El nacimiento de la Liga comunista 23 de septiembre.

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Durante la década de los 60, la presidencia buscó ejercer un poder que soterrara cualquier intento de cuestionar la legitimidad del grupo en el poder para mantenerse en la cima. Sin embargo, a pesar de las presiones, algunas organizaciones sindicales y estudiantiles buscaron enfrentar esto mediante la formación de manifestaciones, huelgas e incluso llegaron a la radicalización, conformando guerrillas.

Uno de los epicentros de la lucha estudiantil se dio en Guadalajara, donde en la década de los 50 surgió en el barrio de San Andrés un grupo de jóvenes conocidos como Los Vikingos. Estos jóvenes pertenecían a familias migradas del campo y reclamaban mejores condiciones de vida. Aunque esta organización mantenía una estructura subdividida en varios grupos según las calles del barrio, se unían cuando era necesario ejercer más presión.

Inicialmente, Los Vikingos eran una agrupación juvenil más dentro del ambiente urbano tapatío. Sin embargo, el contacto que tuvieron con el profesor Ricardo Balderas mientras estaban en secundaria les dio un sentido a sus inquietudes juveniles. Cuando pasaron al bachillerato, comenzaron a participar en los mecanismos políticos estudiantiles de la ciudad, manejados por la Federación de Estudiantes de Guadalajara.

Así, los miembros de Los Vikingos luchaban por arraigar la cultura democrática en la toma de decisiones estudiantiles. Sin embargo, la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) contaba con el respaldo del gobierno estatal, lo que le permitía mantener diferentes grupos de choque y golpeadores a sueldo para atacar a potenciales rivales. Además, les aseguraba impunidad frente a los delitos que pudieran cometer y les servía como plataforma política para acceder a cargos dentro del gobierno.

Esto no detuvo las intenciones de Los Vikingos de participar en la política. Mejoraron su organización interna para competir en las elecciones estudiantiles y comenzaron a definir una línea ideológica para fundamentar su lucha política contra la FEG, denunciando su falta de compromiso para resolver la problemática real de los estudiantes. Con ello, propusieron medidas como la reducción de las tarifas del transporte público, la disminución de las cuotas escolares y la anulación del paro de labores de manera arbitraria.

Estas propuestas atrajeron la atención de más agrupaciones barriales que se unieron a Los Vikingos, incluyendo organizaciones masónicas y grupos ideológico-políticos como las Juventudes Comunistas.

Ante la crisis derivada de los movimientos estudiantiles en 1968, el gobierno presionó a la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) para aumentar su control sobre Los Vikingos y desmovilizar las marchas en honor a los muertos por la masacre del 2 de octubre. Esto se tradujo en la suspensión de labores en algunos centros de estudio sospechosos, patrullaje en centros escolares y detenciones de estudiantes que manifestaban apoyo a los huelguistas de la UNAM y el IPN.

A pesar de que Los Vikingos se replegaron debido al aumento del acoso por parte de la FEG, aprovecharon esos momentos para fortalecer sus redes políticas en otros barrios de la ciudad. Reconstruyeron tanto sus redes de transacción a través de una agenda política-cultural, pero lo que tuvo más peso fue la definición política, debatiendo entre seguir a las Juventudes Comunistas o a los masones. Las opciones iban desde la radicalización de la lucha hasta la integración dentro de la lucha política y social.

Gracias a la intercesión de los masones, quienes utilizaron sus vínculos con algunos políticos del PRI, se logró negociar que les asignaran el Auditorio Plutarco Elías Calles para celebrar sus reuniones. Con esto, se consolidó la unión de Los Vikingos, las Juventudes Comunistas y los masones en una nueva organización llamada Juventudes Juaristas. Sin embargo, este nuevo enfoque político desestimó la lucha estudiantil hacia 1970.

Ante la crisis por la salida de miembros, las tres organizaciones de las Juventudes Juaristas replantearon sus objetivos a mediano plazo y decidieron radicalizar el movimiento para contender contra la FEG en las elecciones de la presidencia universitaria. Construyeron células y brigadas para combatir los esfuerzos de sus rivales, augurando el éxito de sus esfuerzos debido al desprestigio que tendría la FEG, y conformaron el Frente Estudiantil Revolucionario (FER).

Las acciones del FER para mantener el movimiento se volvieron clandestinas al promover asaltos para financiar la pinta de bardas, la distribución de volantes y panfletos, así como iniciaron entrenamientos en guerrilla urbana y la elaboración de explosivos caseros. Esto provocó la salida de más miembros y llamó la atención de las autoridades, respaldadas por la FEG, que comenzaron a detener a sus integrantes por sus acciones criminales.

Así, en dos años, el FER planteó el abandono de la política estudiantil para dirigirse a la lucha guerrillera, aprovechando la falta de oportunidades para que los jóvenes participaran en la política. Comenzaron a reclutar jóvenes de Ciudad de México, Sonora, Sinaloa y Nuevo León, quienes buscaban luchar por la democratización del país a través de la vía armada. Esta transformación culminó el 15 de marzo de 1973 con la formación de la Liga Comunista 23 de Septiembre, con pretensiones de tener alcance nacional.

El objetivo de la lucha cambió hacia derrocar al Estado e implantar un gobierno socialista, instaurando un Estado del proletariado. Esto implicó aumentar su presencia en diferentes ciudades del norte, centro y sur del país, así como desarrollar diversos organismos para llevar a cabo tareas organizativas y de propaganda, como fue el caso del periódico Madera. La estrategia contemplaba varias acciones, desde la huelga económica para paralizar la producción total o parcial de industrias y empresas, hasta la huelga política donde el proletariado se organizaría para luchar contra la ofensiva de la burguesía. Esto conduciría a la agitación social mediante la dispersión de propaganda y a la organización de la guerrilla para combatir tanto en las ciudades como en el campo, con el objetivo de enfrentarse a caciques, guardias blancas y soldados.

A pesar del debilitamiento social del gobierno debido a su incapacidad para lograr la redistribución de la riqueza, aún mantenía la fuerza suficiente para combatir a los grupos guerrilleros gracias a su compleja estructura interna y a sus alianzas exteriores que impedían el apoyo de naciones socialistas. Por lo tanto, movimientos como la Liga serían rápidamente reprimidos por la fuerza del Estado.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Rodolfo Gamino Muñoz y Mónica Patricia Toledo González. Origen de la Liga Comunista 23 de Septiembre, de la revista Espiral, vol. XVIII, no. 52.

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Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Panfleto de la Liga 23 de Septiembre, agosto de1978.
  • Derecha: Anónimo. Portada del periodico «Madera».

El sitio de Guadalajara y la batalla de Calpulalpan, la derrota conservadora

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Por segunda vez durante la Guerra de Reforma, la ciudad de Guadalajara se convirtió en un campo de batalla entre liberales y conservadores a finales de septiembre y principios de octubre de 1860. Esta vez, los conservadores se habían atrincherado en la ciudad bajo el mando del general Severo Castillo, mientras que los liberales, inicialmente liderados por Jesús González Ortega y posteriormente reemplazado por Ignacio Zaragoza, tenían la misión de tomarla.

