La insurgencia potosina en los últimos años de la guerra.

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Desde 1811, con la captura de José Mariano Jiménez junto con el resto de la comitiva de Miguel Hidalgo, la insurgencia del noreste atravesó un periodo caracterizado por la fragmentación de la lucha en diferentes frentes: el texano, el tamaulipeco y el potosino. Estos frentes fueron combatidos por los militares realistas Félix María Calleja y Joaquín Arredondo, siendo uno de los escenarios más sangrientos debido a los esfuerzos realistas por acabar con las gavillas. 

Este periodo alcanzó su punto culminante durante 1814 y 1815 como consecuencia de la captura de José María Morelos, donde tanto la Huasteca como la Sierra Gorda fueron asoladas por una campaña de guerra total, en la cual los realistas se encargaron de perseguir y ejecutar a los insurgentes que cayeron en sus manos, llegando incluso a fusilar a cerca de 400 prisioneros. Con una insurgencia sometida y en continuo retroceso hacia el sur, la intendencia de San Luis Potosí estaba logrando ser pacificada gracias a la iniciativa del virrey Calleja con éxito. Sin embargo, con los ánimos rebeldes aún vivos, estos servirían de combustible para la llegada de un rebelde inesperado proveniente del otro lado del océano.

La restauración de la monarquía en manos de Fernando VII resultó ser una decepción al ver cómo acabaría con el gobierno liberal construido por el constituyente de Cádiz. Por lo tanto, muchos guerrilleros que lucharon contra la invasión francesa pasaron a enfrentarse al gobierno absolutista, como el caso de Xavier Mina, quien influenciado por el padre Servando Teresa de Mier fue convencido de combatir a Fernando VII desde la Nueva España.

Es así como comenzaron a organizarse desde Londres en 1816, apoyados por algunos políticos ingleses, para formar una expedición con soldados españoles, ingleses e italianos, desde donde partirían a Estados Unidos con la esperanza de reclutar más voluntarios y de conseguir tanto financiamiento como armas, pero continuamente fueron engañados y muchos de estos apoyos quedaron en promesas.

Fue así como llegaron a Soto la Marina en abril de 1817, estableciendo un fuerte y empezando a hacer propaganda con la imprenta que llevaron para impulsar a los novohispanos a unirse a su lucha. Lograron el apoyo de los habitantes de Croix y de Soto la Marina, dejando a Teresa de Mier en el fuerte mientras el resto de la expedición partía al interior, siendo atacados y derrotados por Arredondo dos semanas después.

A pesar de esta pérdida, Mina prosiguió su camino a través de la sierra tamaulipeca llegando a territorio potosino. En todo este tramo, fue reclutando voluntarios que se incorporaron a su comitiva, lo que les permitió llegar hasta Lagos con el fin de unirse a las fuerzas del caudillo Pedro Moreno.

Para ese entonces, los trabajos tanto de Calleja como de Arredondo dentro de la sociedad civil habían logrado inclinar la balanza a su favor por parte de las comunidades. Muchos rebeldes se habían levantado en armas debido a la posesión de la tierra como consecuencia de la secularización de las tierras comunales. Sin embargo, la falta de un liderazgo como el de Hidalgo hizo que estos movimientos pudieran ser sofocados por los realistas.

Ayudaría a esta tarea el reglamento de Calleja, donde fusiona las fuerzas civiles con las militares para combatir a la insurgencia. Con ello, las comunidades se hicieron responsables de su propia defensa y ayudó a arraigar los vínculos del ejército realista con el pueblo. Esta estrategia tendría sus frutos con la derrota de la expedición de Mina ya durante la administración del virrey Juan Ruiz de Apodaca.

Antes del estallido de la guerra, la intendencia potosina tuvo problemas para lograr su representatividad en el constituyente de Cádiz. Se eligió tanto al canónigo de Monterrey, Juan José de la Garza, como al terrateniente potosino Florencio Barragán. Sin embargo, el primero ni siquiera partió rumbo a España y el segundo murió antes de embarcarse. Por lo tanto, su única voz la tuvo en el representante de las Provincias Internas de Oriente, el cura Miguel Ramos Arizpe.

Como resultado de los trabajos legislativos, se autorizó el establecimiento de diputaciones provinciales independientes, siendo una de ellas la de San Luis Potosí, que permitiría a sus habitantes participar en la vida política instituyendo 33 ayuntamientos, aunque no lograron establecerse. Esto se debió a la campaña de Calleja que suspendió la ejecución de los mandatos liberales como consecuencia de la restauración absolutista de 1814.

Fue hasta 1820, con la entrada del Trienio Liberal, cuando se reinició el proceso de democratización de la sociedad. Se instaló hasta noviembre la diputación potosina, la cual también correspondía a la representación de Guanajuato. Sin embargo, hubo problemas al momento de implementarlo, como pasó con la representación de las Provincias Internas, que fue abolida por su comandante, el general Arredondo.

Por la diputación potosina, fue elegido el general realista Matias Martin de Aguirre, tocándole recibir a la propuesta autonomista de Iturbide en su estancia en Veracruz a principios de 1821, siendo responsable de exponer los problemas fronterizos con EU que trajo la implementación del Tratado Adams-Onis de 1819 y la conservación de las misiones indígenas. Asi finaliza la participación potosina dentro de la monarquia hispánica al sucitarse al poco tiempo la implementación del movimiento Trigarante de Iturbide, donde San Luis Potosi fue reducida al dividirse en varias provincias que conformaron el noreste mexicano en la primera mitad del siglo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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– Izquierda: Obra de Gomez. Francisco Xavier Mina, 1888. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/xavier-mina-en-londres-nido-de-conspiradores-y-patriotas-americanos-1815-1816

– Derecha: S/D. Mapa de las intendencias, incluyendo la de San Luis Potosi. Fuente: https://www.facebook.com/YoAmoSanLuisMx/photos/a.1260251077371284/3032149406848100/?type=3

El movimiento insurgente en las Provincias Internas de Oriente.

Gracias a los extensos años de gestiones y relaciones sociales establecidas por el brigadier Félix María Calleja, logró contener a los insurgentes a lo largo de la intendencia potosina y, sobre todo, aseguró que los criollos sirvieran como base social para la causa realista. Sin embargo, de manera inesperada, el convento del Carmen, que había designado como prisión para los rebeldes, se convirtió en el núcleo de conspiración de la región.

Calleja, confiado por el apoyo económico de la caja potosina y la de Querétaro, inició la campaña para combatir a la insurgencia, dejando solamente una compañía de infantería recién formada y una guardia indígena para mantener el orden en la ciudad. Esto llevó a que los frailes a cargo del convento, quienes apoyaban la insurgencia, realizaran su movimiento a través de fray Juan de Villerías. Convenció al capitán de lanceros de San Carlos, Joaquín Sevilla y Olmedo, de tomar la ciudad con el respaldo de los indígenas de Mexquitic en noviembre de 1810, integrándose el mariscal insurgente José Rafael Iriarte y Leyton.

El saqueo y las tropelías cometidas por los insurgentes durante su presencia llevaron a que los potosinos se comprometieran con los realistas. Sin embargo, tuvieron que esperar hasta que Leyton se retirara a Guanajuato para apoyar a Ignacio Allende y así restablecer el orden.

