Los preparativos de Zaragoza para recibir a los franceses en Puebla.

El resultado del enfrentamiento en Acultzingo deja claro a Ignacio Zaragoza las necesidades del ejército mexicano para enfrentar a los franceses, teniendo claro que no debían enfrentarlos en campo abierto por lo poco preparadas que estaban sus tropas, pero lo que más les apremiaba era la falta de elementos necesarios para poder enfrentarlos. El ministro de Guerra, Pedro Hinojosa, puso atención en la necesidad de apurar tanto a Santiago Vidaurri como a Jesús Gonzales Ortega para poder mandar a Puebla sus respectivas tropas, siendo especialmente cuidadoso con Gonzales Ortega con quien se le procuro tratar con las cortesías debidas para contar con su apoyo debido a la fama alcanzada durante la Guerra de Reforma, pero una vez pasada la batalla de 5 de mayo con el triunfo de Zaragoza la actitud del gobierno cambia e incluso le retiran el mando de gobernador militar de San Luis Potosí resaltando su falta de compromiso con la defensa, asi como señalar la falta de apoyo por parte de Vidaurri.

Con la noticia de la presencia de fuerzas conservadoras en Atlixco y Santa Isabel, Zaragoza tenía el apremio de eficientar los servicios de la defensa, siendo una de sus acciones la destitución del gobernador Gonzales Mendoza quien a pesar de su buena voluntad y apoyo a la defensa no contaba con las aptitudes necesarias, dejando el puesto a Tomas O ‘Harán. También desde el gobierno federal hicieron sus movimientos, siendo el mismo Pedro Hinojosa una de las bajas debido a que su salud se había deteriorado y no podía hacer frente a las necesidades de ir a combate, prefiriendo mejor presentar su renuncia al no poder cumplir con su deber. El Ejercito de Oriente que había luchado contra los franceses en Acultzingo se incorporaba a las posiciones de Puebla, mientras el ministerio de Guerra se encargó en el mes de abril de ir fortificando los puntos clave de la ciudad, haciendo las obras necesarias en los fuertes de Loreto y Guadalupe que con el tiempo resultarían insuficientes. Las iglesias y los conventos fueron puntos importantes para considerar la defensa y se empieza a dotar de trincheras para facilitar las posiciones, considerándose de vital importancia las de San Javier, El Carmen y la de los Remedios por su posición estratégica en caso de que la batalla se trasladase a la ciudad.

En la ciudad, se haría un padrón de todos los hombres de 16 a los 60 años para conformar las guardias civiles para defender la capital, exceptuando a los extranjeros residentes y sobre todo a los franceses cuya comunidad era muy numerosa, pero se agradecía su participación en caso de que decidiesen integrarse. Una de las decisiones que tomaron fue que previendo la posibilidad de un sitio largo podía provocar un desabastecimiento de alimentos, por lo que a la población civil se les aconseja evacuar la ciudad y que solo se quedaran los hombres en condiciones de poder luchar, pero dada la premura ante la cercanía de las tropas francesas y como los caballos y mulas ya habían sido requisados para las acciones militares no se pudo llevar a cabo en su totalidad. El Ejercito de Oriente fue tomando posiciones en los alrededores de la ciudad, constando con una fuerza de 1200 hombres que estaban al mando de José María Arteaga, pero como había salido muy mal herido de la batalla de Acultzingo provocando la amputación de una de sus piernas hizo que fuese suplido por Miguel Negrete, quienes tomaron las posiciones de los fuertes de Loreto y Guadalupe mientras se formaron tres brigadas al mando de Felipe Berriozábal, Francisco Lamadrid y Porfirio Diaz quienes se acuartelaron en la plaza de San José.

Pero para evitar revitalizar las fuerzas francesas era preciso controlar a las gavillas conservadoras, siendo la más importante la dirigida por Leonardo Márquez quien se encontraba cerca y su incorporación podría representar un serio problema para la defensa, por lo que Zaragoza le encarga a O ‘Harán mantenerlo lejos de la zona y con ello lograron evitar que los franceses ganasen importantes refuerzos para la batalla. Los conservadores en ese momento se encontraban divididos y dubitativos en cuanto a su participación, esto debido a la presencia de Juan Nepomuceno Almonte dentro de los principales dirigentes dentro de la expedición francesa, pasando a empeorar su posición el que se haya declarado “jefe de la nación” ya que la gran parte reconocían como su líder al ex presidente Félix María Zuloaga. Las tropas francesas se fueron acercando a las proximidades de la ciudad siguiendo por Palmar, Quecholac, Acatzingo y Amozoc, donde pernoctaron en la noche previa a la batalla, siendo acompañados por los conservadores Almonte y Manuel Haro y Tamariz.

