La Academia de San Carlos y la Revolución

La tensión entre el estudiantado, respaldado por el grupo renovador del Dr. Atl, exigía la destitución del director de la academia, el arquitecto Antonio Rivas Mercado. Este representaba a un sector elitista que no se integraba con el resto de la escuela, viéndose su posición comprometida debido al resquebrajamiento del orden porfirista, acarreado por la renuncia de Díaz en mayo de 1911. Todas las condiciones indicaban que era el momento de llevar a cabo una huelga generalizada para solicitar tanto la renuncia de Rivas Mercado como la separación de la Escuela de Arquitectura del resto de la academia. Esto se debía al trasfondo clasista de los arquitectos pertenecientes a las clases altas, en contraste con el resto que provenía de los sectores medios y bajos. Algunos llevaron esto a extremos, como David Alfaro Siqueiros, quien elaboró una lista de los alumnos de arquitectura, demostrando que muchos llevaban apellidos «rimbombantes» y eran de origen extranjero.

Las tensiones llegaron a un punto crítico el 29 de junio, cuando los inconformes convocaron a una huelga y cerraron la academia. En ese momento, Rivas Mercado intentó ingresar, pero fue recibido con una lluvia de huevos y jitomates. Finalmente, llamó a la policía y ordenó el arresto de los responsables, quienes fueron expulsados de la escuela.

Para evitar que los estudiantes perdieran tiempo de práctica debido a la huelga, los mismos organizadores enviaron a sus alumnos al Zócalo, ocupando un quiosco verde para llevar a cabo clases. Además, lograron ganarse la simpatía de otros sectores universitarios, como la Escuela Nacional de Artes y Oficios, cuyas autoridades les prestaron un salón para sus lecciones. Para financiar la huelga, tuvieron que organizar diversos eventos, desde festivales hasta encargos comerciales como carteles e incluso obras de teatro. En uno de estos eventos, llegó a asistir el propio Francisco I. Madero, cuya presencia fue anunciada en los volantes de la función.

La situación para Rivas Mercado se mantuvo relativamente estable hasta noviembre, cuando el gobierno maderista asumió funciones y se ordenó su destitución para dar paso al pintor Alfredo Ramos Martínez, recién regresado de sus estudios en Europa. Sin embargo, Rivas Mercado se valió de la posición relativamente autónoma de la academia para aferrarse a la dirección, amenazando con retirar el apoyo a los estudiantes que no se ajustaran. Esto prolongó su permanencia unos meses más, y finalmente, en abril de 1912, renunció a su cargo.

La huelga tuvo una duración de 9 meses, pero esto no limitó al círculo fiel a Rivas Mercado, quienes mantenían la influencia suficiente para designar a los nuevos directores de las áreas de pintura y escultura. Incluso llegaron a desconocer la dirección de Ramos Martínez, ignorando las disposiciones del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. A pesar de los intentos de sabotear los impulsos renovadores de la academia, la implementación de las nuevas propuestas continuó. Estas buscaban romper con el autoritarismo academicista. Con el impulso de Ramos Martínez, surgieron las llamadas «Escuelas de Pintura al Aire Libre». La primera de ellas fue el Barbizón de Santa Anita en Iztapalapa en 1913, donde se pretendía enseñar tanto las vanguardias europeas como un nuevo enfoque pedagógico. Además, se orientaba hacia el nacionalismo para fomentar la creación de un arte propio y, sobre todo, propiciar el acercamiento del alumnado y la academia con el pueblo.

Esta propuesta resultó refrescante frente a los anticuados cánones academicistas, principalmente porque los alumnos estarían en contacto directo con el campo. En aquel entonces, el lugar era una localidad rural con chinampas, tomando su nombre como referencia al pueblo francés al que llegaron los pintores naturalistas al romper con la academia tradicional a mediados del siglo XIX.

El objetivo principal consistía en que el estudiante se involucrara con su realidad inmediata para lograr plasmarla en su obra, buscando así desarrollar una versión impresionista mexicana que pudiera contribuir al arte nacional. Sin embargo, también se reconocía la dificultad de replicar la experiencia francesa en un contexto tan convulso como el que estaba atravesando México. Además, las nuevas vanguardias, como el fauvismo, el expresionismo, el cubismo o el futurismo, ya habían superado la etapa de Barbizón.

Ramos Martínez percibió esta realidad y otorgó libertad expresiva a sus alumnos para que desarrollaran su propia identidad, siguiendo los lineamientos impresionistas y fomentando la experimentación tanto en el uso de colores como en la forma de representación, mediante manchas o pinceladas. Desafortunadamente, no han sobrevivido muchos ejemplos de las obras realizadas en Santa Anita.

En 1914, empezaron a notarse los primeros cambios positivos con el método del Barbizón mexicano. Se realizó una exposición en mayo, donde figuras como Ramos Martínez, Saturnino Herrán, Germán Gedovius y otros pintores revelaron con gran éxito el nuevo enfoque nacionalista del arte. Sin embargo, es importante señalar que hubo muchas opiniones en contra y algunos no quedaron satisfechos.

Con el tiempo, las contribuciones de la Escuela de Santa Anita empezarían a ser revalorizadas y se convertirían en piedra angular para el surgimiento del movimiento muralista, al haber condensado la práctica artística con la esencia del espíritu popular. Lamentablemente, este experimento tuvo que concluir debido a los efectos de la misma revolución que lo generó. En ese mismo año, cae el gobierno golpista de Victoriano Huerta y el Dr. Atl asciende a la dirección de San Carlos por disposición de Carranza. Sin embargo, su tiempo en el cargo fue breve, ya que abandonó su posición con la llegada de los convencionistas.

Durante su breve período en el cargo, el Dr. Atl criticó el método de enseñanza de Ramos Martínez, considerándolo ajeno a la dinámica del artista. Además, intentó involucrar el quehacer artístico con el político, e incluso trató de frenar la división entre pintores, escultores y arquitectos para reunirlos en un frente común. Debido a la inestabilidad generada por la vorágine revolucionaria, la Academia de San Carlos experimentó cambios constantes en su dirección y realizó esfuerzos para mantenerse abierta. En contraste, el Barbizón de Santa Anita no pudo sostenerse, ya que muchos de sus alumnos se sumaron a las diferentes facciones revolucionarias. A pesar de esto, despertó la conciencia entre los artistas sobre la dirección que debía tomarse una vez restablecido el orden.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Laura Gonzales Matute. Escuelas de Pintura al aire libre y centros populares de pintura.

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Imagen: S/D. Escuela de pintura al aire libre «El Barbizón» en Santa Anita, Ixtacalco 1914. Fuente: https://iztacalco-barrio-magico.blogspot.com/2018/03/escuela-de-pintura-al-aire-libre-en.html

La crisis de la Academia de San Carlos.

El desarrollo histórico del arte en México estuvo estrechamente relacionado con las influencias europeas. En un principio, estas influencias llegaron de manera orgánica con la llegada de artistas o religiosos talentosos en las artes gráficas. Posteriormente, a finales del siglo XVIII, con el espíritu modernizador de las reformas borbónicas, se intentó establecer pautas estéticas siguiendo los principios de la Ilustración. El punto culminante de este esfuerzo fue la fundación de la Academia de San Carlos.

Sin embargo, a principios del siglo XIX, la monarquía hispánica experimentó una crisis que culminó con la independencia de las colonias, incluyendo México. Como resultado, muchas instituciones fundadas en ese período fueron cerradas o experimentaron un declive, debido a la falta de recursos para su sostenimiento. Esto también afectó a la academia, que fue reabierta por iniciativa de Antonio López de Santa Anna durante su gobierno hasta 1847.

