El nacimiento de la Liga comunista 23 de septiembre.

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Durante la década de los 60, la presidencia buscó ejercer un poder que soterrara cualquier intento de cuestionar la legitimidad del grupo en el poder para mantenerse en la cima. Sin embargo, a pesar de las presiones, algunas organizaciones sindicales y estudiantiles buscaron enfrentar esto mediante la formación de manifestaciones, huelgas e incluso llegaron a la radicalización, conformando guerrillas.

Uno de los epicentros de la lucha estudiantil se dio en Guadalajara, donde en la década de los 50 surgió en el barrio de San Andrés un grupo de jóvenes conocidos como Los Vikingos. Estos jóvenes pertenecían a familias migradas del campo y reclamaban mejores condiciones de vida. Aunque esta organización mantenía una estructura subdividida en varios grupos según las calles del barrio, se unían cuando era necesario ejercer más presión.

Inicialmente, Los Vikingos eran una agrupación juvenil más dentro del ambiente urbano tapatío. Sin embargo, el contacto que tuvieron con el profesor Ricardo Balderas mientras estaban en secundaria les dio un sentido a sus inquietudes juveniles. Cuando pasaron al bachillerato, comenzaron a participar en los mecanismos políticos estudiantiles de la ciudad, manejados por la Federación de Estudiantes de Guadalajara.

Así, los miembros de Los Vikingos luchaban por arraigar la cultura democrática en la toma de decisiones estudiantiles. Sin embargo, la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) contaba con el respaldo del gobierno estatal, lo que le permitía mantener diferentes grupos de choque y golpeadores a sueldo para atacar a potenciales rivales. Además, les aseguraba impunidad frente a los delitos que pudieran cometer y les servía como plataforma política para acceder a cargos dentro del gobierno.

Esto no detuvo las intenciones de Los Vikingos de participar en la política. Mejoraron su organización interna para competir en las elecciones estudiantiles y comenzaron a definir una línea ideológica para fundamentar su lucha política contra la FEG, denunciando su falta de compromiso para resolver la problemática real de los estudiantes. Con ello, propusieron medidas como la reducción de las tarifas del transporte público, la disminución de las cuotas escolares y la anulación del paro de labores de manera arbitraria.

Estas propuestas atrajeron la atención de más agrupaciones barriales que se unieron a Los Vikingos, incluyendo organizaciones masónicas y grupos ideológico-políticos como las Juventudes Comunistas.

Ante la crisis derivada de los movimientos estudiantiles en 1968, el gobierno presionó a la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) para aumentar su control sobre Los Vikingos y desmovilizar las marchas en honor a los muertos por la masacre del 2 de octubre. Esto se tradujo en la suspensión de labores en algunos centros de estudio sospechosos, patrullaje en centros escolares y detenciones de estudiantes que manifestaban apoyo a los huelguistas de la UNAM y el IPN.

A pesar de que Los Vikingos se replegaron debido al aumento del acoso por parte de la FEG, aprovecharon esos momentos para fortalecer sus redes políticas en otros barrios de la ciudad. Reconstruyeron tanto sus redes de transacción a través de una agenda política-cultural, pero lo que tuvo más peso fue la definición política, debatiendo entre seguir a las Juventudes Comunistas o a los masones. Las opciones iban desde la radicalización de la lucha hasta la integración dentro de la lucha política y social.

Gracias a la intercesión de los masones, quienes utilizaron sus vínculos con algunos políticos del PRI, se logró negociar que les asignaran el Auditorio Plutarco Elías Calles para celebrar sus reuniones. Con esto, se consolidó la unión de Los Vikingos, las Juventudes Comunistas y los masones en una nueva organización llamada Juventudes Juaristas. Sin embargo, este nuevo enfoque político desestimó la lucha estudiantil hacia 1970.

Ante la crisis por la salida de miembros, las tres organizaciones de las Juventudes Juaristas replantearon sus objetivos a mediano plazo y decidieron radicalizar el movimiento para contender contra la FEG en las elecciones de la presidencia universitaria. Construyeron células y brigadas para combatir los esfuerzos de sus rivales, augurando el éxito de sus esfuerzos debido al desprestigio que tendría la FEG, y conformaron el Frente Estudiantil Revolucionario (FER).

Las acciones del FER para mantener el movimiento se volvieron clandestinas al promover asaltos para financiar la pinta de bardas, la distribución de volantes y panfletos, así como iniciaron entrenamientos en guerrilla urbana y la elaboración de explosivos caseros. Esto provocó la salida de más miembros y llamó la atención de las autoridades, respaldadas por la FEG, que comenzaron a detener a sus integrantes por sus acciones criminales.

Así, en dos años, el FER planteó el abandono de la política estudiantil para dirigirse a la lucha guerrillera, aprovechando la falta de oportunidades para que los jóvenes participaran en la política. Comenzaron a reclutar jóvenes de Ciudad de México, Sonora, Sinaloa y Nuevo León, quienes buscaban luchar por la democratización del país a través de la vía armada. Esta transformación culminó el 15 de marzo de 1973 con la formación de la Liga Comunista 23 de Septiembre, con pretensiones de tener alcance nacional.

El objetivo de la lucha cambió hacia derrocar al Estado e implantar un gobierno socialista, instaurando un Estado del proletariado. Esto implicó aumentar su presencia en diferentes ciudades del norte, centro y sur del país, así como desarrollar diversos organismos para llevar a cabo tareas organizativas y de propaganda, como fue el caso del periódico Madera. La estrategia contemplaba varias acciones, desde la huelga económica para paralizar la producción total o parcial de industrias y empresas, hasta la huelga política donde el proletariado se organizaría para luchar contra la ofensiva de la burguesía. Esto conduciría a la agitación social mediante la dispersión de propaganda y a la organización de la guerrilla para combatir tanto en las ciudades como en el campo, con el objetivo de enfrentarse a caciques, guardias blancas y soldados.

A pesar del debilitamiento social del gobierno debido a su incapacidad para lograr la redistribución de la riqueza, aún mantenía la fuerza suficiente para combatir a los grupos guerrilleros gracias a su compleja estructura interna y a sus alianzas exteriores que impedían el apoyo de naciones socialistas. Por lo tanto, movimientos como la Liga serían rápidamente reprimidos por la fuerza del Estado.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Rodolfo Gamino Muñoz y Mónica Patricia Toledo González. Origen de la Liga Comunista 23 de Septiembre, de la revista Espiral, vol. XVIII, no. 52.

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Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Panfleto de la Liga 23 de Septiembre, agosto de1978.
  • Derecha: Anónimo. Portada del periodico «Madera».

La dinámica del PAN en la sociedad de los 60.

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El gobierno mexicano de los años sesenta mantenía una estrategia ambivalente con respecto al tratamiento de los movimientos sociales. Por un lado, buscaba mantener comunicación con ellos mediante la colocación de líderes afines que contribuyeran a mantener la calma y les ofrecían algunos beneficios. Por otro lado, reprimía los nuevos movimientos sociales, como los trabajadores que rechazaban las propuestas gubernamentales, los grupos comunistas y las nuevas demandas planteadas por la juventud, entre otros.

Sin embargo, también era evidente que la estructura política del PRI se basaba en principios socialistas con un enfoque populista hacia la relación con el pueblo. Esto se hizo especialmente notorio durante el gobierno de Adolfo López Mateos, quien mantenía buenas relaciones con el bloque comunista, incluyendo el caso de Cuba, donde gracias a esta relación aseguró que no apoyaran a los grupos comunistas mexicanos.