Ambos con experiencia militar que les habían otorgado el pelear en conflictos pasados quisieron intervenir en la planificación del ataque a Puebla con el conde Lorencez, Haro era de la opinión de no presentar batalla en Puebla para pasarse directo a la Ciudad de México, pero Lorencez rechaza es propuesta porque esto implicaría la posibilidad de corte de las líneas de comunicaciones, por lo que tanto Almonte como Haro le proponen atacar el sur de la ciudad y en específico el convento del Carmen, ya que contaba con extensos huertos y era un punto débil en la defensa, siendo un sitio habitual por donde los rebeldes entraban a la ciudad. Pero tanto Lorencez como Salligny estaban en contra de esta opción porque consideraban que del camino de Amozoc al sur de Puebla podían estar expuestos a un ataque, por lo que primó la idea de dar un golpe rápido y consideraron que el mejor lugar eran los fuertes de Loreto y Guadalupe, como vieron como “fácil” la victoria que tuvieron en Acultzingo contra el Ejercito de Oriente era una señal de debilidad e inferioridad de sus contrincantes, por lo que el hacer caer su punto más defendido podría implicar una rápida desmoralización de la defensa en general y con ello tomar el país. 

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Raúl Gonzales Lezama. Cinco de mayo. Las razones de la victoria

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  • Izquierda: Anónimo. Toma estereoscópica de Puebla, 1860, al fondo se ve la iglesia del fuerte de Guadalupe.
  • Derecha: R. Aguirre. General Ignacio Zaragoza, 1898.

Particularidades de la ciudad de Cantona.

Cantona se estableció sobre una región de un terreno volcánico agreste en el camino entre el Altiplano Central y el Golfo de México (al oriente del estado de Puebla), mismo que la hace ideal para mantener la defensa en una superficie concentrada en 14.53 km 2, aprovechando el terreno al máximo para colocar las viviendas en las zonas amuralladas y a su vez manteniendo las tierras de cultivo, manteniendo el control sobre quien ingresaba a la ciudad. Una de sus particularidades es la construcción tanto de los edificios religiosos como de los conjuntos habitacionales sin ninguna clase de argamasa que uniera piedra con piedra, sosteniéndose solamente con el acomodo y sosteniendo un grado de inclinación los muros de cerca de 12 a 15 cm, incluso las fachadas de los edificios carecían de toda clase de aplanado de estuco o lodo, pero no es que se desconociera el método porque hay evidencias de su aplicación pero solo en interiores, explicándose por la falta de agua en la ciudad como la razón de su aplicación en lugares donde fuese necesaria. La solución para que no quedase a la vista el material de construcción fue resuelto con el careado de las piedras exteriores para dar una apariencia lisa y el uso de las tonalidades naturales para poder darles color, logrando seguir usando el tradicional talud-tablero (a su modo) del valle Puebla-Tlaxcala.

Para entrar en la ciudad se tenía que atravesar por una red de caminos que a su vez se transformaban en calles que iban a parar a una estructura alargada que servía a manera de garita, al suroeste se construye una fosa de más de un kilómetro con la que une a su sistema de defensa el vecino Cerro de las Águilas, pero lo intrincado de sus calles en zigzag era un disuasor lo suficientemente efectivo para impedir el movimiento de los visitantes, teniendo como apoyo fortines y postas de control donde se vigilaba quien entraba. Toda la ciudad estaba comunicada por la red de caminos que conectaban a los campos de cultivo con las unidades habitacionales y las zonas religiosas, juntando cerca de 6 km de caminos con anchos que van de los 2.10 a los 6 m. Al construirse sobre un terreno elevado, les permitieron a sus habitantes poder aprovechar los desniveles para usarlos a manera de defensa y contribuyendo con su fortificación, empezando por las calles que tenían tramos donde se iban ensanchando o se iban reduciendo según llegaban a determinados sectores para pasar por las garitas (hallando evidencia de la clausura de algunas de esas calles en el periodo de decadencia).

