La guerra en la dinámica religiosa maya.

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Con las exploraciones realizadas en el siglo XIX, los viajeros que las llevaron a cabo adquirieron la impresión de que la civilización maya era un pueblo pacífico dedicado a la astronomía y las artes. Sin embargo, conforme avanzaron los trabajos arqueológicos y, sobre todo, tras el logro del desciframiento de la escritura jeroglífica, pudimos adentrarnos en un periodo violento en el que la guerra constituía una parte significativa de la vida cotidiana de las ciudades-estado mayas.

En lo que respecta a la actividad bélica maya, contamos tanto con crónicas coloniales que hacen referencia a los conflictos desarrollados en el periodo Posclásico entre los cacicazgos de Yucatán, como con registros más extensos provenientes de las estelas y textos jeroglíficos del Clásico, especialmente de la zona de las Tierras Bajas, el Petén y las riveras del río Motagua. Estos registros nos permiten visualizar las complejas redes de alianzas y conflictos entre los diferentes reinos. Para el caso del Preclásico, aunque no se han encontrado tantos registros, las tendencias de periodos posteriores sugieren que esta situación podría haber persistido.

Una posible explicación para esta conflictividad podría estar relacionada con el crecimiento demográfico de los estados, que actuaba como motor de las incursiones bélicas. El sometimiento de otras comunidades implicaba obtener recursos adicionales para mantener a sus habitantes, mientras que los vencidos se veían obligados a aceptar las demandas, que recaían principalmente en la población campesina.

Además de contar con los elementos de la literatura maya como prueba de su belicosidad, esta también se refleja en sus diversas manifestaciones culturales. Desde las obras constructivas en las ciudades, que incluían murallas o fosos, hasta la iconografía bélica que encontramos en pinturas o emblemas, así como en las crónicas de los conquistadores que describen la sofisticada parafernalia marcial exhibida por los mayas al enfrentarlos. Es evidente que la conflictividad de la región estaba directamente relacionada con el crecimiento poblacional y las condiciones ambientales del área. Esta se caracteriza por tener tierras de baja productividad agrícola, lo que provocaba que al aumentar la demanda de alimentos y no poder producirlos, fuera necesario buscar recursos en los vecinos cercanos, intensificándose la actividad bélica durante el Clásico Tardío y con una gran presencia durante el Posclásico.

Cabe destacar que, debido a las características de la zona mesoamericana, las campañas bélicas eran estacionales y no escalaban a guerras a gran escala. Estaban limitadas tanto en tiempo como en alcance, ya que las guerras a largo plazo implicaban un consumo de los propios recursos del atacante. Por el contrario, las incursiones rápidas aseguraban a los gobernantes grandes ganancias y el aumento de su prestigio político y popular.

Según la opinión mayoritaria de los especialistas, los estados mayas no empleaban la guerra con el fin de expandirse territorialmente o de exterminar a sus enemigos, sino que se limitaban a la captura de prisioneros para sacrificarlos y cobrar tributos. Este último objetivo era fundamental para cumplir las obligaciones de la clase gobernante con los dioses y asegurar su favor hacia su pueblo. Sin embargo, una excepción a esta tendencia la encontramos en el caso de los quichés de los Altos de Guatemala, quienes durante el Posclásico Tardío vivieron una etapa de conquista. Hasta la llegada de los españoles, habían invadido ciudades como Chujuyub, Sacapulas, Xelaju, Zaculeu, Aguacatán y Xetulul, donde desplazaron a la clase gobernante existente para imponer la suya propia y asegurarse el cobro de tributos.

Además de la imposición de nuevas autoridades políticas, llevaron a cabo un proceso de integración religiosa en los territorios conquistados, introduciendo el culto a sus dioses Tohil o Awilix. Aunque se sabe que eran tolerantes con los cultos locales, impulsaron la construcción de pirámides dobles al estilo mexica, donde se erigía un templo para el dios de la comunidad y otro para el dios quiché.

La captura de prisioneros era una de las metas de los gobernantes para aumentar su prestigio y el de su dinastía ante su pueblo. Estos prisioneros eran utilizados como víctimas de sacrificio para la dedicación de nuevos templos, la ampliación de los existentes o la ascensión de un nuevo rey. Por lo tanto, era fundamental salir victoriosos de las campañas y dejar registrado este logro en estelas erigidas para perpetuarse en la memoria.

Sin embargo, esto no implicaba la necesidad de capturar la mayor cantidad posible de prisioneros durante la batalla. Según los relatos del Posclásico, los prisioneros de clase baja solían ser tomados e incluso podían ser adoptados. Pero aquellos que debían ser sacrificados eran los miembros de la élite enemiga o incluso el propio gobernante, ya que esto era señal de la superioridad del vencedor, así como los esclavos, niños y huérfanos.

Aunque la guerra no tenía como objetivo la destrucción total del enemigo para cobrar tributos, se debía dejar en manifiesto la superioridad del vencedor. Por ello, el objetivo de las campañas era desacralizar los templos del vencido, desfigurar las representaciones de sus gobernantes y destruir las imágenes de sus dioses patronos. Era muy común la decapitación de las esculturas enemigas.

Si bien las entidades políticas mayas no buscaban expandirse sobre otras (con la excepción de los quichés), esto provocaba que las redes de alianzas con otras ciudades-estado fueran importantes para organizar las campañas militares. En este sentido, existen tres posturas respecto a la extensión de estas entidades políticas.

En primer lugar, encontramos una postura más conservadora que sugiere que cada estado abarcaba alrededor de 2,500 kilómetros cuadrados de extensión, con una población que oscilaba desde unos pocos miles hasta un máximo de cien mil habitantes. Por otro lado, hay una tendencia que sugiere la existencia de grandes estados que se extendían por decenas de miles de kilómetros cuadrados y tenían grandes núcleos poblacionales. Estos estados poseían una red tanto de subordinados como de estados dependientes que estaban a disposición de las autoridades de una gran capital, como pudo haber sido el caso de Calakmul y el estado de Kaan.

Por último, existe una postura intermedia que describe una clase gobernante muy dinámica en cuanto a su relación con otros estados para alcanzar sus objetivos militaristas. Estas élites conformaban redes mediante alianzas o subordinaban a otros estados mediante la victoria en batalla. Esto podía dar lugar a la formación de grandes bloques regionales, pero por su misma naturaleza los hacía potencialmente muy frágiles.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Liwy Grazioso. La guerra: Religión o política, del libro Religión Maya.

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Imagen: Rina Lazo. Reproducción de los murales de Bonampak, Chiapas, 1970, MNAH.

La cultura de las Tumbas de Tiro en Nayarit.

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Una de las características más destacadas de la cultura de las Tumbas de Tiro es, sin duda, su exquisita cerámica. A través de ella, crearon estatuas de tamaño mediano que retratan la vida cotidiana de la época, ofreciéndonos vislumbres de sus actividades, vestimentas, así como de las plantas y animales con los que convivían. Incluso, en algunos casos, plasmaron enfermedades de las que fueron víctimas. Esta tradición cultural se extendió por los estados de Jalisco, Nayarit, Colima, el suroeste de Zacatecas y una fracción occidental de Michoacán, donde se identifican hasta 18 estilos cerámicos diferentes. Estos estilos presentan variaciones en los pigmentos utilizados, temáticas específicas y particularidades en su decoración. Para designarlos, los investigadores se basaron en las comunidades modernas donde se encontraron los principales hallazgos. Aunque la división política actual no guarda relación con el desarrollo prehispánico, se puede asignar a cada estado un cierto número de estilos cerámicos que se desarrollaron en sus territorios.

En el caso de Nayarit, encontramos dos tradiciones cerámicas principales: Lagunillas, considerado el estilo más antiguo, y el Ixtlán del Río. Estos estilos tuvieron su distribución principalmente al sur del estado actual y se extendieron hacia la zona limítrofe con Jalisco, abarcando la Bahía de Banderas, los valles intermontanos del norte de la zona de Guachinango y los cañones de los ríos Bolaños y Chapalangana en la Sierra Madre.

