La insurgencia potosina en los últimos años de la guerra.

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Desde 1811, con la captura de José Mariano Jiménez junto con el resto de la comitiva de Miguel Hidalgo, la insurgencia del noreste atravesó un periodo caracterizado por la fragmentación de la lucha en diferentes frentes: el texano, el tamaulipeco y el potosino. Estos frentes fueron combatidos por los militares realistas Félix María Calleja y Joaquín Arredondo, siendo uno de los escenarios más sangrientos debido a los esfuerzos realistas por acabar con las gavillas. 

Este periodo alcanzó su punto culminante durante 1814 y 1815 como consecuencia de la captura de José María Morelos, donde tanto la Huasteca como la Sierra Gorda fueron asoladas por una campaña de guerra total, en la cual los realistas se encargaron de perseguir y ejecutar a los insurgentes que cayeron en sus manos, llegando incluso a fusilar a cerca de 400 prisioneros. Con una insurgencia sometida y en continuo retroceso hacia el sur, la intendencia de San Luis Potosí estaba logrando ser pacificada gracias a la iniciativa del virrey Calleja con éxito. Sin embargo, con los ánimos rebeldes aún vivos, estos servirían de combustible para la llegada de un rebelde inesperado proveniente del otro lado del océano.

La restauración de la monarquía en manos de Fernando VII resultó ser una decepción al ver cómo acabaría con el gobierno liberal construido por el constituyente de Cádiz. Por lo tanto, muchos guerrilleros que lucharon contra la invasión francesa pasaron a enfrentarse al gobierno absolutista, como el caso de Xavier Mina, quien influenciado por el padre Servando Teresa de Mier fue convencido de combatir a Fernando VII desde la Nueva España.

Es así como comenzaron a organizarse desde Londres en 1816, apoyados por algunos políticos ingleses, para formar una expedición con soldados españoles, ingleses e italianos, desde donde partirían a Estados Unidos con la esperanza de reclutar más voluntarios y de conseguir tanto financiamiento como armas, pero continuamente fueron engañados y muchos de estos apoyos quedaron en promesas.

Fue así como llegaron a Soto la Marina en abril de 1817, estableciendo un fuerte y empezando a hacer propaganda con la imprenta que llevaron para impulsar a los novohispanos a unirse a su lucha. Lograron el apoyo de los habitantes de Croix y de Soto la Marina, dejando a Teresa de Mier en el fuerte mientras el resto de la expedición partía al interior, siendo atacados y derrotados por Arredondo dos semanas después.

A pesar de esta pérdida, Mina prosiguió su camino a través de la sierra tamaulipeca llegando a territorio potosino. En todo este tramo, fue reclutando voluntarios que se incorporaron a su comitiva, lo que les permitió llegar hasta Lagos con el fin de unirse a las fuerzas del caudillo Pedro Moreno.

Para ese entonces, los trabajos tanto de Calleja como de Arredondo dentro de la sociedad civil habían logrado inclinar la balanza a su favor por parte de las comunidades. Muchos rebeldes se habían levantado en armas debido a la posesión de la tierra como consecuencia de la secularización de las tierras comunales. Sin embargo, la falta de un liderazgo como el de Hidalgo hizo que estos movimientos pudieran ser sofocados por los realistas.

Ayudaría a esta tarea el reglamento de Calleja, donde fusiona las fuerzas civiles con las militares para combatir a la insurgencia. Con ello, las comunidades se hicieron responsables de su propia defensa y ayudó a arraigar los vínculos del ejército realista con el pueblo. Esta estrategia tendría sus frutos con la derrota de la expedición de Mina ya durante la administración del virrey Juan Ruiz de Apodaca.

Antes del estallido de la guerra, la intendencia potosina tuvo problemas para lograr su representatividad en el constituyente de Cádiz. Se eligió tanto al canónigo de Monterrey, Juan José de la Garza, como al terrateniente potosino Florencio Barragán. Sin embargo, el primero ni siquiera partió rumbo a España y el segundo murió antes de embarcarse. Por lo tanto, su única voz la tuvo en el representante de las Provincias Internas de Oriente, el cura Miguel Ramos Arizpe.

Como resultado de los trabajos legislativos, se autorizó el establecimiento de diputaciones provinciales independientes, siendo una de ellas la de San Luis Potosí, que permitiría a sus habitantes participar en la vida política instituyendo 33 ayuntamientos, aunque no lograron establecerse. Esto se debió a la campaña de Calleja que suspendió la ejecución de los mandatos liberales como consecuencia de la restauración absolutista de 1814.

Fue hasta 1820, con la entrada del Trienio Liberal, cuando se reinició el proceso de democratización de la sociedad. Se instaló hasta noviembre la diputación potosina, la cual también correspondía a la representación de Guanajuato. Sin embargo, hubo problemas al momento de implementarlo, como pasó con la representación de las Provincias Internas, que fue abolida por su comandante, el general Arredondo.

Por la diputación potosina, fue elegido el general realista Matias Martin de Aguirre, tocándole recibir a la propuesta autonomista de Iturbide en su estancia en Veracruz a principios de 1821, siendo responsable de exponer los problemas fronterizos con EU que trajo la implementación del Tratado Adams-Onis de 1819 y la conservación de las misiones indígenas. Asi finaliza la participación potosina dentro de la monarquia hispánica al sucitarse al poco tiempo la implementación del movimiento Trigarante de Iturbide, donde San Luis Potosi fue reducida al dividirse en varias provincias que conformaron el noreste mexicano en la primera mitad del siglo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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Imagen:

– Izquierda: Obra de Gomez. Francisco Xavier Mina, 1888. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/xavier-mina-en-londres-nido-de-conspiradores-y-patriotas-americanos-1815-1816

– Derecha: S/D. Mapa de las intendencias, incluyendo la de San Luis Potosi. Fuente: https://www.facebook.com/YoAmoSanLuisMx/photos/a.1260251077371284/3032149406848100/?type=3

El movimiento insurgente en las Provincias Internas de Oriente.

Gracias a los extensos años de gestiones y relaciones sociales establecidas por el brigadier Félix María Calleja, logró contener a los insurgentes a lo largo de la intendencia potosina y, sobre todo, aseguró que los criollos sirvieran como base social para la causa realista. Sin embargo, de manera inesperada, el convento del Carmen, que había designado como prisión para los rebeldes, se convirtió en el núcleo de conspiración de la región.

Calleja, confiado por el apoyo económico de la caja potosina y la de Querétaro, inició la campaña para combatir a la insurgencia, dejando solamente una compañía de infantería recién formada y una guardia indígena para mantener el orden en la ciudad. Esto llevó a que los frailes a cargo del convento, quienes apoyaban la insurgencia, realizaran su movimiento a través de fray Juan de Villerías. Convenció al capitán de lanceros de San Carlos, Joaquín Sevilla y Olmedo, de tomar la ciudad con el respaldo de los indígenas de Mexquitic en noviembre de 1810, integrándose el mariscal insurgente José Rafael Iriarte y Leyton.

El saqueo y las tropelías cometidas por los insurgentes durante su presencia llevaron a que los potosinos se comprometieran con los realistas. Sin embargo, tuvieron que esperar hasta que Leyton se retirara a Guanajuato para apoyar a Ignacio Allende y así restablecer el orden.