Sin embargo, se enfrentaban a la dificultad de la pronta llegada de refuerzos conservadores liderados por Leonardo Márquez y Tomás Mejía, quienes contaban con una fuerza de 4,300 hombres y estaban financiados con $200,000 pesos obtenidos de préstamos forzosos durante su victoriosa campaña por el Bajío. Zaragoza se vio presionado por el tiempo y decidió tomar Guadalajara a toda costa, a pesar de que las tropas conservadoras rondaban los 6,000 efectivos, cuyas fuerzas se veían mermadas por la falta de recursos.

Así, en la mañana del 29 de octubre, Zaragoza inició el asalto, desencadenando una batalla cruenta y sin cuartel que dejó la ciudad en ruinas y ninguno de los bandos se proclamaba como vencedor después de 14 horas de combate continuo, dejando exhaustas a ambas fuerzas.

A pesar de haber quedado igualados, la situación en el bando conservador estaba siendo más apremiante al quedarse sin dinero y sin parque. Por lo tanto, Castillo decide iniciar conversaciones con el general liberal Manuel Doblado, algo a lo que Zaragoza no se opuso, ya que esto le permitió preparar los morteros y continuar con el bombardeo al día siguiente. La reunión resultó en un armisticio de 15 días, durante los cuales las fuerzas conservadoras defensoras de Guadalajara no podían abrir fuego contra las tropas liberales. Esto permitió a Zaragoza concentrarse en atacar a Márquez, quien se encontraba en Zapotlanejo, a 34 km de la ciudad.

Para enfrentarlo, Zaragoza comisionó al general Nicolás Regules para perseguirlo y enfrentarlo en las Lomas de Calderón el 1ro de noviembre. La batalla se desencadenó después de que Márquez atacara como represalia contra Zaragoza por negarse a negociar, pero no pudo hacer frente a las tropas liberales y se dio a la fuga. Cerca de 3,000 soldados conservadores fueron capturados en la huida.

Como consecuencia de la derrota de Márquez, el general Castillo decide seguir sus pasos y abandona Guadalajara el 3 de noviembre, lo que representó una derrota decisiva para los conservadores al dejar en manos de los liberales los puntos más importantes del Occidente. Esto permitió a los liberales recuperar el Bajío y comenzar a prepararse, tanto comprando armamento a Estados Unidos como obteniéndolo de la ferrería de Tula. Reunieron una fuerza de 30,000 soldados y 180 cañones para dirigirse hacia la Ciudad de México.

Para finales de octubre, Miguel Miramón sabía que la causa conservadora estaba en desventaja. Un golpe moral fue el retiro de la legación británica, la cual desconoció su gobierno y se instaló en Xalapa. Ante esta situación, Miramón decide vender mobiliario y propiedades para pagar deudas y costear su huida a Europa junto con su familia. Una vez recibida la noticia de la toma de Guadalajara y la derrota de Márquez, Miramón declara el estado de sitio en la capital el 13 de noviembre y vuelve a imponer un préstamo forzoso de $300,000 pesos. Además, ordena a Márquez incautar los bonos de la legación británica por un valor de $660,000 pesos. Emitió una proclama donde admitía la situación crítica y preparaba a los capitalinos para la batalla.

La campaña final de los liberales contra los conservadores comenzó con una victoria para las tropas de Miramón en Toluca el 9 de diciembre, donde capturaron valiosos prisioneros como los generales Santos Degollado y Felipe Berriozábal, lo que les dio impulso para enfrentarse a las tropas de González Ortega, que habían tomado posiciones en la loma de San Miguelito en Calpulalpan con una fuerza de 16,000 hombres.

El día 21, Miramón llegó con la plana mayor de los comandantes conservadores, incluyendo a Márquez, Mejía, Marcelino Cobos y Miguel Negrete, para intentar infligir una derrota milagrosa utilizando los talentos del ejército federal. Esto marcó el inicio de la batalla de Calpulalpan el 22 de diciembre. Miramón decidió atacar el flanco izquierdo de las tropas de González Ortega, conformadas por la división de Michoacán. Sin embargo, tanto él como Zaragoza anticiparon su estrategia y enviaron a las fuerzas del general Regules a resistir el embate con las brigadas de Jalisco y San Luis Potosí. La estrategia de Miramón falló, y fue el turno de González Ortega de atacar a Miramón con las divisiones de Zacatecas y Guanajuato, con el apoyo del fuego de 30 cañones, resistiendo los conservadores durante cerca de una hora.

El ejército conservador finalmente sucumbe al ataque de González Ortega. Aunque tuvieron un breve momento de esperanza con la carga de caballería comandada por Joaquín Miramón (hermano de Miguel), no fue suficiente para cambiar el curso de la batalla. Poco a poco, los soldados conservadores se rinden y algunos cambian de bando, mientras que otros caen prisioneros. Miramón logra escapar de la batalla y se refugia en la Ciudad de México para preparar a su familia para su partida hacia Cuba. Él mismo encuentra refugio en la embajada española y deja la capital el 1 de enero de 1861. Las tropas de González Ortega entran en la ciudad el 25 de diciembre.

A partir del 1 de enero, se inician los festejos generalizados por parte de los liberales en todas las ciudades en celebración de su victoria. Se restaura el gobierno de la Constitución de 1857, y se consolida con el regreso del presidente Benito Juárez al Palacio Nacional el 11 de enero. Así, se pone fin a una guerra cruenta de tres años donde los mexicanos quedaron divididos en bandos irreconciliables. Sin embargo, pasarían algunos años más para la derrota final de los conservadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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Imagen: Casimiro Castro. Batalla de San Miguel Calpulalpan, decada de 1860.

La debacle conservadora en la Guerra de Reforma.

La victoria liberal en la Batalla de Silao tuvo un impacto significativo que marcó una tendencia infranqueable en contra de los conservadores. Desde el gobierno de Juárez, se difundió la noticia del triunfo de Jesús González Ortega sobre el general Miguel Miramón. González Ortega aprovechó la oportunidad para presentar a los liberales como benévolos al liberar a los prisioneros capturados durante su campaña en el Bajío.

En el bando conservador, comenzó a surgir cierta inestabilidad con la reaparición pública del expresidente Félix María Zuloaga y la tensión generada por la disputa sobre la devolución de la investidura presidencial a Miramón por parte del presidente de la Suprema Corte, José Ignacio Pavón. Este movimiento dio lugar a la excusa perfecta para que la delegación británica retirara su reconocimiento al gobierno conservador.

A partir de ese momento, la estrategia de González Ortega se centraría en lograr la toma de Guadalajara, con el objetivo de dejar a los conservadores atrapados en la Ciudad de México y Puebla, preparándolos para el golpe final.

Miramón comenzaba a quedarse sin opciones; la mayoría de las grandes ciudades estaban en manos de los liberales, con excepción de Guadalajara, la Ciudad de México y Puebla. Esto se debía, en parte, al financiamiento que Juárez estaba recibiendo gracias al inicio de los procesos de desamortización y venta de propiedades de la Iglesia en los territorios donde tenían presencia. Además, contaba con el apoyo diplomático de Estados Unidos.

Miramón se vio obligado a tomar medidas extremas para sostener la guerra. A mediados de agosto, inició con el cambio de su gabinete y liberó a Leonardo Márquez para que apoyara al general Pedro Ogazón en el frente de Guadalajara. Sin embargo, lo que enfureció a sus aliados fue la imposición de cobros forzosos. Solicitó a los empresarios un impuesto de $300,000 pesos y a la Iglesia la donación de sus tesoros en oro y plata para amonedarlos.

