Los grupos otomíes en México.

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Una de las familias lingüísticas con una amplia presencia en la zona mesoamericana ha sido la otomangue, que incluye grupos como los zapotecas, mixtecas, chiapanecas, los mangue de Centroamérica y los otomíes, quienes ocupan una distribución en el centro-occidente de México y conforman cuatro grupos muy relacionados. A lo largo de la historia, los pueblos otomianos fueron menospreciados por pueblos dominantes, como los nahuas, quienes los tacharon de «salvajes» o «montañeses». Esta carga negativa fue seguida por los españoles, lo que provocó que su historia fuera olvidada y contada principalmente por fuentes religiosas o los propios caciques.

Dentro de la familia otomiana, podemos dividirla en dos grupos: aquellos que mantuvieron el modo de vida nómada y seminómada de Aridoamérica, como los chichimeca-jonaz de Guanajuato y los pames; y aquellos que tienen sus raíces en la tradición mesoamericana, como los otomíes, mazahuas, matlatzincas y ocuiltecas. Los otomíes son el grupo de mayor distribución, con marcadas diferencias regionales.

Debido a la falta de fuentes, el pasado mesoamericano otomí ha sido relegado por parte de los investigadores. Es común encontrar argumentos que atribuyen a este grupo el papel de grupo primigenio en el Centro de México o el de migrantes llegados durante el colapso teotihuacano. En todos estos enfoques, es evidente la carencia de trabajos que permitan comprender su participación en los desarrollos de la cultura preclásica, teotihuacana o tolteca.

Un aspecto fundamental para comprender su alcance es el estudio de los señoríos en el Valle de Toluca, especialmente en el noroccidente de la Cuenca de México. Se centra en Azcapotzalco, habitado por los tepanecas de filiación otomí, que fueron el reino principal desde Teotihuacan, durante el periodo tolteca y hasta su caída en manos de los mexicas. Fuera de estos dos casos (incluyendo el de Xilotepec y su papel en la conquista del Querétaro colonial), el resto de los pueblos otomianos carecen de las fuentes necesarias para trazar su historia antes de la llegada de la conquista, salvo por algunas referencias. Por lo tanto, es necesario recurrir a investigaciones arqueológicas y etnográficas en esas regiones para obtener más información.

El corazón de los grupos otomíes podría considerarse el Valle de Toluca, donde predominan los matlatzincas y mazahuas, seguidos por algunos pueblos otomíes y los ocuiltecas de Ocuilan y el sur del valle. Hacia el noroccidente se localiza el señorío de Xilotepec, de clara filiación otomí, descendiendo hacia Chiapan, donde convivían con comunidades nahuas, para llegar a la Sierra de las Cruces o Quauhtlalpan. Desde allí, bajaban hacia la Cuenca de México, pasando por Tlacopan, Azcapotzalco, Naucalpan y la zona serrana del occidente, como Cuajimalpa, para continuar hacia Coyoacán, conviviendo con pueblos nahuas y matlatzincas. Se tiene conocimiento de poblados otomíes hasta Xochimilco. Al norte de la cuenca, la presencia otomí sigue por Cuautitlán, Zumpango, Tizayuca, internándose hacia el actual estado de Hidalgo, donde tienen su segundo núcleo cultural: Meztitlan, un señorío que logró mantener su independencia frente a los mexicas.

A partir de Hidalgo, las comunidades otomíes continúan dispersándose hacia el noreste, y se tiene constancia de su presencia en la Huasteca en algunas poblaciones. Sin embargo, la zona nuclear fue la Sierra Norte de Puebla, en pueblos como Pahuatlán, donde convivían tanto con los nahuas como con los totonacos. Otro corredor otomí puede rastrearse desde el valle de Teotihuacán, siguiendo por los llanos de Calpulalpan para internarse en Tlaxcala, de mayoría nahua. Se establecieron al oriente del volcán La Malinche en pueblos como Huamantla, Ixtenco y Tecoac, erigiendo el señorío de Tliliuhquitepec al norte, aliado de los estados tlaxcaltecas. Hacia el Valle de Puebla, su presencia se fue diluyendo en unos pocos pueblos como San Salvador el Seco, Quecholac y Tepeaca, con algunas comunidades en Huejotzingo, Tecali y Cuauhtinchan. Su punto más meridional fue una estancia en Coxcatlán llamada Otontepetl.

