Los grupos otomíes en México.

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Una de las familias lingüísticas con una amplia presencia en la zona mesoamericana ha sido la otomangue, que incluye grupos como los zapotecas, mixtecas, chiapanecas, los mangue de Centroamérica y los otomíes, quienes ocupan una distribución en el centro-occidente de México y conforman cuatro grupos muy relacionados. A lo largo de la historia, los pueblos otomianos fueron menospreciados por pueblos dominantes, como los nahuas, quienes los tacharon de «salvajes» o «montañeses». Esta carga negativa fue seguida por los españoles, lo que provocó que su historia fuera olvidada y contada principalmente por fuentes religiosas o los propios caciques.

Dentro de la familia otomiana, podemos dividirla en dos grupos: aquellos que mantuvieron el modo de vida nómada y seminómada de Aridoamérica, como los chichimeca-jonaz de Guanajuato y los pames; y aquellos que tienen sus raíces en la tradición mesoamericana, como los otomíes, mazahuas, matlatzincas y ocuiltecas. Los otomíes son el grupo de mayor distribución, con marcadas diferencias regionales.

Debido a la falta de fuentes, el pasado mesoamericano otomí ha sido relegado por parte de los investigadores. Es común encontrar argumentos que atribuyen a este grupo el papel de grupo primigenio en el Centro de México o el de migrantes llegados durante el colapso teotihuacano. En todos estos enfoques, es evidente la carencia de trabajos que permitan comprender su participación en los desarrollos de la cultura preclásica, teotihuacana o tolteca.

Un aspecto fundamental para comprender su alcance es el estudio de los señoríos en el Valle de Toluca, especialmente en el noroccidente de la Cuenca de México. Se centra en Azcapotzalco, habitado por los tepanecas de filiación otomí, que fueron el reino principal desde Teotihuacan, durante el periodo tolteca y hasta su caída en manos de los mexicas. Fuera de estos dos casos (incluyendo el de Xilotepec y su papel en la conquista del Querétaro colonial), el resto de los pueblos otomianos carecen de las fuentes necesarias para trazar su historia antes de la llegada de la conquista, salvo por algunas referencias. Por lo tanto, es necesario recurrir a investigaciones arqueológicas y etnográficas en esas regiones para obtener más información.

El corazón de los grupos otomíes podría considerarse el Valle de Toluca, donde predominan los matlatzincas y mazahuas, seguidos por algunos pueblos otomíes y los ocuiltecas de Ocuilan y el sur del valle. Hacia el noroccidente se localiza el señorío de Xilotepec, de clara filiación otomí, descendiendo hacia Chiapan, donde convivían con comunidades nahuas, para llegar a la Sierra de las Cruces o Quauhtlalpan. Desde allí, bajaban hacia la Cuenca de México, pasando por Tlacopan, Azcapotzalco, Naucalpan y la zona serrana del occidente, como Cuajimalpa, para continuar hacia Coyoacán, conviviendo con pueblos nahuas y matlatzincas. Se tiene conocimiento de poblados otomíes hasta Xochimilco. Al norte de la cuenca, la presencia otomí sigue por Cuautitlán, Zumpango, Tizayuca, internándose hacia el actual estado de Hidalgo, donde tienen su segundo núcleo cultural: Meztitlan, un señorío que logró mantener su independencia frente a los mexicas.

A partir de Hidalgo, las comunidades otomíes continúan dispersándose hacia el noreste, y se tiene constancia de su presencia en la Huasteca en algunas poblaciones. Sin embargo, la zona nuclear fue la Sierra Norte de Puebla, en pueblos como Pahuatlán, donde convivían tanto con los nahuas como con los totonacos. Otro corredor otomí puede rastrearse desde el valle de Teotihuacán, siguiendo por los llanos de Calpulalpan para internarse en Tlaxcala, de mayoría nahua. Se establecieron al oriente del volcán La Malinche en pueblos como Huamantla, Ixtenco y Tecoac, erigiendo el señorío de Tliliuhquitepec al norte, aliado de los estados tlaxcaltecas. Hacia el Valle de Puebla, su presencia se fue diluyendo en unos pocos pueblos como San Salvador el Seco, Quecholac y Tepeaca, con algunas comunidades en Huejotzingo, Tecali y Cuauhtinchan. Su punto más meridional fue una estancia en Coxcatlán llamada Otontepetl.

Más al sur, en el estado de Guerrero, la población otomí experimentó una significativa disminución durante las primeras décadas de la conquista, generando incertidumbre, especialmente con la influencia de factores como los chontales y los cohuixcas. No obstante, a través de referencias etnohistóricas, conocemos la convivencia de comunidades nahuas, mazahuas y matlatzincas, como en Tepecoacuilco, Cocula, Teahuixtlan, entre otros lugares.

Hacia el occidente, la presencia de los grupos otomianos parece estar vinculada a las tensiones generadas por la expansión mexica hacia el Valle de Toluca. Esto condujo a la expulsión de otomíes, matlatzincas y mazahuas, quienes fueron acogidos por el reino de Michoacán para frenar el avance mexica, dando origen a los llamados pirindas. El núcleo principal de los pirindas estuvo en Indaparapeo y Tiripitio, extendiéndose hacia Charo, Huetamo, Taximaroa (Ciudad Hidalgo), Tuzantla, Ucareo y Zitácuaro. Su punto más occidental fue Colima, aunque parece que la presencia otomí llegó con la conquista, con el asentamiento de los aliados tlaxcaltecas.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Carrasco Pizana. Los Otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana.

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La cultura Tlatilco y el contexto del Preclásico.