Ninguna de estas medidas ayudaría a cambiar las tornas. Márquez, como señal de rebeldía, no se dirigiría al Occidente hasta octubre. Los empresarios se negaron a pagar este impuesto, llegando incluso a encarcelar a un par de ellos. Además, el arzobispado, horrorizado por el despojo, frenó la entrega de sus objetos litúrgicos en octubre.

Hubo un breve respiro para Miramón a principios de septiembre debido a un error que tambalearía la posición de Juárez a nivel internacional. El general Santos Degollado, desesperado por adquirir recursos para financiar la toma de Guadalajara, decidió confiscar una carga de plata con un valor de $1,127,414 pesos, de los cuales $400,000 pertenecían a capital británico. Esto provocó que la legación británica, junto con la francesa y la española, exigiera a Juárez la devolución del dinero, comprometiéndose a hacerlo el 24 de octubre, más un pago adicional en concepto de indemnización.

A pesar de este tropiezo, los $700,000 restantes fueron suficientes para comenzar el cerco sobre la capital tapatía. La primera acción fue el posicionamiento de las tropas liberales el 20 de septiembre de 1860 en el pueblo de San Pedro Tlaquepaque por parte de González Ortega. Al día siguiente, González Ortega escribió una carta al lugarteniente conservador, Severo Castillo, para tratar de convencerlo e intimidarlo para que rindiera la plaza sin necesidad de iniciar un derramamiento de sangre, aunque ya había algunos tiroteos en los alrededores. Esto llevó a que Castillo aceptara reunirse con González Ortega en la garita de Tlaquepaque para discutirlo. Puso como condición para la entrega la renuncia de Juárez y el inicio de un nuevo proceso electoral siguiendo las reglas de la Constitución de 1857, además de un proceso de reformas a la misma.

Al fracasar los intentos de González Ortega para la entrega pacífica de Guadalajara, el sitio inicia el 27 de septiembre con el corte del suministro de agua potable a la ciudad. Hasta el 1ro de octubre, la artillería comienza a devastarla, agotándose las pocas provisiones que tenían, lo que lleva a la población civil a retirarse sin ninguna posesión para salvarse de la batalla. A pesar de esta posición adversa, Castillo se niega a rendir la plaza y se encierra con sus 6,000 soldados, que poco a poco fueron disminuyendo. Estaba esperanzado en la llegada de los refuerzos de Márquez, quien parte junto con Tomás Mejía hasta el 10 de octubre, llevando a cabo una campaña relámpago donde recuperan Querétaro, León, Irapuato, Guanajuato y Lagos. En el bando liberal también empezaban a surgir problemas al enfermar González Ortega de «calenturas» que no lograban apaciguar, por lo que decide nombrar al joven general Ignacio Zaragoza como su reemplazo. Sería él quien tomaría las decisiones para contrarrestar la llegada de los refuerzos conservadores.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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Imagen:

 – Izquierda: Anónimo. Garita de Tlaquepaque, mediados de siglo XIX.

 – Derecha: Anónimo. Retrato de Jesus Gonzales Ortega, ca. 1860. 

Las primeras redes de la plata zacatecana.

Con considerables esfuerzos, los españoles lograron consolidar la fundación de Zacatecas gracias a las abundantes vetas de plata descubiertas en los cerros circundantes. Este hallazgo provocó que numerosos colonos novohispanos vieran en la frontera septentrional una oportunidad rápida para escapar de la pobreza y acumular una fortuna sustancial, transformando el panorama de lo que inicialmente se percibía como una región insignificante y empobrecida.

Junto con Zacatecas, los pueblos vecinos también experimentaron los beneficios de las riquezas al formar parte de la ruta hacia la ciudad, como fue el caso de Juchipila, Izatlan y Nochistlán. Además, establecieron un vínculo directo con la Nueva Galicia, donde podían abastecerse de productos esenciales para mantener la presencia de los colonos. Hacia 1549, la región quedó completamente comunicada con el resto del virreinato gracias a la apertura de caminos hacia Querétaro, Guanajuato y Michoacán. Esto garantizó el suministro de productos agrícolas y facilitó la comunicación eficiente. Con el tiempo, estas redes se ampliaron al establecerse un camino directo con México.

Gracias a la presencia de estas riquezas, fue posible la fundación de numerosos pueblos a lo largo del camino de México a Zacatecas, comenzando por el norte de la Cuenca, donde se abría el camino y atravesaba territorios de naturaleza semiárida. Estas áreas, en tiempos prehispánicos, eran regiones con poblaciones pequeñas y una forma de vida aldeana o de rancherías, que mantenían contactos con las tribus nómadas chichimecas.

Durante la administración del primer virrey Antonio de Mendoza, una de sus prioridades fue avanzar en el desarrollo del camino hacia el norte. Iniciativas como la comunicación con Jilotepec para llegar a Querétaro fueron clave. También se llevaron a cabo la construcción de caminos para conectar Tepeji, logrando tenerlos listos entre los años 1550 y 1555. Mendoza trabajó con el gobernador indígena de Michoacán para asegurar el abastecimiento de productos hacia las minas. Esto incluyó la apertura del camino hacia Zitácuaro y Acámbaro, así como la incorporación en la red de Maravatío, Cimayo, Ucareo y Orirapúndaro. A finales de la década, se contaba con dos caminos: uno desde Valladolid hasta Zitácuaro, Cuitzeo, Maravatío y Acámbaro, y otro que lo conectaba con Guanajuato para llegar a Lagos y Aguascalientes.

Pronto, nuevos descubrimientos aumentaron la riqueza de la región al encontrar importantes yacimientos de plata en Guanajuato. Esto llevó a que Guanajuato fuera considerado no solo como un sitio de paso hacia Zacatecas, sino también como una fuente de riqueza con necesidades propias. Como resultado, la demanda de productos agrícolas de Michoacán aumentó, impulsando el desarrollo local como productor. Guadalajara, la orgullosa capital de la Nueva Galicia, no se quedó atrás y aprovechó la ventaja de su proximidad. Se crearon caminos que pasaban por Juchipila y otros que se dirigían a Teocaltiche. Tanto en las regiones cercanas como en el norte de Zacatecas, se continuaron descubriendo minerales de plata. Esto permitió trazar un camino con itinerario Fresnillo-Jerez-Tlaltenango-Teul-Río Grande para llegar a la capital tapatía.

Las condiciones físicas representaron un desafío real para el trazado y la construcción de estos caminos. Las rutas de Guadalajara eran más llanas y de fácil mantenimiento, mientras que el camino desde México requería diversos procesos de nivelación para evitar problemas.

Los propios mineros contaban con los recursos necesarios para financiar la construcción de caminos que los condujeran a sus principales reales de minas y los conectaran con las rutas principales. Sin embargo, cualquier iniciativa de este tipo requería la aprobación del virrey, quien enviaba a un experto para trazar la mejor alternativa sin afectar los derechos de las tierras de los pueblos indígenas. Este proceso se llevó a cabo durante el trazado del ramal para conectar las minas de Ixmiquilpan con el Camino de Zacatecas, donde el virrey Luis de Velazco contó con el respaldo del corregidor Diego Flores. Flores evaluó las alternativas propuestas por los mineros y luego se encomendó la construcción a Francisco Muñoz, responsable de administrar los trabajos de los indígenas de Jilotepec y Tula.

