Los inicios de Iturbide en la guerra de Independencia.

Para 1810, Agustín de Iturbide se encontraba retirado en su hacienda en Apeo debido a una licencia por enfermedad que le había otorgado el arzobispo-virrey Francisco Agustín Lizana y Beaumont, mientras en la capital se preparaba para el recibimiento del general Francisco Javier Venegas para que ocupase el puesto de virrey, desembarcando apenas en agosto a Veracruz y entrando en funciones para el 14 de septiembre. Tan solo 2 días después del cambio de gobierno es que estalla la rebelión de Miguel Hidalgo en Dolores, Guanajuato, y para el 20 de septiembre Iturbide recibe noticias de ella, por lo que emprende el viaje a la capital para apersonarse con el virrey y pronto fue mandado a reprimir a los rebeldes de Acámbaro. Pero decide desobedecer la orden y se presenta en Valladolid, donde fue informado que el pueblo de Maravatío corría el riesgo de caer por lo escasa de sus defensas, por lo que regresa a la capital para explicarle la situación al virrey proponiéndole su presencia en el pueblo, por lo que con una fuerza de 35 hombre logra contener a los insurgentes que eran entre 500 y 600.

El avance de Hidalgo por Guanajuato era imparable y pronto despertó el temor por parte de las elites de Valladolid al ir escuchando las tropelías cometidas por sus fuerzas, por lo que poco a poco fueron abandonando la ciudad como fue el caso de la familia de Iturbide quienes partieron rumbo a la Ciudad de México. La hacienda de Quirio fue alcanzada por los insurgentes para ser saqueada sin mayor reparo, mientras Iturbide se encontraba con sus tropas en el pueblo de San Felipe del Obraje recibiría mensajes enviados por el propio Hidalgo, quien le propuso unirse a el para que su familia y sus propiedades pudiesen ser respetadas, ofertas que rechazó. El 19 de octubre se le ordena integrarse a las fuerzas de Torcuato Trujillo para ir preparando la defensa de la capital, teniendo noticias del desplazamiento de Hidalgo de Valladolid rumbo a la Cuenca de México, por lo que emplaza las tropas en el Monte de las Cruces entablando batalla el 30 de octubre, donde a pesar de la derrota realista y el inexplicable retiro de los insurgentes el mismo Trujillo escribe maravillas del trabajo de Iturbide en el frente, por lo que el virrey lo asciende como capitán del regimiento de Tula el 17 de noviembre.

Si bien en un inicio la insurgencia tenía como mensaje político el reclamo a los abusos de la administración virreinal y se decía leal a Fernando VII, con el paso de los meses Hidalgo cambia el talante del movimiento, por lo que cuando toma Guanajuato empieza a perfilar la creación de un congreso nacional para determinar la forma de gobierno, pero la racha de victorias de la insurgencia pronto seria rota el 17 de enero de 1811 con la llegada de Félix María Calleja quien lo derrota en la batalla del Puente de Calderón en las cercanías de Guadalajara. Desde la batalla del Monte de las Cruces, Iturbide solo había mantenido unos cuantos enfrentamientos con los insurgentes, donde aprovecha para arrendar recuas de mulas a las tropas realistas para cargar las ´provisiones, que por las perdidas por el enfrentamiento de los rebeldes hizo que iniciase un reclamo al gobierno virreinal para cobrar cerca de 3,000 pesos, pero decide condonar cerca de 1,400 pesos por las pérdidas durante un enfrentamiento en Zitácuaro.

En esa misma ciudad, durante el mes de agosto se instala la Suprema Junta Gubernativa bajo la dirección de Ignacio López Rayón, quien declara su lealtad a Fernando VII, pero instando a los peninsulares a abandonar cualquier idea por querer seguir gobernando con planes de reconciliación, pero el virrey la rechaza y en un acto público manda a quemar la propuesta en la plaza mayor. Iturbide junto con sus tropas de Tula seria encargado de apostarse sobre el Bajío con la misión de capturar al rebelde Albino García, cuyos ataques se caracterizaban por la rapidez de las cargas de caballería que usaba, haciéndolo muy difícil de capturar como le sucedió al general Diego García Conde, por lo que Iturbide hace una misión furtiva para llegar al Valle de Santiago y logra capturarlo en su casa junto a sus hermanos y confisca un gran número de caballos, mulas y armamento, llevándolo a Celaya donde fue ejecutado el 5 de junio y el recibió el ascenso a teniente coronel. Durante su lucha, Iturbide iba perfilando lo que sería un constante reclamo de sus acciones militares, la brutalidad con a que enfrentaba a los insurgentes ocasionando muchas veces grandes matanzas, a lo que respondía que erar necesario para pacificar las zonas donde se encontraba y que fue cierto.

Dada la buena fama que iba adquiriendo por su efectividad, le escribe al virrey Venegas para que lo apoye en su iniciativa de crear un nuevo cuerpo de dragones provinciales mientras estaba a cargo de combatir a José María Liceaga atrincherado en una isla del lago de Yuriria donde había construido una fortificación, que a pesar de la opinión de García Conde quien consideraba innecesario proceder contra el fuerte, Iturbide decide atacar y con una operación anfibia la captura sin ninguna perdida el 20 de octubre. Poco después de su victoria en Yuriria, le toca proceder bajo las mismas condiciones en el pueblo de Zacapu, donde se llevó su tiempo y con el costo de dos soldados heridos logra tomar la fortificación insurgente de la Jaujilla, valiéndole el ataque desde la prensa rebelde como fue el caso de Carlos María de Bustamante quien no lo bajaba de sanguinario, acusándolo de las acciones cometidas en Salvatierra (acción aceptada por el mismo), pero esto no le impidió su constante ascenso que se vería favorecido por el cambio político dentro de la administración virreinal.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: William Spence Robertson. Iturbide de México. 

Imagen: 

  • Izquierda: Victor Labielle. Batalla del Monte de las Cruces. 1886.
  • Derecha: Anónimo: Agustín de Iturbide. Siglo XIX.

Manuel Abad y Queipo y su visión social del virreinato

Un antagonismo difícil de adivinar en el pensamiento político del imperio español lo podemos apreciar en la corriente liberal española, la cual a principios de siglo XIX estaba ganando adeptos en la península y que veían en el pensamiento absolutista de los Borbones un peligro para los reinos de ultramar, los cuales vivían de primera mano la decadencia del imperio español ante una Gran Bretaña que le pisaba los talones y a la Francia napoleónica que estaba a punto de irrumpir en Europa. A pesar de ser los principales impulsores de otorgarles una mayor autonomía a los virreinatos o incluso incentivar la formación de una confederación hispánica, eran muy recelosos de los nacientes movimientos criollos y sus propuestas de participación política en la monarquía, queriendo asi acaparar la toma de decisiones para la resolución de los problemas que iban erosionando la presencia española en América.