Más al sur, en el estado de Guerrero, la población otomí experimentó una significativa disminución durante las primeras décadas de la conquista, generando incertidumbre, especialmente con la influencia de factores como los chontales y los cohuixcas. No obstante, a través de referencias etnohistóricas, conocemos la convivencia de comunidades nahuas, mazahuas y matlatzincas, como en Tepecoacuilco, Cocula, Teahuixtlan, entre otros lugares.

Hacia el occidente, la presencia de los grupos otomianos parece estar vinculada a las tensiones generadas por la expansión mexica hacia el Valle de Toluca. Esto condujo a la expulsión de otomíes, matlatzincas y mazahuas, quienes fueron acogidos por el reino de Michoacán para frenar el avance mexica, dando origen a los llamados pirindas. El núcleo principal de los pirindas estuvo en Indaparapeo y Tiripitio, extendiéndose hacia Charo, Huetamo, Taximaroa (Ciudad Hidalgo), Tuzantla, Ucareo y Zitácuaro. Su punto más occidental fue Colima, aunque parece que la presencia otomí llegó con la conquista, con el asentamiento de los aliados tlaxcaltecas.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Carrasco Pizana. Los Otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana.

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La Huasteca en las primeras décadas del México independiente.

El contexto de crisis vivido en las últimas décadas del gobierno virreinal estaba reflejando la necesidad de llegar a acuerdos entre las elites regionales respetando sus respectivas prebendas, algo que no fue comprendido por la administración borbónica y propicia el estallido de la independencia. De ahí que con la independencia haya prevalecido el modelo federalista con el cual se permitía a cada entidad mantener cierto grado de autogobierno dentro de una entidad nacional, esto fue perpetuado por el incipiente modelo democrático que llega con la Constitución de Cádiz y donde solo se le dio el derecho al voto a ciertos grupos sociales como los criollos, aunque también trajo consigo la proliferación de unidades políticas menores como los ayuntamientos donde se podían atender mejor las necesidades regionales y que podían tener una mayor proyección con las diputaciones. Con el fin del imperio de Iturbide, las entidades que se quedaron dentro de México fueron muy importante la garantía de respeto de sus respectivos intereses con el pacto federal de 1824, pero dejando de lado elementos como la soberanía que recaía en la nación y muchas veces se acotaron su capacidad de toma de decisiones en favor de las autoridades del gobierno.

De entrada, la independencia trajo consigo cambios en las dinámicas regionales en cuanto a las rutas comerciales a seguir, esto lo vamos a apreciar en la Huasteca con el cambio de polo de Yahualica a Huejutla, población que demostró durante la guerra su importancia al ser un paso efectivo para dirigirse a Tampico y Tuxpan, puertos que apenas empezaban a despegar en cuanto a importancia y que tenían mayor cercanía con Pachuca, Tulancingo y Huauchinango, produciéndose un mayor acercamiento de la capital con el noreste. Los pueblos de la región se habían abocado tanto por la producción agrícola como por la ganadera, siendo esta la que mejores réditos dejaba gracias a la intensa actividad comercial que dejaba, lo que incluso llevo a diferentes conflictos con el orden establecido, desde la solicitud de Tuxpan por colocarse como puerto de altura frente a Veracruz al ser mucho más cercano a la capital o las disputas de las elites potosinas por controlar las rutas comerciales de Tancanhuitz y Rio Verde para pasar a Tampico.

Con este nuevo contexto, Huejutla se convertiría en el gran centro comercial por donde se podría pasar tanto a las poblaciones del actual estado de Hidalgo, San Luis Potosí, Tampico y el centro del país, esto fue aprovechado por la familia Andrade quien ya era la mayor productora de aguardiente en la región y cuyos excedentes llegaban a San Luis Potosí y Tampico, siendo uno de los mayores propietarios de tierras. Mientras en Tuxpan destacaba la familia Llorente, dedicados a la producción agrícola y ganadera con la que lograron acaparar el poder político del puerto, para completar el triángulo estaba la familia Jauregui de Ozuluama los cuales erales los mayores propietarios de tierras tanto en Panuco como en Tampico.  Gracias al poder económico alcanzado por estas tres familias en sus respectivos territorios hizo que amasaran un considerable capital político donde muchos de sus miembros alcanzaron importantes puestos en los gobiernos locales, permitiendo mantener sus relaciones clientelares con las comunidades.

