La tensión entre el estudiantado, respaldado por el grupo renovador del Dr. Atl, exigía la destitución del director de la academia, el arquitecto Antonio Rivas Mercado. Este representaba a un sector elitista que no se integraba con el resto de la escuela, viéndose su posición comprometida debido al resquebrajamiento del orden porfirista, acarreado por la renuncia de Díaz en mayo de 1911. Todas las condiciones indicaban que era el momento de llevar a cabo una huelga generalizada para solicitar tanto la renuncia de Rivas Mercado como la separación de la Escuela de Arquitectura del resto de la academia. Esto se debía al trasfondo clasista de los arquitectos pertenecientes a las clases altas, en contraste con el resto que provenía de los sectores medios y bajos. Algunos llevaron esto a extremos, como David Alfaro Siqueiros, quien elaboró una lista de los alumnos de arquitectura, demostrando que muchos llevaban apellidos «rimbombantes» y eran de origen extranjero.
Las tensiones llegaron a un punto crítico el 29 de junio, cuando los inconformes convocaron a una huelga y cerraron la academia. En ese momento, Rivas Mercado intentó ingresar, pero fue recibido con una lluvia de huevos y jitomates. Finalmente, llamó a la policía y ordenó el arresto de los responsables, quienes fueron expulsados de la escuela.
Para evitar que los estudiantes perdieran tiempo de práctica debido a la huelga, los mismos organizadores enviaron a sus alumnos al Zócalo, ocupando un quiosco verde para llevar a cabo clases. Además, lograron ganarse la simpatía de otros sectores universitarios, como la Escuela Nacional de Artes y Oficios, cuyas autoridades les prestaron un salón para sus lecciones. Para financiar la huelga, tuvieron que organizar diversos eventos, desde festivales hasta encargos comerciales como carteles e incluso obras de teatro. En uno de estos eventos, llegó a asistir el propio Francisco I. Madero, cuya presencia fue anunciada en los volantes de la función.
La situación para Rivas Mercado se mantuvo relativamente estable hasta noviembre, cuando el gobierno maderista asumió funciones y se ordenó su destitución para dar paso al pintor Alfredo Ramos Martínez, recién regresado de sus estudios en Europa. Sin embargo, Rivas Mercado se valió de la posición relativamente autónoma de la academia para aferrarse a la dirección, amenazando con retirar el apoyo a los estudiantes que no se ajustaran. Esto prolongó su permanencia unos meses más, y finalmente, en abril de 1912, renunció a su cargo.
La huelga tuvo una duración de 9 meses, pero esto no limitó al círculo fiel a Rivas Mercado, quienes mantenían la influencia suficiente para designar a los nuevos directores de las áreas de pintura y escultura. Incluso llegaron a desconocer la dirección de Ramos Martínez, ignorando las disposiciones del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. A pesar de los intentos de sabotear los impulsos renovadores de la academia, la implementación de las nuevas propuestas continuó. Estas buscaban romper con el autoritarismo academicista. Con el impulso de Ramos Martínez, surgieron las llamadas «Escuelas de Pintura al Aire Libre». La primera de ellas fue el Barbizón de Santa Anita en Iztapalapa en 1913, donde se pretendía enseñar tanto las vanguardias europeas como un nuevo enfoque pedagógico. Además, se orientaba hacia el nacionalismo para fomentar la creación de un arte propio y, sobre todo, propiciar el acercamiento del alumnado y la academia con el pueblo.
Esta propuesta resultó refrescante frente a los anticuados cánones academicistas, principalmente porque los alumnos estarían en contacto directo con el campo. En aquel entonces, el lugar era una localidad rural con chinampas, tomando su nombre como referencia al pueblo francés al que llegaron los pintores naturalistas al romper con la academia tradicional a mediados del siglo XIX.
El objetivo principal consistía en que el estudiante se involucrara con su realidad inmediata para lograr plasmarla en su obra, buscando así desarrollar una versión impresionista mexicana que pudiera contribuir al arte nacional. Sin embargo, también se reconocía la dificultad de replicar la experiencia francesa en un contexto tan convulso como el que estaba atravesando México. Además, las nuevas vanguardias, como el fauvismo, el expresionismo, el cubismo o el futurismo, ya habían superado la etapa de Barbizón.
Ramos Martínez percibió esta realidad y otorgó libertad expresiva a sus alumnos para que desarrollaran su propia identidad, siguiendo los lineamientos impresionistas y fomentando la experimentación tanto en el uso de colores como en la forma de representación, mediante manchas o pinceladas. Desafortunadamente, no han sobrevivido muchos ejemplos de las obras realizadas en Santa Anita.
En 1914, empezaron a notarse los primeros cambios positivos con el método del Barbizón mexicano. Se realizó una exposición en mayo, donde figuras como Ramos Martínez, Saturnino Herrán, Germán Gedovius y otros pintores revelaron con gran éxito el nuevo enfoque nacionalista del arte. Sin embargo, es importante señalar que hubo muchas opiniones en contra y algunos no quedaron satisfechos.
Con el tiempo, las contribuciones de la Escuela de Santa Anita empezarían a ser revalorizadas y se convertirían en piedra angular para el surgimiento del movimiento muralista, al haber condensado la práctica artística con la esencia del espíritu popular. Lamentablemente, este experimento tuvo que concluir debido a los efectos de la misma revolución que lo generó. En ese mismo año, cae el gobierno golpista de Victoriano Huerta y el Dr. Atl asciende a la dirección de San Carlos por disposición de Carranza. Sin embargo, su tiempo en el cargo fue breve, ya que abandonó su posición con la llegada de los convencionistas.
Durante su breve período en el cargo, el Dr. Atl criticó el método de enseñanza de Ramos Martínez, considerándolo ajeno a la dinámica del artista. Además, intentó involucrar el quehacer artístico con el político, e incluso trató de frenar la división entre pintores, escultores y arquitectos para reunirlos en un frente común. Debido a la inestabilidad generada por la vorágine revolucionaria, la Academia de San Carlos experimentó cambios constantes en su dirección y realizó esfuerzos para mantenerse abierta. En contraste, el Barbizón de Santa Anita no pudo sostenerse, ya que muchos de sus alumnos se sumaron a las diferentes facciones revolucionarias. A pesar de esto, despertó la conciencia entre los artistas sobre la dirección que debía tomarse una vez restablecido el orden.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Federico Flores Pérez.
Bibliografía: Laura Gonzales Matute. Escuelas de Pintura al aire libre y centros populares de pintura.
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Imagen: S/D. Escuela de pintura al aire libre «El Barbizón» en Santa Anita, Ixtacalco 1914. Fuente: https://iztacalco-barrio-magico.blogspot.com/2018/03/escuela-de-pintura-al-aire-libre-en.html