Con el objetivo de propagar la rebelión hacia las Provincias Internas de Oriente, Allende encomienda a José Mariano Jiménez la campaña hacia el noreste. Dado que Jiménez es originario de la ciudad de San Luis Potosí, cuenta con numerosas amistades y familiares que le facilitan información, proporcionan recursos y se unen a su lucha. Esto provoca que los españoles se retiren hacia Saltillo para evitar saqueos o secuestros por parte de los insurgentes. Sin embargo, la conducta ordenada y compasiva de Jiménez logra que muchas personas, incluidos soldados realistas de Coahuila, Nuevo León y Nuevo Santander, se unan a sus filas.

Con gran habilidad para dirigir la causa, Jiménez toma Charcas, Venado, Cedral, Matehuala y Real de Catorce en diciembre. En enero de 1811, llega a Saltillo, derrotando a los realistas en la batalla de Aguanueva y apoderándose de toda la provincia. Gracias a la correspondencia mantenida por Jiménez con el gobernador de Nuevo León, Manuel de Santa María, y el comandante de la compañía de Lampazos, Juan Ignacio Ramon, ambos se unen a la causa independentista. Esto deja a Durango y Nuevo Santander como los únicos frentes realistas.

Jiménez logra repeler la contraofensiva realista de Durango, que intenta recuperar Saltillo, y comienza la logística para controlar Monterrey y Texas con el apoyo del gobierno de Nuevo León. Captura al gobernador texano Manuel María de Salcedo, quien es arrestado y puesto en prisión en Monclova. Salcedo es reemplazado por el insurgente Juan Bautista de las Casas, quien integra a Texas a la causa insurgente. La campaña en el noreste resulta exitosa y a finales de enero de 1811, Jiménez entra en Monterrey.

Solo resta esperar la caída de las poblaciones de Nuevo Santander, que poco a poco se suman al movimiento insurgente. Esto obliga al gobernador Manuel Iturbe de Iraeta a refugiarse en Altamira. Sin embargo, la derrota de Miguel Hidalgo y Allende en la Batalla de Puente de Calderón el 17 de enero fuerza a Jiménez a cambiar sus planes. Ahora, la misión de los insurgentes de Jiménez es facilitar que Hidalgo y Allende lleguen a sus territorios para reorganizar el movimiento. Intentan llegar a Saltillo para dirigirse a Estados Unidos, pero aún existen gavillas realistas e insurgentes cooptados por ellos para traicionarlos.

La conspiración de Ignacio Elizondo se materializa, capturando a la comitiva de Hidalgo y Jiménez en Acatita del Baján el 21 de marzo. En este grupo se encuentran varios de los frailes potosinos involucrados en la conspiración.

Con la captura tanto de Hidalgo como de Jiménez, llegó el fin de los insurgentes en el noreste. Todos sus líderes, así como aquellos que se unieron a la causa y fueron apresados, fueron fusilados. Solo quedaba el lego juanino Luis Herrera, quien desde febrero había estado ejecutando a los españoles y hostigando a los criollos leales. Convertido en el objetivo de Calleja, fue perseguido desde Rioverde hasta Valle del Maíz, donde fue derrotado, capturado y fusilado en Villa de Aguayo (hoy Ciudad Victoria).

En cuanto a Nuevo Santander, el comandante Joaquín Arredondo lideró la contraofensiva. Enfrentó a fray Juan de Villerías, cuyas principales fuerzas provenían de los indígenas de Tula. Sin embargo, el acoso de Arredondo, a través de su subordinado Cayetano Quintero, cercó a Villerías en Matehuala y lo ejecutó en mayo. La única fuerza insurgente que persistió fue la de los hermanos José Bernardo y José Antonio Gutiérrez de Lara, originarios de Revilla, Nuevo Santander. Lograron mantener la insurgencia en Texas con el respaldo de filibusteros estadounidenses, mientras que el resto del territorio fue acosado por diversas gavillas insurgentes que fueron reprimidas con éxito por Arredondo.

Nuevo León fue asegurado con la recuperación de Monterrey y la ejecución del gobernador Santa María. La gobernación quedó a cargo de una junta encabezada por Blas José Gómez, hasta que el alcalde mayor de Monterrey, Fernando de Uribe, asumió la gobernatura. Sin embargo, los disturbios de las guerrillas insurgentes asolarían la intendencia hasta la llegada de Arredondo en 1814, ya con el cargo de comandante de las Provincias Internas de Oriente.

Solo quedaron como focos rebeldes en la región la Sierra Gorda y la Huasteca. En esta última, la guerra se tornó muy violenta debido a la presencia de las milicias realistas de Ciudad Valles, Aquismón y Tamazunchale, así como de otros pueblos que se mantuvieron leales. Mientras tanto, el núcleo insurgente se concentraba en Huejutla, y era común que se arrasaran pueblos enteros para combatirlos.

Una vez que Calleja asumió el cargo de virrey, sometió la intendencia de San Luis Potosí bajo la orden de fusilamiento de los insurgentes capturados. Para 1815, se tiene registro de 400 ejecuciones.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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 – Izquierda: Charles Frederic. Plaza de Armas de Monterrey, Nuevo Leon, 1847.

 – Derecha: S/D. Retrato de Mariano Jimenez.

Los habitantes del Gran Tunal.

El centro del actual territorio mexicano se encuentra en la confluencia tanto de la Sierra Madre Occidental como la Oriental, donde los procesos geológicos dieron origen a un altiplano localizado al oeste del estado de San Luis Potosí, el norte de Guanajuato y el sureste de Zacatecas, conocido como la región del Gran Tunal por sus condiciones desérticas y la abundancia de nopaleras en su medio ambiente. Gracias a la presencia de los yacimientos de plata en la región fue posible que los españoles se interesasen en su colonización y la fundación de numerosas villas como la misma San Luis Potosí, pero previa a la conquista encontramos un territorio donde no era posible mantener un modo de vida sedentario, tanto por el clima seco como por la baja cantidad de lluvia, solo permitía el asentamiento de grupos nómadas quienes aprovechaban los pocos recursos estacionales disponibles. Esto ha provocado que el Gran Tunal haya quedado fuera del radar de las investigaciones arqueológicas, donde al solo tratarse de chichimecas nómadas no ameritaba mayor atención el estudio de campamentos o petrograbados, por lo que hay poco material al respecto y muchas veces solo se limitan a las crónicas españolas.

Uno de los temas donde podríamos ver la importancia del Gran Tunal en los tiempos precolombinos tiene que ver con las dinámicas comerciales mesoamericanas entre la región Occidente, el Altiplano Central, el Golfo de México y los cacicazgos militarizados norteños, una evidencia de esto lo tenemos en la persistencia del uso ritual del peyote tanto por los huicholes, los mexicas y las tribus nómadas, siendo esta región el hábitat de esta cactácea y donde existen santuarios como el famoso Wirikuta en Real de Catorce. Al nivel arqueológico, se ha investigado el sitio Cerro de Silva donde se han encontrado materiales tanto líticos como cerámicos de indudable influencia mesoamericana con un fechamiento de los años 100 a.C. al 1200 d.C., sobre todo en los entierros encontramos personajes que llevan la deformación craneal típica de los pueblos mesoamericanos, lo que podría indicar que los nómadas del Gran Tunal mantenían relaciones de diferente índole con los estados mesoamericanos limítrofes. En la región vecina de la Sierra Gorda, donde en tiempos mesoamericanos fue dividida en diversas ciudades-estado fortificadas, se han encontrado vestigios de material proveniente del altiplano potosino, por lo que es seguro que las tribus se hubiesen internado en diferentes temporadas y ahí se hubiese dado la interacción con los mesoamericanos con sus correspondientes intercambios culturales.