A pesar de que los empresarios habían sido beneficiados por la política de «Desarrollo Estabilizador» del gobierno, no estaban de acuerdo con la asignación del presupuesto para cubrir los programas sociales. Por esta razón, sus organizaciones gremiales, como la COPARMEX y la CONCAMIN, comenzaron a expresar sus desacuerdos con el régimen y con su interlocutor empresarial, el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios.

La situación dentro del contexto eclesiástico también experimentó cambios. La Iglesia estaba perdiendo terreno en las sociedades de América Latina a favor de las agrupaciones comunistas, siendo el triunfo de la Revolución Cubana un golpe significativo. El Vaticano instó a los jerarcas eclesiásticos a involucrarse en las problemáticas sociales para frenar la proliferación del comunismo, viendo como una alternativa la introducción de los democristianos.

En contraste, las agrupaciones de derecha mexicanas tenían una marcada tendencia anticomunista y una fuerte presencia en los sectores medio-altos de la sociedad. Surgió la Confederación de Organismos Nacionales, que agrupaba a las principales organizaciones ligadas al Yunque, especialmente las universitarias como el Frente Universitario Anticomunista (FUA), el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), la Coalición para la Defensa de los Valores Nacionales (CDVN) y las Falanges Tradicionalistas Mexicanas (FTM).

Aunque estas agrupaciones estaban vinculadas con grupos conservadores tradicionalistas, estaban dando mayor dinamismo a la derecha en el contexto latinoamericano al integrar valores democristianos. Por otro lado, el PAN se negaba a darles entrada debido a la posición de Manuel Gómez Morín de constituir una derecha laica. Esto llevó a impulsar a Adolfo Christlieb Ibarrola a ocupar la dirigencia del partido de 1962 a 1968 por compartir los mismos principios y rechazar a la democracia cristiana como opción.

Desde 1952, el sistema político mexicano se manejaba con un reducido abanico de opciones. El PRI era el partido dominante, el Partido Popular de Vicente Lombardo Toledano representaba a las izquierdas y el PAN era la opción de las derechas. Otros partidos que no lograban obtener registro para participar en las elecciones también existían, pero el monopolio del PRI era evidente. En los años 60, los partidos de oposición solo tenían 20 de las 183 curules de la Cámara de Diputados. La respuesta del gobierno a estas quejas constantes fue la reforma electoral de 1963, que introdujo la figura de los diputados de partido. Durante el período de 1964 a 1973, la presencia de la oposición en el legislativo aumentó hasta alcanzar los 100 representantes en conjunto. Esta medida atenuó las críticas de los otros partidos y dio la impresión de que el PRI favorecía el juego democrático.

Este cambio fue respaldado por Christlieb, cuyo objetivo era la conciliación con el gobierno. Buscaba abrir más espacios para el PAN, con la idea de avanzar hacia la democratización de la sociedad de manera pacífica. Se propuso construir una oposición constructiva capaz de participar en la toma de decisiones gubernamentales, estableciendo así una base para futuros avances en el proceso democrático.

La realización del Concilio Vaticano II de 1962 a 1965 marcó un cambio significativo en la postura de la Iglesia, que comenzó a respaldar causas sociales y a llamar a los sectores conservadores a participar más activamente en las luchas de la sociedad civil. Este enfoque se basó en la idea de alcanzar una democracia liberal donde todas las posturas políticas tuvieran cabida, promoviendo la defensa de los derechos humanos y la participación política de los fieles.

En ese momento, las derechas habían logrado una conciliación con el gobierno bajo la administración de Gustavo Díaz Ordaz. Su política se centraba en fomentar el ahorro, mantener un endeudamiento bajo y promover un crecimiento económico moderado respaldado por el Estado. Esto tranquilizó a las clases medias en cuanto al gasto gubernamental excesivo.

Para mantener esta paz social, el gobierno debía ejercer su autoridad en respuesta a los reclamos sociales. Esta postura generó divisiones dentro de la oposición de derecha: mientras el PAN abogaba por una mayor participación política de los diversos sectores de la sociedad, una parte considerable apoyaba la posición represiva del gobierno como medio para contener el comunismo.

El PAN, a pesar de respaldar el pluralismo político, era crítico con la izquierda por su falta de respuesta ante los abusos de regímenes comunistas como el de Fidel Castro. En cambio, abogaba por el pluralismo político y la libertad de conciencia, promoviendo el liberalismo como principio para el orden internacional y defendiendo tanto el pluralismo religioso como político. Rechazaban la idea de que el Estado dictara el pensamiento de la sociedad. Durante el movimiento estudiantil de 1968, si bien criticaron la represión gubernamental y participaron en modificaciones legales, también cuestionaron la movilización social y abogaron por solucionar problemas a través de canales políticos establecidos. Culparon a la modernidad y la desintegración familiar por ciertos problemas sociales. Para las elecciones de 1970, el PAN mantuvo un discurso a favor de la democratización y la participación social, en línea con la doctrina social de la Iglesia, sin comprometer sus principios de liberalismo y laicidad.

Si bien el PAN apoyaba el pluralismo político, también era crítico con la postura de la izquierda por su falta de respuesta ante los abusos de regímenes comunistas como el de Fidel Castro. En su lugar, defendía el liberalismo como principio para el orden internacional y abogaba por la libertad de conciencia, tanto en lo religioso como en lo político.

Rechazaba la idea de que el Estado pudiera dictar el pensamiento de la sociedad. Durante el movimiento estudiantil de 1968, aunque cuestionó la represión gubernamental y participó en modificaciones legales, también mostró su desacuerdo con la movilización social, argumentando que los problemas debían resolverse a través de los canales políticos establecidos. Culparon a la modernidad y la desintegración familiar por ciertos problemas sociales.

En las elecciones de 1970, el PAN mantuvo un discurso a favor de la democratización y la participación social, alineado con la doctrina social de la Iglesia, sin comprometer sus principios de liberalismo y laicidad.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Tania Hernández Vicencio. Tras las huellas de la derecha. El PAN, 1939-2000.

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Imagen: Christlieb Ibarrola pronuncia discruso durante una ceremonia, Mérida, Yucatán, 1965.

El resquebrajamiento del “desarrollo estabilizador”.

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Los esfuerzos del gobierno por equiparar al país con los estados desarrollados estaban dando resultados, como lo indicaba el regreso al mercado de valores internacionales después de 50 años, con la emisión de Bonos para Fomento Económico por un valor de 40 millones de dólares, los cuales fueron adquiridos, mostrando la confianza de los inversores internacionales. Este éxito se debió a la disciplina mantenida por el gobierno para pagar las deudas puntualmente y realizar liquidaciones anticipadas, como el pago de la antigua deuda pública en 1960 y las indemnizaciones por la expropiación petrolera en 1963.

Sin embargo, a pesar de estos logros, el Estado empezó a enfrentar mayores dificultades para financiar sus intervenciones económicas, lo que llevó a un aumento de la deuda del 6.1% al 9.2%. Esto se debía a la necesidad de mantener su presencia en diversos sectores, como el transporte (24%), la producción de electricidad (22%) y la industria (12%), mientras que el resto era invertido por el sector privado. Esta situación estaba generando dificultades para obtener los recursos necesarios para mantener la inversión.

Una señal clara de estos problemas se refleja en el mercado crediticio, dominado en un 67% por la banca privada, con plazos de vencimiento de 5 a 8 años en promedio y tasas de interés superiores al 10%, las más altas del mercado. Esto ha llevado a que el coeficiente por servicio de deuda se eleve por encima del 25%, lo que representa la capacidad de pago del país. El gobierno ha tenido que recurrir constantemente a la deuda para cubrir los déficits de inversión pública, lo que dificulta cada vez más estar al día con los pagos, aumentar las reservas internacionales y mantener la paridad cambiaria.