Uno de los representantes de este pensamiento y que jugaría un papel controvertido en la historia fue el clérigo Manuel Abad y Queipo, asturiano nacido en 1751 y avecindado en la Nueva España desde 1784, siendo testigo de cómo las imposiciones fiscales de la corona iban deteriorando las condiciones de vida de los novohispanos, mostrando una postura en contra de medidas como la consolidación de Vales Reales de 1804 o las que pretendió aplicar la Junta de Sevilla de 1809, siendo uno de los principales impulsores de la necesidad de un cambio en las relaciones entre las posesiones americanas con la metrópoli pero siempre guardando la lealtad al rey. Durante muchos años sirvió como funcionario eclesiástico en el Obispado de Michoacán, ganándose la fama de ser un miembro muy competente en los diferentes puestos que ocuparía, carrera que lo fue encumbrando para ocupar el puesto de obispo el 22 de mayo de 1810, que por los conflictos suscitados posteriormente no recibiría la bula papal para confirmar su elección.

En sus 20 años de servidor público, le permitió conocer la forma en que tanto la iglesia como el gobierno virreinal de Michoacán y de otras intendencias, dándole una idea general de la problemática novohispana, perteneciendo a un selecto grupo de clérigos muy críticos a la forma en que se iban administrando los recursos. Sobre sus propuestas estaba la de abolir el sistema de alcabalas que frenaba el comercio interno por el constante pago de impuestos a la circulación por cada intendencia por la que pasaban, siendo partidario del libre comercio, así como la liberación de la carga fiscal para los comerciantes y labradores de Valladolid que para ese momento ascendía al 10% de sus ganancias. Si bien apoya el mantenimiento de las prerrogativas de los miembros de la Iglesia, ve que tanto el papel del rey como del Estado mismo estaba por encima de las autoridades eclesiásticas, viendo la necesidad de poner en la toma decisiones sobre las acciones que deberían de seguir en lo social, pero sin desdeñar el trabajo de la Iglesia.

Su pensamiento político plantea una crítica a las desigualdades sociales existentes en el virreinato, veía como la división entre criollos, mestizos e indios habían ganado diferentes prerrogativas en relación con los servicios que prestaban, pero en los últimos años los criollos se estaban apropiando de las tierras y esto causaban resentimientos en esas castas. El papel que tenía que jugar la iglesia era la de nexo entre las diferentes castas, ya sea en su papel espiritual y en el mantenimiento del orden virreinal junto con todos los derechos y privilegios de cada sector social, razón por la cual era partidario del mantenimiento de los privilegios del clero como elemento que aglutina las diferentes clases sociales de los territorios novohispanos, dándole el mismo lugar de importancia que la monarquía.

Una forma en que proponía el mantenimiento de esta división sin caer en los perjuicios en que se estaban cayendo era la división de las funciones económicas, asignándole a cada casta un medio productivo a desempeñar para que cada una tuviera su papel en la sociedad sin que hubiese el riesgo de abusos de una hacia otra, siendo considerado uno de los primeros partidarios del utilitarismo.  Cada uno de estos sectores tienen el compromiso de ir progresando para poder asegurar la estabilidad de la sociedad, por lo que ve en la inversión continua la solución del estancamiento económico, en cambio el ahorro lo ve como algo fortuito y no como una meta. Los monopolios otorgados por la corona los ve como un freno importante para el desarrollo al ir restringiendo la variedad de productos consumidos y por el considerable aumento de los impuestos, estos males los atribuye al desconocimiento que se tiene en la península de la realidad americana y como sus medidas estaban deteriorando el equilibrio que se había mantenido.

Otro de los problemas de la economía novohispana lo veía en el monetario, ya que existía una demanda por acceder a préstamos y había una plena confianza entre acreedores (la Iglesia) con los deudores, pero el déficit comercial existente y el ahogo de los impuestos representaba una limitante para poder solventar las necesidades de efectivo, debilitando la posición socioeconómica y social de los individuos, parte de la crítica a las medidas implementadas en 1804. La opinión de Abad y Queipo trataba de presentar una alternativa con la cual trataba de adaptar el modelo del “antiguo régimen” con las necesidades modernas, manteniendo las mismas estructuras sociales pero dotándolas de un nuevo papel en lo económico, algo donde los dictados de Madrid no podían contemplar ante el desconocimiento real de las necesidades de los reinos de Indias y que estaban generando el deterioro del orden para finalmente derivar en las insurgencias.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía:  Pablo F. Luna. Sociedad, reforma y propiedad: el liberalismo de Manuel Abad y Queipo, fines del siglo XVIII-comienzos del siglo XIX, revista Secuencia no. 52    

Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Mapa del Obispado de Michoacan, 1801.
  • Derecha: S/D. Retrato de Manuel Abad y Queipo.

El Preclásico en las tradiciones culturales de Occidente.

El recorrido artístico en Occidente empieza aproximadamente a partir del 1,500 a.C. con las tradiciones de El Opeño y Capacha, las cuales evidencian las posibles conexiones que pudieron haberse establecido con el noroeste de Sudamérica (Colombia y Ecuador). El nombre de Capacha lo debemos a la arqueóloga Isabel Kelley quien reportó las primeras piezas al encontrarlas en excavaciones en los terrenos de la hacienda con el mismo nombre localizada en Colima, cuyas piezas de cerámica se encuentran asociadas con los contextos mortuorios al ser usadas como ofrendas para los muertos en fosas sencillas excavadas en el tepetate. Se caracterizan por ser piezas monocromas en colores del negro al café, las cuales se conforman de las conocidas vasijas dobles, ollas, cuencos, tecomates y de figurillas con una gran expresividad en sus rostros.

Las vasijas de la tradición Capacha conocidas como bules se caracterizan por ser dos recipientes superpuestos conectadas por asas que pueden tener variantes como la conectada a tres vasijas que van a dar con una en la parte superior. La conexión sudamericana la podemos ver con el parecido con las encontradas en la fase Valdivia en Ecuador, datada entre el 4500 al 3500 o incluso llegando al periodo del 1500 a.C. teniendo correspondencia con la cultura Machalilla de la cual es contemporánea y de donde hay semejanzas por las asas y las bocas de las vasijas en estribo. Tampoco es descartable la vinculación con las culturas mesoamericanas al tener vínculos con la tradición temprana de la Cuenca de México, especialmente ligada con Tlatilco y Tlapacoya, donde los bules de lugar de ser ollas son cantaros o botellones de boca pequeña, además de poseer incisiones que simulan al sol con sus rayos o a la cruz de San Andrés típica de los olmecas.

Por supuesto la cultura Capacha tuvo repercusión en las demás tradiciones culturales de Occidente, como el caso de la tradición El Opeño y en el valle de Mascota en Jalisco donde se han encontrado vasos pequeños formado por tres formas semiesféricas similares a los  bules, esta también fue compartida por la cultura Chupícuaro de donde adoptaron las asas y cuyo alcance llega hasta los tarascos, así como una tradición recientemente investigada en tumbas encontradas en los alrededores de Chilpancingo, Guerrero. Una de las posibles explicaciones sobre estas vasijas es que pudieron simbolizar la conexión del mundo terrenal con el inframundo, que sumado a lo grueso de sus paredes indican que solo tuvieron un uso funerario y un nulo uso cotidiano. La propia Kelly llego a proponer que por la ausencia de esta tradición en otros lugares de la costa del Pacifico podría ser el indicativo de la existencia de esta ruta marítima entre Ecuador y Occidente.