El éxito de la colonización mesoamericana de las zonas con una mayor captación de lluvia hizo posible el nacimiento de ciudades como La Quemada, Ranas, Toluquilla o Cañada de la Virgen, las cuales al haber alcanzado los niveles de organización estatal llevaron consigo la necesidad del comercio para abastecerse tanto de productos de primera necesidad para la población civil o de objetos suntuarios para las elites, manteniendo la comunicación con otras regiones mesoamericanas. Es posible que los nómadas del Gran Tunal hayan participado en la red de intercambios mesoamericana, ya que las fuentes coloniales relatan la presencia de solidas relaciones entre nómadas, seminómadas y agricultores de la región para apoyarse mutuamente, esto sin descartar la existencia de periodos de violencia de estos grupos. Pero también es evidente que hasta el momento no se han encontrado la presencia de redes comerciales en el corazón de Aridoamérica desde el oeste de San Luis Potosí, Coahuila, Nuevo León, hasta buena parte de Texas, lo que nos habla de la persistencia de los caminos por la sierra y de la poca necesidad mantener contacto directo de las tribus de esta zona, sino se dio de manera indirecta al comerciar con otros grupos aledaños a la zona mesoamericana.

Al ser un territorio semidesértico con recursos limitados, provocaría que las tribus tuviesen que adecuar un modo de vida cíclico para poder sostener la cacería y la recolección de determinados recursos, siendo necesario para asegurar la sobrevivencia de los diferentes grupos el establecer tanto territorios como tiempos determinados para poder establecerse, permanecer en él y desplazarse cuando haya terminado la temporada para irse a otro lado. En la zona se han encontrado tanto campamentos al aire libre y bajo techo, estas se hacían en las cuevas o en abrigos rocosos, las cuales se mantuvieron como la forma de habitación habitual durante gran parte de la historia indígena, teniendo un cambio en periodo llamado Venadito II del 100 a.C. al 200 d.C. cuando hay evidencia del inicio del contacto agrícola, como lo es la aparición de la presencia de cerámica y el inicio del uso de navajillas de obsidiana, teniendo como ventaja la presencia de yacimientos de obsidiana como el del Cerro del Sombrero. Según las referencias de las fuentes, lo más usual eran los campamentos al dejar constancia de la construcción de campamentos con la vegetación de la zona y su fácil desmantelamiento, en cambio en las cuevas no se ha localizado mayores evidencias de haber servido como habitación, por lo que es posible su uso exclusivo como sitios rituales al ser estos donde se alberga el arte rupestre de la región.

Los campamentos se solían asentar en las zonas de recolección, no se han encontrado en las cercanías de los pocos cuerpos de agua, indicándonos un profundo conocimiento de los recursos aprovechables en la región, incluso algunos investigadores proponen que la presencia de elementos líticos pudiera ser una señal de una cultura del reciclable, donde al no ser elementos perecederos podían dejarlos ahí para tiempo después reusarlos cuando hacía falta. Los elementos de la orografía sin duda conformaron parte de la vida ritual de las tribus, como lo vemos en el caso del Wirikuta huichol y su antiquísima tradición peregrina, esto lo vemos en los múltiples ejemplos de petrograbados donde plasmaron sus símbolos religiosos, los cuales de momento resultan indescifrables. Solamente mediante la arqueología podemos llenar los huecos que nos dejaron los procesos de conquista y colonización, pero hacen falta recursos para llevar a cabo los proyectos tanto de investigación como de conservación, solo asi podríamos detener las amenazas que ciernen sobre ellas ante las necesidades del mundo moderno que no deja de estigmatizar como una zona “vacía” de nulo desarrollo cultural.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Geiser Gerardo Martin Medina. Consideraciones sobre los pobladores del semidesierto en la región del altiplano potosino y el Gran Tunal durante la época prehispánica desde el paisaje y la territorialidad, de la revista Arqueología no. 62.

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Imagen: Pinturas con manos en negativo. Cueva del Almagre, SLP.

San Luis Potosí a principios del siglo XIX.

Con la implementación de las reformas borbónicas a lo largo del siglo XVIII representarían serios cambios administrativos a lo largo de los reinos de Indias con la creación de las intendencias, el septentrión no escaparía a estas reformas y pasaría afectar a San Luis Potosí, la cual se había convertido a lo largo del tiempo en el centro político de los territorios de Tamaulipas, Texas, Nuevo León y Coahuila al ser la principal financiadora de las campañas de colonización. Pero conforme se fueron consolidando las autoridades locales de esos territorios como Monterrey, Saltillo, Monclova o San Antonio, aprovechan el momento de descentralización de la antigua estructura virreinal e intentan alcanzar su autonomía administrativa, llegando como solución la creación de las Provincias Internas de Oriente, aunque bajo la supervisión del intendente de San Luis Potosí, este problema no se llegaría a resolver hasta el constituyente de Cádiz por medio de la intermediación de Miguel Ramos Arizpe cuando estas cuatro provincias quedan como intendencia.

Estas disputas internas no quedarían solo en lo político, también en lo eclesiástico nacería un proceso de separación con la creación de Obispado de Linares para pasar a administrar las jurisdicciones del septentrión, con ello el territorio potosino quedaría reducido a las jurisdicciones de Matehuala, Villa de Valles, Charcas, El Venado, La Hedionda y Salinas del Peñol Blanco, las cuales tenían la ventaja de ser uno de los centros mineros más importantes del virreinato por la extracción de plata. De esto dejaría constancia Alexander von Humboldt en su trabajo de la Nueva España y como existía la diferencia entre las poblaciones potosinas con los territorios del norte, los cuales a pesar de estar poco poblados se negaban a obedecer las órdenes del intendente potosino y encontraron la forma de saltarlo al solo seguir los mandatos del virrey. Las Provincias Internas de Oriente entrarían en una nueva problemática como consecuencia de la sesión de Luisiana en favor a Francia y su posterior venta a EU, ya que los límites entre Texas y Luisiana no estaba bien definida y acarrea en un corto plazo problemas diplomáticos, pero la cuestión grave en el contexto del noreste era sin duda los ataques de los nómadas a los pueblos y su negativa a someterse.

Con la crisis de la monarquía hispánica a raíz de la invasión napoleónica haría que el propio reino tomase cartas en el asunto para asegurar su lealtad al rey legítimo, teniendo como consecuencia la creación del Ayuntamiento de México con el cual se intentaba crear un gobierno autónomo para asegurar los derechos de Fernando VII, convocándose a todas las intendencias a mandar representantes para empezar a legislar y San Luis Potosí sería una de las que dieron su respaldo a la iniciativa, caso contrario de las intendencias de Querétaro, Guanajuato, Puebla y Guadalajara quienes negaron su apoyo, además que pronto tanto los peninsulares, el arzobispado de México y la Audiencia conspiraron para derrocar y apresar al virrey Iturrigaray. Una de las personalidades fundamentales en la defensa del régimen realista había comenzado su carrera en San Luis Potosí, el brigadier Félix María Calleja, quien llega durante la administración del virrey Revillagigedo y desde 1796 le fue confiada la comandancia de las tropas de las Provincias Internas de Oriente, además de tejer relaciones en la sociedad potosina derivando en su matrimonio con Francisca de la Gándara, hija de Manuel Jerónimo de la Gándara quien era un importante hacendado al occidente de la provincia, convirtiéndose en una figura de autoridad en el noreste.