Con el objetivo de propagar la rebelión hacia las Provincias Internas de Oriente, Allende encomienda a José Mariano Jiménez la campaña hacia el noreste. Dado que Jiménez es originario de la ciudad de San Luis Potosí, cuenta con numerosas amistades y familiares que le facilitan información, proporcionan recursos y se unen a su lucha. Esto provoca que los españoles se retiren hacia Saltillo para evitar saqueos o secuestros por parte de los insurgentes. Sin embargo, la conducta ordenada y compasiva de Jiménez logra que muchas personas, incluidos soldados realistas de Coahuila, Nuevo León y Nuevo Santander, se unan a sus filas.

Con gran habilidad para dirigir la causa, Jiménez toma Charcas, Venado, Cedral, Matehuala y Real de Catorce en diciembre. En enero de 1811, llega a Saltillo, derrotando a los realistas en la batalla de Aguanueva y apoderándose de toda la provincia. Gracias a la correspondencia mantenida por Jiménez con el gobernador de Nuevo León, Manuel de Santa María, y el comandante de la compañía de Lampazos, Juan Ignacio Ramon, ambos se unen a la causa independentista. Esto deja a Durango y Nuevo Santander como los únicos frentes realistas.

Jiménez logra repeler la contraofensiva realista de Durango, que intenta recuperar Saltillo, y comienza la logística para controlar Monterrey y Texas con el apoyo del gobierno de Nuevo León. Captura al gobernador texano Manuel María de Salcedo, quien es arrestado y puesto en prisión en Monclova. Salcedo es reemplazado por el insurgente Juan Bautista de las Casas, quien integra a Texas a la causa insurgente. La campaña en el noreste resulta exitosa y a finales de enero de 1811, Jiménez entra en Monterrey.

Solo resta esperar la caída de las poblaciones de Nuevo Santander, que poco a poco se suman al movimiento insurgente. Esto obliga al gobernador Manuel Iturbe de Iraeta a refugiarse en Altamira. Sin embargo, la derrota de Miguel Hidalgo y Allende en la Batalla de Puente de Calderón el 17 de enero fuerza a Jiménez a cambiar sus planes. Ahora, la misión de los insurgentes de Jiménez es facilitar que Hidalgo y Allende lleguen a sus territorios para reorganizar el movimiento. Intentan llegar a Saltillo para dirigirse a Estados Unidos, pero aún existen gavillas realistas e insurgentes cooptados por ellos para traicionarlos.

La conspiración de Ignacio Elizondo se materializa, capturando a la comitiva de Hidalgo y Jiménez en Acatita del Baján el 21 de marzo. En este grupo se encuentran varios de los frailes potosinos involucrados en la conspiración.

Con la captura tanto de Hidalgo como de Jiménez, llegó el fin de los insurgentes en el noreste. Todos sus líderes, así como aquellos que se unieron a la causa y fueron apresados, fueron fusilados. Solo quedaba el lego juanino Luis Herrera, quien desde febrero había estado ejecutando a los españoles y hostigando a los criollos leales. Convertido en el objetivo de Calleja, fue perseguido desde Rioverde hasta Valle del Maíz, donde fue derrotado, capturado y fusilado en Villa de Aguayo (hoy Ciudad Victoria).

En cuanto a Nuevo Santander, el comandante Joaquín Arredondo lideró la contraofensiva. Enfrentó a fray Juan de Villerías, cuyas principales fuerzas provenían de los indígenas de Tula. Sin embargo, el acoso de Arredondo, a través de su subordinado Cayetano Quintero, cercó a Villerías en Matehuala y lo ejecutó en mayo. La única fuerza insurgente que persistió fue la de los hermanos José Bernardo y José Antonio Gutiérrez de Lara, originarios de Revilla, Nuevo Santander. Lograron mantener la insurgencia en Texas con el respaldo de filibusteros estadounidenses, mientras que el resto del territorio fue acosado por diversas gavillas insurgentes que fueron reprimidas con éxito por Arredondo.

Nuevo León fue asegurado con la recuperación de Monterrey y la ejecución del gobernador Santa María. La gobernación quedó a cargo de una junta encabezada por Blas José Gómez, hasta que el alcalde mayor de Monterrey, Fernando de Uribe, asumió la gobernatura. Sin embargo, los disturbios de las guerrillas insurgentes asolarían la intendencia hasta la llegada de Arredondo en 1814, ya con el cargo de comandante de las Provincias Internas de Oriente.

Solo quedaron como focos rebeldes en la región la Sierra Gorda y la Huasteca. En esta última, la guerra se tornó muy violenta debido a la presencia de las milicias realistas de Ciudad Valles, Aquismón y Tamazunchale, así como de otros pueblos que se mantuvieron leales. Mientras tanto, el núcleo insurgente se concentraba en Huejutla, y era común que se arrasaran pueblos enteros para combatirlos.

Una vez que Calleja asumió el cargo de virrey, sometió la intendencia de San Luis Potosí bajo la orden de fusilamiento de los insurgentes capturados. Para 1815, se tiene registro de 400 ejecuciones.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: María Isabel Monroy Castillo. La independencia en la intendencia de San Luis Potosí, del libro La Independencia en las provincias de México.

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Imagen:

 – Izquierda: Charles Frederic. Plaza de Armas de Monterrey, Nuevo Leon, 1847.

 – Derecha: S/D. Retrato de Mariano Jimenez.

La situación del septentrión a finales del siglo XVIII.

Para tratar de hacer frente al nuevo orden donde tenían a serios rivales encima, durante el reinado de Carlos III se dispone la creación de la división administrativa de la Comandancia General de las Provincias Internas del Norte, esta tendría autonomía con respecto al virrey de la Nueva España para poder atender las necesidades de las poblaciones fronterizas, tocándole la organización a Teodoro de Croix al ser nombrado comandante general en 1776, siendo un reto el tener que ver por las necesidades de un territorio que iba desde el Golfo de California hasta la zona de la Bahía en Texas. Esta separación de los territorios del norte no cayo nada bien al virrey Antonio María de Bucareli, con quien Croix mantuvo una relación ríspida por esta independencia y esto dificultaría el conocimiento de la situación de las poblaciones, por lo que al año siguiente Croix decide emprender una inspección por todo el septentrión para conocer la situación real de las misiones, presidios y demás establecimientos de la región. Como resultado de las expediciones realizadas de 1777 a 1783 se vio una situación nada alentadora por el contexto de guerra permanente con las tribus, donde las misiones estaban en pleno proceso de extinción tanto por los problemas para mantener a los indígenas, la falta de personal religioso y el desinterés por parte del gobierno.

La situación de los colonos estaba resultando mucho mejor, ya que a pesar de que había cesado la fundación de nuevas poblaciones, las ciudades y las villas existentes estaban empezando a tener una era de bonanza como producto de la explotación minera y la cría de ganado como caballos y mulas, además de que empezaba a despuntar el comercio como consecuencia del retiro de los franceses de la Luisiana, por lo que se levantan la barrera aduanal y empezaron a fluir las caravanas de carretas provenientes de la nueva provincia, aunque sus mercancías se estaban vendiendo a precios muy elevados, los colonos podían costearlos. Para 1783, acaba la administración de Croix aportando generosos datos sobre la situación del norte, siendo remplazado por quien fuera el primer gobernador de California Felipe de Nevé, quien por la organización de la fundación del sistema misional ya tenía una amplia experiencia del contexto, pero sería a él a quien le toca lidiar con los inicios de la presión de los estadounidenses quienes ya estaban teniendo presencia en las riberas del rio Mississippi para exigir el derecho de navegación. Fue por ello que era imprescindible empezar a poblar la frontera para impedir posibles disputas territoriales, el problema es que no había gente para habitarlos, ya que mientras el territorio de Coahuila pasaba por un periodo de crecimiento constante, la situación de Texas era preocupante al no lograr la reducción de los indígenas en las misiones y por la violencia de las tribus.