El estilo Lagunillas es coloquialmente conocido como «chinesco» debido a los ojos rasgados que suelen mostrar sus esculturas. Su zona nuclear se encuentra en el pueblo de San Pedro Lagunillas, donde se encontró un cementerio, así como en las comunidades de Tequilita, Santiago Compostela, Las Cebollas y Corral Falso. En Jalisco, este estilo también está presente en Puerto Vallarta, Huejuquilla el Alto, y se ha encontrado una escultura en el sitio de Cerro del Huistle.

Por lo general, las esculturas humanas de Lagunillas suelen representar una posición sedente. Entre las más destacadas se encuentran las que muestran patologías como pústulas o malformaciones genéticas. Sin embargo, una de las piezas más sobresalientes es conocida como «El Fumador», proveniente de la comunidad de Santa María de Bolaños. Esta es una de las pocas piezas que ha sido descubierta en una excavación arqueológica, lo que proporciona una mayor información contextual.

De ahí pasamos al estilo Ixtlán del Río, bautizado en honor a la comunidad del sureste del estado donde se encontraron un buen acervo de ejemplares. Su distribución abarca el sur del estado de Nayarit, Puerto Vallarta y Guachinango en Jalisco. Se caracteriza tanto por la naturalidad de sus expresiones como por su rica policromía, utilizando colores como el blanco, amarillo, naranja y negro sobre una base roja propia del mismo barro.

Lamentablemente, como ha ocurrido en la mayoría de los casos de otros hallazgos de las Tumbas de Tiro, buena parte de las esculturas han sido víctimas del saqueo realizado por los llamados «moneros» de los pueblos, quienes las vendían a coleccionistas. Esto ha ocasionado que los mejores ejemplares que conocemos hayan perdido gran parte de su información. Un ejemplo es la colección del pintor Diego Rivera en su museo Anahuacalli, que posee un buen acervo de esculturas del estilo Ixtlán del Río.

Entre las principales características de este estilo, destacamos la exageración de los elementos faciales, lo que le otorga una expresividad particular. Además, se destaca la meticulosidad en la representación de las vestimentas y ornamentos. Por ejemplo, los hombres suelen llevar una camisa, una porra como arma, narigueras y un particular gorro cónico. Por otro lado, las mujeres suelen ser representadas con falda y el torso descubierto.

Algo relevante del estilo Ixtlán del Río ha sido la elaboración de maquetas que representan la vida cotidiana de las comunidades. Aunque las figuras humanas suelen ser representadas de forma desproporcionada y con un tamaño mayor en comparación con los edificios, estas maquetas nos permiten percibir cómo se comportaban los antiguos habitantes dentro de los pueblos y ofrecen detalles interesantes de la arquitectura.

En este sentido, encontramos piezas muy interesantes que representan la vida en los centros ceremoniales del modelo autóctono de los guachimontones. Estas maquetas plasman el basamento cónico escalonado en el centro, con los templos en las estructuras rectangulares que lo rodean. Incluso indican que en el centro del basamento principal se colocaba un poste a manera de axis mundi, desde donde se realizaba la ceremonia de la danza del volador.

Dentro de las maquetas, también se han encontrado representaciones de los juegos de pelota en pleno partido. Estas representaciones muestran tanto a los jugadores en acción como las plataformas contiguas que forman las canchas y al público espectador sobre ellas. Hasta el momento, no se han encontrado este tipo de representaciones de la vida cotidiana en otras regiones de Mesoamérica.

Como he mencionado, el saqueo resulta un problema grave para el estudio arqueológico. Aunque podamos tener las piezas sustraídas de las zonas arqueológicas, al perder todo contexto, nos priva de información valiosa, como las relaciones que mantenían con otros pueblos. Esto se evidencia en el caso del proyecto arqueológico realizado entre los municipios de La Yesca en Nayarit y Hostotipaquillo en Jalisco por la construcción de la presa El Cajón.

Los trabajos de rescate realizados entre 2003 y 2006 descubrieron varias tumbas de tiro intactas, que pudieron ser excavadas de forma metódica. Esto dio como resultado el hallazgo de esculturas de la tradición Ixtlán del Río, de la jalisciense Ameca-Eztatlán e incluso se encontraron algunas piezas del estilo Comala de Colima.

Con esto, observamos la complejidad de los intercambios entre los pueblos del Occidente durante el período Clásico y cómo las diferentes regiones estuvieron interconectadas, ya sea mediante relaciones familiares o comerciales. Es imperativa la necesidad de seguir avanzando con los proyectos arqueológicos en la región para obtener datos más precisos de esta zona olvidada tanto por los cronistas como por los investigadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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Imagen:

 – Izquierda: Mujer embarazada, estilo Lagunillas, Nayarit, periodo Clasico. 

 – Centro: Maqueta de un templo, estilo Ixtlán del Rio, Nayarit, periodo Clasico. 

 – Derecha: Escultura de un guerrero, estilo Ixtlán del Rio, Nayarit, periodo Clasico. 

El desarrollo mesoamericano de la costa oaxaqueña.

Desafortunadamente, varios territorios han sido ignorados por la arqueología debido a la constante falta de presupuesto para llevar a cabo investigaciones. Este es el caso de la costa oaxaqueña, que ha sido ampliamente descuidada en los trabajos arqueológicos. En su lugar, la atención se ha centrado principalmente en dos regiones: el Istmo de Tehuantepec y el valle del Río Verde. Esta situación se ve complicada por la compleja dinámica étnica que caracterizó a la costa oaxaqueña durante la era mesoamericana y que continúa siendo relevante en la actualidad.

En la costa oaxaqueña, se identifican varios grupos originarios, entre ellos los chatinos, chontales, mixes y amuzgos, quienes fueron sometidos por pueblos provenientes del interior. Por ejemplo, los huaves dominaron a los mixes, los zapotecos fundaron Tehuantepec en el Istmo, y se destaca el conocido episodio de la conquista del rey mixteco 8 Venado y la fundación del reino de Tututepec, como relatan tanto las fuentes prehispánicas como coloniales.

A pesar de esta compleja historia, las investigaciones arqueológicas en la costa oaxaqueña han sido escasas y se han centrado en un número limitado de sitios, como los restos de Tututepec, algunos lugares documentados en Pinotepa Nacional y las bahías de Huatulco. Estos sitios son importantes para comprender la relación de la región con potencias mesoamericanas como Monte Albán y Teotihuacán. Sin embargo, se requiere un mayor apoyo y recursos para explorar adecuadamente esta rica y diversa región arqueológica.

Se ha descubierto que Río Verde fue un importante núcleo poblacional en etapas tempranas, como el Preclásico temprano, que abarca desde aproximadamente los años 1800 al 700 a.C. Durante este período, experimentó un crecimiento gradual de la población de las comunidades, aprovechando las dinámicas comerciales propiciadas por Teotihuacán. Esto se evidencia en la proliferación de la obsidiana de Pachuca y la adopción de estilos cerámicos como el anaranjado delgado.

Con el paso del tiempo, el desarrollo de la región se volvió más modesto. Sin embargo, durante el Posclásico Temprano, que comprende desde el 900 al 1200 d.C., la región entró en un período de decadencia, caracterizado por el abandono de muchos de sus asentamientos. Este contexto propició la entrada de los mixtecos en la región y la fundación del reino de 8 Venado de Tututepec.

El territorio controlado por este estado mixteco alcanzó una extensión máxima de aproximadamente 25,000 kilómetros cuadrados a lo largo de la costa. Este estado llegó a ser tan importante que estableció nexos dinásticos con señoríos distantes, incluyendo la Mixteca poblana, varios reinos costeros y los Valles Centrales, gracias a la intervención de los toltecas-chichimecas liderados por 4 Jaguar.

