El resultado del enfrentamiento en Acultzingo deja claro a Ignacio Zaragoza las necesidades del ejército mexicano para enfrentar a los franceses, teniendo claro que no debían enfrentarlos en campo abierto por lo poco preparadas que estaban sus tropas, pero lo que más les apremiaba era la falta de elementos necesarios para poder enfrentarlos. El ministro de Guerra, Pedro Hinojosa, puso atención en la necesidad de apurar tanto a Santiago Vidaurri como a Jesús Gonzales Ortega para poder mandar a Puebla sus respectivas tropas, siendo especialmente cuidadoso con Gonzales Ortega con quien se le procuro tratar con las cortesías debidas para contar con su apoyo debido a la fama alcanzada durante la Guerra de Reforma, pero una vez pasada la batalla de 5 de mayo con el triunfo de Zaragoza la actitud del gobierno cambia e incluso le retiran el mando de gobernador militar de San Luis Potosí resaltando su falta de compromiso con la defensa, asi como señalar la falta de apoyo por parte de Vidaurri.
Con la noticia de la presencia de fuerzas conservadoras en Atlixco y Santa Isabel, Zaragoza tenía el apremio de eficientar los servicios de la defensa, siendo una de sus acciones la destitución del gobernador Gonzales Mendoza quien a pesar de su buena voluntad y apoyo a la defensa no contaba con las aptitudes necesarias, dejando el puesto a Tomas O ‘Harán. También desde el gobierno federal hicieron sus movimientos, siendo el mismo Pedro Hinojosa una de las bajas debido a que su salud se había deteriorado y no podía hacer frente a las necesidades de ir a combate, prefiriendo mejor presentar su renuncia al no poder cumplir con su deber. El Ejercito de Oriente que había luchado contra los franceses en Acultzingo se incorporaba a las posiciones de Puebla, mientras el ministerio de Guerra se encargó en el mes de abril de ir fortificando los puntos clave de la ciudad, haciendo las obras necesarias en los fuertes de Loreto y Guadalupe que con el tiempo resultarían insuficientes. Las iglesias y los conventos fueron puntos importantes para considerar la defensa y se empieza a dotar de trincheras para facilitar las posiciones, considerándose de vital importancia las de San Javier, El Carmen y la de los Remedios por su posición estratégica en caso de que la batalla se trasladase a la ciudad.
En la ciudad, se haría un padrón de todos los hombres de 16 a los 60 años para conformar las guardias civiles para defender la capital, exceptuando a los extranjeros residentes y sobre todo a los franceses cuya comunidad era muy numerosa, pero se agradecía su participación en caso de que decidiesen integrarse. Una de las decisiones que tomaron fue que previendo la posibilidad de un sitio largo podía provocar un desabastecimiento de alimentos, por lo que a la población civil se les aconseja evacuar la ciudad y que solo se quedaran los hombres en condiciones de poder luchar, pero dada la premura ante la cercanía de las tropas francesas y como los caballos y mulas ya habían sido requisados para las acciones militares no se pudo llevar a cabo en su totalidad. El Ejercito de Oriente fue tomando posiciones en los alrededores de la ciudad, constando con una fuerza de 1200 hombres que estaban al mando de José María Arteaga, pero como había salido muy mal herido de la batalla de Acultzingo provocando la amputación de una de sus piernas hizo que fuese suplido por Miguel Negrete, quienes tomaron las posiciones de los fuertes de Loreto y Guadalupe mientras se formaron tres brigadas al mando de Felipe Berriozábal, Francisco Lamadrid y Porfirio Diaz quienes se acuartelaron en la plaza de San José.
Pero para evitar revitalizar las fuerzas francesas era preciso controlar a las gavillas conservadoras, siendo la más importante la dirigida por Leonardo Márquez quien se encontraba cerca y su incorporación podría representar un serio problema para la defensa, por lo que Zaragoza le encarga a O ‘Harán mantenerlo lejos de la zona y con ello lograron evitar que los franceses ganasen importantes refuerzos para la batalla. Los conservadores en ese momento se encontraban divididos y dubitativos en cuanto a su participación, esto debido a la presencia de Juan Nepomuceno Almonte dentro de los principales dirigentes dentro de la expedición francesa, pasando a empeorar su posición el que se haya declarado “jefe de la nación” ya que la gran parte reconocían como su líder al ex presidente Félix María Zuloaga. Las tropas francesas se fueron acercando a las proximidades de la ciudad siguiendo por Palmar, Quecholac, Acatzingo y Amozoc, donde pernoctaron en la noche previa a la batalla, siendo acompañados por los conservadores Almonte y Manuel Haro y Tamariz.
Ambos con experiencia militar que les habían otorgado el pelear en conflictos pasados quisieron intervenir en la planificación del ataque a Puebla con el conde Lorencez, Haro era de la opinión de no presentar batalla en Puebla para pasarse directo a la Ciudad de México, pero Lorencez rechaza es propuesta porque esto implicaría la posibilidad de corte de las líneas de comunicaciones, por lo que tanto Almonte como Haro le proponen atacar el sur de la ciudad y en específico el convento del Carmen, ya que contaba con extensos huertos y era un punto débil en la defensa, siendo un sitio habitual por donde los rebeldes entraban a la ciudad. Pero tanto Lorencez como Salligny estaban en contra de esta opción porque consideraban que del camino de Amozoc al sur de Puebla podían estar expuestos a un ataque, por lo que primó la idea de dar un golpe rápido y consideraron que el mejor lugar eran los fuertes de Loreto y Guadalupe, como vieron como “fácil” la victoria que tuvieron en Acultzingo contra el Ejercito de Oriente era una señal de debilidad e inferioridad de sus contrincantes, por lo que el hacer caer su punto más defendido podría implicar una rápida desmoralización de la defensa en general y con ello tomar el país.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura
Federico Flores Pérez
Bibliografía: Raúl Gonzales Lezama. Cinco de mayo. Las razones de la victoria
Imagen:
- Izquierda: Anónimo. Toma estereoscópica de Puebla, 1860, al fondo se ve la iglesia del fuerte de Guadalupe.
- Derecha: R. Aguirre. General Ignacio Zaragoza, 1898.