La turquesa en Mesoamérica.

Dentro de la cosmovisión mesoamericana, era de suma importancia asociar su producción cultural con la vida misma. Elementos que mostraban tonalidades verdes y garantizaban la permanencia de ese color, a diferencia de las plantas, se volvían objetos sumamente preciados para las élites que buscaban vincularse con esta cualidad proveniente de los dioses. Es por esta razón que productos como las plumas de loros y quetzales, así como el jade, eran tan valorados por la clase político-religiosa para la confección de elementos suntuarios. A estos materiales se les añadía la turquesa, una piedra de tonalidad azul verdosa utilizada para realizar mosaicos.

A diferencia de los productos anteriores, que se obtenían principalmente en el sureste, la turquesa era mucho más difícil de conseguir debido a que sus depósitos se encontraban en la lejana Oasisamérica. Los comerciantes que se aventuraban en viajes para obtenerla debían enfrentarse a desafíos como los desiertos y el riesgo de ser atacados por nómadas. Sin embargo, el papel religioso otorgado a esta piedra impulsaba a los mesoamericanos a procurarla, lo que contribuyó a mantener la comunicación entre estas dos regiones culturales.

Químicamente, la turquesa es un fosfato hidratado de aluminio y cobre que le confiere una amplia gama de tonalidades que van desde el azul cielo hasta tonos más oscuros o con matices verdosos. Posee una dureza de entre 5 y 6 en la escala de Mohs y suele encontrarse en cristales pequeños, siendo poco común hallar minerales de gran tamaño.

En Norteamérica, la turquesa se encuentra en la llamada Provincia Porfidica del Suroeste, que abarca la frontera de Baja California, el Desierto de Altar en Sonora, California, Arizona, Nuevo México, Colorado, Utah y Nevada. Además, se han identificado algunos yacimientos aislados en Sonora y Zacatecas. Debido a su importancia para los mesoamericanos, sabemos que la explotación del mineral fue significativa para los indígenas de Oasisamérica.

El núcleo productor se localiza en la zona de la actual Santa Fe de Nuevo México, donde se han encontrado minas prehispánicas como Cerrillos, Turquois y Mount Chalchihuitl. También hay actividad minera en las Montañas Burro y las Montañas Little Hachita, en el condado de Grant, Nuevo México, así como en San Bernardino, California, en el condado de Conejos, Colorado, y en los condados de Clark y Lincoln, Nevada.

El uso de la turquesa se remonta al periodo teotihuacano y está vinculado con la expansión mesoamericana hacia el norte, siguiendo la Sierra Madre Occidental. Uno de estos depósitos se encontró en las inmediaciones de la entonces ciudad de Altavista-Chalchihuites, en Zacatecas, posiblemente siendo su descubrimiento el detonante del desarrollo mesoamericano en la región y ejerciendo influencia más al norte.

Dado que la región norteña siempre ha mostrado inestabilidad debido a su alta belicosidad, la adquisición de turquesa era mucho más complicada para cualquier entidad política. Esto hizo que su monopolio estuviera en manos de las grandes potencias capaces de costear las expediciones comerciales. Este control fue ejercido primero por Teotihuacán en menor escala, luego por los toltecas y finalmente por los mexicas.

En los últimos años antes de la conquista española, los mexicas eran los únicos que podían adquirir la turquesa, también conocida como teoxíhuitl, convirtiéndose en un elemento exclusivo de la nobleza. Su posesión estaba prohibida para los macehuales debido a la posición simbólica del mineral, vinculada con el Sol, lo que reforzaba el discurso ideológico de la élite.

Dentro de la religiosidad mesoamericana, el color azul cielo de la turquesa la vinculaba estrechamente con el Sol, convirtiéndola en un símbolo asociado a los elementos cálidos y solares que intervenían en la existencia de la vida, como el fuego, el alma, el verdor de las plantas y, sobre todo, el tiempo. No es sorprendente que en el idioma náhuatl se utilice la palabra «xíhuitl» para referirse a alguno de estos elementos.

Este fundamento se remonta incluso a la creación según la mitología mesoamericana, donde uno de sus dioses protagónicos, Xiuhtecuhtli, es el dios del fuego o el dios de la turquesa, que controla el fuego primigenio que origina la vida. Este fuego tiene como fuente al Sol, que al pasar por el cielo le otorga su tonalidad azul, dando inicio a los días, y el conjunto de ellos da como resultado los años.

Dada esta lógica, ya que la vegetación tiene una vida cíclica basada en el tiempo transcurrido en el año, es una de las razones por las cuales se le atribuye una naturaleza cálida a la turquesa. Por lo tanto, no es extraño que dentro de los difrasismos del idioma náhuatl para referirse al año se le relacione con un atado de ramas. Este simbolismo está presente durante la ceremonia del Fuego Nuevo, donde estas ramas deben ser encendidas para reiniciar el ciclo de los 52 años.

En el juego de los contrarios complementarios, la turquesa, debido a su naturaleza cálida, se contrapone al jade, que posee una naturaleza fría y representa la fertilidad de la tierra, el agua y la vida. Aunque el jade siempre ocupó una posición superior a la turquesa dentro de la sociedad, ya que el término «chalchihuítl» se refería genéricamente a cualquier piedra preciosa.

Un aspecto incompleto por parte de los mexicas fue relacionar la turquesa con su dios tutelar Huitzilopochtli, cuya arma fue designada como «xiuhcóatl» o serpiente de fuego. Esta arma estaba asociada con los cometas que cruzaban los cielos y también era el arma de las deidades del fuego, siendo considerada como un rayo del Sol. De esta manera, la turquesa se convirtió en un elemento indispensable para las clases gobernantes, manifestando su poder divino vinculado al Sol, al verdor y al tiempo. La adquisición de turquesa se convirtió en el motivo por el cual los mesoamericanos mantenían su relación con los pueblos de Oasisamérica.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Revista Arqueología Mexicana no. 141.

– Mutsumi Izeki. La Turquesa, una piedra verde cálida.

– Ricardo Sánchez Hernández. Geología de la Turquesa.

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Imagen: 

 – Izquierda: Mascara de Xiuhtecuhtli con aplicaciones de jade, cultura mexica, Posclásico Tardio. 

 – Derecha: Retrato del tlatoani Itzcoatl, Primeros memoriales, siglo XVI. 

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