El nuevo sistema democrático inicia a partir de 1813 en la Huasteca con la elección de las autoridades de los municipios, pero debido a la actividad insurgente en la zona esta solo se limitó a los grupos que respaldaban a la corona o a las comunidades en manos de los realistas, también trajo consigo un cambio en la división administrativa original basado en seis cabeceras regionales pasaron a dividirse en 21 ayuntamientos, siendo esta etapa con una mayor debilidad política con la pérdida de poder de las oligarquías locales con la división de su estructura. La región tiene una gran composición multiétnica donde se localizan tanto poblaciones indígenas como mestizas, aunque dentro de la conformación de los gobiernos locales se contaba con la presencia de representantes indígenas para velar por los intereses de las comunidades (siendo Huejutla el que más tenía), aunque en las cabeceras la mayoría de sus habitantes estaba compuesto por criollos e indígenas con un alto grado de aculturalización (los llamados ladinos) quienes tenían una mayor diversificación de actividades económicas, mientras los indígenas eran solamente “jornaleros”.

Otro problema que tuvo la región fue su división administrativa heredada desde la colonia, ya que estaba conformada por partes de los estados de México (Huejutla), Veracruz, Tamaulipas y San Luis Potosí, esto tendrían consecuencias en las diferentes leyes estatales que hicieron para el reconocimiento de las diferentes comunidades como municipios con sus respectivos ayuntamientos y que difería con lo estipulados por la Constitución de Cádiz donde dejo estipulado la creación de este por cada 1,000 habitantes. En el caso de las leyes mexiquenses estas tenían que tener 4,000 habitantes y que iba de acuerdo con la situación general del estado donde había pocas comunidades a lo largo de su territorio (en aquel entonces conformado por gran parte del estado de Guerrero, Morelos, Estado de México e Hidalgo), mientras en el caso veracruzano estas tenían que tener 2,000 habitantes, este sistema estaría en peligro con la llegada de los grupos conservadores de política centralista quienes serían los principales enemigos de los ayuntamientos y buscaban concentrar todo el poder en las capitales estatales y regionales.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Antonio Escobar Ohmstede. La conformación y luchas por el poder en las Huastecas, 1821-1853, de la revista Secuencia no.36       

Imagen: S/D. Vista de Huejutla.

El surgimiento de Tula.

La desintegración del estado teotihuacano estuvo protagonizada por una serie de ciudades-estado quienes se apoderaron de diferentes regiones de influencia, como Cacaxtla, Cantona y El Tajin en el oriente, Xochicalco en el sur y Teotenango en el oeste. El norte era una de las rutas comerciales habituales para los teotihuacanos, siendo el camino para llegar a regiones como Zacatecas y el Bajío y donde mantenían una gran presencia en asentamientos como Xihuingo o Chingú. A partir del año 650 al 750 en el periodo conocido como Metepec, estos sitios de filiación teotihuacana empiezan a ser abandonados, pero además de esta población que se había quedado sin sus comunidades se les sumaria una migración de grupos procedentes del noroeste, estableciéndose en las lomas cercanas al rio Tula, destacándose el establecimiento de un caserío al sur del cerro Magoni que pronto tendría el poder suficiente como para poder construir un pequeño centro ceremonial, a este sitio se le conoce como Tula Chico.

Este sitio serviría como centro político de los años 650 hasta el 900, el periodo correspondiente con el Epiclásico, alcanzando un tamaño de entre 5 y 6 kilómetros cuadrados con una población de 20,000 habitantes con variaciones entre 19,000 y 27,000, contando con basamentos piramidales de gran tamaño junto con juegos de pelota y su zona palaciega. Esta planificación que tuvo el centro ceremonial no fue posible sin antes ganarse en control del valle que se disputaba a diferentes facciones, lo que una vez asegurado el control de la región es que se da la explosión demográfica, de estos tiempos es que se da un alineamiento ideológico entorno al culto de una deidad en común con el resto de los estados militaristas, Tlahuizcalpantecuhtli, dios de Venus y de la guerra, a quien se le da la advocación de la pirámide principal del centro ceremonial. Muy posiblemente la causa del abandono de Tula Chico fue este crecimiento demográfico acelerado, aunque también no se descarta que haya sido por causas religiosas ante una lucha de facciones entre los seguidores de Quetzalcóatl y los de Tezcatlipoca.