Durante la primera mitad del siglo XX, en las proximidades del entonces pueblo de Naucalpan, al noroeste de la Ciudad de México, se realizó uno de los descubrimientos más significativos en arqueología. En la comunidad de San Luis Tlatilco, se hallaron una serie de enterramientos que albergaban una notable cantidad de objetos cerámicos, incluyendo vasijas y, sobre todo, figurillas que representaban la vida cotidiana de los primeros asentamientos en la Cuenca de México.

Se ha deducido que Tlatilco fue una comunidad de alfareros, ya que no se han encontrado ejemplos de arquitectura monumental; únicamente se hallaron enterramientos que necesitaron ser rescatados del avance de la urbanización y del saqueo que amenazaba la zona. Aunque este descubrimiento fue el más extenso encontrado hasta el momento, se vincula con un complejo cultural más amplio que se extiende más allá de la región de los lagos. Se cree que su zona nuclear pudo abarcar el noreste del actual Morelos, el suroeste de Puebla, la Cuenca de México hasta la Sierra de las Cruces y Xalostoc. Además, se han encontrado ejemplares de sus figurillas en contextos de la cultura Capacha en Colima y hasta en la «zona nuclear» olmeca.

Los fechamientos más antiguos de la cultura Tlatilco se remontan alrededor del año 2,500 a.C., pero su periodo de consolidación cultural se sitúa entre el 1300-1150 y el 900 a.C. Todo indica que esta sociedad estaba dedicada especialmente a la alfarería, destacándose como expertos en esta habilidad y desarrollando una expresividad artística única, como evidencian las figurillas naturalistas. Una teoría sobre el desarrollo cultural en la cuenca sugiere la influencia de los olmecas de San Lorenzo Tenochtitlan. En su búsqueda de elementos suntuarios, comerciantes olmecas llegaron a la región y transmitieron aspectos de la cultura político-religiosa a las aldeas de la zona lacustre.

Este intercambio cultural se refleja en la presencia de orejeras y cuentas de piedras como serpentina, así como en la aparición de figuras huecas conocidas como «baby face». Esta parafernalia posiblemente impactó a la incipiente élite de las aldeas, quienes vieron en los elementos olmecas una manera de ratificar su autoridad sobre el pueblo. Al integrarse a las emergentes redes de intercambio de los olmecas, aportaron a la cerámica elementos que reflejan su influencia cultural, especialmente en el uso de la obsidiana.

Con la llegada de la influencia olmeca, se estableció un orden basado en una élite que dirigía los cultos religiosos. Los tlatilcas eligieron Tlapacoya, un sitio al sur de la Cuenca y accesible a las redes de intercambio mesoamericano, como su centro político-religioso. Este lugar, ubicado en una isla en medio del lago de Chalco, fue testigo de la construcción de uno de los primeros ejemplos de arquitectura monumental en la región.

Para mantener relaciones complejas en la misma región y con los olmecas, Tlatilco estableció una red de abastecimiento. Se destacó como un centro clave para controlar los yacimientos de obsidiana en el norte de la cuenca, como la Sierra de Navajas, Otumba y Paredón. La ausencia de talleres dedicados al trabajo de la obsidiana indica que se enfocaron en la extracción, darles una preforma y enviarlos para su exportación. El tercer eslabón en la cadena de intercambios se encuentra en los asentamientos tlatilcas de Morelos, que mantenían comunicación directa tanto con los olmecas del Golfo como con la ciudad cercana, Chalcatzingo. Además, pudieron haber sido el punto de contacto con los pueblos del Occidente.

Existen cuestionamientos intensos sobre el sistema de relaciones de Tlatilco con el resto de Mesoamérica, ya que algunos investigadores dudan que la cerámica pudiera haber sido un elemento de intercambio debido a su peso. Hasta ahora, no se ha identificado cuál podría haber sido el producto de interés en las redes de intercambio con otros pueblos. La primera fase de desarrollo tanto de Tlatilco como de otros pueblos de la zona lacustre, como Cuicuilco, parte de la base de la cultura Zacatenco, que muestra un interés por representar la figura humana. Es a partir del contacto con los olmecas que adquiere sus características distintivas, fusionando la tradición olmeca con la cultura Zacatenco.

Los elementos cerámicos con una fuerte presencia de características olmecas no son de elaboración local, y se teoriza que podrían haber llegado desde el sureste. Su presencia no se atribuiría necesariamente a redes de intercambio comercial; en cambio, se sugiere que estos objetos estaban destinados al culto religioso, formando parte de los elementos utilizados para enaltecer la figura del cacique dentro de la comunidad.

Tanto la cultura Tlatilco como la Zacatenco coexistieron en el mismo período. Todo indica que los primeros requerían piezas de cerámica de los segundos, pero aparentemente no hubo un intercambio de productos tlatilcas en los pueblos Zacatenco. Esto podría señalar una estratificación social en la región, respaldada por la presencia de elementos como piedra verde, concha y placas de hematita en algunos entierros en el contexto de Tlatilco. La hematita, utilizada como espejo, ha llevado a sugerir que la cultura Tlatilco podría haber estado relacionada con los pueblos olmecoides de Oaxaca, la región de donde proceden los yacimientos de hematita. Es posible que las élites tlatilcas hayan establecido relaciones político-religiosas con los olmecas oaxaqueños.

La cultura Tlatilco refleja el proceso de integración regional en el modelo civilizatorio mesoamericano. Aunque aún hay muchos vacíos que deben llenarse con la expansión de las investigaciones en los sitios del Preclásico de la Cuenca, este avance ha sido posible gracias a la exportación de recursos como la obsidiana del norte.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Edgar Nebot García. Herencia e intercambio: procesos económicos espacio-temporales ejemplificados de una aldea preclásica de la Cuenca de México, de la revista Dimensión Antropológica no. 56.

