El sitio de Guadalajara y la batalla de Calpulalpan, la derrota conservadora

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Por segunda vez durante la Guerra de Reforma, la ciudad de Guadalajara se convirtió en un campo de batalla entre liberales y conservadores a finales de septiembre y principios de octubre de 1860. Esta vez, los conservadores se habían atrincherado en la ciudad bajo el mando del general Severo Castillo, mientras que los liberales, inicialmente liderados por Jesús González Ortega y posteriormente reemplazado por Ignacio Zaragoza, tenían la misión de tomarla.

Sin embargo, se enfrentaban a la dificultad de la pronta llegada de refuerzos conservadores liderados por Leonardo Márquez y Tomás Mejía, quienes contaban con una fuerza de 4,300 hombres y estaban financiados con $200,000 pesos obtenidos de préstamos forzosos durante su victoriosa campaña por el Bajío. Zaragoza se vio presionado por el tiempo y decidió tomar Guadalajara a toda costa, a pesar de que las tropas conservadoras rondaban los 6,000 efectivos, cuyas fuerzas se veían mermadas por la falta de recursos.

Así, en la mañana del 29 de octubre, Zaragoza inició el asalto, desencadenando una batalla cruenta y sin cuartel que dejó la ciudad en ruinas y ninguno de los bandos se proclamaba como vencedor después de 14 horas de combate continuo, dejando exhaustas a ambas fuerzas.

A pesar de haber quedado igualados, la situación en el bando conservador estaba siendo más apremiante al quedarse sin dinero y sin parque. Por lo tanto, Castillo decide iniciar conversaciones con el general liberal Manuel Doblado, algo a lo que Zaragoza no se opuso, ya que esto le permitió preparar los morteros y continuar con el bombardeo al día siguiente. La reunión resultó en un armisticio de 15 días, durante los cuales las fuerzas conservadoras defensoras de Guadalajara no podían abrir fuego contra las tropas liberales. Esto permitió a Zaragoza concentrarse en atacar a Márquez, quien se encontraba en Zapotlanejo, a 34 km de la ciudad.

Para enfrentarlo, Zaragoza comisionó al general Nicolás Regules para perseguirlo y enfrentarlo en las Lomas de Calderón el 1ro de noviembre. La batalla se desencadenó después de que Márquez atacara como represalia contra Zaragoza por negarse a negociar, pero no pudo hacer frente a las tropas liberales y se dio a la fuga. Cerca de 3,000 soldados conservadores fueron capturados en la huida.

Como consecuencia de la derrota de Márquez, el general Castillo decide seguir sus pasos y abandona Guadalajara el 3 de noviembre, lo que representó una derrota decisiva para los conservadores al dejar en manos de los liberales los puntos más importantes del Occidente. Esto permitió a los liberales recuperar el Bajío y comenzar a prepararse, tanto comprando armamento a Estados Unidos como obteniéndolo de la ferrería de Tula. Reunieron una fuerza de 30,000 soldados y 180 cañones para dirigirse hacia la Ciudad de México.

Para finales de octubre, Miguel Miramón sabía que la causa conservadora estaba en desventaja. Un golpe moral fue el retiro de la legación británica, la cual desconoció su gobierno y se instaló en Xalapa. Ante esta situación, Miramón decide vender mobiliario y propiedades para pagar deudas y costear su huida a Europa junto con su familia. Una vez recibida la noticia de la toma de Guadalajara y la derrota de Márquez, Miramón declara el estado de sitio en la capital el 13 de noviembre y vuelve a imponer un préstamo forzoso de $300,000 pesos. Además, ordena a Márquez incautar los bonos de la legación británica por un valor de $660,000 pesos. Emitió una proclama donde admitía la situación crítica y preparaba a los capitalinos para la batalla.

La campaña final de los liberales contra los conservadores comenzó con una victoria para las tropas de Miramón en Toluca el 9 de diciembre, donde capturaron valiosos prisioneros como los generales Santos Degollado y Felipe Berriozábal, lo que les dio impulso para enfrentarse a las tropas de González Ortega, que habían tomado posiciones en la loma de San Miguelito en Calpulalpan con una fuerza de 16,000 hombres.