El estallido de la guerra en Guanajuato implicaría un grave problema para las intendencias del centro por la facilidad con que se podría propagar la insurgencia, esto incluía a San Luis Potosí donde en los primeros momentos se sabía de la presencia de propagandistas insurgentes en comunidades como Tierranueva, la hacienda de Peñasco y en la misma capital, pero el poder de Calleja era tal que tenía una sólida red de espías y lograría acabar rápidamente con cualquier atisbo de rebeldía. Pero a pesar de estas precauciones, la cercanía con el epicentro no evito la propagación a través de las comunidades y paradójicamente los prisioneros de Calleja tuvieron en su alojamiento en los conventos de San Francisco y El Carmen el refugio perfecto para organizar las rebeliones con el apoyo de los religiosos quienes los custodiaban. Si bien, dentro de la población potosina el mensaje insurgente tuvo fuerza entre la población mestiza e indígena, los lazos realizados por Calleja hizo que los criollos se abstuviesen de apoyarlos y mostraran su lealtad a la causa realista, saliendo de ellos destacados militares quienes fueron fundamentales en la defensa como José Gabriel de Armijo, uno de los perseguidores de Morelos, Matías Martin y Aguirre quien lucha junto a Iturbide y combate a Xavier Mina, así como fue semillero de militares quienes ocuparon papeles importantes en la política mexicana como Miguel Barragán, Manuel Gómez Pedraza, José Esteban Moctezuma y Anastasio Bustamante (avecindado en SLP).

Calleja empieza a desplegar la defensa para acabar con los focos insurgentes a lo largo de la intendencia, donde además de disponer de las milicias bajo su mandato recibiría el apoyo de un batallón de huastecos, de trabajadores de las haciendas, así como el financiamiento de los principales potentados mineros potosinos y se le sumaron los de Zacatecas y Querétaro, conformando una fuerza que en un corto tiempo le serviría para combatir directamente a los insurgentes de Hidalgo. Por parte de los rebeldes, no contaban con una estrategia para derrotar a los realistas más que el captar a la mayor cantidad de voluntarios posibles para intentar ganar por el volumen del movimiento, razón por la cual a Calleja no le costaría tanto trabajo lograr el sometimiento de los focos insurgentes, sobre todo por el respaldo a las oligarquías quienes vieron en el brigadier al único capaz de evitar el desastre del Bajío.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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Imagen: 

 – Izquierda: Carl Nebel. Vista de San Luis Potosi, 1829-1834.

 – Derecha: S/D. Felix Maria Calleja, siglo XIX

El fin de la batalla de El Ébano.

Esta población del este de San Luis Potosí se había convertido en decisiva para el destino de los bandos de la guerra de facciones, por un lado, los carrancistas se habían atrincherado en este pueblo petrolero cuyas condiciones físicas al localizarse en medio de un pantano la convirtieron en una fortaleza inexpugnable, del otro tenemos a los villistas dirigidos por Manuel Chao y Tomas Urbina quienes estaban presionados para lograr la meta de tomar Tampico. Los carrancistas se aseguraron de convertir a El Ébano en el bastión para evitar la entrada a la zona petrolera, además de abastecerla de un importante cuerpo de artillería, contaría con la dirección de la defensa a importantes generales como Jacinto B. Treviño, Manuel García Vigil, Pablo Gonzales y otros caudillos locales cuya experiencia en el combate contra los villistas ayudaron a mejorar las defensas, logrando superar con facilidad las oleadas villistas mandadas por Chao. Uno de sus ataques sería el perpetrado el 21 de marzo hacia la estación principal, aunque pudo ser rechazada con fuertes bajas para los carrancistas (aunque las fuentes no son claras u ocultan el hecho) al ser el blanco de los ataques los tanques de combustible.

Para los últimos días de marzo hasta el 2 de abril, los villistas de Chao se habían adaptado a la guerra de trincheras del sitio y lograron apoderarse del Cerro de La Pez, posición desde donde podían emplazar cañones para atacar el ala izquierda, mientras los carrancistas se habían fortalecido con la llegada de las tropas y la artillería de García Vigil desde Tampico. El 2 de abril seria fue un punto de inflexión por la llegada de Urbina al frente, quien ordena un ataque frontal de la caballería hacia la estación, aunque hay contradicciones con las declaraciones de Treviño al dejar constancia de que sus alambradas fueron cortadas (lo que indica el uso de infantería), pero las defensas carrancistas volvieron a rechazar a los villistas dejándoles cerca de 7,000 bajas entre muertos, heridos, prisioneros y fugados (de nuevo, no hay referencias de las bajas carrancistas). Los días posteriores, los villistas tendrían la iniciativa del sitio intentado acercarse a a la primera línea, pero esta vez serian repelidos tanto por los Batallones Rojos de la CROM como por los voluntarios tabasqueños del general Colorado.

Pasan los días sin que los villistas lograsen tener avances en El Ébano y su situación se empieza a ver más comprometida, por lo que para el 20 de abril Urbina se vio forzado a tener una conferencia telegráfica con Pancho Villa para buscar consejo, pero el Centauro del Norte también estaba enfrentando con duros reveses la campaña del Bajío y se estaba preparando para la batalla de Trinidad, por lo que solo le pudo aconsejar a su compadre el seguir intentando tomar El Ébano para irse sobre Tampico. Pero el 29 de abril, los villistas parecían tener un golpe de suerte al lograr hacer estallar uno de los depósitos de combustible incendiando las trincheras de los batallones rojos y las tropas del sureste, provocando un incendio de 3 días, pero esto no mermó la defensa de Treviño que como pudo lograría evitar que los villistas usasen la explosión a su favor y pudo rechazarlos con éxito construyendo una nueva línea de trinchera delante del incendio.

Tanto a Chao como a Urbina no les quedo más que seguir mandando incursiones para ver si lograban traspasar las trincheras, disminuyendo poco a poco la magnitud de los ataques ante una derrota inexorable, esto no evito que Treviño bajase la guardia ante la llegada de una nueva ofensiva, como sucedió el 5 de mayo al preparar las líneas del frente ante los rumores de un ataque de gran magnitud que nunca llego. El último ataque villista se daría el 12 de mayo donde lograron traspasar a las trincheras carrancistas, por lo que Treviño lanza la contraofensiva el día 15, pero para ese entonces los villistas iniciarían la lenta retirada para pasar al frente del Bajío en la decisiva batalla de Trinidad, trasladando cerca de 8,000 soldados mientras dejaban un batallón para intentar frenar el avance carrancista sobre San Luis Potosí.

Con el fracaso de la batalla de El ébano, los villistas dan por finalizada la campaña del noreste y con ello se olvidan de tomar Tampico, concentrándose en apoyar en lo posible a Villa en la campaña del Bajío, la única utilidad que obtuvieron fue la eliminación de las fuerzas del presidente convencionista Eulalio Gutiérrez de quien se tenía grandes dudas de su lealtad a la causa. Mientras los carrancistas habían logrado defender con éxito tanto a Tampico como a la zona petrolera, cuya industria estaba experimentando el auge de los combustibles derivado de la Primera Guerra Mundial, por lo que Treviño solo se limitó a defender El Ébano sin entrar en la persecución y exterminio de las tropas villistas. Los resultados de esta batalla serian una de las principales señales del inicio de la decadencia, además de ser la única muestra de una batalla de trincheras en la revolución, con ello toda la presión sobre el éxito del bando convencionista se concentraría en Villa en la campaña del Bajío, teniendo que enfrentar a las fuerzas del general Álvaro Obregón.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra.

