El noroeste en la guerra de facciones.

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A finales de 1914, las principales ciudades de Sinaloa se encontraban bajo control carrancista, con el respaldo de los generales Ramón F. Iturbe en Culiacán y Juan Carrasco en Mazatlán. Mientras tanto, Ángel Flores estaba en campaña en el norte del estado para enfrentar a los partidarios del exgobernador de Sonora, José María Maytorena, y así ayudar a aliviar la presión en el frente de la frontera norte, en manos de Benjamín Hill y Plutarco Elías Calles.

La campaña en el sur de Sonora comenzó a finales de noviembre con éxito con la toma de la Estación Don por parte del coronel Manuel Mesta. Sin embargo, tuvo que suspenderse temporalmente para atender la rebelión de la guarnición de Baja California Sur, que desconoció el mando de Carranza. Ángel Flores fue enviado para reprimirlos y la campaña se reanudó el 1 de enero.

Flores y Mesta ocuparon las principales poblaciones de la región, como Navojoa, Huatabampo, y llegaron hasta Álamos. Lograron obligar a Maytorena a dividir sus fuerzas para enfrentar a los carrancistas, contando con el apoyo de los indígenas mayos.

Gracias a la ayuda de los mayos, los mandos maytorenistas lograron neutralizar a Flores, quien para marzo se encontraba quedando acantonado en Navojoa. El 19 de abril, el general Ramón V. Sosa atacó a Flores aprovechando la salida de Mesta y casi logró derrotarlo al quitarle su artillería, dejándolo con una última línea de defensa. Sin embargo, Mesta logró reaccionar ante el ataque y pudo regresar con sus fuerzas, evitando que Flores cayera.

La expedición carrancista no estaba alcanzando sus objetivos y prácticamente solo estaba controlando los sitios a donde llegaban. Por lo tanto, no pudieron internarse en Chihuahua con la intención de enfrentar a los villistas. En lugares como Álamos, la posesión se intercalaba entre Flores y los maytorenistas.

Mientras tanto, en Sinaloa, la situación del general Iturbe se complicaba al tener que enfrentar a las guerrillas villistas en la sierra de Durango, a la rebelión de Rafael Buelna en Nayarit y a los indígenas encabezados por el agrarista Felipe Bachomo. A pesar de estos problemas, se estaba cumpliendo el objetivo de la estrategia de Obregón, que era mantener a Maytorena encerrado en Sonora.

Para acabar con esta situación, los maytorenistas intentaron aislar a Flores en el valle de El Fuerte. Contaron con refuerzos mayos que saboteaban la comunicación con el puerto de San Blas y se aliaron con el movimiento de Bachomo. Para el 26 de junio, lograron tomar El Fuerte, obligando a los destacamentos carrancistas a retirarse hacia Choix y Chihuahua. Sin embargo, como consecuencia de este movimiento, las tropas maytorenistas del sur quedaron muy debilitadas.

Flores aprovechó esta debilidad para reiniciar la campaña en Sonora. Esta vez, cruzó el límite en el río Mayo y volvió a tomar Álamos con la ayuda de Mesta. Esta acción constitucionalista se vio favorecida por las noticias del frente sobre la derrota villista en el Bajío. Como resultado, las fuerzas de Flores se consolidaron en el sur de Sonora y comenzaron a perseguir a los mayos rebeldes y a los yaquis.

Hacia septiembre, llegó un edicto de amnistía decretado por Obregón para hacer las paces. Varios caciques de la región aceptaron esta propuesta.

En el caso de Nayarit, si bien el convencionista Rafael Buelna gozaba de un nivel de popularidad tan alto que logró tomar el territorio casi sin disparar un solo tiro al llegar, representaba un problema al ser un frente aislado. Estaba alejado del frente villista y, para ser útil, tenía que enfrentarse a los constitucionalistas del sur de Sinaloa.

Su incursión resultó problemática al tener que tomar un paraje en el límite estatal conocido como «La Muralla», una pequeña sierra que servía de barrera natural y que estaba bajo el control del general carrancista Juan Carrasco. Buelna se llevó los primeros días de febrero para tomar este punto estratégico, pero la falta de parque impidió que continuara la campaña por Sinaloa y fue obligado a acantonarse en ella.

La gente de Buelna se entrevistó con Villa para solicitarle el suministro necesario para armar a sus fuerzas. Sin embargo, estas peticiones se realizaron mientras ocurría la campaña del Bajío. Como resultado, Buelna fue obligado a retirarse de «La Muralla» el 9 de abril, lo que facilitó la entrada del general Iturbe. A partir de entonces, comenzó una resistencia basada en Santiago Ixcuintla, donde las fuerzas de Buelna atacaban a las fuerzas carrancistas. Sin embargo, la derrota de los villistas y la falta de armamento llevaron a Buelna a retirarse a partir del 17 de agosto.

La revolución en Baja California estuvo en manos de su gobernador Esteban Cantú, quien, a pesar de tener una afiliación porfirista, cambiaba de bando según lo requerido por las circunstancias. Se asoció con la Convención cuando esta estaba en ascenso y, una vez derrotada, reconoció al gobierno de Carranza. Sin embargo, solo disponía de fuerzas para controlar las poblaciones fronterizas. Su influencia desaparecía en el resto de la península, donde surgieron movimientos locales.

Por ejemplo, los yaquis de Mulegé y Santa Rosalía se revelaron en octubre de 1914, pero fueron sofocados por las tropas de Iturbe. Sin embargo, cuando Iturbe se retiró para el frente sinaloense, La Paz fue tomada por el convencionista Crispín Rosas en enero. Ambos bandos combatieron en algunas batallas, pero la situación no cambió significativamente.

La resolución de la situación llegó con el alzamiento de Eduardo Burns, quien se rebeló contra el general a cargo del territorio, Félix Ortega. Burns se replegó a Santa Rosalía para telegrafiar a Maytorena en busca de órdenes, y este le ordenó abandonar la península. Finalmente, Baja California quedó bajo control carrancista.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra.

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 – Izquierda: S/D. General Ramon F. Iturbe. Fuente: https://www.facebook.com/ahgsin/photos/a.299622360097025/2960549557337612/?type=3

 – Centro: Hermanos Casasola. Jose Maria Maytorena, retrato, 1914.

 – Izquierda: S/D. General Rafael Buelna. Fuente: https://www.facebook.com/photo/?fbid=1818396748225917&set=pcb.1818396788225913&locale=es_LA

La independencia en Arizpe.

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Durante el periodo virreinal, las provincias de Sonora y Sinaloa estuvieron bajo un mismo gobierno debido a su escasa población y su posición como frontera. Con la implementación de las reformas borbónicas en los reinos de Indias, que incluían la creación de intendencias, estas dos provincias se fusionaron en la intendencia de Arizpe al designarse esta villa sonorense como la capital. Sin embargo, las condiciones en ambas provincias eran diferentes: mientras que en Sinaloa se había resuelto el problema indígena con su sumisión completa, en Sonora la relación con las tribus nómadas era ambivalente. Algunas tribus como los ópatas y los eudeves respaldaban el dominio novohispano, mientras que otras como los yaquis, mayos, seris, algunas bandas pima y los apaches eran más hostiles.

Debido a esta situación, el territorio sonorense mantuvo un sistema de presidios para defenderse de los ataques indígenas. Estos presidios incluían Buenavista para controlar a los yaquis, Pitic y Horcasitas para los pimas y seris, y en los límites fronterizos se encontraban los presidios de Altar, Tucson, Santa Cruz y Fronteras para combatir a los apaches. Además, contaban con el apoyo de los ópatas en los presidios de Bacoachi y Bavispe. Para finales del siglo XVIII, la fuerza militar en Sonora consistía apenas en 907 soldados, mientras que en Sinaloa solo se contaba con milicias de pardos para mantener el orden.

El estallido de la rebelión de Hidalgo se propagó rápidamente por la intendencia de Arizpe. El primero en enterarse fue el gobernador Alejo García Conde, informado por agentes de la Junta de Seguridad de Guadalajara. En ese momento, la provincia no mostraba una gran agitación social y, de hecho, previamente había demostrado lealtad a Fernando VII. Además, el aislamiento geográfico de la provincia facilitó la labor de los curas para denunciar a los insurgentes.