Los franciscanos encargados de velar por las misiones texanas tenían el problema de las limitantes para ser poblados, ya que a pesar de contar con los recursos suficientes para poder alojar a los indígenas en buenas condiciones, se impedía el asentamiento de rancheros y colonos, provocando con ello a depender de sus esfuerzos para congregar a los indígenas e impedir la entrada de los colonos quienes hubiesen logrado incrementar la población. Como los misioneros ocuparon las mejores tierras para su proyecto evangelizador, los rancheros novohispanos estaban obligados a establecerse en lugares muy alejados y poco favorables para el desarrollo económico, teniendo como consecuencia que las misiones no contasen con la protección de los rancheros ante los ataques indígenas, esto a la postre daría pie al nacimiento de la aspiración autonomista que sería aprovechada por los estadounidenses en el siglo XIX. El caso contrario ocurría en el sur en Coahuila y Tamaulipas, donde los religiosos fueron remplazados por los hacendados, donde a pesar de que acapararon grandes extensiones de tierras para su explotación, la demanda por trabajadores y peones acasillados hizo que empezaran a nacer pequeñas rancherías para alojarlos, donde ya una vez llegada la independencia hizo que se fueran constituyendo como pueblos en toda forma.

Esto lo veremos con el caso del marquesado de Aguayo que poseía la hacienda de San Juan y la de Patos, de ellas nacerían las villas de Cuatrociénegas, Moctezuma, Santa Anna y Patos (actual General Cepeda), así como las propiedades de la Compañía de Jesús en Parras la cual como consecuencia de su expulsión dio lugar a la villa de Santa María de Parras en 1767. El proyecto planteado por Teodoro de Croix con el apoyo del padre José Agustín de Morfi fue la de poblar la región de La Laguna mediante el desarrollo de la economía basada en la agricultura y con ello crear un puente para conectar la zona del Bolsón de Mapimí con Saltillo, pero esto ya no pudo ser por la muerte de Morfi en 1783 promoción de Croix como virrey del Perú al año siguiente. La situación de inestabilidad seria atendida por el siguiente virrey Bernardo de Gálvez, quien conocía la situación al haber sido antes el gobernador de la Luisiana, pero con el iniciaría el proceso donde se menoscaba el poder de las Provincias Internas para regresar bajo el redil virreinal al darle una nueva división que no funcionaria, pero empodera a los colonos como organizaciones autónomas y que conocían mejor el territorio permitiendo su autogestión.

Con la llegada en 1789 del virrey Juan Vicente de Güemes, segundo conde de Revillagigedo, se cambia la estrategia para la comandancia al segregar las Californias, Nuevo León y Nuevo Santander para su reincorporación al virreinato, quedando dentro de las Provincias Internas Sonora, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Coahuila y Texas con capital en Chihuahua. Para poder hacer frente al problema texano, el virrey Revillagigedo ordena la secularización de la misión de San Antonio Valero en 1793, las cuales estaban ocupadas por muy pocos indígenas quienes a veces trabajaban las tierras, beneficiando a los colonos de Béjar y San Fernando quienes las ocuparon, con ello se iniciaría el corto periodo de crecimiento poblacional del centro texano. Fue asi que el proyecto misional franciscano llega a su fin y con el tiempo se procede a la secularización del resto de las misiones, ya que por un lado los franciscanos ya no podían formar la cantidad de misioneros suficientes para poder atender a los indígenas y la feligresía podía ser atendida por el clero secular, pero aun así los franciscanos obstaculizaron la entrega de las misiones al argumentar que sus indígenas todavía no estaban preparados para entrar de lleno en la vida de la sociedad novohispana.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Luis Arnal Simón. Fundaciones del siglo XVIII en el noroeste novohispano, del libro Arquitectura y Urbanismo del Septentrión novohispano vol.1. Fundaciones del noreste en el siglo XVIII.

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Imagen: Theodore Gentilz. Agrimensores en Texas antes de la anexión a los EE. UU. 1845.

El sindicalismo frente a los petroleros.

La situación de crisis de la industria del petróleo a finales de la década de los 20 hizo imposible a las organizaciones sindicales lograr preservar los empleos de sus agremiados, ya que ante la continua baja de la compra de petróleo hacía que las empresas tuviesen que hacer los recortes necesarios para asegurar su sobrevivencia, por lo que los sindicatos solo se limitaron a intentan preservar a sus asociados lo más posible, bajando la plantilla de 50,000 trabajadores en 1920 a solo 15,000 en 1935 . La crisis petrolera duro hasta 1934, a partir de entonces las empresas volvieron a contratar a una gran cantidad de trabajadores eventuales para las labores de producción, pero los trabajadores que habían sobrevivido a la crisis gracias a los sindicatos se habían convertido en una suerte de “aristocracia petrolera” y se habían convertido en una clase privilegiada dentro de la industria, empezando a surgir resentimientos y hostilidad por parte de buena parte del resto de los trabajadores.

El panorama mexicano a su regreso al mercado petrolero ya no era el mismo, ya que esta vez contaba con la competencia cercana de Venezuela disputándole las importaciones, pero lograría sobreponerse gracias al alza de la demanda interna del petróleo que se vio fortalecida con el hallazgo de un nuevo campo petrolero en Poza Rica por parte de la compañía El Águila, llegando a abastecer el 40% de la demanda promoviendo con ello la construcción de la refinería de Azcapotzalco. Al nivel sindical, las cosas habían cambiado desde la muerte de Álvaro Obregón en 1928, ya que a partir de entonces empezaría la caída del poder de la CROM para dar a lugar al liderazgo de Vicente Lombardo Toledano, quien impulso el nacimiento de numerosas agrupaciones obreras campesinas y obreras con una base de izquierda. Estas nuevas circunstancias hicieron que se empezase a conformar una nueva base para ir acabando con el poder de veto del Jefe Máximo Plutarco Elías Calles, el poder en las sombras tras tres presidentes impuestos por el, siendo el general Abelardo Rodríguez quien en su presidencia empezaría a sembrar las condiciones para crear una base popular fuera del callismo y que sería aprovechada por su sucesor Lázaro Cárdenas.

Estas fueron las circunstancias con las que nacería el movimiento petrolero, el recuerdo de la crisis por el desplome de las ventas hizo que la nueva plantilla de trabajadores a través de sus organizaciones sindicales iniciase la lucha con la cual pudiesen asegurar los puestos de los agremiados sin importar las condiciones del mercado internacional, siendo Minatitlán el epicentro del inicio de las disputas obreras. Para ese entonces, los campos de Minatitlán habían entrado en decadencia debido a la baja de la extracción, los cuales estaban conformados por pequeños campos de baja importancia bajo la propiedad de El Águila, quien también poseía la terminal petrolera de Nanchital en Puerto México (Coatzacoalcos). Ante este panorama adverso, los sindicatos locales intentaron asegurar los puestos de trabajo de los petroleros de Minatitlán que se veían amenazados por la posibilidad de los despidos masivos, para ese entonces había sido un enclave de la CROM con la Unión de Obreros, pero tanto las autoridades locales como la compañía apoyarían el nacimiento de la disidencia en una pequeña organización de mecánicos de la refinería formando el Frente Único.