La tradición de El Opeño se descubre en un sitio del mismo nombre en las cercanías de la ciudad de Zamora en Michoacán, donde se localizaron doce tumbas excavadas en el tepetate y que tenían una clara orientación en el eje este-oeste con una clara vinculación con el curso del Sol y su correspondencia con los ciclos de la vida y la muerte. Sus tumbas se tratan de cámaras funerarias conectadas por un acceso escalonado bajando hasta 7 m y comunicados por pasillos de 12 m de largo por 2 m de ancho, las tumbas se tratad de espacios de 9 x 4.10 m con una altura de hasta 2.10 m, cuyo diseño era apto para su reapertura y con ello poder sepultar más muertos a lo largo del tiempo, llegándose a encontrar restos de hasta 102 personas con ofrendas correspondientes a diferentes estilos según los periodos de tiempo. La temática de su estilo cerámico es la vida cotidiana que vivieron representando diferentes escenas que van desde escenas del juego de pelota o el modelaje de hombres y mujeres con cierto grado de estilización.

Las figurillas se caracterizan por la minuciosidad de los detalles que van desde la expresión corporal de los propios jugadores del juego de pelota donde se ve un aditamento como un palo o raqueta usada para golpear la pelota, en el caso de las representaciones femeninas las encontramos desnudas y con diferentes poses donde se divisa cierto erotismo. Estilísticamente, la tradición El Opeño está muy vinculada tanto con Capacha y sobre todo con Tlatilco, pero combinándose con tradiciones culturales sudamericanas como las formas de las tumbas y sobre todo la pintura al negativo, la cual consiste en la aplicación de sustancias como resinas la cual impide una posterior coloración de las zonas donde se aplicó, la cual no tuvo repercusión en Capacha, pero si en Tlatilco.

Ambas tradiciones culturales llegan a su fin por el año 800 a.C. sin saber claramente que sucedió con ellas o como se dispersaron en otros territorios en un hueco temporal de cerca de 300 años, aunque recientes investigaciones divisan una continuidad de Capacha en el valle de Mascota y El Opeño es indiscutible su posición como antecedente de la tradición de las Tumbas de Tiro, la cual inicia alrededor del año 300 a.C. con un alcance que abarca los actuales estados de Jalisco, Colima, Nayarit y el suroeste de Zacatecas. Posiblemente hacen falta mayores investigaciones en la región para ayudar a despejar estos vacíos temporales y que de alguna manera se está logrando, como el caso de la zona de Talpa en Jalisco donde se han encontrado figurillas de El Opeño datadas en el año 300 a.C., así como el hallazgo de tiestos de la tradición Capacha en la zona arqueológica de Los Guachimontones de Teuchitlán asociadas al Juego de Pelota 1 datada entre el año 1 y el 150 d.C., por lo que es muy seguro que el paso del tiempo nos ayude a responder las preguntas que tenemos en la actualidad y asi comprender mejor a las sociedades del Preclásico en el Occidente y sobre todo entender sus interacciones con los pueblos sudamericanos.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Verónica Hernández Diaz. Las formas del arte en el antiguo Occidente, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

Imagen:

  • Izquierda: Vasija de barro, Capacha, Colima. Preclásico.
  • Derecha: Jugadores del juego de pelota, El Opeño, Michoacan. Preclásico.

Agustín de Iturbide frente a la Independencia.

El joven teniente había demostrado su posición ante los acontecimientos que se suscitaron ante la crisis política generada por la invasión napoleónica, el reino de la Nueva España tenía que subordinarse ante los dictados de la metrópoli y esperar a que desde allá llegasen las iniciativas de cómo afrontar los problemas geopolíticos del momento, algo que dejo a muchos conformes o indiferentes y a otros que habían vivido en carne propia las crisis socioeconómicas de sus regiones represento la gota que derramo el vaso la supresión del Ayuntamiento de México. Cuando ocurre el inicio de la rebelión de Hidalgo, el se encontraba en su hacienda de Apeo en Maravatío, Michoacán, por lo que termina enterándose el día 20 de septiembre, por lo que se dirige a recibir órdenes por parte del virrey Francisco Xavier Venegas quien lo manda rumbo a Acámbaro el 5 de octubre, donde vence a una turba de 150 hombres al mando de los lideres Luna y Carrasco después de 12 horas de batalla.

Con una victoria asestada a la insurgencia, se dirige a la capital para formar parte de las tropas del comandante Torcuato Trujillo, llegando a participar en la defensa de la ciudad en la batalla de Montes de las Cruces, que a pesar de que fueron derrotados por la insurgencia, fue alabada su participación que fue descrita como notable, logrando ser promovido a capitán. Para mediados de 1811 fue encomendado a la división de Taxco, pero no soporta el clima cálido y tuvo que pasar tiempo en recuperación, por lo que una vez recuperado lo mandan a proteger los convoyes de plata que circulaban entre Guanajuato, Acámbaro y Querétaro, donde se enfrentaría directamente a la insurgencia que se había establecido en Zitácuaro para conformar la Junta Nacional Americana. Seria en la laguna de Yuriria donde se enfrenta al que fuese vocal de la junta José María Liceaga, que mantenía su cuartel en una isla y logra hacerlo evacuar, pero no logra capturarlo en noviembre de 1812 y que tiene la misma suerte en el sitio que le hace en la isla de Jaujilla en Zacapu para febrero de 1813, pero esta vez logra quedarse con un gran botín que evito que los insurgentes tomasen Valladolid.

Pronto Acámbaro sería un objetivo importante para los hermanos Ramon y Francisco López Rayón, pero Iturbide se entera de sus planes y los ataca en su base en Salvatierra, forzándolos a fortificarse en el puente de Batanes, pero los insurgentes se desmoralizan y abandonan su posición, logrando capturar una gran cantidad de parque y causándoles 170 bajas, por lo que fue celebrado por el virrey y promovido al grado de coronel. La fama que adquirió por su desempeño le valió recibir el mando del Regimiento de Infantería Provincial de Celaya, la protección de la provincia de Guanajuato y la comandancia de la División del Bajío, prestigio que fue sometido a la prueba de fuego en diciembre al tocarle interceptar al ejército de Morelos que se dispuso tomar Valladolid y que aprovechando sus errores logra derrotarlo, siguiendo el impulso de la victoria para enero de 1814 en la batalla de Puruarán donde le asesta un golpe mortal a la insurgencia con la captura y ejecución de Mariano Matamoros.

Fue tal el prestigio que consiguió que para 1815 lo nombran comandante del Ejército del Norte, pero pronto empezaron a surgir noticias sobre los excesos que sometía contra los insurgentes y a la población civil, acusaciones dirigidas por el sacerdote de Guanajuato Antonio Labarrieta quien lo responsabiliza de los saqueos de las haciendas de Copal, Mendoza y El Molino, así como monopolizar el comercio de enceres domésticos, dictar leyes a los cabildos de León, Silao y Guanajuato sin ningún cargo de autoridad y de extraer recursos de las cajas reales. Es así que ante el escándalo, el virrey Calleja se dispone a someterlo a juicio, a lo que Iturbide se defiende de forma torpe al justificar sus acciones como parte del castigo por haber participado en la insurgencia, por lo que niega los casos de los que fue acusado pero sin negar haberlas realizado. Para el 12 de septiembre de 1816 Calleja desestima los cargos de los que fue acusado, pero tuvo la mala suerte de que llegase a reemplazar a Calleja Juan Ruiz de Apodaca el 20 del mismo mes, por lo que deroga la absolución y le retira el mando, por lo que se retira a la vida privada.

