La Academia de San Carlos y la Revolución

La tensión entre el estudiantado, respaldado por el grupo renovador del Dr. Atl, exigía la destitución del director de la academia, el arquitecto Antonio Rivas Mercado. Este representaba a un sector elitista que no se integraba con el resto de la escuela, viéndose su posición comprometida debido al resquebrajamiento del orden porfirista, acarreado por la renuncia de Díaz en mayo de 1911. Todas las condiciones indicaban que era el momento de llevar a cabo una huelga generalizada para solicitar tanto la renuncia de Rivas Mercado como la separación de la Escuela de Arquitectura del resto de la academia. Esto se debía al trasfondo clasista de los arquitectos pertenecientes a las clases altas, en contraste con el resto que provenía de los sectores medios y bajos. Algunos llevaron esto a extremos, como David Alfaro Siqueiros, quien elaboró una lista de los alumnos de arquitectura, demostrando que muchos llevaban apellidos «rimbombantes» y eran de origen extranjero.

Las tensiones llegaron a un punto crítico el 29 de junio, cuando los inconformes convocaron a una huelga y cerraron la academia. En ese momento, Rivas Mercado intentó ingresar, pero fue recibido con una lluvia de huevos y jitomates. Finalmente, llamó a la policía y ordenó el arresto de los responsables, quienes fueron expulsados de la escuela.

Para evitar que los estudiantes perdieran tiempo de práctica debido a la huelga, los mismos organizadores enviaron a sus alumnos al Zócalo, ocupando un quiosco verde para llevar a cabo clases. Además, lograron ganarse la simpatía de otros sectores universitarios, como la Escuela Nacional de Artes y Oficios, cuyas autoridades les prestaron un salón para sus lecciones. Para financiar la huelga, tuvieron que organizar diversos eventos, desde festivales hasta encargos comerciales como carteles e incluso obras de teatro. En uno de estos eventos, llegó a asistir el propio Francisco I. Madero, cuya presencia fue anunciada en los volantes de la función.

La situación para Rivas Mercado se mantuvo relativamente estable hasta noviembre, cuando el gobierno maderista asumió funciones y se ordenó su destitución para dar paso al pintor Alfredo Ramos Martínez, recién regresado de sus estudios en Europa. Sin embargo, Rivas Mercado se valió de la posición relativamente autónoma de la academia para aferrarse a la dirección, amenazando con retirar el apoyo a los estudiantes que no se ajustaran. Esto prolongó su permanencia unos meses más, y finalmente, en abril de 1912, renunció a su cargo.

La huelga tuvo una duración de 9 meses, pero esto no limitó al círculo fiel a Rivas Mercado, quienes mantenían la influencia suficiente para designar a los nuevos directores de las áreas de pintura y escultura. Incluso llegaron a desconocer la dirección de Ramos Martínez, ignorando las disposiciones del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. A pesar de los intentos de sabotear los impulsos renovadores de la academia, la implementación de las nuevas propuestas continuó. Estas buscaban romper con el autoritarismo academicista. Con el impulso de Ramos Martínez, surgieron las llamadas «Escuelas de Pintura al Aire Libre». La primera de ellas fue el Barbizón de Santa Anita en Iztapalapa en 1913, donde se pretendía enseñar tanto las vanguardias europeas como un nuevo enfoque pedagógico. Además, se orientaba hacia el nacionalismo para fomentar la creación de un arte propio y, sobre todo, propiciar el acercamiento del alumnado y la academia con el pueblo.

Esta propuesta resultó refrescante frente a los anticuados cánones academicistas, principalmente porque los alumnos estarían en contacto directo con el campo. En aquel entonces, el lugar era una localidad rural con chinampas, tomando su nombre como referencia al pueblo francés al que llegaron los pintores naturalistas al romper con la academia tradicional a mediados del siglo XIX.

El objetivo principal consistía en que el estudiante se involucrara con su realidad inmediata para lograr plasmarla en su obra, buscando así desarrollar una versión impresionista mexicana que pudiera contribuir al arte nacional. Sin embargo, también se reconocía la dificultad de replicar la experiencia francesa en un contexto tan convulso como el que estaba atravesando México. Además, las nuevas vanguardias, como el fauvismo, el expresionismo, el cubismo o el futurismo, ya habían superado la etapa de Barbizón.

Ramos Martínez percibió esta realidad y otorgó libertad expresiva a sus alumnos para que desarrollaran su propia identidad, siguiendo los lineamientos impresionistas y fomentando la experimentación tanto en el uso de colores como en la forma de representación, mediante manchas o pinceladas. Desafortunadamente, no han sobrevivido muchos ejemplos de las obras realizadas en Santa Anita.

En 1914, empezaron a notarse los primeros cambios positivos con el método del Barbizón mexicano. Se realizó una exposición en mayo, donde figuras como Ramos Martínez, Saturnino Herrán, Germán Gedovius y otros pintores revelaron con gran éxito el nuevo enfoque nacionalista del arte. Sin embargo, es importante señalar que hubo muchas opiniones en contra y algunos no quedaron satisfechos.

Con el tiempo, las contribuciones de la Escuela de Santa Anita empezarían a ser revalorizadas y se convertirían en piedra angular para el surgimiento del movimiento muralista, al haber condensado la práctica artística con la esencia del espíritu popular. Lamentablemente, este experimento tuvo que concluir debido a los efectos de la misma revolución que lo generó. En ese mismo año, cae el gobierno golpista de Victoriano Huerta y el Dr. Atl asciende a la dirección de San Carlos por disposición de Carranza. Sin embargo, su tiempo en el cargo fue breve, ya que abandonó su posición con la llegada de los convencionistas.

Durante su breve período en el cargo, el Dr. Atl criticó el método de enseñanza de Ramos Martínez, considerándolo ajeno a la dinámica del artista. Además, intentó involucrar el quehacer artístico con el político, e incluso trató de frenar la división entre pintores, escultores y arquitectos para reunirlos en un frente común. Debido a la inestabilidad generada por la vorágine revolucionaria, la Academia de San Carlos experimentó cambios constantes en su dirección y realizó esfuerzos para mantenerse abierta. En contraste, el Barbizón de Santa Anita no pudo sostenerse, ya que muchos de sus alumnos se sumaron a las diferentes facciones revolucionarias. A pesar de esto, despertó la conciencia entre los artistas sobre la dirección que debía tomarse una vez restablecido el orden.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Laura Gonzales Matute. Escuelas de Pintura al aire libre y centros populares de pintura.

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Imagen: S/D. Escuela de pintura al aire libre «El Barbizón» en Santa Anita, Ixtacalco 1914. Fuente: https://iztacalco-barrio-magico.blogspot.com/2018/03/escuela-de-pintura-al-aire-libre-en.html

Los revolucionarios sinaloenses contra el gobierno de Madero.

El problema estructural del movimiento maderista ha sido el limitado alcance de sus objetivos frente a las necesidades de los rebeldes que se levantaron en armas contra Porfirio Díaz. Básicamente, Madero pensaba que lo único necesario era democratizar el país y no cambiar las estructuras que mantenían a gran parte de la población en la desigualdad. Esto provocó que a lo largo del país, los revolucionarios vencedores empezaran a reclamar la necesidad de llevar a cabo reformas más profundas, incluso deshaciéndose de la estructura política porfirista que Madero estaba respetando en gran parte.

Este descontento se manifestó en Sinaloa, donde el caudillo Juan Banderas reclamó que se nombrara como gobernador interino al porfirista Gaxiola Rojo. Ante la presión popular, Gaxiola Rojo renunció al puesto para cederle el lugar a Banderas y así resolver el problema. Sin embargo, esta decisión no ayudó a calmar las tensiones, ya que la entrada de Banderas en su lugar no fue bien recibida por los grandes potentados. Estos estaban recelosos de la ausencia del ejército federal y temían tener que depender de la seguridad del ejército rebelde.