La rivalidad entre ambos sindicatos había complicado la negociación de los contratos obreros con El Águila, terminando por ser enrarecido por la intervención de las autoridades en apoyo al Frente Único e iniciando la persecución de los miembros de la Unión, dando las condiciones para que en 1933 la compañía empezase el periodo de despidos masivos de los cromistas asegurando los puestos de la disidencia, representando un abuso al ser ellos mayoría. Algo similar había ocurrido en el campo cercano de Agua Dulce donde El Águila seguía apoyando sindicatos a modo para que sirviesen para salvaguardar sus intereses y darle la preferencia de entrada a trabajadores libres que podrían despedir cuando no le conviniesen, perjudicando así el ámbito laboral al facilitar el despido de trabajadores experimentados para cambiarlos por nuevos, perjudicando la competitividad laboral al evitar su profesionalización para mantenerlo mediocre.

Estas circunstancia facilitaban las políticas raciales de El Águila, al evitar el mejoramiento de la mano de obra mexicana con los despidos con unos pocos años de experiencia justificaban los bajos salarios, por lo que daban las condiciones para que los trabajadores ingleses siempre estuviesen en mejores condiciones que los mexicanos, convirtiéndose en una demanda de la lucha obrera el forzar la integración de los trabajadores extranjeros en los sindicatos para asegurar la igualdad de condiciones. Hacia mayo de 1934 estalla la huelga de los petroleros del istmo por parte de los sindicatos cromistas, aunque antes del paro renunciaron los lideres a su filiación de la organización, exigiendo el fin de los sindicatos blancos, la celebración de un contrato colectivo de trabajo, prestaciones de ley, aumentos salariales, reducción de las horas de trabajo e indemnización por despido, demandas que fueron secundadas por los sindicatos de Tampico, siendo el preámbulo del fin del poder de Calles y el empoderamiento de Cárdenas.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Jonathan C. Brown. Los trabajadores y el capital foráneo en la industria petrolera mexicana, de la revista Secuencia no. 34.

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Imagen: S/D. Huelga petrolera, década de 1930.

El fin de la batalla de El Ébano.

Esta población del este de San Luis Potosí se había convertido en decisiva para el destino de los bandos de la guerra de facciones, por un lado, los carrancistas se habían atrincherado en este pueblo petrolero cuyas condiciones físicas al localizarse en medio de un pantano la convirtieron en una fortaleza inexpugnable, del otro tenemos a los villistas dirigidos por Manuel Chao y Tomas Urbina quienes estaban presionados para lograr la meta de tomar Tampico. Los carrancistas se aseguraron de convertir a El Ébano en el bastión para evitar la entrada a la zona petrolera, además de abastecerla de un importante cuerpo de artillería, contaría con la dirección de la defensa a importantes generales como Jacinto B. Treviño, Manuel García Vigil, Pablo Gonzales y otros caudillos locales cuya experiencia en el combate contra los villistas ayudaron a mejorar las defensas, logrando superar con facilidad las oleadas villistas mandadas por Chao. Uno de sus ataques sería el perpetrado el 21 de marzo hacia la estación principal, aunque pudo ser rechazada con fuertes bajas para los carrancistas (aunque las fuentes no son claras u ocultan el hecho) al ser el blanco de los ataques los tanques de combustible.

Para los últimos días de marzo hasta el 2 de abril, los villistas de Chao se habían adaptado a la guerra de trincheras del sitio y lograron apoderarse del Cerro de La Pez, posición desde donde podían emplazar cañones para atacar el ala izquierda, mientras los carrancistas se habían fortalecido con la llegada de las tropas y la artillería de García Vigil desde Tampico. El 2 de abril seria fue un punto de inflexión por la llegada de Urbina al frente, quien ordena un ataque frontal de la caballería hacia la estación, aunque hay contradicciones con las declaraciones de Treviño al dejar constancia de que sus alambradas fueron cortadas (lo que indica el uso de infantería), pero las defensas carrancistas volvieron a rechazar a los villistas dejándoles cerca de 7,000 bajas entre muertos, heridos, prisioneros y fugados (de nuevo, no hay referencias de las bajas carrancistas). Los días posteriores, los villistas tendrían la iniciativa del sitio intentado acercarse a a la primera línea, pero esta vez serian repelidos tanto por los Batallones Rojos de la CROM como por los voluntarios tabasqueños del general Colorado.

Pasan los días sin que los villistas lograsen tener avances en El Ébano y su situación se empieza a ver más comprometida, por lo que para el 20 de abril Urbina se vio forzado a tener una conferencia telegráfica con Pancho Villa para buscar consejo, pero el Centauro del Norte también estaba enfrentando con duros reveses la campaña del Bajío y se estaba preparando para la batalla de Trinidad, por lo que solo le pudo aconsejar a su compadre el seguir intentando tomar El Ébano para irse sobre Tampico. Pero el 29 de abril, los villistas parecían tener un golpe de suerte al lograr hacer estallar uno de los depósitos de combustible incendiando las trincheras de los batallones rojos y las tropas del sureste, provocando un incendio de 3 días, pero esto no mermó la defensa de Treviño que como pudo lograría evitar que los villistas usasen la explosión a su favor y pudo rechazarlos con éxito construyendo una nueva línea de trinchera delante del incendio.

Tanto a Chao como a Urbina no les quedo más que seguir mandando incursiones para ver si lograban traspasar las trincheras, disminuyendo poco a poco la magnitud de los ataques ante una derrota inexorable, esto no evito que Treviño bajase la guardia ante la llegada de una nueva ofensiva, como sucedió el 5 de mayo al preparar las líneas del frente ante los rumores de un ataque de gran magnitud que nunca llego. El último ataque villista se daría el 12 de mayo donde lograron traspasar a las trincheras carrancistas, por lo que Treviño lanza la contraofensiva el día 15, pero para ese entonces los villistas iniciarían la lenta retirada para pasar al frente del Bajío en la decisiva batalla de Trinidad, trasladando cerca de 8,000 soldados mientras dejaban un batallón para intentar frenar el avance carrancista sobre San Luis Potosí.

Con el fracaso de la batalla de El ébano, los villistas dan por finalizada la campaña del noreste y con ello se olvidan de tomar Tampico, concentrándose en apoyar en lo posible a Villa en la campaña del Bajío, la única utilidad que obtuvieron fue la eliminación de las fuerzas del presidente convencionista Eulalio Gutiérrez de quien se tenía grandes dudas de su lealtad a la causa. Mientras los carrancistas habían logrado defender con éxito tanto a Tampico como a la zona petrolera, cuya industria estaba experimentando el auge de los combustibles derivado de la Primera Guerra Mundial, por lo que Treviño solo se limitó a defender El Ébano sin entrar en la persecución y exterminio de las tropas villistas. Los resultados de esta batalla serian una de las principales señales del inicio de la decadencia, además de ser la única muestra de una batalla de trincheras en la revolución, con ello toda la presión sobre el éxito del bando convencionista se concentraría en Villa en la campaña del Bajío, teniendo que enfrentar a las fuerzas del general Álvaro Obregón.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra.

