lo que en sitios como en Mesa Verde no se han encontrado la presencia de estos productos foráneos. Ante las nuevas condiciones tan inestables de las lluvias, los agricultores tuvieron que mantener un sistema nómada donde cultivaban determinados terrenos a lo largo de los años, ya que debido a las condiciones de los cañones no era posible emprender obras de irrigación y se tenían que atener a los periodos de lluvia que había en cada año.

Las condiciones pluviales no mejoraron como para poder sostener a una gran población agrícola capaz de replicar a asentamientos como el Cañón del Chaco, por lo que a partir del 1300 estas casas-acantilado empiezan a ser abandonadas como el caso de Mesa Verde, de la cual no hay acuerdo sobre las razones reales de su caída y los investigadores solo se han quedado en el nivel teórico sin que ninguna de estas pueda dar una respuesta satisfactoria. Se estima que la cantidad de personas que dejaron el altiplano del Colorado fueron cerca de 5,000 a 10,000 personas que no supieron que hacer ante patrones tan caóticos de la lluvia en la región, esta solo se llegó a estabilizar hasta 550 años después, por lo que tuvieron que hacer valer las redes de relaciones que habían afianzado durante los años de esplendor del Cañón del Chaco para poder encontrar un hogar. Gracias a la cerámica encontramos los patrones migratorios de estos pueblos, sabemos que los pobladores de Mesa Verde se asientan en Chama (norte de Nuevo México) y las riberas del rio Grande, mientras los habitantes del Cañón Chelly se dirigieron a las Montañas Mogollón, pero estas redes de ayuda tampoco llegaron a servir porque también ellos resultaron afectados, por lo que en muchas ruinas encontramos evidencias de violencia e incendios como señales de un aumento de la belicosidad ante la inestabilidad regional.

Tanto los chacoanos como sus vecinos sureños Hohokam se vieron presionados al no poder dar con una solución para sostener los pueblos, pero encontraron que las condiciones del sur y oeste de la actual Nuevo México, así como la cadena montañosa de la Sierra Madre Occidental de Chihuahua y Sonora no habían resultado afectados por este cambio climático y emprenden el viaje a estas regiones. Los pueblos de las montañas Mogollón se habían caracterizado por la simpleza de su modo de vida, vivían principalmente de la caza de borregos cimarrón, venados y conejos, pero complementado con la dieta ofrecida por el cultivo de maíz (los ejemplos más tempranos de maíz en Oasisamérica provienen de esta región) haciendo represas para obtener agua o terracear los cerros para aprovechar la irrigación de las lluvias, pero en el patrón de asentamientos se habían quedado en el nivel de las casas-foso las cuales tenían sus servicios religiosos en grandes kivas aisladas, todo esto cambiaria dramáticamente gracias a la migración chacoana-hohokam que hicieron que los mogollón equiparasen su nivel cultural al de sus vecinos y con ello se empezase el nacimiento de las actuales sociedades de los indios-pueblo. 

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía:  Linda S. Cordell. De las aldeas primitivas a los grandes poblados en el Noroeste, del libro La Gran Chichimeca. El lugar de las rocas secas. 

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Imagen: Ruinas de las casas-acantilado de Mesa Verde, Colorado, EU, Posclasico Temprano. Fuente: https://www.durango.org/listing/mesa-verde-national-park/316/

La importancia del camino de Saint Louis Missouri en Nuevo México.

El interés por parte de los comerciantes estadounidenses por explorar el Medio Oeste le daría el dinamismo que necesitaba la provincia de Nuevo México y que una lejana Nueva España no podía otorgarle, pero esto le valdría a los exploradores y militares estadounidenses ir conociendo todos los caminos para impulsar una eventual expansión, como lo reporta el militar Carlos Dehault Delassus en 1804. Con la compra de la Luisiana por parte de EU en diciembre de 1803 se le da el puesto de gobernador al general James Wilkinson, personaje comprometido con la futura expansión hacia el oeste y antes de la adquisición de la Luisiana ya tenía una red de informantes para explorar los caminos del septentrión, los cuales estaban los comerciantes Philip Nolan, George Peter y Auguste Chouteau quienes conocían muy bien el camino a Santa Fe. Debido a sus conocimientos sobre el norte novohispano, se aventura a participar en la conspiración del ex vicepresidente Aaron Burr quien pretendía crear una república en el septentrión, pero se arrepiente de su colaboración y ayuda a detener a los conspiradores para quedar limpio.