A finales de septiembre de 1911, asume la gobernatura, ya bajo el orden maderista, el profesor José María Rentería. No tendría una tarea fácil, ya que se enfrentaba a constantes huelgas, tanto de los mineros de Mineral de Panuco que buscaban mejorar sus condiciones de trabajo, como de los rurales que habían experimentado una reducción de su sueldo. Además, debía conciliar con los demás caudillos maderistas para que le permitieran trabajar.

Rentería tenía que enfrentar las quejas y denuncias presentadas en su contra por abusos y actos de corrupción, incluyendo acusaciones contra personajes prominentes como Banderas, Joaquín Cruz Méndez y Justo Tirado. Estos líderes mantenían una fuerte presencia en la sociedad y seguían siendo considerados peligrosos, ya que tenían la capacidad de reactivar la rebelión. Tanto los informes del gobierno como los de la inteligencia estadounidense señalaron a Banderas como el caudillo más peligroso, capaz incluso de incitar al pueblo estadounidense.

Ante esta situación, el gobierno de Madero decidió actuar contra Banderas. Aprovechando un viaje que este realizaría a la Ciudad de México para entrevistarse con el presidente, se ordenó su arresto bajo el cargo de rebelión contra el gobierno estatal y el fusilamiento de un coronel porfirista en la toma de Culiacán.

Aunque lograron enviar al exilio a Banderas, el problema no estaba resuelto debido a que la desmovilización y las campañas de licenciamiento no avanzaban con rapidez. Los caudillos mantenían su fuerza, ya que los revolucionarios no veían avances en el cumplimiento de las promesas hechas y mantenían la desconfianza. Uno de los problemas principales era que muchos de estos revolucionarios perderían el estatus adquirido durante la rebelión al aceptar el licenciamiento. Además, elementos como armas y caballos formaban parte de su modo de vida desde antes de la revolución, siendo tanto su medio de transporte como de subsistencia para actividades como la caza.

El gobernador Rentería tampoco contaba con una estructura para mantener el orden, ya que el cuerpo porfirista fue desarticulado y todo estaba en manos de los rebeldes. Además, algunos nombramientos de los poderes locales resultaron ser muy polémicos ante la opinión pública. Un ejemplo de esto fue en la comunidad de Cacalotán, donde Rentería nombró a Rafael Lizárraga como director político, quien tenía fama de despótico y hostil ante las necesidades populares.

Rentería no lograba conciliar los intereses populares con los objetivos del gobierno de pacificar el estado. Redujo el problema a que se trataba de grupos opositores en contra de su administración. Para intentar demostrar cierta fuerza, ordenó el cateo de las propiedades de los caudillos en busca de armas o caballos que pudieran estar relacionados con la causa de la rebelión y su detención. Estas acciones fueron muy mal vistas por la opinión pública.

Para finales de 1911, Sinaloa vivía una situación de tensa calma que en cualquier momento podía romperse. Esta situación era común en buena parte del país como resultado del desencanto hacia el gobierno de Madero. Dos movimientos que amenazaban el frágil orden maderista eran el de Pascual Orozco en Chihuahua y el de Emiliano Zapata en Morelos. Estos dos caudillos eran observados por otros grupos rebeldes fuera de su zona de acción. Como resultado, en estados alejados, estas facciones se declaraban como orozquistas o zapatistas sin ningún tipo de nexo aparente. Se encontraron casos de rebeldes orozquistas de la Sierra Juárez en Oaxaca o de zapatistas en Jalisco, Chihuahua, La Laguna y Durango.

Los seguidores de Banderas eran los principales grupos resentidos por las acciones del gobierno maderista en contra de su caudillo, teniendo una gran presencia en Navolato, Mocorito y Culiacán, donde Francisco «Chico» Quintero, Manuel Vega y Antonio Vega, quienes habían ocupado puestos durante su gobernatura interina, quedaron como sus representantes. Estos líderes tenían como base de su rebelión la sierra. Dado que esta región nunca lograría ser pacificada en su totalidad, estos tres líderes tendrían la oportunidad de establecer ahí su base, aprovechando su condición inexpugnable ante las fuerzas del gobierno y donde el bandolerismo era parte de la vida. Se convirtieron en una amenaza para las grandes ciudades, que se veían vulnerables ante la imposibilidad de enfrentarlos y frenarlos. Además, contaban con la posibilidad de interconectar los movimientos rebeldes de la sierra de Sinaloa con los de Durango.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Diana María Perea Romo. La rebelión zapatista en Sinaloa.

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Imagen: Lohn. Tropas de Francisco Quintero antes de tomar la prisión de Culiacan, 1912. Fuente: https://www.facebook.com/profile/100064404231034/search/?q=Francisco%20%22Chico%22%20Quintero.&locale=es_LA

Los primeros años de Francisco J. Múgica.

Dentro del estudio de la revolución, podemos encontrar diferentes personajes que tuvieron diferentes roles tanto en la lucha como en la conformación del régimen presidencialista, desde los caudillos populares quienes levantaron a las masas como a los intelectuales quienes le dieron solidez a la lucha al construir una base política. Uno de los arquitectos del nuevo orden revolucionario fue sin duda Francisco J. Múgica, quien como otras muchas personas en la historia no estaba destinado a tener un papel relevante en la historia, sino que fueron las circunstancias lo que lo desviaron de su camino como una persona normal y lo llevo a ser uno de los ideólogos de la revolución, estando cerca de pasar a tener un papel más activo al intentar llegar a la presidencia. Nacido en Tingüindín, Michoacán, hacia el año de 1884, Francisco José Múgica fue hijo de un maestro quien parecía le iba a legar su profesión, por lo que para que llevase una educación superior lo inscribe al Seminario de Zamora como alumno externo, si bien se apasionaría por las clases de latín y de los discursos de los emperadores romanos, siempre se mostró rebelde hacia las clases de teología, estando cerca de ser expulsado y por un dispendio del obispo de Zamora se le permitió saltarse la materia para que siguiera estudiando.

Hacia 1906, tenía cumplidos los 22 años y se disponía a buscar empleo, fue en esa etapa cuando descubre las publicaciones periódicas de los opositores al régimen porfirista como el “Hijo del Ahuizote”, “El Diario de Hogar” y “Regeneración”, los cuales lee ávidamente y decide unirse a la militancia del Partido Liberal Mexicano tratando de hacer carrera como periodista, atreviéndose a mandar un artículo a los editores de “Regeneración” en Saint Louis Missouri y seria publicado en la primera plana. Esto lo animó a seguir escribiendo y llegaría a convertirse en corresponsal en Michoacán del diario, dando el siguiente paso a crear sus propias publicaciones como “El Rayo”, “El Faro”, “La Voz”, “La Luz”, “La Prensa Libre” y “El Demócrata Zamorano”, todos ellos fueron perseguidos y clausurados por las autoridades locales por la radicalidad de su discurso. Ante la efervescencia del ambiente político de finales de la década, Múgica decide apoyar las intenciones del general Bernardo Reyes para competir por la vicepresidencia, llevándolo a armar un zafarrancho en un mitin que se estaba organizando en favor del oficialista Ramon Corral y le valdría ser arrestado por los desmanes.