Imagen: Anónimo. General Jacinto B. Treviño, San Luis Potosi, 1915.

Los preparativos de la batalla de El Ébano.

Al no haber logrado los villistas concretar el avance sobre el noreste hizo que la presión creciese sobre la Huasteca potosina, todo con tal de poder acceder a la zona petrolera y con ello a tomar el puerto de Tampico que estaba gozando de un periodo de esplendor gracias a los altos ingresos de la venta de petróleo, por lo que Venustiano Carranza no escatima en recursos para defender el dominio de la región. El punto que se había vuelto fundamental para conservar o perder la Huasteca era El Ébano, situado a 56 km de Tampico, se había convertido en un punto clave en el transporte de los hidrocarburos gracias al paso del ferrocarril, pero lo que la hacía relevante eran las condiciones defensivas del pueblo al localizarse en una meseta rodeada por tierras pantanosas dejadas por los ríos Panuco, Tamesí, la Laguna Marland y otros cuerpos de agua, resultando en una gran ventaja para los carrancistas quienes tenían en sus manos a un bastión infranqueable, mientras los villistas no les quedaba más que tomar el pueblo o rodearlo sorteando terrenos pantanosos o inundados con un clima cálido abrazador y condiciones insalubres.

Desde finales de 1914, los carrancistas habían visto en el Ébano sus cualidades defensivas y empiezan a realizar obras para asegurar las vías del ferrocarril, la estación y los pozos petroleros del cerro La Dicha, donde colocarían su artillería aprovechando su condición elevada, aunque desecharon otra posición elevada cercana como lo era el cerro El Pez a la cual consideraron innecesaria mantenerla armada. El primero en intentar tomar El Ébano fue el caudillo potosino Saturnino Cedillo, quien entre el 22 y 23 de noviembre hace su ataque con 400 hombres, pero fueron repelidos tanto por haber destruido las vías del tren como por haber recibido refuerzos los carrancistas con la llegada de las fuerzas de Andrés Saucedo quien pasaba por casualidad, por lo que a pesar de la derrota los cedillistas mantendrían su presencia en los alrededores hasta la entrada de los villistas en febrero de 1915.

Esquema moderno de la batalla de El Ébano.

Para esta tarea, Pancho Villa le encarga a su compadre Tomar Urbina tomar San Luis Potosí y de ahí pasarse a la Huasteca, dándole el apoyo de otros generales destacados como Manuel Chao, quienes, a pasar de contar con una gran experiencia militar desde los inicios de la revolución, existía una gran rivalidad entre ellos y no había forma en que ambos pudiesen conciliar sus diferencias. Del lado carrancista, quien estaba a cargo de la defensa de El Ébano era el general Jacinto B. Treviño, quien poseía bajo su mando entre 7,000 y 20,000 soldados, así como entre 18 y 21 piezas de artillería, mientras los villistas se estiman habían reunido una fuerza de 12,000 hombres. Para ese entonces, Treviño era uno de los militares de mayor experiencia al haber participado en la evacuación de las tropas de Pablo Gonzales del Bajío hasta la Huasteca y la defensa de las ciudades tamaulipecas, por lo que reúne una fuerza conformada por soldados provenientes del centro y norte fogueados en el campo de batalla, de voluntarios huastecos cuyo conocimiento de la región compensaba su inexperiencia en las armas, los batallones rojos de la CROM y un batallón de Tabasco comandado por Pedro C. Colorado. 

El armamento de ambos bandos era similar, pero los carrancistas poseían para su defensa de 7 ametralladoras y 12 cañones, de los cuales uno fue colocado en la refinería y 3 fueron colocados en la posición del cerro de La Dicha, esta posición es fundamental al encontrarse rodeado de terrenos pantanosos con una vegetación muy densa, donde se le suma que ahí se localizaban los principales pozos petroleros y por lo tanto la tierra estaba enchapopotada. El ferrocarril era otro de los puntos vitales a cuidar al ser la entrada a la población, dotándolo de 6 cañones para su protección y 2 de ellos sobre las plataformas del ferrocarril, además de contar con la Brigada Treviño que anularon la posibilidad de un ataque villista a base de vagones explosivos. Para evitar el ataque de la caballería villista que podría entrar por la vía de ferrocarril atravesando terreno llano, los carrancistas colocaron alambradas en doble línea y cavaron trincheras de trazos irregulares, conformando una línea defensiva de 5.5 km.

La batalla inicia durante el repliegue de las tropas carrancistas de Ciudad Valles para concentrarlas en Tampico, donde los villistas fueron acosándolos durante su retirada hasta toparse con El Ébano, desde donde los carrancistas se encapsulan, ni Urbina ni Chao estaban preparados para esta clase de enfrentamiento pensando en que podían llevar a cabo un ataque rápido, además que solo podían disponer de los recursos requisados en Valles, mientras los carrancistas tenían abasto directo y continuo desde Tampico, por lo cual no tuvieron la necesidad de ir a la ofensiva. Esta batalla es única en la revolución porque se llevó a cabo la “guerra de trincheras” a la manera de Europa, llegando a ser publicitada por los carrancistas como “El Verdún Mexicano” por lo que Chao tuvo que adaptarse al modo de batalla planteado por Treviño y empieza a construir sus propias trincheras esperando en cualquier momento romper la defensa carrancista, pero los problemas de mantener el abastecimiento desde Valles y la presión de Villa lo fuerza a ir a la ofensiva.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra.

Imagen: S/D. Croquis de las posiciones de la batalla de El Ébano. 

El frente carrancista en el noreste tamaulipeco.

Las fuerzas villistas estaban pasando por altibajos en su campaña por hacerse del control de Tamaulipas y lograr apoderarse del puerto de Tampico, como se demostró en la fallida toma de Ciudad Victoria donde cayeron en los preparativos dejados por los carrancistas, por lo que a pesar de derrotas como las de Nuevo León, no habían alterado la estructura económica y defensiva que los mantenía en el estado. El eje del frente tamaulipeco recaía en el control de las tres principales aduanas: Tampico, Matamoros y Nuevo Laredo, de donde el continuo flujo comercial de los intercambios con EU les otorgaban los recursos suficientes a través de los cobros aduanales y con ello tenían lo necesario para mantenerse abastecidos de armamento y sostener al gobierno de Venustiano Carranza, por lo que era fundamental mantener el control de aquellas ciudades y representaba una fuerte barrera para las intenciones villistas.

Uno de los encargados de mantener bajo control de la zona fue Maclovio Herrera, antiguo aliado de Villa y que durante la escisión de la División del Norte del liderazgo de Carranza se decide por apoyarlo, teniendo bajo su mando las tropas de Coahuila, con las que pensaba realizar una incursión hacia la sierra chihuahuense, pero Villa se entera de esta maniobra y ordena al general Rosalio Hernández enfrentarlo en Cuatrociénegas, donde se daría la batalla en Sabinas el 2 de marzo que termina en derrota para Herrera, viéndose obligado a dejar Coahuila para internarse en Tamaulipas, pero deja a Luis Gutiérrez en el sur del estado y a Fernando Peraldi en la frontera a cargo de las guerrillas para enfrentar la ocupación villista. Herrera tuvo la orden para defender Nuevo Laredo de la incursión del villista Orestes Pereyra, dejando preparado el terreno sobre las vías del tren y pudo repelerlo el 13 de abril y llega a perseguirlo hasta Candela, pero ya no pudo rematarlo debido a que había recibido informes de la movilización de las tropas de Rosalio Hernández por la frontera coahuilense.