Además de contar con caminos en buen estado, era necesario disponer de la infraestructura adecuada para atender las necesidades de los viajeros. Se fomentó la apertura de posadas para albergar a las diligencias cuando no era posible continuar con la jornada. Estos establecimientos estaban bajo la administración tanto de comunidades indígenas como de estancieros novohispanos. Esta iniciativa tenía como objetivo hacer más llevadero el viaje para las caravanas, proporcionándoles lugares para descansar y alimentarse.

Sin embargo, era fundamental que estas posadas estuvieran supervisadas por las autoridades para prevenir abusos tanto hacia los viajeros como hacia las comunidades cercanas. El principio rector era que no representaran una carga para el propio consumo de estas comunidades. Además, los propios indígenas, en algunos casos, ofrecían sus casas para albergar a los viajeros. Incluso hubo situaciones en las que los mineros donaron tierras para que las órdenes mendicantes establecieran sus propias posadas y pudieran obtener los recursos necesarios para completar su labor evangelizadora en el septentrión.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Philip W. Powell. La guerra chichimeca (1550-1600).

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Imagen: Anónimo. Mapa de Nueva Galicia, 1606.

La construcción del puerto de San Blas.

A finales de la década de los 60 del siglo XVIII inician los trabajos de edificación del pueblo, contribuyendo tanto los primeros colonos y también se contó con la mano de obra de presidiarios, los cuales la corona manda la orden de llevar a todos los condenados del virreinato para conmutarles la pena de la deportación a las Filipinas. El pueblo como tal quedaría cerca de las instalaciones portuarias para facilitar su presencia en las labores de maniobra, mientras el centro quedaría como el centro de las autoridades y de los servicios religiosos junto con su zona habitacional, además de considerarse la construcción de una escuela de primeras letras. Algo relevante en esta primera traza vemos la implementación de las políticas borbónicas para subyugar a la Iglesia para limitar sus potestades, razón por la cual no se permitió el asentamiento de órdenes religiosas en el puerto y solo se mantuvo a una iglesia con un fraile franciscano dependiente del obispo de Guadalajara para dar los servicios espirituales, donde tanto el cómo los capellanes recibían el trato de empleados del rey.

El estar bajo supervisión real no garantizo el proporcionar viviendas dignas, ya que hasta 1768 la gran parte seguían siendo jacales de materiales locales y solo se habían alcanzado a construir la mitad de las viviendas proyectadas, donde llegaron a vivir en ellas hasta dos familias en medio de los arenales húmedos de la desembocadura del rio Santiago. Esta pésima distribución de las casas provoco que fueran presa tanto de las inundaciones del rio y las lluvias como de las enfermedades tropicales propagadas por los mosquitos, por lo que las autoridades decidieron ya no hacer la promesa de dotarles de casas construidas de cal y canto por lo malo que había resultado el terreno, esto se vio demostrado con una tormenta acontecida en julio de 1769 que dejaría el agua a la altura de la rodilla. A partir de entonces, las autoridades decidieron trasladar al pueblo al Cerro de San Basilio, lugar que consideraron como el ideal al no estar a merced de las inundaciones, la humedad, las enfermedades y los vientos, pero no pudieron realizar la mudanza porque debía de contar con el permiso del virrey y muchos de los vecinos esperaron años.

Tras seis años de los inicios de las obras, San Blas solo contaba con 115 casas, de la cuales solo 2 eran de piedra y lodo y el resto eran de palma, albergando alrededor de 752 habitantes, aunque esto no evito que ya estuvieran concluidos edificios como el cuartel, la comisaria, la casamata y la contaduría, aunque continuaron sin resolver el traslado de las casas al interior. Esta situación provoco que el pueblo requiriese continuamente de aprovisionarse de materiales de construcción para mantener en pie las casas, pero además empezaban a surgir problemas entre la población civil con los marinos donde las mujeres dedicadas a la cocina o a la lavandería se metían en pleitos y escándalos, por lo que el comisario Francisco Trillo le propone al virrey Mayorga que solo vivieran en el puerto los marinos necesarios para las guardias con sus familias. Poco a poco, el resto de los vecinos empezarían a ser trasladados al Cerro de San Basilio. Esto no fue el fin de los problemas, porque muchos de los colonos originales ya se habían ido para 1781, perdiendo con ello sus derechos a la posesión de la tierra otorgados por la corona, en cambio estos eran remplazados por nuevos migrantes, quienes llegaban a comprar las tierras para habitarlas.

Para esta etapa, solo los edificios de gobierno estaban construidos con materiales duraderos, el resto de las construcciones civiles seguían siendo de palma, aunque estos no llegaron a ser de grandes proporciones como los de Veracruz, solo se hizo lo indispensable para mantener el funcionamiento del puerto. De las únicas ventajas ofrecidas por la región era la disponibilidad de maderas tanto de las selvas aledañas como de las Islas Marías para abastecer al arsenal, además que la presencia del rio Santiago ofrecía la facilidad de trasladar la madera desde tierra adentro, incluso por el clima cálido se llega a proponer el cultivo del cáñamo para mantener abastecido al puerto de materiales como sogas y telas para las velas, pero la falta de apoyo de las autoridades hizo que el plan fracasase. El puerto no llegaba a obtener lo necesario para mantenerse, sobre todo por la necesidad de hacer llegar desde pertrechos y herramientas de hierro desde el interior, pero si se hizo imperativo que al menos se produjesen materiales como clavos y utensilios.

Donde no hubo problema fue con el abasto de alimentos, gracias a la existencia de ranchos de los alrededores y sobre todo por los recursos marinos eran suficientes para alimentar tanto a los vecinos como a los recién llegados al puerto, aunque productos como el trigo se tuvieron que importar desde Guadalajara o México y lo que no se pudo concretar fue la colecta de perlas debido a la abundancia de cocodrilos, tiburones y rayas en la costa. Como el puerto de San Blas no fue fundado como un puerto comercial, su manutención tuvo que depender del otorgamiento de un situado, el cual lo pagaba la fábrica de tabacos de Guadalajara, pero muchas veces estos recursos podían retrasarse y esto provocaba que las autoridades tuviesen que pedir prestado a los comerciantes de Tepic o solicitar dinero directamente a México para seguir operando el puerto.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Guadalupe Pinzón Ríos. Hombres de mar en las costas novohispanas. Trabajos, trabajadores y vida portuaria en el Departamento Marítimo de San Blas (Siglo XVIII).

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Imagen: Anónimo. Plano del puerto de San Blas, 1774. 

El nacimiento y desarrollo de Cotija de la Paz.

El territorio occidental del actual Michoacán viviría unos inicios dentro de la vida virreinal turbulentos, ya sea por su posición fronteriza dentro del reino purépecha al limitar con los cacicazgos y tribus seminómadas nahuas de Jalisco, esta situación fue heredada a los españoles quienes se abrieron paso con la ayuda purépecha a someter a sangre y fuego a los diferentes pueblos en su camino hacia el norte. Gracias al desarrollo económico que tendría Guadalajara, la misma Valladolid y el Bajío hizo que esta región limítrofe en las cercanías del lago de Chapala lograse tener un desarrollo ganadero al ser los abastecedores de estos tres polos de desarrollo. De las poblaciones que se vieron beneficiadas tenemos a Cotija, fundada por españoles en el siglo XVI, aunque hay discrepancias sobre el origen de su nombre al atribuirle procedencia purépecha y chichimeca donde quiere decir “sitio donde la garganta es más ancha”, también hay otra versión que le atribuye una procedencia hispana al ser el resultado de un anagrama de la palabra “jacobita” reforzando la leyenda del origen judío de los colonos, aunque esta versión se encuentra descartada por la existencia de documentos del siglo XVIII y XIX donde sus habitantes demostraron su “limpieza de sangre”.