Cuando sale de prisión, decide organizar los esfuerzos de la oposición en Michoacán para acabar con el gobierno de Porfirio Diaz en las elecciones, fundando un nuevo diario llamado 1910 donde exponía sus ideales, mientras se fue acercando con otros opositores como Gildardo Magaña, Antonio Navarrete, Eugenio Méndez y su hermano Carlos, quienes empezarían a conformar las bases en el estado de la campaña de Francisco I. Madero. El problema fue que en Michoacán hubo poca movilización hacia la campaña de Madero y tendrían una participación marginal en las elecciones, por lo que ante la derrota convence a su familia para mudarse a la Ciudad de México y ahí entraría en contacto con personalidades de la militancia maderista, quienes al ver lo inútil que resultaba la lucha democrática decidieron apostar por la lucha armada, siendo Múgica uno de los conspiradores. Teniendo la rebelión como objetivo, los maderistas empiezas a ayudar tanto en la impresión de los pronunciamientos para mantener informados al resto de los rebeldes, como también apoya la fabricación de bombas desde la colonia Guerrero, pero la conspiración fue descubierta y muchos de los colaboradores fueron arrestados, con excepción de Múgica quien logra huir hacia San Antonio con las intenciones de reunirse con la cúpula maderista como representante de sus compañeros quienes se fueron a insurreccionar Michoacán.

Logra entablar contacto con el círculo cercano a Madero como su secretario Roque Gonzales Garza, su hermano Alfonso y Federico Gonzales Garza, quienes lo llevaron a administrar el diario “México Nuevo”, pero el mantener el apoyo maderista no cesó su espíritu crítico hacia los rumbos que tomaba la revolución, llegando a declarar que su apoyo a Madero no era con el fin de empoderarlo como caudillo, si no por defender los ideales del liberalismo y la democracia. Si bien no pudo obtener el financiamiento del levantamiento de sus compañeros michoacanos, obtuvo la propuesta de participar en la lucha armada vía Coahuila para sumarse a las fuerzas rebeldes en Ojinaga, Chihuahua, la cual aceptó y participaría en las batallas más importantes de la campaña junto con Madero como la de Cuchillo Parado, la Sierra del Burro y Casas Grandes, a la vez seguía con sus esfuerzos periodísticos para mantener al pueblo informado. Una vez alcanzada la renuncia de Diaz en mayo de 1911, fue comisionado como delegado de paz maderista en Michoacán para entrar en contacto con las guerrillas rebeldes y acordar la paz, a la vez que fue haciendo campaña a favor de Madero para las elecciones por el Partido Constitucional Progresista de Camilo Arriaga.

Pero como muchos otros revolucionarios, se decepcionaría por las políticas de pacificación maderista donde implicaba la entrega de armas de los grupos rebeldes, dando señales de alarma tanto por el mantenimiento en sus puestos de algunos políticos porfiristas y por el incumplimiento de las demandas hechas durante la rebelión, criticándolo desde su periódico “El Despertador del Pueblo”. Ante la falta del empleo prometido por parte del gobierno maderista al seguir manteniendo su línea critica, recibiría la propuesta por parte del gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, para encargarse de la Dirección de Estadísticas del estado, sirviéndole para pagar su boda con Angela Alcaraz. No pasó mucho tiempo de su matrimonio cuando estallaría la sublevación de los porfiristas del ejercito contra el gobierno hacia febrero de 1913, siendo mandado por Carranza a la capital para ofrecerle a Madero el apoyo de las tropas del estado, integrándose a los cuerpos de voluntarios mientras le iba informando a Carranza el curso de los acontecimientos, pero al triunfar los golpistas de Victoriano Huerta alcanza a salir de la ciudad un día antes del asesinato de Madero y con ello se une a la lucha constitucionalista.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Anna Ribera Carbó. Francisco J. Múgica. El presidente que no tuvimos.

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Imagen: Hermanos Casasola. Francisco J. Mujica en la Comision primera de constitución durante una asamblea, 1916.

Los inicios de la revolución en Sinaloa.

El trabajo proselitista de los maderistas hacia 1910 en las poblaciones más recónditas de la sierra sinaloense tendría frutos para cuando estalla la revolución, donde gracia a su complicada orografía la convertiría en una fortaleza infranqueable para que pudiesen ser reprimidos por las tropas porfiristas, convirtiéndose en un importante foco rebelde que sirviese de ejemplo para el gradual crecimiento de la insurgencia. El aumento de las guerrillas despertarían la suspicacia tanto de las autoridades locales como de la misma población civil ante el temor de que llegasen a sus pueblos a provocar desmanes, naciendo una paranoia donde cualquier persona que se internase a buscar trabajadores era vista con temor ante la posibilidad de tratarse de un caudillo, despertando alarma el asalto a Gómez Palacio en Durango por parte de Benjamín Argumedo lo que enciende las sospechas sobre su implicación por parte de los grupos sinaloenses.

Inicialmente, la prensa de Culiacán no tenía identificados a los guerrilleros y no les habían asignado alguna denominación, pero localizaron el foco de su surgimiento en Badiraguato, Topia y Tamazula en Durango, donde haciendo uso de su conocimiento del terreno provocaban a los federales para llevar a cabo persecuciones estériles para desgastarlos. Mientras fue creciendo la rebelión entre las diferentes asociaciones maderistas al nivel nacional, los diferentes caudillos guerrilleros determinaron que lo mejor consistía en reunirse los diferentes grupos guerrilleros para facilitar su defensa y apoyarse en los asaltos a las minas, sobre todo porque las autoridades de las poblaciones limítrofes entre Durango y Sinaloa ya se estaban organizando para rechazar y perseguir a los guerrilleros. Esto lo vemos en las acciones de Juan Banderas quien se mostró muy colaborativo con otros grupos guerrilleros de la zona serrana, con ello la guerrilla empezaba a esparcirse por los distritos de Tamazula en Durango, San Ignacio, San Dimas, Cósala, El Fuerte, Badiraguato y empezaban a alcanzar el de Sinaloa llegando a Mocorito.

El crecimiento de los grupos guerrilleros tendrían como primer logro la toma de Culiacan del 20 al 31 de mayo de 1911, siendo el incentivo tanto para conectar con los rebeldes de Durango como para extender el campo de acción hacia el territorio de Tepic, teniendo presencia en el pueblo limítrofe de La Concepción para seguirse hacia Ixtlán del Rio, Acaponeta, Rosamorada y Santiago con la dirección del caudillo Martin Espinoza de El Rosario. Misma situación ocurría en la sureña Escuinapa donde los “revoltosos” de El Quelite empezarían a hacer acto de presencia en los ranchos aledaños a Mazatlán, poniendo en verdaderos problemas a las autoridades porfiristas al no lograr la pacificación de los rebeldes. Los guerrilleros no solo se alimentaron de los rancheros desencantados del sistema porfirista, sino que también se valieron de la leva llevándose a las personas indeseables de las poblaciones, desde los vagos de los pueblos hasta de criminales y presos en los ayuntamientos, pero esta misma practica era realizada por parte de las autoridades porfiristas quienes realizaban la leva hacia la población general para combatir a los rebeldes.

Una buena parte de los rebeldes salieron de las filas del desempleo de las minas surgida de la crisis en la industria de 1907, provocando en su momento el cierre de numerosos yacimientos a lo largo de la sierra, por lo que cuando caían en manos de los rebeldes, estos hacían lo posible para reabrirlas y volverlas a poner a producir para poder financiar el esfuerzo de guerra, aunque también tuvieron que asumir las demandas de los mineros con respecto a sus salarios adeudados por los hacendados. Esto ocurre en los minerales de San Dimas y Tayoltita en Durango, de donde nace el liderazgo revolucionario de Matías Pazuengo como representante de los mineros desempleados, así como en San Ignacio, Rosario y Santiago de los Caballeros, en muchos casos se tuvo que llegar a un acuerdo con los mineros donde se logró persuadir para que trabajaran pagándoles en especie en lo que duraba el conflicto, ya que era peligroso pagarles en efectivo debido a la proliferación de ladrones.