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Imagen: Figurillas de las llamadas «mujeres bonitas» de Tlatilco, Preclasico.

El desconocido Azcapotzalco prehispánico.

Uno de los actores que siempre han estado presentes en la historia nacional al ser los villanos de los mexicas han sido los tepanecas de Azcapotzalco, de quienes contamos con buena parte de su historia gracias a las fuentes mexicas coloniales, principalmente de cronistas como Hernando de Alvarado Tezozómoc quien indaga en parte de la historia dinástica tepaneca. Lamentablemente, su posición cercana a la Ciudad de México (tomando en cuenta que era periferia) hizo que fuese una de las poblaciones que fue absorbida por la creciente mancha urbana, por lo que muchas de sus estructuras desaparecieron al ser banco de materiales para los edificios coloniales y ante el creciente urbanismo. Antes de que ocurriese una pérdida irreparable (aunque no pudo prevenir su destrucción) los investigadores de la primera década del siglo XX interesados por desentrañar los secretos de los mexicas se interesaron por estudiar los restos de los tepanecas, por lo que incentivaron al joven arqueólogo Manuel Gamio a realizar un trabajo de inspección en los pueblos del entonces municipio.

El estudio se realiza entre 1911 y 1912 en el pueblo de San Miguel Amantla, donde por medio de calas encontró etapas de ocupación que iban desde el Preclásico (periodo conocido en aquellos tiempos como “de los Cerros”), evidencias teotihuacanas y mexicas, pero en otra excavación realizada entre 1912 y 1913 encuentra la ausencia de evidencias de los primeros pobladores encontrando solamente vestigios teotihuacanos y mexicas, de estos trabajos salió el célebre bracero-teatro tan característico de Teotihuacan. Posteriormente para 1918, Gamio realiza excavaciones en el atrio de la Parroquia de San Felipe y Santiago del siglo XVI, donde vuelve a encontrar presencia teotihuacana y mexica, pero una de los trabajos más importantes fue el realizado por Alfred Tozzer entre 1919 a 1921 en el pueblo de Santiago Ahuizotla, donde excava el montículo conocido como Loma Coyotlatelco y ahí descubre la cerámica llamada Coyotlatelco asociada con el periodo de decadencia teotihuacano.

Con el avance de la urbanización de Azcapotzalco, los avances en la investigación se han hecho a base de trabajos de rescate conforme iban avanzando las obras, de estos trabajos han salido importantes hallazgos como los vestigios del Pleistoceno de los que se encuentran nueve restos de mamuts, la mandíbula inferior de un caballo y restos de un bisonte americano. Del Preclásico sabemos de dos periodos de desarrollo cultural local, Zacatenco de 800 al 400 a.C. de donde la región se caracterizó por tener vocación alfarera repartido en diferentes aldeas, del 400 a.C. al I d.C. se desarrolla la fase Ticomán caracterizado por el abandono de muchas de las poblaciones Zacatenco para centralizarse en San Miguel Amantla que ocupa el papel de tributario de Cuicuilco. El periodo donde hubo una mayor actividad constructiva fue a partir del Clásico, donde gracias a la influencia de Teotihuacan sería un pueblo importante para la metrópoli y llevarían a cabo una importante actividad constructiva, que para las excavaciones realizadas en diferentes predios, se han encontrado cimientos de estructuras habitacionales estucadas.

Con la desaparición de Teotihuacan, llegaría el momento para Azcapotzalco de convertirse en el centro regional durante el Epiclásico (750-900 d.C.) correspondientes a las fases Coyotlatelco y Mazapa, aunque desafortunadamente como ocurre en el resto de la Cuenca de México, no se han realizado muchos trabajos sobre las circunstancias de ese periodo. Es con el Posclásico cuando contamos con la información de las fuentes que nos indica el nacimiento del imperio tepaneca hacia 1375, donde su tlatoani Tezozómoc llegaría a controlar la totalidad de la Cuenca y se lanzaría a dominar los reinos aledaños, gracias a la llegada de las migraciones chichimecas como los acolhuas y los mexicas. Los restos de la cultura mexica están repartidos territorialmente entre la Villa de Azcapotzalco y el Barrio de San Simón Pochtla, mientras los tepanecas se han encontrado en el Barrio de Santa Cruz Acayucan, San Marcos Coachilco y San Salvador Nextenco.

Sobre la información del Posclásico, contamos que Azcapotzalco era una importante población de vocación metalúrgica, dedicados a la confección de joyería de oro, cobre, bronce y aleaciones, pero para inicios del siglo XV con la muerte del tlatoani Tezozómoc ascienda Maxtla y desencadena una serie de ataques contra las principales casas dinásticas como la mexica y la acolhua por haberse negado a reconocerlo, pero en 1430 se conforma una alianza entre Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopa para conformas la Triple Alianza y le quitan su papel de centro rector de la cuenca. La victoria mexica impone una serie de divisiones en Azcapotzalco al repartirse su control con los vencedores, dividiéndose la ciudad entre un sector tepaneca en el oriente contando con 15 barrios y el mexica en el poniente con 14 barrios, esta segregación trasciende a los españoles y todavía hasta 1918 esta división era usada tanto para el repartimiento de las tierras o incluso las familias residentes seguían aquel patrón para los matrimonios. Si bien las estructuras prehispánicas se han perdido (como el caso de la Loma Coyotlatelco que se desconoce su ubicación real), los trabajos de construcción siguen siendo importantes al ser oportunidades para seguir excavando en las antiguas poblaciones tepanecas y con ello hacer los trabajos de rescate de los vestigios.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Revista Arqueologia Mexicana no.136.

  • Eduardo Matos Moctezuma. Manuel Gamio y la arqueologia de Azcapotzalco.
  • Susana Lam Garcia. Salvamentos arqueologicos en Azcapotzalco.