Para la década en cuestión, el déficit en el intercambio de mercancías y servicios se financió en un 28% mediante inversión extranjera y en un 72% a través de deuda, debido a la rigidez del sistema comercial en exportaciones e importaciones. En 1965, el crecimiento económico fue prácticamente nulo como resultado de estos problemas y de las condiciones desfavorables en el mercado de materias primas a nivel internacional. Para asegurar un crecimiento sostenible, era necesario aumentar las exportaciones de productos manufacturados para impulsar el crecimiento industrial, un objetivo que en ese momento no se estaba logrando en el mercado externo.

El aumento de las necesidades del país se reflejó en un crecimiento de la balanza comercial, pasando del 7.1% en la década de los 50 al 7.7% en los 60, como parte de la política de sustitución de importaciones. Esto fue consecuencia del proceso de industrialización y la necesidad de adquirir maquinaria que no estaba disponible en el país, lo que se tradujo en un aumento de las compras de divisas del 24% en 1955 al 44% en 1970.

A finales de la década de los 60, México se encontraba entre los países más endeudados, ya que las exportaciones no eran suficientes para cubrir los ingresos necesarios para solventar las importaciones. Esta situación también hizo al país más dependiente de las innovaciones extranjeras para mantener una planta productiva costosa, lo que contribuyó a socavar la estabilidad económica y el tejido social interno.

Aunque la economía del país seguía creciendo a tasas del 6%, sectores como el agrícola se rezagaban con apenas un 2% de crecimiento hacia finales de la década, experimentando varias caídas durante ese periodo. A pesar de su contribución al financiamiento del crecimiento industrial, la falta de inversión y de una reforma agraria llevó a que este sector se agotara, siendo incapaz de satisfacer siquiera la demanda interna.

Por otro lado, el sector manufacturero experimentó el mayor crecimiento durante la década, con un aumento del 8.9% en comparación con la media del 7%, representando cerca del 23% de la producción nacional. Este crecimiento revirtió la tendencia negativa observada en el lustro de 1950 a 1955. Según los planes de los economistas, se esperaba aprovechar este crecimiento mediante la creación de un mercado interno protegido y restringido, donde se daría preferencia al consumo de productos locales, con aranceles que alcanzaban cerca del 34% del valor.

Sin embargo, uno de los problemas derivados fue la ineficiencia para producir la tecnología necesaria para sostener la propia industria, que solo abarcaba el 5% del total frente al 44% de bienes de consumo. Además, la apertura a la inversión extranjera permitió que las empresas transnacionales acapararan el 62% de la producción total del país, al tener la capacidad de importar tecnología industrial sin competencia local. Esto resultó en una disminución en las contrataciones del sector manufacturero, que pasaron de un crecimiento del 4.7% en la década de los 50 a un 3.7% en los 60, a pesar de que la población seguía creciendo a una tasa del 3.4% anual.

El abandono del campo y el aumento de la migración a las ciudades en busca de mejores oportunidades también ejercieron presión sobre el mercado laboral, ya que la maquinaria industrial reducía la necesidad de contratar personal, lo que no lograba satisfacer la demanda de empleo de una población en crecimiento.

Para finales de la década, los especialistas se dieron cuenta de que el crecimiento industrial no era capaz de resolver los desequilibrios internos, especialmente en una sociedad con un gran crecimiento demográfico, que situaba a México como el cuarto país más poblado del mundo. Sin embargo, este crecimiento no se traducía en empleo suficiente, lo que resultaba en un excedente de población desempleada. La capacidad de ascender a la clase media, que había sido la más próspera, resultaba insuficiente, y la concentración de la riqueza no disminuía. En términos de ingresos, el 70% de la sociedad mexicana se repartía solo el 31% de los ingresos nacionales, mientras que el 20% correspondiente a la clase media obtenía el 28% y el 10% de la clase alta se quedaba con el 41%. Esto contribuyó al aumento de la población en pobreza extrema, especialmente concentrada en los estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, y al elevado índice de analfabetismo del 28% en todo el país.

Las tensiones sociales dentro del sistema se hicieron evidentes en 1968, donde resulta insuficiente para el gobierno acallarlos por medio de sus practicas represivas al no lograr un estado de bienestar generalizado. Esto marcó el inicio de un proceso de desaceleración del crecimiento económico en 1969, que el sistema de «desarrollo estabilizador» ya no pudo gestionar adecuadamente frente a la realidad nacional.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Elsa M. Gracida. El desarrollismo.

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  • Izquierda: S/D. Jovenes en la Zona Rosa. 1970.
  • Derecha: Cartón de Rius.

La industrialización en los 60.

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A pesar de que los inicios de la década estuvieron marcados por los problemas derivados de las secuelas de la crisis de 1954, ya se empezaban a sentir los efectos de las políticas económicas del llamado «desarrollo estabilizador». Este enfoque implicaba que el gobierno se endeudara para invertir en obras públicas y así promover la inversión privada nacional y extranjera. Una de estas medidas fue la solicitud de un crédito por 265 millones de dólares a la Tesorería de los Estados Unidos, al Banco de Importaciones y Exportaciones y al Fondo Monetario Internacional, con el fin de mantener la paridad del peso.

Otro desafío a resolver era la cuestión laboral, ya que era evidente que los bajos ingresos de los trabajadores habían provocado movimientos sindicales durante los últimos años del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines y los primeros de Adolfo López Mateos. Además, el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 representaba una señal de alerta para abordar los problemas sociales y así prevenir la propagación del comunismo mediante una posible revuelta.

La solución que encontró el oficialismo fue ejercer un control absoluto sobre sus bases dentro del sindicalismo y acabar con las disidencias que estaban socavando la lealtad del sector obrero hacia el proyecto presidencial. Para ello, ordenaron arrestar a los líderes sindicales que habían liderado huelgas durante el último año de la administración anterior, reemplazándolos por los llamados «charros». Además, se ejecutó al caudillo Rubén Jaramillo, quien había liderado levantamientos campesinos en Morelos en años recientes.

Para mitigar las tensiones y evitar movilizaciones de trabajadores afectados, el gobierno otorgó mayores prestaciones laborales y creó organismos para brindarles apoyo. Se estableció el ISSSTE para proporcionar seguridad social a los trabajadores del estado, la CONASUPO para garantizar precios estables en productos básicos, se introdujeron los libros de texto gratuitos para las escuelas y se implementó un programa de desayunos escolares. Además, se decretó un aumento salarial del 6% y del 3.4% para la industria.

Estas acciones aseguraron la lealtad de los líderes sindicales y contribuyeron a controlar los problemas sociales, aunque se registró una disminución del 11% en la inversión. Ante esta situación, el secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, implementó una política de mayor inversión en obras públicas para evitar una desaceleración del crecimiento económico.

Estas medidas lograron su cometido para 1962 al nivelar la inversión privada y hacerla retornar al 11%, una tasa que se mantendría hasta los años 70. Gracias a estos esfuerzos, el aparato político conservó la confianza del sector empresarial, lo que garantizó la continuidad del sistema y aseguró los trabajos relacionados con la sucesión presidencial. Este puesto estaba destinado para el entonces secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, quien prometió seguir las mismas directrices económicas.

Ante estos resultados, la oposición tenía pocas opciones para presentar una oferta atractiva. El PAN eligió como candidato a José González Torres, quien criticó el papel del estado en la economía y la falta de democracia. También surgió el Frente Electoral del Pueblo, liderado por Ramón Danzós Palominos, denunciando la represión gubernamental contra los movimientos sociales. Sin embargo, este partido no fue reconocido por la Secretaría de Gobernación y sus líderes fueron perseguidos hasta su desaparición a principios de 1964.