Sin embargo, su importancia disminuyó con la expansión mexica a finales del siglo XV y principios del XVI. Según algunas fuentes, el reino mixteco de 8 Venado de Tututepec fue rodeado y debilitado, e incluso algunos relatos mencionan su conquista por parte de los mexicas.

Una de las regiones que ha cobrado relevancia ante los investigadores son las Bahías de Huatulco, cuyo registro arqueológico se vuelve fundamental ante la amenaza latente de la destrucción causada por la expansión turística. Las investigaciones y excavaciones arqueológicas realizadas en algunos sitios, especialmente destacado el de Bocana del Río Copalita, han sido cruciales. Este sitio ha sido restaurado y abierto al público.

Los resultados obtenidos de estos trabajos revelan que las primeras manifestaciones de ocupación humana datan desde alrededor del 2,500 a.C. Bocana del Río Copalita adquirió relevancia gracias a su estratégica ubicación en la desembocadura del río, que lo convirtió en un importante puerto tanto para los pueblos de la sierra que se comunicaban río abajo como para el emergente comercio marítimo por cabotaje. El sitio fue fundado durante el Preclásico Tardío (400 a.C. – 200 d.C.).

Gracias a su posición en las rutas comerciales, Bocana del Río Copalita experimentó un periodo de esplendor durante el Clásico, con la construcción de varios edificios del centro ceremonial, entre ellos el Juego de Pelota, que hasta ahora ha sido el único localizado en los sitios de la costa oaxaqueña. Esto revela la importancia que tuvo este lugar en el contexto regional durante esa época.

Las investigaciones han revelado que la costa de Oaxaca pudo mantener durante el periodo Clásico una relación sumamente dinámica con otras regiones mesoamericanas. Esto se evidencia en el hallazgo de materiales procedentes de Chiapas, Veracruz y Tabasco en Copalita. Sin embargo, aún no se ha determinado el grado de control o relación que pudo haber tenido el estado de Monte Albán sobre el puerto.

A través de las evidencias encontradas en los restos humanos y las figurillas, se ha podido determinar que la calidad de vida en la región alcanzaba una esperanza de vida de alrededor de 50 años. Además, se han obtenido detalles sobre la vestimenta, que revelan que los hombres utilizaban principalmente el maxtlatl o taparrabos, mientras que las mujeres llevaban faldas desde la cintura hacia abajo y el pecho descubierto. Es importante destacar que esta costumbre aún perduraba hasta la primera mitad del siglo XX entre las indígenas.

A pesar de dedicarse al comercio, Bocana del Río Copalita era capaz de producir sus propios materiales de consumo, como cerámica estucada, textiles variados y adornos de concha. Sin embargo, se cree que la manufactura de estos últimos podría haber sido importada, ya que no se han encontrado talleres para su producción local.

Esta situación de bonanza que experimentó Copalita cambió drásticamente durante el Posclásico, cuando tuvo que hacer frente a la despoblación de la región y al expansionismo mixteca liderado por 8 Venado. Eventualmente, cayó bajo el control de los mixtecas y se convirtió en un territorio tributario de Huatulco, con la obligación de reunir tributos para Tututepec, especialmente oro proveniente de los chontales de la sierra.

Según los cronistas del siglo XVI, Huatulco era un importante centro de llegada para los toltecas, manteniendo relaciones con el Altiplano Central. Esta conexión pudo haber despertado el interés de los mexicas por la región. Se registró una incursión de Moctezuma Ilhuicamina hacia 1455 y 1456, seguida por otra expedición de Axayacatl.

Antes de la llegada de los españoles, Copalita (posiblemente conocido como Copalitlán) experimentaba un período de decadencia, caracterizado por problemas de salud graves entre los niños y una epidemia de sífilis, lo que afectaba su calidad de vida. Esto facilitó el abandono del sitio de Bocana y la reubicación de sus habitantes en el pueblo de Copalitlán durante la conquista española.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Raúl Matadamas Diaz y Sandra L. Ramírez Barrera. Copalita, Huatulco. La transición al periodo Clásico en la Costa de Oaxaca, del libro Monte Alban en la encrucijada regional y disciplinaria.

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Imagen: Basamento del centro ceremonial de Bocana del rio Copalita, Oaxaca. 

La serpiente del diluvio y su vínculo con las dinastías.

Las serpientes mitológicas en la cosmovisión mesoamericana siempre han estado vinculadas al agua y a la abundancia que su presencia proporciona. Se cree que los indígenas imaginaron un ser anfibio como un vínculo entre la tierra y el agua. Este mismo patrón se encuentra en la serpiente de los hopi, Quetzalcoatl y en la versión maya, de la cual vemos su presencia en las etapas tempranas de su desarrollo.

En el caso de la serpiente maya, parece tratarse de una variación de otro ser serpentiforme del corpus mesoamericano, la serpiente cornuda. La serpiente maya presenta cuernos de venado, y en ocasiones su representación puede cambiarse por la de un cocodrilo cornudo. Se le atribuye la responsabilidad de los eclipses cuando intenta comerse el Sol, una metáfora que concuerda con la idea del paso del Sol por el inframundo. Los investigadores dedicados a las excavaciones del túnel de la Ciudadela de Teotihuacan han propuesto que su construcción podría ser una representación de esta serpiente, especialmente por su orientación este-oeste, que alude al ciclo diario del Sol.

No sería sorprendente que el sitio de Copán, que experimentó una fuerte influencia teotihuacana tanto en lo político como en lo cultural, fuera uno de los lugares donde se realizaron las representaciones más sofisticadas de la serpiente del diluvio. Esto se observa claramente en los frisos de la tumba del Templo Margarita, donde la serpiente enmarca el emblema que posiblemente representa al fundador Yax Kuk Mo, consistente en dos guacamayas entrelazadas, mientras la serpiente expulsa un chorro de agua de su boca.

Es revelador cómo del agua expulsada por la serpiente se desprenden elementos que simbolizan la abundancia, como cuentas de jade, flores, chalchihuites y huesos. Varios investigadores interpretan esto como un símbolo de la dimensión sacra de los seres de sustancia ligera, conocidos en maya como k’uyel, y en choles y tzetzales como ch’ulel.

Los frisos del Templo Margarita se han vinculado iconográficamente con el mural teotihuacano de Techinantitla, donde la serpiente emplumada enmarca nueve árboles floridos y expulsa un chorro de agua que podría ser un símbolo toponímico de lugares. Se ha sugerido que el lugar mítico donde surgieron las dinastías mayas, o Wi’te’ Naah, podría corresponder a la Pirámide del Sol, estableciendo así un vínculo entre los gobernantes y la montaña sagrada.

Sin embargo, la conexión entre la serpiente del diluvio y los gobernantes puede representar un culto local más antiguo que la presencia teotihuacana. Este aspecto se evidencia en los murales de San Bartolo en Guatemala, elaborados en el siglo I a.C., con una marcada influencia olmeca. En uno de los muros, se representa al gobernante siendo entronizado en una estructura de madera en la montaña sagrada, seguido por una escena que muestra cuatro árboles que sirven como postes en cada punto cardinal. En el cielo, se observa a la serpiente, aún sin los elementos clásicos mayas, expulsando agua o algún líquido (quizás sangre) sobre la Tierra.

Estas representaciones sugieren la existencia de la historia del diluvio entre los pueblos mesoamericanos, desechando la idea de que esta narrativa provenga de la influencia del catolicismo. Incluso en la tradición popular entre los mayas contemporáneos, se sostiene que la serpiente emplumada es la responsable de las intensas lluvias, que cesan cuando es decapitada. Incluso en un relato colonial nahua sobre el fin del cuarto sol, que concluye con una inundación, se insinúa esto al mencionar que termina cuando cae un rayo que «mata» a la lluvia.