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Imagen: Parte de la exposicion del nuevo Museo de Azcapotzalco, Ciudad de Mexico. Fuente: https://almomento.mx/en-azcapotzalco-se-inaugura-museo-arqueologico/

Editorial: Mitos y leyendas del origen de los mexicas.

La nación a lo largo de 500 años se ha conformado su identidad basados en el estado mexica, el cual fue la organización política más importante del Posclásico al momento de llegada de los españoles, razón por la cual desde Hernán Cortes y posteriormente las autoridades virreinales convirtieron a México-Tenochtitlan en el centro del nuevo orden hispano y de ahí se continua su importancia con la independencia, ya que las elites criollas se sintieron identificados con los mexicas para legitimar su papel en la sociedad en perjuicio a los peninsulares. Con el influjo del nacionalismo, la concepción sobre lo mexica o lo azteca iba evolucionando según el nivel de conocimiento, desde atribuir su génesis como parte de las migraciones semíticas, la predica de Santo Tomas, contactos asiáticos, hasta concluir con el origen autóctono de este y del resto de pueblos mesoamericanos, buena parte de fue de la mano con la expansión del conocimiento y avance de los trabajos de investigación, pero esta siempre estuvo matizada por las concepciones populares que fueron deformando su sentido, saliéndose completamente del sentido origina. En esta publicación veremos algunas de estas leyendas que persisten hasta el día de hoy.

Uno de los principales mitos tiene que ver con su origen, ya que las fuentes del siglo XVI donde se incluyen códices coloniales como la Tira de Peregrinación relatan que los entonces aztecas salieron de un lugar llamado Aztlán “el lugar de las garzas”, el cual vemos se trata de una población localizada en una isla en medio de un lago, también contamos con otro relato donde salen de otro lugar llamado Chicomóztoc “el lugar de las siete cuevas” donde compartieron origen con otros pueblos como los xochimilcas, tlaxcaltecas, tlahuicas, chalcas, tepanecas y acolhuas, los cuales salieron en diferentes años para ocupar sus nuevos hogares y los últimos serían los aztecas. Sobre la idea generalizada que contamos es en lo referente a su ubicación, todas las fuentes nos indican que se encontraba al norte, por lo que han surgido varias propuestas donde han puesto como candidatos a EU, de esta idea en el siglo XIX se llegó a plantear la posibilidad de vincularlo con los yacimientos de las civilizaciones del Mississippi, incluso uno de estos sitios en Wisconsin fue bautizado como Aztalan siguiendo esta idea, pero los pocos vínculos que se han existido entre la región de las riberas del Mississippi con Mesoamérica como la ausencia de pueblos con una raíz étnica han desechado esta posibilidad.

La región que tiene más vínculos con este origen norteño es el suroestes estadounidense, ya que los nahuas forman parte de la gigantes familia lingüística de los yutoaztecas, los cuales abarcan diferentes grupos indígenas como los mono, comanches y paiute que están fuera de toda relación con la civilización mesoamericana, los hopis, pápagos, pimas, tepehuanes, yaquis, mayos, tarahumaras que tuvieron relación con la civilización mesoamericana y que tienen diferentes modos de vida como el agrícola con el caso de los hopis, de rancherías como los mayos, yaquis y tarahumaras o nómadas como los pimas y pápagos, así como grupos de tradición mesoamericana como los huicholes y las diferentes su variantes nahuas como los pipiles. A favor de este propuesta encontramos la afinidad lingüística de estos pueblos y a que del 1000 al 1300 la región de Oasisamérica tuvo un periodo de decadencia donde grandes poblaciones como los de la cuenca del rio Gila, el Cañón del Chaco o Paquimé fueron abandonados, pero en contra de esta propuesta contamos con la arqueología, ya que gracias a los vestigios encontrados todo indica que se aglutinaron en la cuenca del rio Grande en Nuevo México y en Arizona para ser los ancestros de los actuales indios-pueblo, por lo que no hay una relación entre estos grupos con los mesoamericanos del Posclásico.                                                                                                                                                                            

Arqueológicamente, la propuesta más probable tiene que ver con el proceso de decadencia de la llamada región Norte de la zona mesoamericana, la cual abarca una franja donde entra el oeste-centro de Durango, buena parte de Zacatecas, Aguascalientes, el norte de Jalisco, Guanajuato, Querétaro, el suroeste de San Luis Potosí y el centro de Tamaulipas. De momento sabemos que a partir del siglo IX hubo un periodo de inestabilidad climática que desestabiliza los periodos de siembra de esta región, pero el aumento de las sequias también provoca el aumento de las incursiones de las tribus nómadas que lucharon por adquirir los pocos recursos disponibles, provocando con ello que la región fuese abandonada gradualmente y dejaron su lugar a los llamados “chichimecas”. A raíz de esto, algunos sitios arqueológicos del norte han querido ser vinculados como el origen de estos pueblos nahuas, siendo uno de los más probables el caso de La Quemada en Zacatecas, perteneciente a la cultura Chalchihuites establecida en Durango, Zacatecas y Aguascalientes, pero en contra de esta propuesta contamos con la nula afinidad de los vestigios con los atribuidos a los grupos nahuas del Posclásico Temprano, en cambio los que si parecen ser sus herederos son los purépechas, ya que tanto su cerámica y su estilo artístico están relacionados, por lo que es posible que los chalchihuiteños hayan sido los ancestros de los purépechas y que mantenían una red de contacto entre el centro Michoacán hasta el norte.