El día 21, Miramón llegó con la plana mayor de los comandantes conservadores, incluyendo a Márquez, Mejía, Marcelino Cobos y Miguel Negrete, para intentar infligir una derrota milagrosa utilizando los talentos del ejército federal. Esto marcó el inicio de la batalla de Calpulalpan el 22 de diciembre. Miramón decidió atacar el flanco izquierdo de las tropas de González Ortega, conformadas por la división de Michoacán. Sin embargo, tanto él como Zaragoza anticiparon su estrategia y enviaron a las fuerzas del general Regules a resistir el embate con las brigadas de Jalisco y San Luis Potosí. La estrategia de Miramón falló, y fue el turno de González Ortega de atacar a Miramón con las divisiones de Zacatecas y Guanajuato, con el apoyo del fuego de 30 cañones, resistiendo los conservadores durante cerca de una hora.

El ejército conservador finalmente sucumbe al ataque de González Ortega. Aunque tuvieron un breve momento de esperanza con la carga de caballería comandada por Joaquín Miramón (hermano de Miguel), no fue suficiente para cambiar el curso de la batalla. Poco a poco, los soldados conservadores se rinden y algunos cambian de bando, mientras que otros caen prisioneros. Miramón logra escapar de la batalla y se refugia en la Ciudad de México para preparar a su familia para su partida hacia Cuba. Él mismo encuentra refugio en la embajada española y deja la capital el 1 de enero de 1861. Las tropas de González Ortega entran en la ciudad el 25 de diciembre.

A partir del 1 de enero, se inician los festejos generalizados por parte de los liberales en todas las ciudades en celebración de su victoria. Se restaura el gobierno de la Constitución de 1857, y se consolida con el regreso del presidente Benito Juárez al Palacio Nacional el 11 de enero. Así, se pone fin a una guerra cruenta de tres años donde los mexicanos quedaron divididos en bandos irreconciliables. Sin embargo, pasarían algunos años más para la derrota final de los conservadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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Imagen: Casimiro Castro. Batalla de San Miguel Calpulalpan, decada de 1860.

Los grupos otomíes en México.

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Una de las familias lingüísticas con una amplia presencia en la zona mesoamericana ha sido la otomangue, que incluye grupos como los zapotecas, mixtecas, chiapanecas, los mangue de Centroamérica y los otomíes, quienes ocupan una distribución en el centro-occidente de México y conforman cuatro grupos muy relacionados. A lo largo de la historia, los pueblos otomianos fueron menospreciados por pueblos dominantes, como los nahuas, quienes los tacharon de «salvajes» o «montañeses». Esta carga negativa fue seguida por los españoles, lo que provocó que su historia fuera olvidada y contada principalmente por fuentes religiosas o los propios caciques.

Dentro de la familia otomiana, podemos dividirla en dos grupos: aquellos que mantuvieron el modo de vida nómada y seminómada de Aridoamérica, como los chichimeca-jonaz de Guanajuato y los pames; y aquellos que tienen sus raíces en la tradición mesoamericana, como los otomíes, mazahuas, matlatzincas y ocuiltecas. Los otomíes son el grupo de mayor distribución, con marcadas diferencias regionales.

Debido a la falta de fuentes, el pasado mesoamericano otomí ha sido relegado por parte de los investigadores. Es común encontrar argumentos que atribuyen a este grupo el papel de grupo primigenio en el Centro de México o el de migrantes llegados durante el colapso teotihuacano. En todos estos enfoques, es evidente la carencia de trabajos que permitan comprender su participación en los desarrollos de la cultura preclásica, teotihuacana o tolteca.

Un aspecto fundamental para comprender su alcance es el estudio de los señoríos en el Valle de Toluca, especialmente en el noroccidente de la Cuenca de México. Se centra en Azcapotzalco, habitado por los tepanecas de filiación otomí, que fueron el reino principal desde Teotihuacan, durante el periodo tolteca y hasta su caída en manos de los mexicas. Fuera de estos dos casos (incluyendo el de Xilotepec y su papel en la conquista del Querétaro colonial), el resto de los pueblos otomianos carecen de las fuentes necesarias para trazar su historia antes de la llegada de la conquista, salvo por algunas referencias. Por lo tanto, es necesario recurrir a investigaciones arqueológicas y etnográficas en esas regiones para obtener más información.