En el Chilam Balam de Chumayel, encontramos una historia en la cual a la serpiente de la lluvia le roban uno de sus cascabeles, provocando que comience a inundar la Tierra. Como consecuencia, es decapitada y cae con el resto del firmamento. Entonces entran en acción los cuatro bacabob, que se colocan en los puntos cardinales para servir de postes y sostener los cielos. Una vez restablecido el orden del mundo, aparecen los llamados ‘hombres amarillos’, identificados como los primeros habitantes, quienes trazan los primeros caminos, dividiendo el espacio en cuadrantes. Finalmente, aparece un personaje celeste llamado Wuk Chek’nal, ‘Séptimo cielo’, que se postra sobre la cabeza de la serpiente, marcando así el inicio de las dinastías reales.

Es interesante notar cómo, en la iconografía posterior a Teotihuacan, como en los mayas y los códices mixtecos, los árboles simbolizan el punto de origen de las dinastías gobernantes. Resulta revelador el caso del mural de Techinantitla, donde si trasladamos esta interpretación para explicarlo, podría indicarnos cómo el poder de la serpiente emplumada infunde sacralidad a las dinastías de los lugares representados. Posiblemente, esto sea un reconocimiento por parte de la élite teotihuacana de su vínculo con esas familias gobernantes.

Todas las familias gobernantes de las ciudades-estado justificaban su posición a través de la ascendencia, donde el fundador de la casa dinástica se enfrentaba a la serpiente y, al vencerla, se convertía en el receptáculo de las bendiciones divinas para beneficiar a sus subordinados. Era común que los gobernantes fueran representados pisoteando a esta serpiente-lagarto mítica, maniatada o llevando en su vestimenta elementos alusivos, como yelmos del monstruo.

No resulta sorprendente que en las comunidades indígenas actuales sobrevivan historias donde el fundador del pueblo mata a una serpiente monstruosa, ganándose así la legitimidad para establecerse. En muchos códices coloniales, se han representado estas historias, lo que demuestra que estos relatos son herederos directos de los mitos dinásticos mesoamericanos. Esto contribuyó a que la figura del cacique continuara desempeñando la función de intercesor entre lo divino y lo terrenal.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ana García Granados. Dragones del diluvio en Mesoamérica. La serpiente emplumada de Teotihuacan y el Cocodrilo Venado Estelar maya, del libro Animalística. XXXVIII Coloquio Internacional de Historia del Arte.

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Imagen: 

 – Izquierda: Friso del Templo Margarita, Copán, Honduras, aquí se ve a la serpiente celeste rodeando al glifo emblema de Yax Kuk Mo, cultura maya, Clasico.

 – Derecha: Mural de Techinantitla, Teotihuacan, la serpiente emplumada baña con agua glifos de arboles.

El cambio ideológico del Clásico al Posclásico.


Entre los años 650 y 900 d.C., se desarrolla un periodo de profundos cambios tanto en la geopolítica mesoamericana como en la ideología, conocido como Epiclásico. Durante este tiempo, la desaparición del estado teotihuacano como potencia político-religiosa desencadenaría una lucha entre diferentes ciudades-estado por alcanzar la supremacía regional. Es en este contexto donde el militarismo comienza a formar parte de la retórica religiosa para mantener los mecanismos de movilización social.

Es importante destacar que las percepciones de los investigadores sobre las dinámicas del periodo Clásico eran muy diferentes anteriormente. Se concebía a Teotihuacan como un estado teocrático gobernado por sacerdotes, quienes habían convertido a la metrópoli en un referente de la religiosidad mesoamericana. Esta concepción era similar a la idea romántica de los estados mayas gobernados por sabios contemplativos. Sin embargo, a medida que han avanzado las excavaciones y el análisis de los vestigios encontrados, se ha llegado a la conclusión de que los teotihuacanos mantenían una fuerte presencia militarista en diferentes regiones para controlar sus recursos.

Ante este contexto de inestabilidad ocasionado por la caída de los estados del Clásico, se produjo una movilización de las poblaciones que varió según las ocupaciones que mantenían. Mientras que los agricultores tendieron a quedarse en sus tierras, los artesanos migraron a regiones más lejanas con la esperanza de encontrar patrocinio en alguna otra corte. Por otro lado, la casta político-religiosa intentó fundar nuevos estados.

Sin embargo, lo que intensificó los cambios en el sur fue la llegada de los mesoamericanos norteños, quienes se vieron obligados a enfrentar una serie de cambios climáticos que alteraron el frágil modelo de vida sedentario que habían mantenido en las regiones semidesérticas del norte. Esta migración trajo consigo una renovación étnica en los estados mesoamericanos y, sobre todo, introdujo la cultura mesoamericana adaptada al contexto de la lucha contra los nómadas.

Otro cambio profundo fue la revalorización de una actividad productiva subestimada: el comercio. Gracias al surgimiento de los nuevos estados, se incrementó la demanda de productos de alto estatus por parte de las nuevas élites políticas, lo que otorgó a los comerciantes un nuevo papel en la sociedad y los volvió más influyentes.

Uno de los nuevos rasgos que surgió en esta Mesoamérica militarista fue la concepción de un nuevo modelo ideológico tras la desaparición de Teotihuacan, dando lugar a la noción de Tollan gobernada por la figura de la Serpiente Emplumada. Aunque no se puede descartar que este concepto estuviera presente en Teotihuacan, estas figuras retóricas se encuentran tanto en las crónicas de los españoles del siglo XVI como a nivel arqueológico.

A finales del siglo XIX, las famosas expediciones por México llevadas a cabo por el francés Désiré Charnay destacaron las similitudes tanto en lo artístico como en la distribución de dos ciudades separadas por cientos de kilómetros: Tula en el actual estado de Hidalgo y Chichen Itzá en Yucatán. Desde entonces, una de las misiones de los arqueólogos ha sido profundizar en esta relación estética, la cual ha sido confirmada. Por ejemplo, se han identificado elementos arquitectónicos similares, como las salas de columnas, el templo dedicado a Venus (la pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli en Tula y el Templo de los Guerreros en Chichen Itzá), los conjuntos piramidales alrededor de patios en forma de anfiteatros, la orientación del juego de pelota, la presencia del chac mool y el tzompantli (aunque este último está sujeto a debate debido a la presencia de ejemplos del periodo Clásico en otras partes de Mesoamérica).

En los discursos iconográficos de ambas ciudades también se pueden observar estos vínculos. Por ejemplo, la presencia de la serpiente emplumada en relieves o en pilastras talladas, el aumento de representaciones de sacrificios y elementos bélicos, así como la representación de guerreros ataviados y listos para la batalla.

Uno de los puntos aún no resueltos en el debate académico es la naturaleza de la relación entre los mayas peninsulares y el Centro de México. Por un lado, hay una posición predominante que sugiere invasiones «mexicanas» a la península, donde se impusieron a las élites mayas y comenzaron a ejercer su influencia cultural. Por otro lado, existe la propuesta de que fueron los mayas quienes realizaron incursiones en el centro de Mesoamérica y fueron ellos quienes adoptaron influencias culturales «mexicanas», llevándolas a Yucatán. Esta última teoría podría explicar la influencia mayense en varios sitios del Epiclásico.

Existe una tercera posición conciliadora que sugiere que los comerciantes fueron los principales agentes en la difusión de esta influencia cultural. Según esta perspectiva, los «putunes», como se les llama en las fuentes, habitaron la Costa del Golfo y actuaron como intermediarios vía náutica en las redes de intercambio. Además, podrían haber llevado a un grupo político disidente tolteca a Chichen Itzá, donde decidieron construir una nueva Tollan.

