La cultura de las Tumbas de Tiro en Nayarit.

Destacado

Una de las características más destacadas de la cultura de las Tumbas de Tiro es, sin duda, su exquisita cerámica. A través de ella, crearon estatuas de tamaño mediano que retratan la vida cotidiana de la época, ofreciéndonos vislumbres de sus actividades, vestimentas, así como de las plantas y animales con los que convivían. Incluso, en algunos casos, plasmaron enfermedades de las que fueron víctimas. Esta tradición cultural se extendió por los estados de Jalisco, Nayarit, Colima, el suroeste de Zacatecas y una fracción occidental de Michoacán, donde se identifican hasta 18 estilos cerámicos diferentes. Estos estilos presentan variaciones en los pigmentos utilizados, temáticas específicas y particularidades en su decoración. Para designarlos, los investigadores se basaron en las comunidades modernas donde se encontraron los principales hallazgos. Aunque la división política actual no guarda relación con el desarrollo prehispánico, se puede asignar a cada estado un cierto número de estilos cerámicos que se desarrollaron en sus territorios.

En el caso de Nayarit, encontramos dos tradiciones cerámicas principales: Lagunillas, considerado el estilo más antiguo, y el Ixtlán del Río. Estos estilos tuvieron su distribución principalmente al sur del estado actual y se extendieron hacia la zona limítrofe con Jalisco, abarcando la Bahía de Banderas, los valles intermontanos del norte de la zona de Guachinango y los cañones de los ríos Bolaños y Chapalangana en la Sierra Madre.

El estilo Lagunillas es coloquialmente conocido como «chinesco» debido a los ojos rasgados que suelen mostrar sus esculturas. Su zona nuclear se encuentra en el pueblo de San Pedro Lagunillas, donde se encontró un cementerio, así como en las comunidades de Tequilita, Santiago Compostela, Las Cebollas y Corral Falso. En Jalisco, este estilo también está presente en Puerto Vallarta, Huejuquilla el Alto, y se ha encontrado una escultura en el sitio de Cerro del Huistle.

Por lo general, las esculturas humanas de Lagunillas suelen representar una posición sedente. Entre las más destacadas se encuentran las que muestran patologías como pústulas o malformaciones genéticas. Sin embargo, una de las piezas más sobresalientes es conocida como «El Fumador», proveniente de la comunidad de Santa María de Bolaños. Esta es una de las pocas piezas que ha sido descubierta en una excavación arqueológica, lo que proporciona una mayor información contextual.

De ahí pasamos al estilo Ixtlán del Río, bautizado en honor a la comunidad del sureste del estado donde se encontraron un buen acervo de ejemplares. Su distribución abarca el sur del estado de Nayarit, Puerto Vallarta y Guachinango en Jalisco. Se caracteriza tanto por la naturalidad de sus expresiones como por su rica policromía, utilizando colores como el blanco, amarillo, naranja y negro sobre una base roja propia del mismo barro.

Lamentablemente, como ha ocurrido en la mayoría de los casos de otros hallazgos de las Tumbas de Tiro, buena parte de las esculturas han sido víctimas del saqueo realizado por los llamados «moneros» de los pueblos, quienes las vendían a coleccionistas. Esto ha ocasionado que los mejores ejemplares que conocemos hayan perdido gran parte de su información. Un ejemplo es la colección del pintor Diego Rivera en su museo Anahuacalli, que posee un buen acervo de esculturas del estilo Ixtlán del Río.

Entre las principales características de este estilo, destacamos la exageración de los elementos faciales, lo que le otorga una expresividad particular. Además, se destaca la meticulosidad en la representación de las vestimentas y ornamentos. Por ejemplo, los hombres suelen llevar una camisa, una porra como arma, narigueras y un particular gorro cónico. Por otro lado, las mujeres suelen ser representadas con falda y el torso descubierto.

Algo relevante del estilo Ixtlán del Río ha sido la elaboración de maquetas que representan la vida cotidiana de las comunidades. Aunque las figuras humanas suelen ser representadas de forma desproporcionada y con un tamaño mayor en comparación con los edificios, estas maquetas nos permiten percibir cómo se comportaban los antiguos habitantes dentro de los pueblos y ofrecen detalles interesantes de la arquitectura.

En este sentido, encontramos piezas muy interesantes que representan la vida en los centros ceremoniales del modelo autóctono de los guachimontones. Estas maquetas plasman el basamento cónico escalonado en el centro, con los templos en las estructuras rectangulares que lo rodean. Incluso indican que en el centro del basamento principal se colocaba un poste a manera de axis mundi, desde donde se realizaba la ceremonia de la danza del volador.

Dentro de las maquetas, también se han encontrado representaciones de los juegos de pelota en pleno partido. Estas representaciones muestran tanto a los jugadores en acción como las plataformas contiguas que forman las canchas y al público espectador sobre ellas. Hasta el momento, no se han encontrado este tipo de representaciones de la vida cotidiana en otras regiones de Mesoamérica.

Como he mencionado, el saqueo resulta un problema grave para el estudio arqueológico. Aunque podamos tener las piezas sustraídas de las zonas arqueológicas, al perder todo contexto, nos priva de información valiosa, como las relaciones que mantenían con otros pueblos. Esto se evidencia en el caso del proyecto arqueológico realizado entre los municipios de La Yesca en Nayarit y Hostotipaquillo en Jalisco por la construcción de la presa El Cajón.