El corazón de los grupos otomíes podría considerarse el Valle de Toluca, donde predominan los matlatzincas y mazahuas, seguidos por algunos pueblos otomíes y los ocuiltecas de Ocuilan y el sur del valle. Hacia el noroccidente se localiza el señorío de Xilotepec, de clara filiación otomí, descendiendo hacia Chiapan, donde convivían con comunidades nahuas, para llegar a la Sierra de las Cruces o Quauhtlalpan. Desde allí, bajaban hacia la Cuenca de México, pasando por Tlacopan, Azcapotzalco, Naucalpan y la zona serrana del occidente, como Cuajimalpa, para continuar hacia Coyoacán, conviviendo con pueblos nahuas y matlatzincas. Se tiene conocimiento de poblados otomíes hasta Xochimilco. Al norte de la cuenca, la presencia otomí sigue por Cuautitlán, Zumpango, Tizayuca, internándose hacia el actual estado de Hidalgo, donde tienen su segundo núcleo cultural: Meztitlan, un señorío que logró mantener su independencia frente a los mexicas.

A partir de Hidalgo, las comunidades otomíes continúan dispersándose hacia el noreste, y se tiene constancia de su presencia en la Huasteca en algunas poblaciones. Sin embargo, la zona nuclear fue la Sierra Norte de Puebla, en pueblos como Pahuatlán, donde convivían tanto con los nahuas como con los totonacos. Otro corredor otomí puede rastrearse desde el valle de Teotihuacán, siguiendo por los llanos de Calpulalpan para internarse en Tlaxcala, de mayoría nahua. Se establecieron al oriente del volcán La Malinche en pueblos como Huamantla, Ixtenco y Tecoac, erigiendo el señorío de Tliliuhquitepec al norte, aliado de los estados tlaxcaltecas. Hacia el Valle de Puebla, su presencia se fue diluyendo en unos pocos pueblos como San Salvador el Seco, Quecholac y Tepeaca, con algunas comunidades en Huejotzingo, Tecali y Cuauhtinchan. Su punto más meridional fue una estancia en Coxcatlán llamada Otontepetl.

Más al sur, en el estado de Guerrero, la población otomí experimentó una significativa disminución durante las primeras décadas de la conquista, generando incertidumbre, especialmente con la influencia de factores como los chontales y los cohuixcas. No obstante, a través de referencias etnohistóricas, conocemos la convivencia de comunidades nahuas, mazahuas y matlatzincas, como en Tepecoacuilco, Cocula, Teahuixtlan, entre otros lugares.

Hacia el occidente, la presencia de los grupos otomianos parece estar vinculada a las tensiones generadas por la expansión mexica hacia el Valle de Toluca. Esto condujo a la expulsión de otomíes, matlatzincas y mazahuas, quienes fueron acogidos por el reino de Michoacán para frenar el avance mexica, dando origen a los llamados pirindas. El núcleo principal de los pirindas estuvo en Indaparapeo y Tiripitio, extendiéndose hacia Charo, Huetamo, Taximaroa (Ciudad Hidalgo), Tuzantla, Ucareo y Zitácuaro. Su punto más occidental fue Colima, aunque parece que la presencia otomí llegó con la conquista, con el asentamiento de los aliados tlaxcaltecas.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Carrasco Pizana. Los Otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana.

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Los problemas para la creación de un estado para Cuernavaca y Cuautla.

Los intentos para constituir una nueva entidad en los territorios sureños del Estado de México habían resultado infructuosos tanto por la resistencia de las autoridades mexiquenses como por la cada vez más estridente lucha entre liberales y conservadores. En este conflicto, los liberales, impulsados por el liderazgo de Juan Álvarez, pensaron en la posibilidad de anexar Cuernavaca y Cuautla a Guerrero. Mientras tanto, el sector conservador, representado por los hacendados, vio como alternativa para defender sus intereses la conformación de un nuevo estado.

Tanto en estos distritos como en la región norte de Guerrero existía una resistencia conservadora contra el poder de Álvarez, la cual fue encabezada por el general Juan Vicario y que combatió a los liberales en la Guerra de Reforma. Él proponía la creación del llamado territorio de Iturbide, que abarcaba los distritos de Cuernavaca y Cuautla, así como el distrito de Taxco perteneciente a Guerrero. Esta propuesta intentaría llevarse a cabo primero bajo el gobierno de Miguel Miramón y sobreviviría hasta el imperio de Maximiliano.