La reapertura de la academia planteó un problema debido a la persistencia de las antiguas pautas borbónicas. Se contrataron maestros de gran prestigio de España e Italia, lo que resultó en un estancamiento en la evolución artística del arte mexicano del siglo XIX. Las generaciones formadas en la academia tendieron a replicar los antiguos cánones coloniales.

Como parte del espíritu nacionalista, algo que comenzó a distinguir al arte mexicano fue la incorporación de temas relacionados con la época prehispánica como fuente de inspiración para la creación de nuevas obras. Aunque estos artistas continuaron utilizando los cánones académicos, esto fue suficiente para empezar a arraigar la identidad nacional en la población y proporcionarles fuerza frente a la pérdida de territorio y las invasiones.

La estabilidad comenzó a tomar forma con la llegada de Porfirio Díaz al poder y la consolidación de su régimen durante 30 años. Esto permitió que se destinara suficiente financiamiento para mantener las actividades de San Carlos. Sin embargo, no resolvió por completo el serio debate que existía entre dos grupos: un sector conservador que se resistía a abandonar los cánones académicos y otro grupo de artistas que buscaba explorar nuevas direcciones para encontrar la verdadera identidad nacional.

Justo Sierra, quien estaba a cargo de la política educativa y artística del régimen, se mostró favorable a las reformas modernizadoras y convocó al pintor catalán Antonio Fabrés para unirse al cuerpo docente de San Carlos. Su presencia se complementó con la llegada de artistas becados para estudiar en Europa, quienes adquirieron conocimientos sobre las nuevas tendencias artísticas.

A principios del siglo XX, en México, comenzamos a ver la presencia de artistas que siguieron el camino de las nuevas vanguardias europeas. Un ejemplo es el simbolismo, que estuvo influenciado por el Art Nouveau y tuvo varios seguidores en el país. Entre ellos se encuentran Julio Ruelas, quien exploró la escatología occidental de manera personal, y Saturnino Herrán y Roberto Montenegro, quienes propusieron la integración de elementos populares dentro del academicismo.

El impresionismo también tuvo sus adeptos dentro de la Academia, como el paisajista Joaquín Clausell, quien se inclinó hacia la experimentación técnica para transmitir más allá de lo que uno ve en un paisaje. Además, Alfredo Ramos Martínez optó por la técnica del pastel para representar escenas de la vida cotidiana. No podemos dejar de mencionar a Gerardo Murillo, conocido como el «Doctor Atl», quien desarrolló su propia técnica y medio, creando lo que él llamó «atl colors», lo que le permitió desarrollar un estilo artístico muy particular.

Fue precisamente el Dr. Atl quien encabezó el movimiento renovador, criticando la orientación marcada por el director de la academia, el arquitecto Antonio Rivas Mercado. Rivas Mercado era partidario de la impartición del Sistema Pillet y lo consideraba arcaizante. Además, el Dr. Atl fue un crítico abierto del simbolismo, ya que creía que la dirección a seguir debía ser la del postmodernismo. También se opuso a la política artística seguida por el gobierno de Díaz en lo que respecta a la imagen gráfica de los festejos del centenario. Propuso los lineamientos de la pintura española y formó un grupo compuesto por artistas profesionales y estudiantes para ofrecer una alternativa moderna y nacionalista. Entre los miembros de este grupo se encontraban Joaquín Clausell, Germán Gedovius, Saturnino Herrán, Diego Rivera, José Clemente Orozco, entre otros. Juntos lanzaron una revista llamada «Savia Moderna» en 1906, en la que exponían sus principales ideas y obras. Además, organizaron una exposición alternativa a la celebración oficial del centenario, que fue un gran éxito en términos de asistencia de público.

Todos estos movimientos realizados por los seguidores del Dr. Atl estaban teniendo un exitoso recibimiento por parte del público. Incluso como consecuencia de aquella exposición, surgieron propuestas de particulares para que los pintores participantes realizaran sus primeros murales en sus propiedades. Sin embargo, lo que se avizoraba como el nacimiento del muralismo tuvo que detenerse debido al estallido de la Revolución.

La caída del régimen porfirista también provocó crisis dentro de San Carlos. Como Rivas Mercado era representante del viejo régimen, esto exacerbaría los ánimos de los estudiantes. Además, existía una gran tensión interna entre los arquitectos, que provenían de estratos sociales más elevados y recibían mayores subvenciones por parte del gobierno, en contraste con el resto del alumnado que procedía de los sectores populares. Todo esto condujo al estallido de la huelga del 29 de julio de 1911. En esta huelga, se pedía tanto la destitución de Rivas Mercado de la dirección de la academia como medidas más radicales, como la separación de los arquitectos de la institución para que crearan su propia escuela.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Laura Gonzales Matute. Escuelas de Pintura al aire libre y centros populares de pintura.

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Imagen: Antonio Fabrés. Los borrachos. 1896

La breve y creativa vida de Julio Ruelas.

El Porfiriato fue un periodo donde empezaría el proceso de modernización del país, de estar en un contexto de siglo XVIII para llegar al XIX, por lo que resultaría en un impacto el entrar en contacto con las nuevas tendencias surgidas de Europa y EU, siendo difícil el romper con el esquema tradicionalista basado en los valores religiosos y en las últimas modas llegadas durante el virreinato. Este sería el caso del arte, el cual estaba regido desde finales del siglo XVIII por las normas surgidas de la Academia de San Carlos, imbuido completamente en el arte neoclásico, pero por la situación perpetua de crisis provocaría que viviera tiempos muy difíciles donde era muy limitada su influencia en el país, por lo que el ambiente artístico se desarrollaría a cuentagotas a través de la influencia de los artistas académicos o del surgimiento de artistas natos. Fue así que para las últimas décadas del siglo XIX, la Academia viviría un momento de crisis al cuestionarse las nuevas generaciones el proceder de la enseñanza del arte al compararse con las nuevas tendencias de la época que promovían la libertad de creación, surgiendo un pequeño grupo de artistas quienes se atrevieron a cuestionarlos, siendo uno de ellos Julio Ruelas.

Nacido en Zacatecas en 1870, Ruelas se trasladaría a la Ciudad de México en la década de los 80 para ingresar al Colegio Militar, pero al ver su poca afinidad por las armas decide seguir su pasión como pintor en San Carlos en 1885, encontrándose un ambiente opresor regido por las normas academicistas las cuales estaban respaldadas por el clima autoritario que imponía el positivismo, pero obtendría el apoyo de un creciente grupo de intelectuales como José Juan Tablada, Juventino Rosas, Jesús Urueta, Amado Nervo, entre otros, quienes lucharon por alcanzar un ambiente más liberal para poder explayar sus ideas. Entre los años 1893 a 1895, Ruelas tuvo la oportunidad de estudiar en academias alemanas y esto hizo que entrara en contacto directo con los nuevos rumbos que estaba tomando el arte, por lo que a su regreso a México sentiría que volvía a encerrarse en lo que considero una “ratonera” describiéndolo como mezquino sin inspiración ni gloria. Pero la relación establecida con este grupo de intelectuales le permitió entrar de la mano de su amigo Tablada en el primer proyecto editorial donde se exhibirían los trabajos vanguardistas del momento, la “Revista Moderna”, donde Ruelas desempeñaría el papel de director de arte.