Los trabajos de rescate realizados entre 2003 y 2006 descubrieron varias tumbas de tiro intactas, que pudieron ser excavadas de forma metódica. Esto dio como resultado el hallazgo de esculturas de la tradición Ixtlán del Río, de la jalisciense Ameca-Eztatlán e incluso se encontraron algunas piezas del estilo Comala de Colima.

Con esto, observamos la complejidad de los intercambios entre los pueblos del Occidente durante el período Clásico y cómo las diferentes regiones estuvieron interconectadas, ya sea mediante relaciones familiares o comerciales. Es imperativa la necesidad de seguir avanzando con los proyectos arqueológicos en la región para obtener datos más precisos de esta zona olvidada tanto por los cronistas como por los investigadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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Imagen:

 – Izquierda: Mujer embarazada, estilo Lagunillas, Nayarit, periodo Clasico. 

 – Centro: Maqueta de un templo, estilo Ixtlán del Rio, Nayarit, periodo Clasico. 

 – Derecha: Escultura de un guerrero, estilo Ixtlán del Rio, Nayarit, periodo Clasico. 

El desarrollo de las culturas de las Tumbas de Tiro.

El modelo constructivo de las tumbas de tiro del Occidente resulta algo único para el contexto mesoamericano, el cual inicia con la cultura El Opeño en Michoacán hacia los años 1500 al 1300 a.C. con la realización de tumbas de una cámara excavada en tepetate y con accesos escalonado, este fue cambiado para dar lugar al tiro para acceder a ella hacia los años 1000 al 800 a.C. en el territorio del actual municipio jalisciense de Mascota vinculado a la cultura Capacha. Fue en el periodo del 300 a.C. al 600 d.C. cuando el modelo de las tumbas de tiro vivió un periodo de expansión y masificación los territorios de Jalisco, Nayarit, Colima, el suroeste de Zacatecas y el oeste de Michoacán, aunque también se han encontrado ejemplos aislados de estas tumbas en Chilpancingo, Guerrero, una tumba en Teotihuacan, incluso en el Posclásico se han notificado algunas de ellas en Oaxaca en sitios como Coixtlahuaca y Jaltepetongo, así como una tumba purépecha localizada en el sitio de Huandacareo en Michoacán. Todas estas muestran como elemento en común la excavación del terreno dando forma de una cámara en forma de campana, aunque con los ejemplos localizados en el Posclásico pudiesen haberse tratado de desarrollos análogos sin la necesidad de la existencia de una relación directa con la tradición el Occidente.

Algo que resulta impactante y hasta el momento sin una explicación concluyente tiene que ver con la muy posible vinculación del desarrollo cultural de la región con el contacto con expediciones llegadas de Sudamérica, específicamente de los territorios del noroeste que abarcan el norte del Perú, Ecuador y Colombia, ya que en estos territorios también fue costumbre la de inhumar a sus muertos en tumbas excavadas en el terrero, tradición que se ha extendido hacia Panamá y Venezuela. Todo indica que los pueblos de la cultura Capacha pudieron haber mantenido contactos con la fase llamada Machalilla de Ecuador, la cual se desarrolló de los años 1500 al 1200 a.C. siendo posible la llegada de influencias de culturas como la San Agustín de Colombia; Chorrera, La Tolita y Jama Coaque de Ecuador; así como las peruanas Chavín de Huantar, Vicus, Gallinazo, Salinar, Moche, Paracas y Nazca. Esta influencia la veremos en un largo periodo que abarca desde el 1200 a.C. hasta el 700 d.C. siendo uno de los motores para el establecimiento de esta ruta la extracción del Spondylus, bivalvo de concha roja muy apreciada entre las cultura andinas y mesoamericanas y que debieron de haber requerido cuando las poblaciones locales eran afectadas por fenómenos como El Niño, ya que la ruta de ida y vuelta llegan a tardar un año en encontrar las condiciones para que las corrientes los lleven de regreso.

Junto con el desarrollo cultural entorno a las tumbas también es de destacar su muy particular arquitectura monumental, la cual los investigadores de la primera mitad del siglo XX no consideraron y llegaron a catalogar a los pueblos de Occidente como marginales al no encontrar indicios de centros ceremoniales, pero no tomaron en cuenta unos raros conjuntos concéntricos concentrados que son llamados localmente como guachimontones. Los guachimontones están conformados por una pirámide cónica y escalonada, donde a su alrededor de despliega una banqueta circular que la rodea y encima de esta se construyen basamentos piramidales rectangulares de menor tamaño, los cuales van desde los 8, 12 y 16 plataformas, ya fuera de este conjunto principal se localiza una cancha de juego de pelota para su uso ritual, demostrando con ello el mantenimiento de la liga con el resto de la tradición mesoamericana. Han sido varios sitios los que presentan esta forma de distribución localista, siendo el más grande localizado hasta el momento Teuchitlán al reunir 10 complejos concéntricos y dos juegos de pelota, seguido por Santa Quiteria, El Arenal, Ahualulco, Las Pilas, San Juan de los Arcos, Bugambilias, entre otros.

