El fracaso del plan económico echeverrista.

Destacado

Los inicios de la década de los setenta no fueron sencillos en lo económico para el resto del mundo. Por un lado, las potencias económicas capitalistas de Europa, Japón y Estados Unidos atravesaron un período de recesión debido a los efectos de la Guerra de Vietnam. Esto provocó el fin de la política monetaria internacional de los Acuerdos de Bretton Woods, impulsado por el déficit comercial estadounidense y la sobreimpresión de dólares, lo que terminó con el patrón oro como base para fijar el valor de las monedas y cambiar las reservas por dólares.

En 1972, esta crisis tuvo un rebote con un fuerte crecimiento económico internacional, alcanzando entre un 6.5% y un 10%. México se benefició de esto al registrar un aumento del PIB del 7%, un 10% para la industria y un 8% para las manufacturas. Las exportaciones también crecieron un 28%, mientras que los salarios y los ingresos tributarios aumentaron entre un 28% y un 30% y un 21%, respectivamente. Este fue considerado el mejor año de todo el sexenio en términos económicos.

Sin embargo, a pesar de la recuperación en estos sectores, el sector agrícola apenas creció un 0.5%. La desconfianza del capital provocó una disminución de la inversión en un -1%, la inflación aumentó a un 5.6%, el déficit público alcanzó un 87.9% y el saldo negativo de la cuenta corriente llegó al 19.2%. Estas cifras reflejaron una economía mundial inestable, donde el dólar se debilitó debido al déficit de la balanza de pagos de Estados Unidos, mientras que Alemania y Japón subvaluaron sus monedas.

La dependencia económica en recursos como el petróleo se intensificó alrededor de 1973, un aspecto que no pasó desapercibido para las naciones árabes, que eran socios mayoritarios dentro de la OPEP. Decidieron utilizar este recurso como arma contra su enemigo, Israel, al coordinar una estrategia donde la OPEP detuvo las exportaciones de petróleo a nivel mundial, dejando a Estados Unidos en una situación complicada. Simultáneamente, Siria y Egipto invadieron Israel en octubre, desencadenando la Guerra de Yom Kipur, en la cual fueron derrotados.

En el ámbito económico mexicano, surgió un intenso debate sobre cómo mantener el crecimiento del país en un mundo cada vez más inestable. Por un lado, estaban los sectores nacionalistas que abogaban por que el Estado mantuviera el control de la economía como un agente redistributivo de ingresos y un actor clave en su dirección, siguiendo la línea ideológica del nacionalismo revolucionario, en particular la postura del cardenismo. Por otro lado, se encontraban los neoliberales, quienes argumentaban que para enfrentar el contexto internacional, el gobierno debía distanciarse de la economía y abrir el mercado interno para integrarlo a la globalización, fomentando la libre competencia y permitiendo la entrada de grandes empresas transnacionales para impulsar la economía.

Este debate desencadenó lo que se conoce como la “disputa por la nación”, donde los diferentes sectores involucrados en la toma de decisiones adoptaron posturas definidas. Por un lado, los nacionalistas, integrados por miembros del sistema político, consideraban que el modelo de “desarrollo estabilizador” aún era viable en aquellos tiempos. Este enfoque se centraba en promover el ahorro en la sociedad para que el gobierno dispusiera de capital para invertir en infraestructura y mantener el equilibrio cambiario y de precios.

A través de inversiones públicas, el gobierno se comprometía a expandir el mercado interno. Al realizar gastos en obras, se inyectaba capital en las regiones beneficiadas, aumentando así la capacidad de compra de la población. Además, se proponía que el gobierno se convirtiera en el principal socio de la producción agrícola, lo que contribuiría a estabilizar los precios del mercado, mejorar las finanzas del sector público, aumentar los salarios y fomentar la inversión privada.

Hasta ese momento, el Estado había desempeñado un papel de árbitro entre los diferentes sectores sociales y la clase empresarial. Los empresarios, a menudo, influían indirectamente a través del sector financiero para orientar las políticas económicas del gobierno. Sin embargo, en esta ocasión, los empresarios decidieron participar directamente en la toma de decisiones, al darse cuenta del poder que tenían gracias a sus inversiones, especialmente debido al grado de polarización existente del presidente hacia ellos.

Los empresarios, en su búsqueda por consolidar sus argumentos, decidieron establecer la Cámara Nacional de Comercio, tomando como referencia conceptos provenientes de Estados Unidos. A través de esta institución, comenzaron a debatir cuál sería la mejor dirección para el modelo económico, tanto en términos de inversiones como de bienestar social. Esto fue especialmente relevante para contrarrestar las críticas del presidente Luis Echeverría, quien responsabilizaba a los empresarios de los problemas del país.

Organizaron una serie de encuentros denominados Atalayas, en los que participaron empresarios y expertos financieros, tanto nacionales como internacionales. Durante estas reuniones se discutió el papel del gobierno como actor económico y se debatió intensamente sobre la función que el Estado debería desempeñar en la economía. Surgió una postura contradictoria en la que se consideraba que la intervención gubernamental obstaculizaba los procesos de operación, pero al mismo tiempo se resistían a un aumento de impuestos, a la reducción de los programas de infraestructura, al fin de los subsidios y a otros cambios que podrían afectar su rentabilidad.

En el contexto económico de la época, el modelo keynesiano, que proponía un rol activo del Estado en la economía, estaba siendo cuestionado y criticado como un freno al crecimiento económico. En contraste, se mostraba simpatía por la alternativa neoliberal, que abogaba por un libre mercado como motor principal, basándose en las necesidades de la sociedad.

La animosidad entre el presidente Echeverría y el sector empresarial no hacía más que aumentar, alimentada por sus constantes estigmatizaciones en sus declaraciones. No veían con buenos ojos su acercamiento a gobiernos socialistas, como se evidenció con la visita del presidente chileno Salvador Allende, la implementación de nuevos libros de texto gratuitos, los problemas que llevaron a la renuncia del gobernador de Puebla, Bautista O’Farril, y sobre todo, el asesinato del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada. La habilidad retórica de Echeverría era una poderosa arma que utilizaba contra sus oponentes políticos, especialmente los empresarios. A pesar de los llamados a la moderación, el presidente no dejaba de criticarlos, lo que llevó a una disminución gradual de las inversiones en el país y, finalmente, al retiro de su capital.

Sin embargo, el distanciamiento entre los empresarios y el gobierno no solo se debió a la retórica belicosa de Echeverría. También contribuyó la menor rentabilidad debido a un mercado interno en constante desaceleración, tanto en la demanda interna como externa. Esto provocó un aumento significativo de la inflación, del 12% al 24%, así como un incremento del 58% en las importaciones y un aumento de la deuda externa del 33% al 39%. Estos factores hicieron que fuera imposible mantener la confianza de los empresarios para obtener beneficios de sus inversiones.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Elsa M. Gracida. El desarrollismo.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: S/D. Luis Echeverria  en un acto con El Indio Fernández y otras personalidades del medio artístico de la época. Fuente: https://elpais.com/mexico/2022-07-09/postales-de-la-vida-y-gobierno-de-luis-echeverria.html

La industrialización en los 60.