Imagen: Anónimo. General Jacinto B. Treviño, San Luis Potosi, 1915.

Los preparativos de la batalla de El Ébano.

Al no haber logrado los villistas concretar el avance sobre el noreste hizo que la presión creciese sobre la Huasteca potosina, todo con tal de poder acceder a la zona petrolera y con ello a tomar el puerto de Tampico que estaba gozando de un periodo de esplendor gracias a los altos ingresos de la venta de petróleo, por lo que Venustiano Carranza no escatima en recursos para defender el dominio de la región. El punto que se había vuelto fundamental para conservar o perder la Huasteca era El Ébano, situado a 56 km de Tampico, se había convertido en un punto clave en el transporte de los hidrocarburos gracias al paso del ferrocarril, pero lo que la hacía relevante eran las condiciones defensivas del pueblo al localizarse en una meseta rodeada por tierras pantanosas dejadas por los ríos Panuco, Tamesí, la Laguna Marland y otros cuerpos de agua, resultando en una gran ventaja para los carrancistas quienes tenían en sus manos a un bastión infranqueable, mientras los villistas no les quedaba más que tomar el pueblo o rodearlo sorteando terrenos pantanosos o inundados con un clima cálido abrazador y condiciones insalubres.

Desde finales de 1914, los carrancistas habían visto en el Ébano sus cualidades defensivas y empiezan a realizar obras para asegurar las vías del ferrocarril, la estación y los pozos petroleros del cerro La Dicha, donde colocarían su artillería aprovechando su condición elevada, aunque desecharon otra posición elevada cercana como lo era el cerro El Pez a la cual consideraron innecesaria mantenerla armada. El primero en intentar tomar El Ébano fue el caudillo potosino Saturnino Cedillo, quien entre el 22 y 23 de noviembre hace su ataque con 400 hombres, pero fueron repelidos tanto por haber destruido las vías del tren como por haber recibido refuerzos los carrancistas con la llegada de las fuerzas de Andrés Saucedo quien pasaba por casualidad, por lo que a pesar de la derrota los cedillistas mantendrían su presencia en los alrededores hasta la entrada de los villistas en febrero de 1915.

Esquema moderno de la batalla de El Ébano.

Para esta tarea, Pancho Villa le encarga a su compadre Tomar Urbina tomar San Luis Potosí y de ahí pasarse a la Huasteca, dándole el apoyo de otros generales destacados como Manuel Chao, quienes, a pasar de contar con una gran experiencia militar desde los inicios de la revolución, existía una gran rivalidad entre ellos y no había forma en que ambos pudiesen conciliar sus diferencias. Del lado carrancista, quien estaba a cargo de la defensa de El Ébano era el general Jacinto B. Treviño, quien poseía bajo su mando entre 7,000 y 20,000 soldados, así como entre 18 y 21 piezas de artillería, mientras los villistas se estiman habían reunido una fuerza de 12,000 hombres. Para ese entonces, Treviño era uno de los militares de mayor experiencia al haber participado en la evacuación de las tropas de Pablo Gonzales del Bajío hasta la Huasteca y la defensa de las ciudades tamaulipecas, por lo que reúne una fuerza conformada por soldados provenientes del centro y norte fogueados en el campo de batalla, de voluntarios huastecos cuyo conocimiento de la región compensaba su inexperiencia en las armas, los batallones rojos de la CROM y un batallón de Tabasco comandado por Pedro C. Colorado. 

El armamento de ambos bandos era similar, pero los carrancistas poseían para su defensa de 7 ametralladoras y 12 cañones, de los cuales uno fue colocado en la refinería y 3 fueron colocados en la posición del cerro de La Dicha, esta posición es fundamental al encontrarse rodeado de terrenos pantanosos con una vegetación muy densa, donde se le suma que ahí se localizaban los principales pozos petroleros y por lo tanto la tierra estaba enchapopotada. El ferrocarril era otro de los puntos vitales a cuidar al ser la entrada a la población, dotándolo de 6 cañones para su protección y 2 de ellos sobre las plataformas del ferrocarril, además de contar con la Brigada Treviño que anularon la posibilidad de un ataque villista a base de vagones explosivos. Para evitar el ataque de la caballería villista que podría entrar por la vía de ferrocarril atravesando terreno llano, los carrancistas colocaron alambradas en doble línea y cavaron trincheras de trazos irregulares, conformando una línea defensiva de 5.5 km.

La batalla inicia durante el repliegue de las tropas carrancistas de Ciudad Valles para concentrarlas en Tampico, donde los villistas fueron acosándolos durante su retirada hasta toparse con El Ébano, desde donde los carrancistas se encapsulan, ni Urbina ni Chao estaban preparados para esta clase de enfrentamiento pensando en que podían llevar a cabo un ataque rápido, además que solo podían disponer de los recursos requisados en Valles, mientras los carrancistas tenían abasto directo y continuo desde Tampico, por lo cual no tuvieron la necesidad de ir a la ofensiva. Esta batalla es única en la revolución porque se llevó a cabo la “guerra de trincheras” a la manera de Europa, llegando a ser publicitada por los carrancistas como “El Verdún Mexicano” por lo que Chao tuvo que adaptarse al modo de batalla planteado por Treviño y empieza a construir sus propias trincheras esperando en cualquier momento romper la defensa carrancista, pero los problemas de mantener el abastecimiento desde Valles y la presión de Villa lo fuerza a ir a la ofensiva.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra.

Imagen: S/D. Croquis de las posiciones de la batalla de El Ébano. 

La entrada española en la Gran Chichimeca.

Con la conquista de México-Tenochtitlan en 1521 empieza a surgir el nuevo orden hispano, el cual tuvo como una de sus primeros impulsos la búsqueda de riquezas para los aventureros que se prestaron a conquistar nuevas tierras donde pudiesen encontrar yacimientos de metales preciosos, búsqueda que iba siendo impulsada por la tradición orfebre de los pueblos indígenas donde usaban el oro como aditamento para sus gobernantes, pero tampoco fue tanto como para colmar la ambición de los conquistadores. A partir de ese entonces, los soldados empiezan a emprender diferentes campañas de exploración y de conquista a lo largo de Mesoamérica, donde aprovecharon el prestigio adquirido de haber sometido a los mexicas como una seria advertencia para los demás pueblos de la conveniencia de aliarse con los recién llegados, siendo uno de los conquistadores más prolíficos Nuño de Guzmán quien se dirigió hacia el occidente hacia 1536 y conforma el reino de la Nueva Galicia, siendo la base para continuar la exploración rumbo al norte.

Pero esta joven entidad seria amenazada por las condiciones prexistentes, ya que, a diferencia de los reinos indígenas de México y Michoacán, en el occidente pervivían sociedades agrícolas de menores dimensiones y con la presencia de población seminómada conocidos genéricamente como “chichimecas”, quienes a su vez no estaban interesados en someterse a ningún poder centralizado como lo habían hecho con los purépechas. Dos problemas se llegaron a conjuntar, la expedición de Francisco de Coronado de 1540 a 1542 que partió rumbo al norte ante la posible existencia de las ricas ciudades de Cíbola y que se vieron desilusionados ante el encuentro de las sociedades agrícolas de Nuevo México y la proliferación de tribus nómadas beligerantes, pero la más peligrosa fue la Guerra del Mixtón de 1541 a 1542 donde se vieron obligados de cambiar hasta tres veces la sede de la capital Guadalajara ante los constantes ataques de los caxcanes. Se había trazado una línea donde indicaba que cualquier excursión sería inútil, al norte de Querétaro y de la sede final de Guadalajara no había nada por lo cual seguir adelante, ni reinos del mismo calibre que el mexica o los tan ansiados metales preciosos, por lo que la exploración continuaría de la mano de los ganaderos en busca de mejores pastos y los misioneros en su labor evangelista.