Es así que por la cantidad de centros ceremoniales encontrados se le ha denominado a esta tradición como Teuchitlán, la cual se desarrolló en la zona del volcán de Tequila en Jalisco como su núcleo cultural, si bien en un inicio se dudaba que los guachimontones pudiesen ser una de las características de los pueblos de las Tumbas de Tiro, esto se debe a los pocos trabajos de exploración realizados en el Occidente, pero de las campañas de investigación realizadas se han podido encontrar desde la región del norte de Jalisco y el sur de Zacatecas conocida como Bolaños, Huaynamota en Nayarit, la Bahía de Banderas, al norte del lago de Chapala, en el valle de Comala en Colima, así como los testimonios cerámicos de la fase Ixtlán del Rio. Otra de las regiones donde encontramos la presencia de guachimontones es en el Bajío, donde vemos algunos conjuntos localizados en sitios como Plazuelas, La Gloria y Peralta, pero a diferencia de su vecino aquí no vamos a encontrar tumbas de tiro y van a tener una proporción invertida, donde las plataformas rectangulares concéntricas son de mayor tamaño, mientras la pirámide circular central va a ser de menores proporciones.

Sobre las interpretaciones entorno a estos límites, los investigadores hablan de una influencia cultural ejercida por la zona nuclear de Teuchitlán y que llego a alcanzar tanto el Bajio como la costa del Pacifico, pero como muchos de estos guachimontones se tratan de conjuntos de menores proporciones podría hablarnos de la existencia de una relación cordial con los vecinos, pero a su vez aseguraron tanto la defensa como el acceso a materias primas prioritarias para las redes comerciales, por lo que su presencia nos indicaría un testimonio simbólico de su relación. Pero todavía quedan muchas incógnitas en cuanto a la tradición arquitectónica de los pueblos que conformaron la tradición de las Tumbas de Tiro, ya que hay centros ceremoniales que presentan el típico esquela mesoamericano de edificios ortogonales con la presencia de las tumbas dentro del territorio de Occidente, además que falta mucho material para poder establecer como se basaba la cultura política entorno a estos sitios, por lo que falta bastante por investigar en la región para lograr una interpretación lo más asertiva posible.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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Imagen: Herb Roe. Reconstrucción del Circulo 2 y el Juego de Pelota de Guachimontones de Teuchitlán, Jalisco. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Guachimontones#/media/Archivo:Guachimaontones_Aerial_detail_HRoe_2015.jpg

El desarrollo del complejo de las Tumbas de Tiro.

El Occidente de México ha sido una región arqueológica muy particular al desarrollar expresiones únicas que llegaron a diferenciarla del resto de Mesoamérica, siendo una de ellas la tradición de las llamadas Tumbas de Tiro que podemos encontrarlas en Jalisco, Nayarit, Colima y el sur de Zacatecas, con algunas expresiones aisladas en el oeste de Michoacán y el de Guanajuato. Aprovechando las condiciones del terreno constituido en buena parte por tepetate, le dio la oportunidad a los pobladores prehispánicos para excavar cámaras donde podían depositar los restos de sus fallecidos, pero también dio pie al desarrollo de una cultura alfarera que elaboro numerosas representaciones naturalistas de la vida cotidiana que nos revela como fue la vida en aquellos años y su información es equiparable a la de las fuentes escritas. Esta tradición tuvo vigencia desde el 300 a.C. hasta el 600 d.C. cuando empieza a llegar una mayor influencia mesoamericana, quedando en el olvido y se recupera su memoria hasta el siglo XIX, pero para mala suerte fue a través del saqueo que alimento el coleccionismo voraz, perdiéndose de forma irreversible el contexto de cómo se encontraron.

Al ser una región volcánica, a lo largo del tiempo los numerosos volcanes dejaron en el terreno numerosos depósitos de toba dando origen al tepetate, que tiene como característica el ser una tierra compacta fácil de excavar, pero con una gran resistencia, dando las condiciones para que se pudiesen crear estas criptas excavadas directamente en el terreno y comunicadas por un tiro, las cuales se dio la oportunidad de crear una variedad de formas que iban desde la más sencilla con una sola cámara, en forma de botella de campana o incluso con hasta tres cámaras y a profundidades diferentes. Las tumbas por lo regular se aglomeraban en terrenos que podemos identificar como cementerios localizados en las pendientes de los cerros, cuya identificación podía darse ya sea con la colocación de una piedra encima de la entrada del tiro o por estar en la entrada a sitios de culto religioso. Hasta el momento, una de las tumbas que tienen una mayor complejidad ha sido la de El Arenal en Eztatlán, Jalisco, la cual alcanza la profundidad de los 14.5 m y alberga tres cámaras de forma rectangular con espacios de 4.24 m x 3.9 m con piso de laja y una altura de 2.80 m.

Se cree que la construcción de estas tumbas tienen como origen la cosmovisión indígena donde se relaciona a las profundidades de la tierra con el inframundo, considerado tanto el depósito de los muertos como el origen de la vida, por lo que era concebido como el vientre de la madre tierra y las tumbas se elaboraban con la idea de vincular las cuevas con la matriz materna siendo el tiro la representación de la vagina y las cámaras del útero, por lo que el ceremonial del culto a los muertos tenía que ver con la representación del viaje de las almas al inframundo, reafirmándose la idea de asociar lo femenino con la muerte. Fue tal la importancia de esta concepción de la vida que en sitios donde no había terrenos de tepetate o era una capa no tan profunda siempre se procuraba hacer estas tumbas en forma, por lo que se procuraba hacer cámaras construidas a base de losas y piedras, también algunas veces no era posible conservar el tiro para poder entrar por el riesgo a un colapso, por lo que una vez usada la tumba se sepultaba el tiro y se mantenían las cámaras sin que se derrumbase, así como se hacían tumbas simples sin la necesidad de la cámara y el tiro.