La obra de Ruelas se caracterizaría por romper completamente tanto con el costumbrismo tradicional del arte popular como de los valores de la academia, usando esas técnicas para plasmar en su obra sus inquietudes personales, de ahí la razón por la que se encontraría cómodo con los valores de libertad impulsado por el arte de vanguardia europeo. El arte medieval que desarrollaría los bestiarios y reproduciría los antiguos mitos grecorromanos sería una de sus inspiraciones para su labor artística, al cual le aplicaría tanto su tendencia al perfeccionismo técnico tanto en la anatomía como en los diferentes recursos para dejarnos su visión del mundo pesimista y oscura al otorgarle a su obra una gran expresividad al mostrarnos tanto sus sueños como sus pesadillas, creando un mundo fantástico que emociona a sus espectadores. Es por ello que en su obra vamos a encontrar seres mitológicos como centauros, unicornios y otros seres mitad humano y mitad bestia conviviendo con figuras de autoridad medievales o santos, los cuales trata con poco respeto y de forma completamente trasgresora los coloca en papeles de bufones para convertirlos en personajes satíricos.

Las mujeres ocuparían un papel central en su obra al plasmarlas como el eterno objeto del deseo, exhibiendo sus figuras desnudas su belleza santificada, mientras son perseguidas por centauros y faunos quienes sucumben ante su fuerza sin poder alcanzarlas, de ahí que la presencia constante de estas composiciones hiciera que su obra se considerara transgresora para los valores de la sociedad de la época. Tanto por lo expresado en sus trabajos y por los testimonios de sus amigos, encontramos que Ruelas poseía una personalidad atormentada y depresiva, de ahí su preferencia hacia los trabajos en aguafuerte y la litografía donde le daría fuerza a esta visión al imprimirle una monocromía con sus diferentes matices. Sus principales influencias iban desde la obra fantástica de El Bosco, Pieter Brueghel El Viejo, así como pintores contemporáneos como el suizo Arnold Böcklin y el belga Félicien Rops, de quienes adoptaría su lenguaje para proyectar sus inquietudes existenciales salida de los planteamientos de Immanuel Kant.

Su vida estaba resuelta en el sentido económico, pertenecía a una familia de políticos liberales que supieron hacerse un lugar en el régimen porfiriano, como ocurrió con su padre Miguel Ruelas quien sería ministro de Relaciones Exteriores, razón por la cual pudo costearse su formación artística, además de contar con las simpatías del secretario de Educación Justo Sierra quien no duda en brindarle una beca para que continuase su desarrollo como artista en Paris a mediados de la primera década del siglo XX, representando a México en la exposición anual de la Galería Nacional de Artes Plásticas. Aun de tener esta seguridad financiera, sus inquietudes psicológicas lo atormentaron durante toda su vida, pero encontraría en la pintura y en su trabajo en la Revista Moderna la oportunidad para dejar salir estas ideas, razón por la cual se le haya considerado junto con el resto de sus compañeros como parte del grupo de los “decadentes”. Su vida llegaría a su fin muy pronto al morir a los 37 años en Paris hacia 1907 víctima de la tuberculosis, no llegaría a conocer como su obra junto con la de sus compañeros formaría la vanguardia que conformaría tanto el Ateneo de la Juventud como las nuevas tendencias en la enseñanza del arte mexicano, siendo presa de un constante olvido del cual sale cuando alguien llega a ver su inquietante mundo.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Marco Daniel Aguilar. El fantástico arte de Julio Ruelas, de la revista Relatos e historias en México no.52.

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Imagen:

 – Izquierda: Julio Ruelas. Portada de la Revista Moderna con autorretrato.

 – Derecha: Julio Ruelas. Autorretrato con Fernando Servin y Alejandro Ruelas (El Ahorcado), 1890. 

Editorial: El mundo del arte ¿En declive o hacia una nueva transformación?

A lo largo de la historia, el continuo avance del conocimiento humano ha derivado en profundos cambios para la vida cotidiana, creando puestos donde las personas se insertan en la vida social, pero también estos avances se han traducido en una facilidad para alcanzar ciertos objetivos, provocando que muchos de estos nichos sean ocupados por la tecnología y dejando a los que realizaban estas labores a un lado. El arte se ha visto beneficiado con el avance de la tecnología, obligándolo a cambiar el enfoque que tenía para explorar nuevas alternativas de expresión, pero en estos últimos años se han dado cambios muy profundos que irremediablemente va a cambiar la labor del artista en el mundo, desde la oportunidad de expansión en el mundo cibernético con la aparición de los NFT o uno de los más preocupantes, los generadores de imágenes IA o el Chat GPT que están apareciendo en las redes y muestran trabajos realizados a base de algoritmos para dar resultados comparables a los hechos por un artista en un tiempo ínfimamente menor. Estas nuevas circunstancias plantean un serio problema para estas personas que se dedican o estudian para realizar estos trabajos creativos ¿Vale la pena continuar con el arte?

Cada lugar del mundo ha tenido un enfoque diferente sobre lo que es el arte, en Occidente una de las metas había sido la de alcanzar recrear de manera fiel a la misma naturaleza para crear sus propios mundo, mientras el mundo islámico consideran este enfoque como una blasfemia al considerar como una facultad exclusiva de Dios, por lo que sus artistas se fueron hacia la abstracción y la geometrización de los conceptos de su entorno, mientras los países influenciados por la civilización china se han colocado en una posición intermedia donde privilegian la interpretación del artista sobre su entorno dándole importancia a la técnica de aplicación de los materiales y la abstracción dada tanto por el medio como por la persona el principal medio de expresión. El siglo XIX marcaria para el mundo occidental una revolución en el mundo del arte, la invención del daguerrotipo y posteriormente de la fotografía, haciendo posible que cada vez más gente pudiese obtener una imagen de algún lugar, de alguna persona o de ellos mismos sin la necesidad de contratar a un retratista cuyo alcance solo estaba para la aristocracia, por lo que para los artistas ya no sería importante lograr la imagen exacta de lo retratado, sino que adquirieron la libertad creativa para expresar sus emociones a través de lo que plasman, siendo influenciados por la filosofía oriental o el arte de los pueblos colonizados para construir reconstruir sus nociones sobre el arte.

Al poco tiempo, para los inicios del siglo XX, surge un trabajo que se encargaría de cuestionar lo que significa el arte, es así que surge Marcel Duchamp quien en 1917 exhibe un mingitorio firmado por el en una exposición y por el simple hecho de afirmar que es arte ya lo convertía en una obra en sí, naciendo con ello el arte conceptual donde se despoja de la técnica de la creación de la obra para dar lugar al simbolismo otorgado por el artista y la interpretación o interacción del publico hacia ella como parte de la obra en sí. Esta nueva concepción tardaría en encontrar aceptación en las esferas del arte, logrando obtener un hueco como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y la estela de destrucción que dejaría en Europa, a esto se le suma la crisis geopolítica ocasionada por el fin del imperialismo decimonónico para dar lugar a la polarización de la Guerra Fría como la base intelectual para romper con los antiguos postulados artísticos, dando lugar tanto a la completa abstracción del arte o lanzarse hacia la experimentación, donde incluso integran al tiempo como factor de la obra quitando también el factor de lo estático para crear propuestas efímeras. Esta clase de interpretación artística es una de las más polémicas al nivel general, ya que tanto críticos como el público ponen en duda la idea sobre el significado de ser artista, considerando que el mero hecho de intervenir un objeto y decir que es arte solo está denigrando la concepción del artista quitándole cualquier clase de valor volviéndolo superficial.