Es asi que los toltecas se emplazan un kilómetro al sur del anterior centro ceremonial para construir la nueva ciudad, teniendo las mismas características culturales, por lo que se puede descartar la irrupción de un nuevo grupo como causa del abandono de Tula Chico. El centro ceremonial se construyó sobre el Cerro del Tesoro, lugar desde donde las clases gobernantes tenían una mejor vista del valle de Tula, prácticamente Tula era la versión engrandecida de su predecesora con estructuras piramidales de mayor tamaño, ya que posee la misma distribución urbanística pero esta vez diseñada para albergar a una población de 40 a 60 mil habitantes y extendiéndose cerca de los 13 km 2 para el 950 d.C. Sin duda la estructura de mayor importancia fue la llamada Pirámide C, que por su tamaño debió de haber sido la más alta y grande, lamentablemente su estado ruinoso nos impide conocer a que dios estaba dedica, se deduce que a manera de otras ciudades contemporáneas como Xochicalco o Teotihuacan pudiese estar dedicado a alguna deidad de la agricultura y la fertilidad.

A un lado de ella se localiza la Pirámide B, la cual si se conserva buena parte de su profusa decoración de animales y jaguares relacionados con el sacrificio, el famoso coatepantli donde se ven numerosas serpientes que devoran cuerpos descarnados, y sus elementos más característicos como los “Atlantes” nos indican la suma importancia que tuvo la guerra para Tula después del 900 d.C. y el papel del culto a Tlahuizcalpantecuhtli, sobre todo por ser la única ciudad-estado sobreviviente le va a permitir erigirse como la siguiente potencia mesoamericana. Una de las cosas que tenemos que notar es que la Pirámide B no era un edificio de culto público, si bien mantenía su lugar privilegiado en la plaza principal, para pasar a ella se tenía que entrar en el recinto palaciego, indicándonos la presencia omnipresente de esta casta guerrera que tenía bajo su poder a la ciudad y al estado creado a partir de ella, siendo ellos los únicos que podían mantener contacto con la deidad que les estaba trayendo sus mejores momentos.

Se ha hablado de la existencia de un “imperio tolteca” que se expandía por Mesoamérica, a pesar de que se cuentan con numerosos artefactos de origen tolteca a lo largo de las demás regiones, no tenemos fuentes de la extensión de este, pero sabemos que mantenían una gran presencia tanto en el actual estado de Hidalgo, la Cuenca de México, Veracruz (cuyas fuentes coloniales indican el control tolteca de algunas ciudades), el Bajío y posiblemente hayan estado asociados con la revitalización de Cholula como centro religioso, sin mencionar la fuerte presencia que tenían en Chichen Itzá, pero también puede hablarnos de la existencia de elites de origen tolteca pero con gobiernos independientes. Con su presencia en la escena mesoamericana, se arraiga el culto a la guerra en los últimos tiempos, como se manifiesta en la proliferación de los tzompantli (en Tula se encontraron cercanos a la Pirámide C), pero esto tuvo su límite y aquí hay una correspondencia con la tradición oral que nos narra su destrucción y que es confirmada por las evidencias arqueológicas, pero esto no impidió que siguiese siendo habitado albergando una población de 20,000 personas, manteniendo su importancia cultural pero perdiendo la política, la cual pasaría en manos de los mexicas de quienes se dicen estuvieron involucrados con su caída.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Luis Alfonso Grave Tirado. Ideología y poder en el México prehispánico. De los mayas a los mayos de Sinaloa.