Su denominación jurídica estaba poco definida, primero porque fue definido como un «territorio» que debía ser administrado directamente desde el gobierno central y en lo judicial por la Suprema Corte. Solo durante el gobierno imperial sería considerado como un departamento. Esta opción para su constitución política se debía a que los conservadores tenían la idea de dividir al país en demarcaciones pequeñas y fáciles de gobernar.

Esta propuesta territorial nunca se llegaría a concretar, ya que los diferentes pueblos que la componían cambiaban de manos a lo largo del transcurso de la guerra y las leyes conservadoras solo se ejecutaban en los territorios ocupados. Por lo tanto, la soberanía mexiquense y sus leyes siguieron imperando. De forma unilateral, Vicario llama a la erección del territorio de Iturbide con capital en Cuernavaca en enero de 1858 con el reconocimiento del presidente interino Félix María Zuloaga.

Con el tiempo, los conservadores iban por más para castigar al Estado de México. En abril de 1859, Miramón decreta su fragmentación en los departamentos de Toluca, Tula y Valle de México, sumando a los territorios a Tulancingo junto con Iturbide.

Los liberales no ignoraron las dificultades que implicaba el efectivo control político para gobernar desde Toluca, pero decidieron intervenir en el asunto una vez que triunfaran sobre los conservadores y se hubiera restablecido el orden de la Constitución de 1857. A este problema se sumaría la inseguridad, ya que proliferaron las gavillas de bandidos conocidos como los «plateados».

Fue así como el gobierno juarista decidió que fuera la propia administración mexiquense la que reordenara su situación interna, ya que el gobierno federal estaba más preocupado por resolver los crecientes problemas externos. El 31 de julio de 1861 se expidió una nueva constitución estatal que dividía al estado en 27 distritos, de los cuales 5 abarcarían la extensión actual del territorio morelense y quedarían elevados como cabezas Cuernavaca, Morelos (con capital en Cuautla), Jonacatepec, Tetacala y Yautepec. La finalidad de ello era que más territorios estuviesen dirigidos por los llamados jefes políticos y, con ello, se incrementaran los territorios con un mayor control efectivo. Además, tendrían la oportunidad de contar con legisladores que los representasen en el congreso.

Estas medidas políticas, que incluyeron elevar al rango de villas a las cabeceras de partido, no fueron suficientes para contener a las gavillas de plateados. La situación se agravó con la invasión francesa, que provocó continuos «estados de sitio», llevando al gobierno estatal a declarar la movilidad de la capitalidad sobre cualquier población donde se encontrara el gobierno.

Estas medidas, junto con la creciente inseguridad en los caminos, llevaron a los hacendados a resucitar la idea de la necesidad de constituir un nuevo estado, ante la incapacidad de movilizarse hacia donde se encontraba la capital. El gobernador Francisco Ortiz de Zárate respondió con un decreto donde dividía al estado en 11 cantones militares, asignando a Cuernavaca y Morelos los números 10 y 11. Sin embargo, Juárez propuso otra alternativa de organización territorial al dividir al estado en tres distritos militares: Actopan, Toluca y Cuernavaca. Esta medida fue atacada por los legisladores del estado, argumentando que violaba la soberanía estatal. En respuesta, se les señaló que la acción se tomaba tanto por la necesidad mayor de atender la invasión como por la crítica a su poca efectividad para gobernar un territorio tan extenso. Se puso como ejemplo a Cuautla, que estaba en manos de la delincuencia.

La propuesta juarista sería la base con la que se empezaría a fraguar el nacimiento del estado de Morelos, pero esta se mantuvo muy endeble desde su declaración en 1862 hasta 1869. Durante este periodo, tuvieron tres gobernadores que dirigieron como pudieron el proyecto republicano: Agustín Cruz Manjarrez, Francisco Gerardo Gómez y Francisco Leyva. Este último ganaría relevancia al ser el principal sostén político de los republicanos en la región, iniciando la resistencia ante la entrada de las tropas francesas en junio de 1863 mediante un retiro de sus fuerzas hacia las montañas de Guerrero para organizar la logística de la defensa y el contrataque.