Los indígenas también se levantan en armas siguiendo el llamado revolucionario, para ese entonces todavía tenían fresca la memoria sobre su apoyo prestado en la segunda mitad del siglo XIX a la rebelión de Plan de Tuxtepec donde lucharon para prevenir la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada, siendo el pueblo de Ajoya uno de los principales beligerantes en la región bajo el liderazgo de Jesús Vega. Para junio la revolución había “terminado” con la toma de Ciudad Juárez por parte de los maderistas, por lo que en un acto de pacificación iniciaría un programa de licenciamientos en las ciudades donde los revolucionarios tenían que entregar sus armas a cambio de darles dinero por sus servicios prestados, dándoles la opción de integrarse a un nuevo cuerpo de rurales o regresar a sus vidas antes de la revolución, pero muchos siguieron manteniendo activas las guerrillas al no ver cumplidas sus demandas. Es así que en los primeros meses se vio una situación tensa donde maderistas adheridos al gobierno provisional luchaban contra los maderistas rebeldes, esto empeora al poner como gobernador interino al porfirista Celso Gaxiola Rojo, pero para calmar la situación renuncia para darle su lugar al caudillo Juan Banderas.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Diana María Perea Romo. La rebelión zapatista en Sinaloa.

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Imagen: Anónimo. Campamento federal, frente al Panteón no. 2, durante el  mes de Mayo 1911, Mazatlan. 

El estallido de la crisis en Morelos.

Tanto el presidente interino Francisco León de la Barra como el general Victoriano Huerta habían logrado sus objetivos de echar a pelear a los zapatistas con Francisco I. Madero, mientras él se negaba a la posibilidad de que estos dos actuaran con malicia e interpretaba que todo era un malentendido, razón por la cual llamaba a Emiliano Zapata a deponer las armas sin prestar atención a los avances del ejército federal. Ante lo inútil que representaba la intermediación de Madero, Zapata moviliza a sus hombres para detener la entrada de Huerta a Yautepec acantonándolos en la hacienda de San Carlos, por lo cual le dio la excusa a Huerta para ir a combatirlos al argumentar que si estaban comprometidos con la pacificación debían de estarse licenciando y entregando sus armas en Cuautla. Incluso el mismo Huerta le empieza a mandar información tergiversada a De la Barra indicándole que Madero en el licenciamiento en Cuautla les estaba diciendo a los zapatistas que guardasen sus armas porque en el futuro las iban a utilizar, pretendiendo provocar un rompimiento con el presidente electo.

Con el avance de Huerta sobre Yautepec y la conformación del cerco sobre Cuautla, Zapata perdió cualquier signo de confianza de la utilidad de Madero en lograr tanto la pacificación sin el ejercito o la posibilidad de solucionar el problema agrario, por lo que ordena a sus hombres regresasen por sus armas de su licenciamiento y le manda un mensaje a Madero donde le exoneraba de la culpa del fracaso de la paz, pero como ni De la Barra ni Huerta lo tomaban en cuenta ya no era necesaria su presencia en Morelos, por lo que serían ellos los que arreglarían el problema con los federales y volverían a entablar el dialogo con el cuándo fuese presidente. Con este fracaso, Madero regresa a la capital y se entrevista con De la Barra para denunciar ingenuamente que el general Huerta estaba incumpliendo con los compromisos pactados con los zapatistas, reclamo que fue desatendido y unas horas después de la reunión manda la orden para ocupar Jonacatepec y de ahí prepararse para tomar la plaza de Cuautla. Para esta operación, Huerta contaba con el apoyo del coronel Arnoldo Casso López quien estaba armando los preparativos desde Jonacatepec para tomar Cuautla, mientras Aureliano Blanquet se encontraba protegiendo Cuernavaca, mientras Ambrosio Figueroa iba tomando otros pueblos para quedarse con el mando de las fuerzas rurales.

Para tratar de bajar la animadversión del pueblo morelense, Huerta publica un pronunciamiento donde explicaba las razones por las que se encontraba el ejército federal y los llamaba a continuar con el licenciamiento, pero los que estaban verdaderamente preocupados eran los hacendados quienes temían que en cualquier momento llegasen los zapatistas a tomar sus posesiones, por lo que le mandan mensajes al presidente De la Barra para que les mandase protección para sus propiedades. Harto de la forma en que era ninguneado, Madero le manda una carta el 25 de agosto a De la Barra donde le reprochaba su falta de compromiso para con la causa y le recordó que si estaba en esa posición era gracias al acuerdo de todos los revolucionarios para que ocupase el interinato, incluso llego a suponer que tanto sus acciones como las de Huerta seguían los objetivos del general Bernardo Reyes a quien consideraba una amenaza para el nuevo orden que ese estaba formando. Como fue lo normal, De la Barra no hizo caso ante los reclamos de Madero y continuo con sus planes de exterminar a los zapatistas, mientras ellos detienen el licenciamiento y llegan a recuperar sus armas que estaban embodegadas en Cuautla, mientras Casso y Blanquet se trasladan a las inmediaciones de Cuautla para evitar que se llegasen a concentrar ahí.

Después de varios informes que Huerta le mandaba a De la Barra sobre la situación del estado de Morelos, fue hasta el 30 de agosto cuando por fin tuvo la autorización por parte de la Secretaria de Guerra para lanzarse sobre Jonacatepec y Cuautla como parte de la lucha contra el “bandidaje”, previamente Zapata había publicado el 27 de agosto su pronunciamiento al “pueblo de Morelos” donde exigía como condición para llegar a la paz el retiro de las tropas federales del estado, donde ellos se encargarían de la seguridad pública con previa garantía para sus tropas y sus jefes, así como pedían la entrada a la gobernatura del ingeniero Eduardo Hay y como jefe de armas del estado pedían a Raúl Madero, siendo una muestra de que todavía reconocían la legitimidad de su hermano. Llegaron informes de que los zapatistas se estaban reuniendo en Villa de Ayala y en otros pueblos de la región, por lo que Huerta procede para la mañana del 31 de agosto a tomar Cuautla junto con las fuerzas del coronel Casso, se cree que Zapata difunde el manifiesto como táctica para ganar tiempo y tener la posibilidad de reunir más voluntarios.

Ya para septiembre, oficialmente los zapatistas pasaron a ser un problema de orden nacional ante el sabotaje promovido por el propio gobierno que nunca tuvo el interés por llegar a un acuerdo, por lo que Huerta procede a ir escalando la pacificación por la vía militar tomando como bases Cuernavaca, Cuautla y Yautepec, a lo que procede con el avance sobre Villa de Ayala, Chinameca, Tlaltizapán. En esos momentos y ante la superioridad del ejército federal, Zapata decide no presentarles batalla e irse retirando sin darle pelea sobre la posesión de los pueblos hasta encontrar mejores condiciones para la contraofensiva, por lo que Huerta sigue tomando posesiones hasta llegar a los limites estatales con Puebla, pero lo que verdaderamente le hizo enojar fue el enterarse que fue nombrado como gobernador interino Ambrosio Figueroa, quien era su acérrimo enemigo y con ello veía una nula posibilidad de negocia con el gobierno.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Arturo Langle Ramírez. Huerta contra Zapata. Una campaña desigual.

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Imagen: Hermanos Casasola. Emiliano Zapata y otras personas durante su estancia en la ciudad de México, retrato de grupo, 1911.