Imagen: Pirámide B con los «Atlantes» en su cima. Tula, Hidalgo. Fuente: https://hidalgo.quadratin.com.mx/municipios/zona-arqueologica-de-tula-continuara-cerrada-inah/

El fracaso de la defensa de Pablo Gonzalez frente a los villistas

Una vez sabido que era imposible detener el conflicto, para el 24 de octubre de 1914 los carrancistas inician su ofensiva con tal de detener el paso villista hacia el sur, comisionando a Pablo Gonzalez acercarse a Aguascalientes para empezar a frenar una posible embestida. Para ese momento, Gonzalez había demostrado su capacidad para dirigir a las tropas, como sucedió en Coahuila donde había logrado contener a los federales en 1913, para esto uso una estrategia de defensa elástica consistente en retrasar el avance del enemigo para desgastarlo en una serie de batallas ofensivas previamente elegidas por Gonzalez, disponiendo con un ejército de 20,000 soldados pertenecientes a la División del Noreste, además de contar con la participación de tropas provenientes de Tula y Pachuca comandadas por Jacinto B. Treviño y Francisco Cossío Robelo.

Pero lo ocurrido en este primer intento no ha contado con datos claros sobre la derrota constitucionalista y la victoria villista sobre todo el desplegado de defensa de los constitucionalistas, uno de los puntos donde se pudo dar el quiebre fue San Francisco del Rincón en Guanajuato, reportándose una deserción de tropas que hasta el momento no hay fuentes que digan quienes fueron y que se pasaron al bando villista. Una de las versiones que pueden resultar completas es la del general Teodoro Elizondo, quien estuvo encargado de gestar la barrera en San Francisco del Rincón, defendiéndose con el argumento de que Pablo Gonzalez había trasladado el Cuartel General a Silao y desplegando un contingente en León, pero dejaría sin ordenes claras para las tropas de Elizondo. La fuente de la desorganización fue la llegada de Álvaro Obregón a la estación de Cortázar, donde se entrevistaría con Gonzalez y Elizondo dándoles a entender que estaba de lado de la Convención, por lo que Elizondo entendió que Gonzales también se uniría con Obregón, siendo un testimonio de la fragilidad de las lealtades en el bando carrancista.

Para el 11 de noviembre y después de intentar negociar su integración con Eulalio Gutiérrez, Gonzalez disipa las dudas compartiendo el telegrama que le manda al entonces presidente de la Convención reiterando su adhesión al constitucionalismo, a lo que el mismo Gutiérrez le solicita verse en territorio neutral para que le explique la situación y acepta con la previa autorización de Carranza. El propio Gutiérrez le solicita que trate de convencer a Carranza de abandonar el liderazgo de la revolución, comprometiéndose a que una vez fuera se compromete a continuar el trabajo y combatir el mismo tanto a Villa como a Zapata, lo que a Gonzalez le parece un plan absurdo al tratarse de una cadena de traiciones, pero finge estar de acuerdo y procede a viajar a Córdoba para verse con Carranza y deja a Elizondo a cargo de la plaza de San Francisco del Rincón.

Al día siguiente, Gonzalez le manda un mensaje a Elizondo para notificarle que se había llegado a un armisticio con Gutiérrez, mandándole al general Andrés Saucedo y a su brigada para que le sirviera de apoyo. Pero Saucedo nunca llegaría y en realidad había dejado un desorden en cuanto a la organización de la línea de defensa por meterse a las cuestiones políticas, incluso las tropas de León cortaron las líneas férreas para dejar a Elizondo completamente aislado y sin siquiera avisarle, situación que fue aprovechada por las fuerzas villistas para tomar su posición sin ninguna resistencia y perdiendo a la 3ra División. Con esta primera derrota, el resto de las posiciones gonzaliztas se empiezan a desmoronar y se repliegan tanto a San Luis Potosí y Pachuca o de plano de rinden, resquebrajándose el plan original para contener a los convencionistas.

Pablo Gonzales se enteraría de la derrota hasta el 17 de noviembre por parte de Jacinto B. Treviño quien estaba en León y le ordena replegarse a Silao, enterándose bien del desastre al dia siguiente a su llegada a Querétaro, ordenando al resto de la División reunirse en esta ciudad y replegarse a Pachuca, llegando a reunir solamente 6,000 hombre después de haber perdido a la 3ra u 6ta División, así como por las numerosas deserciones en los caminos de Hidalgo. Gonzalez decide quedarse con los soldados menos experimentados en la capital hidalguense, mientras manda a sus tres mejores divisiones al mando de Francisco Murguía, Cesáreo Castro y Francisco Coss a la Ciudad de México para que apoyase a Álvaro Obregón en la defensa, pero el fracaso del plan original hizo que Obregón dejara la ciudad entre el 18 y 24 de noviembre para dirigirse a Orizaba y Córdoba antes de que los zapatistas cortasen el camino de Puebla, dejando a Gonzalez aislado en Hidalgo.

