Durante mucho tiempo, la dinámica del contexto americano se ha manejado en la lucha política entre derechas e izquierdas por el control de los gobiernos de los países, sin mencionar el creciente resentimiento estadounidense hacia la incesante presencia de migrantes que cruzan su frontera con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida que no encuentran en sus naciones. Sin embargo, este año se ha destacado por dos acontecimientos ocurridos en los últimos dos meses que podrían representar tanto un experimento insensato como el fin de la estabilidad regional entre los países. Por un lado, la victoria del proyecto libertario de Javier Milei en Argentina en las elecciones del 19 de noviembre, como consecuencia del fracaso de la política tradicional para mitigar la permanente crisis económica que lleva décadas. Por otro lado, en Venezuela, un polémico «plebiscito» impulsado por su gobernante Nicolás Maduro busca poner fin a una antigua disputa territorial: la posesión del Esequibo, que pertenece a la vecina Guyana. Este conflicto se remonta a la ocupación británica en el siglo XIX, que el gobierno venezolano no pudo recuperar. Tras la independencia de la colonia, fue imposible recuperarlo mediante instancias judiciales internacionales, y ahora pretenden hacerlo por la fuerza.
En el entramado político estadounidense, ha sido imposible para el gobierno del demócrata Joe Biden sortear el desafío representado por la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, donde mantienen una leve mayoría de 222 diputados frente a 213 demócratas. Esto es suficiente para sabotear cualquier intento de llevar a cabo reformas importantes o llevar a cabo la financiación de diversos proyectos. La radicalización de los republicanos, que buscan como meta lograr la reelección de Donald Trump en las elecciones de 2024, ha dejado poco margen para la negociación de acciones gubernamentales, como encontrar soluciones a la crisis migratoria mediante reformas. Esto ha llevado a soluciones a medias por parte del gobierno para intentar paliar la situación, mientras los republicanos mantienen su retórica frente al electorado para conservar sus bases y lograr el regreso de Trump. Como consecuencia de esta lucha, además de obstaculizar cualquier intento de resolver el problema migratorio, también han saboteado la financiación de Ucrania frente a Rusia, mientras Trump recupera popularidad entre la población. A los demócratas les queda como arma tanto la estabilización económica como la activación de casos judiciales contra el republicano. La resolución de estos casos podría llevar a su encarcelamiento y, con ello, sacarlo de la carrera electoral para reelegir a Biden.
Para el resto de América, podríamos hablar de un saldo favorable para la derecha. Esto se evidenció en las elecciones de Paraguay en abril, con la victoria de Santiago Peña por el Partido Colorado, que lleva 70 años en el poder, revirtiendo el saldo negativo derivado de la crisis de la pandemia de la cual no han podido recuperarse. En Ecuador, la crisis política derivada de la desaprobación hacia el gobierno de Guillermo Lasso y su fracaso por contener la fuerza del narcotráfico provocó la convocatoria a elecciones anticipadas. Se dieron las condiciones para el regreso del expresidente de izquierda Rafael Correa mediante la candidatura de Luisa González. Sin embargo, el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, ordenado por el narcotráfico, hizo que Daniel Novoa entrara de forma sorpresiva, ganando las elecciones por el voto de indignación y debilitando aún más al correísmo como movimiento líder de las izquierdas. Guatemala vivió unas elecciones históricas con la victoria del candidato progresista Bernardo Arévalo, derrotando al oficialismo de derechas representado por la ex primera dama Sandra Torres. La situación comenzó a complicarse por el intento de las autoridades electorales de anular la elección por supuestas anomalías, provocando un aumento de la tensión social. Sin embargo, parece que el gobierno aceptó los resultados y hará la entrega del gobierno a principios del próximo año.
La situación argentina siempre ha sido delicada, con poco más de un siglo de inestabilidad protagonizado por el bloque nacionalista peronista. Este intentó llevar la justicia social a los sectores menos favorecidos, pero los militares siempre se mantuvieron activos y fungieron como fuerza desestabilizadora que provocó las salidas del gobierno de Juan Domingo Perón. El golpe de 1976, donde derrocaron a su esposa, fue el más grave al implantar una dictadura militar apoyada por Estados Unidos y que duró hasta 1983. Una vez regresada la democracia, Argentina osciló entre gobiernos de derecha e izquierda, implementando políticas económicas tanto neoliberales como estatizadoras. Esto provocó una alta inflación que afectó el valor del peso argentino, abonando a un lento proceso de dolarización de los ahorros para mantener el valor de su patrimonio. Para inicios del siglo XXI, el evidente fracaso de las políticas neoliberales dio paso al liderazgo peronista en manos de Néstor Kirchner, quien ganó las elecciones de 2003 e inició la transformación del movimiento al kirchnerismo. Este amplió sus vínculos regionales al alinearse con los regímenes de izquierda de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, iniciando un periodo que continuó con su esposa, Cristina Fernández, hasta 2015.