En las elecciones, Díaz Ordaz ganó con 8 millones de votos, equivalentes al 88%, mientras que González Torres solo obtuvo 1,034,337 votos. Este éxito no se logró solo, ya que Díaz Ordaz recibió el respaldo de partidos satélites como el PARM y el PPS. Se formó una alianza con estos partidos «opositores» para evitar el crecimiento de nuevas fuerzas políticas y mantener al PAN en una posición marginal. Aunque estos partidos recibieron asistencia del gobierno al alcanzar solo un modesto 2.5% de votos, lo que les garantizó diputados federales.

Todo parecía indicar que el gobierno había encontrado la fórmula para salir del subdesarrollo. Habían logrado arraigar en la sociedad la cultura del ahorro, lo que permitía al estado obtener los recursos necesarios para seguir invirtiendo en obras públicas. La inflación estaba bajo control, la productividad del trabajo y del capital estaban en aumento, y la paridad peso-dólar se mantenía estable. Sin embargo, el problema a partir de 1965 radicaría en consolidar la base del financiamiento público mediante el control de la inflación y la estabilidad de la tasa de cambio. Se estaban dejando sin resolver los problemas estructurales relacionados con las distorsiones en la organización productiva.

La única solución aparente para mitigar este problema era aumentar la recaudación fiscal, ya que los impuestos aplicados hasta entonces eran insuficientes y se centraban principalmente en las rentas, intereses y dividendos, lo que se consideraba injusto. Por tanto, la Secretaría de Hacienda y el Banco de México comenzaron a trabajar en una reforma fiscal para abordar esta situación. Se propuso la implementación de un impuesto global sobre empresas y personas físicas, pero esta medida no se llevó a cabo debido al temor de la administración pública de perder la imagen benévola y triunfalista que se había construido en los últimos años.

Debido a esta indecisión, la carga impositiva apenas aumentó del 6.8% que se pagaba a principios de 1960 a solo el 7% en 1970. Según la opinión de los empresarios, una baja carga impositiva aumentaba la capacidad de ahorro de la sociedad, lo que cumplía uno de los objetivos del «desarrollo estabilizador». Sin embargo, esto no logró aliviar el déficit público, que rondó alrededor del 14% durante la década.

La situación fiscal empeoró aún más debido a la reducción en los niveles de recaudación, como se refleja en el impuesto sobre la renta, que disminuyó del 10% en 1955 al 5.7% en 1965. Por otro lado, el impuesto sobre el ingreso al trabajo aumentó del 17% al 32%. Ante esta situación, el gobierno se vio obligado a recurrir tanto a las reservas de los bancos comerciales como a solicitar más deuda a instituciones extranjeras. El sector bancario fue uno de los que más creció durante este período, pasando de tener solo el 11% del mercado en 1954 a alcanzar el 60% en 1970. Sin embargo, esta estrategia implicó una disminución en el ahorro gubernamental para poder reinvertir en el gasto público.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Elsa M. Gracida. El desarrollismo.

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La consolidación del “milagro económico”.

Imagen: Hermanos Casasola. Gustavo Díaz Ordaz saluda a la multitud, durante una manifestación, noviembre de 1963.

La crisis del 68 en la mirada estadounidense.

La obstinación del gobierno por querer someter a los estudiantes hizo que un conflicto menor ocasionase una crisis de gobernabilidad con consecuencias de gran magnitud a futuro, a lo largo de septiembre se niega la posibilidad de llegar a conversaciones y la única opción posible era la rendición de los protestantes, por lo que las manifestaciones siempre terminaron en represión por parte de la policía y el ejército. El núcleo del conflicto se empieza a concentrar en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco ante la toma de Ciudad Universitaria y las instalaciones del IPN por parte del ejército, fue ahí que la incapacidad de llegar a un dialogo estalla y el 2 de octubre se da la lamentable matanza de los estudiantes por parte del ejército, fue tal la confusión y la falta de información que la primera versión sobre los móviles del desastre fue que los estudiantes tenían francotiradores y empezaron a disparar al ejército desatando el conflicto, esta versión fue replicada por los medios de comunicación mexicanos y llego a tomarse como valido por parte de la cancillería estadounidense. Si bien en esta primera versión culparían a los estudiantes por tomar posiciones extremas, también culpa al gobierno al calificarlo de incapaz de evitar la violencia, pero como este resultó ser un hecho aislado concentrado en una zona de la ciudad, daba su visto bueno de mantener a la Ciudad de México como un destino seguro.

La CIA mantuvo su versión sobre el origen del conflicto al calificarlo como producto de una crisis interna entre el gobierno y la sociedad, descartando la participación de agencias de inteligencia de los países socialistas para desestabilizar al país, esto se fue confirmando con la declaración de otros sospechosos como la Embajada de Cuba, la cual admitió haber dado unos miles de pesos para hacer propaganda, además de confirmarse la intromisión de miembros del PCM o de simpatizantes trotskistas en los grupos, pero ninguno de ellos tuvieron una presencia de peso. Solo daba como valida la teoría de los grupos radicales dentro de las asambleas como los incitadores de la violencia, incluso el embajador Fulton Freeman llegaría a creer que el gobierno había planeado la concentración del mitin para capturar a los liderazgos del movimiento con el uso de la violencia, aunque dejo claro que no existía la claridad de quien disparo primero. El gobierno no deja de recurrir a la retórica de la conspiración extranjera para culpar y desacreditar al movimiento, llegando a decir que las armas usadas eran nuevas por su código de serie y que estas solo podían ser de manufactura soviética o cubana.

Quien empieza a echar abajo la idea de la culpabilidad estudiantil fue el consejero político de la embajada, Wallace W. Stuart, diciendo que la información llegada al embajador fue proporcionada por el mismo gobierno mexicano, además de señalar la CIA de la existencia de al menos 15 versiones del relato de los hechos, siendo más probable que el gobierno haya exagerado en su reacción como consecuencia de la presión por la proximidad de los juegos olímpicos. El FBI suma a la lista de sospechosos la participación de la Liga Comunista Espartaco, a quienes acusa de conformar la llamada Brigada Olimpia como un grupo de choque para combatir al gobierno, siendo asociados con los grupos guerrilleros guatemaltecos e incluso llegan a decir que los francotiradores estaban bajo la influencia de la mariguana por la forma errática de su accionar. Para las agencias estadounidenses, era de vital importancia el que México no estuviese siendo infiltrado por los grupos de inteligencia comunistas al suponer un problema para su seguridad interna, esto dejaría de preocuparles al notar como el país tornaba a la normalidad conforme pasaron los días después de la matanza y como el gobierno volvía a tener el control.

Fue hasta 1998 cuando se da un avance para el esclarecimiento de los hechos ocultados por el mismo gobierno, saliendo a la luz un reportaje de Julio Scherer quien recibe documentos por parte de Javier García Paniagua, hijo del Secretario de Defensa de Diaz Ordaz Marcelino García Barragán, donde se señala la existencia del Batallón Olimpia, no como un grupo de radicales comunistas, sino como una fuerza paramilitar del mismo gobierno quienes actuaron de encubiertos para desatar el terror y aprovechar la confusión para capturar a los lideres. Para enrarecer más el asunto, el Departamento de Inteligencia de la Defensa estadounidense declara la existencia de una serie de conflictos dentro de los mandos militares entre García Barragán con el general encargado del operativo Luis Gutiérrez Oropeza y el Jefe del Estado Mayor, Mario Ballesteros Prieto, por lo que la incomunicación de las acciones de estos pudo haber provocado el inicio de la acción. En sus memorias, Diaz Ordaz mantendría la idea de la conspiración sumando a los culpables a grupos de la extrema derecha, pero desde su accionar como secretario de gobernación de Adolfo López Mateos para reprimir conflictos como Chilpancingo en 1960 y San Luis Potosí en 1961 daba muestras del patrón del uso de la fuerza.