El desarrollo de la rebelión maderista en Sinaloa

La animadversión social provocada por las elecciones donde ganaría el porfirista Diego Redo, hizo que despertase entre los grupos populares del campo sinaloense la oportunidad de hacer rebelarse en contra de los abusos provocados por los latifundistas en el estado, empezando a organizarse las acciones guerrilleras encabezadas por Gabriel Leyva y Maximino Gámez por la zona de Guasave, aunque al poco tiempo fueron emboscados por el cuerpo de rurales y ahí moriría Leyva. Mientras en el sur, en el distrito de Mazatlán donde se había conglomerado la resistencia contra el circulo porfirista de Culiacán, sobre todo porque era la región donde había más lazos de las bases sociales con el campesinado, naciendo liderazgos como el de Justo Tirado de Palma Sola, pequeño propietario quien se había involucrado con los círculos maderistas mazatlecos y quien tenía buenas ligas tanto con los comerciantes como con los potentados del puerto, siendo el nexo con los rancheros y agricultores quienes se iban mermando ante la subida de impuestos.

Mazatlán fue un punto fundamental en la dispersión de la causa maderista, ya que gracias a las extensas redes familiares la causa se empieza a dispersar tanto por el campo, alcanzado la sierra y llegando a tener difusión hasta Durango, uno de estos agentes fue el empresario calero Juan Carrasco quien aprovechaba sus escalas de las rancherías para llegar a Mazatlán para dar a conocer el mensaje de Madero. Con ello, las sociedades del campo iban integrándose a la vida política de la ciudad gracias al crecimiento orgánico que abarcaba la familia, amistades y compadrazgos, pero todavía no era suficiente para conformarse ejércitos revolucionarios locales debido a las necesidades inmediatas para seguir con sus vidas, por lo que las autoridades porfiristas empezaron a mantener vigilados tanto a Justo Tirado como a su familia. Esto no evito que empezasen a surgir algunos movimientos guerrilleros aislados como el de Matías Pazuengo, iniciado en el distrito de San Dimas, Durango, avecindado a Sinaloa y de vocación minera, donde le llegan las noticias de la gira de Madero y a raíz de la polarización regional crea una guerrilla de apenas 25 hombres dentro de los mismos mineros, siendo impulsados por las noticias llegadas de otras guerrillas surgidas en las comunidades mineras de Chihuahua y Coahuila.

Otra de las comunidades duranguenses levantadas por el flujo maderista de Sinaloa fue Tamazula, donde los pleitos por la enajenación de tierras consideradas baldías provocan el levantamiento de los hermanos Domingo y Mariano Arrieta, descendientes del caudillo liberal Teófilo Arrieta y quienes tenían la posesión del terreno Vascogil en Topia, pero se fueron involucrando en las luchas de sus vecinos para evitar el despojo de sus propiedades, ganándose seguidores tanto en Topia, Tamazula, Tepehuanes, Canelas y Santiago Papasquiaro. Fue en esta población cuando deciden entrar en acción asaltando a unos empleados de una compañía deslindadora quitándoles las armas que tenían para amedrentar a los pobladores y a partir de ahí se irían a la clandestinidad con un gran número de seguidores. Uno de los primeros actores políticos del Partido Antirreeleccionista, Martin Espinoza, al terminar las elecciones estatales había sido perseguido por las autoridades y lo llevaron a huir hacia EU, pero logra regresar por la Ciudad de México y de ahí regresa a El Rosario para empezar a conformar un grupo revolucionario usando propaganda y lograría conformar una fuerza considerable de 400 hombres.

El clima de abusos hacia los trabajadores provocaría que otras personas se lanzaran a la lucha, ese fue el caso de Juan M. Banderas alias “El Agachado” de Tepuche, quien por un enfrentamiento con un capataz estadounidense a quien termino matando hizo que antes de 1910 tuviese una vida ajetreada en las minas y eludiendo la detención por parte de las autoridades, debido a este antecedente lo convierte en partidario de la causa maderista, por lo que cuando sucede la derrota ante Porfirio Diaz se dirige a la sierra de Badiraguato para empezar a reclutar gente. Dentro de los interesados estaba Jesús Caro Iribe, joven de 18 años quien se había enterado de las historias alrededor de Banderas y queda impactado por las razones de su persecución, pero esto no fue suficiente para que entrara en su grupo, fue debido a que los hombres de Banderas llegaron a su casa y amenazaron con despojar a su familia de sus armas y el ganado si no se les unían, por lo que sus fuerzas iban creciendo tanto por el convencimiento hacia sus ideales o por el miedo a perder lo poco que tenían.

Por toda la sierra de Sinaloa, no faltaban los testimonios de los pueblos, ranchos y haciendas donde uno o todos los trabajadores se habían ido para unirse a la guerrilla, lo que llego a suponer una amenaza a la producción regional debido a la falta de personal para mantener las labores del campo o de las minas. Los sinaloenses estaban más que fogueados en el uso de las armas, ya sea por el arraigo de la cacería del venado en la sierra, pero sobre todo por la inestabilidad de los conflictos a lo largo del siglo XIX los había convertido en una sociedad preparada para defenderse y eran excelentes tiradores, sumado a la gran ventaja ofrecida por la sierra como una zona fácil de defender y donde era imposible que las fuerzas porfiristas pudiesen llevar a cabo una contraofensiva. Como sucedió en todo el país, el 20 de noviembre de 1910 no represento un inicio generalizado de las hostilidades contra el gobierno porfirista, pero poco a poco y dependiendo de la región empezarían a levantarse en armas pequeños grupos rebeldes a lo largo del país, por lo que fue hasta 1911 cuando la prensa sinaloense empieza a interesarse por los reportes de la proliferación de los grupos rebeldes a lo largo de la sierra.  

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Diana María Perea Romo. La rebelión zapatista en Sinaloa. 

Imagen: Anónimo. Juan M. Banderas y su Estado Mayor. Fuente: https://sinaloa.space/juan-m-banderas-y-su-estado-mayor-efemerides-25-noviembre-001/

El tenso armisticio entre zapatistas y federales.

Ante la propuesta de paz ofrecida por Francisco I. Madero quien tiene las garantías de parte del gobierno federal, Emiliano Zapata decide confiar en los esfuerzos del presidente electo y le manda comunicados tanto a él como al presidente interino Francisco León de la Barra donde le reitera su disposición para pacificar la región, pero también les advierte sobre no violar los acuerdos llegados y comprometiéndolos a resolver el problema de las tierras si no querían reactivar el conflicto. Pero De la Barra no estaba en realidad resuelto a pactar la paz con los zapatistas y esto lo sabía muy bien el general Victoriano Huerta, quien, pese a la orden de desmovilizar al ejército, entiende las intenciones del presidente y solo se limita a tomar posiciones estratégicas sin intenciones de darles la posibilidad de que los rebeldes tuviesen facilidad para levantarse. Quien estaba completamente alejado de las intenciones del gobierno sin duda era Madero, quien mantuvo la confianza de que De la Barra y Huerta estaban comprometidos con la pacificación del estado y con esa confianza es recibido en Cuautla por los zapatistas y se logra entrevistar con el mismo Zapata.

La fecha límite para que el gobierno federal desmovilice a las tropas era 19 de agosto de 1911 cuando todas las tropas dispersas por el estado tenían que congregarse en Cuernavaca, siendo Madero quien estaba continuamente mandando cartas para acelerar el proceso, pero De la Barra solo se limitaba a felicitar sus esfuerzos para alcanzar la paz con los zapatistas mientras los generales federales continuaban ejerciendo su presencia en los pueblos. Esto provocaba que a lo largo del estado surgiesen algunos episodios armados entre zapatistas contra el ejército, los cuales estuvo atento Madero y sabiendo como Zapata si estaba esforzándose para lograr el licenciamiento de sus hombres, le atribuye el origen de aquellos hechos a la falta de compromiso tanto de Huerta como de Aureliano Blanquet quienes ya no podía confiar al expresarse que solo lo estaban engañando sobre las intenciones de replegar a los federales. Mientras Huerta continuaba con su avance sobre Yautepec donde llegaron a haber tiroteos, Zapata no podía seguir atenido a la promesa del gobierno y seguía dándole apoyo a las guerrillas para contener a los federales, el único ingenuo que confiaba en el gobierno y pensaba que Huerta solo se estaba movilizando por voluntad propia, sin adivinar que solo estaba siguiendo órdenes del presidente.