Con las tumbas podemos observar la existencia de una jerarquización que revela la existencia de grupos sociales diferenciados en estas comunidades, viéndose directamente en la calidad de las ofrendas depositadas, donde además de las esculturas se han encontrado caracoles, textiles, piezas de obsidiana, instrumentos musicales y piedras semipreciosas para hacer patente el estatus de los muertos. Estas tumbas no eran de un solo uso, por los restos encontrados se sabe que llegaron a albergar individuos de diferentes tiempos llegando a ser ocupados por un mismo grupo en siglos, como lo revelo una tumba encontrada en San Martin de Bolaños al norte de Jalisco donde se encontraron hasta 86 individuos en una sola cámara, por lo que para poder tener mayor espacio se llegaron a cremar los cuerpos y a depositarlos en urnas funerarias. Los entierros eran equitativos al servir tanto para hombres como para mujeres de todas las edades, siendo nada más la única diferenciación el estatus social de los individuos y lo profusas que fueron sus ofrendas mortuorias.

El uso de las tumbas también era diferenciado, en algunas ocasiones se usaban para hacer los entierros primarios (el depósito de los cuerpos antes de su descomposición), pero también podía hacerse un entierro secundario donde se depositaron los restos después de su descomposición. Los entierros se podían llevar a cabo de forma simultánea para varias personas, cuando ocurría esto era cuando se daba el entierro secundario al irse depositando los restos poco a poco y dependiendo del estado de descomposición del resto de los cadáveres, aunque una de las soluciones también era la incineración, también esta se podía llevar a cabo a partir de un entierro secundario. Los inicios de esta tradición los podemos rastrear en las culturas Capacha y El Opeño del Preclásico Medio, donde vemos en estas culturas muchos rastros que posteriormente vamos a ver reflejados en las Tumbas de Tiro, aunque algunas similitudes de estas tradiciones previas podrían indicarnos la posibilidad de la existencia de influencia sudamericana en su desarrollo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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Imagen: 

  • Izquierda: S/D. Isométrico de la tumba de El Arenal, Jalisco.
  • Derecha: S/D. Reconstrucción de una tumba de tiro.

El enlace entre los Andes con el Occidente mesoamericano.

Como hemos visto, uno de los posibles motores para que los pueblos sudamericanos (tanto las civilizaciones andinas como las tribus centroamericanas) pudieron mantener en algún momento relación con los pueblos mesoamericanos lo tenemos en la presencia del Spondylus, cuyas conchas son de suma importancia religiosa y eran usados para manufacturar objetos para la elite. Los pueblos mesoamericanos también fueron muy afectos a la concha de Spondylus para el uso exclusivo de las elites políticas y religiosas, pero lo que aumento la exclusividad de este recurso fue su limitada distribución en las costas, encontrándose como único lugar propicio para su cría las costas del occidente mexicano, siendo específicamente las costas del actual estado de Guerrero una de las más prolíficas en cuanto a su abundancia. Tradicionalmente, la arqueología consideraba a Guerrero como una parte más de la región cultural de Occidente, pero la revalorización de los hallazgos realizados y sus tradiciones culturales como el ser una de las cunas de la cultura olmeca o albergar a la cultura Mezcala ha hecho reconsiderar esa posición y actualmente se considera una región arqueológica autónoma.

Las evidencias del uso del Spondylus son amplias y podemos encontrar sus vestigios tanto entre los mayas, los toltecas y los mexicas, de estos tenemos la Matricula de Tributos donde se encuentra la hoja correspondiente a la provincia de Cihuatlán (abarcaba buena parte de la actual Costa Grande de Guerrero), cuya importancia radicaba en las cargas de conchas o tapachtli como se le conocía y que tenían que mandar a Tenochtitlan y que dejaron constancia en este documento. De momento se desconoce el significado ritual que pudo tener el Spondylus en el contexto mesoamericano, de donde tenemos obras de suma importancia como el peto ceremonial de Tula, así como las ofrendas en el Templo Mayor donde se hacían recreaciones del mundo marino y en otros contextos donde se han localizado restos de sangre en las conchas, por lo que es posible que hayan sido asociadas con ceremonias como los sacrificios y autosacrificios, así como ser vinculadas con la guerra al ser atribuidas a Venus y que era reforzada por su procedencia, ya que el occidente es el rumbo por donde sale el planeta en el firmamento.

Históricamente, no hay dudas sobre la vinculación que había entre los pueblos del Occidente de México con los de Ecuador y Colombia, el testimonio más evidente lo tenemos con la tradición de las Tumbas de Tiro, la cual consta de la excavación de una cámara ovalada en terreno de tepetate y comunicada por una entrada en forma de tiro. Las primeras referencias la tenemos con los casos de la tradición Capacha desarrollada en los años 500 a.C. al 200 d.C. y la cultura Chupícuaro (con la misma temporalidad), las cuales comparten tanto en tiempo como en características elementos tanto con la cultura Valdivia de Ecuador y cierte influencias del norte de Perú, por lo que nos permite suponer que la relación de contactos fue mucho más antigua a la crisis del Spondylus del año 900 d.C. cuando los manteños y huancavilicas se aventuraron a salir de sus rutas habituales para conseguir las conchas.