Destacado

A pesar de que los inicios de la década estuvieron marcados por los problemas derivados de las secuelas de la crisis de 1954, ya se empezaban a sentir los efectos de las políticas económicas del llamado «desarrollo estabilizador». Este enfoque implicaba que el gobierno se endeudara para invertir en obras públicas y así promover la inversión privada nacional y extranjera. Una de estas medidas fue la solicitud de un crédito por 265 millones de dólares a la Tesorería de los Estados Unidos, al Banco de Importaciones y Exportaciones y al Fondo Monetario Internacional, con el fin de mantener la paridad del peso.

Otro desafío a resolver era la cuestión laboral, ya que era evidente que los bajos ingresos de los trabajadores habían provocado movimientos sindicales durante los últimos años del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines y los primeros de Adolfo López Mateos. Además, el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 representaba una señal de alerta para abordar los problemas sociales y así prevenir la propagación del comunismo mediante una posible revuelta.

La solución que encontró el oficialismo fue ejercer un control absoluto sobre sus bases dentro del sindicalismo y acabar con las disidencias que estaban socavando la lealtad del sector obrero hacia el proyecto presidencial. Para ello, ordenaron arrestar a los líderes sindicales que habían liderado huelgas durante el último año de la administración anterior, reemplazándolos por los llamados «charros». Además, se ejecutó al caudillo Rubén Jaramillo, quien había liderado levantamientos campesinos en Morelos en años recientes.

Para mitigar las tensiones y evitar movilizaciones de trabajadores afectados, el gobierno otorgó mayores prestaciones laborales y creó organismos para brindarles apoyo. Se estableció el ISSSTE para proporcionar seguridad social a los trabajadores del estado, la CONASUPO para garantizar precios estables en productos básicos, se introdujeron los libros de texto gratuitos para las escuelas y se implementó un programa de desayunos escolares. Además, se decretó un aumento salarial del 6% y del 3.4% para la industria.

Estas acciones aseguraron la lealtad de los líderes sindicales y contribuyeron a controlar los problemas sociales, aunque se registró una disminución del 11% en la inversión. Ante esta situación, el secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, implementó una política de mayor inversión en obras públicas para evitar una desaceleración del crecimiento económico.

Estas medidas lograron su cometido para 1962 al nivelar la inversión privada y hacerla retornar al 11%, una tasa que se mantendría hasta los años 70. Gracias a estos esfuerzos, el aparato político conservó la confianza del sector empresarial, lo que garantizó la continuidad del sistema y aseguró los trabajos relacionados con la sucesión presidencial. Este puesto estaba destinado para el entonces secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, quien prometió seguir las mismas directrices económicas.

Ante estos resultados, la oposición tenía pocas opciones para presentar una oferta atractiva. El PAN eligió como candidato a José González Torres, quien criticó el papel del estado en la economía y la falta de democracia. También surgió el Frente Electoral del Pueblo, liderado por Ramón Danzós Palominos, denunciando la represión gubernamental contra los movimientos sociales. Sin embargo, este partido no fue reconocido por la Secretaría de Gobernación y sus líderes fueron perseguidos hasta su desaparición a principios de 1964.

En las elecciones, Díaz Ordaz ganó con 8 millones de votos, equivalentes al 88%, mientras que González Torres solo obtuvo 1,034,337 votos. Este éxito no se logró solo, ya que Díaz Ordaz recibió el respaldo de partidos satélites como el PARM y el PPS. Se formó una alianza con estos partidos «opositores» para evitar el crecimiento de nuevas fuerzas políticas y mantener al PAN en una posición marginal. Aunque estos partidos recibieron asistencia del gobierno al alcanzar solo un modesto 2.5% de votos, lo que les garantizó diputados federales.

Todo parecía indicar que el gobierno había encontrado la fórmula para salir del subdesarrollo. Habían logrado arraigar en la sociedad la cultura del ahorro, lo que permitía al estado obtener los recursos necesarios para seguir invirtiendo en obras públicas. La inflación estaba bajo control, la productividad del trabajo y del capital estaban en aumento, y la paridad peso-dólar se mantenía estable. Sin embargo, el problema a partir de 1965 radicaría en consolidar la base del financiamiento público mediante el control de la inflación y la estabilidad de la tasa de cambio. Se estaban dejando sin resolver los problemas estructurales relacionados con las distorsiones en la organización productiva.

La única solución aparente para mitigar este problema era aumentar la recaudación fiscal, ya que los impuestos aplicados hasta entonces eran insuficientes y se centraban principalmente en las rentas, intereses y dividendos, lo que se consideraba injusto. Por tanto, la Secretaría de Hacienda y el Banco de México comenzaron a trabajar en una reforma fiscal para abordar esta situación. Se propuso la implementación de un impuesto global sobre empresas y personas físicas, pero esta medida no se llevó a cabo debido al temor de la administración pública de perder la imagen benévola y triunfalista que se había construido en los últimos años.

Debido a esta indecisión, la carga impositiva apenas aumentó del 6.8% que se pagaba a principios de 1960 a solo el 7% en 1970. Según la opinión de los empresarios, una baja carga impositiva aumentaba la capacidad de ahorro de la sociedad, lo que cumplía uno de los objetivos del «desarrollo estabilizador». Sin embargo, esto no logró aliviar el déficit público, que rondó alrededor del 14% durante la década.

La situación fiscal empeoró aún más debido a la reducción en los niveles de recaudación, como se refleja en el impuesto sobre la renta, que disminuyó del 10% en 1955 al 5.7% en 1965. Por otro lado, el impuesto sobre el ingreso al trabajo aumentó del 17% al 32%. Ante esta situación, el gobierno se vio obligado a recurrir tanto a las reservas de los bancos comerciales como a solicitar más deuda a instituciones extranjeras. El sector bancario fue uno de los que más creció durante este período, pasando de tener solo el 11% del mercado en 1954 a alcanzar el 60% en 1970. Sin embargo, esta estrategia implicó una disminución en el ahorro gubernamental para poder reinvertir en el gasto público.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Elsa M. Gracida. El desarrollismo.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

La consolidación del “milagro económico”.

Imagen: Hermanos Casasola. Gustavo Díaz Ordaz saluda a la multitud, durante una manifestación, noviembre de 1963.

La posición política del PAN en las elecciones de 1958.

Destacado

Durante la primera mitad del siglo XX, el activismo político cristiano cambió sus objetivos para seguir rigiéndose bajo dos documentos papales: la encíclica Rerum Novarum de León XIII de 1891 y la Quadragesimo Anno de Pío XI de 1931. Estos documentos llamaron a un acercamiento del clero a los sectores populares y a aplicar las enseñanzas del Evangelio para enfrentar las ideologías que influían en la causa obrera, como el socialismo y el anarquismo.

Con estas bases ideológicas, sumadas a los cambios en el pensamiento político como consecuencia del nuevo orden que trajo la Segunda Guerra Mundial, se conformó la llamada Democracia Cristiana en 1945. Esta nueva corriente se alejó de los intereses del alto clero para enfocarse en la resolución de los problemas de desigualdad social, asegurando así una importante base laborista en sus filas para defender al individuo y los derechos humanos.

La DC tenía afinidad tanto con algunas doctrinas del liberalismo como del socialismo. Por ejemplo, se respaldaba en el «personalismo», donde se reconocen todas las dimensiones del ser humano y su dignidad como respuesta a la visión antropocéntrica y secular del liberalismo. También tenía una orientación «comunitarista», donde la colectividad debe ponerse al servicio de todos sin anteponer a ningún grupo social sobre otro o reivindicar el poder del Estado, sino usar un criterio solidarista y pluralista donde tanto la Iglesia católica como las protestantes tenían su lugar.