Mientras quienes se quedaron con los franceses, como algunos hacendados, celebraron su presencia al verlos como una posible solución para enfrentar a las gavillas, estar en estado de guerra llevó tanto a las tropas imperialistas como a las republicanas a recurrir a la rapiña como modo de sostenerse, y las haciendas fueron el blanco para poder obtener recursos.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Carlos Barreto Zamudio. Rebeldes y bandoleros en el Morelos del siglo XIX (1856-1876).

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  • Izquierda: S/D. Retrato de Francisco Leyva.
  • Derecha: Cruces y Campa. Retrato de Juan Vicario, 1870.

El contexto de inestabilidad para la creación del estado de Morelos.

Al sur de la Cuenca de México se localizan una serie de territorios cuya fertilidad de la tierra, su disponibilidad de agua y clima cálido hizo que se convirtiera en una importante zona agrícola desde tiempos anteriores a la conquista, orientándose la producción hacia la caña de azúcar por parte de las haciendas administradas tanto por el Marquesado del Valle de Oaxaca, los jesuitas y posteriormente con su expulsión pasarían a los terratenientes. Originalmente el territorio estaba dividido por los señoríos de Cuauhnáhuac y Huaxtepec, posteriormente con la conquista pasarían la estafeta a las Alcaldías Mayores de Cuernavaca y Cuautla Amilpas en el oriente, todo dentro de la división administrativa de México pasando a ser reino, intendencia y con la independencia seria estado. Para mediados del siglo XIX, el Estado de México estaba envuelto en problemas administrativos debido a las continuas peticiones de las comunidades para erigirse como ayuntamientos, institución fundamental para hacer valer el poder popular, todo ello para adaptar la tradición de las “republicas de indios” al modelo republicano.

Durante el último gobierno de Antonio López de Santa Anna, se daría un cambio administrativo al nivel nacional con la transformación de los estados en departamentos como consecuencia del seguimiento del orden conservador, quedando tanto Cuernavaca como Cuautla dentro del llamado Distrito de Morelos, el cual estaba dirigido por un jefe político quien fungía a la manera de gobernador. Esto se iría complejizando con el estallido de la pugna entre liberales y conservadores derivado del derrocamiento de Santa Anna y el arribo de los liberales, naciendo con ello tanto en Morelos como en otros distrito y entidades gobiernos alternos quienes seguían el orden derivado de la constitución de 1857 o el de los conservadores del Plan de Tacubaya y los imperialistas de Maximiliano, de momento no queda claro quien tenía preponderancia en los territorios del actual estado, lo único que se sabe es la influencia que tenía el caudillo sureño Juan Álvarez.

Para el gobierno de Santa Anna, en el territorio solo existían dos ciudades, Cuernavaca y Cuautla, mientras el resto estaba dividido en 22 municipalidades agrupados en 5 partidos: Cuernavaca, Morelos, Yautepec, Jonacatepec y Tetecala, estos a su vez daban lugar a la administración de diferentes villas, pueblos, rancherías que estaban dividido por el campo. El nacimiento del Distrito de Morelos se debió al reto que le suponía a Santa Anna la influencia política que estaba ejerciendo Álvarez desde el distrito de Guerrero, cambiando su denominación al ser conocido antes como el distrito de Cuernavaca para darle poder al jefe político para intentar paliar su influencia y con ello respaldar la campaña de pacificación del hacendado Ángel Pérez Palacios. Con la victoria de Álvarez enarbolando el Plan de Ayutla, vuelve a cambiar la denominación de Departamento a Estado de México poniendo como gobernador a Plutarco Gonzales, quien respetaría la existencia del Distrito de Morelos, pero tendría como nueva dinámica el establecimiento de Álvarez en Cuernavaca, quien había sido elegido como presidente interino y se negaba a gobernar desde la Ciudad de México, por lo que decide asentarse en ella y desde ahí gobernaría por dos meses en lo que se convocaba al Congreso Constituyente de 1856.