Poco se sabe de sus acciones hasta 1820, pero hay constancia de que estuvo comunicado de los últimos hechos de armas de la insurgencia como de la guerrilla en Guanajuato, la Junta de la Jaujilla y la expedición de Xavier Mina, por lo que estaba esperando a que llegase un nuevo virrey que volviera a solicitar sus servicios o que su representante en España lograse que Fernando VII le concediese la orden de la Cruz de Isabel, gestión que no tiene éxito. Sea o no justo el castigo que se le imputo por sus abusos, Iturbide representaba la creciente inconformidad del ejercito novohispano que se veía impedido a acceder al grado de general y siempre estar subordinados a los peninsulares, por lo que cambia su posición de realista a ser partidario de que la Nueva España adquiriese mayor autonomía en su gobierno por la vía pacífica.

El cambio del orden hacia un gobierno liberal provocado por la rebelión del general Del Riego en España hizo que Iturbide fuese llamado al servicio por el mismo virrey Ruiz de Apodaca para ponerlo a cargo de la comandancia del Sur, con la misión de acabar con los restos de la insurgencia encabezada por Vicente Guerrero y Pedro Ascencio Alquisiras, aunque puso la condición de que iría acompañado del Regimiento de Celaya. Entre diciembre de 1820 y enero de 1821 hubo unos cuantos, hechos de armas para atacar la insurgencia, pero parece que fue solo una pantalla en lo que mantenía negociaciones con Guerrero, así como con los principales mandos del ejército realista para ir preparando la proclamación del Plan de Iguala para el 24 de febrero, lo que desencadenaría una fuerte reacción que acaba de forma fulminante con 300 años de gobierno español para aventurarse en un desconocido porvenir independiente.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Agustín de Iturbide. De defensor del orden virreinal a independentista, de la revista Relatos e Historias en México no. 153.

Imagen: Anónimo. Agustín de Iturbide, CA. 1820

Agustín de Iturbide. Los comienzos de un criollo a finales del Virreinato.

 Las Indias representaba una oportunidad para mejorar las condiciones de vida de la familia española al migrar a territorios cuyas riquezas esperaban por ser explotadas, a diferencia de la península que vivía limitada en sus alcances de mejora. Este fue el caso de los Iturbide, familia noble proveniente del Valle de Baztán en la provincia de Guipúzcoa, País Vasco, cuyo pasado parece no muy claro e iniciando su historia con José Iturbide, del que poco se sabe más que nace en 1739 y que fue bautizado en Peralta, quien en su juventud decide cruzar el océano para instalarse en la antigua Valladolid (Morelia). Se sabe que lograría tener éxito en su vida laboral, al lograr ser miembro del cabildo o Consejo Municipal de Valladolid y dueño de la hacienda de Quirio, de cuyo trabajo se llega a conocer en la capital. Seria en la misma Valladolid donde se casa con María Josefa de Arámburu con quien procrea cinco hijos: Agustín, Mariano, Francisco, Josefa y Nicolasa o María Nicolasa como algunas veces es nombrada.

Agustín nace el 27 de septiembre de 1783, quien fue bautizado en la iglesia de San Agustín de Valladolid y que según algunos escritores apuntan que su nombre fue dado por la supuesta intercesión durante su nacimiento del venerable Diego Basalenque, fundador de la provincia de los Agustinos en el centro de México y cuyos restos momificados se conservan en la Catedral. De su infancia y juventud se cuenta con la información claramente facciosa del ecuatoriano Vicente de Rocafuerte, quien llega a contar historias que van de como de niño le gustaba cortar los dedos de los pollos o que no completaría sus estudios básicos por su conducta “perezosa y viciosa”, relatos que trataban de poner a Iturbide como un personaje cruel y sádico. En el caso contrario, hay algunos escritores que han estudiado los anales del Seminario Teológico de Valladolid, los cuales señalaban que fue un buen estudiante que tenía una alta estima en la sociedad, de donde adquiriría una influencia religiosa de la que se tienen varios informes de su fervor.

Se sabe que en su juventud Agustín se dedicó a administrar la hacienda de su padre, aunque solo fue por un tiempo al acudir al llamado de su vocación militar, que en ese momento el ejercito virreinal se encontraba en una reestructuración iniciada por el virrey Branciforte quien delega en el conde de Casa Rul la organización del regimiento de infantería de la provincia de Valladolid, integrándose el 16 de octubre de 1797 con el puesto de teniente segundo del regimiento de infantería. De su paso por el colegio militar se sabe que fue un cadete de buena conducta y excelente condición física que completaría su formación en cuatro años, a lo que le sigue para 1805 su casamiento con Ana María Huarte, hija del intendente y funcionario Isidro Huarte, evento que se realiza en la Catedral de Valladolid. De esta relación Iturbide obtendría una buena dote por parte de su suegro por 30,000 pesos, además de que Ana María sería la única heredera del patrimonio de la familia.

Al poco tiempo de casarse, es ordenado a instalarse en la Ciudad de México para servir en la guarnición, estancia que le serviría para conocer los movimientos de la capital, de donde después es mandado junto a su regimiento a Xalapa para pasar por un breve entrenamiento que le serviría a su asenso como primer teniente. Para 1807 las tropas virreinales contaban con 32,000 soldados para su defensa, tiempos en lo que en la península empezaba a conformar el golpe de Napoleón que le asestaría a los Borbones para despojarlos del trono de España, lo que provocaría en el virreinato una serie de procesos en que se manifestaba las problemáticas de los novohispanos sobre las reformas de las últimas décadas, siendo la iniciativa del virrey Iturrigaray y la del Ayuntamiento de México la de crear un gobierno autónomo que salvaguardase los derechos de Fernando VII en el tiempo que permanecía cautivo, que terminaría con el golpe de Gabriel de Yermo que dejo muy mala impresión entre los novohispanos.

Las principales autoridades militares apoyaron las acciones golpistas que impusieron a Pedro Garibay como nuevo virrey, siendo uno de los principales apoyos el de Félix María Calleja quien era comandante de brigada. Su ejemplo sirvió para que Iturbide también respaldase la nueva administración la cual le solicita a su padre apoyo económico, solicitud a la que accede con la bandera de ser contribuciones para rescatar a España de la invasión francesa y que dono 1,000 pesos, lo que apuntalaría políticamente a su familia. Lo que hizo posible esta contribución la vemos en la bonanza que estaba teniendo Agustín que se había comprado la hacienda de San José de Apeo, echando en mano del patrimonio de la familia Huarte. Pero esta bonanza que tendría el joven teniente se vería enrarecida por el creciente clima de descontento social que se vivía al no ser los novohispanos tomados en cuenta para participar en la vida política del reino, por lo que varios criollos empezarían a conspirar para acabar con esta relación desigual. En estas primeras intentonas, se vive un clima de represión y de continuas denuncias que llevaron al arresto de diversos lideres, siendo Iturbide uno de estos denunciantes al contribuir con el arresto de uno de los cabecillas (atribuyéndole la denuncia a su paisano José Mariano Michelena), por lo que para los momentos de conformación de la insurgencia su posición estaba a favor del gobierno virreinal y del apoyo irrestricto al régimen de Fernando VII.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: William Spence Robertson. Iturbide de México. 