Como propuesta para alcanzar el licenciamiento de los zapatistas, Madero sugería que empezase el repliegue del ejercito el mismo día del acuerdo, también pedía el retiro de Huerta del estado para que fuese reemplazado por el gobernador de Guerrero Francisco Figueroa con sus tropas para asegurar la confianza de los zapatistas, pero la realidad seguía imponiéndose y los federales estaban tomando lugares para asegurar la toma de Cuautla y Yautepec excusando los desmanes provocados por los zapatistas y que eran exagerados para justificar sus acciones. Ya en agosto se da cuenta que quien estaba detrás de la campaña era el mismo presidente De la Barra, por lo que el mismo Madero mantiene comunicación con los zapatistas para persuadirlos de mantener la promesa de licenciamiento, mientras comisionaba como representante al licenciado Gabriel Robles Domínguez para mantener comunicación con De la Barra y pedirle de la orden del retiro del ejército. Ante las noticias del continuo avance de Huerta sobre Yautepec, Madero manda a Alfredo Robles Domínguez (hermano de Gabriel) para entrevistarse con Zapata para reiterar su compromiso por la pacificación, quien en ese entonces se encontraba en Villa de Ayala con la excusa de su casamiento con la señorita Josefa Espejo, negándose a recibirlo ante lo que consideraba una traición a los acuerdos y lo manda a tratar el asunto con Otilio Montaño.

Mientras por un lado tanto la Secretaria de Guerra y Marina como la misma presidencia ya le había mandado órdenes a Huerta de dejar sus posiciones en Yautepec, el seguía poniendo excusas para el mantenimiento del frente, mientras De la Barra se dedicaba a respaldarlo en sus argumentos, quien finalmente le da la orden a Huerta de entrar en combate con los zapatistas atacándolos y derrotándolos en las estribaciones del cerro “La Tetilla” el 20 de agosto. El triunfo sobre los zapatistas le dio argumentos a Huerta para poner como única alternativa para la pacificación la derrota total de los rebeldes, llegando a proponerle a De la Barra para que se comunique con Madero y que el fuese el intermediario para asegurar la entrega de Yautepec. Madero sabía que la falta de compromiso por parte del ejercito solo mermaba su credibilidad ante los zapatistas y que ya no era posible usar su legitimidad como “líder de la revolución” para llegar a un acuerdo con ellos, pero Huerta mantenía la confianza con sus resultados al catalogar a cualquier bandolero como “zapatista” para justificar sus acciones, y para terminar por estigmatizar a Zapata se sirvió  de sus relaciones con el caudillo Juan Andrew Almazán para ponerlo como un grupo rebelde que si estaba siguiendo los acuerdos de licenciamiento.

Nada hizo cambiar el curso de los acontecimientos, Huerta le comunicaba a De la Barra que el ejército entraría en Yautepec en la mañana del 22 de agosto, además de que se dedicaría a despotricar contra Madero y Robles Domínguez como los principales responsables de darles malos consejos a los zapatistas provocando que se mantuvieran en armas, mientras el presidente electo seguía manteniendo un estéril optimismo de haber alcanzado un ilusorio acuerdo de paz al lograr que una parte del ejercito zapatista entregase las armas en Cuautla. Esto no fue suficiente para hacer que se retractara Huerta y finalmente procede a tomar Yautepec, dando a conocer a sus habitantes las intenciones del gobierno de traer la paz a la región, llegándose a burlar de las acciones de Madero diciendo que lo estaban engañando porque los zapatistas solo estaban entregando armas viejas. Por otro lado, Madero quiso informar al gran público sobre las acciones toma dadas tanto por De la Barra como por Huerta sirviéndose del apoyo del periodista Juan Sánchez Azcona, quien publica un artículo en la revista Nueva Era comunicando lo que sabían de las acciones de este binomio, pero el daño ya estaba hecho y los zapatistas iban perdiendo la confianza en las palabras del presidente electo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Arturo Langle Ramírez. Huerta contra Zapata. Una campaña desigual.

Imagen: Hermanos Casasola. Victoriano Huerta en la hacienda de San Carlos, en vísperas de avanzar sobre Yautepec, Morelos, 1911

El tenso armisticio entre zapatistas y federales.

Ante la propuesta de paz ofrecida por Francisco I. Madero quien tiene las garantías de parte del gobierno federal, Emiliano Zapata decide confiar en los esfuerzos del presidente electo y le manda comunicados tanto a él como al presidente interino Francisco León de la Barra donde le reitera su disposición para pacificar la región, pero también les advierte sobre no violar los acuerdos llegados y comprometiéndolos a resolver el problema de las tierras si no querían reactivar el conflicto. Pero De la Barra no estaba en realidad resuelto a pactar la paz con los zapatistas y esto lo sabía muy bien el general Victoriano Huerta, quien, pese a la orden de desmovilizar al ejército, entiende las intenciones del presidente y solo se limita a tomar posiciones estratégicas sin intenciones de darles la posibilidad de que los rebeldes tuviesen facilidad para levantarse. Quien estaba completamente alejado de las intenciones del gobierno sin duda era Madero, quien mantuvo la confianza de que De la Barra y Huerta estaban comprometidos con la pacificación del estado y con esa confianza es recibido en Cuautla por los zapatistas y se logra entrevistar con el mismo Zapata.

La fecha límite para que el gobierno federal desmovilice a las tropas era 19 de agosto de 1911 cuando todas las tropas dispersas por el estado tenían que congregarse en Cuernavaca, siendo Madero quien estaba continuamente mandando cartas para acelerar el proceso, pero De la Barra solo se limitaba a felicitar sus esfuerzos para alcanzar la paz con los zapatistas mientras los generales federales continuaban ejerciendo su presencia en los pueblos. Esto provocaba que a lo largo del estado surgiesen algunos episodios armados entre zapatistas contra el ejército, los cuales estuvo atento Madero y sabiendo como Zapata si estaba esforzándose para lograr el licenciamiento de sus hombres, le atribuye el origen de aquellos hechos a la falta de compromiso tanto de Huerta como de Aureliano Blanquet quienes ya no podía confiar al expresarse que solo lo estaban engañando sobre las intenciones de replegar a los federales. Mientras Huerta continuaba con su avance sobre Yautepec donde llegaron a haber tiroteos, Zapata no podía seguir atenido a la promesa del gobierno y seguía dándole apoyo a las guerrillas para contener a los federales, el único ingenuo que confiaba en el gobierno y pensaba que Huerta solo se estaba movilizando por voluntad propia, sin adivinar que solo estaba siguiendo órdenes del presidente.