Un documento muy revelador de esta relación la tenemos en la carta del contador Rodrigo de Albornoz que le manda al emperador Carlos V, quien recogió testimonios del puerto de Zacatula (en el límite entre Guerrero y Michoacán y bajo control mexica) donde relataban historias de los padres y abuelos de los entrevistados quienes les contaban de la llegada de grandes piraguas llenas de mercancías con quienes intercambiaban sus productos y se quedaban cerca de 5 a 6 meses, esto debido a un periodo donde “la mar estaba brava” y esperaban al cambio de la fuerza de las corrientes para hacer el tornaviaje. Esto podría estar relacionado a la temporada de huracanes que pega en las costas mexicanas durante el verano, esta estancia puede explicar la razón de la mayor influencia en el occidente, una tradición que se mantenía viva hasta la llegada de los españoles cuando prohíben que se mantenga comunicación entre las posesiones, pero que logra perdurar gracias a las redes de contrabando que comunicaban a Acapulco con puertos como Guayaquil en los tiempos virreinales.

Evidencias más tardías podrían confirmar esta relación, un ejemplo lo tenemos en la orfebrería que se desarrolló tempranamente en el Occidente y que ejemplos como el tesoro de la Tumba 7 de Monte Alban de la cultura mixteca como sus técnicas son idénticas a las elaboradas en la Zona Intermedia, también es de notar la semejanza mostrada en las piezas de la cultura Ixtlán del Rio de la tradición de las Tumbas de Tiro y donde vemos el patrón de la vestimenta a cuadros intercalados entre colores claros y oscuros y con diseños de grecas como los de la zona andina, incluso se han encontrado anclas datadas del siglo XV en Punta Mita, Nayarit, que son las mismas que las usadas en el tradicional buceo de apnea de la Isla de la Plata en Ecuador. En cambio hay otras hipótesis que ya han sido desechadas, como la que proponía la relación de la lengua purépecha con la zona andina y que por el desarrollo en la investigación lingüística de la Zona Intermedia anula esta posibilidad, posiblemente una de las salidas para dilucidar estas dudas y avanzar en la reconstrucción de estas relaciones la tendríamos en los estudios genéticos de los restos como pasa con la conexión encontrada entre la Isla de Pascua con Colombia, sin duda con el avance de la ciencia en el análisis de los vestigios es donde encontraremos datos certeros para interpretar el pasado.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Antonio Jaramillo Arango. Culturas y pueblos precolombinos de la costa pacífica. Navegación e intercambio entre los Andes Centrales, el Área Intermedia y Mesoamérica, del libro El mar: percepciones, lectura y contextos. Una mirada cultural a los entornos marítimos.   

Imagen:

  • Izquierda: Figura de Terracota. Cultura Ixtlán del Rio, Nayarit. Periodo Clásico.
  • Centro: Estela de Placeres del Oro, Guerrero. Periodo Clásico.
  • Derecha: Peto Tolteca de concha Spondylus. Cultura Tolteca, Tula, Hidalgo. Periodo Posclásico.

La evolución artística de la región de Occidente: Chupícuaro y las Tumbas de Tiro.

Heredera de las tradiciones de Capacha y El Opeño, surge en la región limítrofe de los actuales estados de Michoacán y Guanajuato una cultura cerámica que adopta los diseños geométricos de sus predecesores, pero con la aportación de la pintura de engobe dando colorido en tonos rojizos, crema y negro, Chupícuaro. El sitio se encontraba cercano al Lago de Cuitzeo con un desarrollo entre los años 650 a.C. hasta el 100 d.C. si bien el sitio se encuentra inundado desde 1949 por la Presa Solis en Guanajuato, fue objeto de una intensa campaña de rescate arqueológico que permitió recolectar la mayor información posible. Sus patrones geométricos con líneas curvas y zigzagueantes tendría influencia en sitios tan lejanos como Cuicuilco, Cerro de la Cruz en Querétaro y la región Puebla-Tlaxcala, a pesar de su fin en el periodo Clásico, lograría tener continuidad cultural en otras tradiciones posteriores como la fase Mixtlán del 100 a.C. al 300 d.C., Acámbaro del 400 al 150 a.C. y Loma Alta del 150 a.C. al 350 d.C., esta última sería muy importante porque sería la base del desarrollo cultural de Chalchihuites con repercusiones en las culturas aldeanas Hohokam de Oasisamérica, con una tardía herencia en la cultura purépecha.

Ejemplos de cerámica de Chupícuaro, Guanajuato. Fuente:

Mas al Occidente y siguiendo el legado de Capacha y El Opeño en cuanto a la tradición funeraria, diferentes pueblos empezarían a desarrollar lo que conocemos como las culturas de las Tumbas de Tiro, nombre dado por la costumbre de crear cámaras funerarias excavadas en terreno de tepetate y que eran comunicados al exterior por medio de tiros que iban del metro hasta los 22 m de profundidad. Así como sus predecesores, esta manifestación cultural guarda una especial relación con las culturas de Colombia y Ecuador, siendo un testimonio de la continuidad de esta particular y enigmática relación del Occidente con los pueblos sudamericanos, comunicándose por vía marítima. Distanciándose de Capacha con su preferencia por la manufactura de vasijas excéntricas con forma de calabaza y siendo mas cercana a la preferencia por el naturalismo de El Opeño, optan por la creación de figuras huecas donde es posible alcanzar una mayor libertad plástica, alcanzando un arraigo que iría de los años 300 a.C. hasta el 600 d.C.