El desplante de las unidades habitacionales se hacía sobre plataformas con hasta tres cuerpos superpuestos y rodeados de muros elevados con una sola entrada, siendo la Unidad Sur la que albergaba cerca del 70% de las habitaciones formadas tanto por familias nucleares o extensas, curiosamente los sectores populares eran los que tenían las bardas más altas y las viviendas de las elites o eran muro muy bajo o de plano no tenían. Las dimensiones de las unidades habitacionales populares iban de los 250 a los 2000 m2 con una media de 600 m2, estos poseían entre 2 y 6 plataformas habitacionales con zonas bajas usadas como huertos, temazcales o corrales, mientras la clase gobernante vivía en unidades de 350 a los 5000 m2 con una media de 1050 m2, pero con solo una plataforma habitacional, aun con estas diferencias se ha determinado que el nivel de vida era muy bueno y no había mucha diferencia. De los elementos imprescindibles de las zonas habitacionales eran los depósitos o silos subterráneos, que servían ya sea como cisternas o para guardar el maíz, aprovechando los recovecos propios del terreno volcánico y que recubrían con piedra careada, con dimensiones que iban de los 7.5 a los 15 m de diámetro.

Los conjuntos religiosos estaban conformados por plazas hundidas con una estructura piramidal que la preside, frente a ellos se encuentra una pequeña plataforma a manera de altar, todos ellos se concentraban en la zona de la Acrópolis conformando unidades independientes, pero eso no impedía que se erigiesen pequeñas unidades religiosas en las zonas residenciales. Pero uno de los elementos que despertado la curiosidad tanto de investigadores como del público en general ha sido su astronómica cantidad de juegos de pelota que se han encontrado, un total de 27 y con posibilidad de que haya más, siendo los más antiguos datados en el año 450-400 a.C. y el ultimo entre el 700-750 d.C., distribuidos en 19 en la Unidad Sur y de estos 12 en el centro cívico-ceremonial principal, mientras en la Unidad Central albergan 5 que son los más antiguos y en la Unidad Norte solo hay 3. No todas las canchas estaban en funcionamiento al mismo tiempo y estas se iban desocupando con los años, siendo la primera funcionando del año 450 al 400 a.C., para el año 300 a.C. había 4 canchas funcionando y para el 200 a.C. hacienden a 7, del 100 al 50 a.C. hubo un incremento llegando a las 16 distribuidas en la Unidad Sur y la Central. Del 50 a.C. hasta el 200 d.C. funcionaban 20 canchas, pero a partir del 350 d.C. fueron disminuyendo a 16, del 600 al 650 solo había 9, del 700 al 750 bajan a 5 funcionando hasta su abandono en 900-950 d.C.

Estas canchas se han notado la presencia de graderías en al menos dos de sus lados, debido a su disposición la más importante pudo ser el Juego de Pelota 7 en la Plaza II, que cuenta con 7 gradas para los espectadores en el lado norte y en el oriente hay un espacio cerrado que pudo servir como palco para las personalidades importantes. Sabemos de antemano que el juego de pelota mesoamericano tenía una importancia religiosa al ser parte de las ceremonias vinculadas a la producción agrícola y al movimiento de los astros, pero tal perece la cantidad inusual de canchas en Cantona pueden indicarnos que pudo tener un carácter lúdico donde pudo albergar equipos de comunidades asociadas a la ciudad-estado, sin quitar de lado las de uso ceremonial como el Juego de Pelota 7. Los avances tecnológicos han ayudado a facilitar la exploración del sitio, por lo que en un futuro pueda ser posible despejar las incógnitas que quedan de esta ciudad fuera de serie.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Ángel García Cook. Cantona, Puebla. Una gran ciudad prehispánica, revista Arqueología Mexicana, edición especial no. 73.

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El avance zapatista a la Ciudad de México y la campaña de Puebla.

Dado el avance villista rumbo a la capital, Álvaro Obregón inicia la maniobra de desalojo de la ciudad para dirigirse al oriente, mientras se quedaba Lucio Blanco en la capital con sus fuerzas muy mermadas por la desarticulación que se hizo para quitarle su peligrosidad, por lo que no le quedo de otra más que retirarse excusando las bajas en el campo de batalla. Desde la primavera de 1914, las tropas zapatistas ya estaban merodeando el sur del Distrito Federal, a pesar de la crisis que atravesaban por la baja producción del maíz y la dificultad que tenían con hacerse de parque, por lo que a la firma de los Tratados de Teoloyucan ya eran una fuerza que estaba esperando el momento de entrar en la ciudad. Para mediados de noviembre se da la orden a los zapatistas de avanzar por los pueblos de los alrededores y el 24 cae Tacubaya, siendo al siguiente día cuando entran en la capital donde solamente había guardias de vecinos vigilando.