El Occidente también es una de las regiones candidatas para poder albergar Aztlán, hubo dos candidatos que fueron considerados en su momento, el caso del reino de Aztatlán que abarco el sur de Sinaloa, Nayarit, buena parte de Jalisco y Colima, donde gracias a los trabajos de las últimas décadas nos indican que fue entre Nayarit y Jalisco donde se originó el estilo artístico que estaba de moda en el Posclásico, el Mixteca-Puebla, ya que se han encontrado vestigios de mayor antigüedad que los del Centro de México, pero de nuevo los vestigios cerámicos no logran concretar estos vínculos. Pero una de las que si ha sido descartada tiene que ver con el caso de la isla de Mexcatitlan en Nayarit, localizado en un sistema lacustre en Ixcuintla daba todas las señales para ser considerada la cuna de los mexicas, esta iniciativa fue propuesta por varios historiadores jaliscienses como José López Portillo y Rojas desde finales de siglo XIX y para mediados del XX empezó a tener un mayor apoyo por los arqueólogos, pero al momento de realizar los sondeos arqueológicos, no se han encontrado ninguna relación con las primeras etapas de los mexicas. Actualmente, algunos investigadores han señalado que un candidato probable puede ser Cerro Culiacán, localizado al sur de Guanajuato y que según las fuentes españolas del siglo XVI ha sido vinculada con el mítico cerro Colhuacan y con Chicomoztoc, además que se han encontrado algunas evidencias de actividad ritual, pero falta que se concrete con el avance de las investigaciones arqueológicas en el sitio.

El principal obstáculo para rastrear el origen de los mexicas tiene que ver con la cerámica, donde los arqueólogos han localizado como el origen de su presencia en la Cuenca de México con el estilo llamado Azteca I, datado del 1250 al 1299, el cual estuvo en convivencia con el estilo Mazapa y Coyotlatelco que están vinculados con grupos asociados a Teotihuacan y a Tula, de momento se considera una cerámica intrusiva y que se puede inferir un posible origen poblano, lo cual contradice la versión norteña de las fuentes españolas. Una de las tendencias teóricas para desenredar el origen de los mexicas ha propuesto el negar la historicidad del origen norteño y plantear que se trate de un concepto metafórico, con ello se propone que tanto Chicomoztoc como Aztlán no existieron en la vida real, sino que se tratan de lugares míticos el cual tiene el fin de darle un origen divino a los mexicas, una concepción muy generalizada en la literatura mesoamericana y en los testimonios recabados tanto por los cronistas del siglo XVI como en los códices escritos por los caciques de los pueblos.

Sobre esta teoría metafórica, encontramos que tanto Aztlán como Chicomoztoc tienen grandes evocaciones con el inframundo y podría describir su instancia como un periodo donde todavía no estaban identificados como pueblo, por lo que cuando adquieren el conocimiento civilizatorio es cuando adquieren esta conciencia e inician su viaje providencialista en búsqueda de su hogar prometido. Otra posibilidad plantea que estos grupos nahuas pudieron haber tenido su lugar de origen en la misma Cuenca de México, quienes pudieron haber partido como consecuencia de la actividad volcánica del siglo I que provoca el abandono de Cuicuilco (también se les ha vinculado como grupos que huyeron de Teotihuacan y su tiempo de decadencia), por lo que el origen norteño puede interpretarse por el tiempo en que estuvieron como grupos de choque establecidos en la frontera mesoamericana y que cuando las condiciones de vida se hicieron difíciles emprenden el viaje de regreso, esto podría explicar el vínculo de Cuicuilco con los pueblos agricultores del Bajío y con el Occidente, lo que posteriormente derivo en la cultura Chalchihuites, pero solamente el avance de las investigaciones arqueológicas podrían darnos una respuesta definitiva sobre el origen.

Asociado a esta polémica, tiene que ver con la idea generalizada de su identidad “chichimeca”, por lo que se ha popularizado la versión de que se trató de un grupo de nómadas que llegaron a la cuenca y en pocos años lograron desarrollar una gran ciudad capaz de convertirse en uno de los poderosos imperios mesoamericanos. Tengo varias ideas en contra de esta versión, en primera al nivel histórico hemos encontrado que las tribus nómadas no se adaptan fácilmente a una vida sedentaria, el ejemplo que demuestra esto lo tenemos en la conquista del Norte de México, donde los misioneros se quejaban como los indígenas no se adaptaban a la vida agrícola y era común que solo estuvieran en las misiones una temporada para proseguir con su ciclo errante, esto solo pudo acabar después de largos periodos en que se fueron convirtiendo al cristianismo, la influencia con las poblaciones hispanas y ni que decir las guerras y epidemias que los fueron diezmando. La segunda tenemos con respecto al pasado mesoamericano de la región Norte, además cabe mencionar que estos mesoamericanos norteños tuvieron que adaptarse a la cultura de los nómadas para poder defenderse de sus ataques y además incorporaron la parafernalia guerrera a su modo de vida, por lo que estos “chichimecas” ya tenían los conocimientos civilizatorios, pero habían adoptado la identidad norteña como forma de ganar prestigio como guerreros.

En estos tiempos, los sectores «descolonizadores» se han negado en catalogar al estado mexica como imperio, ya que dicen el regimen del tlatoani poco tiene que ver con los estados creados en Europa y el rechazo de este termino tiene un intento por «desterrar» el eurocentrismo del conocimiento argumentando que no existía una estructura equiparable, cambiando la terminología dependiendo de quien lo dice, por un lado están los académicos que siguen esta línea y proponen que se trato de un estado nacido por asociación de otros, mientras en el otro se encuentran los sectores nacionalistas radicales como los mexicanistas proponen que era una democracia idílica en manos de un consejo constituido por los mas ancianos del pueblo. El que el estado mexica sea considerado un imperio no tiene que ver con un intento de emular a lo surgido en Europa, sino por la convención sobre el termino imperialismo para designar a un pueblo que llega a tener en su desarrollo histórico una etapa expansionista donde someten a sus vecinos para obtener diferentes beneficios, esto sin importar que se trate de una monarquía o no, que en el caso de los mexicas era una monarquía donde se elegían los miembros de una misma familia sin un orden de primogenitura, similar a lo que hacen los árabes. Y creo que resulta irónica este intento de corrección «descolonizadora» tomando en cuenta el sector que lo impulsa ¿No son ellos los que llaman a Estados Unidos un imperio? Segun su puritanismo moral, el imperialismo yankee no existiría, a menos que como muchos otros usen los temimos según les convenga.