Esta tradición se divide en al menos 18 modalidades estilísticas las cuales se agrupan en seis estilos: Comala de Colima, Tuxcacuesco-Ortices de Colima y el sur de Jalisco, Ameca-Eztatlán del altiplano jalisciense, San Sebastián al oeste de Jalisco y sureste de Nayarit, Ixtlán del Rio para la zona central nayarita y Lagunillas para el centro-norte de Nayarit y norte de Jalisco. Hay variaciones en cuanto al color de las piezas producidas, teniendo como base el color bayo variaban en tendencias como la monocromía de Colima, la bicromía de Jalisco y el uso tanto del color crema como del negro de Nayarit, pero tenían en común la necesidad de representar las características de las personas representadas de donde podemos rastrear datos como sus vestimentas, atavíos, peinados, tatuajes, rasgos físicos o incluso hasta enfermedades, discapacidades y dolencias de esos tiempos, algo que no muchas regiones culturales encontramos este nivel de información.

Si bien contamos con estilos con tendencia al naturalismo, también encontramos algunos otros que tuvieron una predilección por la abstracción (aunque esto no impide conocer muchos datos sobre la población), por lo que podemos encontrar geometrizaciones de la figura humana o exageraciones sobre algunas partes del cuerpo, dándole un mayor sentido artístico como es el caso del estilo San Sebastián. Otros como el Ixtlán del Rio, su capacidad de abstracción fue tal que le ponían énfasis a las expresiones faciales, cuyos rasgos exagerados le daban su tono caricaturesco. El nivel de detalle de la Tradición de las Tumbas de Tiro llega a tal alcance que nos ha logrado hacer llegar incluso maquetas de los edificios de la época, dándonos una idea completa sobre cómo eran las casas, palacios, juegos de pelota y edificios religiosos, pero sobre todo la forma en que eran usados por sus habitantes.

Debido al desinterés por el trabajo arqueológico en la región, durante décadas los centros ceremoniales fueron olvidados por los grandes proyectos de investigación y restauración del gobierno, pero gracias al trabajo de Phil Weigand en el sitio de Guachimontones de Teuchitlán y otros sitios de la región han permitido delinear la tradición arquitectónica asociada con las Tumba de Tiro. Al igual que en lo cerámico guarda grandes diferencias con el resto de Mesoamérica, la planificación de los edificios públicos no podía escapar de esta excentricidad, ya que las principales estructuras piramidales fueron construidas con formas troncocónicas dictando la distribución del resto de los templos que seguían una distribución concéntrica, a esta distribución se le conoce coloquialmente como guachimontones y se teoriza sobre su asociación con ceremonias como el Palo volador sirviendo como base para el poste.

A partir del 600 d.C. la región va perdiendo su originalidad y se va alineando con la tradición mesoamericana, la cual ya tenía acto de presencia con una incipiente influencia de Teotihuacan, posiblemente provocada por la caída de esta y posterior migración de sus habitantes o elites gobernantes hacia el Occidente. Con ello, fue perdiendo su plasticidad artística para seguir los cánones abstractos mesoamericanos con una clara influencia del centro de México, así como en la construcción de los centros ceremoniales se abandona la distribución circular para adoptar la ortogonal con basamentos rectangulares como lo demuestran sitios como El Ixtépete en Jalisco, El Chanal en Colima, Tingambato en Michoacán  y entre otros, terminando por adherirse a la dinámica mesoamericana de los últimos siglos precoloniales.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Verónica Hernández Diaz. Las formas del arte en el antiguo Occidente, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

Imagen: Reconstrucción de una tumba de tiro con su ofrenda. Museo Regional de Nayarit.

El Preclásico en las tradiciones culturales de Occidente.

El recorrido artístico en Occidente empieza aproximadamente a partir del 1,500 a.C. con las tradiciones de El Opeño y Capacha, las cuales evidencian las posibles conexiones que pudieron haberse establecido con el noroeste de Sudamérica (Colombia y Ecuador). El nombre de Capacha lo debemos a la arqueóloga Isabel Kelley quien reportó las primeras piezas al encontrarlas en excavaciones en los terrenos de la hacienda con el mismo nombre localizada en Colima, cuyas piezas de cerámica se encuentran asociadas con los contextos mortuorios al ser usadas como ofrendas para los muertos en fosas sencillas excavadas en el tepetate. Se caracterizan por ser piezas monocromas en colores del negro al café, las cuales se conforman de las conocidas vasijas dobles, ollas, cuencos, tecomates y de figurillas con una gran expresividad en sus rostros.

Las vasijas de la tradición Capacha conocidas como bules se caracterizan por ser dos recipientes superpuestos conectadas por asas que pueden tener variantes como la conectada a tres vasijas que van a dar con una en la parte superior. La conexión sudamericana la podemos ver con el parecido con las encontradas en la fase Valdivia en Ecuador, datada entre el 4500 al 3500 o incluso llegando al periodo del 1500 a.C. teniendo correspondencia con la cultura Machalilla de la cual es contemporánea y de donde hay semejanzas por las asas y las bocas de las vasijas en estribo. Tampoco es descartable la vinculación con las culturas mesoamericanas al tener vínculos con la tradición temprana de la Cuenca de México, especialmente ligada con Tlatilco y Tlapacoya, donde los bules de lugar de ser ollas son cantaros o botellones de boca pequeña, además de poseer incisiones que simulan al sol con sus rayos o a la cruz de San Andrés típica de los olmecas.