La única fórmula posible para poder asegurar la presencia española en el Occidente era mediante un sistema militarizado con la construcción de presidios para proteger los nacientes pueblos y a los indígenas que aceptaban su cristianización, en estos casos serían muy útiles los contingentes de aliados indígenas del centro de México como los tlaxcaltecas, otomíes, mexicas e incluso purépechas que estaban más fogueados en el tipo de guerra entablado por los chichimecas, siendo fundamentales para asegurar el avance en el Bajío más allá al norte del rio Lerma. Para encabezar las expediciones, el primer virrey Antonio de Mendoza impulsa el sistema de encomiendas para incentivar a los españoles a trasladarse al occidente, con esto se logra concretar la fundación de nuevos pueblos como paso con Hernán Pérez de Bocanegra y Córdoba con Apaseo y Acámbaro, Juan Infante con Comanja y Juan Jaramillo con San Miguel el Grande. Al tener el antecedente de la Guerra del Mixtón cercano, Mendoza llama a los encomenderos a tratar con benevolencia a las tribus para evitar una nueva rebelión e insertarlos en el modo de vida español, siendo de utilidad la introducción de la ganadería y la cría del gusano de seda en el Bajío para convencerlos de incorporarse, mientras seguían avanzando en la fundación de plazas fuertes como Pénjamo erigida por el encomendero Juan de Villaseñor con el apoyo de los purépechas.

Mientras los rancheros y encomenderos hacían las cosas a su manera, las ordenes mendicantes estaban haciendo lo propio y se aventuraban más allá, este fue el caso de los agustinos de Metztitlán, desde donde el acceso a la sierra les daba la oportunidad de entrar en ella con el apoyo de los otomíes, por lo que a finales de la década de los 40 fundan Xilitla en la zona pame. Por el Bajío, los franciscanos hacían lo propio tomando como base Acámbaro donde serian dirigidos por fray Juan se San Miguel, quien logra fundar una población indígena de purépechas, otomíes y guamares cerca de San Miguel el Grande, pero no se quedó ahí y siguió adentrándose en territorios considerados como peligrosos como el habitado por los guachichiles, fundando Xichú que le serviría de enlace para llegar hasta Rio Verde, conformando una estructura misional que abarcaba iglesias, hospitales, conventos y escuelas para adoctrinar a los niños, aunque muchas de ellas solo llegaron a jacales. Otro de los principales misioneros fue fray Andrés Olmos, quien sería el principal evangelizador de la Huasteca y consolidando como principales puestos de avanzada a Panuco y Valles.

El único frente que quedaba por controlar era por los rumbos de Acaponeta, donde los indígenas no bajaban su animadversión a la presencia española, por lo que los soldados españoles no paraban de buscar yacimientos de oro y plata encontrando algunas vetas por la sierra de Guadalajara, todo esto fue posible gracias a que los caxcanes estaban siendo incorporados con éxito al modelo hispano. Esto no frenaría por completo el estallido de rebeliones indígenas por la Nueva Galicia, pero estas eran rápidamente sofocadas por los conquistadores, todas estas actividades eran sabidas por el virrey gracias al cuerpo de funcionarios que incluían dos corregidores, un juez y los comisionados en Jilotepec e Ixmiquilpan quienes le daban noticias de lo que hacían los conquistadores. Las cosas parecían haberse estabilizado en la naciente Nueva Galicia, pero en 1546 llegarían noticias que cambiarían dramáticamente los intereses de los españoles por el lejano septentrión.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Philip W. Powell. La guerra chichimeca (1550-1600).

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Imagen: 

  • Izquierda: Códice Techialoyan de Cuajimalpa, siglo XVI. 
  • Derecha: El virrey Antonio de Mendoza enfrentándose a los chichimecas en el cañón de Juchipila, Lienzo de Tlaxcala, lam. 58.

El camino de los agricultores rumbo al Norte.

La agricultura mesoamericana tuvo su origen a lo largo de las sierras donde diferentes valles semidesérticos reunieron las condiciones adecuadas para poder alimentar a una gran población en intervalos de tiempos largos, esto dio pie a que fuesen experimentando a lo largo de generaciones por medio de la selección natural especímenes que daban un mayor volumen de alimento y poco a poco se fueron convirtiendo en pobladores sedentarios. Poco a poco, a través de las primigenias redes comerciales tribales se fueron esparciendo los conocimientos de la siembra del maíz, el frijol, la calabaza, el chile, entre otras especies que podían cultivarse sabiendo sus ciclos, adaptándose a diferentes ecosistemas y expandiendo el modo de vida aldeano junto con su modelo de organización social basado en jefaturas políticas vinculadas a la religión, llegando hasta la línea imaginaria del Trópico de Cáncer y sus amplias zonas de clima desértico. Por los vestigios encontrados, se han identificado dos tradiciones que expandieron la civilización mesoamericana, la primera conocida como la Tradición del Golfo vinculada posiblemente con el núcleo agrícola de la Sierra de Tamaulipas y que coloniza la zona subtropical de San Luis Potosí hasta llegar a la Sierra Madre, la otra es la Tradición Chupícuaro que se consolida en el Bajío y se sigue al noroeste.

Por la falta de investigaciones en la región, no se sabe si la tradición de la Sierra de Tamaulipas vinculada con hallazgos como la Cueva de la Perra se trata de un núcleo independiente al de Tehuacán o Tlacolula o si hasta allá fue de los primeros sitios a donde llegaron los agricultores, pero lo que si coincide es con los limites ecológicos señalados por el Trópico de Cáncer donde más arriba de aquella referencia empiezan a escasear las lluvias para dar lugar a ecosistemas áridos los cuales no pueden sostener la vida sedentaria. La topografía de San Luis Potosí nos marca tres regiones diferenciadas, la Huasteca en la parte baja de clima tropical, Rio Verde en la parte intermedia donde encontramos condiciones semiáridas, pero con cuerpos de agua suficientes para la agricultura, por último, tenemos el Gran Tunal con condiciones desérticas y donde ya no es posible tener grandes cultivos, región que comparte con Zacatecas y que fue el hogar de las tribus nómadas. Hacia el 500 a.C. vamos a encontrar las primeras aldeas agrícolas tanto en el centro-sur de Tamaulipas como en Rio Verde, teniendo como elemento articulador a la Huasteca que fue también un foco de influencia cultural, permitiendo el flujo de este pueblo continuase rumbo a la Sierra Gorda queretana y se formasen las poco estudiadas redes comerciales entre el Golfo y Occidente a través de los caminos de la sierra.