El origen del pueblo deriva de la concesión hecha por las autoridades a Melchor Manzo de Corona “El Viejo” hacia 1578 para establecer estancias de ganado mayor y caballerías de tierras en los límites de las tierras correspondientes al pueblo de Tacátzcuaro, por lo que no tuvo una fundación formal, sino fue el asiento de las casas de rancheros criollos quienes hasta mediados del siglo XX seguían hablando un dialecto derivado del castellano antiguo. Su presencia difería de las fundaciones realizadas en la región las cuales se trataban de reducciones indígenas realizadas por los misioneros agustinos y franciscanos para su evangelización, por lo que estos pueblos poseían preminencia ante las autoridades frente a establecimientos como Cotija, la cual hasta el siglo XVIII por fin se le reconocería como pueblo. Fue gracias al incremento de la dinámica económica de ese siglo cuando Cotija pudo despegar para pasar de ser una estancia de rancheros gracias al incremento de la demanda de animales para el transporte para comunicar a Guadalajara con Valladolid, Colima, Querétaro, Pachuca, Sayula, Zacatecas y México para transportar diferentes productos mineros de la región.

De este periodo destacaría la formación de una pequeña elite local que aprovecho la bonanza para amasar una pequeña fortuna, siendo el más destacado el caso de Vicente Valencia y Valencia alias “El Huacalón”, nacido en 1769, inicia su vida empresarial como arriero, permitiéndole obtener los recursos para hacerse de una mina de sal en Colima, convirtiéndose así diversificar sus negocios para acrecentar sus riquezas. Gracias a su éxito como empresario, “El Huacalón” seria el artífice del desarrollo de Cotija al establecer en ella el primer comercio formal en su plaza, dedicándose al comercio a crédito otorgando hasta un año a pagar por sus mercancías que compraba directo de la Nao de China en Acapulco, haciendo que personas provenientes de diferentes pueblos de la región llegasen a comprar ante este sistema tan atractivo para conseguir las últimas novedades. Incluso aprovecharía su participación en la venta de la sal de su mina para entablar tratos en Santa María del Oro, Nayarit, población de origen minero destacado por su producción aurífera, permitiéndole entrar en la rama de la joyería al ser uno de sus principales distribuidores.

Esto hizo posible que para finales de siglo XVIII y principios del siglo XIX, el “joven” pueblo de Cotija se volviera en un pequeño polo de desarrollo con un potente capital acumulado para invertirlo en su propio desarrollo urbano, tan solo en el censo de 1822 ya había rebasado en población al histórico centro regional, Jiquilpan, al llegar a tener 4,047 habitantes frente a sus 3,259 pobladores siguiendo en descenso el resto de pueblos como Tingüindín, Tarécuato, Patambán, Los Reyes, Tacátzcuaro y San Angel. Fue así como ya en la época independiente Cotija tratara de nivelarse en con el resto de las grandes poblaciones en la región en el ámbito urbanístico y arquitectónico, formando parte de un movimiento arquitectónico olvidado y poco valorado que al dia de hoy está a merced de las necesidades modernas y el desinterés del gobierno, la arquitectura neoclásica mexicana.

El neoclásico llega en las últimas décadas del siglo XVIII como parte de las reformas borbónicas impulsadas por la corona, donde pretendían imbuir los valores de la Ilustración en los reinos de Indias, cambios que tenían que ver con el mundo del arte donde aún seguía los lineamientos del barroco y que se pretendía desplazar por el racionalismo. Hasta ese entonces, la arquitectura novohispana se había conformado a base de la practica dada a lo largo de siglos y que fue heredada en los diferentes gremios de constructores, por lo que la corona buscaba normar su práctica con el establecimiento de la Academia de San Carlos en la Ciudad de México en 1781, buscando con ello emular la gloria del pasado grecorromano y dejar el oscurantismo de la religión representado en lo exuberante del barroco. Con los cambios políticos de la primera mitad del siglo XIX, el neoclasicismo representaría los valores de la joven republica al estar desconectado con el pasado hispano, acercándolo con las naciones desarrolladas como Francia y Estados Unidos quienes marcaban el camino a seguir en la nueva era, y ese sería la morfología a seguir por los pueblos de Occidente quienes económicamente estaban mejor posicionados que el resto del país.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Gerardo Guízar Bermudez. Jose Maria Llerena. Un arquitecto ilustrado en Cotija de la Paz y su legado en el Obispado de Michoacan.

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Imagen: Anónimo. Mapa de la Intendencia de Valladolid de Michoacan, 1774.

La entrada española en la Gran Chichimeca.

Con la conquista de México-Tenochtitlan en 1521 empieza a surgir el nuevo orden hispano, el cual tuvo como una de sus primeros impulsos la búsqueda de riquezas para los aventureros que se prestaron a conquistar nuevas tierras donde pudiesen encontrar yacimientos de metales preciosos, búsqueda que iba siendo impulsada por la tradición orfebre de los pueblos indígenas donde usaban el oro como aditamento para sus gobernantes, pero tampoco fue tanto como para colmar la ambición de los conquistadores. A partir de ese entonces, los soldados empiezan a emprender diferentes campañas de exploración y de conquista a lo largo de Mesoamérica, donde aprovecharon el prestigio adquirido de haber sometido a los mexicas como una seria advertencia para los demás pueblos de la conveniencia de aliarse con los recién llegados, siendo uno de los conquistadores más prolíficos Nuño de Guzmán quien se dirigió hacia el occidente hacia 1536 y conforma el reino de la Nueva Galicia, siendo la base para continuar la exploración rumbo al norte.

Pero esta joven entidad seria amenazada por las condiciones prexistentes, ya que, a diferencia de los reinos indígenas de México y Michoacán, en el occidente pervivían sociedades agrícolas de menores dimensiones y con la presencia de población seminómada conocidos genéricamente como “chichimecas”, quienes a su vez no estaban interesados en someterse a ningún poder centralizado como lo habían hecho con los purépechas. Dos problemas se llegaron a conjuntar, la expedición de Francisco de Coronado de 1540 a 1542 que partió rumbo al norte ante la posible existencia de las ricas ciudades de Cíbola y que se vieron desilusionados ante el encuentro de las sociedades agrícolas de Nuevo México y la proliferación de tribus nómadas beligerantes, pero la más peligrosa fue la Guerra del Mixtón de 1541 a 1542 donde se vieron obligados de cambiar hasta tres veces la sede de la capital Guadalajara ante los constantes ataques de los caxcanes. Se había trazado una línea donde indicaba que cualquier excursión sería inútil, al norte de Querétaro y de la sede final de Guadalajara no había nada por lo cual seguir adelante, ni reinos del mismo calibre que el mexica o los tan ansiados metales preciosos, por lo que la exploración continuaría de la mano de los ganaderos en busca de mejores pastos y los misioneros en su labor evangelista.