Se conforma un gobierno interino zapatista encabezado por el general Vicente Navarro junto con el enviado villista Manuel Icaza, quienes de inmediato declararon una serie de leyes contra el saqueo, amnistía general para los combatientes del bando contrario y la preservación del orden público, así como mandaron a una avanzada a Tlalnepantla para cerciorarse que Blanco no hubiese mandado a minar el camino por donde habría de pasar la División del Norte. Pese al pánico generado por la prensa que de “barbaros” y “salvajes” no bajaba a los zapatistas, las tropas tuvieron un comportamiento ejemplar sin que se atreviesen a importunar a los capitalinos, salvo para pedirles para un taco o que les pagasen el café, mientras dejaban constancia del saqueo y robos que hicieron los carrancistas antes de abandonar la ciudad e incluso devolvieron los carros que intentaron robar y quedaron varados por no tener gasolina. Mientras Zapata desembarca en San Lázaro y se instala en la Escuela de Tiro, dejando dicho que no entraría en la ciudad si no era junto a Villa.

Al primero de diciembre fue cuando llega a Tacuba el cuerpo mayor de la División del Norte, siendo el primero Felipe Ángeles quien le reporta a Zapata su llegada, al día siguiente llega Villa a Tacubaya para instalar el Cuartel General, siguiendo la marcha a Chapultepec para ir tomando posiciones y darle el paso libre al presidente de la Convención Eulalio Gutiérrez acompañándolo, siendo recibido en Palacio Nacional por Eufemio Zapata quien fungía como gobernador del edificio. Finalmente el 4 de diciembre, Villa junto a su estado mayor y su escolta de “Dorados” emprenden el camino a Xochimilco para encontrarse con Zapata y sus generales, quedando formalizada la alianza con la adhesión de Villa al Plan de Ayala (dejando de lado los ataques a Madero) y él se compromete a proveerle de los bastimentos suficientes para la guerra, mientras Zapata hace lo mismo con el plan de dirigirse a Puebla y a Veracruz, conformándose el llamado Pacto de Xochimilco, culminando la unión dos días después con la entrada de ambos contingentes a la Ciudad de México.

Sin perder mucho tiempo, las tropas de Zapata se dirigen hacia Puebla para cumplir su parte del trato con los villistas y Villa se dirigía a Guadalajara, mientras los carrancistas habían dejado al general Salvador Alvarado a cargo de la defensa de la capital poblana con una fuerza de 12,000 soldados. El inicio de la campaña comienza en Atlixco y Metepec el día 9, para el 12 toman San Martin Texmelucan derrotando a Fortunato Maycotte con una fuerza calculada entre los 5,000 y 6,000 soldados, logran sumar otros 2,000 hombres al frente y con ellos inician el sitio de Puebla, atacando tanto por el norte, el sur y el poniente, suponiendo un duro revés a los carrancistas la entrada zapatista a Cholula. Alvarado no pudo contener la ofensiva zapatista y pronto tuvo que llamar a Obregón para que lo asistiese, por lo que fue en su ayuda saliendo del puerto, pero cuando llega al pueblo de La Esperanza se entera de la derrota de Alvarado.

Además de la toma de Cholula, uno de los puntos culminantes para hacer caer la ciudad fue la ayuda que recibieron por parte del exhuertista Aurelio Bonilla quien informa a los zapatistas de las posiciones carrancistas apostadas en el cerro Tepozúchitl tomándolo al anochecer del día 15 y en la madrugada atacan a los carrancistas que iban huyendo por el camino de Amozoc. Ya en la mañana, Zapata y sus tropas entran en Puebla y pronto le escribe una carta a Villa para reportarle la victoria notificándole tener como prisioneros a cerca de 2,000 carrancistas quienes fueron desarmados y puestos en libertad. El plan de Zapata era proseguir con el camino a Veracruz procediendo con la persecución de Alvarado, ordenando a los zapatistas del sur de Puebla asediar las líneas de abastecimiento de los carrancistas e iniciar la toma de Córdoba y Orizaba, así como a los zapatistas tlaxcaltecas les encomienda avanzar hacia Xalapa usando el Ferrocarril Interoceánico. Pero todos los planes no lograron cumplirse en primera por el retiro de Zapata por haberse enfermado y por no haber recibido las armas que pedían con insistencia, además de que Alvarado había logrado evacuar a gran parte de su ejército y escapa por el camino a San Martin para llegar a San Marcos donde se pudo reunir con Obregón, empezando a organizar la contraofensiva mientras los zapatistas se encargaron de fortificar Puebla.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra. 