La arquitectura ha sido otra de las expresiones revolucionadas con el desarrollo tecnológico del siglo XIX, ya que, con el desarrollo del concreto, los avances de la metalurgia y de la fabricación del vidrio serían un punto y aparte para alcanzar una mayor libertad creativa, rompiendo con las limitantes de los materiales locales para crear edificios de mayores alturas y experimentando nuevas formas creadas desde la imaginación, como lo vemos en la obra de Antonio Gaudí. Esta revolución no implicaría un cambio con respecto a su asociación elitista durante las últimas décadas del siglo XIX, sino se daría en los inicios del XX con la proliferación de los intelectuales socialistas quienes cuestionan sobre la necesidad de acercar la arquitectura a las necesidades de la clase trabajadora para brindarles espacios habitables para mejorar sus vidas, por lo que debía de darle prioridad a la función de los edificios sobre los artilugios superfluos brindados por la simbiosis con la pintura y la escultura. Con ello nace una vez finalizada la Primera Guerra Mundial el funcionalismo, teoría donde se le tenía que dar prioridad a la habitabilidad sobre la forma de los edificios, teniendo como medios de expresión la volumetría, el juego de luces y sombras o los espacios creados a la necesidad de adornarlos con elementos ajenos, movimiento que iría de la mano de arquitectos como Walter Gropius, Le Corbusier o la afamada escuela Bauhaus.

El intento por revalorizar la arquitectura por su esencia divorciándola de las demás artes provocaría un problema que los arquitectos no podrían atender, la necesidad de proporcionar vivienda a una población en constante crecimiento, ya que el trabajo de composición del arquitecto es difícil para cualquier familia pagar por sus labores, por lo que el arquitecto se ha visto limitado en su campo de labor tanto por el gobierno por su compromiso de proporcionar vivienda o del mismo mercado inmobiliario. Con ello el concepto de la “máquina de habitar” creado por Le Corbusier fue pervertido por las necesidades de la sociedad para crear de forma sistemática edificios sin ninguna clase de labor reflexiva por parte del arquitecto más que la de cumplir con las necesidades básicas del patrón, naciendo con ello serios problemas en el urbanismo contemporáneo al naces ciudades sin alma que va deteriorando el ánimo de la sociedad al ver las mismas construcciones en todo el mundo al ser solo meros objetos de uso.

El desarrollo agigantado de la computación dio lugar para que ocupase un lugar fundamental en las sociedades de finales de siglo XX, pasando de ser un mero instrumento de trabajo para ser un medio de comunicación, de entretenimiento o incluso poder vivir completamente de la realidad virtual, proporcionando herramientas valiosas para el trabajo creativo, desde el desarrollo de programas como Photoshop, AutoCAD, Corel Draw, Illustrator, entre otros han mejorado la forma en hacer los trabajos de representación al reducir los tiempos de forma significativa. El problema para el mundo profesionista es la gran accesibilidad que ha tenido para todos tanto a los programas (ya sea de forma legal o por la piratería), incluso se han podido subir tutoriales donde cualquier persona con acceso a internet pueda aprender a usarlos, por lo que profesiones como la del diseño gráfico están quedando obsoletas debido al gran alcance de las nociones básicas de diseño, sacando de la formula el trabajo de los diseñadores.

Otro de los avances que han dado el mundo de las redes es lo referente a las cadenas de bloques o blockchain, que son bases de datos capaces de realizar operaciones indescifrables que generan archivos que no se pueden falsificar, dando lugar a la generación de un mercado de valores fuera de los medios tradicionales como son las criptomonedas, aunque a mediados del 2022 su demanda empieza a ir a la baja y su valor se ha mostrado muy volátil con la posibilidad de que en cualquier momento cayese el mercado, ya que su estructura se basa en un modelo considerado piramidal por los economistas. Ligado con las criptomonedas, estas mismas blockchain dan la misma posibilidad de dar un sustento real a las obras digitales de los artistas, naciendo con ello las NFT donde se crea un archivo base considerado como el original y que es considerado como tener un cuadro o una escultura del mismo artista, dando respuesta a muchos artistas digitales cuyo trabajo es menospreciado por la capacidad de replica que tienen y al dar la garantía sobre sus derechos. Esto creo un furor al conocerse como en algunas subastas empezaron a venderse las NFT por cifras millonarias, naciendo un furor global por adquirir uno con la esperanza sé que se volviese una inversión al corto plazo, el problema se ha vuelto en el abuso de los artistas al replicar la misma obra cambiando los colores para hacerlos originales, como sucedió con el famoso “Bored Ape”, pero la crisis donde se han devaluado las criptomonedas ahora representa una amenaza para la continuidad de las NFT o por lo menos el inicio de su regulación.

El avance que ha tenido el análisis de la infinita base de datos de las redes ha dado lugar al desarrollo de algoritmos que personalizan el contenido al que puede acceder cada usuario según sus intereses y afinidades, pero los desarrolladores han dado un paso más para que por medio de estos algoritmos se puedan crear imágenes completamente originales a la manera de los artistas, usando texturas, abstracciones o cualquier modificación según lo quiera la persona que la mande a hacer por medio de los generadores IA de uso libre. Esto también puede ofrecer un problema a futuro para los arquitectos, ya que con el desarrollo de software ha llegado a ofrecer desde cálculos estructurales, diseñar de forma tridimensional sacando a la vez desde planos, cortes, fachadas y perspectivas de los espacios, si a esto le sumamos que en un futuro se pueda crear un programa donde cualquier persona pueda ingresar los datos del terreno, ubicación y las necesidades del espacio, no dudo que la tecnología pueda ser un futuro cercano una seria amenaza para los proyectistas.

La facilidad otorgada por la tecnología ha metido en un serio problema a los artistas al disminuir su campo de acción ante una sociedad cada vez más inmersa en el mundo del internet, esto no representa el fin de estas labores, pero si un momento de crisis donde tendrán que replantearse su labor ante este mundo de cambios cada vez más veloces donde los algoritmos parecen resolver las necesidades individuales. Considero que el conocimiento para la labor artística nunca debe de dejarse en su totalidad en manos de la tecnología ante la posibilidad en que cualquier momento los medios como el ciberespacio puedan desaparecer por causas fortuitas, quedándonos fuera del alcance de siglos de conocimiento humano, por lo que siempre tendrá que ser importante la manutención de los conocimientos análogos a la tecnología. Ya veremos en los años siguientes como el arte se ha reinventado ante la existencia de estas nuevas oportunidades ofrecidas por el mundo de la informática, posiblemente el uso de estas herramientas de la oportunidad para conocer propuestas de personas alejadas de las convenciones artísticas y podremos valorar ideas vistas bajo otras perspectivas que son visibilizadas gracias a tecnología que facilita los procesos de creación y a un mundo más interconectado, por lo que la batuta la siguen teniendo las personas al ordenar a la tecnología lo que tiene que hacer.

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Federico Flores Pérez.

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Imagen: Alexi Riego. Los estados de Puebla y Guerrero como espíritus, ilustraciones hechas con IA.

El paso por el muralismo mexicano de Carlos Mérida.

Uno de los símbolos por excelencia de la transformación cultural que vino de la mano con la revolución fue el movimiento muralista mexicano, el cual tenía como misión llevar ante el público en general el arte y al mismo tiempo transmitir el mensaje revolucionario y la cultura mexicana condensada en el indigenismo por medio de la pintura para tratar de emular el discurso grafico de los evangelizadores al llevar su mensaje por medio de los murales de los conventos y las fachadas de las iglesias. La primera generación de muralistas tuvo su triada de figuras que se convirtieron en los principales referentes del movimiento: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, quienes fueron encargados de llevar a cabo los primeros grandes proyectos para poder pintar los principales edificios públicos, después sería proseguido este impulso de la mano de una segunda generación como Juan O ‘Gorman, Fermín Revueltas, Alfredo Zalce, Rufino Tamayo, entre otros. Pero este movimiento no se quedaría encerrado a los pintores mexicanos y llamo la atención de artistas extranjeros que se integraron al trabajo que se estaba llevando a cabo por todo el país como Jean Charlot, Pablo O’Higgins y el caso que nos compete con el pintor guatemalteco Carlos Mérida.