La única fórmula posible para poder asegurar la presencia española en el Occidente era mediante un sistema militarizado con la construcción de presidios para proteger los nacientes pueblos y a los indígenas que aceptaban su cristianización, en estos casos serían muy útiles los contingentes de aliados indígenas del centro de México como los tlaxcaltecas, otomíes, mexicas e incluso purépechas que estaban más fogueados en el tipo de guerra entablado por los chichimecas, siendo fundamentales para asegurar el avance en el Bajío más allá al norte del rio Lerma. Para encabezar las expediciones, el primer virrey Antonio de Mendoza impulsa el sistema de encomiendas para incentivar a los españoles a trasladarse al occidente, con esto se logra concretar la fundación de nuevos pueblos como paso con Hernán Pérez de Bocanegra y Córdoba con Apaseo y Acámbaro, Juan Infante con Comanja y Juan Jaramillo con San Miguel el Grande. Al tener el antecedente de la Guerra del Mixtón cercano, Mendoza llama a los encomenderos a tratar con benevolencia a las tribus para evitar una nueva rebelión e insertarlos en el modo de vida español, siendo de utilidad la introducción de la ganadería y la cría del gusano de seda en el Bajío para convencerlos de incorporarse, mientras seguían avanzando en la fundación de plazas fuertes como Pénjamo erigida por el encomendero Juan de Villaseñor con el apoyo de los purépechas.

Mientras los rancheros y encomenderos hacían las cosas a su manera, las ordenes mendicantes estaban haciendo lo propio y se aventuraban más allá, este fue el caso de los agustinos de Metztitlán, desde donde el acceso a la sierra les daba la oportunidad de entrar en ella con el apoyo de los otomíes, por lo que a finales de la década de los 40 fundan Xilitla en la zona pame. Por el Bajío, los franciscanos hacían lo propio tomando como base Acámbaro donde serian dirigidos por fray Juan se San Miguel, quien logra fundar una población indígena de purépechas, otomíes y guamares cerca de San Miguel el Grande, pero no se quedó ahí y siguió adentrándose en territorios considerados como peligrosos como el habitado por los guachichiles, fundando Xichú que le serviría de enlace para llegar hasta Rio Verde, conformando una estructura misional que abarcaba iglesias, hospitales, conventos y escuelas para adoctrinar a los niños, aunque muchas de ellas solo llegaron a jacales. Otro de los principales misioneros fue fray Andrés Olmos, quien sería el principal evangelizador de la Huasteca y consolidando como principales puestos de avanzada a Panuco y Valles.

El único frente que quedaba por controlar era por los rumbos de Acaponeta, donde los indígenas no bajaban su animadversión a la presencia española, por lo que los soldados españoles no paraban de buscar yacimientos de oro y plata encontrando algunas vetas por la sierra de Guadalajara, todo esto fue posible gracias a que los caxcanes estaban siendo incorporados con éxito al modelo hispano. Esto no frenaría por completo el estallido de rebeliones indígenas por la Nueva Galicia, pero estas eran rápidamente sofocadas por los conquistadores, todas estas actividades eran sabidas por el virrey gracias al cuerpo de funcionarios que incluían dos corregidores, un juez y los comisionados en Jilotepec e Ixmiquilpan quienes le daban noticias de lo que hacían los conquistadores. Las cosas parecían haberse estabilizado en la naciente Nueva Galicia, pero en 1546 llegarían noticias que cambiarían dramáticamente los intereses de los españoles por el lejano septentrión.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Philip W. Powell. La guerra chichimeca (1550-1600).

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Imagen: 

  • Izquierda: Códice Techialoyan de Cuajimalpa, siglo XVI. 
  • Derecha: El virrey Antonio de Mendoza enfrentándose a los chichimecas en el cañón de Juchipila, Lienzo de Tlaxcala, lam. 58.

El desarrollo del culto de la Virgen de Zapopan.

A lo largo de la historia del virreinato, surgieron diferentes cultos locales basados a imágenes milagrosas que ayudaron a darle identidad a cada región en particular y que representaron diferentes etapas por las que tuvieron que atravesar y ayudo a consolidar el desarrollo de la cultura novohispana. Este es el caso de la llamada Nueva Galicia. Era la década de los 40 del siglo XVI cuando los españoles y sus aliados indígenas llegan al valle de Atemajac tratando de extender sus conquistas, pero la defensa de los nativos frente a los abusos de Nuño de Guzmán provocaría el estallido de la Guerra del Mixtón que frenaría por un tiempo el avance hacia el Occidente, incluso provocaría el fracaso para asentar una capital regional. Al igual que en otros lugares conquistados, fue necesaria la presencia de los religiosos para evitar el abuso de los encomenderos hacia los indígenas y garantizar con ello su conversión al catolicismo, siendo el padre seráfico Antonio de Segovia quien estaría a cargo del pueblo de Zapopan.

Llevaría consigo la imagen de una virgen elaborada en Pátzcuaro, pueblo que había destacado por el desarrollo de la técnica artesanal mesoamericana de la elaboración de esculturas con cañas de maíz adheridas con pegamento, lo que a la postre la convertiría en el centro manufacturero de esculturas religiosas del virreinato y cuyas imágenes llegaron hasta las Filipinas. En el valle de Atemajac, Zapopan se localizaba en uno de los mejores lugares de la región al estar en una posición más elevada con respecto a Guadalajara y la hacía más salubre, además de contar con una mayor cantidad de ojos de agua, esto hizo posible que pudiese dar hogar a los indígenas de Jalostotitlán quienes habían sido reasentados en el pueblo debido a que corrían el peligro de ser ejecutados por los españoles y de paso sirvió para reponer la población que se veía mermada por las enfermedades. Por la constante presencia de Antonio Segovia en las expediciones de conquista, dejaría Zapopan no sin antes de dejarle una capilla donde se adorase a la imagen que dejo y adquiriría la fama de milagrosa, dentro de las historias que se cuentan se dice que Zapopan pudo haber sido un santuario prehispánico dedicado a una deidad llamada Teopilzintli y su culto pueda tratarse de un legado sincrético.

Según las fuentes coloniales, el valle poseía al establecimiento del dominio español una población de 10,000 habitantes, pero los efectos de las enfermedades y la guerra la redujeron a 5,000 para el año de 1550 y en 1580 con el paso de la epidemia de tifo o “matlazáhuatl” la mermaría hasta los 1,500, quedando la población indígena para el siglo XVII con solo 500, situación que se solventa con el traslado de indígenas de los Altos para prevenir rebeliones. Zapopan se ubica al noroeste de Guadalajara, debido al trazado de los caminos como el de Zacatecas tendría una importancia fundamental al ser el paso a otros pueblos como El Teul, Colotlán, Tlaltenango, Jerez y el Septentrión novohispano, dándole al pueblo un gran potencial económico por todas las mercancías que pasaban por él, empezándose a convertir en un pueblo de gran importancia al volverse la residencia de la burocracia de la provincia. En los tiempos de la independencia su importancia crecería al ir escalando en su categoría, primero al ser considerado como partido y después pasaría a ser villa, con la pacificación de la región en 1818 le valdría que se le construyese un Colegio de Propaganda Fide y el templo de San Pedro.