Ha surgido una nueva perspectiva que plantea la presencia constante de comerciantes mayas en las redes de intercambio mesoamericano. Este grupo habría estado en contacto con diferentes reinos desde tiempos antiguos y, hacia el siglo IX, podrían haber alcanzado influencia ejecutiva suficiente como para llevar a cabo cambios culturales significativos. Según esta teoría, los comerciantes mayas crearon un estilo artístico ecléctico que fusionaba influencias mesoamericanas con su propia visión, adaptándolas a su manera.

En este sentido, durante el Posclásico, los mayas intentaron aumentar su prestigio frente a los estados rivales al mezclar la ideología religiosa nativa con elementos asociados a Tollan. Esta perspectiva cuestiona la idea presentada en las fuentes históricas, tanto indígenas como españolas, que señalan la llegada de grupos extranjeros que se impusieron a los locales y establecieron las dinastías del Posclásico.

Sin embargo, hasta el momento, la arqueología no ha encontrado evidencia de grandes movimientos migratorios en aspectos como la cerámica, la influencia lingüística o la genética. Esto sugiere que los relatos sobre la llegada de grupos extranjeros podrían haber sido intentos por parte de las élites de diferenciarse de sus súbditos y afirmar su estatus como miembros de una casta especial.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Alfredo López Austin y Leonardo López Lujan. Mito y realidad de Zuyúa. Serpiente emplumada y las transformaciones mesoamericanas del Clásico al Posclásico.

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Imagen: Relieve donde unos guerreros participan en la decapitación de un jugador de juego de pelota, Gran Juego de Pelota de Chichen Itza, cultura maya-tolteca, Posclásico Temprano.

La región de los Tuxtlas en el contexto mesoamericano.

Una de las regiones menos estudiadas arqueológicamente ha sido la zona del Istmo que colinda con el Golfo de México y abarca el sur del actual estado de Veracruz, conocida como Los Tuxtlas, que posee tal riqueza de recursos naturales que los mexicas llegaron a denominarla «Tlalocan». Antes de la conquista, esta región estaba ocupada por dos estados políticos: Teotepec al este y Totocapan-El Pilcayo al oeste.

Entre sus características físicas, encontramos que la región estaba cubierta por frondosas selvas tropicales alimentadas tanto por ríos caudalosos como por la presencia de lagos de considerable tamaño, como el de Catemaco. Sin embargo, la pieza clave para esta riqueza fue la actividad de los volcanes, siendo el más importante el de San Martín Tuxtla, que hasta hace poco más de dos siglos se mantenía activo. También sirvió como una gran barrera que limitó el desarrollo de las sociedades mesoamericanas.

Además de contar con un gran potencial agrícola debido a la fertilidad de la tierra, Los Tuxtlas fue y sigue siendo una región estratégica al pertenecer a la zona del Istmo de Tehuantepec. Por lo tanto, es fundamental para la comunicación tanto entre ambos océanos como para ser la principal vía de acceso para movilizarse desde el resto de Norteamérica hacia la península de Yucatán y Centroamérica. Era obligatorio para las antiguas potencias mesoamericanas asegurarse de su control para poder ejercer su influencia hacia el sureste.

El antecedente más importante lo tenemos con el caso olmeca, donde la Sierra de los Tuxtlas forma parte de la «zona nuclear». En ella se emplazaron dos de las ciudades más importantes: San Lorenzo Tenochtitlan, como la primera ciudad olmeca ubicada al sureste de la región, y Tres Zapotes, considerada la última capital olmeca y el eslabón para enlazar a los olmecas con las culturas del Clásico del centro-sur veracruzano, como Remojadas y Mixtequilla.

Con el desarrollo de la geopolítica mesoamericana, la región sería de interés para la primera potencia, Teotihuacan, cuya estrategia se basó en controlar puntos estratégicos en las regiones más alejadas para mantener tanto su influencia como su dominio directo. Ejemplos destacados incluyen Tingambato en Michoacán, El Grillo en Jalisco, Kaminaljuyú en el altiplano guatemalteco, Tikal en el Petén y la pieza que garantizó el dominio de la ruta, Matacapan en Los Tuxtlas.

De momento, no sabemos cuál fue la verdadera posición de estos enclaves teotihuacanos. En primer lugar, desconocemos la verdadera naturaleza de Teotihuacan, si fue solo un centro religioso, la capital de un reino o una confederación de pueblos. Sin embargo, lo evidente con estos enclaves es que vemos en ellos la influencia directa teotihuacana, lo que sugiere la posibilidad de que pudieron haber tenido un control metropolitano y que sus representantes pudieron haber residido en ellos.

Otra posibilidad podría ser que se tratara de estados asociados a Teotihuacan, que mantuvieron relaciones y lograron emparentarse con las elites metropolitanas. Esto lo podríamos ver, por ejemplo, en el caso de Monte Albán, donde hay evidencia de un estado fuerte que mantuvo relaciones estrechas con su par teotihuacano. Por lo tanto, no debemos descartar la posibilidad de considerar a los comerciantes como los verdaderos actores de la presencia teotihuacana en tierras lejanas.

Matacapan funcionaba como uno de estos enclaves para garantizar los intereses teotihuacanos en la región, ya sea para servir como enlace y facilitar el acceso a las tierras mayas, así como para aprovechar los recursos de la Sierra de los Tuxtlas. Su posición cercana a los grandes ríos como el Papaloapan, el San Juan y el Coatzacoalcos le otorgaba un fácil acceso para la navegación hacia el mar.

Según los materiales recolectados, se sabe que Matacapan tuvo dos etapas de ocupación. Inicialmente, desde el Preclásico Medio, alrededor de los años 900 al 600 a.C., como un asentamiento disperso. Después del 600 a.C. al 300 d.C., pasó por un periodo con un desarrollo limitado debido a una erupción del volcán San Martín, alcanzando su periodo de esplendor entre el 400 y el 700 d.C., cuando se hizo presente la influencia teotihuacana. Se estima que la población durante el Preclásico fue relativamente alta, proponiéndose una densidad de 70 habitantes por km², aprovechando la fertilidad de las tierras para cultivar diversas plantas. Sin embargo, la actividad volcánica provocaría que la región se despoblara, afectando también a Tres Zapotes.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ponciano Ortiz Ceballos y Robert S. Stanley. Matacapan. Una ciudad del Clásico y su relación con Teotihuacan.

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Imagen: 

 – Izquierda: Mapa de la localización de Matacapan en Mesoamerica.

 – Derecha: Incensario de Tlaloc, Matacapan, Veracruz, Clasico Temprano.

Evidencias de los primeros años de Calakmul.

Las Tierras Bajas Mayas fueron el hogar de numerosas ciudades-estado que compitieron entre sí durante el periodo Clásico. Algunas de estas ciudades buscaron aliados entre agentes externos, como Teotihuacan, mientras que otras, que podríamos considerar «autóctonas», asumieron el legado de las primeras grandes ciudades del Preclásico para consolidar su propia fuerza. Un ejemplo notable de este último caso es Calakmul, que heredó el legado de estados como Nakbé y El Mirador en el Petén.

Es importante destacar las particularidades del estudio de esta ciudad. En primer lugar, Calakmul se considera una zona arqueológica recién explorada, ya que las excavaciones comenzaron formalmente en 1992. Fue durante este proceso que se reveló su identidad como uno de los centros principales del llamado reino de Kaan, mencionado en las estelas mayas.

Sin embargo, se enfrenta a desafíos significativos. Un aspecto desafortunado está relacionado con los monumentos, ya que gran parte de las estelas de la ciudad fueron talladas en piedra caliza de baja calidad. Este factor ha llevado a que, en la actualidad, los textos jeroglíficos en estas estelas sean prácticamente indescifrables debido al deterioro causado por el paso del tiempo y la naturaleza del material. Como resultado, tenemos escasos datos sobre la historia de Calakmul en comparación con otras ciudades de la región.