Nacido en Quetzaltenango en 1891, Mérida desde muy pequeño mostro grandes aptitudes para las artes siendo lo que le llamaba la atención la música, pero desde joven empezó a mostrar una temprana sordera que le impidió proseguir por ese camino y lo cambia por la pintura. Él se integra a los primeros círculos intelectuales de la capital chapina, formando parte de la tertulia donde era participe los pintores Carlos Valenti y Agustín Iriarte, pero quien representaría un cambio en su concepción como artista fue el poeta catalán Jaime Sabartés, quien había llegado hacia 1904 y que en 1909 toma las riendas de la tertulia a la muerte de su organizador. Sabartés fue uno de los grandes amigos de Pablo Picasso y a su paso por Guatemala se trajo consigo los cuadros que le había pintado, despertando el interés tanto a Mérida como a Valenti por todo lo que les platicaba, esto hizo que le impulsara a tener su primera exposición en 1910 y se fueran de viaje a Paris con una carta de recomendación para conocer a Picasso en 1912.

Ya en Europa, los amigos entran en contacto con lo último de las vanguardias artísticas al ser asiduos visitantes de los talleres de Amadeo Modigliani, Kess van Dongen y Hermenegildo Anglada Camarasa, pero su estancia fue empañada por el suicidio de Valenti cuya salud se estaba deteriorando a raíz de una serie de enfermedades crónico-degenerativas y toma la decisión de ponerle fin a su vida. Para 1914 regresa a Guatemala junto con el escultor Rafael Yela Günter, teniendo la convicción de revalorizar por medio de sus obras la esencia del arte indígena tanto prehispánico como el contemporáneo, llevándolo a una nueva etapa donde pudo hacer una segunda exposición en Guatemala en 1919, México en 1920 y Paris en 1927, donde ya se ven los elementos que serán característicos en su obra como la abstracción y que supo combinar con la raigambre indígena. En 1922 entra en contacto con Diego Rivera y se convierte en uno de sus ayudantes para la realización del mural “La creación” en San Idelfonso, pero al no ser militante de los partidos de izquierda y al no haber participado en la revolución lo fue alejando del círculo de artistas y se convierte en uno de los artistas disidentes al movimiento de la plástica revolucionaria.

Sus inquietudes no quedarían en el mundo de la pintura, sino que también incursiono en la arqueología como asistente de Manuel Gamio en las excavaciones realizadas en Teotihuacan, donde tuvo la oportunidad de estudiar de cerca los elementos fundamentales del arte mesoamericano. En su segunda estancia en Paris entra en contacto de lleno con el circulo cubista conformado por Picasso, Paul Klee, Joan Miró, Wassily Kandinsky y el uruguayo Joaquín Torres García, de donde adquiere una gran influencia su obra donde supo impregnar el colorismo autóctono con su trabajo que iba tanto hacia el cubismo como al surrealismo. Sus raíces hicieron que tuviera un gran apego a sus raíces, siendo temas recurrentes tanto la cultura indígena y en especial el Popol Vuh, pero a diferencia del resto de pintores mexicano ve fundamental la integración plástica de su obra junto con la arquitectura y la escultura (punto que comparte con Siqueiros), dejando de lado las viejas concepciones del muralismo que ponían las pinturas como meros objetos decorativos, acercándose al movimiento modernista de arquitectura y lo hizo que trabajase de cerca con Walter Gropius, Mario Pani y Enrique del Moral.

Su perspectiva alejada de la militancia política si bien lo aleja del círculo artístico nacional, lo acerca con los arquitectos quienes seguían los postulados de la Bauhaus y el “estilo internacional”, su abstracción se amoldaba con la estética de la época y la arquitectura también influye en su obra al usar principalmente los mismos materiales de la construcción para realizar su trabajo. Si bien esto lo llevo a elaborar murales a gran escala en las grandes obras como los multifamiliares, bancos, locales, escuelas, hoteles, entre otros edificios, tanto su condición de extranjero como de disidente del movimiento oficialista ha hecho que las autoridades culturales se negaran a ver por la protección de su obra, por lo que buena parte de ellas han sido destruidas cuando se les ha cambiado el giro a los edificios, pero el que fue un duro golpe seria el sismo de 1986 cuando fueron destruidos los multifamiliares construidos por Mario Pani. A pesar de las reticencias que tuvo por parte de la intelectualidad, esto no impidió que hiciera de México su hogar, donde le alcanza la muerte en 1984, pero no dejaría en el abandono a su patria a la cual doto de un gran acervo de su obra en muchos edificios públicos que es protegida, algo que debemos de emular al ser una personalidad que hizo grandes aportes a la cultura mexicana y que es uno de los puentes que nos hermanan con nuestro vecino del sur.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Louise Noelle. Los murales de Carlos Mérida. Relación de un desastre, de la revista Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 15 (58).

Imagen:

La llegada del Modernismo en México.

La pacificación del país que se aplica con el gobierno de Porfirio Diaz hizo que la clase intelectual se incorporara plenamente a las nuevas tendencias que estaban en boga tanto en Europa como en los Estados Unidos, destacando un movimiento hedonista que rechazaba todas las imposiciones del tradicionalismo para manifestar una forma de expresión individualista. El modernismo tiene sus antecedentes de la mano del poeta Edgar Allan Poe, quien en 1850 deja en el ensayo “El principio poético” la necesidad de cortar con toda clase de idealismo alejándose de cualquier tendencia moralizante. Su trabajo tuvo repercusión al otro lado del océano al ser secundado por el filósofo Charles de Baudelaire, traduciendo el texto para difundirlo en el círculo de artistas parisinos, teniendo como fruto la escritura del libro “Las flores del mal”, donde atacaba el arte y las costumbres burguesas para ser reemplazadas por la bohemia y el libertinaje.

Es así que el modernismo se coloca como un movimiento contracultura el cual aspiraba con romper todas las imposiciones academicistas y morales impuestas por la aristocracia, teniendo su repercusión con el poeta nicaragüense Rubén Darío quien con su libro “Azul” de 1888 se advierte la entrada de Latinoamérica en la corriente gracias a su amplia difusión por el continente y de paso la misma España. La llegada del modernismo no fue exclusiva de los poetas, sino que estos buscaron retribución por parte de los pintores que vieron interesante la idea del rompimiento del orden establecido, formándose un dialogo entre la poesía y la plástica complementándose entre sí para volverse combatientes de sus propias ideas. El movimiento se caracteriza por adoptar todo aquello que atacase los valores tradicionales, desde el cosmopolitismo y el laicismo, así como el uso de figuras retoricas como la metáfora para servir como instrumento de libre interpretación.

En 1894 el modernismo se manifiesta en México con la aparición de la Revista Azul fundada por Manuel Gutiérrez Nájera y Carlos Diaz Dufoo, que a pesar de su corta existencia de dos años dejaría un calado hondo entre los intelectuales capitalinos. Como es evidente, pronto el modernismo latinoamericano rompe semejanzas con el occidental debido a la necesidad de adaptación a las circunstancias locales, llevando sus principios a las propias vidas de los artistas para vivir según lo que expresaban, siendo considerados como decadentes, débiles y desiguales, provocando interesantes luchas intelectuales que fueron llevadas a la prensa de la mano de poetas como José Juan Tablada, Balbino Davalos, Alberto Davalos o Francisco M. de Olaguibel quienes incluso se vieron en la necesidad de renunciar como redactores del periódico El País.