Imagen: Hermanos Casasola. Francisco Villa y Emiliano Zapata acompañados de sus ejércitos al entrar a la Ciudad de Mexico. 1914

La toma de posiciones del ejército francés

Ya una vez anunciado el fin de la Triple Alianza entre España, Gran Bretaña y Francia, las tropas españolas se retiran del territorio mexicano al iniciar sus negociaciones con el gobierno de Juárez por su lado, mientras la expedición francesa se iba afianzando en las posiciones donde el gobierno mexicano les había permitido llegar. Mientras tanto, Juan N. Almonte que recién había regresado al país bajo el amparo de los franceses, hace un pronunciamiento en Córdoba donde convoca al pueblo a rebelarse contra Juárez para así acabar con el bandolerismo de los liberales, de lado de gobierno Juárez hace un manifiesto a la nación para explicar la situación y llama a todos a defender de lo que sería una invasión inminente. Al carecer de los medios para poder financiar la resistencia, se declara que en cuanto los franceses iniciasen su avance se declara el estado de sitio, por lo que los habitantes de las poblaciones tomadas tenían el compromiso de abandonarlas para no prestar ninguna clase de apoyo a los invasores, pero si se quedaban en ellas podían ser considerados como traidores, así como a los que les presten cualquier clase de servicio.

Todos los varones entre los 20 y 60 años estaban obligados a irse a las armas para enfrentar a los invasores, así como a los gobernadores se les da la facultad de expedir las patentes de cuadrilla, un tema delicado porque podia implicar el fomento de la creación de cuadrillas de ladrones, por lo que se les da la condición de que no pueden estar ms de 10 leguas alejados del enemigo para no ser considerados como salteadores. Juárez se presenta ante el Congreso para dar un discurso para llamar a la lucha y pedir el apoyo de los diputados, siendo respondido al otorgarle poderes extraordinarios para poder dirigir las acciones de defensa.

Mientras los franceses dejan sus posiciones en Tehuacán para emplazarse en Córdoba, pero con esto no pretendían seguir los compromisos de los convenios de La Soledad, sino que la expedición al mando de Lorencez tenía las ordenes por parte de Napoleón de buscar cualquier excusa para justificar el internamiento en el país, la encontró con los enfermos por las enfermedades tropicales emplazados en Orizaba, donde había cerca de 600 soldados franceses sin ninguna justificación. Zaragoza trata primero de tratar el asunto con el antiguo comandante de la tropa De la Graviére diciéndole que no hacía falta la necesidad de una guardia al garantizarle a los enfermos su seguridad, es respondido por Lorencez para comunicarle su nueva posición y le dice que los soldados habían estado enfermos pero que estaban repuestos, sin ninguna clase de provocación este hecho sirvió de excusa para inventar que Zaragoza pretendía tomar de rehenes a los soldados enfermos, dando la vía libre a la ocupación de Orizaba el 19 de abril.

Al ver que los franceses iniciaban la invasión, Zaragoza manda al coronel Félix Diaz con un pequeño cuerpo de caballería a ocupar la posición de El Fortín, cercano a Córdoba, tenía como misión vigilar los movimientos de los franceses, de ahí se supo la marcha hacia Córdoba y fue en ese sitio donde se presentó el primer encuentro con un saldo de 5 muertos mexicanos y de donde Diaz pudo escapar. Tanto en Córdoba como en Orizaba algunos partidarios conservadores dieron por bueno el pronunciamiento de Almonte y empiezan a conformar un gobierno paralelo, pasando a ocupar el puerto de Veracruz, Alvarado y la Isla del Carmen. Algunos conservadores que se habían acogido a la amnistía del gobierno decidieron traicionar esa condición y pasarse del bando de los franceses, siendo recibidos con desprecio y burla por parte de ellos.

Juan Prim se retira de México con el compromiso de darle solución a los problemas con su pais y para desmarcarse de la invasión francesa, solo quedaba acordar con el representante británico Charles L. Wyke los lineamientos para las negociaciones, con ellos no había problema porque el gobierno británico ya se había manifestado con sus intenciones de dejar de lado cualquier intento de invasión por parte de Napoleón. Manuel Doblado llega a Puebla el 24 de abril para iniciar las conversaciones con Wyke, se llega al acuerdo de base de fijar una serie de pagos respaldados con un porcentaje reservado de los ingresos de las aduanas en los puertos, con la condición de no admitir la supervisión de interventores ingleses y pagables a determinado plazo de tiempo, asi como se desconoce cualquier compromiso de deuda contraído por los conservadores hacia ellos.