Por supuesto la cultura Capacha tuvo repercusión en las demás tradiciones culturales de Occidente, como el caso de la tradición El Opeño y en el valle de Mascota en Jalisco donde se han encontrado vasos pequeños formado por tres formas semiesféricas similares a los  bules, esta también fue compartida por la cultura Chupícuaro de donde adoptaron las asas y cuyo alcance llega hasta los tarascos, así como una tradición recientemente investigada en tumbas encontradas en los alrededores de Chilpancingo, Guerrero. Una de las posibles explicaciones sobre estas vasijas es que pudieron simbolizar la conexión del mundo terrenal con el inframundo, que sumado a lo grueso de sus paredes indican que solo tuvieron un uso funerario y un nulo uso cotidiano. La propia Kelly llego a proponer que por la ausencia de esta tradición en otros lugares de la costa del Pacifico podría ser el indicativo de la existencia de esta ruta marítima entre Ecuador y Occidente.

La tradición de El Opeño se descubre en un sitio del mismo nombre en las cercanías de la ciudad de Zamora en Michoacán, donde se localizaron doce tumbas excavadas en el tepetate y que tenían una clara orientación en el eje este-oeste con una clara vinculación con el curso del Sol y su correspondencia con los ciclos de la vida y la muerte. Sus tumbas se tratan de cámaras funerarias conectadas por un acceso escalonado bajando hasta 7 m y comunicados por pasillos de 12 m de largo por 2 m de ancho, las tumbas se tratad de espacios de 9 x 4.10 m con una altura de hasta 2.10 m, cuyo diseño era apto para su reapertura y con ello poder sepultar más muertos a lo largo del tiempo, llegándose a encontrar restos de hasta 102 personas con ofrendas correspondientes a diferentes estilos según los periodos de tiempo. La temática de su estilo cerámico es la vida cotidiana que vivieron representando diferentes escenas que van desde escenas del juego de pelota o el modelaje de hombres y mujeres con cierto grado de estilización.

Las figurillas se caracterizan por la minuciosidad de los detalles que van desde la expresión corporal de los propios jugadores del juego de pelota donde se ve un aditamento como un palo o raqueta usada para golpear la pelota, en el caso de las representaciones femeninas las encontramos desnudas y con diferentes poses donde se divisa cierto erotismo. Estilísticamente, la tradición El Opeño está muy vinculada tanto con Capacha y sobre todo con Tlatilco, pero combinándose con tradiciones culturales sudamericanas como las formas de las tumbas y sobre todo la pintura al negativo, la cual consiste en la aplicación de sustancias como resinas la cual impide una posterior coloración de las zonas donde se aplicó, la cual no tuvo repercusión en Capacha, pero si en Tlatilco.

Ambas tradiciones culturales llegan a su fin por el año 800 a.C. sin saber claramente que sucedió con ellas o como se dispersaron en otros territorios en un hueco temporal de cerca de 300 años, aunque recientes investigaciones divisan una continuidad de Capacha en el valle de Mascota y El Opeño es indiscutible su posición como antecedente de la tradición de las Tumbas de Tiro, la cual inicia alrededor del año 300 a.C. con un alcance que abarca los actuales estados de Jalisco, Colima, Nayarit y el suroeste de Zacatecas. Posiblemente hacen falta mayores investigaciones en la región para ayudar a despejar estos vacíos temporales y que de alguna manera se está logrando, como el caso de la zona de Talpa en Jalisco donde se han encontrado figurillas de El Opeño datadas en el año 300 a.C., así como el hallazgo de tiestos de la tradición Capacha en la zona arqueológica de Los Guachimontones de Teuchitlán asociadas al Juego de Pelota 1 datada entre el año 1 y el 150 d.C., por lo que es muy seguro que el paso del tiempo nos ayude a responder las preguntas que tenemos en la actualidad y asi comprender mejor a las sociedades del Preclásico en el Occidente y sobre todo entender sus interacciones con los pueblos sudamericanos.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Verónica Hernández Diaz. Las formas del arte en el antiguo Occidente, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

Imagen:

  • Izquierda: Vasija de barro, Capacha, Colima. Preclásico.
  • Derecha: Jugadores del juego de pelota, El Opeño, Michoacan. Preclásico.

El arte del Occidente de México

A diferencia de las otras regiones culturales mesoamericanas como la zona Maya o el Altiplano Central, el Occidente no se caracterizó por poseer grandes ciudades que pudiese desarrollar un importante acervo artístico, pero en este caso serán los artesanos los que tendrían la batuta del arte encontrando en la cerámica una ventana donde desarrollaron la escultura y nos dejaron un vistazo sobre como se veían los antiguos habitantes de la región de los que ni siquiera sabemos quienes fueron. Por lo general se trataron de figuras desnudas con pocos aditamentos los cuales fueron complementadas con aplicaciones de pintura que denotaron su vinculación religiosa, ya que fueron usadas para las tumbas de personajes las cuales fueron excavadas en terrenos de tepetate y que le dieron las formas que simularon el vientre materno, que por la estrecha boca que se usaron para su entrada es que fueron y bautizaron de forma generalizada a estas culturas como Culturas de las Tumbas de Tiro, estando en uso entre los años 1300 a.C. hasta el 600 d.C. y que abarcaron un territorio que iba desde Nayarit, Colima, Jalisco, partes de Michoacán y Zacatecas.