Sin embargo, al sur de la intendencia, donde se encontraban las poblaciones mineras con una comunicación constante con el resto del virreinato, lugares como San Ignacio y San Sebastián recibían información sobre la lucha de los insurgentes contra los «gachupines» afrancesados, proveniente de Acaponeta. Esto despertó simpatías hacia la causa insurgente entre algunos habitantes. Las autoridades de la intendencia se enteraron pronto de esta situación en el sur y tomaron medidas para enfrentarla. En primer lugar, contaron con el apoyo de los curas para disminuir el apoyo a la causa insurgente. Además, en Sonora se formó un ejército de voluntarios indígenas bajo el mando del teniente coronel Pedro Villaescusa, con la intención de marchar hacia El Rosario y evitar cualquier posible incursión insurgente.

La caída de Guadalajara en noviembre de 1810 generó preocupación en la intendencia, lo que llevó a que tanto los españoles de San Sebastián como algunas tropas en Mazatlán entraran en pánico y buscaran refugio en El Rosario. En este contexto, Hidalgo envió a José María González de Hermosillo para extender la insurrección a Arizpe. Hermosillo ingresó a la intendencia el 1 de diciembre con una fuerza de 2,000 hombres y 300 caballos. Para el 21 de diciembre, Hermosillo atacó El Rosario y derrotó al ejército de Villaescusa. La deserción de cuatro compañías de pardos de Mazatlán, que se unieron al bando insurgente, aumentó las fuerzas insurgentes a 4,125 hombres y fortaleció su armamento. Esto permitió que tomaran San Sebastián sin enfrentar resistencia seis días después.

A pesar de estos reveses, los mandos realistas no perdieron la esperanza. Mientras Villaescusa se retiraba a San Ignacio Piaxtla para reorganizarse, García Conde formó nuevos batallones de 400 indios ópatas a caballo como refuerzo bajo su dirección. Con esta estrategia, lograron derrotar a las tropas de Hermosillo en San Ignacio el 8 de febrero de 1811, infligiendo de 300 a 750 bajas al bando insurgente.

La presencia de los militares sonorenses, junto con el resto de las fuerzas realistas, incluyendo a criollos y ópatas que alcanzaron grados militares, comenzó a influir en las decisiones políticas del virreinato, siendo mandados tropas presiliarias a combatir a la insurgencia siendo muy eficaces debido a su experiencia militar. Estos militares fueron seducidos por las propuestas de Agustín de Iturbide y abrazaron la causa Trigarante. Un ejemplo de esto es el teniente-coronel Mariano Urrea y otros militares que se unieron gracias a la intervención de Pedro Celestino Negrete. Como resultado, una parte significativa de las tropas sonorenses se unió al bando independentista y se unió a la misión de Celestino Negrete para derrotar a los realistas del noroeste.

Esto llevó a enfrentamientos entre las fuerzas independentistas y sus antiguos jefes, como García Conde (quien ascendió a comandante general de las Provincias Internas de Occidente) y José de la Cruz, quienes decidieron servir en las defensas de Durango al ver que la causa realista estaba perdiendo terreno. José de la Cruz juró su adhesión a la independencia en Chihuahua el 26 de agosto de 1821 y el 6 de septiembre en Arizpe. Esta fue la primera participación significativa de los sonorenses en los primeros años de la independencia. Su experiencia adquirida en la lucha contra los indígenas los convirtió en fuerzas indispensables en la guerra, pero también provocó la ruptura de la alianza entre los españoles y los ópatas, así como un aumento en la violencia debido a los ataques de los apaches.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: José Marcos Medina Bustos. La independencia en la Intendencia de Arizpe, del libro La Independencia en las provincias de México.

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  • Izquierda: José Antonio de Alzate y Ramírez. Plano de las Provincias de Ostimuri, Sinaloa, Sonora y demás circunvecinas y parte de California, 1772.
  • Derecha: S/D. Alejo García Conde.

La cultura de las Tumbas de Tiro en Nayarit.

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Una de las características más destacadas de la cultura de las Tumbas de Tiro es, sin duda, su exquisita cerámica. A través de ella, crearon estatuas de tamaño mediano que retratan la vida cotidiana de la época, ofreciéndonos vislumbres de sus actividades, vestimentas, así como de las plantas y animales con los que convivían. Incluso, en algunos casos, plasmaron enfermedades de las que fueron víctimas. Esta tradición cultural se extendió por los estados de Jalisco, Nayarit, Colima, el suroeste de Zacatecas y una fracción occidental de Michoacán, donde se identifican hasta 18 estilos cerámicos diferentes. Estos estilos presentan variaciones en los pigmentos utilizados, temáticas específicas y particularidades en su decoración. Para designarlos, los investigadores se basaron en las comunidades modernas donde se encontraron los principales hallazgos. Aunque la división política actual no guarda relación con el desarrollo prehispánico, se puede asignar a cada estado un cierto número de estilos cerámicos que se desarrollaron en sus territorios.

En el caso de Nayarit, encontramos dos tradiciones cerámicas principales: Lagunillas, considerado el estilo más antiguo, y el Ixtlán del Río. Estos estilos tuvieron su distribución principalmente al sur del estado actual y se extendieron hacia la zona limítrofe con Jalisco, abarcando la Bahía de Banderas, los valles intermontanos del norte de la zona de Guachinango y los cañones de los ríos Bolaños y Chapalangana en la Sierra Madre.

El estilo Lagunillas es coloquialmente conocido como «chinesco» debido a los ojos rasgados que suelen mostrar sus esculturas. Su zona nuclear se encuentra en el pueblo de San Pedro Lagunillas, donde se encontró un cementerio, así como en las comunidades de Tequilita, Santiago Compostela, Las Cebollas y Corral Falso. En Jalisco, este estilo también está presente en Puerto Vallarta, Huejuquilla el Alto, y se ha encontrado una escultura en el sitio de Cerro del Huistle.

Por lo general, las esculturas humanas de Lagunillas suelen representar una posición sedente. Entre las más destacadas se encuentran las que muestran patologías como pústulas o malformaciones genéticas. Sin embargo, una de las piezas más sobresalientes es conocida como «El Fumador», proveniente de la comunidad de Santa María de Bolaños. Esta es una de las pocas piezas que ha sido descubierta en una excavación arqueológica, lo que proporciona una mayor información contextual.

De ahí pasamos al estilo Ixtlán del Río, bautizado en honor a la comunidad del sureste del estado donde se encontraron un buen acervo de ejemplares. Su distribución abarca el sur del estado de Nayarit, Puerto Vallarta y Guachinango en Jalisco. Se caracteriza tanto por la naturalidad de sus expresiones como por su rica policromía, utilizando colores como el blanco, amarillo, naranja y negro sobre una base roja propia del mismo barro.

Lamentablemente, como ha ocurrido en la mayoría de los casos de otros hallazgos de las Tumbas de Tiro, buena parte de las esculturas han sido víctimas del saqueo realizado por los llamados «moneros» de los pueblos, quienes las vendían a coleccionistas. Esto ha ocasionado que los mejores ejemplares que conocemos hayan perdido gran parte de su información. Un ejemplo es la colección del pintor Diego Rivera en su museo Anahuacalli, que posee un buen acervo de esculturas del estilo Ixtlán del Río.

Entre las principales características de este estilo, destacamos la exageración de los elementos faciales, lo que le otorga una expresividad particular. Además, se destaca la meticulosidad en la representación de las vestimentas y ornamentos. Por ejemplo, los hombres suelen llevar una camisa, una porra como arma, narigueras y un particular gorro cónico. Por otro lado, las mujeres suelen ser representadas con falda y el torso descubierto.

Algo relevante del estilo Ixtlán del Río ha sido la elaboración de maquetas que representan la vida cotidiana de las comunidades. Aunque las figuras humanas suelen ser representadas de forma desproporcionada y con un tamaño mayor en comparación con los edificios, estas maquetas nos permiten percibir cómo se comportaban los antiguos habitantes dentro de los pueblos y ofrecen detalles interesantes de la arquitectura.

En este sentido, encontramos piezas muy interesantes que representan la vida en los centros ceremoniales del modelo autóctono de los guachimontones. Estas maquetas plasman el basamento cónico escalonado en el centro, con los templos en las estructuras rectangulares que lo rodean. Incluso indican que en el centro del basamento principal se colocaba un poste a manera de axis mundi, desde donde se realizaba la ceremonia de la danza del volador.

Dentro de las maquetas, también se han encontrado representaciones de los juegos de pelota en pleno partido. Estas representaciones muestran tanto a los jugadores en acción como las plataformas contiguas que forman las canchas y al público espectador sobre ellas. Hasta el momento, no se han encontrado este tipo de representaciones de la vida cotidiana en otras regiones de Mesoamérica.