El aumento de la división social provocada por el kirchnerismo, la inflación galopante del 24% y la deriva autoritaria de la izquierda latinoamericana llevaron a que en las elecciones de 2015 ganara el candidato de derecha Mauricio Macri. Este llegó con la promesa de eliminar el «cepo cambiario» impuesto por Cristina en 2011 para evitar la fuga de capitales mediante la adquisición de dólares, además de recomponer las finanzas reanudando el pago de la deuda con el FMI. Sin embargo, el problema de la baja recaudación de impuestos necesarios para financiar los gastos persistió. En lugar de seguir imprimiendo dinero como lo hicieron los Kirchner, Macri mantuvo el financiamiento emitiendo deuda, además de seguir manteniendo el cepo cambiario. Todo esto provocó que, para 2019, la inflación se elevara hasta el 53%, resultando en la derrota de Macri y el regreso del kirchnerismo. Esta vez, aunque Cristina quiso volver a la presidencia, fue impedida por órdenes de investigación por corrupción y por su vínculo con el atentado islamista de 1994. Se vio obligada a dejar su lugar al que fue el ministro de economía de Néstor, Alberto Fernández, quien era de postura más moderada y fue artífice de la bonanza económica de los primeros años. Sin embargo, los efectos de una sequía inusual que destruyó las cosechas y la crisis del COVID provocaron que no pudiera cumplir con los compromisos con el FMI y se vio obligado a imprimir más dinero, llevando la inflación hasta el 100% en 2023.
La constante pérdida de las condiciones de vida debido a las acciones de la política tradicional hizo que la sociedad argentina se hartara tanto de los peronistas como de los neoliberales. Encontraron como respuesta a las posturas del panelista libertario Javier Milei, quien en sus programas ha presentado como solución a la crisis la reducción del Estado mediante la eliminación de ministerios, la desaparición del peso argentino para dolarizar la economía y se ha mostrado como un ferviente opositor a la agenda social progresista, vinculándose con Trump y Jair Bolsonaro.
A lo largo de la contienda electoral del 2023, Milei fue ascendiendo en las encuestas. Primero, ganó las primarias de agosto con un 30%, derrotando a la candidata de Macri, Patricia Bullrich, y a los peronistas encabezados por Sergio Massa. Para octubre, tuvo un revés frente a Massa, quien ganó con un 36% frente a su 30%, por lo que se vio obligado a negociar con Macri para obtener su apoyo al quedar su candidata fuera de la contienda. El 19 de noviembre, logra la victoria al alcanzar el 55%. A partir del 10 de diciembre, que tomó posesión, Milei implementó una serie de decretos polémicos para paliar la crisis, como devaluar la moneda en un 50% de su valor, ordenar la privatización de empresas estatales, la reducción de los ministerios del Estado, la disminución de los subsidios a energía, transporte y productos básicos, la anulación de potestades sindicales para facilitar despidos y la liberalización del mercado inmobiliario para fomentar la renta. Estas medidas provocaron un aumento de la tensión social y la convocatoria de protestas en estos primeros días.
Un caso anómalo en el contexto americano ha sido la tensión generada por Venezuela contra Guyana, donde pretende reclamar un territorio equivalente a 2/3 del territorio guyanés, conocido como el Esequibo. Esto es resultado de una añeja disputa que viene de tiempos coloniales. Durante la dominación española en América, hubo territorios que pasaron a ser nominalmente españoles sin que llegaran a fundarse pueblos o misiones en ellos, ya que muchas veces no contaban con los recursos para ello o había una gran animadversión de los indígenas. Esto ocurrió con la colonización de Guyana que, durante el siglo XVI, apenas pudo mantener la presencia de entre 2000 colonos o menos debido a la ausencia de recursos de valor. Esto dio pie a que, en el siglo XVII, los holandeses se interesaran por el territorio y expulsaran a los pocos españoles que encontraron, instituyendo la colonia de la Guyana Holandesa dedicada a los plantíos de caña de azúcar. Mantuvieron esta situación hasta finales del siglo XVIII, cuando, en el marco de la cuarta guerra anglo-holandesa, los británicos invadieron la colonia y, en los tratados de paz llevados a cabo en 1814, los holandeses cedieron los territorios de Demerara, Berbice y Esequibo.