Gran parte de los datos que poseemos provienen de los trabajos de exploración llevados a cabo en los grandes edificios, siendo uno de los más significativos la denominada Estructura II. En esta estructura se han hallado manifestaciones de su primera etapa, que data de los años 400 al 354 a.C. Gracias a que fue cubierta por las siguientes etapas constructivas, ha logrado conservar gran parte de sus características, incluyendo una rica decoración de frisos de estuco.

Según lo descubierto, el modelo concebido para la construcción de la Estructura II fue el de representar la «montaña sagrada» o witz. Se hace referencia a la existencia del monstruo de la tierra como el origen y depósito de todos los elementos necesarios para la existencia de la vida. El halach huinic, considerado el canal a través del cual la humanidad podía comunicarse con los dioses, se concebía como la vía para ser merecedores de estos recursos.

Este tipo de simbolismos eran comunes en la zona maya, y encontramos diversos ejemplos en lugares como la vecina Balamkú, Kohunlich, el Templo de la Rosalila en Copán, así como su posterior uso en los estilos Río Bec, Chenes y Puuc. En estos estilos, observamos diversos elementos que nos remiten a la presencia de elementos acuáticos y al inframundo.

Hasta ahora, las excavaciones en las calas han revelado algunas particularidades sumamente interesantes, como la presencia de dos mascarones de estuco de dimensiones impresionantes, con medidas de 5 x 6 metros. Sin embargo, lo más inusual y hasta ahora único en sitios tanto del área maya como de Mesoamérica, es la presencia de corredores cubiertos con bóvedas de cañón corrido. Este elemento constructivo no era conocido entre los indígenas a la llegada de los europeos, lo que sugiere que, aunque fue utilizado en algún momento, por alguna razón dejó de ser parte de la arquitectura mesoamericana.

Con igual importancia, otro hallazgo destacado se ha realizado en la Estructura III, ubicada al este de la Estructura II. Se trata de una estructura de carácter habitacional destinada a las élites. Muchas de sus habitaciones se han mantenido en buen estado de conservación y sirvieron como refugio tanto para los primeros exploradores de la región como para los chicleros. Esta estructura es conocida como el «Palacio Lundell», denominación dada por un explorador que dejó un grafiti en una de las habitaciones. En una tumba dentro de esta estructura, se descubrieron tres máscaras funerarias de jade, placas jeroglíficas del mismo material, orejeras y conchas de caracoles en excelente estado de conservación.

Además de estas valiosas evidencias, se han descubierto elementos arquitectónicos de gran importancia que datan del Preclásico Tardío. Destacan dos mascarones de estuco con dimensiones de 3.70 x 2.30 metros, fechados en el periodo comprendido entre el 100 a.C. y el 100 d.C. Estos elementos fueron encontrados con signos de haber sido deliberadamente destruidos o «matados», lo cual era parte de las ceremonias de clausura del edificio, ya sea cuando se construía uno nuevo sobre él o cuando se procedía a su abandono. Este fenómeno es observable en diversas regiones de Mesoamérica.

Otro rasgo distintivo de la arquitectura maya del Preclásico que se encuentra presente en este edificio es el uso del sistema talud-tablero maya. En esta etapa, la construcción involucraba la creación de una plataforma que abarcaba un tercio de la altura total, sobre la cual se construía el talud que comprendía 2/3 del nivel restante. Este método se empleaba estratégicamente para conferir a la estructura una sensación de ligereza ante la mirada del espectador.

La notable ausencia de extensos textos jeroglíficos ha suscitado debates acerca de la jerarquía de las ciudades como componentes del reino de Kaan. Tanto Calakmul como Dzibanché fueron centros de poder significativos en diferentes periodos. Sin embargo, de los pocos textos que se han encontrado y traducido, así como de los datos proporcionados en las estelas de estados vecinos, se deduce que la existencia de dos linajes, los Chatahn y los Kanu’l, desempeñó un papel crucial en esta polaridad.

Todo sugiere que la primera dinastía fue la de los Chatahn. Se han hallado referencias que los equiparan en importancia con las dinastías de Tikal y Palenque. Su fundador, el señor Mam K’uhul Chatahn Winik, también es considerado el fundador de la familia Kanu’l. La fecha clave se establece en el 635 d.C., marcando la atención de los Kanu’l aprovechando el vínculo dinástico, consolidándose poco después con el ascenso de Yuhkno’m Ch’e’n II. Fue en este momento que se decidió trasladar la capital a Calakmul, aunque una parte de la corte permaneció en Dzibanché. Aún no se comprende completamente por qué se dio este cambio de sede.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Revista Arqueología Mexicana no. 128.

  • Maria Cordeiro y Ramon Carrasco Vargas. El origen de la montaña sagrada.
  • Mario Zimmerman. Los nuevos hallazgos de la Estructura III.
  • Rogelio Valencia Rivera y Octavio Q. Esparza Olguín. La conformación política de Calakmul durante el Clasico Temprano.  

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Imagen: 

 – Izquierda: Mascaron de la Estructura III. Preclásico Tardio. 

 – Derecha: Mascaron de la Estructura I. Preclásico Tardio.

Los estados mesoamericanos de la Costa Grande.

El aumento de la población en la región hizo posible la consolidación de pequeños estados que surgieron desde el actual municipio de La Unión hasta Acapulco, los cuales sus gobernantes tuvieron tal fuerza como para lograr la construcción de centros ceremoniales de diferentes tamaños y siguiendo los patrones culturales de la civilización mesoamericana, como fueron los casos de Soledad de Maciel, Tierras Prietas, Corral Falso, Jolochuca, La Yácata o San Jeronimito. Uno de los recursos usados fue el de la representación de sus lideres en estelas grabadas, los cuales se les dieron atributos sobrenaturales para poder vincularlos con las deidades, como es el caso del famoso “Señor de la Chole” de Soledad de Maciel, donde se le ve su rostro enmarcado por uno descarnado para emular el concepto de la vida y la muerte, también se ha encontrado otra estela en el sitio de Villa Rotaria, Técpan, donde se le ve al gobernante de perfil portando un traje de águila, uno de los animales totémicos de las dinastías gobernantes.

Los juegos de pelota también estuvieron presentes en las ciudades de la Costa Grande con la típica morfología del espacio en doble T enmarcados con dos estructuras alargadas y paralelas, aunque de momento se han encontrado solo dos sitios que llevaron su importancia a un nivel alto al dotarles de aros marcadores de piedra labrada, Soledad de Maciel y Acatolín en Técpan, los cuales comparten rasgos en común al grabarse a dos serpientes cuyas cabezas se unen para formar el aro, lo que nos podría revelar el rango de influencia mantenido por Soledad de Maciel. Este sitio destaca sobre los demás tanto por su arquitectura monumental como por los monumentos de piedra erigidos para el culto religioso, como es el caso de un disco donde en su parte inferior fue grabada la figura de la deidad de la Tierra Tlaltecuhtli, de la misma manera en que siglos más tarde hicieron los mexicas en Tenochtitlan. Otros elementos populares y con un amplio rango de localización son las piedras sacralizadas conocidas como “ojos de dios”, ya que estas han sido horadadas para hacerles huecos para servir como recipientes, posiblemente sirvieron para hacer ceremonias propiciatorias para las lluvias, también se ha propuesto que pudieron contener ofrendas para los dioses como la sangre de los sacrificios.

Lo que sirvió a la región para entrar en el desarrollo cultural mesoamericano fue sin duda el comercio, al ser una región de vocación por los sembradíos de algodón o por la recolección de bivalvos de sus costas la hicieron atractiva para la presencia de las grandes metrópolis como Teotihuacan o Monte Alban, de esta última es de destacar la presencia de la influencia zapoteca en diferentes representaciones del periodo Clásico donde iban desde figurillas o incluso del sistema calendárico zapoteca, como se ve en la estela de Villa Rotaria o en la piedra con forma de cabeza de jaguar de Palma Sola donde se ven algunos números zapotecas. Para el caso de Acapulco vemos la importancia que tuvo Teotihuacan como ejemplo a seguir, esto lo vemos con los tipos cerámicos como el Acapulco Rojo o el Tambuco Inciso, los cuales tenían las mismas características que los elaborados en la Costa Grande, pero para el Clásico Medio se da un cambio atribuido a una mayor presencia teotihuacana, naciendo el tipo Acapulco Café donde su producción está más relacionada con los patrones culturales teotihuacanos. Este evoluciona al tipo Acapulco Pasta fina el cual arraiga su vínculo teotihuacano, este a su vez empieza a influir tanto en la Costa Grande como en la Costa Chica marcando la tendencia cultural en la región.