Lorencez inicia su camino para seguir avanzando y deja en Orizaba una pequeña guarnición junto a los enfermos, haciéndose acompañar tanto por el ministro Saligny y Almonte para llegar al pueblo de Acultzingo, mientras los planes de Zaragoza consistían en retrasar el avance enemigo en lo que ocupaban un lugar mejor para la defensa, por lo que el 28 de abril manda a ocupar las cumbres de las zonas altas al general José María Arteaga con el mando de 2,000 soldados y doce piezas de artillería de montaña y desde ahí atacan el campamento francés, suscitándose una escaramuza que duraría 3 horas y termina por retirarse al pueblo de Palmar. Los franceses vieron en el resultado del enfrentamiento una evidencia de la debilidad de los mexicanos al solo tener tres bajas y 30 heridos, calificando a sus rivales de débiles y cobardes e incluso corría a broma entre ellos que no hacía falta mandar al ejército, sino que bastaba con mandar a la gendarmería para tomar el país, mientras Zaragoza iba preparando a sus fuerzas para retenerlos en Puebla.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Raúl Gonzales Lezama. Cinco de mayo. Las razones de la victoria

Imagen: Le monde Illustré. La plaza principal de Córdoba, Veracruz, ocupada por tropas francesas en 1862. Fuente: https://aguapasada.wordpress.com/2012/05/04/tropas-francesas-en-diversas-partes-del-estado-de-veracruz-2a-serie/

La sociedad poblana y la insurgencia.

Las cosas en el interior de la Intendencia de Puebla se iban perfilando hacia el apoyo a un plan autonómico de gobierno frente a la relación con la corona española, la cual siguieron considerando como principal representante legitima del poder y vieron en las Juntas de Cádiz una oportunidad de lograr sus objetivos, pero con el estallido del movimiento de Hidalgo en Guanajuato hizo que el obispo Manuel Ignacio Gonzales del Campillo viera con cuidado los debates y publicaciones celebradas. Se impone una censura hacia toda clase de publicación que pudiera mostrar alguna clase de simpatía hacia el movimiento insurgente, imponiendo la retórica de la importancia de la relación entre españoles y americanos, siendo el punto de origen de la forma de vida civilizada lleva hasta el momento y consideraba a todo cuestionamiento a la autoridad del rey como producto de la campaña de los franceses para quedarse con las riquezas.

Pese a su animadversión a los insurgentes, Gonzales del Campillo era partidario de promover una política de perdón hacia todo aquel que se hubiese levantado en armas, promoviendo el indulto tanto a las comunidades rebeldes como a los principales caudillos como Ignacio Rayo o incluso al propio José María Morelos. Intentaba demostrar lo errados que estaban los principios usados como justificación para la independencia y ponía a la nueva Constitución de 1812 como el compromiso de la corona de escuchar los reclamos y ofrecer una vida institucional regidas por la ley. Para esto resaltaba la participación de los representantes americanos como la señal de que el nuevo orden monárquico era incluyente para todos los sectores de la sociedad, ofreciendo la alternativa liberal que apostaba por los valores democráticos de la Revolución Francesa, los independentistas estadounidenses o incluso los derechos forales de Aragón. 

Pero desafortunadamente, esta campaña no pudo ser implementada por la muerte del obispo en febrero de 1813, dejando que el movimiento insurgente empezase a penetrar en las comunidades de la intendencia, pero de forma dividida. Mientras el sur había recibido a la campaña de Morelos con los brazos abiertos para darle paso hacia Oaxaca, el norte estaba a cargo de Francisco Osorno, quien no era muy organizado y dio pie a que sus huestes se avocaran por la rapiña, el desorden y la violencia, además de ser muy poco cooperativos con el resto de la insurgencia. Cuando Morelos logra tomar Oaxaca es cuando se da la campaña propagandística para promover la causa insurgente, la cual se quita las caretas y empieza a difundir la idea de la independencia total y quitarse de las pretensiones autonomistas, dándole legalidad con la convocatoria del Congreso de Chilpancingo y posteriormente el de Apatzingán para crear una nueva constitución, la cual por lo limitado del dominio que tenían y el arreciamiento de la contrainsurgencia tuvo poca aplicación.