Dentro de la derecha mexicana que se congregaba en las estructuras del PAN, el sector juvenil estaba atento a seguir los planteamientos surgidos de la DC, siendo uno de sus impulsores Hugo Gutiérrez Vega y otros líderes que criticaron el desempeño e ideas de los fundadores del partido, y pretendían actualizarlo según las circunstancias ideológicas contemporáneas. Este intento por modernizar al partido tuvo una respuesta negativa por parte de su fundador, Manuel Gómez Morin, quien criticó la posición de la DC sobre la participación de las instituciones religiosas en la resolución de problemas sociales. Gómez Morin reivindicaba la separación de la Iglesia y el Estado, argumentando que los planteamientos de la DC eran totalmente ajenos a la realidad nacional. Consideraba que el planteamiento político del PAN era la única respuesta adecuada desde el ámbito de la derecha.

La insistencia de Gómez Morin en seguir una línea institucional del partido generó una importante oposición a su liderazgo, encabezada por el grupo empresarial regiomontano y algunos partidarios de la DC. Muchos de sus seguidores, como Gutiérrez Vega, renunciaron al partido al percibir que la posición liberal de la dirigencia iba en contra del contexto de la época, donde movimientos sociales como la Revolución Cubana estaban ocurriendo y se alentaba la lucha sindical.

Para ese entonces, el PAN había reafirmado su posición de combatir al gobierno como un aparato autoritario, enarbolando tanto valores democráticos como éticos proporcionados por la religión. Esto se observa durante las dirigencias de Juan Gutiérrez Lascuráin de 1949 a 1956, Alfonso Ituarte Servín de 1956 a 1959 y José González Torres de 1959 a 1962, quienes provenían de asociaciones juveniles católicas como la ACJM y la ACM.

Mientras Gutiérrez Lascuráin mantenía una línea en concordancia con el pensamiento secular de Gómez Morin, tanto Ituarte Servín como González Torres estaban más en sintonía con las necesidades políticas de la Iglesia. En esta etapa, el partido se fortaleció mediante las asociaciones católicas en el país, lo que alejó al sector empresarial del partido y fortaleció la posición del PRI. El gobierno de Adolfo Ruiz Cortines ofreció garantías para la permanencia de su inversión, lo que atrajo a militantes radicales como los sinarquistas al PAN. Estos abandonaron el fallido PNM para buscar suerte en el PAN, imprimiéndole un tono radical con su agenda anticomunista, confesional e hispanista. Esto permitió que el partido ganara bases populares en estados donde el sinarquismo era fuerte, como en la región del Bajío.

A mediados de los años 50, el partido vivía un período de debate entre dos corrientes de pensamiento: una buscaba influir en la toma de decisiones de la presidencia, mientras que la otra pretendía redefinir el proyecto del partido y velar por la formación de la educación cívica de los mexicanos. En ambas posturas, los jóvenes jugaron un papel importante en las definiciones del partido, influyendo en la elección de Luis H. Álvarez como su candidato en las elecciones de 1958.

Durante su campaña electoral, Álvarez intentó presentarse como una verdadera alternativa al partido en el poder, respaldado por agrupaciones católicas que le proporcionaron apoyo propagandístico. Estas agrupaciones dieron voz a las quejas sobre el autoritarismo del PRI y el sistema de poder, destacando a los líderes juveniles como proponentes de la inclusión de la DC en la estructura ideológica del partido. Sin embargo, no pudieron revertir la situación donde el oficialismo demostró su poderío social, y las bases del panismo reivindicaron la orientación laica del partido en lugar de integrar los principios demócratas cristianos.

Ante esta situación, los partidarios de Álvarez intentaron fundar su propio partido llamado Movimiento Demócrata Cristiano, pero solo duraría unos meses debido a la falta de apoyo para sustentarlo a futuro.

Con la llegada de Adolfo López Mateos a la presidencia, se observó un deterioro rápido de la situación económica, donde el gobierno se endeudaba con préstamos extranjeros para compensar los ingresos de las exportaciones y financiar así las obras públicas. El objetivo era mantener la inversión del sector privado. Esta crisis se manifestó con la inconformidad de sectores sindicales y agraristas, como los ferrocarrileros, los maestros, los telegrafistas y el movimiento guerrillero de Rubén Jaramillo. Todos estos movimientos fueron reprimidos por la acción del entonces Secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, quien se encargó de perseguir a los líderes de los movimientos, encarcelándolos o, en el caso de Jaramillo, ejecutándolos.

Sin duda, lo que representó un cisma en el contexto geopolítico fue la asociación de la Revolución Cubana con el comunismo y la presencia de grupos guerrilleros tanto en Colombia como en Venezuela, que se vieron motivados por el triunfo de Fidel Castro. Esto se convirtió en una amenaza para Estados Unidos, especialmente cuando estalló la «Crisis de los Misiles». Ante esta situación, el PAN tuvo que ofrecer una respuesta en su papel de partido opositor.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Tania Hernández Vicencio. Tras las huellas de la derecha. El PAN, 1939-2000.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: S/D. Luis H. Alvarez durante su campaña presidencial, 1958.

La consolidación del “milagro económico”.

Destacado

El gobierno mexicano, en busca de atraer inversión extranjera y aprovechando la devaluación de la moneda, logró aumentar significativamente la entrada de capital extranjero. Esto permitió al Estado adquirir créditos de instituciones internacionales, lo que a su vez llevó a un aumento considerable de la deuda externa, pasando de 105.8 millones de dólares en 1950 a 602.7 millones en 1958. Para sostener este esquema de deuda a largo plazo, se buscó fomentar la cultura del ahorro en la sociedad mexicana. El gobierno esperaba utilizar estos ahorros para reemplazar la deuda externa cuando fuera necesario, financiando así los proyectos estatales y fortaleciendo el mercado interno. Sin embargo, cualquier disminución en el ahorro podría tener consecuencias catastróficas.

Aunque al principio la reestructuración económica mostró resultados positivos, con un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 6.8% en 1956, este crecimiento se redujo al 3.8% en 1958 debido a una nueva fase recesiva en la economía mundial. Además, empezaron a sentirse las repercusiones del déficit comercial y se agotaron los beneficios de la devaluación.

La situación económica comenzó a deteriorarse debido al colapso de los precios de las materias primas clave como el zinc, plomo, cobre, algodón y café, siendo estos dos últimos los principales productos de exportación del país. Además, se observó una mayor demanda de productos esenciales como el maíz, lo que llevó a un aumento de los precios de la maquinaria necesaria para la modernización industrial, pasando de 287 millones de dólares en 1956 a 468 millones en 1958.

Esta situación impactó negativamente las reservas del Banco de México, que descendieron significativamente a 16.6 millones de dólares en 1957 y 77.3 millones en 1958, lo que generó preocupación por la posible salida de capitales. El sector privado expresó su desconfianza, reflejada en una caída del 10.8% en el ritmo de crecimiento de la inversión en 1957, seguido de un descenso al -1.6% en 1958. Esto provocó un aumento en los precios de los productos básicos y un deterioro del poder adquisitivo.

La crisis resultante reactivó los conflictos en el sector agropecuario, que había sido descuidado en términos de inversiones, en contraste con la preferencia dada a la gran propiedad y la industria, estimuladas por el control sindical del sector obrero, una situación que afectaba negativamente a la pequeña y mediana propiedad sin recibir beneficios significativos.