La necesidad de un espacio donde los modernistas pudiesen exponer al público sus ideales personales dio a luz a la Revista Moderna de 1898, fundada por Bernardo Couto y contando con la dirección de Jose E. Valenzuela para después ser continuado por Amado Nervo, así como disponiendo de las colaboraciones de escritores como Rafael del Valle Inclán, Miguel de Unamuno y Antonio Machado quienes compartieron con mayor intensidad los valores modernistas ante la debacle española que supuso ese aciago año. Los colaboradores nacionales incluían al propio Amado Nervo, Ciro B. Ceballos, Tablada, Leduc Jesús Urueta, Rubén M. Campos y Balbino Davalos.  Una de las razones por las que este grupo fuese calificado como decadente era por el ritmo de vida que llevaban debido al afán por su lucha contra la cultura la cual llegaba incluso a lo visceral donde criticaban desde el ambiente de los bares.

Uno de los símbolos de la proliferación del modernismo en las artes plásticas la tenemos en el caso de Julio Ruelas, quien también fue fundador de la Revista Moderna de donde sería el principal ilustrador de ella, dándole un aire lúgubre, irónico y tormentoso con su trabajo, la cual iba de acuerdo con su modo de vida que terminaría con su temprana muerte en Paris en 1907. La influencia del modernismo en la pintura fue amplia al repercutir en el trabajo de otros pintores como Ángel Zárraga, Saturnino Herrán, Roberto Montenegro o Gerardo Murillo, los cuales servirían de base para la vanguardia que serviría de base para la estafeta de la plástica mexicana encabezada por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.

No solamente el modernismo tendría su amplia cobertura en el mundo cultural, sino que también serviría de punto de referencia para el incremento de la crítica hacia los alcances del Porfirismo y su poca cobertura al garantizar el bienestar de todos los mexicanos revelando la decadencia del régimen y del positivismo de Los Científicos. Es así que el movimiento modernista se vuelve en un referente para la construcción de la identidad nacional que vendría con el devenir del siglo XX, teniendo en el mundo intelectual a su principal receptor y cuya obra seria con el paso de los años la expansora de sus ideales a través de la sociedad.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Canek Sánchez Guevara. El modernismo en México. Orígenes del movimiento artístico-literario finisecular, de la revista Relatos e Historias en México no. 30.

Imagen: Julio Ruelas. Entrada de Don Jesus Lujan a la Revista Moderna. 1904.

Felipe Santiago Gutiérrez y el difícil mundo del arte mexicano del siglo XIX

El primer siglo de vida de México resultaría en buena parte un reto ante la alta inestabilidad que existían ante un débil gobierno que era víctima de las ambiciones de unos cuantos, pero esto no cesaría la atracción que tendrían algunos mexicanos ante el mundo del arte, intentado salir tanto de las esferas del autoconsumo o de la vida militar que estaba muy en boga ante tanto conflicto. Este sería el caso del pintor de ascendencia indígena Felipe Santiago Gutiérrez, quien aprovecharía las escasas oportunidades para poder entrar en esta esfera para convertirse en uno de los mejores exponentes de la pintura decimonónica y cuyo legado y obra permanecen hoy en el olvido de algunos libros de arte que reseñan su vida.

Nacido el 20 de mayo de 1824 en una comunidad indígena de Texcoco, desde temprana edad mostraría notables aptitudes para el dibujo y la pintura, lo que impulsaría a sus padres a que lo llevaran a tomar clases en Texcoco. Correría con la suerte de que su padre, Crescencio Gutiérrez, era general, por lo que le permitiría poder recibir educación artística, aunque tendría que afrontar a la edad de 12 años su perdida al morir en la Batalla de El Álamo, pero esto no impediría que se trasladase a vivir a la Ciudad de México para poder estudiar en la Academia de San Carlos. A pesar de que esta institución virreinal había atravesado por décadas complicadas por las múltiples crisis económicas y los efectos de las guerras, había logrado mantener una planta de profesores que mantuvo a la Academia en un alto nivel educativo, por lo que durante su estancia como estudiante seria alumno de pintores como Miguel Mata y Reyes y del propio director Pelegrín Clavé.

Como muchos pintores de su época, Santiago Gutiérrez muestra los valores de la escuela neoclásica donde se tomaban como base el humanismo, el idealismo, el naturalismo y el romanticismo que buscaba generar una nueva identidad nacionalista que hacía falta, por lo que su pintura giraría hacia el realismo logrando ser uno de los mejores exponentes debido a su talento innato. Aun cuando mantuvo contacto estrecho con la Academia de San Carlos una vez graduado, nunca llegaría a impartir clases en ella, pero en cambio fue maestro del Instituto Literario de Toluca gracias a su amigo Felipe Sánchez Solís, lo que le traería el ser buscado por los gobernadores del Estado de México para ser retratados con su pincel.

Para 1862 emprende el viaje hacia diferentes rumbos del país, asi como tuvo la oportunidad de conocer los Estados Unidos, Europa, Egipto  y Sudamérica, lo que dio lugar a que su pintura se impregnara de las experiencias que vivió, siendo comparado con el pintor del siglo XVII Jose de Ribera. Resultaría especialmente formativa su estancia en Roma, ya que tuvo la oportunidad de trabajar con el desnudo al natural (ya que en San Carlos no se enseñaba), donde ocuparía de modelo a la dama de nombre Gallesiara quien sería la musa con la que podría poner en práctica sus habilidades. Hacia 1873 en Nueva York conoce al escritor colombiano Rafael Pombo, quien lo invita a su país para que fundase la primer academia de arte en el país llamada la Academia Gutiérrez, de la que llegaría a ser director y regresa a México hacia 1875 donde se casaría con Encarnación Castillo Reséndiz.

A todos los lugares donde llegaría dejaría obras que le fueron comisionadas por encargo, por lo que lamentablemente gran parte de su trabajo se encuentra disperso o perdido. La fama que alcanza en el extranjero hace que sea tomado en serio por parte de la Academia de San Carlos y seria uno de los jurados más asiduos para las exposiciones de los estudiantes. El culmen de su trabajo como pintor seria en la exposición de San Carlos del año de 1891 con el afamado cuadro que seria representativo del arte mexicano decimonónico La cazadora de los Andes, cuadro pintado en Colombia y que sería la síntesis de todo lo que aprendería de sus viajes, sobre todo que intentaría capturar la esencia de las tierras sudamericanas, pero siempre desde una perspectiva cultural europea al representar en el cuadro a la diosa Diana. Lo atrevido que resultaba el cuadro para la moral de la sociedad resultaría un escándalo por el desnudo del cuadro, por lo que la entrada a la exposición solo estaba permitida para caballeros mayores de edad, dejando de lado a mujeres y niños.

Felipe Santiago Gutiérrez en Museo Blaisten

A pesar de la fama que llegaría a alcanzar y de ser una figura fundamental en la pintura mexicana, moriría en el olvido y la pobreza hacia 1904, quedando su recuerdo soterrado a algunas colecciones de arte y galerías nacionales y extranjeras. No sería hacia 1992 que el gobierno del Estado de México empieza a adquirir dibujos y pinturas de Felipe Santiago, fundándose su museo el 16 de diciembre de ese año alojado en una casona de finales de siglo XIX de la ciudad de Toluca, siendo un importante esfuerzo para salvaguardar la obra de este pintor de origen indígena que gracias a su talento lograría conmover al mundo del arte mundial del siglo XIX y que seria parte de la escuela mexicana de pintura que estaría próxima a gestar su transformación.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Rosa María Letayf. El primer desnudo del arte mexicano. La obra del pintor viajero Felipe Santiago Gutiérrez, de la revista Relatos e historias en México no. 56

Imagen: Felipe Santiago Gutierrez, Retrato de Doña Teresa Pliego, 1848

La tumultuosa trayectoria de María Izquierdo

Ser mujer en México nunca fue fácil, a pesar de que a finales de siglo XIX empezaron a surgir círculos feministas que abogaban por la igualdad de derechos con respecto a los hombres (incluyendo el fallido intento de Hermila Galindo de ponerlos en la nueva constitución), se harían algunas concesiones para que tuvieran la oportunidad de estudiar o de desempeñar oficios aunque de manera limitada.  Este sería el caso de una pintora tapatía que teniendo todo en contra lograría destacar en el campo de la pintura mexicana de la primera mitad del siglo XX cuando la efervescencia nacionalista estaba en su punto más alto y que tuvo que enfrentarse a la cultura machista de la época que le cerraron las puertas a proyectos importantes y que hizo que por un tiempo su obra cayera en el olvido.