Para el Clásico Tardío se da la decadencia teotihuacana como centro de poder al nivel mesoamericano, pero para ese entonces los estados de la Costa Grande ya formaban parte de las rutas comerciales del mercado mesoamericano, aumentando con ello la influencia ejercida por los pueblos oaxaqueños y del Soconusco como parte de las rutas marítimas por cabotaje. Las diferentes culturas empezaron a adoptar diferentes componentes del sistema cosmogónico mesoamericano, destacándose las representaciones de Huehuetéotl, Tlaloc o de la Serpiente emplumada en la cerámica, a la par también llegaron a sobrevivir manifestaciones locales como las “mujeres bonitas” del Preclásico como las figuras tipo Valentín de Acapulco o en la misma Soledad de Maciel. Donde vemos un mayor desarrollo cultural será en Zacatula, sitio en las cercanías de la desembocadura del rio Balsas y que empezaría a destacar como puerto principal de las rutas mesoamericanas y posiblemente de las esporádicas expediciones sudamericanas, donde sus artesanos realizan copias de las figuras teotihuacanas y se ve cierta influencia de Occidente.

Debido a las condiciones de conservación, no ha sido posible encontrar muchos ejemplos de trabajos en concha, pero al ser parte de la zona productora no se descarta la importancia que pudo llegar a tener, como muestra la tenemos en los fortuitos trabajos realizados en el Bajo Balsas donde se han encontrado depósitos con una gran cantidad de artesanías de concha que iban desde pulseras, brazaletes, colgantes, entre otros aditamentos. Por estas mismas razones (y por el saqueo), no se han podido encontrar restos bien conservados de las tumbas, por lo que los restos encontrados han aportado pocos datos sobre la salud de los habitantes de la zona, teniéndose los registros de un entierro en Zihuatanejo y otro en Soledad de Maciel, donde destacan por presentar modificaciones dentales donde se pulieron las piezas para poder hacerlas de forma puntiaguda, una práctica muy común por parte de las elites mesoamericanas para resaltar su aura sobrenatural con respecto al resto del pueblo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Rubén Manzanilla López. La región arqueológica de la Costa Grande de Guerrero. Su definición a través de la organización social y territorialidad prehispánicas.

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Imagen: ADV Estudio. Reconstruccion del centro ceremonial de Soledad de Maciel-Xihuacan, 2023. Fuente: https://www.advestudio.com/zona-arqueologica-de-xihuacan/?fbclid=IwAR0v2A64jm0DhBsHb6BNObWBlFWHPsyJznvIAC9E_HYbnOpo7c8mayN8qEE

La milenaria ciudad de Izamal.

Dentro del territorio mesoamericano, encontramos algunos ejemplos de ciudades que fueron fundadas desde hace miles de años y que siguen habitadas hasta el día de hoy, pasando por las debidas transformaciones del paso del tiempo como la colonización española y las dinámicas de la modernidad, siendo los casos más reconocidos el de Cholula en el Centro de México y en Yucatán tenemos el de Izamal. Según los vestigios encontrados, la ciudad fue fundada desde el Preclásico Medio (700-400 a.C.), razón por la cual vamos a encontrar una de las características arquitectónicas del periodo en las principales estructuras como lo es la construcción con elementos megalíticos y llego a abarcar una extensión de 5,300 hectáreas, de donde salieron una red de sacbeo’ob con una extensión de 30 km y una posible extensión política de 6,000 km2. A pesar de que sobre la ciudad maya se construyó la población moderna, buena parte de las estructuras sobrevivieron en buenas condiciones, salvo por la estructura llamada Ppapp Hol Chac de la cual fue usada para desplantar sobre ella el conjunto conventual franciscano de San Antonio de Padua y el santuario de la virgen.

Desde la conquista española, Izamal fue objeto de admiración por parte de los cronistas como fray Diego de Landa y Antonio de Ciudad Real quienes dejaron sus impresiones de las estructuras, posteriormente encontramos los testimonios de los viajeros del siglo XIX como John Lloyd Stephens, Desiré Charnay y Auguste Le Plongeon, de los primeros dejaron material documental de importancia al dar detalles de uno de los monumentos lamentablemente destruidos, el mascaron del edificio Kabul. Los trabajos formales de investigación arqueológica se dieron hasta la década de los 70 del siglo XX por parte del INAH interviniendo sobre la conservación de la estructura principal, el Kinich Kak Moo, pero sería hasta la década de los 90 cuando se emprenden los proyectos de investigación y preservación en buena parte de las estructuras del centro ceremonial, así como la consolidación del sacbé que la comunicaba con otra de las ciudades prehispánicas, Aké. Con ello se darían las condiciones legales para la conservación de los basamentos de las acciones de los habitantes, se extiende la investigación sobre sitios aledaños que fueron sus subordinados y se plantean los lineamientos para el estudio de la historia colonial.

Según por las fuentes coloniales, Izamal pudo haber sido el centro de la provincia de Ah Kin Chel, esto coincide con las características arquitectónicas de los sitios del territorio, el cual se extiende hasta la costa integrando sitios como Dzilam, región que comparte características más particulares al abarcar la zona del cráter de Chicxulub. En comparación con el pueblo actual, la ciudad maya fue siete veces más grande y sus vestigios salen de la población moderna, siendo el centro el conformado por el centro ceremonial constituyendo la plaza central los basamentos Kinich Kak Moo al norte, el Ppapp Hol Chac al sur, el Iztamatul al este y el Kabul al oeste, conformándose una plaza secundaria entre el Ppapp Hol Chac y el Kabul que es cerrada por la estructura Hun Pic Tok y otra sobre la que se construyó el Palacio Municipal, de esta sale una tercera plaza que es cerrada por el edificio llamado La Fundidora que no ha sido explorado. Fuera de la zona ceremonial, hay otras grandes estructuras aisladas como El Conejo, Xultún y la Estación de Camiones, también contamos con un conjunto más alejado llamado Chaltún Ha, que por la magnitud de sus vestigios debió de albergar a un grupo de la jerarquía local, esta junto con el basamento de La Calera aun sin explorar y otros menores suman un total de 163 estructuras.

De toda la zona maya, Izamal es la que conservo mejor su red de caminos hacia otras ciudades aliadas o subordinadas, llegando hasta hoy el sacbé de Izamal a Aké con 29 km y el de Kantunil con 13 km, aunque siguiendo la uniformidad arquitectónica y la presencia de caminos secundarios han planteado el reafirmar el control de Izamal abarcaba Ucí y Cansahcab. Si bien el inicio de su poblamiento fue del 700 a.C. hasta el 450 cuando empiezan a aparecer los primeros rasgos urbanísticos y del 250 al 600 d.C. fue su etapa de mayor actividad constructiva, declinando poco a poco su poder hasta que fue sometida por Chichen Itzá en el Posclásico Temprano, ya para los últimos siglos antes de la conquista la ciudad estaba semiabandonada y solo conservaba su importancia religiosa. En el territorio histórico de Ah Kin Chel se observa la importancia por mantener una unidad cultural como lo revela la persistencia de la arquitectura megalítica tanto para los edificios monumentales como los habitacionales, esto terminaría con la irrupción de los itzaes cuando tanto en Izamal como en su zona de influencia empieza a proliferar el estilo Puuc.