Con el paso del tiempo, la fama de la pequeña imagen empieza a trascender al nivel regional conociéndose con el sobrenombre que le dieron en los años de la conquista como “la pacificadora” y cuyo culto se expandía con relación a los dominios de la Nueva Galicia con capital en Guadalajara, empezándose a convertir en un símbolo de la identidad neogallega al ser llevada en procesiones de visita a otros pueblos. Pero en 1607 la capilla original se derrumba y tuvo que construirse una nueva, mientras la imagen de la virgen tuvo que llevarse a varios lugares para albergarla, aunque hacia 1640 el obispo Juan Ruiz Colmenero inicia un proceso de investigación sobre sus milagros y determina que al finalizarse el nuevo santuario la imagen ya no tenía la necesidad de hacer las procesiones en los pueblos debido a que se contaban con las limosnas suficientes para sostener el santuario, pero los franciscanos quienes eran los guardianes de la imagen hicieron caso omiso y continuaron con ellas para no dejar esta fuente de ingresos, incluso se tuvieron los recursos suficientes para construir un edificio mejor que se termina hacia 1730.

Su posición estratégica en la comunicación de Nueva Galicia con respecto a las minas de Zacatecas y el noroeste facilita la dispersión del culto de la virgen de Zapopan y haría que tuviese una permanente afluencia de feligresía, a diferencia de los otros dos cultos de importancia como la Virgen del Rosario de Talpa y la Inmaculada de San Juan de los Lagos los cuales dependían de las ferias anuales celebradas en su honor. Popularmente, la virgen era invocada para buscar protección de las lluvias, rayos y epidemias, de ahí que se dispusiera las visitas de la imagen a la Catedral de Guadalajara y otros templos el 13 de junio cuando iniciaba la temporada de lluvias y el 4 de octubre cuando finalizaba (aunque después se mueven para el 20 de mayo y el 12 de octubre), pero a raíz del enfrentamiento con los insurgentes en la independencia recibiría el 15 de septiembre de 1821 el título de “La Generala” y se le encomendaría la protección de las tropas de Nueva Galicia, esto no impidió que se culminase la independencia al poco tiempo, pero se le atribuye el haber persuadido al ejército mexicano comandado por Nicolas Bravo a de entrar en batalla con el jalisciense el 14 de agosto de 1823 para ganarse el estatus de “Estado Libre de Xalisco”, convirtiéndose en la patrona del estado hasta nuestros días.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: José M. Muriá. Zapopan y su Generala, de la revista Estudios Jaliscienses no. 122.

Imagen:

La persecución villista en Jalisco a los carrancistas.

La vuelta de Francisco Villa rumbo a Guadalajara a mediados de febrero se vio reforzado con las tropas de José Rodríguez proveniente de Irapuato alcanzándolo en La Barca, donde empieza a organizarse para dictaminar la forma en como serian perseguidas las fuerzas constitucionalistas en el Occidente, antes que nada le encomienda a Rodolfo Fierro perseguir a las fuerzas de Francisco Murguía quien iba retrocediendo hacia Michoacán por los rumbos del lago de Chapala, decidiendo atacarlo por la retaguardia tomando el rumbo por Pajuacarán , Jiquilpan, Manzanilla y Concepción. Aun con estas precauciones, Fierro no logra alcanzar a Murguía sino hasta su encuentro con Manuel M. Diéguez en Atoyac, resistiendo el embate villista durante dos días para de ahí Diéguez se concentra en Sayula. El regreso de Villa a Guadalajara fue a paso lento debido a que las tropas constitucionalistas habían saboteado las vías del tren, por lo que tuvo que habilitarlas, pero ya cerca de la ciudad en el rumbo de Las Adjuntas les dejarían el campo lleno de cadáveres, por lo que también tuvo la tarea de recogerlos.

El paso de Villa por Guadalajara fue rápido, limitándose a volver a poner a Julián Medina como gobernador y de dar un discurso ante la población, el grueso de las tropas instala el campamento en las inmediaciones de la ciudad y en cuanto termina prosiguen con su trayecto rumbo al suroeste. En las cercanías alcanza a la retaguardia carrancista atacándola, de ahí divide sus fuerzas para dejar en manos de José Rodríguez el perseguir a Amado Aguirre, mientras el propio Villa sigue su camino en ferrocarril junto con la infantería y alcanza la retaguardia de Diéguez en Santa Acatlán comandada por Enrique Estrada, pero la estrategia de sabotaje cobra resultados y esto fuerza a Villa a instalarse en Zacoalco en lo que reparaban las vías, siempre a la vista de las fuerzas de Diéguez. Por su lado, Rodríguez avanza por el norte del lago y de ahí se desvía hacia el sur para reunirse con Fierro, poniéndose como objetivo el expulsar a las tropas de Murguía de Atoyac, plan que fue reafirmado por Villa quien ordena la concentración de sus tropas en ese frente y en Techaluta, estas poblaciones se encuentran en las orillas del lago de Sayula y todo indica que en ese momento se encontraba seco, situación que estaba prevista tanto por Diéguez como por Murguía para recibir a los villistas.

No se sabe el lugar exacto donde se desarrolló la batalla, las fuentes son imprecisas al momento de ubicarlo, pero esta seria conocida como la “Batalla de la Cuesta de Sayula” la cual pudo haber sido determinante para el bando villista. Las estimaciones calculan que tanto constitucionalistas como villistas pudieron tener de 11,000 a 12,000 para esta batalla, instalándose las tropas carrancistas en los puntos principales de las vías del tren y estableciendo Diéguez el cuartel general en la estación Manzano, desde ahí dirigió la defensa respaldándose con la excavación de trincheras y “loberas” en las cumbres y las faldas de la cuesta, logrando rechazar el ataque de Fierro iniciado en la noche del 17 de febrero. Mientras Villa se instala en la hacienda de Amatitlán en una posición cercana a la batalla y con acceso a las vías del tren, el ala derecha de las fuerzas se establece en las cercanías de Sayula y la izquierda dirigida por Fierro y Sanchez eran los que estaban en la primera línea de la batalla. El día siguiente, las tropas de Fierro y de Seañez atacan el ala derecha carrancista, no sin ser avistados por Amado Aguirre quien manda a Enrique Estrada a enfrentarlos, logrando hacerlos retroceder.

Esto dio tiempo para que tanto Diéguez como Murguía se presentaran en el frente para pasar a la ofensiva, rechazando las cargas de caballería villista, conservando sus posiciones mientras los villistas iban recibiendo refuerzos. Pero para las 2 de la tarde las fuerzas carrancistas fueron bajando la intensidad debido a que se estaban quedando sin parque, oportunidad aprovechada por los villistas para atacar y abrir un hueco en las defensas, provocando desorden en las tropas defensoras y haciendo que Villa ordenase mantener la apertura con el fuego de la artillería, terminando por colapsar a los carrancistas quienes se vieron obligados a retroceder rumbo a Ciudad Guzmán. Como pudieron, tanto Diéguez como Aguirre lograban organizar la retirada, aguantando hasta las 6 de la tarde cuando llegaron las tropas de Fierro provocando la caída del frente carrancista, sumándose a la persecución Manuel Chao quienes les dieron caza y dejando una estela de muerte traducida en núcleos de soldados fusilados en su camino, provocando que Villa le ordenase a Fierro parar con la ofensiva ante los abusos cometidos.