Como he mencionado, el saqueo resulta un problema grave para el estudio arqueológico. Aunque podamos tener las piezas sustraídas de las zonas arqueológicas, al perder todo contexto, nos priva de información valiosa, como las relaciones que mantenían con otros pueblos. Esto se evidencia en el caso del proyecto arqueológico realizado entre los municipios de La Yesca en Nayarit y Hostotipaquillo en Jalisco por la construcción de la presa El Cajón.

Los trabajos de rescate realizados entre 2003 y 2006 descubrieron varias tumbas de tiro intactas, que pudieron ser excavadas de forma metódica. Esto dio como resultado el hallazgo de esculturas de la tradición Ixtlán del Río, de la jalisciense Ameca-Eztatlán e incluso se encontraron algunas piezas del estilo Comala de Colima.

Con esto, observamos la complejidad de los intercambios entre los pueblos del Occidente durante el período Clásico y cómo las diferentes regiones estuvieron interconectadas, ya sea mediante relaciones familiares o comerciales. Es imperativa la necesidad de seguir avanzando con los proyectos arqueológicos en la región para obtener datos más precisos de esta zona olvidada tanto por los cronistas como por los investigadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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 – Izquierda: Mujer embarazada, estilo Lagunillas, Nayarit, periodo Clasico. 

 – Centro: Maqueta de un templo, estilo Ixtlán del Rio, Nayarit, periodo Clasico. 

 – Derecha: Escultura de un guerrero, estilo Ixtlán del Rio, Nayarit, periodo Clasico. 

El culto a los ancestros del Gran Nayar.

En el occidente de México, una de las regiones que ha mantenido más vivo el legado mesoamericano, sin mucha influencia cristiana hasta nuestros días, es el Gran Nayar. En esta área, conviven tanto los coras como los huicholes, quienes preservan de manera notable su legado chamánico y su particular cosmovisión.

Similar a las ideas cosmogónicas de los nahuas en el centro de México, entre los huicholes encontramos una estructura dualista para clasificar la naturaleza de las cosas. Se divide entre «tukari,» que significa luz, y «tikari,» que es la oscuridad. La interacción de estos elementos resulta en la vida en la superficie.

Dentro de este sistema de creencias, el inframundo se percibe como un mundo acuoso que representa el caos del mundo. Es el lugar al que van los muertos para terminar de descomponerse, participando en actividades como bailar, embriagarse y relacionarse sexualmente. También se dice que algunos son transformados en insectos. Este mundo está gobernado por la diosa Nakawe, que quiere decir «la carne podrida,» identificada como la deidad de las marismas. Los huicholes conceptualizan esta tierra de los muertos en el poniente, destacando su posición híbrida al ser un ecosistema tanto terrestre como marino.

Sin embargo, no todos los difuntos encuentran su destino en el inframundo. Existen ancestros virtuosos cuya tarea de servir a su pueblo trasciende más allá de la muerte, transformándose en objetos sólidos como cristales, montañas o piedras. Estos objetos desempeñan un papel crucial en las ceremonias religiosas de la comunidad. Incluso los ancestros más poderosos tienen el privilegio de residir en la región sagrada del Wirikuta, que contrasta con el inframundo al ser un entorno seco, siendo el opuesto complementario.

Para evitar el destino final del inframundo, los miembros de la comunidad inician su camino chamánico. A medida que adquieren virtudes a lo largo de este camino, sus almas se vuelven inmutables o tan duras como piedras o cristales.

Una característica distintiva que los diferencía de otros pueblos mesoamericanos es el culto a las momias. Estas momias son cadáveres desecados por las condiciones climáticas de forma natural y simbolizan el virtuosismo chamánico. Sin embargo, esta tradición fue desterrada durante la conquista en el siglo XVIII. Aunque persisten algunos vestigios, como el crucifijo de huesos en el pueblo de Jesús María o el cráneo atribuido al último rey Nayar, que es venerado en la sacristía de la iglesia de Mesa del Nayar por los coras.

En el caso de los huicholes, no ha perdurado un culto directo a los restos de alguno de sus ancestros. Sin embargo, existe una equivalencia en el culto a las llamadas «personas flecha». Estas son piedras o cristales sagrados que se guardan como reliquias, envueltos y atados a una flecha, recibiendo culto en el centro ceremonial o tukipa. Estas piedras o cristales son considerados como el reemplazo de las momias y pueden ser de personas fallecidas o incluso de individuos vivos.

La región del Gran Nayar fue una de las pocas áreas que quedaron sin conquistar dentro de la Nueva España (junto con la Sierra Gorda y el Petén), debido a su escasa importancia para los conquistadores. Sin embargo, a principios del siglo XVIII, los jesuitas, junto con el ejército, emprendieron acciones para erradicar este vestigio de «gentilidad» y sometieron la región en 1722. Durante sus investigaciones sobre la religiosidad local, los misioneros descubrieron las momias. Una de ellas fue «juzgada» por la Santa Inquisición, inclusive se le asignó un abogado de oficio y fue quemada en la Ciudad de México.

Desde entonces, tanto los jesuitas como, posteriormente, los franciscanos, llevaron a cabo campañas para destruir las momias que aún permanecían ocultas en la sierra. A día de hoy, persisten rumores entre los coras acerca de la presencia de algunas momias en cuevas, vistas solo por unos pocos. Un ejemplo es la momia Majakuagy, cuya existencia permanece oculta.

Según los datos recopilados por los jesuitas, el Gran Nayar era un reino gobernado por monarcas llamados tonati o soles, con su capital ubicada en el actual pueblo de Mesa del Nayar o Tsakaimuta. En este lugar, se rendía culto al dios Pilzintli o Tayaoppa, una deidad solar a la que se atribuía la creación del mundo. Este dios era venerado en el templo principal junto a los cuatro primeros gobernantes, destacando especialmente el primero, conocido como Don Francisco Nayarit, cuya momia se encontraba presente. Don Francisco Nayarit, se dice que gobernó desde el año 1500 y resistió contra los españoles, manteniendo su independencia. Sin embargo, después de su muerte, ningún otro fue reconocido como rey. El tonati, por lo tanto, se presentaba como un intermediario sagrado entre los vivos y los ancestros. Una vez fallecido, su cadáver desecado reemplazaba a una de las momias en el templo. Estas momias estaban envueltas en mantas finamente labradas y se comunicaban a través de dos sacerdotisas en trance, utilizando toloache o kieri.

Las cuatro momias simbolizaban tanto los puntos cardinales como a los cuatro dioses principales. La principal estaba en el oriente, representando a Tayaoppa, seguida por la del poniente que personificaba a Nicanori, la diosa de las aves, la pesca y el océano. En el sur, estaba Uxuu, la diosa de los frutos y semillas, y finalmente, en el norte, se encontraba Narama, el dios del mezcal, el chile y la sal.

Según la perspectiva de los coras, Don Francisco Nayarit seguía siendo considerado como alguien vivo y era él quien realmente gobernaba, atribuyéndole la responsabilidad de proveerles agua, fertilidad y vida. Este sistema de gobierno centralizado se mantenía sin la necesidad de una dinastía en el poder, apoyándose en la protección divina de los reyes originales. El proceso de momificación era esencial para ser considerado deificado, ya que a través de la desecación, perdía la humedad que lo vinculaba al inframundo y se iba «petrificando». De este modo, se aproximaba al Sol y, por ende, quedaba inmortal. En la región, existen relatos de individuos considerados «santos» que se transformaron en piedra, convirtiéndose en protectores o deidades del pueblo.

Incluso se pueden hallar vestigios de esta creencia en el proceso de iniciación chamánica de los huicholes, donde deben alejarse de cualquier elemento proveniente del mar (relacionado con el inframundo) para poder acercarse al Sol naciente y adquirir la habilidad de comunicarse con lo sobrenatural.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Johannes Neurath. Momias, piedras, chamanes y ancestros. Un estudio etnohistórico sobre la temporalidad de la muerte en el Gran Nayar, del libro Morir para vivir en Mesoamerica.

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 – Izquierda: Escultura de madera de Takutsi Nakawé, principios de siglo XX, pueblo huichol. Fuente: https://www.facebook.com/erendira.cruzsanchez.33/posts/pfbid0NA3Fmcr6uDAHFLEkhgfjW4T89jLpNxt9SYncShV5mYamEXGvZGs3GCoZEuAhfFQTl

 – Derecha: Envoltorio sagrado huichol, finales de siglo XIX y principios del XX, pueblo huichol. Fuente: https://www.facebook.com/arqueomex/photos/a.350385424999742/876741122364167/?type=3

Las gavillas conservadoras frente al gobierno de Juárez.