El periodo del presidente Adolfo Ruiz Cortines se iba terminando y la crisis económica que estaba quedando sin resolver podría disminuir su poder de decisión al momento de seleccionar a su sucesor. Para poder apaciguar a los sectores inconformes por la situación, Ruiz Cortines eligió a un perfil ligado a los sectores opositores como el vasconcelismo y al movimiento obrero: Adolfo López Mateos, quien fungía como su secretario del Trabajo y Previsión Social y, por lo tanto, era la liga de negociación con los sindicatos.

Dentro de la oposición también se estaban perfilando figuras que lideraban los sectores golpeados por la crisis. En el PAN, eligieron al empresario industrial Luis H. Álvarez, quien propugnaba por un proyecto de libre mercado hacia la iniciativa privada para salir de la crisis y como medio de impulso a la industrialización.

El proceso se vio ensombrecido por las acciones reaccionarias de los sectores disidentes al oficialismo, como la Unión General de Obreros y Campesinos de México, que protagonizó una serie de invasiones a terrenos en el occidente y el noroeste. Estos grupos fueron desalojados y atendidos parcialmente. Asimismo, el movimiento sindicalista de Demetrio Vallejo y Othon Salazar en el magisterio fue reprimido, y para desalentar a sus seguidores se autorizó un aumento de los salarios de los obreros.

Las elecciones pasaron sin mayores problemas y López Mateos las ganó con una votación del 90.4%. Esto provocó protestas del PAN, que acusó fraude al solo adjudicarles 705,303 votos y ganar solo 6 escaños del congreso. Como protesta, el partido convocó a los diputados a dejar vacantes sus curules, pero solo hicieron caso 2 y el resto fue expulsado del partido.

Una vez asegurado el poder, el gobierno quitó su careta conciliadora y mandó a arrestar a todos los líderes disidentes como Salazar, Vallejo y Valentín Campa bajo el cargo de “disolución social”, ataque a las vías de comunicación y a la economía nacional.

A pesar de la crisis vivida a finales del sexenio de Ruiz Cortines, se cumplió el propósito de lograr un crecimiento generalizado en buena parte de los sectores (exceptuando el agropecuario y minero que solo lo hicieron al 4%). El resto creció por encima de la tasa del 6.1%, como los servicios al 7.6%, el petrolero y petroquímico al 7.6%, el eléctrico al 9.3%, la construcción y la manufactura al 7.3%. Además, se cumplió con el compromiso de lograr el crecimiento del sector manufacturero, el cual obtuvo el 18.3% del PIB en 1956, superando al campo con su 17%, consolidando la modernización de la economía.

El aumento de la urbanización fue una consecuencia directa del crecimiento económico experimentado durante el periodo, con un incremento significativo en la población que residía en ciudades. En 1960, aproximadamente el 50.7% de la población vivía en áreas urbanas, en contraste con el 42.6% registrado en 1950. Este fenómeno se concentró principalmente en ciudades como la Ciudad de México, Guadalajara, Puebla y Monterrey. A pesar de esta tendencia urbana, la distribución de la población económicamente activa seguía teniendo una base agrícola considerable, con alrededor del 54% trabajando en el sector agrícola y solo un 14% en el sector manufacturero.

El crecimiento económico sostenido, con un promedio anual del 6.6%, reflejó el éxito de la colaboración entre el gobierno y el sector empresarial. Esta asociación buscaba gradualmente reducir la intervención estatal en la economía, de manera que hacia finales de la década de 1950, el gobierno tenía una participación del 34% mientras que los empresarios representaban el 66% en la actividad económica. El gobierno se comprometió a invertir en momentos de incertidumbre económica para estimular el retorno de la inversión privada.

Aunque hubo cierta desconfianza por parte de los empresarios debido a las inclinaciones políticas declaradas tanto por el PRI como por López Mateos hacia la izquierda, como se evidenció en la expropiación de la industria eléctrica para establecer la paraestatal CFE, el gobierno procuró mantenerlos tranquilos y les brindó garantías para evitar la retirada de sus inversiones. Esto se logró en parte gracias al manejo técnico y económico de funcionarios como Rodrigo Gómez y Antonio Ortiz Mena, quienes se ocuparon de mantener la estabilidad y confianza en el sector empresarial.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Elsa M. Gracida. El desarrollismo.

Para más contenido histórico o para opinar del tema, visita la página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100064319310794

Si te gustan los artículos, leer mas de los publicados en el blog y apoyar al proyecto, vuélvete un asociado en la cuenta de Patreon: https://www.patreon.com/user?u=80095737

Únete a Arthii para conocer a mas creadores de contenido siguiendo este enlace: https://www.arthii.com?ref=antroposfera

Imagen: Hermanos Casasola. Adolfo López Mateos, protestando como presidente durante el cambio de poder, en Bellas Artes. 01-12-1958.

Las condiciones políticas en la primera mitad de los años 60.

El gobierno de Adolfo López Mateos había alcanzado una posición de estabilidad cercana a las metas a alcanzar por el proyecto revolucionario, una de las claves había sido el monopolio del poder político por parte de la presidencia al someter a toda clase de fuerza opositora que pudiese representar una amenaza para el sistema articulado por medio del PRI y su amplia base social que abarcaba todos los sectores. El presidente tenía la obediencia ciega por parte de todos los poderes, la Suprema Corte de Justicia le daba lo necesario para que pudiese actuar con toda impunidad y el legislativo mantenía un dominio prácticamente absoluto al poseer el 99% de los diputados y los senadores como parte del partido. Este control fue gradual y se debió en buena parte por la labor política de su antecesor Adolfo Ruiz Cortines, quien de sus 37 iniciativas solo le fueron aprobadas 23 por unanimidad y 14 por mayoría, pero movimientos como el otorgar el derecho al voto de las mujeres y el aumento de la represión de movimientos subversivos dejaría a López Mateos con una gran maniobra legislativa al ser aprobadas sus propuestas con una gran mayoría por unanimidad.

La facilidad por parte del presidente para deshacerse de todo aquel que se atreviese a desafiar su autoridad era aterradora, así lo había demostrado el movimiento campesino encabezado por Rubén Jaramillo en Morelos quien durante décadas había exigido la resolución del reparto agrario y lo manda a asesinar junto a su familia en Xochicalco en mayo de 1962. La clave para la impunidad se la daba el artículo 145 constitucional y el 145 bis del Código Penal Federal donde le daba a la presidencia la facultad de colocar en la ilegalidad a cualquier individuo o movimiento que no aceptasen a negociar, obligándolos a tener que llegar a un acuerdo si no querían ser perseguidos por el Estado y ser encerrados en la cárcel de dos a doce años. Con la imposición del orden social garantizado por el presidente era la propaganda perfecta para incentivar a los empresarios a invertir en el país, construyendo con ello el llamado “Estado de Bienestar” donde le aseguraba al pueblo cierta protección social ante sus necesidades, pero todos estos servicios tenían un índole propagandístico donde se aseguraban de hacer saber al pueblo que todos estos programas eran gracias al presidente y con ello garantizaban la base electoral.