Por último, una polémica tiene que ver sobre si es correcto decirles aztecas a los mexicas, esta denominación surge por parte de los ingleses, ya que como los españoles en los 300 años de dominio identificaban a los novohispanos como “mexicanos” al formar parte del Reino de México, los intelectuales anglosajones para evitar confusiones  era importante marcar esta diferencia entre los mexicanos contemporáneos y los precolombinos, encontrando en la denominación “azteca” adecuada para estos fines. Este término no conlleva ninguna carga peyorativa, pero si nos atenemos a las fuentes encontramos que el gentilicio azteca debía de ser usado desde su “partida” de Aztlán hasta la fundación de México-Tenochtitlan, por lo que no conlleva ningún problema real si se les conoce como mexicas o aztecas, aunque ateniéndome a este orden cronológico los llamo mexicas. Espero que les haya servido para ir aclarando muchas dudas sobre su origen, como siempre hay que estar atentos a los resultados que nos brindan las investigaciones en curso y sobre todo no casarnos con una idea, ya que continuamente se va actualizando el conocimiento.

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Federico Flores Pérez.

Imagen: Maqueta de Mexico-Tenochtitlan del Museo Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de Mexico. Fuente: https://twitter.com/Cuauhtemoc_1521/status/742352553409544192

La Sierra Nevada en la época mesoamericana: Chalco y Cholula.

El valle de Chalco representa para la región de la Cuenca de México la puerta de entrada hacia las rutas comerciales del sur, teniendo comunicación con el valle Puebla-Tlaxcala a través del paso entre los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, sumado con otros cerros y montañas se le conoce como la Sierra Nevada. Este espacio estaba cubierto por bosques era por donde se trazaron los caminos con sus respectivos puentes para atravesar las barrancas de la zona, además de ser históricamente tierras de refugio para los salteadores de caminos quienes estaban a la expectativa de los viajeros (recordando la afamada novela “Los bandidos de Rio Frio”), todos estos pasos pasaban por la supervisión de dos estados muy poderosos en sus respectivos valles, Chalco en el lado de la cuenca y Cholula en valle. La ruta salía desde Chalco para llegar a Tlalmanalco, de ahí se encaminaba rumbo a Huejotzingo para poder pasar a Cholula, ruta que dejaron constancia los conquistadores y relatando que en los puntos de descanso se localizaban altares a los dioses del comercio donde los pochtecas les hacían ofrendas para asegurar la llegada a su destino.

También desde Chalco salían otros ramales para comunicarse con el resto de poblaciones tanto del propio valle como del vecino, ese es el caso del camino a Amecameca, Calpan y Tenango, todas ellas afirmaban los españoles resultaban rutas muy complicadas por la cantidad de vueltas para poder salir de los llanos, aunque había una alternativa con la ruta que salía de Chimalhuacán rumbo a Ocopetlayuca, accediendo para los rumbos de Izúcar y Tepepayeca, así como otra ruta que iba a Hueyapan para poder comunicarse hacia Zacualpan en el oriente de Morelos. Todo este camino estaba impregnado con la religiosidad mesoamericana gracias a que sus referentes geográficos fueron tan importantes para considerarlos como sus propias deidades, por lo que la Gran Pirámide de Cholula tuvo un lugar especial como referente religioso tanto local como en otras regiones, mientras por parte de los chalcas le habían asignado esta importancia cosmogónica al cerro de Cocotitlán, del cual se tiene constancia de haberse sacado material para la construcción de la gran pirámide como parte de la colaboración de las comunidades de la región.

Este testimonio nos llega de la descripción del Códice Vaticano A y el cual reafirma que los habitantes originales de Cholula acumularon tal poder que exigieron a sus vecinos a manera de tributo materiales y mano de obra para la construcción del monumento religioso, ya que tanto las zonas aledañas de Cholula tienen las materias necesarias para poder realizar la construcción por ellos mismos, por lo que este relato simboliza la importancia de la estructura y como para su erección debía de “nutrirse” de los componentes de los cerros de la región para tener poder cosmogónico. El cerro Cocotitlán es un sitio muy importante para la religiosidad del valle de Chalco tanto desde la época prehispánica hasta el día de hoy (en el cerro hay una capilla católica como testimonio de su relevancia), hay historias de que en él se solían hacer sacrificios de niños ligado con la petición de las lluvias y los estudios arqueoastronómicos confirman su importancia como marcador de tiempo, así como el ser un lugar relevante como punto estratégico para vigilar el paso hacia Tlalmanalco y su vista del valle (jugo un papel importante en la guerra contra los mexicas). Como muestra de la importancia de este cerro, como parte del juego de la política regional, los mexicas les exigían a los chalcas piedras y materiales provenientes de Cocotitlán para la construcción del Templo Mayor antes de ser conquistados, peticiones que sirvieron como excusas para el aumento de la beligerancia entre ambas ciudades.