Con la derrota de los conservadores en la Guerra de Reforma, la lucha estaba lejos de terminar, ya que sus líderes quedaron dispersados y fuera de control, buscando oportunidades para derrotar a los liberales. Personajes como el «presidente» Félix María Zuloaga, Leonardo Márquez, Tomás Mejía, José María Cobos, Juan Vicario, Lindoro Cagiga y Manuel Lozada fueron catalogados como criminales.

Sin embargo, durante 1861 y como consecuencia de la degradación de las relaciones exteriores con las potencias europeas debido a la suspensión del pago de la deuda, Benito Juárez se vio obligado a ofrecer amnistía a los caudillos conservadores. Esto se hizo tanto para sumarlos a la defensa frente a una inminente invasión como para evitar que se unieran a los enemigos.

La única excepción a esta regla fue Márquez, quien, debido a las atroces matanzas que llevó a cabo durante la guerra y sobre todo por ser el ejecutor de destacados liberales como Melchor Ocampo, Santos Degollado y Leandro Valle, no recibió el perdón.

Con el avance de la crisis y la revelación de Francia como el verdadero enemigo, las defensas republicanas tuvieron que prepararse tanto para enfrentar a los franceses como para repeler los ataques de la banda de Márquez, la cual los atacaba sin mucho éxito, pero representaba un desvío de tropas para enfrentarlo.

Al ingresar los franceses a Orizaba, se enfrentaron a una visión poco alentadora tanto de los refuerzos conservadores como de las tropas de leva de los republicanos. Las carencias eran evidentes, desde la falta de armamento adecuado hasta la ausencia de uniformes. Según sus testimonios, muchos soldados mexicanos prácticamente andaban en harapos, lo que provocaba que, a su paso, algunos desertaran para unirse a las filas francesas en busca de paga o incluso comida.

En cuanto a la seguridad de los caminos, estaban prácticamente a merced de bandoleros que subsistían mediante asaltos a los transeúntes. Según sus descripciones, era común que los viajeros de México a Veracruz llegaran prácticamente desnudos a su destino, ya que las diligencias eran asaltadas hasta seis veces en el trayecto. Se señalaba a los indígenas como los principales perpetradores, y se mencionaba que esta situación había comenzado hacía pocos años.

Se ha argumentado que la implementación de la Ley Lerdo desde 1856, que despojó a la Iglesia de sus propiedades y desamortizó las tierras de las comunidades indígenas, fue la responsable del aumento de la delincuencia. La pérdida de tierras, la falta de medios de vida estables y los efectos de la guerra crearon el entorno propicio para el incremento del bandolerismo, apoyado por autoridades corruptas que permitían la impunidad de los crímenes.

Este clima de crimen en el contexto mexicano no era generalizado, ya que se inscribía dentro de la categoría de «bandolerismo social». Estos grupos se dedicaban a asaltar y atacar a personas adineradas, pero mantenían códigos que les impedían atacar a los campesinos, de quienes formaban parte. Así, fueron vistos como una suerte de justicieros que distribuían el botín entre los más necesitados. La ruina económica que vivió el país durante la primera mitad del siglo XIX alentó este tipo de prácticas. Dado un gobierno débil y quebrado por la inestabilidad política, resultaba imposible invertir en seguridad e infraestructura básica como los caminos, convirtiendo los viajes a lo largo del país en un verdadero riesgo para quienes necesitaban trasladarse de una ciudad a otra.

Ante este panorama anárquico, las comunidades se veían obligadas a unirse para repeler el despojo de los latifundistas o para intentar superar la desigualdad de siglos. Este fue el momento en el que surgieron movimientos agraristas para defender la vida comunal, como lo evidencian los movimientos conocidos como «guerras de castas», donde los indígenas se rebelaban contra el orden criollo, como en el caso maya o el de Manuel Lozada en Nayarit.

Occidente fue una región donde las agrupaciones reaccionarias tuvieron una mayor proliferación de movimientos populares conservadores. En este contexto, los caudillos ofrecían al campesinado una forma de defenderse de los abusos de un gobierno que no podía resolver sus problemas ni enfrentarlos, destacando el movimiento de Lozada, quien logró construir una «república campesina» que intentaba pactar tanto con el gobierno de Juárez como con el Segundo Imperio. Este movimiento no fue simplemente una revuelta campesina más, sino que contaba con el respaldo de los caudillos conservadores, quienes veían en él una oportunidad para mantener viva la lucha. Además, recibía apoyo de la burguesía de Tepic, como la familia García Vargas, los hermanos Rivas y la firma inglesa Barron Forbes.

Todo comenzó con una disputa de las comunidades indígenas del pueblo de San Luis contra la hacienda La Mojarra, acusada de haberles despojado de sus tierras en los últimos años de la colonia. El enfrentamiento se desató cuando Lozada, con armas en mano, exigió la devolución de las tierras al juzgado. Otras comunidades del cantón de Tepic y el sur de Jalisco se sumaron al conflicto, y en el contexto de la Guerra de Reforma, recibieron el apoyo de la Iglesia.

La adhesión de Lozada al conservadurismo era natural. Mientras los liberales contaban con el respaldo de los hacendados que se beneficiaban de las nuevas condiciones de tenencia de la tierra, él estaba del lado de las comunidades que luchaban por su supervivencia. Para él, era fundamental preservar el orden campesino que hasta entonces se mantenía, y la Iglesia representaba un símbolo de esa preservación. Lozada fue uno de los generales que se acogió al indulto de Juárez en 1862, pero como el gobierno de Jalisco no cumplió con lo pactado, los lozadistas tomaron Tepic y Santiago Ixcuintla, declarando su adhesión al imperio. Los franceses les garantizarían el financiamiento de su ejército.

La lucha de Lozada tenía implicaciones más amplias, como el intento de las élites de Tepic de separarse políticamente del estado de Jalisco. La rebelión agrarista cimentó las condiciones para lograr la autonomía al convertir a Tepic en un «distrito militar» dependiente del gobierno federal. A pesar de haber combatido del lado de los conservadores y el imperio, la fuerza que lograron hizo que, años después de su ejecución en 1873, el gobierno de Juárez tuviera que respetar los pactos.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Gerardo Palomo Gonzales. Gavillas de bandoleros, “Bandas conservadoras” y Guerra de Intervención francesa (1863), de la revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de Mexico no. 23.

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Imagen: S/D. Guerrilleros mexicanos, 1872.

La construcción del puerto de San Blas.

A finales de la década de los 60 del siglo XVIII inician los trabajos de edificación del pueblo, contribuyendo tanto los primeros colonos y también se contó con la mano de obra de presidiarios, los cuales la corona manda la orden de llevar a todos los condenados del virreinato para conmutarles la pena de la deportación a las Filipinas. El pueblo como tal quedaría cerca de las instalaciones portuarias para facilitar su presencia en las labores de maniobra, mientras el centro quedaría como el centro de las autoridades y de los servicios religiosos junto con su zona habitacional, además de considerarse la construcción de una escuela de primeras letras. Algo relevante en esta primera traza vemos la implementación de las políticas borbónicas para subyugar a la Iglesia para limitar sus potestades, razón por la cual no se permitió el asentamiento de órdenes religiosas en el puerto y solo se mantuvo a una iglesia con un fraile franciscano dependiente del obispo de Guadalajara para dar los servicios espirituales, donde tanto el cómo los capellanes recibían el trato de empleados del rey.

El estar bajo supervisión real no garantizo el proporcionar viviendas dignas, ya que hasta 1768 la gran parte seguían siendo jacales de materiales locales y solo se habían alcanzado a construir la mitad de las viviendas proyectadas, donde llegaron a vivir en ellas hasta dos familias en medio de los arenales húmedos de la desembocadura del rio Santiago. Esta pésima distribución de las casas provoco que fueran presa tanto de las inundaciones del rio y las lluvias como de las enfermedades tropicales propagadas por los mosquitos, por lo que las autoridades decidieron ya no hacer la promesa de dotarles de casas construidas de cal y canto por lo malo que había resultado el terreno, esto se vio demostrado con una tormenta acontecida en julio de 1769 que dejaría el agua a la altura de la rodilla. A partir de entonces, las autoridades decidieron trasladar al pueblo al Cerro de San Basilio, lugar que consideraron como el ideal al no estar a merced de las inundaciones, la humedad, las enfermedades y los vientos, pero no pudieron realizar la mudanza porque debía de contar con el permiso del virrey y muchos de los vecinos esperaron años.