Maclovio Herrera regresa a Nuevo Laredo para reforzar la defensa ante el eventual ataque de Chalío, logrando repelerlo y con ello supuso el fin de la campaña villista, pero la confusión y la desinformación entre sus tropas hicieron que durante en una inspección de Herrera hacia un ferrocarril artillado que había salido sin avisar este le disparase junto a su comitiva al confundirlo con el enemigo y una bala le rompe la espina dorsal, muriendo el 18 de abril. La campaña de Nuevo Laredo ha sido muy difícil de estudiar debido a la presencia de testimonios que se contradicen entre sí y dejan grandes lagunas, como es el caso de las razones de Hernández y Pereyra para llevar a cabo el ataque por separado o las verdaderas circunstancias de la muerte de Maclovio Herrera. A pesar de la perdida de este general, el retiro de las tropas villistas rumbo a Piedras Negras fue el inicio de la contraofensiva carrancista en Coahuila como la recuperación de Monclova por parte del general Vicente Dávila, mientras la guerrilla de Peraldi toma Sabinas, las fuerzas villistas se retiran a Ojinaga.

Matamoros había quedado bajo la protección del general Emiliano P. Nafarrete, quien dos años antes había participado junto a Lucio Blanco en la toma de esta ciudad fronteriza, no había tenido complicación alguna hasta que sucede la caída de Ramos Arizpe, por lo que se aumentaba la presión para defender la aduana contando con una fuerza de 500 soldados, por lo que realiza las principales obras defensivas como la construcción de trincheras semicirculares, colocar nidos de ametralladoras y fortines, la colocación de alambradas y el uso de las marismas del rio Bravo como barreras defensivas, además de que contó con la llegada de apoyo del general Eugenio López procedente de Oaxaca y sus fuerzas de 300 juchitecos. Por parte de los villistas, el comisionado para la campaña de Matamoros fue el general José E. Rodríguez, dejándole el mando de una fuerza que va de los 2000 a los 1000 hombres, desafortunadamente no contamos con una fuente que nos dé certezas de los números reales del ejercito villista.

El ataque a Matamoros se da entre el 21 y el 22 de marzo, donde la defensa de Nafarrete logra repeler a las tropas villistas, al igual que en otros frentes, contamos con pocas referencias veraces de las acciones tanto de los carrancistas como de los constitucionalistas, de estas tenemos un testimonio que cuenta que el general Nafarrete ordena el día 23 la apertura de los diques del rio Bravo para prevenir un nuevo ataque por los llanos y dejarlas inundadas, otro nos indica que el día 28 tres columnas villistas intentan traspasar las trincheras y fueron recibidos por los nidos de ametralladoras. De cualquier forma, el intento por tomar Matamoros por parte de los villistas termina en fracaso y fueron forzados a regresar a Monterrey, donde las fuerzas del general Rodríguez tuvieron que hacer escala en Rosita en el camino de Matamoros a Reynosa, pero no contó que los carrancistas comandados por el general Idelfonso Vázquez lo estaban persiguiendo y le da alcance en este pueblo donde los enfrentamientos se dieron del 3 al 4 de abril y como pudo logra encaminarse rumbo a la capital regia. Según el testimonio de Manuel W. Gonzales, las bajas villistas en Matamoros fueron de 900 entre muertos y heridos, finalizando con ello el intento por hacerse del control de la frontera noreste y se empiezan a preparar para la que fuera la batalla decisiva de la revolución y sería considerada la batalla más sangrienta de la guerra, El Ébano.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra.

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  • Izquierda: Anónimo. Retrato del general Maclovio Herrera, 1915.
  • Derecha: S/D. General Emiliano P. Nafarrete. 

La fugaz victoria insurgente en Texas y la recuperación realista.

Todo indicaba que para 1813 el septentrión se podría convertir en un importante frente de los insurgente en su lucha contra los realistas, el caudillo Bernardo Gutiérrez de Lara contaba con el apoyo proporcionado por el gobierno estadounidense para alimentar sus fuerzas con filibusteros y sobre todo mantenerse abastecidos de armas, por lo que puso en jaque a los destacamentos realistas de Texas al conformar un cerco sobre San Antonio de Béjar y el haber tomado tanto el puerto de Matagorda como el pueblo fronterizo de Nacogdoches. Para finales de marzo, la situación de la capital texana se había vuelto muy comprometida al solo contar para su defensa las fuerzas del comandante Simón de la Herrera y con la presencia del gobernador Manuel María Salcedo y Quiroga, quienes no pudieron hacer mucho y fueron derrotados en la batalla de Arroyo de Salado, siendo capturados ambos y para evitar un baño de sangre en San Antonio deciden firmar la rendición, entrando las tropas insurgentes en la capital, pero esto no los salvo de morir ejecutados a pesar de haber accedido a las demandas de Gutiérrez de Lara.

La figura de Gutiérrez de Lara se podría considerar una de las más controversiales de los caudillos insurgentes, ya que su levantamiento representaría una de las primeras manifestaciones del imperialismo estadounidense y sus pretensiones por apoderarse del septentrión, ya que una vez en el poder de Texas, le dio entrada a los bandoleros estadounidenses que asolaron los pueblos y que representaría un reto para pacificar la provincia hasta 1820. Pero a pesar de haberse convertido en un instrumento del expansionismo estadounidense, Gutiérrez de Lara conforma la Junta insurgente de Béjar donde declara la independencia de Texas, pero declarando la “indisoluble unión” con la república mexicana, sumándose con ello a los esfuerzos que se estaban llevando a cabo por constituir un gobierno independiente por parte de los esfuerzos legislativos de José María Morelos para construir una nación de instituciones. En este intento por definir la vocación insurgente de Texas, Gutiérrez de Lara llega a los mismos términos concebidos por Morelos, como la declaración como religión oficial al catolicismo, incluso comparte la misma definición de la soberanía de Morelos al declarar que el pueblo era el principal depositario de esta y que poco importaba si Fernando VII estuviese cautivo o no.

Mientras del lado realista, Luis de Onís continuaba defendiendo la soberanía española en su posición como embajador en Washington negando cualquier clase de pago o liberación de ciudadanos estadounidenses capturados en territorio novohispano al ser parte del grupo de filibusteros, siendo respondido por la indiferencia del gobierno por detener o cerrar la frontera para que sigan pasando aventureros a engrosar las filas insurgentes. Para la caída de San Antonio, el brigadier Joaquín de Arredondo ya había sido ascendido con el mano de las Provincias Internas de Oriente y había terminado por sofocar las rebeliones insurgentes en Tamaulipas, por lo que ya podía dirigirse a enfrentarse a Gutiérrez de Lara estacionando sus tropas en Laredo, pero la organización de la contraofensiva estaba teniendo problemas por el estallido de rebeliones indígenas auspiciadas por los texanos en Camargo, llegando a llevar la distracción hasta Nuevo León amenazando con tomar Monterrey, teniendo que desviarse para destruir ese foco.