El éxito derivado de la expansión del modo de vida aldeano en Rio Verde dio pie a que la gran potencia mesoamericana fijase su atención en la región, Teotihuacan, por lo que vemos una mayor proliferación de la influencia huasteca de la mano con la teotihuacana como resultado de la gran actividad comercial entre los años 250 al 500 d.C. incluso se han encontrado en algunas ofrendas pipas tubulares del sureste de EU y podría indicarnos un posible contacto con la civilización del Mississippi. De los años 500 al 700 d.C. Rio Verde tendrá su etapa de mayor esplendor con la proliferación de centros ceremoniales con edificios religiosos circulares integrando en su trazado las canchas de juego de pelota, un elemento en común con las tradiciones culturales fronterizas como los guachimontones de Occidente o los sitios de la sierra de Sinaloa, siendo uno de los sitios más grandes San Rafael en San Luis Potosí. Pero uno de los sitios de importancia religiosa en la región vamos a tener al Lago de la Media Luna, un sitio muy importante para la arqueología subacuática donde se han encontrado importantes ofrendas por parte tanto de los pueblos de la tradición Rio Verde, de los grupos filiación huasteca e incluso de presencia de las tribus nómadas.

La Sierra Gorda tiene importantes atractivos que hicieron posible el asentamiento de grupos mesoamericanos, desde la diversidad de sus ecosistemas que van de bosques y selvas bajas alimentadas por sus numerosos ríos, la facilidad de su defensa otorgada por su complicada orografía y sobre todo los minerales como el cinabrio que fue un elemento importante para la parafernalia religiosa mesoamericana. La demanda por la adquisición del cinabrio por parte de las elites político-religiosas dio pie al nacimiento de la incipiente minería mesoamericana, que abre las primeras redes de yacimientos como los de la región del Soyatal donde encontramos tanto evidencias de mazos y mangos para cavar galerías de diferentes tamaños, esto hizo que los pueblos del centro de Veracruz se mantuviesen muy ligados con los pueblos de la Sierra Gorda como se manifiesta tanto con la presencia de la cerámica de Rio Verde como de los yugos y palmas de piedra del Clásico veracruzano relacionados con el juego de pelota. Los primeros fechamientos de la explotación de las minas nos dan desde los años 15 al 540 d.C., pero fue en el Clásico donde sedaría su periodo de esplendor cuando la actividad comercial minera hizo posible la construcción de ciudades-estado fortificadas en las cimas de los cerros para facilitar su protección.

Arqueológicamente, la región cultural de la Sierra Gorda se puede dividir en tres, la primera es llamada simplemente la “Sierra” y se caracteriza por la presencia de estas acrópolis en lugares de difícil acceso como el muy conocido binomio de Ranas y Toluquilla, Los Moctezumas, El Doctor, El Durazno, entre otros. Pegado a San Luis Potosí, tenemos una mayor influencia de Rio Verde dejando asentamientos dedicados a la explotación del tepetate, arcillas y la extracción de pigmentos como el almagre como Concá, Purísima, Arroyo Seco, El Carrizal, entre otros, por último tenemos una subárea de influencia huasteca donde vemos los patrones culturales básicos como vemos en sitios como Tancoyol, Tancamá, La Campana y Agua Zarca, siendo los dos primeros donde vemos el arraigo de sus nombres huastecos. Falta mucho trabajo por realizar en cuanto a la investigación de la región, de momento tenemos que esta influencia del Golfo llega hasta Xichú en la actual Guanajuato, por lo que no sabemos los alcances reales que tuvieron las regiones de Rio Verde y la Sierra Gorda en las relaciones geopolíticas de los estados huastecos e incluso no se descarta la influencia de metrópolis como El Tajín por la presencia de las palmas y yugos de piedra.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Beatriz Braniff. La colonización mesoamericana en la Gran Chichimeca. La tradición del Golfo y la tradición Chupícuaro-Tolteca, del libro La Gran Chichimeca. El lugar de las rocas secas.

Imagen:

La Huasteca en las primeras décadas del México independiente.

El contexto de crisis vivido en las últimas décadas del gobierno virreinal estaba reflejando la necesidad de llegar a acuerdos entre las elites regionales respetando sus respectivas prebendas, algo que no fue comprendido por la administración borbónica y propicia el estallido de la independencia. De ahí que con la independencia haya prevalecido el modelo federalista con el cual se permitía a cada entidad mantener cierto grado de autogobierno dentro de una entidad nacional, esto fue perpetuado por el incipiente modelo democrático que llega con la Constitución de Cádiz y donde solo se le dio el derecho al voto a ciertos grupos sociales como los criollos, aunque también trajo consigo la proliferación de unidades políticas menores como los ayuntamientos donde se podían atender mejor las necesidades regionales y que podían tener una mayor proyección con las diputaciones. Con el fin del imperio de Iturbide, las entidades que se quedaron dentro de México fueron muy importante la garantía de respeto de sus respectivos intereses con el pacto federal de 1824, pero dejando de lado elementos como la soberanía que recaía en la nación y muchas veces se acotaron su capacidad de toma de decisiones en favor de las autoridades del gobierno.

De entrada, la independencia trajo consigo cambios en las dinámicas regionales en cuanto a las rutas comerciales a seguir, esto lo vamos a apreciar en la Huasteca con el cambio de polo de Yahualica a Huejutla, población que demostró durante la guerra su importancia al ser un paso efectivo para dirigirse a Tampico y Tuxpan, puertos que apenas empezaban a despegar en cuanto a importancia y que tenían mayor cercanía con Pachuca, Tulancingo y Huauchinango, produciéndose un mayor acercamiento de la capital con el noreste. Los pueblos de la región se habían abocado tanto por la producción agrícola como por la ganadera, siendo esta la que mejores réditos dejaba gracias a la intensa actividad comercial que dejaba, lo que incluso llevo a diferentes conflictos con el orden establecido, desde la solicitud de Tuxpan por colocarse como puerto de altura frente a Veracruz al ser mucho más cercano a la capital o las disputas de las elites potosinas por controlar las rutas comerciales de Tancanhuitz y Rio Verde para pasar a Tampico.

Con este nuevo contexto, Huejutla se convertiría en el gran centro comercial por donde se podría pasar tanto a las poblaciones del actual estado de Hidalgo, San Luis Potosí, Tampico y el centro del país, esto fue aprovechado por la familia Andrade quien ya era la mayor productora de aguardiente en la región y cuyos excedentes llegaban a San Luis Potosí y Tampico, siendo uno de los mayores propietarios de tierras. Mientras en Tuxpan destacaba la familia Llorente, dedicados a la producción agrícola y ganadera con la que lograron acaparar el poder político del puerto, para completar el triángulo estaba la familia Jauregui de Ozuluama los cuales erales los mayores propietarios de tierras tanto en Panuco como en Tampico.  Gracias al poder económico alcanzado por estas tres familias en sus respectivos territorios hizo que amasaran un considerable capital político donde muchos de sus miembros alcanzaron importantes puestos en los gobiernos locales, permitiendo mantener sus relaciones clientelares con las comunidades.

El nuevo sistema democrático inicia a partir de 1813 en la Huasteca con la elección de las autoridades de los municipios, pero debido a la actividad insurgente en la zona esta solo se limitó a los grupos que respaldaban a la corona o a las comunidades en manos de los realistas, también trajo consigo un cambio en la división administrativa original basado en seis cabeceras regionales pasaron a dividirse en 21 ayuntamientos, siendo esta etapa con una mayor debilidad política con la pérdida de poder de las oligarquías locales con la división de su estructura. La región tiene una gran composición multiétnica donde se localizan tanto poblaciones indígenas como mestizas, aunque dentro de la conformación de los gobiernos locales se contaba con la presencia de representantes indígenas para velar por los intereses de las comunidades (siendo Huejutla el que más tenía), aunque en las cabeceras la mayoría de sus habitantes estaba compuesto por criollos e indígenas con un alto grado de aculturalización (los llamados ladinos) quienes tenían una mayor diversificación de actividades económicas, mientras los indígenas eran solamente “jornaleros”.

