Los inicios de la década de los setenta no fueron sencillos en lo económico para el resto del mundo. Por un lado, las potencias económicas capitalistas de Europa, Japón y Estados Unidos atravesaron un período de recesión debido a los efectos de la Guerra de Vietnam. Esto provocó el fin de la política monetaria internacional de los Acuerdos de Bretton Woods, impulsado por el déficit comercial estadounidense y la sobreimpresión de dólares, lo que terminó con el patrón oro como base para fijar el valor de las monedas y cambiar las reservas por dólares.
En 1972, esta crisis tuvo un rebote con un fuerte crecimiento económico internacional, alcanzando entre un 6.5% y un 10%. México se benefició de esto al registrar un aumento del PIB del 7%, un 10% para la industria y un 8% para las manufacturas. Las exportaciones también crecieron un 28%, mientras que los salarios y los ingresos tributarios aumentaron entre un 28% y un 30% y un 21%, respectivamente. Este fue considerado el mejor año de todo el sexenio en términos económicos.
Sin embargo, a pesar de la recuperación en estos sectores, el sector agrícola apenas creció un 0.5%. La desconfianza del capital provocó una disminución de la inversión en un -1%, la inflación aumentó a un 5.6%, el déficit público alcanzó un 87.9% y el saldo negativo de la cuenta corriente llegó al 19.2%. Estas cifras reflejaron una economía mundial inestable, donde el dólar se debilitó debido al déficit de la balanza de pagos de Estados Unidos, mientras que Alemania y Japón subvaluaron sus monedas.
La dependencia económica en recursos como el petróleo se intensificó alrededor de 1973, un aspecto que no pasó desapercibido para las naciones árabes, que eran socios mayoritarios dentro de la OPEP. Decidieron utilizar este recurso como arma contra su enemigo, Israel, al coordinar una estrategia donde la OPEP detuvo las exportaciones de petróleo a nivel mundial, dejando a Estados Unidos en una situación complicada. Simultáneamente, Siria y Egipto invadieron Israel en octubre, desencadenando la Guerra de Yom Kipur, en la cual fueron derrotados.
En el ámbito económico mexicano, surgió un intenso debate sobre cómo mantener el crecimiento del país en un mundo cada vez más inestable. Por un lado, estaban los sectores nacionalistas que abogaban por que el Estado mantuviera el control de la economía como un agente redistributivo de ingresos y un actor clave en su dirección, siguiendo la línea ideológica del nacionalismo revolucionario, en particular la postura del cardenismo. Por otro lado, se encontraban los neoliberales, quienes argumentaban que para enfrentar el contexto internacional, el gobierno debía distanciarse de la economía y abrir el mercado interno para integrarlo a la globalización, fomentando la libre competencia y permitiendo la entrada de grandes empresas transnacionales para impulsar la economía.
Este debate desencadenó lo que se conoce como la “disputa por la nación”, donde los diferentes sectores involucrados en la toma de decisiones adoptaron posturas definidas. Por un lado, los nacionalistas, integrados por miembros del sistema político, consideraban que el modelo de “desarrollo estabilizador” aún era viable en aquellos tiempos. Este enfoque se centraba en promover el ahorro en la sociedad para que el gobierno dispusiera de capital para invertir en infraestructura y mantener el equilibrio cambiario y de precios.
A través de inversiones públicas, el gobierno se comprometía a expandir el mercado interno. Al realizar gastos en obras, se inyectaba capital en las regiones beneficiadas, aumentando así la capacidad de compra de la población. Además, se proponía que el gobierno se convirtiera en el principal socio de la producción agrícola, lo que contribuiría a estabilizar los precios del mercado, mejorar las finanzas del sector público, aumentar los salarios y fomentar la inversión privada.
Hasta ese momento, el Estado había desempeñado un papel de árbitro entre los diferentes sectores sociales y la clase empresarial. Los empresarios, a menudo, influían indirectamente a través del sector financiero para orientar las políticas económicas del gobierno. Sin embargo, en esta ocasión, los empresarios decidieron participar directamente en la toma de decisiones, al darse cuenta del poder que tenían gracias a sus inversiones, especialmente debido al grado de polarización existente del presidente hacia ellos.
Los empresarios, en su búsqueda por consolidar sus argumentos, decidieron establecer la Cámara Nacional de Comercio, tomando como referencia conceptos provenientes de Estados Unidos. A través de esta institución, comenzaron a debatir cuál sería la mejor dirección para el modelo económico, tanto en términos de inversiones como de bienestar social. Esto fue especialmente relevante para contrarrestar las críticas del presidente Luis Echeverría, quien responsabilizaba a los empresarios de los problemas del país.
Organizaron una serie de encuentros denominados Atalayas, en los que participaron empresarios y expertos financieros, tanto nacionales como internacionales. Durante estas reuniones se discutió el papel del gobierno como actor económico y se debatió intensamente sobre la función que el Estado debería desempeñar en la economía. Surgió una postura contradictoria en la que se consideraba que la intervención gubernamental obstaculizaba los procesos de operación, pero al mismo tiempo se resistían a un aumento de impuestos, a la reducción de los programas de infraestructura, al fin de los subsidios y a otros cambios que podrían afectar su rentabilidad.
En el contexto económico de la época, el modelo keynesiano, que proponía un rol activo del Estado en la economía, estaba siendo cuestionado y criticado como un freno al crecimiento económico. En contraste, se mostraba simpatía por la alternativa neoliberal, que abogaba por un libre mercado como motor principal, basándose en las necesidades de la sociedad.
La animosidad entre el presidente Echeverría y el sector empresarial no hacía más que aumentar, alimentada por sus constantes estigmatizaciones en sus declaraciones. No veían con buenos ojos su acercamiento a gobiernos socialistas, como se evidenció con la visita del presidente chileno Salvador Allende, la implementación de nuevos libros de texto gratuitos, los problemas que llevaron a la renuncia del gobernador de Puebla, Bautista O’Farril, y sobre todo, el asesinato del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada. La habilidad retórica de Echeverría era una poderosa arma que utilizaba contra sus oponentes políticos, especialmente los empresarios. A pesar de los llamados a la moderación, el presidente no dejaba de criticarlos, lo que llevó a una disminución gradual de las inversiones en el país y, finalmente, al retiro de su capital.
Sin embargo, el distanciamiento entre los empresarios y el gobierno no solo se debió a la retórica belicosa de Echeverría. También contribuyó la menor rentabilidad debido a un mercado interno en constante desaceleración, tanto en la demanda interna como externa. Esto provocó un aumento significativo de la inflación, del 12% al 24%, así como un incremento del 58% en las importaciones y un aumento de la deuda externa del 33% al 39%. Estos factores hicieron que fuera imposible mantener la confianza de los empresarios para obtener beneficios de sus inversiones.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Federico Flores Pérez.
Bibliografía: Elsa M. Gracida. El desarrollismo.
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Imagen: S/D. Luis Echeverria en un acto con El Indio Fernández y otras personalidades del medio artístico de la época. Fuente: https://elpais.com/mexico/2022-07-09/postales-de-la-vida-y-gobierno-de-luis-echeverria.html