Tras seis años de los inicios de las obras, San Blas solo contaba con 115 casas, de la cuales solo 2 eran de piedra y lodo y el resto eran de palma, albergando alrededor de 752 habitantes, aunque esto no evito que ya estuvieran concluidos edificios como el cuartel, la comisaria, la casamata y la contaduría, aunque continuaron sin resolver el traslado de las casas al interior. Esta situación provoco que el pueblo requiriese continuamente de aprovisionarse de materiales de construcción para mantener en pie las casas, pero además empezaban a surgir problemas entre la población civil con los marinos donde las mujeres dedicadas a la cocina o a la lavandería se metían en pleitos y escándalos, por lo que el comisario Francisco Trillo le propone al virrey Mayorga que solo vivieran en el puerto los marinos necesarios para las guardias con sus familias. Poco a poco, el resto de los vecinos empezarían a ser trasladados al Cerro de San Basilio. Esto no fue el fin de los problemas, porque muchos de los colonos originales ya se habían ido para 1781, perdiendo con ello sus derechos a la posesión de la tierra otorgados por la corona, en cambio estos eran remplazados por nuevos migrantes, quienes llegaban a comprar las tierras para habitarlas.

Para esta etapa, solo los edificios de gobierno estaban construidos con materiales duraderos, el resto de las construcciones civiles seguían siendo de palma, aunque estos no llegaron a ser de grandes proporciones como los de Veracruz, solo se hizo lo indispensable para mantener el funcionamiento del puerto. De las únicas ventajas ofrecidas por la región era la disponibilidad de maderas tanto de las selvas aledañas como de las Islas Marías para abastecer al arsenal, además que la presencia del rio Santiago ofrecía la facilidad de trasladar la madera desde tierra adentro, incluso por el clima cálido se llega a proponer el cultivo del cáñamo para mantener abastecido al puerto de materiales como sogas y telas para las velas, pero la falta de apoyo de las autoridades hizo que el plan fracasase. El puerto no llegaba a obtener lo necesario para mantenerse, sobre todo por la necesidad de hacer llegar desde pertrechos y herramientas de hierro desde el interior, pero si se hizo imperativo que al menos se produjesen materiales como clavos y utensilios.

Donde no hubo problema fue con el abasto de alimentos, gracias a la existencia de ranchos de los alrededores y sobre todo por los recursos marinos eran suficientes para alimentar tanto a los vecinos como a los recién llegados al puerto, aunque productos como el trigo se tuvieron que importar desde Guadalajara o México y lo que no se pudo concretar fue la colecta de perlas debido a la abundancia de cocodrilos, tiburones y rayas en la costa. Como el puerto de San Blas no fue fundado como un puerto comercial, su manutención tuvo que depender del otorgamiento de un situado, el cual lo pagaba la fábrica de tabacos de Guadalajara, pero muchas veces estos recursos podían retrasarse y esto provocaba que las autoridades tuviesen que pedir prestado a los comerciantes de Tepic o solicitar dinero directamente a México para seguir operando el puerto.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Guadalupe Pinzón Ríos. Hombres de mar en las costas novohispanas. Trabajos, trabajadores y vida portuaria en el Departamento Marítimo de San Blas (Siglo XVIII).

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Imagen: Anónimo. Plano del puerto de San Blas, 1774. 

El desarrollo de las culturas de las Tumbas de Tiro.

El modelo constructivo de las tumbas de tiro del Occidente resulta algo único para el contexto mesoamericano, el cual inicia con la cultura El Opeño en Michoacán hacia los años 1500 al 1300 a.C. con la realización de tumbas de una cámara excavada en tepetate y con accesos escalonado, este fue cambiado para dar lugar al tiro para acceder a ella hacia los años 1000 al 800 a.C. en el territorio del actual municipio jalisciense de Mascota vinculado a la cultura Capacha. Fue en el periodo del 300 a.C. al 600 d.C. cuando el modelo de las tumbas de tiro vivió un periodo de expansión y masificación los territorios de Jalisco, Nayarit, Colima, el suroeste de Zacatecas y el oeste de Michoacán, aunque también se han encontrado ejemplos aislados de estas tumbas en Chilpancingo, Guerrero, una tumba en Teotihuacan, incluso en el Posclásico se han notificado algunas de ellas en Oaxaca en sitios como Coixtlahuaca y Jaltepetongo, así como una tumba purépecha localizada en el sitio de Huandacareo en Michoacán. Todas estas muestran como elemento en común la excavación del terreno dando forma de una cámara en forma de campana, aunque con los ejemplos localizados en el Posclásico pudiesen haberse tratado de desarrollos análogos sin la necesidad de la existencia de una relación directa con la tradición el Occidente.

Algo que resulta impactante y hasta el momento sin una explicación concluyente tiene que ver con la muy posible vinculación del desarrollo cultural de la región con el contacto con expediciones llegadas de Sudamérica, específicamente de los territorios del noroeste que abarcan el norte del Perú, Ecuador y Colombia, ya que en estos territorios también fue costumbre la de inhumar a sus muertos en tumbas excavadas en el terrero, tradición que se ha extendido hacia Panamá y Venezuela. Todo indica que los pueblos de la cultura Capacha pudieron haber mantenido contactos con la fase llamada Machalilla de Ecuador, la cual se desarrolló de los años 1500 al 1200 a.C. siendo posible la llegada de influencias de culturas como la San Agustín de Colombia; Chorrera, La Tolita y Jama Coaque de Ecuador; así como las peruanas Chavín de Huantar, Vicus, Gallinazo, Salinar, Moche, Paracas y Nazca. Esta influencia la veremos en un largo periodo que abarca desde el 1200 a.C. hasta el 700 d.C. siendo uno de los motores para el establecimiento de esta ruta la extracción del Spondylus, bivalvo de concha roja muy apreciada entre las cultura andinas y mesoamericanas y que debieron de haber requerido cuando las poblaciones locales eran afectadas por fenómenos como El Niño, ya que la ruta de ida y vuelta llegan a tardar un año en encontrar las condiciones para que las corrientes los lleven de regreso.

Junto con el desarrollo cultural entorno a las tumbas también es de destacar su muy particular arquitectura monumental, la cual los investigadores de la primera mitad del siglo XX no consideraron y llegaron a catalogar a los pueblos de Occidente como marginales al no encontrar indicios de centros ceremoniales, pero no tomaron en cuenta unos raros conjuntos concéntricos concentrados que son llamados localmente como guachimontones. Los guachimontones están conformados por una pirámide cónica y escalonada, donde a su alrededor de despliega una banqueta circular que la rodea y encima de esta se construyen basamentos piramidales rectangulares de menor tamaño, los cuales van desde los 8, 12 y 16 plataformas, ya fuera de este conjunto principal se localiza una cancha de juego de pelota para su uso ritual, demostrando con ello el mantenimiento de la liga con el resto de la tradición mesoamericana. Han sido varios sitios los que presentan esta forma de distribución localista, siendo el más grande localizado hasta el momento Teuchitlán al reunir 10 complejos concéntricos y dos juegos de pelota, seguido por Santa Quiteria, El Arenal, Ahualulco, Las Pilas, San Juan de los Arcos, Bugambilias, entre otros.

Es así que por la cantidad de centros ceremoniales encontrados se le ha denominado a esta tradición como Teuchitlán, la cual se desarrolló en la zona del volcán de Tequila en Jalisco como su núcleo cultural, si bien en un inicio se dudaba que los guachimontones pudiesen ser una de las características de los pueblos de las Tumbas de Tiro, esto se debe a los pocos trabajos de exploración realizados en el Occidente, pero de las campañas de investigación realizadas se han podido encontrar desde la región del norte de Jalisco y el sur de Zacatecas conocida como Bolaños, Huaynamota en Nayarit, la Bahía de Banderas, al norte del lago de Chapala, en el valle de Comala en Colima, así como los testimonios cerámicos de la fase Ixtlán del Rio. Otra de las regiones donde encontramos la presencia de guachimontones es en el Bajío, donde vemos algunos conjuntos localizados en sitios como Plazuelas, La Gloria y Peralta, pero a diferencia de su vecino aquí no vamos a encontrar tumbas de tiro y van a tener una proporción invertida, donde las plataformas rectangulares concéntricas son de mayor tamaño, mientras la pirámide circular central va a ser de menores proporciones.