Otro problema que tuvo la región fue su división administrativa heredada desde la colonia, ya que estaba conformada por partes de los estados de México (Huejutla), Veracruz, Tamaulipas y San Luis Potosí, esto tendrían consecuencias en las diferentes leyes estatales que hicieron para el reconocimiento de las diferentes comunidades como municipios con sus respectivos ayuntamientos y que difería con lo estipulados por la Constitución de Cádiz donde dejo estipulado la creación de este por cada 1,000 habitantes. En el caso de las leyes mexiquenses estas tenían que tener 4,000 habitantes y que iba de acuerdo con la situación general del estado donde había pocas comunidades a lo largo de su territorio (en aquel entonces conformado por gran parte del estado de Guerrero, Morelos, Estado de México e Hidalgo), mientras en el caso veracruzano estas tenían que tener 2,000 habitantes, este sistema estaría en peligro con la llegada de los grupos conservadores de política centralista quienes serían los principales enemigos de los ayuntamientos y buscaban concentrar todo el poder en las capitales estatales y regionales.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Antonio Escobar Ohmstede. La conformación y luchas por el poder en las Huastecas, 1821-1853, de la revista Secuencia no.36       

Imagen: S/D. Vista de Huejutla.

La conformación de San Luis Potosí.

El avance rumbo al septentrión resultaría muy complicado para los españoles debido a la existencia de sociedades seminómadas que habitaban las regiones semidesérticas del centro, por lo que no respondían a los mismos métodos con que habían sometido o integrado a las ciudades-estado mesoamericanas. Hubo dos ramas por donde las expediciones españolas empiezan a penetrar hacia el norte, la del occidente donde entraron en guerra directa con los nómadas del Bajio y al oriente en la zona huasteca donde se había conformado la provincia del Panuco, caracterizado pro la brutalidad que tuvieron con el trato a los indígenas de la región por parte del conquistador Nuño de Guzmán. A la parte central entre ambas provincias se le conoció como “llanos de los chichimecas”, habitado por los guachichiles que se caracterizaban por su fiereza para combatir a los invasores y que impedían la conexión, por lo que mapas como el de Ortelius de 1579 la señalaba como el límite de la Nueva España.

Estos años estuvieron marcados por las guerras chichimecas donde los españoles trataron de consolidar su presencia desde Guanajuato hasta las minas de Zacatecas, siendo el resto del territorio siendo controlado por los presidios militares que defendían el camino de los ataques chichimecas, teniendo como punto nodal a Querétaro que a su vez era la conexión con la Huasteca, incentivando el avance hacia el oriente teniendo como motor la búsqueda de metales como la plata. El eje zacatecano estaba presidido por los establecimientos de Zacatecas, Fresnillo, San Martin, Nieves, Sombrerete, San Martin y Mazapil, desde 1549 habían encontrado el hacia el oriente el yacimiento de las Salinas Viejas de Santa María, donde mandaron a trabajar los yacimientos a los caxcanes de Nueva Galicia para mantener a raya a los guachichiles. Esto dio lugar a consolidar el avance con el descubrimiento del mineral de Salinas de Santa María del Peñón Blanco hacia 1561, siendo importantes su posesión para la extracción de mercurio de las salinas para implementar el novedoso método de procesamiento del oro y plata por medio del azogue, requiriendo con ello mano de obra y llevando a unos incipientes alianzas con los guachichiles.

Inicialmente, la corona emite una real cedula donde se les permiten a los guachichiles salineros la fundación de un pueblo propio, pero los malos tratos propinados por los españoles provocaron que junto con los zacatecos de rebelasen y se avocaran a asaltar los caminos y a destruir los asentamientos españoles como el de Charcas y Agua Hedionda, siendo el primero una pérdida importante al ser el primer yacimiento de plata y oro en el altiplano potosino. A pesar de su destrucción en 1573, el conocimiento de sus riquezas hizo que diez años después decidieran reasentarse a dos leguas del antiguo establecimiento (hoy conocido como Charcas Viejas), gracias al apoyo del gobierno virreinal es que se consolida la conexión con Zacatecas y dio lugar para la fundación de otras fundaciones como Venado, Guanamé, Las Cruces, Espíritu Santo, Real de Pinos y Ojuelos, siendo respaldado por la creación de una red de presidios para proteger los caminos construyéndose estos establecimientos desde 1570 hasta 1590 llegando a San Luis Potosí.

Las décadas donde los españoles intentaron someter la región usando el argumento de la “guerra justa” resultaba insuficiente comparado con el gran conocimiento de los guachichiles de su terreno ofreciéndole una gran ventaja, por lo que en 1585 el clero toma cartas en el asunto y en el Concilio Provincial Mexicano queda improcedente esta justificación para tratar con las tribus, empezando el proceso conocido como la “paz comprada” respaldada con el trabajo de los misioneros. Para esto fue fundamental la colonización por medio de los indígenas aliados incorporados al sistema colonial como lo eran los tlaxcaltecas, aunque en un inicio se mantuvieron reacios los señoríos tlaxcaltecas a mandar a sus súbditos debido a la inestabilidad de la zona, pero les dieron garantías tanto el virrey Luis de Velasco y el capitán mestizo Miguel Caldera. Con él a la cabeza, sale la caravana tlaxcalteca el 6 de junio de 1591, llegando al fuerte Cuisillo en las cercanías de Zacatecas de donde procedieron a su repartimiento hacia diferentes sitios, aunque tuvieron problemas en Teul donde fueron masacrados por los zacatecos y tepecanos y fueron reasentados los sobrevivientes en Chalchihuites.

A pesar de que se pensó que el modelo de “pueblo de indios” pudiese servir como transición para los chichimecas para pasar al modo de vida sedentario, los tlaxcaltecas mantuvieron una actitud elitista y se consideraban a sí mismos como indios conquistadores, manteniéndose reacios a entablar relaciones con los chichimecas. El principio de colonización consistió en la fundación del pueblo tlaxcalteca a un lado de la población guachichil, sirviendo de división las calles que delimitaban los barrios los cuales poseían sus respectivas iglesias, dando inicio al proceso de asimilamiento cultural tanto de los guachichiles como los tlaxcaltecas que, si bien no se extinguieron, su identidad quedo diluida por la hispana y facilitando el repartimiento de sus tierras entre los españoles y los tlaxcaltecas. Cuenta la historia que Miguel Caldera se encuentra a un indígena de pintado de amarillo metálico bajando de Cerro San Pedro, dando la pista para el hallazgo de los minerales de oro y plata, corriéndose la noticia para que tanto españoles, purépechas y mexicas llegaran a la región para aprovechar los minerales, dando pie a la fundación por parte de Caldera y Juan de Oñate a la población de San Luis de Mexquitic el 3 de noviembre de 1592 aprovechando la mina de Potosí, consolidándose el dominio de la región mediante un sistema dual entre españoles y tlaxcaltecas.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: José Antonio Rivera Villanueva. Transformación territorial de la frontera chichimeca, 1550-1591, del libro San Luis Potosí. La invención de un territorio. Siglos XVI-XIX.

Imagen:

  • Izquierda: Escudo fundacional de San Luis Potosi otorgado por el rey Felipe IV, 1656
  • Derecha: Mapa de San Miguel y San Felipe de los Chichimecas, 1580