Como propuesta para alcanzar el licenciamiento de los zapatistas, Madero sugería que empezase el repliegue del ejercito el mismo día del acuerdo, también pedía el retiro de Huerta del estado para que fuese reemplazado por el gobernador de Guerrero Francisco Figueroa con sus tropas para asegurar la confianza de los zapatistas, pero la realidad seguía imponiéndose y los federales estaban tomando lugares para asegurar la toma de Cuautla y Yautepec excusando los desmanes provocados por los zapatistas y que eran exagerados para justificar sus acciones. Ya en agosto se da cuenta que quien estaba detrás de la campaña era el mismo presidente De la Barra, por lo que el mismo Madero mantiene comunicación con los zapatistas para persuadirlos de mantener la promesa de licenciamiento, mientras comisionaba como representante al licenciado Gabriel Robles Domínguez para mantener comunicación con De la Barra y pedirle de la orden del retiro del ejército. Ante las noticias del continuo avance de Huerta sobre Yautepec, Madero manda a Alfredo Robles Domínguez (hermano de Gabriel) para entrevistarse con Zapata para reiterar su compromiso por la pacificación, quien en ese entonces se encontraba en Villa de Ayala con la excusa de su casamiento con la señorita Josefa Espejo, negándose a recibirlo ante lo que consideraba una traición a los acuerdos y lo manda a tratar el asunto con Otilio Montaño.

Mientras por un lado tanto la Secretaria de Guerra y Marina como la misma presidencia ya le había mandado órdenes a Huerta de dejar sus posiciones en Yautepec, el seguía poniendo excusas para el mantenimiento del frente, mientras De la Barra se dedicaba a respaldarlo en sus argumentos, quien finalmente le da la orden a Huerta de entrar en combate con los zapatistas atacándolos y derrotándolos en las estribaciones del cerro “La Tetilla” el 20 de agosto. El triunfo sobre los zapatistas le dio argumentos a Huerta para poner como única alternativa para la pacificación la derrota total de los rebeldes, llegando a proponerle a De la Barra para que se comunique con Madero y que el fuese el intermediario para asegurar la entrega de Yautepec. Madero sabía que la falta de compromiso por parte del ejercito solo mermaba su credibilidad ante los zapatistas y que ya no era posible usar su legitimidad como “líder de la revolución” para llegar a un acuerdo con ellos, pero Huerta mantenía la confianza con sus resultados al catalogar a cualquier bandolero como “zapatista” para justificar sus acciones, y para terminar por estigmatizar a Zapata se sirvió  de sus relaciones con el caudillo Juan Andrew Almazán para ponerlo como un grupo rebelde que si estaba siguiendo los acuerdos de licenciamiento.

Nada hizo cambiar el curso de los acontecimientos, Huerta le comunicaba a De la Barra que el ejército entraría en Yautepec en la mañana del 22 de agosto, además de que se dedicaría a despotricar contra Madero y Robles Domínguez como los principales responsables de darles malos consejos a los zapatistas provocando que se mantuvieran en armas, mientras el presidente electo seguía manteniendo un estéril optimismo de haber alcanzado un ilusorio acuerdo de paz al lograr que una parte del ejercito zapatista entregase las armas en Cuautla. Esto no fue suficiente para hacer que se retractara Huerta y finalmente procede a tomar Yautepec, dando a conocer a sus habitantes las intenciones del gobierno de traer la paz a la región, llegándose a burlar de las acciones de Madero diciendo que lo estaban engañando porque los zapatistas solo estaban entregando armas viejas. Por otro lado, Madero quiso informar al gran público sobre las acciones toma dadas tanto por De la Barra como por Huerta sirviéndose del apoyo del periodista Juan Sánchez Azcona, quien publica un artículo en la revista Nueva Era comunicando lo que sabían de las acciones de este binomio, pero el daño ya estaba hecho y los zapatistas iban perdiendo la confianza en las palabras del presidente electo.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Arturo Langle Ramírez. Huerta contra Zapata. Una campaña desigual.

Imagen: Hermanos Casasola. Victoriano Huerta en la hacienda de San Carlos, en vísperas de avanzar sobre Yautepec, Morelos, 1911

El maderismo en Sinaloa.

La primera década del siglo XX se caracterizó por la aparición de las grietas ocasionadas por los abusos del sistema porfirista con su predilección por los grandes potentados, teniendo como una de las válvulas de escape la política como una oportunidad de cambiar las cosas en el país esperando reemplazar a las viejas autoridades. Pero el afán por parte del régimen de seguir manteniendo el control del país impide que la sociedad participe en la política y persiste en su intento de dejar a su círculo cercano en los principales puestos en el gobierno nacional como en los estatales, siendo el campo de cultivo para el estallido revolucionario. Debido a la avanzada edad de muchos de estos funcionarios, fue común en esos tiempos se fuesen muriendo en el poder, esto sucedió en el caso de Sinaloa con la muerte del gobernador Francisco Cañedo en 1909, figura central de la política estatal al empezar su influencia desde 1877 con la victoria del Plan de Tuxtepec y ejerciendo el poder directamente durante 22 años con algunas pausas.

Con este vacío de poder en el estado, pronto empezaría la lucha para ocupar el lugar de Cañedo y se perfilaron dos candidatos, Diego Redo quien tenía el apoyo del círculo porfirista y sobre todo el de Ramon Corral (exgobernador de Sonora y vicepresidente de Diaz), mientras la oposición fue representada en José Ferrel, periodista avecindado en la Ciudad de México quien fue invitado por su primo Francisco Valadés a participar. Además de esta pugna política, también salió a relucir las viejas rivalidades localistas que luchaban por ostentar el poder en el estado, por un lado estaba Culiacán como la ciudad capital donde se focalizaban los políticos porfiristas, del otro se encontraba Mazatlán la cual se había convertido en el polo económico del estado y que a mediados del siglo XIX le llego a despojar a Culiacán de su posición como capital, convirtiéndose en el centro natural de los opositores al dar cabida a los comerciantes y a las clases medias. Para estas elecciones, se llegaron a conformar 75 clubes políticos en favor de Redo y Ferrel solo llego a formar 53, además de que Ferrel tenía el problema de ser un completo desconocido en el estado por lo que Valadés tuvo que apoyarlo con su periódico para darlo a conocer.

Estos esfuerzos por disputar el poder no rindieron frutos debido a la persecución del oficialismo a los opositores, este fue el caso de Martin Espinoza de Rosario y que era partidario de Ferrel, empezando a hacer campaña en el distrito de Concordia, pero las autoridades empezaron a perseguirlo acusándolo de sedición y lo arrestan en el día de las elecciones, cuando es liberado huye hacia Altar, Sonora, para pasar a EU y regresar a la Ciudad de México donde se integra al partido antirreeleccionista. La elección fue ganada por Redo al combinarse tanto la inexperiencia de los opositores y la persecución de las autoridades estatales, por lo que la frustración de la derrota haría que Mazatlán se convirtiese en el principal centro de los partidarios de Francisco I Madero, quien llega en enero de 1910 con la intención de encontrar adeptos en los ferrelistas. Su gira inicio en Mazatlán donde sienta las bases de sus partidarios en el estado, de ahí se dirige a Culiacán para ser recibido por los obreros y comerciantes, continuando hacia Angostura y terminando en Mocorito, en todos ellos logra fundar sus clubes políticos poniendo como sus principales organizadores a los principales liderazgos opositores de cada lugar. 

Una de las personas que intento entrar en la política estatal y vio en el maderismo la oportunidad para entrar fue el abogado Gabriel Leyva Solano, quien tenía una larga carrera como litigante ayudando a los campesinos del centro y norte de Sinaloa a defender la propiedad de sus tierras, de sus casos más destacados se encuentra el juicio entre el pueblo de Ocoroni contra José María Rojo quien había reportado sus terrenos como baldíos para apoderarse de ellos, o el de los pobladores de Cubirí de Pórtelas contra Francisco Mussot. Su trabajo lo convertiría en un acérrimo antiporfirista y dentro de sus primeras incursiones en la política se volvería partidario de Bernardo Reyes, llevándolo a unirse a la campaña de Ferrel, después de su derrota se suma a la campaña de Madero cuando visita Mocorito y lo comisiona para hacer labores políticas en Guasave, Ocoroni, Angostura y sus pueblos cercanos. Tuvo como su aliado y socio en la campaña a su amigo Maximino Gámez, ranchero de Cabrera de Inzunza, fue el que hizo una activa campaña para formar bases maderistas en los pueblos, haciendas y ranchos quienes se veían despojados por los hacendados y empresas en el estado.