Sobre las interpretaciones entorno a estos límites, los investigadores hablan de una influencia cultural ejercida por la zona nuclear de Teuchitlán y que llego a alcanzar tanto el Bajio como la costa del Pacifico, pero como muchos de estos guachimontones se tratan de conjuntos de menores proporciones podría hablarnos de la existencia de una relación cordial con los vecinos, pero a su vez aseguraron tanto la defensa como el acceso a materias primas prioritarias para las redes comerciales, por lo que su presencia nos indicaría un testimonio simbólico de su relación. Pero todavía quedan muchas incógnitas en cuanto a la tradición arquitectónica de los pueblos que conformaron la tradición de las Tumbas de Tiro, ya que hay centros ceremoniales que presentan el típico esquela mesoamericano de edificios ortogonales con la presencia de las tumbas dentro del territorio de Occidente, además que falta mucho material para poder establecer como se basaba la cultura política entorno a estos sitios, por lo que falta bastante por investigar en la región para lograr una interpretación lo más asertiva posible.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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Imagen: Herb Roe. Reconstrucción del Circulo 2 y el Juego de Pelota de Guachimontones de Teuchitlán, Jalisco. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Guachimontones#/media/Archivo:Guachimaontones_Aerial_detail_HRoe_2015.jpg

Fundación del departamento de San Blas.

Debido a la dinamización del contexto geopolítico del Océano Pacifico, los Borbones vieron como parte del proceso de reformas realizadas para mejorar las condiciones del imperio el crear un nuevo puerto que sirviese para atender la comunicación y expansión rumbo al noroeste, aunque en realidad no se realizaron con la profusión como se estaba realizando en la península, sino solo consistía en la construcción de astilleros para mantener los contactos marinos y con espacio para albergar a los funcionarios de la corona quienes vigilaban y reportaban los movimientos. Estas reformas consistieron en el mejoramiento de las instalaciones de los puertos de La Habana, Veracruz, Campeche y Acapulco, también en encontrar nuevos puertos naturales para construir nuevas bases como paso con Alvarado y Coatzacoalcos, pero en lo referente a la capacitación de personal especializado en los conocimientos náuticos, estos estuvieron monopolizados para los peninsulares y se negaron a establecer instituciones dedicadas a la enseñanza en las Indias, por lo que los principales responsables de estos puertos tenían que llegar de España como los ingenieros militares o los oficiales de marina.

La realidad mundial se hizo patente con dos hechos, la Guerra de la Oreja de Jenkins de 1739 a 1748 librada contra la Gran Bretaña que culmino con su fracaso de conquistar Cartagena de Indias y la campaña de George Anson quien sentó su base en la isla de Juan Fernández, saqueo el puerto peruano de Paita, estuvo cerca de tres meses en la zona de Acapulco y en su viaje rumbo a Filipinas captura el galeón Nuestra Señora de Covadonga hacia 1743. A este panorama adverso para la marina española se le sumo la derrota en la Guerra de Siete Años de 1756 a 1763 donde perdieron temporalmente La Habana y Manila, pero sobre todo hacia 1767 llegaron a Madrid noticias de establecimientos rusos en la costa noroeste del Pacifico americano y el estallido de las rebeliones en Sonora por parte de los seris y pimas como consecuencia de la orden de expulsión de los jesuitas, la cual termino por ser apaciguada por José de Gálvez. Sería el propio Gálvez quien llama a la corona para establecer un sistema de comunicación marina para el noroeste y frenar el deterioro de la presencia española, para ese entonces, Acapulco no cumplía con las condiciones para ser la base del reordenamiento marítimo debido a que debía de ser abastecido desde México, Puebla o Centroamérica y por su poca población, por lo que decidieron llevarlo hacia el occidente.

Inicialmente, el plan para establecer un nuevo puerto consideraba a Mantanchén como el lugar ideal, ya que desde ahí partían los barcos para abastecer a las misiones jesuitas, pero Gálvez considero que su forma tan abierta la hacía difícil de proteger y esperaba encontrar una bahía más cerrada, encontrando finalmente a San Blas como la que cumplía con los requisitos defensivos. Su selección fue más que controvertida debido a que no contaba con las condiciones para establecer un puerto de altura, por un lado contaba con pocas elevaciones naturales como el Cerro del Castillo (actual del Vigía) donde se puso el faro y el Cerro de San Basilio (hoy la Contaduría) donde en sus faldas se estableció la población, su playa tiene poca elevación con respecto al mar, pero el problema principal era el fondo marino poco profundo, arenoso y que continuamente se azolvaba por encontrarse en los esteros donde desemboca el rio Santiago, sumado a la alta humedad, los pantanos y los fuertes vientos. Si bien su bajo fondo fue considerado por Gálvez como un recurso para su defensa, se nota que su análisis fue bastante deficiente al no considerar el resto de los problemas, fundándose finalmente el 1768.

San Blas ocuparía las mismas funciones mantenidas hasta ese entonces por Matanchén como puerto de abastecimiento para el septentrión y astillero de barcos, aunque Gálvez tenía la pretensión de convertirla en el puerto más importante del Pacifico, los testimonios de la época nos relatan sobre las dificultades técnicas que enfrentaban al tener que regresarse al puerto por las malas condiciones de salida u optar por recalar en otros lugares. El puerto tendría una situación administrativa especial al ser considerado Departamento Marítimo, lo que poseería con fuerzas militares a cargo del comandante de marina, quien debía rendir cuentas ante el virrey, siendo el responsable tanto de la defensa como de la administración y la construcción de la población, así como supervisar los planes de las expediciones que salían de San Blas y su armamento. Debido a la presión por las exigencias que llevaba el cargo de comandante, desde la fundación del puerto era muy común el relevo continuo del mando, llegando incluso a pleitos con entre el gabinete, por lo que continuamente la corona tenía que estar mandando oficiales para reemplazar a los salientes.

Para poblar el nuevo puerto, se dispuso que se debían de buscar cerca de 100 y mínimo 50 a 40 colonos, quienes debían de atender los trabajos necesarios para el puerto y también el de sembrar las tierras aledañas, teniendo como punto de reclutamiento Guadalajara que para ese momento ya tenía problemas de hacinamiento y por lo tanto era una oportunidad para darles un nuevo hogar y disminuir la presión sobre la capital de la Nueva Galicia. Si bien en un inicio las autoridades quisieron organizar el repartimiento de las tierras colocando mojoneras, la maleza rápidamente las sepultaba y se perdían las delimitaciones, por lo que se les sugirió que simplemente se les dijera las personas que llegaban los terrenos que les tocaba y con eso era más que suficiente para que estuviesen atentos de su propiedad. Cerca de 140 familias decidieron llegar a San Blas para establecerse con el compromiso de trabajarlas y de no venderlas hasta pasados los diez años, mientras la corona se comprometía a abastecerlos de granos y legumbres durante un año y los liberaba del pago del diezmo por cuatro años, pero esto no evito problemas como la negativa de asentarse en los terrenos de la desembocadura del rio Santiago debido a la destrucción de los cultivos en los tiempos de lluvias y a que finalmente no dieron para alimentar a la población, por lo que permitieron los cultivos en los terrenos en las faldas de los cerros llamados coamiles y prolongar por cuatro meses más el abastecimiento de alimentos.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Guadalupe Pinzón Ríos. Hombres de mar en las costas novohispanas. Trabajos, trabajadores y vida portuaria en el Departamento Marítimo de San Blas (Siglo XVIII)

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Imagen:

– Izquierda: Anónimo. Jose de Galvez, siglo XVIII.

– Derecha: Capt. Basil Hall. Mapa del puerto de San Blas, 1822. Fuente: https://www.facebook.com/histomapas/photos/previo-a-la-elaboraci%C3%B3n-del-histomapa-de-san-blas-llevamos-a-cabo-una-investigac/747629448931160/

El desarrollo del complejo de las Tumbas de Tiro.

El Occidente de México ha sido una región arqueológica muy particular al desarrollar expresiones únicas que llegaron a diferenciarla del resto de Mesoamérica, siendo una de ellas la tradición de las llamadas Tumbas de Tiro que podemos encontrarlas en Jalisco, Nayarit, Colima y el sur de Zacatecas, con algunas expresiones aisladas en el oeste de Michoacán y el de Guanajuato. Aprovechando las condiciones del terreno constituido en buena parte por tepetate, le dio la oportunidad a los pobladores prehispánicos para excavar cámaras donde podían depositar los restos de sus fallecidos, pero también dio pie al desarrollo de una cultura alfarera que elaboro numerosas representaciones naturalistas de la vida cotidiana que nos revela como fue la vida en aquellos años y su información es equiparable a la de las fuentes escritas. Esta tradición tuvo vigencia desde el 300 a.C. hasta el 600 d.C. cuando empieza a llegar una mayor influencia mesoamericana, quedando en el olvido y se recupera su memoria hasta el siglo XIX, pero para mala suerte fue a través del saqueo que alimento el coleccionismo voraz, perdiéndose de forma irreversible el contexto de cómo se encontraron.