El sistema electoral solo estaba abierto para las personas que habían alcanzado los 21 años, pero no existía un padrón permanente infalsificable o un documento oficial para acreditar la identidad de los individuos, dando pie a la opacidad de las elecciones y margen para poder cometer fraudes en favor del partido. A esto le sumamos que las elecciones eran organizadas por la SecretarÍa de Gobernación para tener el cuadro completo del total control de la situación del país garantizando la completa estabilidad del país bajo el dominio del partido oficial, convirtiendo con ello al secretario de Gobernación en la segunda figura de importancia por debajo del presidente y se volvía el peldaño para asegurar la sucesión presidencial. Quien ocupaba el puesto de Gobernación bajo la presidencia de López Mateos era Gustavo Diaz Ordaz, ganándose a pulso la sucesión al ser el principal operador político del régimen y estableciendo relaciones fundamentales sobre todos los liderazgos locales.

El mismo secretario de Gobernación era quien determinaba la existencia de los partidos políticos que podían participar en los procesos electorales, dejando solamente a dos partidos para con ello dar la fachada de la existencia de un aparato democrático funcional, el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido Popular (PP) siendo los únicos representantes de una oposición famélica incapaz de mantener una presencia importante en la sociedad. Era tal la hegemonía del PRI que la designación de una persona para un puesto de elección popular era una garantía segura de adquirirlo, acentuándose la posición de la oposición como una mera fachada, con los años esta crisis de representatividad se agudiza con la constante disminución de la participación de estos partidos en los procesos electorales. Una de las primeras acciones por parte de López Mateos a través de Diaz Ordaz fue la modificación de los artículos 54 y 63 constitucional para asegurarles a los partidos que hayan llegado hasta el 2.5% de la votación total del país de entre 5 y 20 diputados para asegurarles representatividad, pero esto solo premiaba a las cupulas del partidos y no a sus bases sociales, avanzando esto hasta la presidencia de José López Portillo se hiciese una reforma para garantizar su representación con los diputados plurinominales.  

Al ser el mismo Congreso quien se encargaría de calificar la elección, anotando que el PRI poseía la mayoría absoluta con más del 90%, ellos eran los que decidían cuantos diputados tenían derecho de tener su representación los partidos, por lo que en las elecciones de 1964 el PP alcanzo un 1.37% del padrón y había ganado una diputación por mayoría, dándole nueve diputados, mientras el PARM solo alcanzo el 0.71% y les dieron cinco diputados, el PAN no estuvo de acuerdo con estas disposiciones y exigían que no se les otorgasen estos diputados por no haber alcanzado el porcentaje acordado, reclamos que fueron desestimados por los priistas. Con ello, el PAN se convertía en el partido de oposición por excelencia que representaba a un sector de clase media-alta y que criticaban los excesos del gobierno y su forma de simular la democracia, mientras los otros dos partidos solo se trataban de resabios de las antiguas bases sociales que habían quedado de lado en el proceso de evolución política, el PARM estaba dirigido por el general Juan García Barragán y representaba a la vieja cúpula militar que había quedado fuera desde los años 50, mientras el PP era la izquierda radical del proyecto revolucionario encabezado por Vicente Lombardo Toledano y que había quedado de lado en el sindicalismo, por lo que fueron partidos satélites del PRI y eran sectores a los que les debían por sus servicios en el pasado. 

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ricardo Pozas Horcasitas. Elección presidencial y reproducción del régimen político en 1964, de la revista Secuencia no. 74    

Imagen: Hermanos Casasola. Mitin durante la toma de protesta de Adolfo López Mateos como candidato presidencial en el estadio de Ciudad Universitaria, panorámica. 1957.

La cultura política entorno a la figura presidencial.

En la década de 1960 el régimen presidencialista había logrado asentarse sobre bases firmes en la sociedad mexicana, por un lado pudieron conformar un sistema autoritario basado en un partido único para dirigir todos los rubros sin cambiar el proyecto revolucionario, esto implicaba la nula tolerancia a la disidencia tanto de los opositores como dentro de sus propias bases, pero lo que lograría darle el soporte a este sistema serian el contexto económico, ya que gracias a los ingresos llegados desde EU por la SGM y un trabajo autónomo del Banco de México con respecto al gobierno lograron crear el famoso “Desarrollo estabilizador”, logrando llevar beneficios a una parte importante de la población. Con ello, el PRI había creado bases en diferentes sectores sociales donde a cada uno les daba incentivos para obtener su lealtad, a los patrones les aseguraba el monopolio del mercado nacional alejando a las empresas extranjeras y limitando las exigencias laborales, con los obreros los mantenían apaciguados tanto con algunas concesiones y con la compra de favores de los lideres sindicales, a los campesinos se les dotaba de tierras con el reparto agrario y la continua mejora de las ciudades lograría un crecimiento de la clase media.

A diferencia del resto de países hispanos donde lo común era el surgimiento de gobiernos personalistas basados en la presencia del caudillo, el sistema creado por el PRI permitía la movilización de su liderazgo cumpliendo con el requisito democrático, pero a su vez con la fuerza obtenida por las potestades del gobierno podía acabar con cualquier intento de generar un nuevo elemento político, dejando muy mermados a sus rivales como los conservadores del PAN y los radicales como los sindicalistas y los comunistas. Con ello, el partido le daba al presidente en turno todo el poder sobre las numerosas bases sociales para lograr gobernar, estando limitado a su periodo sexenal, pero a su vez tenía la potestad de elegir a su sucesor, creando una política institucional. El desarrollo de este sistema tenía poco tiempo de haber nacido, ya que en 1952 se daría el último enfrentamiento electoral encabezado por e l general Miguel Henríquez Guzmán contra el candidato Adolfo Ruiz Cortínez, y su sucesor Adolfo López Mateos llegaría al poder en 1958 en un clima de desconfianza por la movilización sindicalista.

La construcción del sucesor atravesaba por cuatro etapas: la primera consistía con la designación del presidente, después se procedía con la oficialización por parte del PRI y su declaratoria como candidato, la tercera consistía en la campaña electoral donde el candidato era presentado ante la sociedad y culminaba con las elecciones y la eventual victoria dándole la investidura democrática. Tanto durante la campaña como en la transición se le daba el tiempo necesario al candidato para iniciar el proceso de traspaso del poder tanto del partido como del gobierno, conformándose tanto el gabinete como los principales liderazgos del partido entre su círculo cercano, pero algo fundamental para asegurar la estabilidad política era el darles a los aspirantes perdedores algún puesto para evitar las divisiones dentro del partido, garantizando así la estabilidad política. La lucha por el poder iniciaba desde el momento de ser elegido por parte del presidente como miembro del gabinete, practica iniciada desde 1920 con el ascenso de Álvaro Obregón y a partir de ahí cada quien tenía que hacer la lucha para ganarse el visto bueno del jefe, por lo que ante la sociedad este proceso estaba en gran parte vedado y se lleva a crear dentro de la cultura periodística de la época la figura del “tapado”.

Es en el momento de la nominación cuando las bases del partido inician a movilizarse a favor del candidato elegido para manifestar su adhesión en la Asamblea General del PRI cuando se formaliza la candidatura, a este proceso de formación de bases entorno a su figura se le conoce como “la cargada” y servía para construir esta imagen democrática de la política mexicana. La campaña duraba seis meses y servía en apariencia para que el pueblo conociese al nuevo gobernante, pero en realidad era para que en los tiempos de las giras empezase a formar las alianzas y ligas en todos los estados, estableciéndose la ruta a seguir entre empresarios con el nuevo gobierno, además era el momento donde el PRI aprovechaba para movilizar sus bases y exponer la fuerza del partido (aunque en realidad se trataba del poder presidencial). El resultado era conocido de antemano y las elecciones en realidad se había transformado en un ritual iniciático para el nuevo presidente donde se le otorgaba la legitimidad para gobernar, por lo que después de la campaña solo quedaba conocer cómo se conformaría el gabinete y con ello se repetía el ciclo.