Imagen: Theubet de Beuchamp. Soldados de Nueva España, 1810-1827

El arte del Occidente de México

A diferencia de las otras regiones culturales mesoamericanas como la zona Maya o el Altiplano Central, el Occidente no se caracterizó por poseer grandes ciudades que pudiese desarrollar un importante acervo artístico, pero en este caso serán los artesanos los que tendrían la batuta del arte encontrando en la cerámica una ventana donde desarrollaron la escultura y nos dejaron un vistazo sobre como se veían los antiguos habitantes de la región de los que ni siquiera sabemos quienes fueron. Por lo general se trataron de figuras desnudas con pocos aditamentos los cuales fueron complementadas con aplicaciones de pintura que denotaron su vinculación religiosa, ya que fueron usadas para las tumbas de personajes las cuales fueron excavadas en terrenos de tepetate y que le dieron las formas que simularon el vientre materno, que por la estrecha boca que se usaron para su entrada es que fueron y bautizaron de forma generalizada a estas culturas como Culturas de las Tumbas de Tiro, estando en uso entre los años 1300 a.C. hasta el 600 d.C. y que abarcaron un territorio que iba desde Nayarit, Colima, Jalisco, partes de Michoacán y Zacatecas.

En lo arquitectónico prevalecieron las composiciones circulares que tuvieron como ejes basamentos cónicos, los cuales son conocidos con el nombre de guachimontones y cuya particular forma podría vincularlas culturalmente con Cuicuilco o Xochitécatl, ya en sus alrededores se disponían las estructuras rectangulares rodeándola. Uno de los grandes ejemplos de cómo debieron haber sido los edificios en Occidente lo tenemos en algunas maquetas de barro que se han encontrado en las Tumbas de Tiro, donde nos muestran construcciones pintadas en diseños geométricos que usaban colores como el rojo, el blanco y el negro. Estas circunstancias cambiaban en el caso de Guanajuato donde se usaron modelos ortogonales como en el resto de Mesoamérica y que las vinculaban más con las ciudades de la región Norte, con la particularidad de construir estructuras entorno a patios cerrados que estaban por encima del nivel natural del terreno. Esta disposición circular con que se construían los centros ceremoniales se empieza a perder a partir del 900 d.C. cuando se adopta el modelo mesoamericano, pero todavía es común el uso de plataformas circulares como el caso de Los Toriles en Nayarit o los basamentos mixtos conocidos como yácatas de los purépechas, donde incluyeron en el acomodo de las piedras tomando diseños geométricos otra forma de expresión.

El amplio litoral que tiene el Occidente de México hizo posible que las poblaciones prehispánicas hicieran uso de los recursos del océano, siendo la concha otra de sus formas de expresión y que podía ser material de exportación hacia otras regiones mesoamericanas así como el aprovechamiento de la obsidiana con los volcanes que hay en la región. Debido a la naturaleza perecedera de elementos como la madera, pintura mural, plumaria y el papel no han podido ser encontrados, salvo algunos fragmentos que han sobrevivido en algunas tumbas, pero gracias al testimonio que nos ofrecen los materiales cerámicos de la región se ha confirmado que estos existían.

El inicio de la tradición artística de Occidente la encontramos en tradiciones locales del periodo Preclásico como El Opeño en Michoacán, Capacha en Colima (base de las Tumbas de Tiro) y Chupícuaro en Guanajuato (cabe decir que hasta el momento no hay indicios de que la influencia olmeca haya llegado a esta región), revelándonos la existencia de una tendencia hacia los diseños abstractos y geométricos. Para el Clásico que inicia hacia el 100 d.C. es que la tradición de las Tumbas de Tiro empieza a usar formas humanas naturalistas con algunas licencias artísticas, dividiéndose según las regiones en donde se encuentren por la decoración que llevaban siendo la primera Colima cuyas piezas están pintadas solamente de color ocre, en Jalisco vemos que se le adicionan el blanco o el negro y en Nayarit cuentan con la aplicación de los tres colores. A partir del 600 d.C. es que la tradición de las Tumbas de Tiro entra en desuso y se van hacia expresiones más geométricas, pero cabe decir que según los últimos descubrimientos es muy posible que el típico estilo relacionado con los mixtecos haya tenido su origen en Occidente, de donde nos vienen excelentes ejemplares con aplicaciones de pintura con temas mitológicos que han llegado a ser más antiguas que las primeras expresiones en Oaxaca.

A pesar de que esta región contaría con un relativo aislamiento con el resto de Mesoamérica se ha llegado a teorizar que las Tumbas de Tiro pueden estar relacionadas con tradiciones culturales de Ecuador y Colombia, fue a partir del Clásico con el auge de Teotihuacan que se empieza este proceso de integración, relacionado con el posible control que pudieron llegar a tener sobre los yacimientos de obsidiana de la región pero que sería más fuerte con el colapso de la metrópoli, por lo que tanto el centro de Michoacán como en la actual región periférica a Guadalajara vamos a encontrar influencia tanto en la cerámica como en la arquitectura en sitios como El Ixtépete en Jalisco. Otra influencia que sería determinante fue la llegada de la región Norte producto de la decadencia ocasionada por el retraimiento de la frontera mesoamericana en favor de los nómadas, la cual generaría los dos complejos culturales que serían determinantes durante el Posclásico como la cultura Aztatlán o la Purépecha en Michoacán, donde se empieza a ver una mayor proliferación de los temas bélicos como la presencia de guerreros en el arte, del famoso Chac Mool o de algunos rasgos que podrían identificarse con Tlaloc, evolución cultural que serían herederos pueblos como los huicholes, nahuas y purépechas modernas que han logrado conservar la esencia de estos a pesar de los procesos de conquista y evangelización que tuvieron con la llegada de los españoles.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Verónica Hernández Diaz. Las formas del arte en el antiguo Occidente, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

Imagen:

  • Izqueirda: Figurilla de la cultura Chupícuaro, Guanajuato. Preclásico
  • Centro: Escultura de un chaman, cultura de las Tumbas de Tiro, Nayarit. Clásico.
  • Derecha: Vasija antropomorfa con rasgos de Tláloc, cultura Aztatlán. Posclásico

La endeble alianza entre comunistas y agraristas

El movimiento de Agua Prieta congregaría para el beneficio de las pretensiones de Álvaro Obregón para hacerse de la presidencia a gran parte de la causa campesina y obrera representados por el Partido Laborista y la CROM respectivamente. A este impulso de las fuerzas populares llegaría tarde el recién fundado Partido Comunista, que incluso serían expulsados sus miembros de la Confederación General de Trabajadores, quedando relegados del ámbito de la política nacional. Cualquier intento de meter a sus afiliados a la CGT o a la CROM eran fallidos, ya que en cuanto lo identificaban eran expulsados, por lo que al ver la precaria presencia que tendrían en el mundo obrero hace que la Komintern (la Internacional Comunista) diera el visto bueno para que se empezaran a involucrar con el movimiento agrario, designados para empezar la estrategia Úrsulo Galván y Manuel Almanza.