María Izquierdo nace en 1902 en San Juan de los Lagos, Jalisco, con una vida itinerante entre Aguascalientes y Coahuila, como era costumbre de la época fue casada muy joven con el general Cándido Posadas con quien tuvo tres hijos. Esta situación no impidió que dejara sus sueños de ser pintora y se traslada a la Ciudad de México con sus hijos para estudiar en la Academia de San Carlos en 1928, dirigida en aquel momento por Diego Rivera y quien la elogia en su primera exposición al siguiente año, el mismo en que deja la academia. Es así que comienza una serie de giras donde expone sus pinturas tanto en diferentes ciudades del país como del extranjero, de las cuales conocería al pintor oaxaqueño Rufino Tamayo con quien tenía una relación de cuatro años donde el arte de ambos se influiría mutuamente y que a la vez sería muy tormentosa, incluso se dice que su recuerdo fue usado por los enemigos de Tamayo para molestar a su esposa Olga.

Su talento hizo que se relacionara con los intelectuales mexicanos de la talla de Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, José Gorostiza y Carlos Pellicer, quienes hablaron muy bien del uso del discurso artístico de la artista. Para 1936 llega procedente de Francia el escritor Antonin Artaud, quien se enamora de su arte por la estética indígena que impregna su obra y de quien entabla una relación amorosa, que termina de una forma patética para Artaud ya que Izquierdo le da pinturas para que las expusiera en Paris, cosa que lograría pero que no vería que le diera el dinero por las ventas realizadas. Su obra se encargo de adoptar la expresión del arte popular, impregnando lo más puro de la esencia mexicana tanto sus retratos, como sus populares naturalezas muertas y las diferentes temáticas que fueron de interés retratar.

Su fama fue tal que para 1945 fue seleccionada para comisionarle el proyecto de pintar los murales del cubo de la escalera del antiguo Palacio del Ayuntamiento, todo un logro para una mujer que había llegado a ser reconocida con una obra de tal envergadura, pero esto no gusto a los “tres grandes” Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, quienes al parecer movieron sus influencias en el gobierno para que antes de que comenzara a pintar cancelaran el proyecto. El funcionario encargado de la gestión le ofrece en compensación la oportunidad de pintar en el muro de alguna escuela o mercado de su preferencia, a lo que Izquierdo rechaza tal oferta y despierta la indignación de algunos pintores como Manuel Rodríguez Lozano o Fernando Leal quienes se suman a apoyarla ante tal injusticia, y también hubo críticos que desataron su furia contra ella en artículos periodísticos.

Lamentablemente su salud empieza a empeorar a partir de 1948, donde a partir de ahí seria víctima de múltiples embolias que irían limitando sus capacidades hasta que le provocan la muerte en 1955. Quedaron atrás sus planes de tener una última exposición en el Palacio de Bellas Artes, alcanzando a escribir su autobiografía, legándonos sus obras que se encuentran en diferentes colecciones gubernamentales y privadas y sobre todo su testimonio de lucha de una mujer en una sociedad que apenas habría la posibilidad de que se convirtieran en miembros activos de ella.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Aura García de la Cruz. María Izquierdo. La pintora que se enfrentó a los muralistas, de  la revista Relatos e Historias en México no.105

Imagen: Maria Izquierdo. Autorretrato, 1945

Siqueiros, su revolución armada y artística.

Sin duda, uno de los representantes del arte moderno del siglo XX fue este muralista que lleva sus ideales a los extremos, no duda en ponerse al servicio de las armas y de expresar esa pasión en la pintura, medio con el que tratara de mandar el mensaje al pueblo mexicano de la necesidad de liberarse de sus condiciones de pobreza siguiendo los postulados de la revolución que derroca a la oligarquía. Si la causa requería sus servicios, era capaz de ir a la guerra, matar a quien fuera necesario y pelearse con los artistas que buscaban salirse de la ruta artística que había trazado la cual era la integración del todo como un ente plástico, así fue David Alfaro Siqueiros.

Llega al mundo en 1896, hay dudas si nació en Camargo, Chihuahua o en la Ciudad de México, proveniente de una familia de clase media alta de Chihuahua se cría con las historias de su abuelo Antonio Alfaro Palominos, quien fuera combatiente de la Guerra de Reforma y la Intervención francesa y que logra infundirle los valores del patriotismo y la vida militar. Fue el quien descubre el talento de su nieto al ver que logra copiar en lápiz la obra de Rafael La Virgen de la silla, haciendo que se instruyese en la pintura. Gracias a sus virtudes, hace que su familia lo mande a estudiar en la Ciudad de México en la Academia de San Carlos en 1911, donde conocerá a los que fueran sus amigos, compañeros y rivales Diego Rivera y José Clemente Orozco, siendo educados por el pintor paisajista Gerardo Murillo, más tarde conocido como Dr. Atl.

Testigo de la época convulsa de los finales del Porfiriato, la educación que le dio su abuelo hace que se una a la revolución enlistándose para 1914 en las tropas de Venustiano Carranza bajo el mando de Manuel Diéguez combatiendo a los villistas. Es en esa etapa en que entra en contacto con la realidad del campesinado, haciéndolo la principal fuente de inspiración de su obra junto a su visión de liberación de la pobreza que los marginaba. En 1918 el país había sido tomado por los constitucionalistas que habían derrotado a Villa y a Zapata, que por sus servicios en la lucha armada le otorga Carranza a Siqueiros la posibilidad de irse a estudiar pintura a Europa, oportunidad que aprovecha de la mano de su primera esposa Graciela Amador. Este viaje fue decisivo, ya que entra en contacto con la vanguardia europea y con el arte del Renacimiento, que sumado a la educación nacionalista que tuvo por parte del Dr. Atl hace que empiece a formar la teoría del muralismo mexicano.

Además de la inspiración artística, va a ser influenciado ideológicamente con el comunismo, por lo que para 1924 ya en México funde el Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escritores a la par del periódico propagandístico El Machete. Junto a su vida política y siendo eje del programa educativo del José Vasconcelos pinta sus primeros murales en la Escuela Nacional Preparatoria de la Ciudad de México junto con Rivera y Orozco, quienes serían tanto sus colegas de profesión y de partido como sus acérrimos rivales. Fue un importante activista de la izquierda en el país, haciendo que conforme los gobiernos revolucionarios se volviesen más represivos frente a las “ideologías extranjeras”, haya empezado sus constantes estancias en prisión que lo seguirán de por vida. La radicalización de sus ideas hizo que se llegara a pelear con quien fuese su amigo Diego Rivera, Rufino Tamayo quien llego a los golpes o que lo llevara a organizar un fallido atentado contra Trosky que era perseguido por Stalin. Ni que decir de su participación que tuvo en la Guerra Civil Española donde fue a combatir a franquistas como parte de la ayuda que dio Lázaro Cárdenas a la Republica, donde alcanzaría el grado de coronel.