La sociedad poblana fue muy activa en cuanto a su representatividad dentro del proceso legislativo español, llevando la agenda de lograr la igualdad de derechos para ser reconocidos como españoles como la única manera de acabar con la simpatía hacia la insurgencia, pero también había un temor por la fragmentación política si se llegaba a implementar la reforma política con la que los municipios tendrías las mismas condiciones que la capital Puebla, siendo partidarios de mantener el sistema de las repúblicas de indios y la de españoles. Esta pérdida de privilegios por parte de la clase política hizo que el entusiasmo por adoptar la Constitución de Cádiz bajara, sobre todo por el fomento a una mayor participación social en los puestos de los ayuntamientos al ponerlos sujetos a votación. Esos tiempos liberales pronto llegaron a su fin en 1814 con la derogación de la constitución al reinstaurar el absolutismo Fernando VII, coincidiendo con la decadencia del movimiento de Morelos hasta lograr ser capturado y fusilado, por lo que el retorno a la vieja política daría a los poblanos seguridad de que el rey regresaría a su papel de protector.

Tanto la diócesis poblana como el ayuntamiento le juran lealtad al rey, pidiendo una reducción de las cargas tributarias impuestas, algo que no fue oído y que el intendente uso los recursos de la iglesia para financiar lo que se le ocurriese. El clero no quedo contento con la designación como nuevo obispo a Antonio Joaquín Pérez Martínez por su posición beligerante con los demás miembros de la diócesis y su insistencia de cobrar los montos exigidos, algo que se volvió improcedente por la falta de recursos. Tanto la intransigencia por el cobro de impuestos, la persecución y fusilamiento de los insurgentes que chocaba con la postura moderada poblana y actos como la reinstauración de la Compañía de Jesús hizo que pronto se vieran decepcionados por las políticas peninsulares. Aunque muchas de estas medidas no fueron ejecutadas, como lo hizo el propio obispo Pérez Martínez quien protegió a los insurgentes rendidos dándoles el indulto y logrando su reinserción en la sociedad, dando la idea de poner a la Iglesia como protectora de la sociedad ante las arbitrariedades del poder civil.

Todos estos factores hicieron que la sociedad poblana se hiciese más crítica hacia el poder del rey, por lo que con la reinstauración del orden constitucional en 1820 dio pie a que afloraran todas las quejas por la administración de la intendencia y se produce un intenso debate público, cuestionando por ejemplo que se le diera preminencia a las Cortes de Madrid de lugar de la Constitución de Cádiz, argumentando la poca participación de legisladores americanos. Fue este clima lo que hizo que se tomara como una mejor alternativa el Plan de Iguala que seguir ilusionados que serían tomados en cuenta por los funcionarios peninsulares, adscribiéndose por la independencia y formando parte de la nueva nación que les garantizaría su participación social.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Alicia Tecuanhuey Sandoval. La independencia en la Intendencia de Puebla, del libro La Independencia en las provincias de México.

Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Antonio Joaquin Perez Martinez, principios de siglo XIX
  • Derecha: Anónimo. Capilla de Dolores junto al puente del rio Almoloya, al fondo el Templo de San Francisco, litografía del s. XIX, cd. de Puebla, Méx.

Juan de Palafox y Mendoza y la crisis hispánica del siglo XVII.

El tema de la administración virreinal resulta muy compleja debido a la ausencia de sus obras y hechos llevados a cabo durante sus administraciones, las cuales nos resultan ajenas debido a que eran desconocidos de la vida novohispana al ser enviados directos del rey, ya ni digamos del gran hueco que representa este periodo de 300 años donde la historia nacional ha borrado de tajo para dejar solamente la conquista y la independencia. Pero dentro de la historia popular, unos cuantos virreyes han logrado sobrevivir al paso del tiempo y su memoria permanece en algunas ciudades en recuerdo de su humanismo, tal es el caso del obispo Juan Palafox y Mendoza, quien como muchas autoridades eclesiásticas de la época virreinal logra ascender al puesto de virrey debido a determinadas situaciones de conflicto de la administración, asi como por su legado cultural e incluso ha sido beatificado a manera de reconocimiento por su vida ejemplar.

Sus inicios no podían ser menos prometedores, nacido en Fitero, Navarra, hacia 1600, fue un hijo bastardo que fue reconocido por su padre Jaime de Palafox cuando cumplió los diez años, permitiéndole el poder acceder a una buena educación de donde decide irse por la carrera sacerdotal. Sus virtudes le permitieron acceder al círculo íntimo de la corte el rey Felipe IV al ser elegido como capellán de su hermana María Ana de Austria, puesto que le sirvió para ser ascendido a visitador del rey en la Nueva España y le dan la sede del Obispado de Puebla en 1640.