Para esto, al ser el gobierno el único depositario de las decisiones para dirigir al país, se requería la llamada “disciplina partidista” donde todos los miembros del partido tenían que seguir sin cuestionar las decisiones tomadas por el presidente y la directiva, teniéndose que conformar si les asignaran algún puesto para apaciguar las ambiciones personales, mientras con la oposición se valía con la interpretación de las leyes para buscar cualquier excusa para reprimirlos y con ello se evitaba cualquier indicio de fortalecimiento que lograse disputarle el poder. Todo este proceso de maduración de los vicios del antiguo orden de la constitución de 1857, las tentaciones caudillistas de Carranza, Obregón y Calles, además de la ampliación de las bases sociales le permitió al PRI permanecer en el poder hasta el 2000, convirtiendo al partido en un organismo capaz de acaparar la fuerza del estado y permitir a sus miembros aspirar a ser seleccionados para detentar ese poder durante un solo periodo, lográndose un modelo autoritario despersonalizado pero con ropaje democrático para aparentar.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ricardo Pozas Horcasitas. Elección presidencial y reproducción del régimen político en 1964, de la revista Secuencia no. 74    

Imagen: Anónimo. Adolfo Lopez Mateos saluda a partidarios durante su campaña electoral, Tuxtla Gutierrez, Chiapas, 1958.

La evolución de la Ciudad de México en la posrevolución

La capital mexicana había mostrado grandes cambios en su morfología desde finales del siglo XVIII, con la llegada del neoclásico que servirá para echar abajo el barroco y empezar a construir en el nuevo modelo proveniente de las academias de Madrid. Después de un siglo XIX relativamente estéril en lo arquitectónico, la llegada de la pax porfiriana permito a la ciudad ponerse al día con las modas del momento, por lo que la ciudad empieza a cambiar al interior producto de los bienes desamortizados a la iglesia que produjo la destrucción de muchos de estos inmuebles y al exterior con el inicio de la expansión hacia los alrededores donde se empieza a implementar la influencia francesa con su art nouveau como lo último en las tendencias arquitectónicas.

El estallido de la revolución no solo fue un cambio al nivel político, sino que también significo una ruptura con el discurso cultural del Porfiriato, lo que produjo que muchas de las casonas de esos años fuesen destruidas por los nuevos dueños para poder construir lo que quisieran. Como primer intento veríamos que el régimen revolucionario había encontrado en el pensamiento de José Vasconcelos un nuevo rumbo con miras a las raíces, el cual contemplaba tanto el pasado indígena como el hispano, por lo que se intenta imprimir en el país un estilo neobarroco como el simbolismo de este nuevo México que se sustenta en su pasado. Pero este deseo intelectual duraría poco ante la opinión generalizada que estaba más arraigado en lo popular que en lo colonial, por lo que veían una mejor respuesta en el nuevo estilo surgido en 1925 que podía amoldarse a las necesidades artísticas que requería su sociedad, el art decó.

Es así que los trabajos arqueológicos realizados en los años del Porfiriato despertarían en el interés general una fascinación por el nivel de sofisticación al que llegaron los ancestros indígenas, por lo que el nuevo estilo permitía poder integrar los elementos característicos de la arquitectura mesoamericana a los edificios modernos, por lo que se construía un puente entre siglos de historia. A la par del art decó y que llegaría de la mano de los ideales socialistas europeos que eran muy solicitados por la creciente clase intelectual llegarían los postulados del funcionalismo postulados tanto por la escuela Bauhauss y el arquitecto francés Le Corbusier, por lo que los adornos que iban de la mano con las construcciones durante siglos se planteaba un divorcio en que se transformaban a los edificios en “máquinas de habitar” y su belleza radicaría tanto en la funcionalidad para poder facilitar las actividades del usuario y en la composición de los cuerpos arquitectónicos.

Es así que los viejos edificios coloniales y las mansiones porfirianas fueron cediendo lugar a las nuevas tendencias arquitectónicas en una ciudad cuya dinámica como capital le exigía estar en consonancia con el mundo, lo que traería consigo la migración de trabajadores del interior de la republica que buscaban nuevas oportunidades de desarrollo. Estas primeras décadas serian de una vertiginosa transformación que estaba al día con la modernidad, que no solo se percibiría en el exterior, sino que se sumaría a los cambios dentro de la vida cotidiana que trajeron las innovaciones tecnológicas que facilitaban el modo de vida con la llegada de nuevos electrodomésticos que ahorraban tiempo en actividades que antes eran muy tardados en realizarse, por lo que muchos espacios se fueron reduciendo y simplificando.

Pero sin duda una idea revolucionaria que llega tanto con los ideales del estilo de vida estadounidense y el funcionalismo seria la llegada de los rascacielos y los multifamiliares, modelos que fueron respuestas a la necesidad de albergar una mayor capacidad para albergar personas en el mínimo de espacio que estaban confinadas las ciudades, por lo que se plantea la construcción de edificios con un mayor número de pisos, hazaña que sería imposible sin la presencia del modelo constructivo del concreto armado y las estructuras de acero, lo que aumentaría el valor del mercado inmobiliario urbano. El incremento de la migración a la ciudad hacia apremiante que se adoptaran estas soluciones, tan solo de la década de los treinta a los cuarenta la ciudad aumentaría de 1,229,576 a 1,757,530 habitantes, por lo que tendrían en la construcción de los multifamiliares en la respuesta para poder brindar de hogar a una clase media trabajadora que no paraba de crecer, convirtiendo a estas pequeñas unidades urbanas en ciudades en miniatura capaces de albergar buena parte de los servicios que se requerían, sumado a que se les impregnaría con la ideología cultural de estado al llamar a los muralistas a dejar su sello en los edificios.

El crecimiento vertiginoso que trajo el desarrollo económico del presidente Miguel Alemán tendría su cara en el Paseo de la Reforma, que anteriormente estaba salpicada por algunas casonas porfirianas que dieron lugar a las construcciones vanguardistas de arquitectos como Mario Pani, Carlos Obregón, José Villagrán, entre otros. Seria Miguel Alemán quien se aventurará a apoyar los grandes proyectos urbanos que reafirmaron la modernidad de la que México formaba parte, como la construcción de los multifamiliares Benito Juárez y Miguel Alemán, de buena parte de las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional y sobre todo la planificación y edificación de la Ciudad Universitaria de la UNAM que marcaría el crecimiento urbano hacia el sur rural. A esto le siguió el presidente Adolfo Ruiz Cortines que terminaría muchos de los proyectos alemanistas y seguiría el crecimiento urbano con la construcción de Viaducto Miguel Alemán, el Auditorio Nacional, el Hospital La Raza y el que sería el sello del modernismo, la Torre Latinoamericana del ingeniero Augusto H. Álvarez, por lo que este crecimiento urbano seria tomado como la victoria del régimen revolucionario que había encaminado al país hacia el verdadero progreso.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Guadalupe Lozada León. Nace una metrópoli. La capital mexicana se transformó radicalmente en la primera mitad del siglo XX, de la revista Relatos e Historias en México no. 95

Imagen: S/D, Paseo de la Reforma en la esquina de la Glorieta de «El Caballito», ca. 1950

El desarrollismo alemanista.