Gracias a la relación que entablaría con los comanches, Wilkinson informa al secretario de Guerra Henry Dearborn sobre la factibilidad de realizar una invasión vía Missouri debido a la facilidad del acceso con una distancia de 1300 km de terreno llano y solo bastaba reunir una fuerza de 2000 soldados para conquistar Nuevo México, incluso llega a organizar en julio de 1806 una expedición dirigida por teniente Zebulón Montgomery Pike. Esta expedición llega hasta el actual estado de Colorado donde descubren el llamado Pico Pike nombrado en su honor, pero por varios meses llegan a perderse y fueron a dar hasta Santa Fe donde fueron arrestados por las autoridades y los mandad remitidos a Chihuahua, donde quedaron encarcelados unos meses para finalmente ser deportados hacia Natchitoches en julio de 1807. Pese a su arresto, la expedición de Pike cumple con las expectativas de Wilkinson al reunir valiosa información del contexto de Nuevo México y Chihuahua, mientras la representación española protesta ante el secretario de estado James Madison haciendo acusaciones de espionaje, pero sínicamente se justifican diciendo que su frontera llegaba hasta el rio Grande, por lo que fueron arrestados “indebidamente”.

Él informa de Pike valoraba positivamente el mercado del septentrión, llegando a decir (con cierta exageración) que una yarda de tela fina se podía vender por 25 pesos, pero el único obstáculo que había eran las restricciones españolas que impedían el comercio, por lo que era fundamental alentar la independencia de aquellos territorios y hacerse de las minas de plata. A pesar de los impulsos expansionistas de Wilkinson, se decide mantener la línea comercial para mantener presencia en el norte, por lo que empiezan a mandar expediciones comerciales rumbo a Santa Fe para vender sus mercancías, pero esta vez las autoridades españoles los recibían con cierta hostilidad, aunque premiaría el beneficio económico por parte del capitán general de las Provincias Internas y sus subordinados prefieren mantener una imagen de línea dura mandándolos a arrestar para después liberarlos y dejarlos vender sus mercancías para evitar problemas con los vecinos, sobre todo por los reclamos de los consumidores locales.

Desde 1807 se empieza a mantener un flujo de caravanas que salían de Missouri con dirección a Santa Fe, donde asumían las consecuencias de ser detenidos para después ser liberados, esto dio pie a los periódicos de Luisiana para narrar historias donde vendían a los comerciantes como inocentes que solo querían vender sus mercancías y eran arrestados injustamente por los “barbaros mexicanos” donde era usual que corriesen los rumores de su “asesinato”, siendo una de las raíces del racismo sureño alentando un sentimiento de revanchismo. La actitud estadounidense era de un completo desdén hacia las reglas establecidas en el lado novohispano haciendo ver sus acciones como justas aduciendo que el libre comercio era una práctica de la gente civilizada, por lo que en la política exterior tenía amenazadas a las autoridades españolas sobre cualquier atentado contra sus comerciantes podía ser motivo de represalias.

Las autoridades del virreinato no hicieron mucho por cambiar las cosas más que dar garantías de prevenir los ataques indígenas, pero en lo comercial primaba la exclusión a los estadounidenses para quedar a discreción de los gobernadores las acciones a tomar contra ellos, por lo que había tiempos donde dejaban hacer negocios en las poblaciones y otros donde los mandaban a arrestar por años, acciones que aumentaron con el estallido de la independencia y donde podían acusarlos de conspiración. Para 1821 con la consumación de la independencia, Agustín de Iturbide manda la orden de liberar a los comerciantes presos de las cárceles del norte, estableciendo con ello el libre comercio y dando fin a una prohibición que resultaba impracticable ante las necesidades de las comunidades norteñas, pero esto no cesaría las ansias estadounidenses por expandirse hacia esas “tierras baldías”, siendo el preámbulo para la tensa relación fronteriza heredada de España.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ignacio del Rio. Mercados en asedio. El comercio transfronterizo en el norte central de México (1821-1848).

Imagen: Zebulon Montgomery Pike. Viajes exploratorios por los territorios occidentales de Norteamérica, mapa de la ruta y libro, 1811.

Los problemas desatados por la nueva frontera de México y Estados Unidos.

El fin de la invasión estadounidense de 1846 termina con la derrota total de los mexicanos y la imposición de condiciones por parte de los estadounidenses, donde se alcanzó a tener margen de acción y se logró salvar una parte del septentrión, conformándose a raíz de estas negociaciones el Tratado Guadalupe-Hidalgo en 1848. Las cosas para los habitantes del norte cambiarían rotundamente, ya que ambos países poseen tantas formas de gobierno y culturas diferentes, desatando así problemas entre la población mexicana, las tribus indígenas y los colonos estadounidenses, siendo favorable el sistema a estos últimos. Uno de los compromisos llegados en los acuerdos de cesión era la de mantener a raya a las tribus belicosas de seguir con sus correrías en las poblaciones fronterizas, algo a lo que EU no cumple y convierte al norte en una región inestable y violenta.

