El nacimiento y desarrollo de Cotija de la Paz.

El territorio occidental del actual Michoacán viviría unos inicios dentro de la vida virreinal turbulentos, ya sea por su posición fronteriza dentro del reino purépecha al limitar con los cacicazgos y tribus seminómadas nahuas de Jalisco, esta situación fue heredada a los españoles quienes se abrieron paso con la ayuda purépecha a someter a sangre y fuego a los diferentes pueblos en su camino hacia el norte. Gracias al desarrollo económico que tendría Guadalajara, la misma Valladolid y el Bajío hizo que esta región limítrofe en las cercanías del lago de Chapala lograse tener un desarrollo ganadero al ser los abastecedores de estos tres polos de desarrollo. De las poblaciones que se vieron beneficiadas tenemos a Cotija, fundada por españoles en el siglo XVI, aunque hay discrepancias sobre el origen de su nombre al atribuirle procedencia purépecha y chichimeca donde quiere decir “sitio donde la garganta es más ancha”, también hay otra versión que le atribuye una procedencia hispana al ser el resultado de un anagrama de la palabra “jacobita” reforzando la leyenda del origen judío de los colonos, aunque esta versión se encuentra descartada por la existencia de documentos del siglo XVIII y XIX donde sus habitantes demostraron su “limpieza de sangre”.

El origen del pueblo deriva de la concesión hecha por las autoridades a Melchor Manzo de Corona “El Viejo” hacia 1578 para establecer estancias de ganado mayor y caballerías de tierras en los límites de las tierras correspondientes al pueblo de Tacátzcuaro, por lo que no tuvo una fundación formal, sino fue el asiento de las casas de rancheros criollos quienes hasta mediados del siglo XX seguían hablando un dialecto derivado del castellano antiguo. Su presencia difería de las fundaciones realizadas en la región las cuales se trataban de reducciones indígenas realizadas por los misioneros agustinos y franciscanos para su evangelización, por lo que estos pueblos poseían preminencia ante las autoridades frente a establecimientos como Cotija, la cual hasta el siglo XVIII por fin se le reconocería como pueblo. Fue gracias al incremento de la dinámica económica de ese siglo cuando Cotija pudo despegar para pasar de ser una estancia de rancheros gracias al incremento de la demanda de animales para el transporte para comunicar a Guadalajara con Valladolid, Colima, Querétaro, Pachuca, Sayula, Zacatecas y México para transportar diferentes productos mineros de la región.

De este periodo destacaría la formación de una pequeña elite local que aprovecho la bonanza para amasar una pequeña fortuna, siendo el más destacado el caso de Vicente Valencia y Valencia alias “El Huacalón”, nacido en 1769, inicia su vida empresarial como arriero, permitiéndole obtener los recursos para hacerse de una mina de sal en Colima, convirtiéndose así diversificar sus negocios para acrecentar sus riquezas. Gracias a su éxito como empresario, “El Huacalón” seria el artífice del desarrollo de Cotija al establecer en ella el primer comercio formal en su plaza, dedicándose al comercio a crédito otorgando hasta un año a pagar por sus mercancías que compraba directo de la Nao de China en Acapulco, haciendo que personas provenientes de diferentes pueblos de la región llegasen a comprar ante este sistema tan atractivo para conseguir las últimas novedades. Incluso aprovecharía su participación en la venta de la sal de su mina para entablar tratos en Santa María del Oro, Nayarit, población de origen minero destacado por su producción aurífera, permitiéndole entrar en la rama de la joyería al ser uno de sus principales distribuidores.

Esto hizo posible que para finales de siglo XVIII y principios del siglo XIX, el “joven” pueblo de Cotija se volviera en un pequeño polo de desarrollo con un potente capital acumulado para invertirlo en su propio desarrollo urbano, tan solo en el censo de 1822 ya había rebasado en población al histórico centro regional, Jiquilpan, al llegar a tener 4,047 habitantes frente a sus 3,259 pobladores siguiendo en descenso el resto de pueblos como Tingüindín, Tarécuato, Patambán, Los Reyes, Tacátzcuaro y San Angel. Fue así como ya en la época independiente Cotija tratara de nivelarse en con el resto de las grandes poblaciones en la región en el ámbito urbanístico y arquitectónico, formando parte de un movimiento arquitectónico olvidado y poco valorado que al dia de hoy está a merced de las necesidades modernas y el desinterés del gobierno, la arquitectura neoclásica mexicana.

El neoclásico llega en las últimas décadas del siglo XVIII como parte de las reformas borbónicas impulsadas por la corona, donde pretendían imbuir los valores de la Ilustración en los reinos de Indias, cambios que tenían que ver con el mundo del arte donde aún seguía los lineamientos del barroco y que se pretendía desplazar por el racionalismo. Hasta ese entonces, la arquitectura novohispana se había conformado a base de la practica dada a lo largo de siglos y que fue heredada en los diferentes gremios de constructores, por lo que la corona buscaba normar su práctica con el establecimiento de la Academia de San Carlos en la Ciudad de México en 1781, buscando con ello emular la gloria del pasado grecorromano y dejar el oscurantismo de la religión representado en lo exuberante del barroco. Con los cambios políticos de la primera mitad del siglo XIX, el neoclasicismo representaría los valores de la joven republica al estar desconectado con el pasado hispano, acercándolo con las naciones desarrolladas como Francia y Estados Unidos quienes marcaban el camino a seguir en la nueva era, y ese sería la morfología a seguir por los pueblos de Occidente quienes económicamente estaban mejor posicionados que el resto del país.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Gerardo Guízar Bermudez. Jose Maria Llerena. Un arquitecto ilustrado en Cotija de la Paz y su legado en el Obispado de Michoacan.

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Imagen: Anónimo. Mapa de la Intendencia de Valladolid de Michoacan, 1774.

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