Una de las versiones más estrambóticas provino del general Gutiérrez Oropeza, quien llega a la exageración de señalar la intervención tanto de la CIA como de la URSS para apoderarse del país cada uno por su lado y descarrilar las elecciones presidenciales a su favor, lo que nos revela que dentro del círculo cercano a la presidencia las teorías de la conspiración estaban a la orden del día. Si bien la crisis se pudo superar y tanto Diaz Ordaz como sus sucesores siguieron teniendo el control de la situación empezando a rebajar el tono autoritario, para la generación del 68 se había roto el pacto social entre las clases gobernantes con el pueblo, por lo que daría pie al nacimiento de una nueva retorica política que se iría asentando entre los nuevos actores que llegaron desde la década de los 80 hasta nuestros días.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María del Carmen Collado Herrera. La guerra fría, el movimiento estudiantil de 1968 y el gobierno de Gustavo Diaz Ordaz. La mirada de las agencias de seguridad de Estados Unidos, de la revista Secuencia no. 98

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Imagen: Anónimo. Mitin estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, 2 de octubre de 1968.

Los inicios de la crisis del cine mexicano.

El nacimiento y esplendor del cine mexicano se daría en un periodo muy especial donde se dieron las condiciones para que la industria pudiese despegar, la Segunda Guerra Mundial, años en los que se dio un freno del cine estadounidense por la necesidad de llevar recursos para los esfuerzos de guerra, por lo que el gobierno mexicano aprovecharía su posición donde recibiría ingresos de las exportaciones llevadas a EU para poder financiar estos medios tan necesarios para forjar la identidad nacional. El primer esfuerzo se dio con la creación de Banco Nacional Cinematográfico en 1942 para poder financiar los diferentes proyectos mediante créditos, dándose la oportunidad para el nacimiento de las casas productoras mexicanas como Estudios Churubusco y las distribuidoras Películas Mexicanas S.A. y Películas Nacionales S.A., entre otras. El siguiente paso se dio en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortínez por el plan implementado por el director del BNC Eduardo Garduño en 1953, el cual pretendía centralizar la distribución de los recursos poniendo de intermediarios a las empresas distribuidoras para que estas se las entregaran a los productores, pero como se abrió la posibilidad para que los productores compraran acciones en las empresas distribuidoras hicieron que ellos tuvieran el poder de decisión.

La industria cinematográfica nacional se fue manejando bajo este esquema por poco más de diez años donde se lograría formar una sólida producción anual de películas, este plan tenía tanto sus seguidores por los resultados que estaban dando como sus críticos, quienes apuntaban que se estaba formando un círculo vicioso, ya que los sindicatos empezaron a formar círculos cerrados donde se impedía la entrada de nuevos agremiados y evitaba el relevo generacional. Una de las razones del éxito del cine fue la creación de un sistema donde el estado congeló los precios del boleto de la taquilla para que fuese accesible, por su lado las productoras abarataron la producción de las películas y los tiempos de rodaje, garantizando con ello un gran margen de ingreso al haber logrado un público solido que gustaba de sus películas. Pero el plan de Garduño empezaría a mostrar fisuras, por un lado, las distribuidoras y los sindicatos querían mantener la alta producción de películas para sostener la industria, sus principales opositores eran los exhibidores quienes estaban percibiendo un agotamiento del público por ver películas mexicanas.

Para los años 60 empiezan a manifestarse los problemas por cumplir las necesidades de los principales actores de la industria y los conflictos derivados, empezando a caer la producción de películas y hacia imperativa la necesidad de reformar la relación del gobierno con el cine, dando un paso con la compra de los Estudios Churubusco y las compañías exhibidoras por el estado. Una de las propuestas de solución la otorgaría el directos del BNC Federico Heuer donde pretendía crear nuevas compañías productoras, mientras el estado ampliaría su participación en la producción, distribución y exhibición de las películas, esta tendría el visto bueno en la Cámara de Diputados, pero fue sometida a la presión de las empresas y al escarnio de la prensa provocando su congelamiento con los senadores. Según la perspectiva de Heuer, el problema de la industria estaba en la poca efectividad que estaba teniendo la inversión pública tanto para el mejoramiento de la calidad, por lo que una de las misiones debería de ser la intervención del gobierno para transformar la industria y controlarla para asegurar su evolución.

Como no pudo llevar a cabo las reformas que pensaba, Heuer renuncia a su puesto en 1964, siendo recibida por el entonces Secretario de Gobernación, Luis Echeverria, quien además fungía como presidente del Consejo de Administración del BNC, el designaría como nuevo director a Emilio Oscar Rabasa, proveniente de una familia de diplomáticos, como Echeverria estaba en sintonía con las ideas de Heuer hizo que las acciones de Rabasa se encaminasen a lograr ese objetivo. Una de sus acciones más controvertidas fue la anulación de la Comisión de Anticipos controlada por los productores para dar lugar a la Comisión de Operaciones regida por el gobierno, provocando con ello una pelea con los principales productores de cine quienes por cinco años mantuvieron el pleito directo amenazando con retirar las inversiones del país. De los aciertos que tuvo fue la creación de concursos donde pudiesen entrar tanto nuevos directores como promover la experimentación de las vanguardias, como fue el Concurso Nacional de Argumentos y Guiones de 1966 el cual ganaría Juan Ibáñez, siendo el impulso para la filmación de “Los caifanes”.

A la llegada de Echeverria a la presidencia en 1970 tenía claro el enfoque que le daría a su gobierno sobre el camino a seguir del país bajo una línea nacionalista considerándose como heredero directo de la revolución, siendo el cine una de ellas y en sustitución de Rabasa pone a su hermano Rodolfo Echeverria Álvarez, quien había sido un actor conocido bajo el nombre artístico de Rodolfo Landa. Para enero del siguiente año, Landa reúne a los principales representantes de la industria en los Estudios Churubusco para darles a conocer el Plan de Renovación de Industria Cinematográfica Mexicana, el cual tenía como principio rector el impulso a la mejora de la calidad del cine de forma paulatina sin dejar de lado el cine comercial, la única que sostenía la industria, este plan incluía la participación del estado en la coproducción a través de los Estudios Churubusco para sacarla de sus crisis y con ello fomentar a que los empresarios tomasen riesgos creativos para filmar. Una de las intenciones del gobierno de Echeverria era la de librarse de la crisis de confianza generada hacia la institución presidencial por los hechos de 1968, tratando de acercarse a esta generación reprimida para poder garantizar la permanencia del sistema político, por lo que daría libertades ideológicas dentro de este impulso al cine nacional para mantener la imagen de apertura democrática que buscaba establecer.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Israel Rodríguez. Renovación fílmica y autoritarismo en México, 1970-1976, de la revista Historia y Grafía no. 58.

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  • Izquierda: Poster de la película «Los caifanes», 1967.
  • Derecha: Poster de la película «La locura del rock ‘n roll», 1956.

La CIA y el movimiento estudiantil del 68.

Los servicios de inteligencia estadounidenses eran demasiado críticos sobre el accionar del gobierno de Gustavo Diaz Ordaz para enfrentar las demandas sociales con la represión, por lo que no desestimaron que los estudiantes universitarios pudiesen originar el conflicto en cualquier momento dado el clima de inconformidad mundial que había con las manifestaciones de la Guerra Fría, como la invasión estadounidense a Vietnam o la invasión soviética a Checoslovaquia. Diaz Ordaz le atribuía el origen de aquellos movimientos a las acciones de agentes extranjeros comunistas como los soviéticos y los cubanos culpándolos de querer desestabilizar su gobierno, esa fue una de las razones que provocaron el escalamiento del conflicto de los estudiantes de la UNAM, el abuso por parte de las fuerzas del orden para detener un pleito preparatoriano provocaría el reclamo de los universitarios y en vez de que el gobierno se pusiera de su lado para castigar a los policías, reprime a los manifestantes y con ello provoca un verdadero conflicto donde las nuevas generaciones de desencantan del orden revolucionario.