Ante tal problema, Gonzalez tiene que decidirse entre tres opciones para evitar ser presa fácil a la llegada de los villistas, una es la de reunirse con Francisco Murguía en Toluca para así tener el mando de 13,000 hombres, la segunda era irse replegando con el avance villista con dirección a Puebla y reunirse con el resto del contingente constitucionalista, la tercera era adentrarse en la Huasteca para llegar a Tampico. Confiado por las promesas de los jefes huastecos que le aseguraron que el camino al Golfo estaba en buenas condiciones y que Carranza le daba el mando de la defensa del noreste, Gonzalez opta por tomar el rumbo a Tampico para llegar con el mayor número de tropas posibles, pero de nuevo desestimo la velocidad con que se desplazaban las fuerzas villistas y después de perder dos días en decidir la ruta a tomar fueron sorprendidos en Pachuca donde no habían alcanzado a evacuar, logrando llegar a Zacualtípan el 1ro de diciembre pero perdiendo la artillería y los carros de trenes.

Todo el plan de que tenía Pablo Gonzalez termino en desastre, solo le quedarían 3,000 soldados más otros tantos que se le fueron uniendo en su paso, lo que sería una marcha de 10 días termino en 4 semanas de camino sobre terracerías a través de la sierra y dejando a su paso la poca artillería y carromatos que habían logrado llevarse y con las tropas exhaustas. Sobre todo se vieron en un contexto completamente inestable, ya que los caudillos de la Huasteca cambiaban de bando como les pareciera, por lo que en muchas ocasiones tuvieron que presentar batalla en lugares donde pensaban que los recibirían, pero aun así lograría llegar a Tampico el 29 de diciembre siendo recibido por los gobernadores de Nuevo León y Tamaulipas Antonio I. Villarreal y Luis Caballero, llegando a tiempo para diseñar el plan de defensa de la zona petrolera que estaba cerca de enfrentar a la ofensiva villista.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra. 

Imagen: Hermanos Casasola. Pablo González y Francisco de P. Mariel, descansan de paso en Pachuca. 28-07-1915

La cementera Cruz Azul

El siglo XIX fue un tiempo donde se dieron notables avances tecnológicos que encaminaron al mundo de hoy, siendo uno de los grandes beneficiados la construcción al desarrollarse uno de los sistemas constructivos que extenderá los límites de lo construible alcanzando alturas y abarcando grandes espacios que antes eran imposible realizar, el concreto armado. Hay que decir que el antecedente del concreto en la arquitectura la darían los romanos al usar las cenizas de los volcanes para producir recubrimientos y mamposterías, quedando olvidada por siglos, pero fue hasta el siglo XIX cuando en Inglaterra se desarrolla el cemento Portland patentado por Joseph Aspdin y James Parker en 1821 y para 1845 Joseph-Louis Lambot construye un bote de concreto armado, siendo a partir de ahí cuando se irían pensando nuevas aplicaciones para aprovechar la plasticidad y resistencia de la técnica al salirse de los limites ofrecidos por la piedra tallada.

Como en buena parte del mundo, México contaba con el antecedente con el uso de la argamasa de cal-arena para revestir sus estructuras de mampostería o de adobe, por lo que se contaba con una tradición de la explotación de la piedra caliza para su quema y pulverización para transformarla en cal usada en la construcción o en la cocina con el nixtamal. Serían los hermanos Enrique y Jorge Gibbon, de ascendencia inglesa y con el negocio de la minería en la familia, quienes para 1881 abrirían una fábrica en el barrio de San Fernando en la Ciudad de México donde intentarían fabricar su propia mezcla para crear piedra y mármol artificiales, pero años después se harían con la patente del cemento Portland y fundarían la empresa Gibson y Cía.