Como España nunca reconoció la posesión legal del territorio del Esequibo a Holanda y menos el de Gran Bretaña, la heredera de la reclamación sería primero la Gran Colombia y posteriormente Venezuela al pertenecer a los territorios de la Capitanía. Incluso los ingleses llegaron a reconocer la frontera del río Esequibo, pero como tampoco tuvieron ni las gentes ni los recursos para ocupar la región, siguió manteniéndose desierta. Pero los británicos sí pudieron organizar una expedición liderada por Robert Schomburgk en 1840 al oír noticias de yacimientos de oro, y esta delimitó la frontera. Esto provocó el inicio de las protestas venezolanas con el respaldo de Estados Unidos, amparados en la Doctrina Monroe, culminando con el llamado laudo de París de 1899 conformado por dos jueces ingleses, dos estadounidenses en representación de Venezuela y uno ruso que debía tener una posición neutral, dando la razón a Gran Bretaña al asignarle el 90% del territorio y solo devolvieron el 10%. La decisión fue causa de polémica por las opiniones de los representantes estadounidenses sobre aspectos del juicio y hasta 1949 se dieron a conocer las irregularidades del juicio como la cercana relación del representante ruso con el gobierno británico. Por lo que el gobierno venezolano deshechó la resolución del laudo, pero las circunstancias del momento, como la desintegración del imperio británico, hicieron que el tema fuera ignorado y olvidado con la independencia de Guyana, llegando al compromiso de entablar negociaciones.
A partir de entonces, la cuestión del Esequibo fue olvidada y la reclamación empezó a ser secundaria, sobre todo porque Guyana fue desde su independencia en 1966 una nación agrícola con un gobierno socialista y era considerado uno de los países más pobres de América. Incluso el gobierno de Hugo Chávez mantenía buenas relaciones, disminuyendo el tono con tal de erigirse con el liderazgo de las naciones del Caribe, así como tener una tensa relación étnica entre los descendientes de indios que forman el 40% y los afrodescendientes el 30%. Las cosas cambiaron radicalmente en 2015 cuando las exploraciones de ExxonMobil dieron con un gigantesco depósito de petróleo en las aguas del Esequibo y en tierra notificaron la presencia de yacimientos de oro, siendo el país cuya economía creció más en el mundo al hacerlo por el triple desde el 2019, reactivando el conflicto por parte del gobierno de Nicolás Maduro amparándose en los documentos decimonónicos. A lo que el gobierno guyanés solicitó el arbitraje de la Corte de La Haya, y la cancillería venezolana rechazó. La crisis económica del gobierno venezolano y su intento de aplastar a la oposición hicieron que de nuevo el tema quedara en segundo plano, pero ante las elecciones presidenciales del siguiente año y con la baja popularidad de Maduro, hizo que apostara por realizar un plebiscito para recuperar puntos a favor, tomando como ejemplo a Rusia y sus acciones en Ucrania, sobre todo porque Guyana solo tiene 800,000 habitantes frente a sus 35 millones de venezolanos.
Pero Guyana tiene a su favor el entramado de relaciones que le son útiles para su defensa, tanto el de Estados Unidos como el de la Gran Bretaña, el de China, del cual es su principal socio, de Cuba, que también es el de Venezuela y el más importante, el de Brasil, que durante la agudización de la crisis desplegó tropas para defender el territorio ante una invasión venezolana. Todo esto obligó a Maduro a entablar negociaciones el 15 de diciembre y con ello acabó la amenaza de invasión, comprometiéndose ambos gobiernos a sostener conversaciones para llegar a un acuerdo.
El 2024 se avizora tenso en la lucha política, al pasar por procesos de elección de presidencia en países como Estados Unidos, República Dominicana, Uruguay, Panamá, El Salvador y Venezuela, siendo de gran importancia para el viraje geopolítico tanto del continente como del mundo. Sobre todo, no se debe olvidar las elecciones de México, donde a pesar de haber pasado por las crisis mundiales de los últimos años y ante una evidente desmejora de las condiciones de vida, la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador ha permanecido inmutable entre un 55% a 60%, y es posible que logre pasar la estafeta a su candidata Claudia Sheinbaum, pero esto lo revisaremos mañana.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Federico Flores Pérez.
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