Aprovechando la popularidad que tenía Álvarez en los territorios del distrito de Morelos, el caudillo buscaría anexarla al estado de Guerrero argumentando la dificultad que había para la comunicación con la capital Toluca (además que las comunidades del sur del actual Estado de México solían pedir gestionar sus necesidades en Teloloapan) y con ello buscaba impulsar la industria azucarera para su exportación a los mercados del Pacifico a través del puerto de Acapulco. La principal resistencia a las intenciones de Álvarez estaba de parte de los hacendados azucareros con quien tenían rencillas con el caudillo, por lo que apoyaron a los políticos mexiquenses para hacer gestión legislativa en el congreso y rechazaron la iniciativa de los partidarios de Álvarez, esto provocaría que uno de sus diputados partidarios, Rafael Jáquez, lanzara una amenaza de que los partidarios de Álvarez podrían tomar las armas para manifestar su inconformidad y al poco tiempo sucedería la matanza de españoles en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac en diciembre de 1856, siendo culpados tanto Álvarez como Jáquez como los autores de tales hechos, convirtiendo al diputado en un blanco de los conservadores quienes lograron su cometido al ejecutarlo en Iguala durante la Guerra de Reforma.

Una segunda alternativa saldría de la parte del político e intelectual Guillermo Prieto, representante de los distritos de Cuernavaca y Morelos, quien propondría la posibilidad de hacer los distritos un nuevo estado agarrando como parteaguas el debate vigente sobre convertir a Tlaxcala en estado, entidad que tenía menos posibilidades de lograrlo al no contar con la fuerza económica que si tenían los potentados agrícolas del sur. Ni su propuesta ni la de Tlaxcala fueron aceptadas por el congreso constituyente, por lo que en la promulgación de la Constitución de 1857 seguiría quedando como parte del Estado de México, esta situación permanecería igual por parte de la administración liberal, pero quienes si tratarían de cambiar las cosas en la región fueron los conservadores durante todo el periodo de guerras, por lo que cuando estaban los territorios en su poder tratarían de crear un nuevo estado en torno a Cuernavaca.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Carlos Barreto Zamudio. Rebeldes y bandoleros en el Morelos del siglo XIX (1856-1876).

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Imagen: Mapas tomados de la misma fuente bibliográfica. 

 – Izquierda: Distrito de Morelos y Cuernavaca, 1855 / Estado de Mexico, 1855-1861.

 – Derecha: Propuesta de anexión de los distritos de Morelos y Cuernavaca del Estado de Mexico al estado de Guerrero. Congreso Constituyente, 1856-1857.

El panorama mesoamericano del Valle de Toluca.

Uno de los puntos nodales de las interacciones entre el Centro de México con el Occidente sin duda lo tenemos en el Valle de Toluca, siendo una de las regiones geográficas privilegiadas por la riqueza de sus recursos al contar con el sistema lacustre de las ciénegas donde nace el rio Lerma, además de haber contado con el aporte que le dio la actividad volcánica de tiempos prehistóricos por parte del Nevado de Toluca o Xinantecátl, quien tuvo un papel religioso importante en las sociedades indígenas. Lamentablemente, por parte del discurso oficial ha sido invisibilizada la importancia de esta región debido a la estigmatización social de los habitantes originarios al momento de la conquista española, ya que pertenecían a la familia otomí quienes eran tildados por los nahuas como barbaros y con otros calificativos nada positivos. Lo cierto es que el Valle de Toluca fue poblado por cuatro etnias emparentadas y quienes sobreviven hasta el día de hoy, empezando por los propios otomíes, los mazahuas, los matlatzincas y los ocuiltecas o tlahuicas, quienes antes de la llegada de los nahuas también ocupaban el actual estado de Morelos.

Debido a esta abundancia de recursos, dio pie a que pudiese albergar los primeros asentamientos de agricultores quienes aprovechaban su entorno lacustre, pero contaron con la ventaja de encontrarse en una región estratégica al ser la ruta de paso de la Cuenca de México con los pueblos de Michoacán, siendo uno de sus principales motores Cuicuilco quien tenía lazos con el Occidente. Quienes ejercerían una gran influencia en los pobladores del valle seria Teotihuacan con su afán de dominar las rutas comerciales, por lo que la influencia teotihuacana sería muy fuerte en las diferentes manifestaciones culturales como la cerámica, también vamos a encontrar ejemplos de arquitectura como el asentamiento de Ocoyoacac y en las primeras etapas de la ciudad de Calixtlahuaca. El final de Teotihuacan como potencia tuvo repercusiones para el desarrollo del valle provocando el desarrollo de las ciudades-estado del Epiclásico, destacando sitios como la misma Calixtlahuaca y Teotenango, quienes se erigieron como acrópolis al emplazarse en sitios elevados los cuales fueron modificados para fortificarlos.