El retiro de Arredondo de Laredo trajo como consecuencia una nueva derrota realista en su intento por recuperar San Antonio, esta vez los insurgentes serian dirigidos por el coronel estadounidense Henry Perry el 19 de junio, quien había transformado a la costa texana en una zona porosa difícil de controlar para los españoles y permitía la entrada de contrabando o el apoyo de los insurgentes mexicanos a las correrías filibusteras (esto se vería después en 1816 con la llegada de la expedición de Javier Mina a Galveston y la integración a ella del propio Perry). Cuando se reincorpora Arredondo al mando de los realistas, encontró a sus tropas notoriamente desanimadas ante las constantes derrotas, por lo que tuvo que encargarse de reorganizar y reconstruir la moral de su ejército, además de que contaron con la ventaja de la desorganización del mando insurgente donde empezaron a disputar el liderazgo de Gutiérrez de Lara desterrándolo y poniendo al exdiputado de Cádiz José Álvarez de Toledo y Dubois, logrando con ello solventar la desventaja numérico al poseer los realistas 1800 soldados contra 3200 insurgentes derrotándolos en la batalla de Medina el 18 de agosto al sur de San Antonio.

Para evitar el resurgimiento de la insurgencia y alejar la amenazante presencia estadounidense, Arredondo llevaría a cabo un régimen represivo muy duro en toda la provincia de Texas acosando a cualquier persona de la que se sabía había prestado sus servicios a los insurgentes arrestándolos o mandando a confiscar sus propiedades, así como mantener una estricta vigilancia sobre los extranjeros que llegaban a pasar por la provincia, mientras en la memoria popular se iría difundiendo la imagen de Gutiérrez de Lara como un traidor al servicio de EU. Esta rebelión tiene como raíz el débil e ineficaz proceso de colonización española del septentrión, quienes al no tener una amenaza de consideración más que el de las tribus nómadas se habían creado poblaciones poco habitadas, pero capaces de defenderse de las rebeliones indígenas, pero con los cambios geopolíticos tan drásticos de finales de siglo XVIII y con el estallido de la crisis napoleónica con la invasión a España hizo que estos enormes territorios se convirtieran en una carga muy difícil de defender ante enemigos más organizados. Solo fue gracias al talento de Joaquín de Arredondo lo que evitó una posible anexión estadounidense de Texas, pero los problemas del imperio eran demasiado grandes y no había la atención para resolver de forma integral la cuestión fronteriza, limitándose al reconocimiento fronterizo del Tratado Adams-Onis donde ceden Florida en un intento de estabilizar la situación, esto no se llegaría a concretar debido a la independencia de México en 1821 y por lo tanto se heredera del problema fronterizo español haciéndose sentir muy pronto las consecuencias.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Juan Ramon de Andrés Martin. La reacción realista ante las conspiraciones insurgentes en la frontera de Texas (1809-1813), de la revista Secuencia no. 71.  

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Imagen: Bruce Marshall. El coronel Miguel Menchaca dirigiendo la division mexicano-estadounidense en la batalla de Medina en 1813.

Las condiciones laborales de los inicios de la industria petrolera.

Para finales del siglo XIX se empiezan los trabajos para aprovechar una materia prima que no había resultado muy productiva a lo largo de siglos, el petróleo, siendo México uno de los países que poseía yacimientos a flor de tierra a lo largo de los estados de la costa del Golfo como Veracruz y Tamaulipas, por lo que Porfirio Diaz da facilidades a las empresas extranjeras para establecerse en el país creándose una relación de beneficio con los terratenientes propietarios de la región quienes arrendaban sus tierras. Las primeras décadas fueron fundamentales para el despunte de la industria ante el crecimiento económico de EU y su necesidad para adquirir una mayor cantidad de combustible, por lo que las empresas explotan los yacimientos localizados en los alrededores de Tampico y Minatitlán, con esto México se había convertido en el segundo productor en el mundo por debajo del vecino del norte, pero esto fue suficiente para despuntar el desarrollo en la región dando trabajo a cerca de 50,000 personas.

Aun con el estallido de la revolución, la industria siguió produciendo hasta la primera crisis llegada en 1915 con el acercamiento de la revolución a la región y el incremento de la demanda como consecuencia del estallido de la Primera Guerra Mundial, provocando que el modo de vida de los trabajadores se encareciera y provocase una primera exigencia para elevar los salarios, provocando con ello la conformación de los primeros sindicatos que tuvieron el respaldo del constituyente de 1917 al reconocer sus derechos fundamentales. La finalidad de los trabajadores era la de conformar acuerdos con las empresas para mejorar sus condiciones de vida, por lo que estaban a favor de la permanencia del capital privado extranjero en la industria, de ahí que se hayan negado a participar en el conflicto revolucionario, pero para 1919 la demanda del mercado empieza a bajar como consecuencia del fin de la PGM y por lo tanto ya no había motivo para sustentar las exigencias. Esto provoca una crisis inversa, con la baja del mercado petrolero mundial con el descubrimiento de nuevos yacimientos petroleros provocaría una sobreproducción que bajaría los precios, además que hubo una filtración masiva de agua salada en los yacimientos, por lo que las empresas se vieron obligadas a realizar despidos masivos para 1921.

Para ese entonces, la explotación petrolera estaba monopolizada por dos empresas extranjeras, la Compañía el Águila fundada por el inglés Weetman Pearson y que a raíz del cambio de propiedad de los recursos del subsuelo en la constitución la vende a la empresa anglo-holandesa Real Dutch Shell, poseyendo para ese entonces el 60% del negocio, eran seguidos por la estadounidense Standard Oil mediante la filial Huasteca Petroleum Company, la paraestatal Petromex y otras pequeñas compañías. Esto dificultaba la organización de los trabajadores en sindicatos, sumado al despido masivo de trabajadores hizo que en esas décadas se congregaran en agrupaciones obreras autónomas luchando cada una por su lado, como ocurrió con los trabajadores de la refinería El Águila en Tampico en 1923 donde se fueron a la huelga y lograron que la compañía les elaborasen los primeros contratos colectivos en el país, teniendo garantizadas alzas salariales, la jornada laboral de 8 horas y al pago de indemnización por despido. La organización de los trabajadores era una complicación por la lucha de los liderazgos de poder y había un gran resentimiento hacia los trabajadores extranjeros como los estadounidenses, quienes solían fungir como supervisores y solían tener salarios muy altos con respecto a los mexicanos.

El naciente proceso de centralización de la lucha obrera también pasa por dificultades para congregar a los trabajadores petroleros, la CROM solo pudo incorporar al sindicato de la refinería de Minatitlán cuando hacen una huelga a El Águila para que elevaran sus salarios en 1929, pero el sindicato de Tampico pudo defenderse de los intentos unirse a la organización nacional manteniendo su independencia. Muchas veces lo que salía perjudicando la lucha obrera eran las rivalidades internas de los sindicatos llegando a sabotearse o a pactar con la empresa para acabar con sus adversarios, un caso de estos sucedió en la huelga en la Huasteca Petroleum en 1925 donde habían logrado la formación de su propio sindicato, pero un bando provoca que se volviera a convocar a huelga para hacer que despidieran a los liderazgos contrarios, provocando con ello la indignación de los trabajadores y una llamada de atención del gobierno, por lo que el sindicato se deshace y muchos de ellos ya no fueron recontratados.