El Departamento de Inteligencia de EU desconfiaba completamente de la profesionalidad de los servicios de espionaje mexicanos, por lo que recurrieron a sus redes de información para averiguar la veracidad de la teoría de la conspiración internacional mantenida por Diaz Ordaz, dando como resultado la falsedad de esta postura al no encontrar ningún vínculo entre las organizaciones estudiantiles con los movimientos franceses, checoslovacos, japoneses, cubanos o de los propios estadounidenses, ni siquiera había vínculos entre las organizaciones del 68 con disidencias universitarias pasadas. Según la estrategia del gobierno, esperaban que en agosto con el arribo de las vacaciones el movimiento se iría debilitando por la falta de participación, mientras seria aprovechado este periodo para ir sembrando infiltrados y con ello provocar pleitos entre los liderazgos del Consejo Nacional de Huelga (CNH), pero no lograrían su objetivo e incluso empezaría a tener las simpatías de los medios liberales estadounidenses, mientras la prensa mexicana obedecían las ordenes de seguir con la versión oficial de los hechos.

Para finales de agosto, se daría la instalación de los manifestantes en el Zócalo para exigir que el gobierno se siente a dialogar con ellos esperando alguna respuesta con la llegada del 1ro de septiembre y con ello la declaración del informe presidencial, pero el gobierno no estaba dispuesto a escuchar ninguna clase de reclamo y manda al ejército y a los tanques a desalojar la Plaza de la Constitución, provocando que en desagravio los estudiantes radicales alzaran la bandera rojinegra en el asta de la plaza y el gobierno mandase a los burócratas a quitarla. Los estadounidenses vieron con ello que no había posibilidad de llegar a un acuerdo entre las dos partes, ya que los estudiantes habían perdido el respeto por la figura presidencial y en correspondencia las fuerzas del orden aumentaban el nivel de beligerancia al momento de reprimir. Esto fue aprovechado por otras organizaciones subversivas para unirse a los reclamos de los estudiantes, integrándose universitarios de otras escuelas como el IPN o al nivel estatal, organizaciones campesinas e incluso muchos intelectuales y académicos se solidarizan con la lucha, por lo que el gobierno estaba perdiendo su prestigio conforme avanzaba el conflicto.

Dado el nivel de información que había con las acciones estadounidenses en otros países de Latinoamérica, las organizaciones estudiantiles pensaban que la CIA estaba detrás de los intentos de desestabilizar el movimiento al nivel interno, pero la realidad fue que la agencia no estaba persiguiendo el movimiento, sino se trataba del mismo gobierno mexicano que actuaba a través de la Dirección Federal de Seguridad. La embajada estadounidense explicaba que las razones de la línea dura por parte del gobierno se dieron por la presión ante la cercanía de la celebración de los Juegos Olímpicos, por lo que el estado quería mostrarle al mundo una posición de fuerza y estabilidad en un intento de equipararse con las principales potencias mundiales. Por ello, durante el informe presidencial, Diaz Ordaz externa públicamente que los estudiantes estaban siendo manipulados por fuerzas externas que pretendían desestabilizar al país, por lo que asi justificaba que usaría todas las fuerzas del orden para acabar con esta conspiración, incluso se llegó a saber que los promotores de que la CIA estaba interviniendo en las organizaciones estudiantiles habían sido los agentes del gobierno, aunque públicamente mantenía a los cubanos y soviéticos como culpables para no entrar en conflicto con los estadounidenses.

Para septiembre era obvio que el gobierno había perdido el control de la situación y que cada llamado de los estudiantes al dialogo era percibida como una ofensa por el gobierno, por lo que el 18 de septiembre se ordena la toma del ejército de Ciudad Universitaria y el 24 hizo lo mismo con las instalaciones del IPN en el Casco de Santo Tomas y Zacatenco, esperando que con la detención de los lideres estudiantiles podrían parar de una buena vez con la beligerancia universitaria. Pero lo que percibían los estadounidenses era que el movimiento estaba siendo abandonado por los moderados y se estaba llenando de radicales conforme aumentaba el nivel de represión que llego al uso de armas de fuego, consideraron que esa táctica si podría traer resultados factibles, aunque tendría consecuencias a largo plazo como la ruptura entre el mundo universitario con el gobierno y se convertiría en un semillero importante de disidencia. A partir del 13 de septiembre, el núcleo del conflicto se traspasa a la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco donde ya los estudiantes recurren al uso de bombas molotov y de algunas armas de fuego para atacar a la policía, siendo respondidos con una mayor virulencia por el gobierno llegando a detener hasta 1500 manifestantes, a partir de entonces la embajada estaría mandando reportes diarios a Washington, mientras el gobierno mexicano les estaba comprando más material antimotines y armas. 

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María del Carmen Collado Herrera. La guerra fría, el movimiento estudiantil de 1968 y el gobierno de Gustavo Diaz Ordaz. La mirada de las agencias de seguridad de Estados Unidos, de la revista Secuencia no. 98

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Imagen: S/D. Vehículo blindado en las manifestaciones estudiantiles del Zocalo, Ciudad de Mexico, 1968.

El complicado equilibrio exterior e interior de México en los 60.

Los gobiernos presidencialistas de los años 60 apostaron por una política internacional de equilibrio, por un lado, era un socio fundamental de Estados Unidos, pero ponían limites evitando la sumisión absoluta manteniendo relaciones con los países socialistas sin declararse como tal, por lo que el país se convertiría en un punto de encuentro donde tenían presencia las agencias de seguridad y espionaje estadounidenses como las soviéticas. Uno de los puntos de conflicto con la cancillería estadounidense fue el respaldo dado a la Cuba comunista, convirtiéndose en el interlocutor frente a los socios capitalistas y la salida viable frente al bloqueo comercial implementado como respuesta a las expropiaciones de propiedades y negocios estadounidenses. Para ellos, no era comprensible la postura ideológica del gobierno mexicano, ya que por un lado la derecha acusaba al oficialismo de comunista, y por el otro había subyugado a organizaciones como el Partido Comunista Mexicano de tal forma que para los 60 estaba muy debilitado e incluso sus buenas relaciones con Cuba ayudaron a mantener en la marginalidad a las guerrillas socialistas.

Había líneas que el gobierno mexicano no se atrevió a cruzar y mostraba cierto respaldo a las líneas estadounidenses, aunque llegaría a recibir de manera extraoficial a la representación diplomática de Vietnam de Norte, se niega a entablar relación con la China comunista de Mao con la cual se mostraría inflexible y la llegaría a acusar de ser un régimen sanguinario, evitando con ello la entrada en el país de grupos maoístas. La posición media de la cancillería incluso llegaría a ser considerada por el presidente Lindon B. Johnson como una solución para poder salir del atolladero en que se había convertido la Guerra de Vietnam, por lo que  Gustavo Diaz Ordaz usaría la embajada de Moscú como un canal para informarles sobre la situación geopolítica del bloque comunista, pero la desconfianza habida hacia la representación mexicana hizo que subestimasen los datos recabados y no hicieran caso sobre la tensión entre las relaciones entre la URSS y China. De los presidentes del momento, Diaz Ordaz apostaría por llevar un mayor acercamiento con Washington y dejar a un lado a los comunistas por el temor de su respaldo a las guerrillas, enfriándose las relaciones mantenidas con Cuba al descubrirse que uno de los funcionarios de la embajada mexicana en La Habana espiaba para la CIA, pero no rompe su relación como se demostró con el puente aéreo para los ciudadanos estadounidenses vía México.