Ya para el Posclásico, la región mantendría su importancia para la nueva potencia, los toltecas, quienes congeniaron con los estados matlatzincas para mantener abiertas las rutas comerciales con el Occidente, incluso sabemos gracias a las fuentes del siglo XVI que las dinastías locales jugaron un papel importante en el proceso de decadencia de Tula y debido a las redes de parentesco les dieron alberge a miembros de la nobleza tolteca. Una vez roto el orden tolteca, los pueblos toluqueños mantuvieron fuertes lazos con las elites políticas de la Cuenca de México, primero se convirtieron en subordinados de los chichimecas de Xólotl cuando había asentado su capital en Tenayuca, después sería remplazado por Azcapotzalco, con quienes había una mayor afinidad debido a la filiación otomí de los tepanecas, sabemos por las fuentes que muchos de los dioses matlatzincas eran adorados en Azcapotzalco. De las crónicas del centro de México, sabemos que la relación de los matlatzincas con los tepanecas era muy cercana y llegaron a ser muy participes en sus campañas de expansión, llegándoles a tocar una parte de los beneficios como el adquirir la tributación de Chalco y tenían influencia al oriente, esta relación trascendió a la caída de Azcapotzalco al convertirse en dependientes de su sucesor en la era mexica, Tlacopa.

El siglo XV fue un periodo muy complicado para los toluqueños debido a su grado de asociación que tuvieron con los tepanecas, por lo que al ser derrotados y conquistados por la Triple Alianza encabezada por los mexicas hizo que mantuviesen su beligerancia ante la potencia emergente, hay registros de que los señores del Matlatzinco (Valle de Toluca) formaron una liga con Chalco, Cuauhnahuac (Cuernavaca) y otros señoríos para hacer frente al expansionismo mexica. No pudieron hacer mucho y decidieron entablar relaciones cordiales con sus primeros reyes como Itzcóatl y Moctezuma Ilhuicamina llegando a participar en sus campañas de expansión, pero a la llegada de Axayácatl hacia el 1469 cambiaria el rumbo de sus relaciones con los señores matlatzincas para someterlos y convertir al valle de Toluca en el granero del imperio. Fue ahí donde el Cihuacóatl Tlacaélel aprovecho las rencillas entre los señores de Tollocan y Matlatzinco para supuestamente apoyar al último haciendo una exigencia de madera que resultaba insultante, por lo que la negativa que recibieron les dio la justificación para declarar la guerra.

Fue asi que con la anuencia del señor de Matlatzinco (Calixtlahuaca) Chimaltecuhtli, los mexicas tuvieron la entrada para someter a los diferentes pueblos del valle y principalmente atacar Toluca, siendo conquistada y la imagen de su deidad principal Coltzin fue llevada prisionera a Tenochtitlan, por lo que sus tierras empezaron a ser repartidas con su aliado y empezaron a colonizar el valle con pobladores mexicas. Pero eso no fue freno para que los mazahuas, matlatzincas y ocuiltecos mostraran su indignación por la ocupación y mantuviesen un estado de rebeldía en Tecaxic, Zinacantepec, Tlacotepec y Teotenango, provocando que los mexicas mantuvieran constantes incursiones primero con Tizóc y después con Ahuízotl a partir de 1486, siendo el quien hizo una mayor cantidad de sometimientos y extiende sus dominios sobre Xiquipilco, Xocotitlán, Calimaya, Zultepec, Chiapan y Xilotepec. Esto no fue motivo para disminuir su rebeldía de los pobladores toluqueños y esto hizo que los mexicas llevasen misiones de captura para los sacrificios, llegando a la destrucción total como el señorío de Tecaxic, por lo que muchas tierras dentro del valle quedaron como propiedad de la dinastía mexica hasta la conquista.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Rosaura Hernández Rodríguez. El Valle de Toluca. Época prehispánica y siglo XVI.

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Imagen: Vista frontal del Templo de Ehecatl, Calixtlahuaca, Estado de Mexico, cultura matlatzinca, Posclásico.