Al ser una región volcánica, a lo largo del tiempo los numerosos volcanes dejaron en el terreno numerosos depósitos de toba dando origen al tepetate, que tiene como característica el ser una tierra compacta fácil de excavar, pero con una gran resistencia, dando las condiciones para que se pudiesen crear estas criptas excavadas directamente en el terreno y comunicadas por un tiro, las cuales se dio la oportunidad de crear una variedad de formas que iban desde la más sencilla con una sola cámara, en forma de botella de campana o incluso con hasta tres cámaras y a profundidades diferentes. Las tumbas por lo regular se aglomeraban en terrenos que podemos identificar como cementerios localizados en las pendientes de los cerros, cuya identificación podía darse ya sea con la colocación de una piedra encima de la entrada del tiro o por estar en la entrada a sitios de culto religioso. Hasta el momento, una de las tumbas que tienen una mayor complejidad ha sido la de El Arenal en Eztatlán, Jalisco, la cual alcanza la profundidad de los 14.5 m y alberga tres cámaras de forma rectangular con espacios de 4.24 m x 3.9 m con piso de laja y una altura de 2.80 m.

Se cree que la construcción de estas tumbas tienen como origen la cosmovisión indígena donde se relaciona a las profundidades de la tierra con el inframundo, considerado tanto el depósito de los muertos como el origen de la vida, por lo que era concebido como el vientre de la madre tierra y las tumbas se elaboraban con la idea de vincular las cuevas con la matriz materna siendo el tiro la representación de la vagina y las cámaras del útero, por lo que el ceremonial del culto a los muertos tenía que ver con la representación del viaje de las almas al inframundo, reafirmándose la idea de asociar lo femenino con la muerte. Fue tal la importancia de esta concepción de la vida que en sitios donde no había terrenos de tepetate o era una capa no tan profunda siempre se procuraba hacer estas tumbas en forma, por lo que se procuraba hacer cámaras construidas a base de losas y piedras, también algunas veces no era posible conservar el tiro para poder entrar por el riesgo a un colapso, por lo que una vez usada la tumba se sepultaba el tiro y se mantenían las cámaras sin que se derrumbase, así como se hacían tumbas simples sin la necesidad de la cámara y el tiro.

Con las tumbas podemos observar la existencia de una jerarquización que revela la existencia de grupos sociales diferenciados en estas comunidades, viéndose directamente en la calidad de las ofrendas depositadas, donde además de las esculturas se han encontrado caracoles, textiles, piezas de obsidiana, instrumentos musicales y piedras semipreciosas para hacer patente el estatus de los muertos. Estas tumbas no eran de un solo uso, por los restos encontrados se sabe que llegaron a albergar individuos de diferentes tiempos llegando a ser ocupados por un mismo grupo en siglos, como lo revelo una tumba encontrada en San Martin de Bolaños al norte de Jalisco donde se encontraron hasta 86 individuos en una sola cámara, por lo que para poder tener mayor espacio se llegaron a cremar los cuerpos y a depositarlos en urnas funerarias. Los entierros eran equitativos al servir tanto para hombres como para mujeres de todas las edades, siendo nada más la única diferenciación el estatus social de los individuos y lo profusas que fueron sus ofrendas mortuorias.

El uso de las tumbas también era diferenciado, en algunas ocasiones se usaban para hacer los entierros primarios (el depósito de los cuerpos antes de su descomposición), pero también podía hacerse un entierro secundario donde se depositaron los restos después de su descomposición. Los entierros se podían llevar a cabo de forma simultánea para varias personas, cuando ocurría esto era cuando se daba el entierro secundario al irse depositando los restos poco a poco y dependiendo del estado de descomposición del resto de los cadáveres, aunque una de las soluciones también era la incineración, también esta se podía llevar a cabo a partir de un entierro secundario. Los inicios de esta tradición los podemos rastrear en las culturas Capacha y El Opeño del Preclásico Medio, donde vemos en estas culturas muchos rastros que posteriormente vamos a ver reflejados en las Tumbas de Tiro, aunque algunas similitudes de estas tradiciones previas podrían indicarnos la posibilidad de la existencia de influencia sudamericana en su desarrollo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Verónica Hernandez Diaz. Muerte y vida en la cultura de tumbas de tiro, del libro Miradas renovadas al Occidente indígena de México.

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Imagen: 

  • Izquierda: S/D. Isométrico de la tumba de El Arenal, Jalisco.
  • Derecha: S/D. Reconstrucción de una tumba de tiro.

Editorial: Mitos y leyendas del origen de los mexicas.

La nación a lo largo de 500 años se ha conformado su identidad basados en el estado mexica, el cual fue la organización política más importante del Posclásico al momento de llegada de los españoles, razón por la cual desde Hernán Cortes y posteriormente las autoridades virreinales convirtieron a México-Tenochtitlan en el centro del nuevo orden hispano y de ahí se continua su importancia con la independencia, ya que las elites criollas se sintieron identificados con los mexicas para legitimar su papel en la sociedad en perjuicio a los peninsulares. Con el influjo del nacionalismo, la concepción sobre lo mexica o lo azteca iba evolucionando según el nivel de conocimiento, desde atribuir su génesis como parte de las migraciones semíticas, la predica de Santo Tomas, contactos asiáticos, hasta concluir con el origen autóctono de este y del resto de pueblos mesoamericanos, buena parte de fue de la mano con la expansión del conocimiento y avance de los trabajos de investigación, pero esta siempre estuvo matizada por las concepciones populares que fueron deformando su sentido, saliéndose completamente del sentido origina. En esta publicación veremos algunas de estas leyendas que persisten hasta el día de hoy.

Uno de los principales mitos tiene que ver con su origen, ya que las fuentes del siglo XVI donde se incluyen códices coloniales como la Tira de Peregrinación relatan que los entonces aztecas salieron de un lugar llamado Aztlán “el lugar de las garzas”, el cual vemos se trata de una población localizada en una isla en medio de un lago, también contamos con otro relato donde salen de otro lugar llamado Chicomóztoc “el lugar de las siete cuevas” donde compartieron origen con otros pueblos como los xochimilcas, tlaxcaltecas, tlahuicas, chalcas, tepanecas y acolhuas, los cuales salieron en diferentes años para ocupar sus nuevos hogares y los últimos serían los aztecas. Sobre la idea generalizada que contamos es en lo referente a su ubicación, todas las fuentes nos indican que se encontraba al norte, por lo que han surgido varias propuestas donde han puesto como candidatos a EU, de esta idea en el siglo XIX se llegó a plantear la posibilidad de vincularlo con los yacimientos de las civilizaciones del Mississippi, incluso uno de estos sitios en Wisconsin fue bautizado como Aztalan siguiendo esta idea, pero los pocos vínculos que se han existido entre la región de las riberas del Mississippi con Mesoamérica como la ausencia de pueblos con una raíz étnica han desechado esta posibilidad.

La región que tiene más vínculos con este origen norteño es el suroestes estadounidense, ya que los nahuas forman parte de la gigantes familia lingüística de los yutoaztecas, los cuales abarcan diferentes grupos indígenas como los mono, comanches y paiute que están fuera de toda relación con la civilización mesoamericana, los hopis, pápagos, pimas, tepehuanes, yaquis, mayos, tarahumaras que tuvieron relación con la civilización mesoamericana y que tienen diferentes modos de vida como el agrícola con el caso de los hopis, de rancherías como los mayos, yaquis y tarahumaras o nómadas como los pimas y pápagos, así como grupos de tradición mesoamericana como los huicholes y las diferentes su variantes nahuas como los pipiles. A favor de este propuesta encontramos la afinidad lingüística de estos pueblos y a que del 1000 al 1300 la región de Oasisamérica tuvo un periodo de decadencia donde grandes poblaciones como los de la cuenca del rio Gila, el Cañón del Chaco o Paquimé fueron abandonados, pero en contra de esta propuesta contamos con la arqueología, ya que gracias a los vestigios encontrados todo indica que se aglutinaron en la cuenca del rio Grande en Nuevo México y en Arizona para ser los ancestros de los actuales indios-pueblo, por lo que no hay una relación entre estos grupos con los mesoamericanos del Posclásico.                                                                                                                                                                            

Arqueológicamente, la propuesta más probable tiene que ver con el proceso de decadencia de la llamada región Norte de la zona mesoamericana, la cual abarca una franja donde entra el oeste-centro de Durango, buena parte de Zacatecas, Aguascalientes, el norte de Jalisco, Guanajuato, Querétaro, el suroeste de San Luis Potosí y el centro de Tamaulipas. De momento sabemos que a partir del siglo IX hubo un periodo de inestabilidad climática que desestabiliza los periodos de siembra de esta región, pero el aumento de las sequias también provoca el aumento de las incursiones de las tribus nómadas que lucharon por adquirir los pocos recursos disponibles, provocando con ello que la región fuese abandonada gradualmente y dejaron su lugar a los llamados “chichimecas”. A raíz de esto, algunos sitios arqueológicos del norte han querido ser vinculados como el origen de estos pueblos nahuas, siendo uno de los más probables el caso de La Quemada en Zacatecas, perteneciente a la cultura Chalchihuites establecida en Durango, Zacatecas y Aguascalientes, pero en contra de esta propuesta contamos con la nula afinidad de los vestigios con los atribuidos a los grupos nahuas del Posclásico Temprano, en cambio los que si parecen ser sus herederos son los purépechas, ya que tanto su cerámica y su estilo artístico están relacionados, por lo que es posible que los chalchihuiteños hayan sido los ancestros de los purépechas y que mantenían una red de contacto entre el centro Michoacán hasta el norte.