Lo que hizo ganarse la confianza del gobierno estadounidense era la capacidad del aparato político mexicano de suprimir los movimientos subversivos, ya sea dándoles a los lideres un lugar dentro del gobierno para mantenerlos quietos o mediante el uso de los medios represivos del estado, siendo considerado un gobierno fuerte a diferencia del resto de países latinoamericanos, solo llegaron a mostrar preocupación por el ataque al cuartel de Ciudad Madera en Chihuahua en septiembre de 1965. Pero hacia 1967, la CIA daría un informe sobre las debilidades de México y que provocarían su desestabilización, señalando al crecimiento de la pobreza y de las clases medias-urbanas y las pocas oportunidades como uno de los límites del sistema paternalista, sobre todo veían como un mayor acceso a la educación en la juventud podría minar la confianza en las elites políticas. También anotaron como el problema agrario estaba lejos de ser resuelto al no garantizarles a los campesinos los medios para salir de la miseria, destacando el creciente conflicto en la sierra de Guerrero con los liderazgos de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, quienes tenían a su favor para la formación de la guerrilla un territorio difícil de penetrar.

Aun con esta visión a futuro adverso, EU confiaba en la fuerza del régimen presidencialista para poder contener cualquier amenaza que pudiese llegar del sur de la frontera, eso se demostraba con el poco apoyo solicitado en ayuda militar (compra de armamento, envió de fuerzas armadas o entrenamiento) y la nula presencia de guerrillas asociadas a Cuba. El año de 1968 era crucial por la exposición internacional que tendría el país con los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México, según la CIA, veía poco probable que surgiese una disidencia comparable con la producida en Francia en mayo, ya que consideraban que el aparato político del PRI mantenía controlados tanto los medios de comunicación como las principales organizaciones obrero-campesinas, sumado a la apatía mostrada por la población en conflictos estudiantiles pasados. La debilidad que veían en los movimientos estudiantiles eran la poca interrelación con los sectores laborales y campesinos para poder generar un movimiento que desestabilice al gobierno, sobre todo señalaban como esta rebeldía era más propia de la juventud por su rápida entrada en los nichos económicos y la conformación de sus familias al casarse jóvenes.

Pero con el acercamiento de la inauguración de los JJOO percibían más defectos en los aparatos de inteligencia mexicanos por su exceso de confianza y la falta de corroboración de los datos recabados, dando lugar a una mayor organización de los movimientos estudiantiles, un ejemplo de estos lo tenemos con el caso de la responsabilización de la formación de estos grupos, mientras la inteligencia mexicana culpaba a la presencia de agentes cubanos y soviéticos como los principales agitadores, el informe de la CIA desmentía esto al decir que eran comunistas mexicanos. Estas graves faltas que cometieron los servicios de presidencia y los judiciales llegaron a su punto de quiebre en julio de ese año, cuando lo que era un pleito sin importancia entre preparatorianos desemboca en un conflicto generacional entre los universitarios contra el gobierno, todo por una actitud esquizofrénica por parte de la presidencia donde vería en el exterior a un enemigo potencial contra México, pero los servicios estadounidenses ratificaban que se trataban de problemas internos y la rudeza del gobierno los que provocaron el estallido social.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María del Carmen Collado Herrera. La guerra fría, el movimiento estudiantil de 1968 y el gobierno de Gustavo Diaz Ordaz. La mirada de las agencias de seguridad de Estados Unidos, de la revista Secuencia no. 98

Imagen: Gustavo Diaz Ordaz junto al expresidente Adolfo Lopez Mateoa cuando asume la presidencia, 1964.

México en el contexto de la Guerra Fría.

Entender la relación México-EU resulta más compleja que la percepción que se tiene de sumisión del primero hacia el segundo, ya que, a pesar del poderío del vecino del norte, México ha tenido bastante margen en cuanto a las maniobras hechas a lo largo del tiempo y muchas veces estas han salido completamente de sus intereses, pero también es cierto que ningún gobierno se ha atrevido a mantener una postura antagónica que pudiese provocar un conflicto. La relación tenida con los países y organizaciones socialistas ha sido muy ambivalente, si bien México ha mantenido una diplomacia abierta hacia el bloque socialista, al nivel interno ha impedido la formación o proliferación de estas organizaciones al considerarlas rivales del proyecto revolucionario, por lo que el gobierno ha usado sus fuerzas para reprimir y deshacer la conformación de grupos capaces de hacerles frente. También es cierto que los aparatos de seguridad estadounidenses han mantenido una presencia constante en el país para vigilar todas aquellas organizaciones comunistas para evitar la formación de una base firme en el continente, incluso es sabido que funcionarios y presidentes como Adolfo López Mateos, Gustavo Diaz Ordaz y Luis Echeverria fueron parte de las redes de inteligencia de la CIA como LITEMPO y LITENSOR.

El agente que dirigía las operaciones de la CIA en México fue Winston Scott, quien estuvo en servicio de los años 1956 hasta 1959 y fue quien entablaba las relaciones con el gobierno mexicano, uno de los puntos de mayor acercamiento fue con Diaz Ordaz de quien se sabe recibía diariamente los informes de Scott del trabajo de la CIA. Esto no quiere decir necesariamente que las altas esferas de la política mexicana estuviese trabajando para la CIA y por lo tanto eran títeres de EU, ya que hay que tomar en cuenta la política absolutista por parte del PRI como uno de los puntos de interés para colaborar con las autoridades estadounidenses, con ello se garantizaba el alejamiento de EU en cuestiones de política interna dando el visto bueno a su permanencia y por el otro eliminaban a potenciales amenazas que pudiesen crear disidencias importantes como para provocar una movilización popular en contra del régimen. Como muestra de esta autonomía lo vemos con la permisividad del gobierno para que la URSS y Cuba mantuviesen la presencia de sus propios espías y agentes, fortaleciéndose la concepción del país en su proyección internacional de mantener una posición intermedia entre el bloque capitalista y el comunista.

Esta independencia con respecto a los intereses estadounidenses lo tenemos con la relación con la Cuba de Fidel Castro, quien llega después de un proceso revolucionario iniciado en 1953 para derrocar al dictador Fulgencio Batista y logrando su objetivo iniciando 1959, donde se sabe que tanto los hermanos Castro y Ernesto “Che” Guevara pasaron una temporada de formación en México con el financiamiento de importantes figuras de la política mexicana como Lázaro Cárdenas y desde Tuxpan saldría la expedición en el famoso yate Granma con dirección a la isla. Si bien en un inicio los revolucionarios no se declararon comunistas (y es probable que esto haya sido lo que provocaría el abandono del gobierno estadounidense al régimen de Batista), las exigencias del gobierno estadounidense con respecto a los fuertes intereses invertidos a la isla hicieron que en 1961 Castro anunciara su completa afiliación al bloque comunista, lo que enciende las alarmas para el gobierno de John F. Kennedy con respecto a las relaciones de amistad entabladas con el gobierno de López Mateos, lo que sería un obstáculo para el bloqueo con económico el que esperaba hacer caer al gobierno de Castro.