Uno de los factores que determino Alemán como uno de los problemas que impedía el despeje económico era la falta de agua que limitaban los campos de cultivo a una fracción del territorio, ya que buena parte del país no disponía de fuentes permanente de agua que pudiese abastecerlos, por lo que destino dentro de su presupuesto la cantidad de 1500 millones de pesos destinados a crecer la frontera agrícola en el norte y el impulso de su tecnificación para obtener mejores resultados. También se cambió el impulso de la inversión agrícola, favoreciendo la inversión privada con el impulso de la adquisición de pequeñas propiedades con la protección legal de estos en contra del modelo ejidal impulsado por la Revolución.

En el ideal alemanista tanto la industria como la agricultura tenían que ir de la mano para lograr el desarrollo integral del país, pero también implicaba una transformación ideológica de la forma de pensar del mexicano queriendo quitar actitudes como la apatía y el conformismo para impulsar una mentalidad más dinámica que permitiese aprovechar nuestros recursos. Pretendía mediante el discurso nacionalista cambiar el complejo de inferioridad para fomentar la idea del trabajo duro como la única manera de salir de nuestros males poniendo como ejemplo los grandes movimientos sociales que cambiaron al país, desde la Independencia hasta la Revolución.

Dentro del proyecto desarrollista, la educación se veía como un paso fundamental para lograr concretar el avance a la modernidad mediante enseñanzas de corte humanista y ético hacia el desarrollo material, pero a pesar de estos buenos deseos, la inversión en la educación no fue lo suficiente para lograr esa meta al no rebasar el 9% del presupuesto. A pesar de que en el discurso se daba la imagen de ser un régimen preocupado por el bienestar de todos, lo cierto es que no admitió la disidencia política atacando a los grupos rivales mediante la excusa del delito de “disolución social” con la que legalmente le daba la excusa al gobierno de poder actuar y encarcelar a los líderes, siendo sus víctimas tanto las asociaciones de izquierda ajenas al nacionalismo revolucionario como los sinarquistas de derecha.

El estado revolucionario acapara por completo la responsabilidad del desarrollo nacional al convertirse en la única en garantizar el orden y ser el intermediario entre los diferentes sectores para la resolución de los problemas. Para lograr esa meta, el gobierno tenía que  invertir lo más posible en la infraestructura para facilitar la comunicación de todas las partes del país para con eso permitir que la inversión pudiese alcanzar todos los rincones. Durante su gobierno se construyeron desde escuelas, hospitales, mercados, presas y aeropuertos, pero fue muy importante la ampliación de la red de carreteras destacando la Carretera Panamericana de Ciudad Juárez, Chihuahua, hasta Ciudad Cuauhtémoc, Chiapas y la México-Cuernavaca. También el sector ferrocarrilero fue impulsado con la construcción del tramo que comunica a Coatzacoalcos hasta Campeche, la Sonora-California y la de Durango-Mazatlán.

La importancia del brindar prestaciones al sector burócrata hizo que se iniciaran las construcciones de edificios multifamiliares para poder darles hogar a los trabajadores del estado desde las soluciones arquitectónicas de vanguardia, asi como la ampliación de diferentes colonias populares para poder dar abasto a las necesidades de vivienda. La educación superior también fue beneficiada por el gobierno alemanista, donde se construyeron muchas escuelas tecnológicas y politécnicas en el país, destacando como la obra cumbre del régimen la Ciudad Universitaria al sur de la Ciudad de México. El sector cultural se vio beneficiado con la creación de diferentes organismos que permitiese su funcionamiento, como el caso del Instituto Nacional de Bellas Artes, el Nacional Indigenista o el Nacional de la Juventud Mexicana. También dentro de este animo cultural fue que se dieron a conocer “descubrimientos” que ayudaron a fomentar el culto a la patria como los “restos de Cuauhtémoc” en Ixcateopan o el de los “Niños héroes” en Chapultepec, ambos hallazgos ahora ampliamente cuestionados y refutados por los investigadores de hoy.

El sector petrolero vivió una temporada de auge partiendo con el fin de los pagos de las indemnizaciones a las empresas extranjeras por la expropiación, permitiendo que se construyeran las primeras refinerías en Azcapotzalco y Salamanca, además de que se impulsó el consumo de gas natural como una forma de poder aprovechar todo lo posible de los yacimientos petroleros.

Los resultados de su impulso desarrollador fueron patentes en el crecimiento urbano, recibiendo el país con una población rural del 69% para terminar en un 31% y logrando una diversificación de la economía repartiéndose la población productiva entre el sector agrícola, industrial y servicios. Las inversiones se vieron reflejadas en el alza de los salarios de los trabajadores, pero la necesidad del estado de sostener su impulso inversor hizo que disminuyeran las prestaciones sociales sosteniéndose en el aumento de los salarios para argumentar la baja y desviarla a la inversión, ya que durante ese periodo se caracterizó por los bajos cobros de impuestos. A pesar de estos esfuerzos, no se logró paliar la desigualdad social que siguió creciendo junto con la población y que heredera el problema para las siguientes administraciones.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Felícitas López Portillo. Las glorias del desarrollismo: el gobierno de Miguel Aleman, revista Secuencia no. 61, Instituto Mora.

Imagen: El Presidente Miguel Alemán Valdés revisando la maqueta del proyecto de construcción de la Ciudad Universitaria. En la foto el Arq. Enrique del Moral y el Dr. Ignacio Chávez (extrema derecha), 1950, Fundación Miguel Alemán

Miguel Alemán y su relación con EU.

Con los principales problemas políticos estabilizados y con una economía pujante producto de la Segunda Guerra Mundial, Miguel Alemán enfoca su gobierno en proseguir con el crecimiento económico y dejar en segundo plano la política, con la base que para lograrlo se tenía que promover la iniciativa privada pero bajo la tutela del Estado que controlase las industrias básicas.

Los organismos obreros como la CTM le dieron su respaldo para que pudiese gobernar sin problema, no sin antes de hacerle un lavado en su imagen para mostrarlo como el heredero de los ideales tanto de la revolución como los del propio Lázaro Cárdenas para darle la legitimidad necesaria ante el oficialismo. La justificación de su proceder la planteaba en que los gobiernos anteriores ya habían avanzado en la problemática social del país, por lo que correspondía enfocarse en la economía para garantizar su independencia financiera con respecto a las demás potencias extranjeras.

Este enfoque distaba del cardenismo que había puesto a los empresarios contra las cuerdas, por lo que se encargaron de tender puentes con el gobierno, cosa que aceptaron y que recibieron su protección para que pudiesen desarrollarse y prosperar en el país. Para que pudiese ocurrir, el gobierno tenía que tener el control político del país para poder garantizar a los empresarios la estabilidad necesaria para ganar su confianza e invirtiesen en el país, por lo que profundiza el autoritarismo del estado.