El Occidente también es una de las regiones candidatas para poder albergar Aztlán, hubo dos candidatos que fueron considerados en su momento, el caso del reino de Aztatlán que abarco el sur de Sinaloa, Nayarit, buena parte de Jalisco y Colima, donde gracias a los trabajos de las últimas décadas nos indican que fue entre Nayarit y Jalisco donde se originó el estilo artístico que estaba de moda en el Posclásico, el Mixteca-Puebla, ya que se han encontrado vestigios de mayor antigüedad que los del Centro de México, pero de nuevo los vestigios cerámicos no logran concretar estos vínculos. Pero una de las que si ha sido descartada tiene que ver con el caso de la isla de Mexcatitlan en Nayarit, localizado en un sistema lacustre en Ixcuintla daba todas las señales para ser considerada la cuna de los mexicas, esta iniciativa fue propuesta por varios historiadores jaliscienses como José López Portillo y Rojas desde finales de siglo XIX y para mediados del XX empezó a tener un mayor apoyo por los arqueólogos, pero al momento de realizar los sondeos arqueológicos, no se han encontrado ninguna relación con las primeras etapas de los mexicas. Actualmente, algunos investigadores han señalado que un candidato probable puede ser Cerro Culiacán, localizado al sur de Guanajuato y que según las fuentes españolas del siglo XVI ha sido vinculada con el mítico cerro Colhuacan y con Chicomoztoc, además que se han encontrado algunas evidencias de actividad ritual, pero falta que se concrete con el avance de las investigaciones arqueológicas en el sitio.

El principal obstáculo para rastrear el origen de los mexicas tiene que ver con la cerámica, donde los arqueólogos han localizado como el origen de su presencia en la Cuenca de México con el estilo llamado Azteca I, datado del 1250 al 1299, el cual estuvo en convivencia con el estilo Mazapa y Coyotlatelco que están vinculados con grupos asociados a Teotihuacan y a Tula, de momento se considera una cerámica intrusiva y que se puede inferir un posible origen poblano, lo cual contradice la versión norteña de las fuentes españolas. Una de las tendencias teóricas para desenredar el origen de los mexicas ha propuesto el negar la historicidad del origen norteño y plantear que se trate de un concepto metafórico, con ello se propone que tanto Chicomoztoc como Aztlán no existieron en la vida real, sino que se tratan de lugares míticos el cual tiene el fin de darle un origen divino a los mexicas, una concepción muy generalizada en la literatura mesoamericana y en los testimonios recabados tanto por los cronistas del siglo XVI como en los códices escritos por los caciques de los pueblos.

Sobre esta teoría metafórica, encontramos que tanto Aztlán como Chicomoztoc tienen grandes evocaciones con el inframundo y podría describir su instancia como un periodo donde todavía no estaban identificados como pueblo, por lo que cuando adquieren el conocimiento civilizatorio es cuando adquieren esta conciencia e inician su viaje providencialista en búsqueda de su hogar prometido. Otra posibilidad plantea que estos grupos nahuas pudieron haber tenido su lugar de origen en la misma Cuenca de México, quienes pudieron haber partido como consecuencia de la actividad volcánica del siglo I que provoca el abandono de Cuicuilco (también se les ha vinculado como grupos que huyeron de Teotihuacan y su tiempo de decadencia), por lo que el origen norteño puede interpretarse por el tiempo en que estuvieron como grupos de choque establecidos en la frontera mesoamericana y que cuando las condiciones de vida se hicieron difíciles emprenden el viaje de regreso, esto podría explicar el vínculo de Cuicuilco con los pueblos agricultores del Bajío y con el Occidente, lo que posteriormente derivo en la cultura Chalchihuites, pero solamente el avance de las investigaciones arqueológicas podrían darnos una respuesta definitiva sobre el origen.

Asociado a esta polémica, tiene que ver con la idea generalizada de su identidad “chichimeca”, por lo que se ha popularizado la versión de que se trató de un grupo de nómadas que llegaron a la cuenca y en pocos años lograron desarrollar una gran ciudad capaz de convertirse en uno de los poderosos imperios mesoamericanos. Tengo varias ideas en contra de esta versión, en primera al nivel histórico hemos encontrado que las tribus nómadas no se adaptan fácilmente a una vida sedentaria, el ejemplo que demuestra esto lo tenemos en la conquista del Norte de México, donde los misioneros se quejaban como los indígenas no se adaptaban a la vida agrícola y era común que solo estuvieran en las misiones una temporada para proseguir con su ciclo errante, esto solo pudo acabar después de largos periodos en que se fueron convirtiendo al cristianismo, la influencia con las poblaciones hispanas y ni que decir las guerras y epidemias que los fueron diezmando. La segunda tenemos con respecto al pasado mesoamericano de la región Norte, además cabe mencionar que estos mesoamericanos norteños tuvieron que adaptarse a la cultura de los nómadas para poder defenderse de sus ataques y además incorporaron la parafernalia guerrera a su modo de vida, por lo que estos “chichimecas” ya tenían los conocimientos civilizatorios, pero habían adoptado la identidad norteña como forma de ganar prestigio como guerreros.

En estos tiempos, los sectores «descolonizadores» se han negado en catalogar al estado mexica como imperio, ya que dicen el regimen del tlatoani poco tiene que ver con los estados creados en Europa y el rechazo de este termino tiene un intento por «desterrar» el eurocentrismo del conocimiento argumentando que no existía una estructura equiparable, cambiando la terminología dependiendo de quien lo dice, por un lado están los académicos que siguen esta línea y proponen que se trato de un estado nacido por asociación de otros, mientras en el otro se encuentran los sectores nacionalistas radicales como los mexicanistas proponen que era una democracia idílica en manos de un consejo constituido por los mas ancianos del pueblo. El que el estado mexica sea considerado un imperio no tiene que ver con un intento de emular a lo surgido en Europa, sino por la convención sobre el termino imperialismo para designar a un pueblo que llega a tener en su desarrollo histórico una etapa expansionista donde someten a sus vecinos para obtener diferentes beneficios, esto sin importar que se trate de una monarquía o no, que en el caso de los mexicas era una monarquía donde se elegían los miembros de una misma familia sin un orden de primogenitura, similar a lo que hacen los árabes. Y creo que resulta irónica este intento de corrección «descolonizadora» tomando en cuenta el sector que lo impulsa ¿No son ellos los que llaman a Estados Unidos un imperio? Segun su puritanismo moral, el imperialismo yankee no existiría, a menos que como muchos otros usen los temimos según les convenga.

Por último, una polémica tiene que ver sobre si es correcto decirles aztecas a los mexicas, esta denominación surge por parte de los ingleses, ya que como los españoles en los 300 años de dominio identificaban a los novohispanos como “mexicanos” al formar parte del Reino de México, los intelectuales anglosajones para evitar confusiones  era importante marcar esta diferencia entre los mexicanos contemporáneos y los precolombinos, encontrando en la denominación “azteca” adecuada para estos fines. Este término no conlleva ninguna carga peyorativa, pero si nos atenemos a las fuentes encontramos que el gentilicio azteca debía de ser usado desde su “partida” de Aztlán hasta la fundación de México-Tenochtitlan, por lo que no conlleva ningún problema real si se les conoce como mexicas o aztecas, aunque ateniéndome a este orden cronológico los llamo mexicas. Espero que les haya servido para ir aclarando muchas dudas sobre su origen, como siempre hay que estar atentos a los resultados que nos brindan las investigaciones en curso y sobre todo no casarnos con una idea, ya que continuamente se va actualizando el conocimiento.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Imagen: Maqueta de Mexico-Tenochtitlan del Museo Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de Mexico. Fuente: https://twitter.com/Cuauhtemoc_1521/status/742352553409544192