La obra de Diego Rivera en el nacionalismo revolucionario.

El triunfo de los revolucionarios marcaria una nueva etapa en el desarrollo nacional al representar un cambio tanto en la forma de gobernar como en la cultura, rompiendo con algunos esquemas fomentados desde el Porfiriato. Si bien algunas ideas persistieron como el toman como base del nacionalismo el legado mesoamericano, se tomaría en cuenta dentro del discurso la cultura popular desarrollada a lo largo del tiempo, por lo que se buscaría impulsar la revalorización de sus valores estéticos desde las grandes esferas, sobre todo porque servía como el ejemplo de la identidad mestiza como el modelo ideal en que se debería de cimentar el país para alcanzar la igualdad para todos. El arte seria el instrumento perfecto para arraigar en la sociedad los valores del idealismo revolucionario, siendo mediante la iniciativa de José Vasconcelos, titular de la SEP en el gobierno de Álvaro Obregón, quien buscaría integrar en este proyecto educativo nacional a los artistas para que colaboren con su talento en esta nueva etapa, teniendo como una respuesta practica de acercar el arte al pueblo mediante la ejecución de murales en los edificios públicos donde se pueda enseñar tanto los objetivos del gobierno como la historia por medio de imágenes de fácil interpretación para una población abrumadoramente analfabeta.

Diego Rivera fue uno de los artistas formados dentro de la afamada Academia de San Carlos que desde su fundación había perpetuado la enseñanza de los valores artísticos eurocéntricos como lo representaba el neoclásico, pero en las últimas del siglo XIX llegan al país las tendencias modernistas donde los artistas empezarían a buscar una expresión propia, por lo que profesores como Gerardo Murillo (el Dr. Atl) empezarían a rebelarse en contra de los cánones academicistas. Si bien en su primera etapa artística seguiría aquellos postulados, su talento fue el suficiente para que le otorgaran una beca para estudiar en Europa hacia 1909 y fue ahí donde entraría en contacto con las vanguardias de la época como el cubismo, pero también se interesaría por el importante legado renacentista plasmado en los muros y vio la oportunidad de como esto podía ser usado en el nuevo contexto cultural de la revolución. El nacionalismo mexicano había iniciado con una valoración de las culturas prehispánicas, pero el elemento hispano seguía siendo el eje de la identidad con una constante decadencia a raíz de la lucha entre liberales y conservadores, siendo en la revolución cuando los caudillos constitucionalistas toman posturas más jacobinas y encontraron en el arte popular la esencia de lo que debía ser lo mexicano.

Con la anuencia de Vasconcelos como parte del sistema educativo al nivel nacional, se convocan a todos los principales pintores pertenecientes a las ultimas generación de la academia para desarrollar el nuevo arte mexicano, conformándose así la Escuela Mexicana de Pintura con artistas como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Roberto Montenegro, Fernando Leal, entre otros quienes se dedicarían a realizar estos murales donde se exalta la cultura popular como parte de la identidad nacional. El componente ideológico fue fundamental en el desarrollo de la identidad artística de los años, como el sector obregonista abarcaba los tanto las facciones agraristas y sobre todo el sindicalista, la nueva política tendría al socialismo como una de las ideologías base para desarrollar una propuesta propia, por lo que los artistas estarían muy politizados y seria integrado en el discurso plástico la lucha de clases. Si bien Rivera se mantuvo alejado del mundo revolucionario al regresar de Europa hasta 1921, tanto su ideología de izquierda y su iniciativa de recorrer el país para conocer el arte popular hizo que fuese tomado en cuenta para entrar en el circulo artístico que serviría a los propósitos del gobierno, siendo su primera obra el mural “La creación” en el Colegio de San Idelfonso iniciado en enero de 1922.

El resultado satisfactorio de este primer mural hizo que lo consideraran para pintar la sede de la SEP en el exconvento de la Encarnación de 1923 hasta 1928, siendo los murales del Patio del Trabajo y el Patio de las Fiestas donde refleja los principales postulados del muralismo mexicano como la exaltación del folclorismo y el componente ideológico de izquierdas del gobierno donde se exponían las promesas del reparto de tierras con una clara referencia al zapatismo y el apoyo a los derechos de la clase obrera. Su siguiente obra fue en la ex hacienda de jesuita de Chapingo en 1923, la cual fue designada para albergar a una universidad autónoma con especialidad en las carreras agropecuarias, asignándole el pintar los murales de la capilla y fue nombrada la obra “Canto a la tierra”, pintando temas donde tiene que ver el culto a la tierra como el sustento para la vida del campo y combinándolo con las reivindicaciones políticas del agrarismo como parte de la lucha comunista. Esta etapa finaliza con el encargo del embajador estadounidense Dwight W. Morrow para pintar los muros del Palacio de Cortes en Cuernavaca con el mural “Historia del estado de Morelos, Conquista y Revolución” entre 1929 y 1930.

A la par de la realización de los murales del Palacio de Cortes, el gobierno le encarga la realización de los murales del Palacio Nacional que llevarían el nombre de “Epopeya del pueblo mexicano” y realizado en el cubo de las escaleras, pero tardaría en verse concluido debido a algunos problemas con el gobierno y a las oportunidades que tendría en Estados Unidos, por lo que sería terminado en diferentes secciones en los años posteriores. Para ese entonces, la obra de Rivera había adquirido muchas de sus particularidades que lo representarían a lo largo de su carrera, el arraigo de la cultura popular como representación de la mexicanidad donde se condensa el legado hispano con el indígena, aunque este último tendría una mayor relevancia por su originalidad, con ello el nuevo nacionalismo revolucionario usaría al arte como el medio para decirle al pueblo que estaban tomando en cuenta sus necesidades, por lo que la llamada Escuela Mexicana de Pintura encabezada por Rivera, Orozco y Siqueiros serían los liderazgos encargados por velar el desarrollo artístico como via para enaltecer el nacionalismo con una carga política socialista.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Rodolfo Ramírez Rodríguez. Diego Rivera y las imágenes de lo popular en el nacionalismo cultura, de la revista Tramas no. 40.

Imagen: Diego Rivera. «En el arsenal», Secretaría de Educación Pública, Segundo nivel, 1923-1928.

Deja un comentario