La construcción del relato guadalupano.

Dentro de la religiosidad católica, las apariciones de seres celestiales se pueden clasificar en dos formas: la testimonial, donde las personas dejan constancia de haber tenido una experiencia mística en la que se les apareció Jesús, la Virgen María, almas del purgatorio, ángeles u otros seres, y la legendaria, que carece de testimonios contemporáneos y se basa en tradiciones orales, generalmente relacionadas con Jesús, la Virgen, ángeles o santos.

La Virgen de Guadalupe se puede clasificar como un ejemplo de aparición legendaria, ya que hasta 1589 no existen escritos de los involucrados que confirmen su historicidad. Incluso, al investigar estos escritos, se encuentra que algunos podrían refutar el relato. Este es el caso del obispo fray Juan de Zumárraga, quien no solo no mencionó haber presenciado el milagro, sino que en su obra Regla cristiana breve, publicada en 1547 (16 años después de la fecha atribuida al milagro), afirmó que Dios ya no requería realizar milagros como en tiempos del Antiguo y Nuevo Testamento, sino que buscaba «vidas milagrosas».

No hay menciones de autoridades civiles como el virrey Antonio de Mendoza que hayan escrito sobre esto, ni siquiera dentro de los evangelizadores como Motolinia o Jerónimo de Mendieta la Virgen de Guadalupe hubiera sido mencionada. Quien sí hizo referencia a la virgen fue fray Bartolomé de las Casas, pero de manera superficial y por la naturaleza del relato, de haber ocurrido, lo habría usado para sustentar su defensa de los indígenas.

Sus detractores, como los franciscanos como fray Bernardino de Sahagún, la calificaban como una «invención satánica para paliar la idolatría». Incluso su principal impulsor, el arzobispo Alonso de Montúfar, no hizo mención alguna del relato tradicional y dejó claro su origen mundano, como consta en una recomendación que hizo a los indios en el atrio de la ermita de Guadalupe, donde les recalcó que se trataba de una representación de la Madre de Dios y que no debían reverenciar la imagen.

El relato guadalupano solo existía dentro de la imaginería popular y se iba enriqueciendo con el tiempo, ya que para los religiosos estaba claro que se trataba de una imagen creada y tenían conocimiento de la autoría de Marcos Cipac. Fue debido a la ausencia de documentos que el Vaticano negaría, hacia 1666, la autorización para reconocer el 12 de diciembre como día de su patronazgo, por petición del clero novohispano al no existir testimonios de su época que aseguren que ocurrió en esa fecha.

Se sabe de la existencia de apariciones marianas en la Nueva España como parte de los relatos asociados a la conquista, atribuyéndole su intercesión divina para derrotar a los indígenas. Sería hasta 1589 cuando el criollo Juan Suárez de Peralta, quien se había establecido en España, menciona en su obra «Noticias históricas de Nueva España (Tratado del descubrimiento de las Indias)» los atributos milagrosos de la Virgen y que se había «aparecido en unos riscos» (otras fuentes como Bernal Díaz del Castillo, fray Luis de Cisneros o fray Juan de Torquemada solo aluden a su cualidad milagrosa).

Quien sí hizo una mención más amplia sobre el tema fue la religiosa clarisa Ana de Cristo, quien realizó un viaje al Tepeyac hacia 1620 mientras servía como secretaria para la madre Jerónima de la Asunción. Su relato menciona que la Virgen «echaba tierra» a los mexicas, permitiendo así la conquista de México, y que se le apareció a un indio entre las peñas para decirle que le construyeran una casa. El milagro asociado fue la creación del manantial de aguas salobres en la Capilla del Pocito, y la Virgen pidió un manto que «se lo midió de pies a cabeza».

Durante la primera mitad del siglo XVII, aumentan los escritos que se refieren a la Virgen como producto de una aparición. Incluso en un poema anónimo de 1634 se menciona que fue Dios quien pintó la imagen, lo que se refleja con mayor fuerza en el libro «Cielo estrellado» del jesuita Juan de Alloza, residente en Lima y escrito en 1649. Este libro nos presenta una narración muy similar a la tradicional, recopilada de informantes de México.

Esto nos lleva a considerar la tradición oral de los indígenas de la región como fuente del relato. Esta tradición fue recopilada en dos obras del siglo XVI: el «Nican Mopohua» de Antonio Valeriano, posiblemente escrito hacia 1556 o a finales de siglo, y el «Inin Huei Tlamahuizotzin», un documento anónimo que carece de referencias sobre el año de su escritura, pero los investigadores suponen que fue realizado a finales del siglo XVI o en la primera mitad del XVII. La existencia de este documento se remonta a la biblioteca del Colegio de San Gregorio, atribuyéndose su autoría al sacerdote español Juan Gonzales, quien estaba vinculado con el obispo Zumárraga y era su traductor de náhuatl. Sin embargo, el manejo del lenguaje y la estructura del texto sugieren que su autor debió de ser indígena.

El «Inin Huei Tlamahuizotzin» relata un episodio similar al canon, donde un macehual que estaba recolectando hierbas en el cerro del Tepeyac se le aparece la Virgen y le expresa su deseo de que le construyeran una casa, indicándole que viera al arzobispo para transmitirle el mensaje. Sin embargo, no fue creído y fue tomado como borracho o que estaba soñando. Ante este fracaso, el macehual vuelve a ver a la Virgen y le cuenta lo sucedido. Ella hace crecer unas flores y le pide recolectarlas en su ayate. Con estas flores, debía volver a ver al obispo, y esa sería la prueba de la veracidad del milagro, ya que aparecería pintada su imagen cuando desplegara el ayate frente al obispo.

En el texto no se mencionan los nombres del vidente ni del arzobispo; la única mención relevante fue nombrarla como Santa María del Tepeyacac, aunque posteriormente el copista agregó «Guadalupe» en el encabezado. Posiblemente, el texto recopiló una versión independiente de lo relatado en el «Nican Mopohua», ya que omite detalles como el milagro del tío y se centra en la pobreza del macehualito. Esto sugiere que es una recopilación directa de la tradición oral de la época.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Gisela von Wobeser. Origen del culto a nuestra señora de Guadalupe, 1521-1688.

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Imagen:

  • Izquierda: Juan Correa. Historia de la aparicion de la Virgen de Guadalupe, 1667.
  • Derecha: Anónimo. Virgen de Guadalupe con donantes nativos, siglo XVIII.

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