En la década de los 50, el problema con los indígenas llega a tal por las incursiones comanches que llegan a afectar a los estados del noreste, llegándose a internar a Durango, San Luis Potosí, Zacatecas e incluso alcanzando Querétaro, pero finalizando esa década logran controlarse las incursiones. No fue lo mismo para el noroeste donde las tribus apaches tuvieron campo abierto para atacar las poblaciones mexicanas sin que pudiesen ser frenados más que por las defensas civiles. Esta situación seria favorable a los intereses estadounidenses de continuar con su expansión hacia el sur, los cuales solo se concretaría la venta de La Mesilla en 1854, pero el resto de las incursiones filibusteras tanto en Baja California, Sonora y Tamaulipas logran ser repelidas por la población local con poco apoyo del gobierno mexicano, conformándose solamente con seguir manteniendo el comercio de contrabando y el robo de ganado.

Una de las soluciones al problema de los ataques de las tribus fue el fomento de la llegada de los “indios de paz”, conformado por diferentes tribus enemigas de los comanches y apaches y con los que se podía conformar un frente unido para frenarlos, ese fue el caso de Coahuila donde se incentivó la llegada de los seminola, mascogos, lipanes, kikapúes y toncahues que venían huyendo de su lugar de origen por la presión de la colonización estadounidense. Los gobiernos provinciales también entraban en los esfuerzos de defensa promoviendo las incursiones entre las tribus armando a la población local para la conformación de las guardias, pero la falta de apoyos por parte del gobierno federal y la facilidad de las tribus para cruzar la frontera hicieron que los intentos por atacar a las tribus terminasen en gran parte en fracasos. La situación fue tan desesperada que el gobernador de Chihuahua en 1852, José Cordero, crease una campaña en la que se pagaba por cada cabellera de indio entregada para incentivar la defensa, pero esto ocasiona la llegada de mercenarios estadounidenses quienes además de atacar a los apaches se dedican a asesinar a los indígenas pacíficos de ambos lados de la frontera ocasionando un problema diplomático.

Las medidas adoptadas por los gobiernos estatales no tenían el visto bueno del federal (quien no tenía ni los recursos ni el interés por solucionarlos), soliéndose ganar la animadversión por los abusos de sus acciones, pero sin solucionar el problema, por lo que tanto las rancherías como las haciendas tenían que valerse por si mismos para defenderse en lo posible de los ataques. El panorama ofrecido por los viajeros estadounidenses era desolador, reportaban como las poblaciones mexicanas eran barridas por los apaches y comanches quienes además de las matanzas se robaban a las muchachas y a los jóvenes para integrarlos, un cálculo de bajas de los años 1831 a 1848 daba cifras de 2,649 mexicanos muertos más 852 capturados por los indígenas, mientras solo se contaron entre comanches y kiowas 702 muertos y 32 capturados. Hacia 1872, el gobierno mexicano forma la Comisión Pesquisidora para investigar la situación del norte abarcando desde 1848 con una muestra de las poblaciones de Ojinaga, Cuchillo Parado y Chihuahua, los resultados ofrecidos fueron abrumadores, los indios mataban casi el doble de lo que mataban los mexicanos sin que recibieran castigo.

En las diferentes poblaciones había historias de como las familias habían perdido al menos un pariente durante las incursiones indias, todos esos casos sirvieron para conformar una carpeta de reclamos para pagarse indemnizaciones por las pérdidas ocasionadas al gobierno estadounidense, esto formaba parte de lo acordado en el Tratado Romero-Seward de 1868 donde se esperaba que EU terminase de cumplir las faltas y omisiones del tratado Guadalupe-Hidalgo. El eterno problema siempre fue la quiebra del estado mexicano con su serio déficit hacendario lo que ocasiono que muchos de los problemas no pudiesen ser atendidos como se deben, ni siquiera los pagos hechos por EU sirvieron para solucionar algo del problema fronterizo, siendo necesario el compromiso estadounidense de sellar su frontera a los indígenas. Poco después del despojo territorial, se tenía planteado el proyecto de constituir colonias militares en el norte enviando 2686 hombres armados a proteger principalmente el camino de Zacatecas, medida que resulta insuficiente.

Al nivel diplomático, el gobierno estadounidense manifestaba su preocupación por la situación fronteriza, tranquilizando a los ministros mexicanos de su compromiso de cumplir con lo estipulado, pero la política interna complicaba las cosas ante el pulso de los esclavistas quienes eran los más reacios a hacer cualquier concesión a México, llegando a negar que los ataques hayan provenido de su territorio, mientras al gobierno mexicano no le quedaba de otra más que ser pacientes en lo que se resolvía el problema en Washington, ya que tenían que lidiar con su propio clima de inestabilidad a lo largo de los 50 que culminaría con la guerra civil y la invasión francesa.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Marcela Terrazas y Basante. Efectos del nuevo lindero. Indios, mexicanos y norteamericanos ante la frontera establecida el término de la guerra entre México y Estados Unidos, de la revista Norteamérica no. 1

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