Para finales de 1922 y principios de 1923 aflorarían una serie de organizaciones agrarias afiliadas al PCM, como el caso de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos en Michoacán con el mando de Primo Tapia y el de la Liga de Comunidades Agrarias de Veracruz con Úrsulo Galván, pero sería entre los años de 1924 y 1929 cuando logran esparcirse hacia el Estado de México, Puebla, Oaxaca, Jalisco, Chihuahua y Durango, siendo el enlace con los políticos revolucionarios. Su influencia llegaría a alcanzar políticos de la talla del gobernador de Yucatán Felipe Carrillo Puerto, Francisco J. Mujica que estaba a cargo del gobierno de Michoacán, el gobernador veracruzano Adalberto Tejeda, también serían atraídos políticos como Ramón P. de Negri, José Guadalupe Zuno y Lázaro Cárdenas., sirviendo para desmovilizar las iniciativas armadas que pudiesen representar una amenaza al gobierno.

Para 1924 ofrecen su apoyo a la candidatura de Plutarco Elías Calles con la condición de que agregase a su programa gubernativo el plan de repartición de las tierras que tenían en mente y la reglamentación del artículo 123 de la constitución en lo referente a lo laboral, saliéndose de los planes de Moscú que apostaban a que se opusieran al desarme campesino. Primo Tapia moviliza a los campesinos de la meseta tarasca para que se sumen al movimiento que estaba en su punto alto por los reclamos de tierras que se estaban dando en Pátzcuaro y Zacapu. Pero pronto tendrían un reto con el estallido de la rebelión delahuertista que pretendía derrocar al gobierno de Obregón, suscitándose un debate entre los cabecillas Úrsulo Galván y Rafael Carrillo Azpetia, los cuales finalmente deciden seguir por el camino de Obregón y continúan con las acciones de desarme, aunque tuvieron la resistencia de Adalberto Tejeda y sus fuerzas rurales en Veracruz.

Hubo una división entre las acciones que seguirían para mantener sus objetivos, ya que buena parte de ellos mantenían las directrices de la Internacional Campesina (Krestintern) que promovía que el campesinado se mantuviese armado para defender sus intereses y llegar a la colectivización de las tierras, lo que llevaría al rompimiento del compromiso con Calles hacia 1925. Buscaban crear una organización nacional campesina a la que invitaban a entrar a los diferentes sindicatos y a la misma CROM, pero esto no llegaría a cuajar por una crisis provocada por el asesinato del diputado veracruzano Francisco J. Moreno que sucede después de duras críticas que le hace al gobernador Heriberto Jara, quedando divididos entre los campesinos que querían levantarse en armas contra Jara y el PCM que se niega a acusarlo al ser congelados los recursos que eran otorgados a Galván por parte del gobernador. También por esos años surge la nueva disputa liderada por Manuel Díaz Ramírez quien proponía trasladar la sede del PCM a Veracruz para fortalecer los lazos con los agraristas, pero parte del partido se niega por el temor de perder presencia nacional para convertirse en un movimiento local.

El rompimiento parecía inevitable, ya que tanto Úrsulo Galván, Manuel Díaz Ramírez y Manuel Almanza veían que al PCM no le importaba la cuestión agrarista, por lo que la facción veracruzana buscaría formar un partido político propio. Mientras la cúpula del partido estaba siendo dirigida por una serie de políticos extranjeros como el suizo Alfred Stirner y el estadounidense Berthram D. Wolfe que pretendían hacer cumplir las órdenes de la Komintern y que pasara bajo la supervisión del Partido Comunista Estadounidense. No perdían la oportunidad de limpiar la imagen pública del partido, ya que el propio Stirner respaldaba al presidente Calles diciendo que su proyecto político estaba cumpliendo con los lineamientos comunistas y despreciaba a los agraristas los cuales consideraban como peligrosos, palabras que agravaría la situación por el asesinato de Primo Tapia a manos de los terrateniente michoacanos. Aun con esto, buscarían crear una organización propia con la formación de la Liga Nacional Campesina que estaría bajo el control de la Krestintern y que de entrada buscarían dejar fuera a los veracruzanos, aunque Galván resultaría electo y se quedara como presidente, esto traería la esperanza por parte de los campesinos de que el partido se convirtiese en un movimiento plural, pero las posturas de los miembros se fueron radicalizando y se irían decepcionando de los resultados.

Se da una alianza entre el PCM y la LNC entre los años de 1928 y 1929 nombrado Bloque Obrero Campesino, una organización que buscaba llenar el papel que estaba dejando la CROM que había entrado en un periodo de decadencia y que buscaba aglutinar a todos los sindicatos de izquierda con las miras de postular un candidato propio para las presidenciales. Esta oportunidad de formar un bloque unido de trabajadores y campesinos de nuevo fue interrumpida por otro levantamiento, esta vez el de los escobaristas en 1929, ya que mientras la Liga se suma al gobierno para combatir a los rebeldes, esta vez el PCM apuesta por la rebelión que ven como la oportunidad para hacerse del poder. Con el triunfo del gobierno de Emilio Portes Gil y ante el comportamiento del PCM, rompe relaciones con la URSS e ilegaliza al partido dedicándose a cazar comunistas. A pesar de que Portes Gil había sido más generoso que Calles al momento de la repartición de tierras, el PCM radicaliza su postura en intentaría crear un movimiento para derrocar al gobierno desde Durango, llamando a Galván y Almanza para sumarse, pero estos se niegan y el partido determina su expulsión.

Pronto, los efectos de la represión presidencial harían sus efectos y desarticularían el levantamiento, por lo que para 1930 el partido había roto los lasos con los agraristas, mientras el gobierno se encargaría de acabar con los radicales. Para el 28 de julio muere Úrsulo Galván, mientras van perdiendo más poder con la destitución del gobierno veracruzano de Adalberto Tejeda, por lo que los agraristas no tienen de otra más que sumarse al naciente PRM del gobierno, mientras los comunistas se encargarían de darse caza entre ellos mismos ante las múltiples acusaciones de traición que fueron mermando su estructura.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Víctor y Lazar Jefes. La alianza que termino en ruptura: el PCM en la década de 1920, del libro Camaradas. Nueva historia del comunismo en México.

