El trabajo en la sociedad novohispana.

Las urbes novohispanas fueron a lo largo del tiempo en los principales receptáculos de la influencia española al ser donde vivían tanto los peninsulares como los criollos, pero la Ciudad de México era la que concentraba a la mayor parte de la población, se estima que hacia 1570 había en el virreinato cerca de 60,000 españoles de los cuales el 30% vivía en la capital. Pero esto no los convertía en poblaciones exclusivamente europeas, ya que conforme pasaba el tiempo los “pueblos de indios” atravesaron por una decadencia constantes debido a las epidemias y a las limitantes del orden comunal, por lo que fue muy común la migración de indígenas a las ciudades para poder buscar más ingresos, siendo este el verdadero motor del mestizaje. Las ciudades requerían de una base trabajadora para poder sostener tanto sus actividades constructivas como para ocupar los diferentes puestos de servidumbre, dando lugar a la llegada de trabajadores libres, esclavos africanos y también trabajadores llegados como parte del tributo de las comunidades, quienes además de aportar alimentos mandaban fuerza laboral como pago.

El requerimiento de mano de obra del gobierno virreinal para con las comunidades indígenas constaba de llevar entre el 2 y el 10% de la población masculina a trabajar durante cierto tiempo tanto en las ciudades, fincas y minas españolas durante cierto tiempo y de forma rotativa, pero la continua debacle demográfica de los indígenas, la propensión de los capataces hacia la violencia y la alta demanda de trabajo que el tributo no podía cubrir hizo que la Corona decidiese promover el trabajo libre aboliendo el trabajo como tributo en una cedula real en 1632, con excepción del trabajo en las minas. Tres eran los núcleos donde perduro el trabajo como tributo para las comunidades, Zacatecas y Taxco los necesitaban para poder cubrir las plantillas de trabajadores tanto en las minas como en el proceso de purificación de la plata con el azogue, pero la capital era una de las que más requería mano de obra para realizar obras tanto de desagüe, limpieza y la construcción de obras de infraestructura, se estima que para 1570 la ciudad requirió de 600 trabajadores indígenas al mes como base para mantenerla.

La presencia de esclavos africanos para llevar a cabo estas labores también fue insuficiente para poder mantener el motor económico virreinal, fue en el periodo de 1570 hasta 1650 cuando se hicieron las mayores importaciones de esclavos para tratar de suplir la necesidad de depender del trabajo indígena, aunque en opinión de diferentes testimonios de la época, los esclavos africanos eran considerados ineficientes en muchas labores y era preferible contar con indígenas, pero esto no evito que las familias acaudaladas desistiesen de tenerlos. Los esclavos solo llegaron a abarcar la quinta parte de la fuerza de trabajo en las minas, mientras en las ciudades ocupaban los puestos como sirvientes domésticos, artesanos, vendedores, entre otros trabajos que competían con los trabajadores libres. Las haciendas se convirtieron en un principal receptáculo de trabajo esclavo llegando a reemplazar en algunos casos la necesidad de contratar indígenas, principalmente para labores donde se requería un mayor desgaste físico o también ocupando el papel de capataces.

Tanto los obrajes como las haciendas fueron figuras muy controvertidas en la sociedad novohispana, ya que a pesar de la existencia de leyes donde protegían a los peones del abuso de los hacendados, esto no impedía que en muchas ocasiones abusasen con la creación de contratos donde se facilitase su endeudamiento y con ello pudiesen disponer de ellos, esto se daba más en los obrajes urbanos quienes llegaban a aprisionar a sus trabajadores como pasaba en Puebla y Tlaxcala de donde se supo llegaban a tener hasta 100 trabajadores encerrados. Una de las claves para que sucediese el abuso patronal se daba por la contratación de convictos, por lo que había una gran diversidad en su plantilla entre españoles pobres, mestizos, indígenas y complementados con esclavos africanos, de quienes era común se les obligase a trabajar de forma extenuante, sin días para su descanso y manteniéndolos en condiciones miserables, sumado a que eran susceptibles a recibir castigos físicos.

Los rígidos escalones sociales impuestos por el gobierno virreinal les aseguraban a los españoles y criollos los mejores puestos de trabajo, mientras mestizos, indígenas y afrodescendientes estaban condenados a realizar trabajos de baja categoría con muy pocas oportunidades para mejorar sus condiciones al nivel de los europeos. Dentro de la demanda laboral, el artesano era el mejor pagado con 6 reales al día, seguido por los albañiles con 3 reales y en lo más bajo estaban los tenderos, panaderos y trabajadores de los obrajes, por lo regular el sueldo mínimo rondaba los 2.5 reales. Lo poco que ganaban no bastaba para cubrir las necesidades básicas, provocando con ello que los trabajadores solicitasen préstamos a sus patrones para poder comer y esto creaba un círculo vicioso donde el salario se iba para pagarle al patrón, por lo que la única alternativa para escapar de estos problemas era convertirse en trabajadores libres.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: R. Douglas Coupe. Los ámbitos laborales urbanos, del libro Historia de la vida cotidiana en México vol. II. La ciudad barroca.

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Imagen: 

  • Izquierda: Anónimo. De indio y cambuja nace sambahija, siglo XVIII.
  • Derecha: Carlos Julião: Mineração de diamantes, Minas Gerais, Brasil, cerca de 1770.

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