El fin de la rebelión religionera.

Entre 1874 y 1875, los religioneros lograron expandirse por buena parte del territorio michoacano sin que el ejército federal pudiera frenarlos, ya que recibían el apoyo de muchas comunidades que no toleraban la actitud anticlerical mostrada por el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, quien llevaba a la radicalidad los postulados de la Constitución de 1857. A pesar de lo que se podría creer, la lucha religionera estaba sustentada en una serie de objetivos políticos a cumplir una vez que hubieran derrotado a las fuerzas del gobierno, como el Plan de Terremendo suscrito por el caudillo Socorro Reyes en octubre de 1874. Sin embargo, el objetivo con mayor alcance fue formulado por Jesús Ortega, alias «El Licenciado», en enero de 1875. En este documento, se reafirma que los objetivos del movimiento son llevar al país a la democracia y a la libertad plena. A pesar de esto, hay una contradicción en la cuestión religiosa, ya que establece como objetivo la derogación de la libertad de cultos, aunque tampoco aboga por establecer un estado teocrático.

Todo se configura entre los meses de febrero y marzo, cuando los principales liderazgos religioneros se reúnen en el pueblo de Nuevo Urecho y acuerdan un plan generalizado promulgado el 3 de marzo, respaldado por el Manifiesto de Tzitzio. En este documento, deslegitiman a la Constitución por haberse impuesto por las armas y por atacar uno de los pilares de la nación, la religión. Establecen como objetivos el desconocimiento de la Constitución y del presidente Lerdo de Tejada. Proponen la designación de un presidente interino que respete el catolicismo y nombre a un ministro plenipotenciario para enviarlo al Vaticano y negociar con el Papa la formulación de un concordato, que establecería a la Iglesia católica como la religión del estado. Al mismo tiempo, llaman a elecciones populares para establecer una república representativa y popular.

A pesar de ser una agenda conservadora, el plan no aborda las causas de su antiguo aliado, el ejército, ya que lo que quedaba del ejército conservador e imperial se ha integrado a las gavillas guerrilleras en contra del gobierno, perdiendo sus reivindicaciones como grupo de interés.

Avanzó el año y las fuerzas federales no lograban acabar con la resistencia religionera. Descubrieron que, además de recibir el apoyo de los pueblos, también contaban con la financiación de algunos sectores de la clase media urbana. Zamora fue la que más respaldó a los rebeldes. Sin embargo, hacia finales de año, la tendencia comenzó a cambiar como consecuencia de los abusos y saqueos cometidos, que estuvieron a la par de lo ocurrido en Cotija, como el caso de Tlazazalca donde quemaron 500 casas de civiles.

Fue así como Lerdo de Tejada tuvo que recurrir a uno de los veteranos prestigiados del liberalismo para combatirlos, Mariano Escobedo. Su estrategia consistía en acudir a las víctimas de los religioneros para convertirlas en aliados del gobierno, ayudándolos a combatirlos denunciando su ubicación o formando parte de las guardias civiles. La estrategia fue un éxito y a partir de 1876, las gavillas religioneras comenzaron a sufrir importantes derrotas, y sus filas empezaron a reducirse. Esto se debió a que algunos decidieron abandonarlos a su suerte o se acogieron al indulto ofrecido por el gobierno. Así, lograron capturar a los principales cabecillas y los enviaron a la horca.

Otro factor decisivo para la derrota religionera fue el limitado alcance de sus objetivos al capturar ciudades, ya que carecían de capacidad gubernativa y no sabían cómo mantenerlas tras su posesión. Solo en la Tierra Caliente se llegó a conformar una especie de gobierno religionero, pero perdieron el apoyo de los sectores católicos. Tampoco ayudó que las altas jerarquías católicas se deslindaran de la rebelión al mismo tiempo que se promulgaba el Plan de Nuevo Urecho. En marzo, los arzobispos de México, Guadalajara y Michoacán suscribieron la «Instrucción Pastoral», donde hicieron pública su condena hacia los actos violentos contra el gobierno, sin acusar directamente a los religioneros. Esta declaración marcó la postura de la Iglesia frente al Estado, presentándose como un organismo moderado y descartando cualquier beligerancia hacia él. Este enfoque fue impulsado por Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, arzobispo y acérrimo enemigo de los liberales, quien supo interpretar los nuevos tiempos del país. Esta posición fue respaldada por el arzobispo de Morelia, José Ignacio Árciga, mientras que el único que mantenía una postura favorable a los objetivos religioneros fue el obispo de Zamora, José Antonio de la Peña, aunque nunca manifestó públicamente sus preferencias y finalmente tuvo que seguir el ejemplo.

Para finales de 1876, el movimiento religionero estaba en vías de extinción debido a la implacable campaña de Escobedo. Sin embargo, lograron colarse entre el amplio descontento político hacia el gobierno de Lerdo de Tejada, liderado por la rebelión del general Porfirio Díaz y su Plan de Tuxtepec, promulgado en enero. Para poder sobrevivir, se replegaron a la Tierra Caliente e intentaron avivar el movimiento en el estado de Guerrero.

A principios de año, se sabe que existían algunos contactos entre religioneros y porfiristas, sin comprometerse realmente. Sin embargo, con la debacle en el campo de batalla, varios caudillos se sumaron a la rebelión porfirista a partir de julio. Se informó que algunos grupos lanzaban vivas a la religión y a la Constitución de 1857. A finales de 1876 y principios de 1877, los caudillos religioneros lucharon a favor de la causa tuxtepecana y comenzaron a capturar bajo su bandera las ciudades michoacanas. Colocaron como gobernador al eximperialista Felipe N. Chacón. Sin embargo, poco tiempo después de que Díaz ascendiera a la presidencia, la mayoría de los caudillos murieron asesinados en circunstancias poco claras. A pesar de esto, Díaz optó por establecer una relación más pragmática con la Iglesia, dejando de lado los radicalismos liberales para poder gobernar.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ulises Iñiguez Mendoza. Los religioneros contra la Republica Restaurada: ¡Viva la religión y mueran los protestantes! De la revista Historia Mexicana no.72.

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Imagen: Anónimo. Calle Real (hoy Hidalgo) de Zamora a finales del siglo XIX. Fuente: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=661914379447707&set=pb.100068874514076.-2207520000&type=3

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