Pronto, las actividades de Leyva serian vistas como peligrosas por los porfiristas de Sinaloa, sobre todo sus enemigos que se había hecho en su trabajo de abogado como José María Rojo y otros grandes potentados iniciarían la persecución de los maderistas en los pueblos, por lo que Leyva le informa a Madero de las acciones del gobierno contra sus seguidores y familias, llamándolo a escalar las cosas de la campaña para pasar a la rebelión.  Sin esperar una respuesta, Leyva, Maximino y su primo Narciso Gámez empiezan a conformar una guerrilla para prepararse a lo peor, pero el 12 de junio su grupo fue atacado por una cuadrilla de rurales comandados por Ignacio Herrera y Cairo  en Cabrera de Inzunza, siendo perseguidos y por medio de una traición de uno de sus seguidores fueron alcanzados en Aguaje de Bainoro, logrando escapar Maximino y Narciso, pero Leyva es capturado y ejecutado mediante la “Ley Fuga” en el camino hacia Cabrera de Inzunza el 13 de junio, por lo que a partir de ahí los Gámez consolidan su guerrilla que estaría muy activa en los años de la revolución. 

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Diana María Perea Romo. La rebelión zapatista en Sinaloa. 

Imagen: S/D. Los primeros revolucionarios: Narciso Gámez (izquierda, sentado), Maximino Gámez (derecha, sentado), Alfonso Salazar (izquierda, de pie) y Gabriel Leyva (derecha, de pie).

La entrada de Victoriano Huerta en Morelos.

Las relaciones entre el presidente electo Francisco I. Madero y el caudillo Emiliano Zapata había llegado a su punto de quiebre por las diferencias que no se podían conciliar, el primero instigándole a confiar en las leyes e instituciones del gobierno para resolver el problema de las tierras y el segundo representaba la desconfianza a un gobierno que antes los había traicionado para beneficiar a los hacendados. En los últimos momentos del interinato de Francisco León de la Barra, como miembro de la elite porfiriana menospreciaba los reclamos de los zapatistas, por lo que se encarga de contribuir con el deterioro con la relación con el gobierno entrante, al convencer del peligro que representaba Zapata, facilita la entrada de Victoriano Huerta en el estado con la misión de pacificarlo y acabar con la resistencia, haciendo su entrada el 9 de agosto de 1911.

Al conocer Zapata los movimientos del gobierno, manda una protesta ante el licenciado Gabriel Robles Domínguez quiera el representante de presidencia para la mediación con los zapatistas, esto no tuvo ningún efecto y la campaña inicia sin ningún contratiempo para llegar a Cuernavaca desde el ferrocarril. El ánimo de la tropa estaba por los cielos debido al sentimiento de superioridad que les causaba el enfrentar a unos campesinos mal armados y pensaban que terminarían pronto con ellos, pero no contaban con que sus rivales contaban con un alto conocimiento del terreno, el respeto que inspiraba la figura de Emiliano Zapata y sobre todo el apoyo de las comunidades para salvaguardar a los rebeldes, por lo que su falta de preparación la suplían con ataques sorpresa y una rápida movilidad que les otorgaba la guerra de guerrillas.                                                    

El inicio de la campaña no tuvo contratiempo alguno e inicia una constante correspondencia con el presidente De la Barra, empezando el desplegado de la artillería la cual era la especialidad militar de Huerta, pero en un primer momento su ejército solo se limitó a desfilar por Cuernavaca con algunos ataques aislados, reportándose el abatimiento de una gavilla en el pueblo de Tres Marías y de la presencia en la capital de la gente del guerrillero Juan Andrew Almazán. Pero al poco tiempo en que se dieron ataques a los federales, el propio Almazán se hace presente en Cuernavaca y se entrevista con Huerta en su hotel para aclarar su proceder y deslindarse de la lucha contra los zapatistas, empezándose a entablar una relación donde no se harían daño. Pronto empezaría a recibir las quejas de los hacendados que habían sido atacados por los zapatistas para solicitar la protección del ejército, entendiendo por los informes llegados que el combate a los zapatistas no sería nada fácil al darse cuenta de la lucha en guerrillas, por lo que intenta desplegar un sistema de espionaje para tener controlados a los campesinos, pero la lealtad del pueblo a la causa zapatista hizo que esa iniciativa no tuviera resultados.

Solo pudo contar con el apoyo de los hacendados y del gobernador Juan N. Carreón, por lo que al dictaminar la envergadura del problema hizo que Huerta le solicitase al gobierno la presencia del 29º batallón dirigido por el coronel Aureliano Blanquet, llegando a lo poco tiempo el 13 de agosto. La presencia del ejército federal suspendió los procesos de licenciamientos de los guerrilleros para forzarlos a regresar a las líneas de batalla, mientras Huerta intentaba crecer sus fuerzas intentando meter en la campaña al caudillo Ambrosio Figueroa quien en ese entonces tenía el cargo de inspector de rurales en Guerrero, era bien sabida la enemistad que sostenía con los zapatistas y pensaba que sería una oportunidad para ajustar cuentas, pero Figueroa no confiaba ni en el gobierno federal ni en Huerta y se limitó a excusarse de que los asuntos de Morelos salía de su jurisdicción. Era tal la desconfianza, que el gobernador interino de Guerrero y hermano de Ambrosio, Francisco, le manda una carta a Zapata para preguntarle por un ataque al ejército en Tres Marías y se ofrece como intermediario para calmar las cosas con Madero, siendo interceptado el mensaje e informa Huerta a De la Barra de que no se podía contar con ellos.

Ante el eventual estallido de la guerra, Francisco I. Madero decide presentarse den Morelos para intentar calmar el ambiente, quería volver a intentar platicar con Zapata y sobre todo quería hacer desistir a Huerta de desatar el exterminio de los rebeldes como se manejaba desde el gobierno pensando que las ordenes se estaban malinterpretando y se prosiguiera con el licenciamiento. En el primer momento en que llega a Cuernavaca, intenta entrar en contacto con Zapata logrando contactarlo por teléfono al día siguiente, informando Madero que el caudillo pedía continuar con los licenciamientos y que el hecho de Tres Marías no había sido por órdenes suyas, sino que fue el acto imprudente del encargado en la zona, comunicándose de la buena impresión que le causo el general Huerta, pero el gobierno le contesta que mantener armado a Zapata era una amenaza.

Las peticiones de Zapata hacia Madero involucraban el cambio del gobierno interino para que lo ocupase el licenciado Ruperto Zavaleta, aunque tuvo la contrapropuesta de poner al general José de la Luz Blanco pese a las preferencias que tenia de poner a Ambrosio Figueroa, propuesta que resultaría contraproducente al verse como una imposición, pero de nuevo el gobierno pone su propuesta al sugerir a Ramon Oliveros. El día 15, Madero procede a entrevistarse con Zapata en Yecapixtla, algo que resultaba difícil debido a la orden de Zapata de no dejar pasar el ferrocarril y tuvo que recurrir a la ayuda de Andrew Almazán para facilitar su entrada, por más que las conversaciones fueran en buen camino, la decisión del gobierno de atacar estaba hecha.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Arturo Langle Ramírez. Huerta contra Zapata. Una campaña desigual.

Imagen: Agustin V. Casasola. Madero y el general Huerta pasan revista a las tropas federales en Cuernavaca. 10/08/1911. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/huerta-en-la-defensa-del-gobierno-de-madero