Resistencias internas y externas en el gobierno de Adolfo de la Huerta.

A pesar de haber logrado gestionar la colocación de gobernadores en los estados afines al proyecto revolucionario y de haber desactivado a los grupos disidentes al integrarlos al sistema o enviarlos a la vida privada, De la Huerta tuvo que enfrentar algunas crisis políticas. Entre ellas se incluye el reconocimiento de la gobernatura de Miguel Álvarez en Colima, así como la revocación de Antonio Nava como gobernador de Veracruz para ser reemplazado por Gabriel Garzón Coss.

Sin embargo, los problemas más graves se presentaron en los casos de Yucatán y Michoacán. En el primero, la tensión se centraba en la baja de los precios del henequén, lo que provocaría serias crisis internas que se reflejaron en la lucha electoral. En esta, los socialistas, liderados por el general Alejandro Monge, tomaron el poder y la mayoría del Congreso estatal.

En el caso michoacano, surgieron resistencias ante la designación de Francisco J. Múgica como gobernador debido a su talante radical. Se conformó una oposición liderada por el ingeniero Porfirio García de León y respaldada por el caudillo Pascual Ortiz Rubio. Estos líderes estaban venciendo a los mugiquistas, y el Senado tuvo que declarar la desaparición de poderes para asegurar la ascensión de Múgica.

Uno de los compromisos que debió atender lo más pronto posible y que fue un pilar en el Plan de Agua Prieta estuvo relacionado con el reparto agrario. Este aspecto ya había tenido éxito durante el mandato de Plutarco Elías Calles como gobernador de Sonora, y De la Huerta continuó esta labor, logrando apaciguar a los grupos revolucionarios. Le tocó abordar la expropiación de la Hacienda de Canutillo para entregársela a Pancho Villa y sus Dorados, así como la formación de las colonias cedillistas en San Luis Potosí y el reparto a las comunidades zapatistas en Morelos.

En cuanto al sector obrero, también se le prestó atención mediante la asignación de posiciones de poder para sus líderes, como fue el caso de Luis N. Morones, a quien nombró jefe de los Establecimientos Fabriles Militares. Otros líderes también recibieron responsabilidades directivas. Lo que se garantizó a los trabajadores fue el ejercicio del derecho a la huelga sin temor a represalias, como ocurrió con los acereros y ferrocarrileros de Monterrey, donde el gobernador se vio obligado a participar en mesas de negociación. Esta situación generó el descontento de los sectores conservadores, quienes se sintieron amenazados por las constantes huelgas. A pesar de ello, muchas de estas huelgas lograron resolverse rápidamente mediante acuerdos para cumplir con sus peticiones.

De los grandes desafíos que tuvo que enfrentar, uno de los más significativos fue la cuestión económica, ya que recibió al país en plena crisis provocada por los efectos de la revolución. La mayoría de los sectores productivos se encontraban en bancarrota, con la excepción del sector petrolero, que fue el único capaz de generar ingresos para el país y contribuir a cierta estabilidad. Además, el país se encontraba en una situación poblacional delicada, con una disminución de aproximadamente un millón de habitantes debido a factores como muertes, migración y otros, lo que complicaba la tarea de restablecer la economía de manera fácil.

Es importante señalar que esta situación se convirtió en una oportunidad para las empresas extranjeras, que vieron la posibilidad de invertir en sectores como el petrolero, la minería y otros rubros. La banca también sufría las secuelas de la guerra, agravadas por el gobierno de Carranza, cuyo secretario de Hacienda, Luis Cabrera, incautó las reservas en metálico de los bancos para crear una moneda y emitió los «bonos Cabrera» por un valor de 15 millones de pesos. Durante la huida de Carranza en ferrocarril, una parte de estos bonos se perdió y solo se lograron recuperar 8 millones.

La cuestión internacional fue una de las más importantes que se tuvo que resolver, especialmente con Estados Unidos, donde sus ciudadanos se sintieron amenazados en sus bienes e inversiones debido a las leyes de la Constitución de 1917. Como resultado, y a cambio de reconocer al nuevo gobierno (considerado golpista por la muerte de Carranza), De la Huerta se comprometió a respetar los intereses estadounidenses, eximiéndolos de la aplicación de las nuevas leyes constitucionales.

Sin embargo, las negociaciones se rompieron cuando Washington también exigió garantías de pago por las indemnizaciones de las pérdidas al patrimonio de sus ciudadanos debido a la guerra, así como la protección de sus vidas. Estos eran compromisos que el estado mexicano no tenía la capacidad de cumplir, lo que impidió continuar con la normalización de las relaciones. Esto generó tensiones con los inversionistas petroleros, quienes, además de reclamar la retroactividad de artículos como el 27 para no comprometer sus ganancias, disputaron las concesiones otorgadas por el gobierno en relación con los terrenos limítrofes a sus campos petroleros.

Un caso aparte fue el reconocimiento diplomático por parte de otras potencias, con la aceptación de Francia, España e Italia, mientras que Gran Bretaña adoptó una postura escéptica y decidió esperar a que se realizaran nuevas elecciones antes de tomar una decisión al respecto. Esta precaución se debió a la observación de los pasos que tomaría Estados Unidos, buscando conformar un frente unido junto con Alemania e incluso Francia para abordar la cuestión petrolera y minera.

De esta manera, el gobierno de De la Huerta logró resistir las presiones estadounidenses y evitó comprometer al gobierno a una posición de debilidad. Dejó la decisión en manos del próximo presidente, quien sería elegido en los comicios de septiembre de 1920. En estas elecciones, Álvaro Obregón ganó con 1,131,751 votos, derrotando a su rival carrancista Alfredo Robles Domínguez, que obtuvo 41,441 votos, y al eterno candidato Nicolás Zúñiga, quien solo recibió 2,356 votos. Con esto, se consolidó el régimen revolucionario gracias a los esfuerzos de pacificación de Adolfo de la Huerta, estableciendo al Grupo Sonora como el grupo político que controlaría el país hasta 1935.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Castro Martínez. Adolfo de la Huerta y la Revolución mexicana.

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Imagen: S/D. Adolfo de la Huerta con empresarios estadounidenses despues de la firma del convenio petrolero, 3 de septiembre de 1921.

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