Debido a la complicada geografía de la región, el establecimiento de la frontera con los chalcas siempre represento para los mexicas un problema latente, así sucedió con el establecimiento de los limites después de la guerra al fijarse en Cocotitlán, Nepopucalco en el sur rumbo a los valles morelenses y Oztoticpac para controlar el paso rumbo a Huejotzingo. Puntos como el Popocatépetl fueron muy difíciles de delimitar por las características del terreno, pero por esos rumbos la Triple Alianza contaba con el enclave de Ecatzingo el cual fue herencia tepaneca y quedando en manos de los acolhuas de Texcoco, comunidad reclamada por Ocuituco en tiempos coloniales y finalmente quedaría incorporada a la jurisdicción de Chalco. Cabe mencionar que de los recursos disputados por las comunidades del camino se encontraba la nieve, cuyos pobladores de los alrededores recolectaban para venderla en los pueblos alejados como Tlayacapan, Chalco y hay reportes de que incluso llegaba hasta la Mixteca. Pero una de las principales rutas de disputa era el componente étnico, ya que los chalcas se identificaban como un pueblo con un origen en común y esto sirvió para el establecimiento de relaciones con los otros señoríos, siendo determinante para las redes políticas y de conflictos en la región.

Dentro del entramado político del señorío de Chalco destacaban dos linajes que se intercalaban el poder, Amecameca y Tlalmanalco, los cuales marcaban la dinámica guerrera en la región como lo sucedido con el rey Quinantzin en el año 1257, entrando en guerra contra los tlaxcaltecas, huejotzincas y totomihuaque por el control de la Sierra Nevada y terminando en derrota, pero esto sirvió a los chichimecas de Amecameca para que les entregasen tierras en Chalco. Aun con estos conflictos, las familias reales de los señoríos de Chalco estaban muy ligados con los del valle Puebla-Tlaxcala, permitiéndoles en los momentos de ataque de los mexicas a refugiarse tanto en Huejotzingo como en Totomihuacan, convirtiéndose el primero en el asiento definitivo de las dinastías de Amecameca y Tlalmanalco después de la invasión mexica de 1465. Fue esta relación de parentesco entre Amecameca con Huejotzingo muy importante en contexto bélico del Posclásico recibiendo ayuda mutua, situación aprovechada con la conquista española.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Tomas Jalpa Flores. Chalco y Cholula: relaciones entre los pueblos de la transmontana durante la época prehispánica y colonial, de la revista Dimensión Antropológica Vol. 65 

Imagen:

El Tepeyácac antes de la conquista.

La parte norte de la Cuenca de México se caracteriza por ser mucho más árida que el sur que disponía de un ambiente lluvioso y boscoso, situación empeorada al tener el norte una mayor altitud provocando que los lagos de Xaltocan, Zumpango y Texcoco sean de aguas salitrosas. Esto no impidió que los cerros aledaños fuesen usados dentro del orden cosmogónico de la religión mexica para dedicarlos como lugares de culto para los dioses de la lluvia, destacando un cerro que forma parte de la Sierra de Guadalupe o Cuautepec y destacaba al internarse en parte del lago y la otra en la llanura y que le daría el nombre de Tepeyácac “la punta o nariz del cerro”.

El lugar tenía condiciones malsanas para poder sostener asentamientos importantes sino solo unos cuantos caseríos, los cuales subsistían en un ambiente árido rodeado de huizaches con manantiales de aguas de aguas turbias o salitrosas que tenían fama de tener propiedades medicinales. Esto no impidió que su localización resultase estratégica para los asentamientos de la zona lacustre, principalmente para las ciudades de México-Tenochtitlan con Ecatepec y Cuautitlán, siendo fundamental la construcción de la calzada México-Tepeyácac (ahora Calzada de los Misterios) para poder comunicar a la metrópoli con el norte de la cuenca.

Tanto los manantiales como el pedregal de la cima del cerro hicieron que el Tepeyácac fuese considerado un lugar de culto para las deidades femeninas, desafortunadamente las fuentes coloniales no nos dan pistas sobre que deidad pudo haber sido, contando solamente con la referencia del culto a “Tonan”, nombre genérico del náhuatl usado para designar a cualquier diosa sin ninguna clase de atributo en especial, lo mismo podía nombrarse a diosas como Tlazoltéotl, Xilonen o Chalchiutlicue. Una de las posibles diosas atribuidas al culto del Tepeyácac eran a las llamadas “diosas madre” como Cihuacóatl, Ilamatecuhtli, Cozcámiauh e Ichpochtli, las cuales tenían una connotación negativa al atribuirles su presencia al mal agüero o a los malos designios en la guerra, como lo señalan los “presagios funestos” descritos por Bernardino de Sahagun, donde se señala la presencia de la diosa Cihuacóatl por las calles de Tenochtitlan para anunciar el fin de los tiempos poco antes de la llegada de los españoles.

Arqueológicamente se han encontrado en el Tepeyac dos esculturas de la cultura mexica, una dedicada a la diosa Chicomecóatl y la otra a Cihuacóatl, las cuales corresponden con los bajorrelieves que estaban localizados en el vecino cerro de Zacahuitzco registrados en el siglo XVIII y lamentablemente desaparecidos por el vandalismo y el paso del tiempo. Estas se localizaron en las inmediaciones de la iglesia del Pocito la cual fue nombrada por su manantial de aguas medicinales vinculado con el culto guadalupano. De Chicomecóatl se puede decir que fue una de las deidades del maíz, representando a la fase madura del cereal y por lo tanto era representada como una mujer en plenitud con atavíos guerreros, esta asociación con el maíz maduro la hizo a su vez diosa de los alimentos producidos por esta.