En lo arquitectónico prevalecieron las composiciones circulares que tuvieron como ejes basamentos cónicos, los cuales son conocidos con el nombre de guachimontones y cuya particular forma podría vincularlas culturalmente con Cuicuilco o Xochitécatl, ya en sus alrededores se disponían las estructuras rectangulares rodeándola. Uno de los grandes ejemplos de cómo debieron haber sido los edificios en Occidente lo tenemos en algunas maquetas de barro que se han encontrado en las Tumbas de Tiro, donde nos muestran construcciones pintadas en diseños geométricos que usaban colores como el rojo, el blanco y el negro. Estas circunstancias cambiaban en el caso de Guanajuato donde se usaron modelos ortogonales como en el resto de Mesoamérica y que las vinculaban más con las ciudades de la región Norte, con la particularidad de construir estructuras entorno a patios cerrados que estaban por encima del nivel natural del terreno. Esta disposición circular con que se construían los centros ceremoniales se empieza a perder a partir del 900 d.C. cuando se adopta el modelo mesoamericano, pero todavía es común el uso de plataformas circulares como el caso de Los Toriles en Nayarit o los basamentos mixtos conocidos como yácatas de los purépechas, donde incluyeron en el acomodo de las piedras tomando diseños geométricos otra forma de expresión.

El amplio litoral que tiene el Occidente de México hizo posible que las poblaciones prehispánicas hicieran uso de los recursos del océano, siendo la concha otra de sus formas de expresión y que podía ser material de exportación hacia otras regiones mesoamericanas así como el aprovechamiento de la obsidiana con los volcanes que hay en la región. Debido a la naturaleza perecedera de elementos como la madera, pintura mural, plumaria y el papel no han podido ser encontrados, salvo algunos fragmentos que han sobrevivido en algunas tumbas, pero gracias al testimonio que nos ofrecen los materiales cerámicos de la región se ha confirmado que estos existían.

El inicio de la tradición artística de Occidente la encontramos en tradiciones locales del periodo Preclásico como El Opeño en Michoacán, Capacha en Colima (base de las Tumbas de Tiro) y Chupícuaro en Guanajuato (cabe decir que hasta el momento no hay indicios de que la influencia olmeca haya llegado a esta región), revelándonos la existencia de una tendencia hacia los diseños abstractos y geométricos. Para el Clásico que inicia hacia el 100 d.C. es que la tradición de las Tumbas de Tiro empieza a usar formas humanas naturalistas con algunas licencias artísticas, dividiéndose según las regiones en donde se encuentren por la decoración que llevaban siendo la primera Colima cuyas piezas están pintadas solamente de color ocre, en Jalisco vemos que se le adicionan el blanco o el negro y en Nayarit cuentan con la aplicación de los tres colores. A partir del 600 d.C. es que la tradición de las Tumbas de Tiro entra en desuso y se van hacia expresiones más geométricas, pero cabe decir que según los últimos descubrimientos es muy posible que el típico estilo relacionado con los mixtecos haya tenido su origen en Occidente, de donde nos vienen excelentes ejemplares con aplicaciones de pintura con temas mitológicos que han llegado a ser más antiguas que las primeras expresiones en Oaxaca.

A pesar de que esta región contaría con un relativo aislamiento con el resto de Mesoamérica se ha llegado a teorizar que las Tumbas de Tiro pueden estar relacionadas con tradiciones culturales de Ecuador y Colombia, fue a partir del Clásico con el auge de Teotihuacan que se empieza este proceso de integración, relacionado con el posible control que pudieron llegar a tener sobre los yacimientos de obsidiana de la región pero que sería más fuerte con el colapso de la metrópoli, por lo que tanto el centro de Michoacán como en la actual región periférica a Guadalajara vamos a encontrar influencia tanto en la cerámica como en la arquitectura en sitios como El Ixtépete en Jalisco. Otra influencia que sería determinante fue la llegada de la región Norte producto de la decadencia ocasionada por el retraimiento de la frontera mesoamericana en favor de los nómadas, la cual generaría los dos complejos culturales que serían determinantes durante el Posclásico como la cultura Aztatlán o la Purépecha en Michoacán, donde se empieza a ver una mayor proliferación de los temas bélicos como la presencia de guerreros en el arte, del famoso Chac Mool o de algunos rasgos que podrían identificarse con Tlaloc, evolución cultural que serían herederos pueblos como los huicholes, nahuas y purépechas modernas que han logrado conservar la esencia de estos a pesar de los procesos de conquista y evangelización que tuvieron con la llegada de los españoles.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Verónica Hernández Diaz. Las formas del arte en el antiguo Occidente, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

Imagen:

  • Izqueirda: Figurilla de la cultura Chupícuaro, Guanajuato. Preclásico
  • Centro: Escultura de un chaman, cultura de las Tumbas de Tiro, Nayarit. Clásico.
  • Derecha: Vasija antropomorfa con rasgos de Tláloc, cultura Aztatlán. Posclásico