Sin duda no sería la política o la milicia donde alcanzaría la trascendencia, sino la que sería su verdadera vocación, la pintura. Su afán que tenía porque su mensaje ideológico llegara al público que admirase su obra hizo que viera en la experimentación artística nuevas formas para llevar su expresión al siguiente nivel. Fue muy importante su estancia en Nueva York en 1936 donde funda la Siqueiros Experimental Workshop donde entra en contacto con artistas como Jackson Pollock, ahí descubrirá la piroxilina, la pintura usada para los autos, y el uso de aerógrafos los medios para lograr la expresividad que quería. La influencia del arte colonial hizo que viera en la escultura un elemento fundamental para lograr su objetivo, lo que sería común el uso de volúmenes tridimensionales que se integrarían al mural, sumado a un gran estudio geométrico que formaría grandes composiciones armónicas y que le darían la profundidad necesaria.

Trabaja en numerosos lugares, desde México, Estados Unidos, entre otros países latinos como Cuba, Chile o Argentina donde dejaría ejemplares de su trabajo. Para los años 60, el muralismo es rebasado en el gusto artístico por las nuevas alternativas que surgen al nivel global y a la erosión del discurso nacionalista, pero aun con esta decadencia seria el quien diese al mundo el último gran testimonio de su discurso artístico en la que sería su obra final, La marcha de la humanidad, realizada en un conjunto pictórico-arquitectónico-escultórico donde cada elemento se integra a la perfección en el que sería el Polifórum Cultural Siqueiros en la Ciudad de México, una obra que sale y se adentra en el edificio y que evoca la permanente lucha para desterrar la desigualdad social en una alucinante mezcla de color. Este proyecto implico de nuevo una serie de innovaciones como el que los murales no se pintaran en el sitio, sino que fuesen pintados en su taller de Cuernavaca dadas las dificultades que le traerían la edad y que sería su despedida, ya que muere tres años después en 1974, pero que nos dejaría uno de los más importantes pináculos del arte mexicano contemporáneo.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Gerardo Australia. Siqueiros. Artista genial, opositor estruendoso, comunista intolerante, de la revista Relatos e Historias en México no. 70

Imagen: David Alfaro Siqueiros El coronelazo, 1945

La generación de la ruptura.

Los años 50 fueron para México el inicio de la estabilidad política que trajo la institucionalización de los aparatos gubernamentales, así como el inicio del crecimiento económico que trajo el impulso a las inversiones privadas con un atractivo sistema hacendario que hizo posible el impulso de la vida urbana en contraposición al campo. El arte estaba en pleno proceso de transformación, ya que venía de un discurso plenamente nacionalista que iba de la mano de los tres principales pintores Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros que con su obra plasmaban una nueva identidad basada en el elemento indígena con la vida rural como eje del planteamiento socialista que arropaba el nacionalismo revolucionario como única vía para el desarrollo nacional.

Este cambio generacional de implico la transformación de un país rural a uno urbano-industrial, con una creciente clase media al que las privaciones de principios de siglo XX ya eran ajenas a su modo de vida que estaba más interconectado con el mundo, por lo que el discurso propagandista que tenía el muralismo mexicano estaba ya por agotarse junto con la muerte de sus principales exponentes. David Alfaro Siqueiros que para ese momento se había convertido en el único representante de ese trio, se convierte en el jefe cultural del mundo del arte quien con un marcado autoritarismo escribe en 1945 el ensayo “No hay más ruta que la nuestra: Importancia nacional e internacional de la pintura mexicana moderna”, este texto pretendía marcar un respaldo teórico para fundamentar la importancia que el muralismo tenia para el desarrollo artístico del país al ser el reflejo de las auténticas necesidades del pueblo para dirigirlo al socialismo como pretendían los intelectuales de los 30 y  40. Siqueiros a lo largo de su trayectoria como artista intentara con la evolución técnica y la innovación ser más expresivo para lograr la vigencia de los ideales de la revolución a las futuras generaciones.

Pese a los deseos de Siqueiros y los muralistas, el país estaba cambiando y no solamente por esta clase media en crecimiento sino por el aumento de conectividad que tenía el país con el mundo, empezando por la llegada de diferentes artistas e intelectuales de Europa que venían huyendo de los regímenes autoritarios y los efectos de la guerra, viendo en México una tierra de oportunidades con una rica cultura que vale la pena explorar. Así como paso a principios de siglo XX con el regreso de Rivera y Siqueiros que trajeron los movimientos de vanguardia, artistas como Mathias Goeritz o Gunter Gerszo contribuyen con la llegada de las tendencias artísticas como el de la Bauhauss que era perseguido por los regímenes fascistas. Pero además de estos artistas, otro de los referentes  perteneciente a la Escuela Mexicana de Pintura como Rufino Tamayo, Manuel Rodríguez Lozano y el pintor guatemalteco Carlos Mérida vieron necesaria la renovación del enfoque del arte mexicano para abandonar los elementos folclóricos para apostar por la expresión individual del artista.

El arte estaba saliendo de los marcos institucionales del gobierno para tener lugar en las primeras galerías privadas que le daban lugar a los artistas que deseaban aportar un nuevo punto de vista, lo que dio lugar a que el incremento de personas dedicadas a las artes tuvieran su espacio en un rincón de la Colonia Juárez en la Ciudad de México que con el tiempo será conocida como la Zona Rosa. Este será el semillero de los nuevos artistas que se atreverían a ponerse al tu por tu con los patriarcas del muralismo como fue el caso de Jose Luis Cuevas, Juan Soriano, Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Fernando García Ponce, Pedro y Rafael Coronel, Vlady, entre otros que apostaron por la experimentación del arte para explorar los caminos del arte abstracto y la experimentación del color y texturas con el fin de brindar al público nuevas experiencias.

La Escuela Mexicana de Pintura atravesaba por una crisis de la cual no se recuperaría, ya que solo contaba con el apoyo del gobierno al ser uno de sus principales aparatos propagandísticos, pero que no despertaba la pasión de los nuevos artistas. A pesar de que Siqueiros era defensor a capa y espada de su concepción artística, entraba en constantes peleas con el mismo gobierno al chocar su ortodoxia revolucionaria con el pragmatismo que estaba tomando el priismo, lo que le valdría pasar algún tiempo en prisión. El ámbito universitario abrazó las tendencias innovadoras a las que les dio difusión como la nueva forma de hacer arte, siendo los pintores de “la ruptura” los consentidos por parte de los intelectuales del momento. Caso aparte sería el de Rufino Tamayo que si bien arropa las tendencias modernas, no pierde la conexión con su tierra, por lo que intenta llevar de la mano sus raíces culturales con los nuevos tiempos, creando una particular Escuela Oaxaqueña de Pintura en la que brindara apoyo a sus paisanos que en el futuro serán grandes referentes de la pintura mexicana como Francisco Toledo o Rodolfo Nieto.

Al parecer en este caso la historia es cíclica en el mundo del arte, así como el muralismo combate al romanticismo porfiriano, este es derribado por los de la ruptura que también serán reemplazados posteriormente por los que apostaban con llevar el arte a las masas desde elementos más populares de una nación que atravesaba la etapa de crisis que fue el fin del Estado de Bienestar, brindándonos nuevas perspectivas de la expresión de la creatividad humana.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía:

  • Victoria García Jolly. Generación de la Ruptura, revista Algarabía no.127
  • Teresa del Conde. Aparición de la Ruptura

Imagen: Viccente Rojo. La tinta negra y roja 5, 2008