Los arqueólogos creen que puertos como Xcambó y Paso Holuntun estaban bajo dominio de Izamal, teniendo como eje político el control de Dzilam, esto se ve porque comparten el mismo estilo cerámico, siendo señal de la vocación marina del reino por controlar sus recursos y ser participe del comercio marítimo por cabotaje, esto llegaría a su fin con la conquista de Chichen Itzá y el cambio de las rutas marinas para dirigirlas a su puerto en la Isla Cerritos. Con la caída de Chichen Itzá en manos de Mayapan y la posterior decadencia de esta, Izamal volvió a obtener sus antiguos dominios, pero como el resto de estados de la península su poder ya había menguado bastante a la llegada de los españoles, permitiendo su control y ocupación. Su transformación se facilitaba por la disponibilidad de piedras careadas de las antiguas estructuras y que fueron usadas para las nuevas construcciones, aun así, sobrevivieron a nuestros días y falta demasiado por saber de la historia de Izamal, la que pudo ser la ciudad más grande de la península.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Rafael Burgos Villanueva, Miguel Covarrubias Reyna y Yoly Palomo Carrillo. Izamal, capital regional del centro-norte de Yucatán, de la revista Arqueología Mexicana no. 114.

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Imagen: S/D. Vista panorámica de Izamal, Yucatan. Fuente: https://mxcity.mx/2021/11/lugares-imprescindibles-de-izamal-una-de-las-poblaciones-mas-antiguas-de-yucatan/

El desarrollo de las culturas de las Tumbas de Tiro.

El modelo constructivo de las tumbas de tiro del Occidente resulta algo único para el contexto mesoamericano, el cual inicia con la cultura El Opeño en Michoacán hacia los años 1500 al 1300 a.C. con la realización de tumbas de una cámara excavada en tepetate y con accesos escalonado, este fue cambiado para dar lugar al tiro para acceder a ella hacia los años 1000 al 800 a.C. en el territorio del actual municipio jalisciense de Mascota vinculado a la cultura Capacha. Fue en el periodo del 300 a.C. al 600 d.C. cuando el modelo de las tumbas de tiro vivió un periodo de expansión y masificación los territorios de Jalisco, Nayarit, Colima, el suroeste de Zacatecas y el oeste de Michoacán, aunque también se han encontrado ejemplos aislados de estas tumbas en Chilpancingo, Guerrero, una tumba en Teotihuacan, incluso en el Posclásico se han notificado algunas de ellas en Oaxaca en sitios como Coixtlahuaca y Jaltepetongo, así como una tumba purépecha localizada en el sitio de Huandacareo en Michoacán. Todas estas muestran como elemento en común la excavación del terreno dando forma de una cámara en forma de campana, aunque con los ejemplos localizados en el Posclásico pudiesen haberse tratado de desarrollos análogos sin la necesidad de la existencia de una relación directa con la tradición el Occidente.

Algo que resulta impactante y hasta el momento sin una explicación concluyente tiene que ver con la muy posible vinculación del desarrollo cultural de la región con el contacto con expediciones llegadas de Sudamérica, específicamente de los territorios del noroeste que abarcan el norte del Perú, Ecuador y Colombia, ya que en estos territorios también fue costumbre la de inhumar a sus muertos en tumbas excavadas en el terrero, tradición que se ha extendido hacia Panamá y Venezuela. Todo indica que los pueblos de la cultura Capacha pudieron haber mantenido contactos con la fase llamada Machalilla de Ecuador, la cual se desarrolló de los años 1500 al 1200 a.C. siendo posible la llegada de influencias de culturas como la San Agustín de Colombia; Chorrera, La Tolita y Jama Coaque de Ecuador; así como las peruanas Chavín de Huantar, Vicus, Gallinazo, Salinar, Moche, Paracas y Nazca. Esta influencia la veremos en un largo periodo que abarca desde el 1200 a.C. hasta el 700 d.C. siendo uno de los motores para el establecimiento de esta ruta la extracción del Spondylus, bivalvo de concha roja muy apreciada entre las cultura andinas y mesoamericanas y que debieron de haber requerido cuando las poblaciones locales eran afectadas por fenómenos como El Niño, ya que la ruta de ida y vuelta llegan a tardar un año en encontrar las condiciones para que las corrientes los lleven de regreso.

Junto con el desarrollo cultural entorno a las tumbas también es de destacar su muy particular arquitectura monumental, la cual los investigadores de la primera mitad del siglo XX no consideraron y llegaron a catalogar a los pueblos de Occidente como marginales al no encontrar indicios de centros ceremoniales, pero no tomaron en cuenta unos raros conjuntos concéntricos concentrados que son llamados localmente como guachimontones. Los guachimontones están conformados por una pirámide cónica y escalonada, donde a su alrededor de despliega una banqueta circular que la rodea y encima de esta se construyen basamentos piramidales rectangulares de menor tamaño, los cuales van desde los 8, 12 y 16 plataformas, ya fuera de este conjunto principal se localiza una cancha de juego de pelota para su uso ritual, demostrando con ello el mantenimiento de la liga con el resto de la tradición mesoamericana. Han sido varios sitios los que presentan esta forma de distribución localista, siendo el más grande localizado hasta el momento Teuchitlán al reunir 10 complejos concéntricos y dos juegos de pelota, seguido por Santa Quiteria, El Arenal, Ahualulco, Las Pilas, San Juan de los Arcos, Bugambilias, entre otros.

Es así que por la cantidad de centros ceremoniales encontrados se le ha denominado a esta tradición como Teuchitlán, la cual se desarrolló en la zona del volcán de Tequila en Jalisco como su núcleo cultural, si bien en un inicio se dudaba que los guachimontones pudiesen ser una de las características de los pueblos de las Tumbas de Tiro, esto se debe a los pocos trabajos de exploración realizados en el Occidente, pero de las campañas de investigación realizadas se han podido encontrar desde la región del norte de Jalisco y el sur de Zacatecas conocida como Bolaños, Huaynamota en Nayarit, la Bahía de Banderas, al norte del lago de Chapala, en el valle de Comala en Colima, así como los testimonios cerámicos de la fase Ixtlán del Rio. Otra de las regiones donde encontramos la presencia de guachimontones es en el Bajío, donde vemos algunos conjuntos localizados en sitios como Plazuelas, La Gloria y Peralta, pero a diferencia de su vecino aquí no vamos a encontrar tumbas de tiro y van a tener una proporción invertida, donde las plataformas rectangulares concéntricas son de mayor tamaño, mientras la pirámide circular central va a ser de menores proporciones.

Sobre las interpretaciones entorno a estos límites, los investigadores hablan de una influencia cultural ejercida por la zona nuclear de Teuchitlán y que llego a alcanzar tanto el Bajio como la costa del Pacifico, pero como muchos de estos guachimontones se tratan de conjuntos de menores proporciones podría hablarnos de la existencia de una relación cordial con los vecinos, pero a su vez aseguraron tanto la defensa como el acceso a materias primas prioritarias para las redes comerciales, por lo que su presencia nos indicaría un testimonio simbólico de su relación. Pero todavía quedan muchas incógnitas en cuanto a la tradición arquitectónica de los pueblos que conformaron la tradición de las Tumbas de Tiro, ya que hay centros ceremoniales que presentan el típico esquela mesoamericano de edificios ortogonales con la presencia de las tumbas dentro del territorio de Occidente, además que falta mucho material para poder establecer como se basaba la cultura política entorno a estos sitios, por lo que falta bastante por investigar en la región para lograr una interpretación lo más asertiva posible.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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Imagen: Herb Roe. Reconstrucción del Circulo 2 y el Juego de Pelota de Guachimontones de Teuchitlán, Jalisco. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Guachimontones#/media/Archivo:Guachimaontones_Aerial_detail_HRoe_2015.jpg