Mientras hacia 1887 llegarían al pueblo de San Lorenzo Tula en Hidalgo unos empresarios de origen español apellidados Unánue y Beristain, quienes se asocian con el mexicano Luis Castro para fundar la Compañía Manufacturera de Cal Hidráulica, pero duraría poco tiempo, aunque su pasaría desapercibido y los hermanos Gibbon deciden mudarse a la población. En 1888 los hermanos viajan a Londres para conseguir nuevos socios, logrando llamar la atención de inversionistas y fundan la Mexican Portlan Cement Company, quienes se establecen en la hacienda de Denyi y el molino de Jasso en Tula dotándolas de la infraestructura suficiente para estar a la altura de las fábricas al nivel mundial. Fue tal la importancia que tendría que lograría ser considerada por el régimen porfiriano y les construyen una estación del Ferrocarril Central Mexicano a 500 metros de la planta para facilitar la transportación de su producción.

A pesar de haber implementado las ultimas mejoras para asegurar la producción del cemento, no lograron alcanzar los estándares de calidad y no lograría hacer frente a las importaciones, por lo que se retrasa la apertura planta para poner bajo la dirección de José Watson la Fábrica de Buena Vista, quien lograría obtener los primeros contratos por parte del Gobierno del Distrito Federal en 1897, pero para ese entonces ya contaba con competencia interna con la Compañía Industrial de Cemento Privilegiado. De nuevo no podrían solventar sus problemas de calidad y tuvieron que cerrar en 1899, no sin antes de haber creado algunas pequeñas empresas dedicadas a la construcción que no lograrían parar lo inevitable a pesar de los extensos esfuerzos de Watson por mantener la cementera viva.

Fue en estas condiciones que llamarían la atención del banquero Fernando Pimentel y Fagoaga, quien se había ganado un espacio importante en la administración porfiriana a llegar a ser presidente municipal de la capital y vicepresidente del Banco Central Mexicano, así como socio de diferentes empresas como la Compañía Bancaria de Obra y Bienes Raíces la cual compraría la Fábrica de Buena Vista para incorporarla. Es así que se le vuelve a meter inversión para mejorar la fabricación y de 1906 a 1908 se haría de diferentes contratos de obra en la ciudad, por lo que para darle mayor proyección y representación fiscal se separa lo constructivo para constituir en 1909 la Compañía Manufacturera de Cemento Portland “La Cruz Azul”. Pero a pesar de contar con el monopolio de las obras de la capital, ya contaba con una gran competencia en el pais además de la Cemento Privilegiado, como Cemento y Materiales de Construcción de Gómez Palacios en Durango, Cementos Hidalgo y la que sería su vecina “La Tolteca”.

El periodo revolucionario se caracterizó por ser años de crisis tanto por el freno de la construcción de obra pública como por los esfuerzos de la guerra, siendo una de las más afectadas al ser tomadas sus instalaciones en 1913 por zapatistas, siendo el punto de quiebre en 1914 con el ascenso de Victoriano Huerta cuando la Compañía Bancaria entra en quiebra, partiendo sus directivos al exilio. En 1915 es cuando los zapatistas levantan el cerco, quedando a cargo un pequeño grupo de trabajadores, pero esto no hizo que se lograran levantar la producción a pesar de la dirección de Agustín Legorreta, director del Banco Nacional de México, al ponerse a cargo al ser hipotecada en 1918. Seria hasta 1925 cuando los trabajadores fundan el Sindicato de Obreros Progresistas “Cruz Azul” incorporada a la CROM, empezando a conformarse las primeras tentativas de formar una cooperativa entre los propios obreros, pero eso no impidió el proceso de compra por parte de su competidora “La Tolteca”. Este esfuerzo de los trabajadores fue percibido por el gobierno de Hidalgo y de 1931 a 1937 apoya a los sindicalistas el impedir que las instalaciones fuesen tomadas por los nuevos dueños, entrando los trabajadores a fabricar su propio cemento, por lo que la planta fue expropiada por el gobierno y se le otorga al sindicato, por lo que a partir de ahí hasta nuestros días tenemos el ejemplo de una compañía colectiva completamente funcional.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Oswaldo Ramírez Gonzales. Del Porfiriato a la Revolución. La Cruz Azul y los orígenes de la industria cementara, de la revista Relatos e Historias en México no. 116

Imagen: Anónimo. Arco de la fabrica de Cemento Cruz Azul en la Avenida 5 de Mayo de Ciudad de Mexico, 1932. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/cuales-fueron-los-origenes-de-la-industria-cementera-la-cruz-azul