En ese entonces, México formaba parte del tercer bloque conocido como el Movimiento de los Países No Alineados (MPNA), donde se congregaban un conjunto de países tanto capitalistas como socialistas quienes mantenían relaciones abiertas para ambos bloques, con ello la cancillería justificaba la manutención de las relaciones con Cuba y rechazaba las exigencias estadounidenses, quienes finalmente tuvieron que permitirlas debido a la colaboración del gobierno en otras acciones de defensa. Uno de los políticos estadounidenses que comprendieron la postura mexicana y ayudaron a que se tolerasen estas acciones fue el entonces vicepresidente Lyndon B. Johnson, quien accede a mantener una estrecha relación con López Mateos y que se fortalece con su llegada a la presidencia después del asesinato de Kennedy, señal de ello lo vemos en la designación de Fulton Freeman como embajador y con quien hay una plena colaboración con los gobiernos mexicanos, sumada a las constantes entrevistas de Johnson con los presidentes como López Mateos con dos y Diaz Ordaz con siete, pero con el empeoramiento de la Guerra de Vietnam la relación con México paso en un segundo plano.

La razón de este “enfriamiento” fue sin duda la plena confianza mantenida al gobierno mexicano para mantener la paz, momentos como la sucesión presidencial de 1964 no sería un mayor problema por el perfil moderado con el que calificaron a Diaz Ordaz gracias a su trabajo en la Secretaria de Gobernación de López Mateos, donde se destacó por el combate a los grupos socialistas y a la formación del Partido Popular Socialista de Vicente Lombardo Toledano como un aparato que ayudada a dividir a los grupos de izquierda. Uno de los puntos que dificultaba a la inteligencia estadounidense comprender al gobierno mexicano fue en el lado ideológico con respecto al nacionalismo revolucionario, que por las semejanzas habidas con el socialismo hizo que las instituciones culturales como la SEP fuesen calificadas como tal y mantuviese desconfianza hacia la Cancillería por esta retorica mantenida al nivel general en la población.  

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María del Carmen Collado Herrera. La guerra fría, el movimiento estudiantil de 1968 y el gobierno de Gustavo Diaz Ordaz. La mirada de las agencias de seguridad de Estados Unidos, de la revista Secuencia no. 98

Imagen: National Archives. Reunion de Gustavo Diaz Ordaz y Richard Nixon en la culminación de la Presa Amistad, septiembre de 1969

Las condiciones políticas en la primera mitad de los años 60.

El gobierno de Adolfo López Mateos había alcanzado una posición de estabilidad cercana a las metas a alcanzar por el proyecto revolucionario, una de las claves había sido el monopolio del poder político por parte de la presidencia al someter a toda clase de fuerza opositora que pudiese representar una amenaza para el sistema articulado por medio del PRI y su amplia base social que abarcaba todos los sectores. El presidente tenía la obediencia ciega por parte de todos los poderes, la Suprema Corte de Justicia le daba lo necesario para que pudiese actuar con toda impunidad y el legislativo mantenía un dominio prácticamente absoluto al poseer el 99% de los diputados y los senadores como parte del partido. Este control fue gradual y se debió en buena parte por la labor política de su antecesor Adolfo Ruiz Cortines, quien de sus 37 iniciativas solo le fueron aprobadas 23 por unanimidad y 14 por mayoría, pero movimientos como el otorgar el derecho al voto de las mujeres y el aumento de la represión de movimientos subversivos dejaría a López Mateos con una gran maniobra legislativa al ser aprobadas sus propuestas con una gran mayoría por unanimidad.

La facilidad por parte del presidente para deshacerse de todo aquel que se atreviese a desafiar su autoridad era aterradora, así lo había demostrado el movimiento campesino encabezado por Rubén Jaramillo en Morelos quien durante décadas había exigido la resolución del reparto agrario y lo manda a asesinar junto a su familia en Xochicalco en mayo de 1962. La clave para la impunidad se la daba el artículo 145 constitucional y el 145 bis del Código Penal Federal donde le daba a la presidencia la facultad de colocar en la ilegalidad a cualquier individuo o movimiento que no aceptasen a negociar, obligándolos a tener que llegar a un acuerdo si no querían ser perseguidos por el Estado y ser encerrados en la cárcel de dos a doce años. Con la imposición del orden social garantizado por el presidente era la propaganda perfecta para incentivar a los empresarios a invertir en el país, construyendo con ello el llamado “Estado de Bienestar” donde le aseguraba al pueblo cierta protección social ante sus necesidades, pero todos estos servicios tenían un índole propagandístico donde se aseguraban de hacer saber al pueblo que todos estos programas eran gracias al presidente y con ello garantizaban la base electoral.

El sistema electoral solo estaba abierto para las personas que habían alcanzado los 21 años, pero no existía un padrón permanente infalsificable o un documento oficial para acreditar la identidad de los individuos, dando pie a la opacidad de las elecciones y margen para poder cometer fraudes en favor del partido. A esto le sumamos que las elecciones eran organizadas por la SecretarÍa de Gobernación para tener el cuadro completo del total control de la situación del país garantizando la completa estabilidad del país bajo el dominio del partido oficial, convirtiendo con ello al secretario de Gobernación en la segunda figura de importancia por debajo del presidente y se volvía el peldaño para asegurar la sucesión presidencial. Quien ocupaba el puesto de Gobernación bajo la presidencia de López Mateos era Gustavo Diaz Ordaz, ganándose a pulso la sucesión al ser el principal operador político del régimen y estableciendo relaciones fundamentales sobre todos los liderazgos locales.

El mismo secretario de Gobernación era quien determinaba la existencia de los partidos políticos que podían participar en los procesos electorales, dejando solamente a dos partidos para con ello dar la fachada de la existencia de un aparato democrático funcional, el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido Popular (PP) siendo los únicos representantes de una oposición famélica incapaz de mantener una presencia importante en la sociedad. Era tal la hegemonía del PRI que la designación de una persona para un puesto de elección popular era una garantía segura de adquirirlo, acentuándose la posición de la oposición como una mera fachada, con los años esta crisis de representatividad se agudiza con la constante disminución de la participación de estos partidos en los procesos electorales. Una de las primeras acciones por parte de López Mateos a través de Diaz Ordaz fue la modificación de los artículos 54 y 63 constitucional para asegurarles a los partidos que hayan llegado hasta el 2.5% de la votación total del país de entre 5 y 20 diputados para asegurarles representatividad, pero esto solo premiaba a las cupulas del partidos y no a sus bases sociales, avanzando esto hasta la presidencia de José López Portillo se hiciese una reforma para garantizar su representación con los diputados plurinominales.  

Al ser el mismo Congreso quien se encargaría de calificar la elección, anotando que el PRI poseía la mayoría absoluta con más del 90%, ellos eran los que decidían cuantos diputados tenían derecho de tener su representación los partidos, por lo que en las elecciones de 1964 el PP alcanzo un 1.37% del padrón y había ganado una diputación por mayoría, dándole nueve diputados, mientras el PARM solo alcanzo el 0.71% y les dieron cinco diputados, el PAN no estuvo de acuerdo con estas disposiciones y exigían que no se les otorgasen estos diputados por no haber alcanzado el porcentaje acordado, reclamos que fueron desestimados por los priistas. Con ello, el PAN se convertía en el partido de oposición por excelencia que representaba a un sector de clase media-alta y que criticaban los excesos del gobierno y su forma de simular la democracia, mientras los otros dos partidos solo se trataban de resabios de las antiguas bases sociales que habían quedado de lado en el proceso de evolución política, el PARM estaba dirigido por el general Juan García Barragán y representaba a la vieja cúpula militar que había quedado fuera desde los años 50, mientras el PP era la izquierda radical del proyecto revolucionario encabezado por Vicente Lombardo Toledano y que había quedado de lado en el sindicalismo, por lo que fueron partidos satélites del PRI y eran sectores a los que les debían por sus servicios en el pasado. 

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ricardo Pozas Horcasitas. Elección presidencial y reproducción del régimen político en 1964, de la revista Secuencia no. 74    

Imagen: Hermanos Casasola. Mitin durante la toma de protesta de Adolfo López Mateos como candidato presidencial en el estadio de Ciudad Universitaria, panorámica. 1957.