Es así que con el control de PRI como partido oficial el control de las instituciones populares, su intervención en la vida cultural y la corrupción de los liderazgos sociales quienes se dejaban sobornar para mantener las cosas tranquilas logran cimentar las bases de lo que se conocería como el “desarrollo estabilizador”. A los empresarios los premia con la exención de impuestos para los emprendedores promoviendo una “cultura ética” de innovación que buscaba combatir los fines especulativos de los que muchos habían tenido ganancias en el sexenio pasado. Los liderazgos sociales fueron premiados mediante prebendas por mantener las cosas tranquilas en sus respectivos gremios, acosta de perder su capacidad de protesta que eran duramente reprimidas por el gobierno.

El discurso presidencial retira de su retórica la lucha de clases para mantener una posición más centrista, que es demostrada con un gabinete alejado de la política, pero poniendo los valores nacionalistas en lo más alto de los principios en que se debía de regir el proceder gubernamental. A pesar de que supuestamente la presidencia estaba combatiendo los comportamientos deshonestos, muchos pensadores señalan la creciente corrupción que se estaba asomando en las altas esferas y los contratos de obras públicas.

El contexto internacional había cambiado y estaba dando lugar a la Guerra Fría, en la que Estados Unidos estaba dispuesto a regresar a su lugar como economía mundial, lo que afectaba a México por su papel exportador que era visto ya como un rival. Aun con la máxima oficialista de que el país tenía que ser autosuficiente para lograr su desarrollo, la realidad era que tenía que contar con el visto bueno del vecino del norte quien nos compraba entre el 70% y 80% de la producción nacional, a esto hay que agregar que no les simpatizaba mucho el presidente Alemán y que esperaban al antiguo canciller de exteriores Ezequiel Padilla. Es así que para evitar que  EU representase un obstáculo para el desarrollo nacional, se tuvo que alinear al sector capitalista y tenía que empezar a perseguir a los grupos políticos de claras tendencias comunistas  que pudiesen servir a la Unión Soviética, separando inclusive la izquierda del nacionalismo revolucionario del comunismo a la que se consideraba como una “ideología exótica”.

A pesar de las esperanzas puestas en que el bando comunista seria derrotado y que el capital estadounidense tendría su derrama en la periferia (México incluido), el plan se vio al traste con la implementación del Plan Marshall y la Doctrina Truman la cual se enfocaba en acorralar a la Unión Soviética quedando fuera de toda posibilidad de que el flujo de inversiones llegara al país. Al gobierno estadounidense no le importaba lo que sucediese debajo de su frontera, enfocándose en trasladar el conflicto a la frontera soviética, que a lo mucho que sirvió la alianza con los estados latinoamericanos fue para deshacerse de la chatarra de la Segunda Guerra Mundial que sirvió para armar a los ejércitos de estos países.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Felícitas López Portillo. Las glorias del desarrollismo: el gobierno de Miguel Aleman, revista Secuencia no. 61, Instituto Mora.

Imagen: Abbie Rowe, Miguel Alemán recibe a Harry Truman, 1947

El desarrollo estabilizador

Terminaba la primera mitad del siglo XX, con unas primeras décadas de violencia y las siguientes con una concentración de los poderes, tocaría a las puertas la Segunda Guerra Mundial, que si bien no participamos de lleno salvo por el Escuadrón 201, el país formo parte de los esfuerzos de guerra de la mano de Estados Unidos proporcionándoles las materias primas que necesitaban.

Este caudal de dinero sirvió de base para que a finales de los 50 se cimentaran los principios de la política económica que llevaría al país a mantener un crecimiento que la acercaría a las primeras economías mundiales. Todo esto fue posible por un principio que primo en esos años, el alejamiento de la política en la política económica y darle autonomía a la Secretaria de Hacienda de implementar las medidas que consideraran necesarias.

El artífice de esta proeza fue el abogado Antonio Ortiz Mena, quien comenzaría su vida burocrática en los años 30 en el Gobierno del Distrito Federal. Poco a poco, se fue fogueando en los temas administrativos en diferentes dependencias y es así que llego a ser Secretario de Hacienda de 1958 a 1970. En este tiempo, Ortiz Mena dictaría los principios que tendría la política económica de forma ortodoxa:

  • Crecer lo más rápido posible.
  • Detener la presión inflacionaria.
  • Elevar el ahorro voluntario.
  • Elevar la inversión.
  • Mejorar la productividad del trabajo y el capital.
  • Aumentar los salarios reales.
  • Mejorar la participación de los asalariados en el ingreso.
  • Mantener el tipo de cambio

Una de las bases para asegurar la inversión fue el trato con la inversión privada, que recibió muy buenos tratos como la reducción de impuestos con la condición de que invirtieran más en la industria para generar más empleos. También el gobierno se adjudicaría todo lo que tenía que ver con las políticas sociales, económicas y energéticas. Para lograrlo pero de mala manera, se aseguró el monopolio del partido oficial, el PRI, de mantener las cabezas de los movimientos sociales dentro de sus filas sin posibilidad de que hubiera pluralidad política, por lo que.

Aun con esto, hubo sectores que no vieron cumplidas las promesas de elevar los salarios de los trabajadores, como fue el caso del movimiento magisterial o el ferrocarrilero, que por exigir lo prometido fueron duramente reprimidos y sus líderes encarcelados como el caso de Valentín Campa. Se dio como principio que para asegurar el crecimiento, el país debía de mantener una estabilidad económica y social a toda costa. Si bien a pesar de los levantamientos obreros, el estado logra ofrecerles garantías con la fundación del IMSS, el ISSSTE y el INFONAVIT para ofrecerles seguridad social y derecho a la vivienda, no obstante, esto fue suficiente por lo que poco a poco estos problemas no resueltos se empezaran a almacenar de la mano de los movimientos de izquierda los cuales estallarían en el 68.

El campo también recibió apoyo del gobierno, se les garantizo a los productores precios de garanta con los que pudieran asegurar una ganancia por sus productos, para esto se hecho de mano con el control de precios para los productos básicos como el maíz, el frijol, el arroz y el sorgo.

La intervención del gobierno en la economía era palpable. Al empresario se le garantizo que con tal de que siguieran invirtiendo, el estado podría exentarlos de impuestos, asegurando que hubiera los puestos de trabajo necesarios para todos. También se les aseguro de que si las empresas entraban en bancarrota, el estado entraría en su rescate para que no cerraran. Incluso se garantizó que no permitirían que entraran empresas extranjeras que compitieran con ellas, por lo que le entraba a subsidiar precios para mantener un mercado competitivo.

A pesar de todos los esfuerzos, el sistema económico entro en crisis por los vicios del mismo sistema. La concentración de las riquezas en pocas manos, del desarrollo en unos cuantos polos regionales, el monopolio político que no permitía otro punto de vista, hizo que para los 70 se necesitara de un cambio de rumbo que lograra solventar estos problemas. Lamentablemente, la idea de que el estado debía de seguir siendo el eje de la economía y arrebatando las decisiones económicas de regreso al presidente hizo que ese crecimiento se fuera a la basura. Paradójicamente, la postura del propio Ortiz Mena como solución a esos problemas sería una que el día de hoy causaría mucho repelús en muchas personas, el neoliberalismo para impulsar el crecimiento nacional.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: El milagro económico mexicano. Desarrollo estabilizador 1958-1970, Redacción de la revista Relatos e historias en México no. 76

Imagen: Conjunto Habitacional presidente Miguel Aleman, Mario Pani, Credito: https://wiki.ead.pucv.cl/Conjunto_Urbano_Presidente_Miguel_Alem%C3%A1n,_DF,_M%C3%A9xico