Para finales de la década de los veinte la industria vuelve a entrar en crisis por los efectos de la Gran Depresión, provocando la caída de la demanda del petróleo y se obliga a disminuir la producción, creciendo con ello los resentimientos en contra de los supervisores extranjeros al verse obligadas las empresas a realizar recortes salariales de entre el 10 y el 15%. Muchas de las pequeñas compañías fueron cerradas ante los bajos precios del mercado, también la Huasteca Petroleum fue traspasada a la Jersey Estándar y después absorbe a la Penn Mex Fuel Co., provocando un reajuste para sus trabajadores con la baja temporal del 15% de la plantilla laboral, el 10% trabajaría un día menos y el 25% de los trabajadores mejor pagados reducirían su salario por un 10%. Debido a la situación crítica en la industria, los sindicatos se vieron obligados a aceptar los recortes, por lo que tuvieron que cambiar el objetivo de la lucha de exigir el incremento de salarios al de preservar los puestos laborales, pero esto no evito que el número de trabajadores bajase de 50,000 que había para 1920 a solo 15,000 en 1935, por lo que esta minoría que había logrado conservar sus empleos se convirtieron en una clase privilegiada frente a los trabajadores eventuales que iban regresando cuando se iba aumentando la producción.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Jonathan C. Brown. Los trabajadores y el capital foráneo en la industria petrolera mexicana, de la revista Secuencia no. 34

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Imagen: Anónimo. Cuadrilla de perforadores petroleros, c/a. 1910. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/para-entender-la-expropiacion-petrolera

El avance villista hacia Monterrey.

Después del fracaso de mantener La Laguna bajo el control carrancista, todo parecía indicar que Felipe Ángeles lograría derrotar a Antonio I. Villarreal y alcanzaría el objetivo de tomar Monterrey, sobre todo por la forma en que se retira sin detenerse de la capital regia para refugiarse en Nuevo Laredo, mientras el gobernador de Coahuila, Jesús Acuña, con los generales Vicente Dávila y Rafael Maldonado hacen lo mismo al retirarse rumbo a Piedras Negras. Desde Veracruz, Carranza le ordena al general Pablo Gonzales realizar una investigación sobre la responsabilidad de la derrota culpando a su primo Villarreal, provocando que este se indignara y cruzase la frontera, quedando bajo el mando de las tropas de Coahuila y Nuevo León a Maclovio Herrera, quien trata de defender a Villareal, pero no evita la cacería de brujas desatada entre los mandos constitucionalistas. Para cuando sucede la derrota en Ramos Arizpe, Pablo Gonzales se encontraba inspeccionando el territorio de la Huasteca para armar la defensa, por lo que intentaría reformar a las tropas carrancistas ante el retiro de Villarreal.

Ante esta situación, Felipe Ángeles entra en Monterrey para el 14 de enero de 1915 sin presentar batalla, pero lo que no esperaba era que el plan carrancista no era de defensa, sino la de convertir la ciudad en una trampa, ya que 12 días después las tropas carrancistas empiezan a tomar las poblaciones aledañas e inician el asedio a la capital. Para ello, contaron tanto con el liderazgo de Pablo Gonzales, Francisco Cosió Robelo, el regreso de Villarreal y la participación de otros generales quienes establecieron el cuartel general de Gonzales en Cadereyta, iniciando el ataque el 6 de febrero y dejando a Ángeles en una situación desesperada. Fue por ello que el 19 de febrero se vio obligado a solicitar el apoyo de Pancho Villa, quien para entonces se encontraba en Tuxpan, Jalisco, poco tiempo después de su victoria en la Cuesta de Sayula, viéndose obligado a suspender la campaña del Occidente para ir a socorrerlo con una fuerza de 4,000 hombres, pero la organización de la defensa ante un posible ataque carrancista desde Colima y al atender asuntos en Guadalajara hizo que Villa tardase en salir hasta el 6 de marzo.

Según los testimonios, la llegada de Villa a Monterrey estuvo marcada por una serie de regaños propinados al general Ángeles por haber comprometido su posición, mientras los carrancistas deciden replegarse hacia posiciones donde les aseguraran una ruta de escape, empezando la contraofensiva villista el 13 de marzo, aunque sin lograr capturar a ninguno de los mandos constitucionalistas, quienes se replegaron rumbo a Tamaulipas. Una vez liberado Monterrey y sus alrededores, Villa organiza la ofensiva dividiendo sus fuerzas para alcanzar tres objetivos, comisionando a Orestes Pereyra avanzar rumbo a Nuevo Laredo, a José Rodríguez a ir por Matamoros, a Máximo García para tomar Ciudad Victoria en colaboración de Alberto Carrera Torres y a Manuel Chao con el encargo de tomar Tampico. Una vez organizado el frente del noreste y de haber colectado fondos de los industriales regiomontanos, Villa deja Monterrey de nuevo bajo el cargo de Felipe Ángeles para dirigirse de nuevo al Bajío para enfrentarse a Álvaro Obregón.

El principal objetivo para el éxito de la campaña era la toma de Ciudad Victoria, ya que teniendo a la capital tamaulipeca resultaría fácil el camino hacia Tampico, el problema eran las fricciones de Máximo García y Carrera Torres ya que el ultimo mantenía cierta lealtad hacia el presidente convencionista Eulalio Gutiérrez, pero cuando Ángeles entra en Monterrey, Carrera Torres se puso completamente a sus órdenes. Los carrancistas tenían la ventaja de tener el puerto de Tampico a su disposición, con ello tenían la puerta abierta para ingresar las tropas necesarias para mantener el frente, siendo fundamental la llegada de los batallones rojos quienes empezaron a tomar lugares en El Ébano donde los bandos se preparaban para la que sería la batalla más violenta de la revolución. Uno de los lideres de los batallones rojos, José Carrillo, fue fundamental para mantener libre el camino de Ciudad Victoria a Tampico, combatiendo contra los grupos rebeldes como los hermanos Cedillo quienes pretendían deteriorar la presencia de los carrancistas para ayudar a los villistas.

Hacia el 10 de abril, Máximo García y otros caudillos villistas inician su incursión al centro tamaulipeco para tomar Ciudad Victoria bajo el cuidado de Luis Caballero, quien junto a sus demás mandos decide organizar el retiro hacia Padilla evacuando la capital el 18 para que los villistas entren el 20. Pero de nuevo los carrancistas vuelven a realizar la misma táctica que en Monterrey y ponen a Ciudad Victoria bajo asedio y se une a la campaña Jacinto B. Treviño, empezando a atacar las diferentes posiciones tanto de los villistas como de los cedillistas a lo largo de mayo debilitando sus posiciones. Para finales de mes, tanto Máximo García, Carrera Torres y los demás mandos villistas fueron forzados a ir evacuando el centro de Tamaulipas para regresar a Monterrey, desvaneciéndose la opción de tomar la ruta sencilla para lograr el objetivo de la toma de Tampico y la zona petrolera, por lo que aumenta la presión sobre los resultados de la Batalla de El Ébano que ese estaba llevando a cabo.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra. 

Imagen: 

  • Izquierda. Anónimo. Villistas entrando a Monterrey, 1915.
  • Derecha: Anónimo. Jacinto B. Treviño, 1914.