La historia prehispánica del Tepeyácac en el contexto mesoamericano la tenemos principalmente por parte de los mexicas, quienes narran sobre ser uno de los lugares a donde llegaron en su peregrinación, pero serian expulsados por el señor de Tenayuca Tenancacaltzin obligándolos a retirarse a Chapultepec hacia 1245. En el contexto de la rebelión mexica del dominio tepaneca de 1428 fue el lugar donde llegarían las tropas tanto del tlatoani Itzcóatl como las texcocanas de Nezahualcóyotl, sirviendo como punto base para la campaña contra los puestos tepanecas como el Cerro Cuauhtépetl (Sierra de Guadalupe), Tenayuca y a la capital Azcapotzalco.

A pesar de su poca importancia al no tener grandes poblaciones, el Tepeyac sería un punto de control estratégico vital para los señoríos de la Cuenca de México, siendo uno de los contrapesos de Texcoco para apaciguar cualquier intento por los mexicas de querer imponerse en la Triple Alianza, para el momento del inicio del imperio mexica el Tepeyac era un territorio tlatelolca que serviría para los intereses políticos de Nezahualcóyotl, a quien se le atribuye la construcción de la Calzada México-Tepeyac para comunicar el norte de la cuenca con la Isla de México y para controlar la salinidad de los lagos de Texcoco y México, así como la remodelación del santuario del cerro donde incluso fungió como sacerdote principal con el título de Cihuacóatl. Pero sobre todo sería la puerta de Texcoco para mandar tropas hacia Tenochtitlan aprovechando la alianza que tenía con Tlatelolco y poder frenar sus intentos de sometimiento de su reino, como se atestigua en una campaña que realizo Nezahualcóyotl en 1431 donde manda tropas a cercar Tenochtitlan usando el Tepeyac como base de operaciones, logrando con esto mantener la autonomía política de Texcoco en la Triple Alianza, pero aceptando el liderazgo de Tenochtitlan. El control sobre el Tepeyac tendría diferentes matices a lo largo del siglo del imperio mexica y seria definitorio en su caída por la alianza hispano-indígena, donde gracias a la alianza del tlatoani rebelde Ixtlilxóchitl II es que los españoles pudieron usar el Tepeyac como su entrada hacia Tlatelolco y fortalecer el cerco que le impone a la ciudad.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía:

  • Gisela von Wobeser. Origen del culto a nuestra señora de Guadalupe, 1521-1688.
  • Rodrigo Martínez Baracs. Tepeyac en la conquista de México: problemas historiográficos, del libro Tepeyac. Estudios históricos.

Imagen:

  • Izquierda: Escultura de Cihuacóatl encontrada en el Tepeyac. Cultura mexica, Posclásico Tardio.
  • Centro: Vista general del cerro del Tepeyac. Fuente: https://twitter.com/santiago_arau/status/1059544479311396864
  • Derecha: Guillermo Dupaix. Dibujo de uno de los ídolos que se encontraban en el Tepeyac (ahora identificado en el cerro Zacahuitzco). Siglo XIX.

El gran canal de Desagüe del Valle de México

La necedad de los españoles por mantener la capital en la isla de México hizo de la ciudad presa de constantes inundaciones. Para evitar esto, se planearon a lo largo del tiempo diferentes soluciones para desaguar los lagos y darles un cause fuera de la Cuenca de México. Fue así que se construyeron el Tajo de Nochistongo en 1607 y el canal-túnel de Huehuetoca en 1789 para tratar de lograr el objetivo, pero tuvieron poco éxito.

Para el siglo XIX los problemas económicos impidieron que la nueva república pudiera intentar hacer cualquier obra de infraestructura en el territorio. En 1856, el ingeniero Francisco de Garay propuso el proyecto del Desagüe General del Valle de México que fue archivado por la situación tan convulsa, pero el imperio de Maximiliano se interesaría por la obra e invita a de Garay para que iniciara la obra, cosa que no acepta por sus ideales nacionalistas.

La llegada de Porfirio Díaz al poder aseguro que se retornaran los planes para dar inicio con la construcción del proyecto del ingeniero de Garay que fue enriquecido con la colaboración del ingeniero Luis Espinosa, pero la falta de dinero hizo que se volviera a parar para reiniciar con el gobierno de Manuel Gonzales (1880-1884), con quien se celebró un contrato con Antonio de Mier y Celis con lo que se logró el financiamiento para que al fin fuera concluido en 1900.

Las vísperas del Centenario de la Independencia hizo que Díaz planeara celebrar a lo grande por medio de grandes obras de infraestructura, con lo que propuso que para solucionar los eternos problemas de la capital se implementara un proyecto integral que incluyera tanto la obra del Gran Canal, el aprovisionamiento de agua potable y desalojar las aguas negras de la ciudad. Para esto se empieza a planear un sistema subterráneo de agua potable que la extraía de los manantiales del sur de la cuenca y una red de alcantarillado que desalojaba los desechos reemplazando los antiguos carros.

Todas estas obras fueron realizadas por la empresa británica Pearson & Son, la que posteriormente le serán confiadas las obras de comunicación en Veracruz, Coatzacoalcos y Salina Cruz. Las obras del desagüe y aprovisionamiento hídrico dejo un legado patrimonial muy importante a la ciudad, tanto en las casas de bomba donde se extraía el agua y la presa del Gran Canal en Zumpango donde se dejó una infraestructura digna de conservar. El crecimiento urbano que experimento la ciudad en el siglo XX hizo que el proyecto del Desagüe General quedara obsoleto, pero gracias a su belleza se logró darles a las instalaciones un uso cultural para poder solventar las necesidades de la sociedad moderna.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: David Alfonso Figueroa, El Gran Canal del Valle de México, revista Relatos e historias en México, no. 46.

Imagen: Hnos. Casasola, Inauguración del Gran canal de desagüe del Valle de México, 1900