Imagen: Anónimo. Bandera obsequio de Diego Rivera a la Escuela Libre de Agricultura Emiliano Zapata, Úrsulo Galván al centro

La desorganización realista en Michoacán ante el movimiento insurgente

El estallido de la guerra de independencia al mando del cura Miguel Hidalgo en Guanajuato pronto tendría repercusión en la vecina Michoacán que no terminaba de solventar las crisis políticas, económicas y sociales que había atravesado en las últimas décadas, aumentando la tensión entre las elites regionales que vieron con preocupación cómo se iba acercando la revolución insurgente. En lo gubernativo también estaban en plena coyuntura porque apenas en agosto de 1810 se hacían los preparativos para la llegada del nuevo intendente Manuel Merino y estaban haciendo lo posible por mandar a Cayetano de Foncerrada como representante a las Cortes en España, mientras entre el pueblo circulaban los pasquines que incentivaban la rebelión. El intendente interino Alonso de Terán tenía muy mala fama por su carácter despótico y solo era apoyado por los españoles y criollos de la intendencia, que pronto tuvieron que cambiar los festejos por la llegada del nuevo jefe a organizar la defensa de Valladolid ante la insurgencia que avanzaba por todo Guanajuato y del que se oían noticias de saqueos y asesinatos.

La premura de los acontecimientos hizo que se creara una defensa improvisada que estaba respaldada por los principales señores, funcionarios, clérigos de la ciudad y militares  se unieron para formalizar los planes de resistencia conformándose un gobierno provisional al mando de los representantes de los sectores sociales con Alonso de Terán como presidente, el obispo Manuel Abad y Queipo, Mariano Escandón y Lleida (conde de Sierra Gorda), el Regimiento de Dragones de Michoacán y el Regimiento de Infantería provincial. Todos estos intentos fueron inútiles a la llegada de los insurgentes que hicieron sus tropelías en su estancia en Valladolid donde el pueblo se desquita de años de corrupción y abusos, advertencia que había dado el propio Abad y Queipo ante la inminente fractura social. La organización entre el gobierno de la intendencia y el virreinal fue inexistente y solo provoco más descontento por la petición del virrey de solicitarles mas recursos para la defensa mientras el intendente le pedía dinero para mantener las tropas, por lo que el bando realista se tuvo que defender como podía ante la debilidad del gobierno central y los que se alejaban de la guerra tenían que huir a poblados lejanos u otras intendencias.

La división social era abierta, ya que buena parte del clero secular que laboraba en los pueblos se suman al movimiento de Hidalgo, incluso muchos de los que formaban parte de la diócesis se adhieren a la causa, que cuando el gobierno de Manuel Merino recupera el control se tuvieron que enfrentar a una serie de juicios hacia los partidarios. El intendente Merino que había gozado de las esperanzas de las clases altas michoacanas por su buen desempeño en Chihuahua, una vez que toma poder no corresponde a esos sentimientos y pronto empieza a acusar a varios de estos de apoyar a los insurgentes, así como el pleito que se tenía con la jerarquía eclesiástica. La situación se complica con el apresamiento de Merino junto con el Conde de Casa Rul en Acámbaro, dando lugar a que el comandante militar de la intendencia Torcuato Trujillo tomara el puesto provisionalmente.

El paso de Trujillo por Michoacán fue desastrosa, ya que intentaría entrometerse en todas las competencias de gobernanza de la intendencia con tal de disponer de los recursos que se podían obtener, desde intervenir en las Reales Cajas, tratar de adueñarse de los recursos que iban para la península, imponer prestamos forzosos a los regidores o meterse de lleno en las competencias de los ayuntamientos con el pretexto de buscar recursos para mantener la campaña. Esta fue la situación que encontraría Manuel Merino al reincorporarse en sus funciones, lo que mereció una serie de reclamos hacia el virrey Francisco Javier Venegas para que castigase a Trujillo por todos los abusos cometidos, lo que devino en su retiro del mando a finales de 1812 pero sin ningún proceso abierto en su contra, por lo que fue designado hacia otros frentes.

Ya no fue posible volver entablar una relación de confianza entre el clero y la intendencia, quien a pesar de haber logrado mantener a raya a los insurgentes, esto no fue suficiente para poder limar asperezas, por lo que Merino tuvo que valerse de los ayuntamientos con los que sí pudo trabajar para poder reconquistar el terreno perdido ante los independentistas. De forma milagrosa es que lograron frenar el avance insurgente y  contuvieron el nuevo impulso que venía por parte de Morelos, pero sin lograr solventar los problemas entre el pueblo y las clases altas, siendo estos último que al no ver solución a sus problemas por parte del gobierno virreinal, se unirían a la iniciativa de Iturbide.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía:

  • Iván Franco Cáceres. Crisis política y de gobierno en Valladolid de Michoacán, 1803-1811, del libro La Independencia en las provincias de México.
  • Joaquín E. Espinoza Aguirre. Ángeles exterminadores. Los abusos de los realistas durante la Guerra de Independencia, de la revista Relatos e Historias en México no. 93

Imagen: Thomas Egerton, Morelia en el siglo XIX

El corredor mesoamericano en el suroeste de Estados Unidos

Para el año 550, la región del lago de Zacapu entra en crisis y muchas de sus poblaciones quedarían despobladas, pero gracias a los análisis realizados en los vestigios de la cultura chalchihuiteña donde hay una transición  de la fase Canutillo a la Altavista-Vesuvio de Zacatecas y la fase Ayala-Las Joyas en Durango podrían revelarnos que estos pueblos michoacanos empiezan a establecerse en las ciudades-estado del norte de México. Las diferencias entre una fase y otra es notable, antes prevalecía una expresión artística de motivos geométricos para pasar a la tradición michoacana, empiezan a surgir tratamientos funerarios de tipo mesoamericano como el entierro en posición flexionada y la cremación donde se le añadía polvo de calcita (tradición relacionada con los hohokam), también empieza a florecer la minería de turquesa en la región formándose las redes comerciales con el sur mesoamericano y a partir del 700 d.C. hay presencia de contactos con las poblaciones hohokam del sur del actual Arizona.

Por muchos años se consideró que la presencia teotihuacana en los territorios norteños de la Sierra Madre Occidental se debió a su influencia imperial, pero una vez datados las evidencias materiales de la cultura chalchihuiteña, sumado a la influencia de los grupos michoacanos y los relatos de los “indios-pueblo” del sur de Estados Unidos tenemos que la existencia de esta se debe a una diáspora producto de una ola migratoria generada por la caída del orden teotihuacano que por una iniciativa expansionista. La presencia de marcadores astronómicos de tipo teotihuacano en Cerro Chapín  (cercano a Altavista) y Tuitán al sur de Durango nos indican que estas migraciones estuvieron acompañadas por grupos de elite teotihuacanos que buscaron nuevas oportunidades en el septentrión, así como la fundación de la propia Altavista-Chalchihuites la cual data de los años 550-600 d.C. y cuya planificación tiene profundas referencias astronómicas como su localización sobre el Trópico de Cáncer y la orientación a los cuatro puntos cardinales de edificios como el Salón de las Columnas.

Es notable la presencia de los marcadores astronómicos en diferentes lugares de la Sierra Madre, ya que nos indican que el conocimiento astronómico fue el que tuvo mayor raigambre en las sociedades norteñas, ya que se sabe que estos sitios tuvieron un uso continuo por estos hasta el siglo IX, años en que se atribuyen la despoblación de las sociedades agrícolas y el retraimiento de la frontera mesoamericana. Estos saberes se van a expandir más al norte entre Hisatsinom (los ancestros de los modernos “indios-pueblo”), siendo notables las pinturas y grabados en los alrededores de la ciudad de Cañón del Chaco en Nuevo México donde hacen referencias a eventos astronómicos que fueron registrados por estas elites y que ayudaron a complementar las creencias locales.