Es así que Villa prosigue con la persecución rumbo a San Nicolas, siguiendo a Ciudad Guzmán para proseguir hasta Tuxpan, lugar donde dio la orden de parar la persecución, decisión controvertida al tener la capacidad de desterrar a los carrancistas de Occidente y sobre todo por los posteriores acontecimientos del Bajío. El problema se suscitó en el frente del noreste comandado por Felipe Ángeles, quien convence a Villa de trasladar tropas con él para fijar como objetivo la captura de Tampico, dejando sus planes de tomar Manzanillo y pone en encargo de evitar la recuperación de Diéguez y Murguía a Fierro, Calixto Contreras y Julián C. Medina. A pesar de estos perfiles, no lograron evitar la recuperación de los carrancistas quienes dos meses después recuperan Guadalajara y desde ahí le mandarían los refuerzos necesarios a Obregón para lograr su victoria en Celaya. La situación en que dejaron a las fuerzas carrancistas fue deplorable y Villa pudo haber terminado con esta resistencia, ya que incluso tanto Diéguez, Murguía y Aguirre terminaron divididos ante los resultados y se culpaban mutuamente de la derrota, pero de alguna forma lograron volverse a unir y esto marcaria el rumbo de la guerra al infringir serias bajas a los villistas en Jalisco.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra. 

Imagen: 

  • Izquierda: Anónimo. Rodolfo Fierro. 1914.
  • Derecha: Hmnos Casasola. Francisco Murguia. 1916

Mitos y realidades sobre la insurgencia en Guadalajara.

Uno de los episodios celebres por parte de la historiografía oficialista sobre la independencia tiene que ver con la primera etapa de comandada por Miguel Hidalgo y su llegada a Guadalajara, ya que sería en esta ciudad donde saldría buena parte del ideario político de la insurgencia del que se irían a conducir a partir de entonces, pero se dejan pasar muchas cosas como el hecho de que los tapatíos no estaban contentos con la presencia de los independentistas. Fue el “Amo” Torres quien derrota a las fuerzas civiles y las pocas milicias de la Intendencia de Guadalajara quienes no les quedo de otra más que entregar la ciudad, entrando el 11 de noviembre por la mañana con la promesa de no hostigar a la población civil, pero el que no cumpliría con tal orden fue el caudillo Miguel López de Portugal de quien se sabe empieza a cometer una serie de abusos desde la garita de Zapopan, concentrándose poco a poco en la ciudad el grueso de las tropas insurgentes.

Guadalajara vivía hechos inéditos conforme se seguía concentrando el ejercito insurgente, empezando los problemas con el abastecimiento de alimentos que ya estaba haciendo mella, por lo que el “Amo” Torres tuvo que empezar a requisar tanto alimento, pastura y maíz para mantener a las tropas, no sin antes provocar una crisis en la región al desabastecer a las jurisdicciones de Tlajomulco, Zapopan, San Cristóbal de la Barranca, San Pedro y Tonalá. A esto se le sumo el problema de darle cobijo a tanta gente, por lo que pasaron a ocupar las plazas públicas y los atrios de las iglesias para montar sus campamentos, algo que los vecinos resintieron por el aumento de problemas con los soldados y con ello la inseguridad, llegándose a contabilizar la llegada de 80,000 personas que resultaban más del doble de la población original, provocándose con ello un serio problema de salubridad ante el aumento de los desechos.

Había fuertes divisiones entre las acciones de Hidalgo con las de su segundo al mando Ignacio Allende, siendo el traslado a Guadalajara dejando Valladolid una de ellas debido a que el militar veía amenazada la plaza michoacana al poder estar a merced de el contraataque de Félix María Calleja, algo que Hidalgo no hizo caso y se traslada a la capital tapatía tanto por ser un centro regional de importancia dentro de virreinato, como por su calidad de servir como camino para llevar la insurgencia rumbo al noroeste y sobre todo para adquirir sus recursos económicos para pagar a la tropa. Es así que Hidalgo junto a sus contingentes llega el 26 de noviembre supuestamente siendo recibido por aclamación, pero lo cierto es que no hay fuentes locales donde se hayan pronunciado a favor de la insurgencia, pero los más interesados fueron las autoridades de la ciudad para impedir en lo posible sucediesen matanzas como las de Valladolid, pero donde si hay constancia de la popularidad de la insurgencia fue en los pueblos quienes si se vieron convencidos como una salida a la explotación de los hacendados.

A pesar de las promesas de dejar en paz a la población, esto no sucedió y se llevaron a cabo confiscaciones a las clases altas y a comerciantes, pero sobre todo a los españoles, quienes no pudieron eludir el destino de lo sucedido en Valladolid y pronto los rumores de una conspiración le llegaron a Hidalgo, dando inicio a la purga donde noche a noche mandaban a ejecutar gachupines en las barranquitas a la espalda del Hospital de Belen, llegándose a contabilizar entre 500 y 700 muertos en dos meses. Seria Guadalajara la ciudad donde más tiempo estuvo Hidalgo alojado, ya que tanto en Guanajuato como en Valladolid solo estuvo unos cuantos días, dándole tiempo para reestructurar la insurgencia y con ello darle más solidez al movimiento al nivel político, empezando por cambiar las nomenclaturas de las instituciones virreinales para rebautizarlas como nacionales, dando el decreto de abolición de la esclavitud, la fundación del periódico “El Despertador Americano, la supresión de los tributos indígenas, nombrar como embajador ante el Congreso de Washington a Pascasio Ortiz de Letona con la intención de formar una alianza y empieza a designar a varios cabecillas para expandir la insurgencia a otros territorios.

Todas estas medidas en realidad tuvieron muy poco impacto al solo aplicarse en los territorios controlados por los insurgentes, incluso elementos tan aclamados por el nacionalismo como el periódico “El Despertar Americano” no fue tan importante debido a que estaba dirigido para convencer a los criollos ante una población mayoritariamente analfabeta. El desorden con que Hidalgo había manejado el movimiento pronto tuvo sus consecuencias con la derrota de la Batalla de Puente de Caldero el 18 de enero de 1811 donde 6,000 soldados realistas dirigidos por Calleja lograron vencer a todo el contingente insurgente, siendo recibido por los tapatíos con alivio e incluso llegaron a mandarle cartas al virrey Venegas para que nombrasen a Calleja como el nuevo intendente, pero decidió designar a José de la Cruz quien toma el poder en febrero.

Pronto los pocos que habían dado su respaldo a Hidalgo dentro de la ciudad cambian su discurso arrepintiéndose de sus actos y narrando las tropelías de los insurgentes, todo con tal de no ser objeto de sanciones por parte de los realistas, como sucedió con el editor de “El Despertador Americano” Francisco Severo Maldonado. El paso se la insurgencia sumiría en una crisis económica a los comerciantes de la ciudad al interrumpirse la comunicación tanto con el resto de la intendencia como con las Provincias Internas de Occidente, pero al no lograr fructificar el ideario independentista en la región se reestablece la dinámica comercial al haber adquirido sus puertos el comercio de marítimo tanto con las Filipinas como con Sudamérica, recuperándose económicamente y con ello con la consumación de la independencia seria uno de los territorios menos afectados por la guerra.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Jaime Olvera Legaspi. Guadalajara frente a la insurgencia, del libro La Independencia en las provincias de México.

Imagen: Victor Labielle. Hidalgo y su ejército entrando triunfalmente a la ciudad de Guadalajara, 1886.