 Es sabido que la presencia del maíz en el norte es anterior a la llegada de estos grupos mesoamericanos, aunque se desconoce la importancia que tuvo en estas sociedades como base de su alimentación (faltan por hacer muchos estudios), de lo que sí se sabe es que a partir de esta influencia mesoamericana los pueblos sedentarios van a darle un lugar central en el modo de subsistencia. Dentro de estos intercambios empezaremos a notar en el territorio chalchihuiteño la presencia de elementos culturales del suroeste estadounidense como el caso del mítico flautista Kokopelli y del peinado de mariposa de los hopi, a su vez es notable el gran parecido de la cerámica hohokam con el de la fase Loma Alta de Zacapu, por lo que podríamos tener un ejemplo de la influencia norteña de los antepasados de los purépechas.

En la arquitectura vamos a encontrar más referencias de estos intercambios, como la posible presencia de una casa-foso hohokam en el sitio de Loma Alta, Michoacán, pero la más notables seria la extensión del juego de pelota mesoamericano, ya que en los asentamientos chalchihuiteños al menos vamos a encontrar hasta una cancha en el caso de los establecimientos menores y la gran presencia que tendrán entre los hohokam. La escultura fálica que se elabora en estos territorios va a tener su correspondencia con las actuales creencias de los hopis y los huicholes, asi como la presencia de las sonajas y cascabeles de cobre y sobre todo con la presencia de espejos de pirita que está estrechamente relacionada con el culto a las elites gobernantes. La ruta a través de la sierra cae en desuso cuando se produce el abandono de las poblaciones chalchihuiteñas en el siglo IX para desviarse hacia la costa del Pacifico, pero gracias a la tradición oral tanto de los indígenas del suroeste estadounidense y el occidente mexicano toman registro de esta época de contacto que han dejado una gran evidencia material.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Patricia Carot y Marie-Areti Hers. De Teotihuacán al Cañón del Chaco: nueva perspectiva sobre las relaciones entre Mesoamérica y el suroeste de Estados Unidos, de la revista Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas UNAM, no 98 22

Imagen: Salon de las Columnas, Altavista Chalchihuites, Zacatecas, 200 al 1100 d.C.

Michoacán en los albores de la independencia

Como hemos tratado en otros artículos, la implementación de las reformas borbónica fue un duro golpe para buena parte de los estratos de la sociedad novohispana que no lograría adaptarse a las nuevas condiciones que suponía el intento de “racionalizar” el gobierno por parte de los peninsulares. Este fue el caso de Michoacán, cuya historia con las reformas empieza con la conformación de la Intendencia de Michoacán en 1787, empezando tanto los criollos como mestizos e indígenas a amoldarse o en lo posible intentar preservar sus antiguos derechos frente a las nuevas medidas implementadas por el virreinato.

La intendencia estuvo bajo el gobierno de dos intendentes, José Antonio Riaño y Felipe Díaz de Ortega, intentaron implementar la Ordenanza de 1786 tratando en lo posible de respetar el antiguo orden local, destacando por ejemplo el caso de Díaz de Ortega que para 1804 le reporta al virrey el agotamiento económico que tenían los criollos michoacanos debido a los préstamos que había solicitado el gobierno. Este intendente se encargó de solucionar problemas causados por fenómenos naturales, la escases del agua y epidemias, así como el fomento de una naciente industrialización en el estado como lo atestigua un proyecto para la construcción de una fábrica a cargo del arquitecto Manuel Muñoz y García. Destaca el conflicto que hubo por el agua en Valladolid que estaba quedando bajo el control de los peninsulares y que estaba ocasionando una fractura social por parte de los criollos, mestizos e indígenas, que pronto vieron como gradualmente su calidad de vida iba en franca decaída.

Un golpe de gracia para la sociedad michoacana fue la implementación de la Real Cedula de Consolidación de Vales Reales que desde 1781 hasta 1809 hizo que el gobierno constantemente recurriera a las diferentes comunidades para solicitarles prestamos que fueron carcomiendo el humor social que había en la intendencia, por lo que para la época de la independencia ya no era fiscalmente sostenible haciendo que el intendente Manuel Merino estuviera solicitando a la capital recursos para subsidiar los gastos de gobierno ante el incumplimiento generalizado de pagos de impuestos que había desde 1806.

Nadie se escapó de la voracidad fiscal del gobierno, tanto la nobleza como los criollos mestizos, indígenas e incluso la iglesia estaban forzados a hacer pagos de impuestos y que tenían que estar respaldados por un albacea, representante o un apoderado. Como lo demuestran los documentos, la sociedad michoacana se solidariza con el compromiso y estaban dispuestos a servir de representantes para el pago de los impuestos, pero eso no impidió que creciera la desconfianza en el gobierno y que se verá agravada por la crisis agrícola de 1804 y 1805 donde el gobierno aplica el cobro para comprar granos a Guanajuato.

Para todas las crisis que enfrento la monarquía española la sociedad michoacana estuvo presente para aportar los recursos necesarios, ya sea para ayudar a la crisis creada por los sismo en Andalucía, la invasión napoleónica y los constantes problemas locales habían sido solventados con esfuerzos, su recaudación estaba a la par que la de México y Puebla, pero con un claro agotamiento social. Pero el punto de quiebre fue la crisis ocasionada por la caída del virrey Iturrigaray promovida por la Real Audiencia ante su respuesta autonomista, lo que generaría un primer movimiento insurgente comandado por el teniente José Mariano Michelena junto con otros destacados intelectuales y religiosos para la defensa del reino ante la invasión. Tenía la idea de juntar una tropa de veinte mil hombres reunidos de los mestizos e indígenas para derrocar a las autoridades de la intendencia con la promesa de abolir los tributos, así como convocar a un congreso constituyente para convocar la independencia, pero no recibió el apoyo requerido, por lo que su movimiento fue rápidamente reprimido y el seria encarcelado.

A pesar de que la rebelión de Michelena lograría ser sofocada gracias al poco interés de sus propuestas y ante una serie de denuncias anónimas que se encargaría de denunciar a los cabecillas, ya revelaba que las elites michoacanas estaban decantadas por la idea del autonomismo como una forma de solucionar la crisis ocasionada por los Vales reales, sumado a las respuestas que ocasionaron los conflictos de intereses que mantenía el intendente interino Alonso de Terán (Díaz de Ortega había muerto en 1809 y con él su frágil equilibrio que habría creado con los diferentes sectores sociales) y que obedecían a su sistema clientelar lo que impediría que resolviera los problemas crecientes como el desempleo. Para 1810 la crisis había llegado al límite y hartos de las constantes aportaciones a la corona seria el campo de cultivo para que proliferase el movimiento de independencia de Hidalgo, por lo que el recién ascendido a intendente Manuel Merino tendría una serie de dificultades para poder sostener el gobierno peninsular en esos años.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Iván Franco Cáceres. Crisis política y de gobierno en Valladolid de Michoacán, 1803-1811, del libro La Independencia en las provincias de México.

Imagen: Anónimo. Catedral de Valladolid, Michoacán, siglo XIX