El contexto que le permitió acceder a tales puestos era de crisis, habían pasado 60 años desde que se produjo la Unión Dinástica del reino de Portugal al quedarse sin rey por la muerte de Sebastián I en Marruecos, permitiéndole acceder a la corona portuguesa a Felipe II quien tanto como él y sus sucesores la gobernaron junto a sus colonias de forma autónoma. Esto hizo que los portugueses pudiesen comerciar y entrar libremente en los reinos de Indias sin mayor problema, pero uno de los problemas surgidos fue el perdón otorgado por Felipe II a los judíos conversos portugueses si confesaban sus prácticas y pagaban un monto de 200,000 ducados. Pero a partir de 1640 la monarquía hispánica entra en problemas, ya que Holanda entra en guerra con España y empieza a acosar los dominios de ultramar conquistando Pernambuco en Brasil, de donde se dijo los conversos ayudaron a los holandeses, además de que la Casa de Braganza reclama el trono portugués al ser descendiente de la línea femenina de la anterior dinastía Avis, empezando una guerra por su independencia junto con Cataluña y Andalucía.

Con el peligro de que los portugueses y conversos estuvieren conspirando para quitarles los dominios en Indias es que se empieza a sospechar de todos ellos, siendo una de las misiones de Palafox el vigilar las acciones del virrey de Nueva España Diego López Pacheco y Bobadilla, marques de Villena y duque de Escalona, perteneciente a una familia con fuertes vínculos con Portugal y en especial con la Casa Braganza (el futuro rey Juan era su primo). Había muchas quejas de las acciones que habían despertado el recelo de la nobleza y las ordenes mendicantes novohispanas hacia el marqués de Villena, como algunos casos donde enemigos de él fueron puestos en prisión, el trato despótico dado a la Real Audiencia y demás autoridades virreinales donde en actos públicos se hacía colocar una tarima para estar por encima de ellos, sobre todo porque le gustaba hacer fiestas para ganarse el favor popular. Otra de las faltas sabidas cometidas por el virrey era la constante recurrencia a los préstamos, quien, a pesar de gozar de un salario de 70,000 pesos, había informes de su deuda ascendiente a los 300,000 pesos y además de tener ingresos por la venta de los oficios de justicia.

Para poder llevar a cabo la investigación, Palafox se hizo del favor tanto de la Orden del Carmen y la Compañía de Jesús, quienes le informaban de los abusos del marqués de Villena y de rumores que circulaban en la corte, de ahí se entera de su preferencia por otorgar beneficios a los portugueses avecindados y sobre todo se decía que pronto una “persona muy grave” habría de tomar para si la corona del reino de México. Esto hizo que el obispo le solicitase una entrevista al virrey para encontrar una explicación a esos rumores, viéndose en el convento de El Carmen de San Ángel, decidiendo abrir una investigación sobre las acciones del marqués, quien adivinando las intenciones de Palafox manda a arrestar a su enviado en Veracruz mientras esperaba el barco que lo llevase a la península, siendo un escándalo por todo el reino.   

Cuando se enteran de las acciones del marqués de Villena en la corte de Madrid, Felipe IV conociendo la fidelidad mostrada por Palafox manda a destituirlo el 18 de febrero de 1642, dándole la orden al obispo la cual llega en junio para presentarse en el palacio para informarle de la decisión y le hiciese el traspaso de sus funciones para quedar como virrey interino. Mientras el marques tuvo que esperar su traslado en el convento de Churubusco, Palafox empieza su administración con la idea de reencausar al reino en el orden moral cristiano, luchando contra los funcionarios de la anterior administración que fueron arrestados y sobre todo acabando con la relajación social de las costumbres persiguiendo la prostitución y fundando casas donde podía rehabilitarlas, además de reformar las costumbres de los conventos de monjas para darles unas más severas.

Su mandato solo dura hasta noviembre en lo que llegaba el nuevo virrey don García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra, regresando a Puebla para seguir como obispo, dejando como legado una importante obra filantrópica fundando colegios y conventos. Debido a pleitos que sostuvo con los jesuitas, hace que fuese destituido en 1648 y regresa a España donde se le dio el Obispado de Osma, muriendo en el puesto hacia 1659 y dando inicio a su leyenda al atribuírsele milagros y la incorruptibilidad de su cuerpo, dando inicio a su proceso de beatificación que sería frenado en numerosas ocasiones, siendo declarado venerable hasta el 2009. Su presencia se muestra con mayor fuerza en la ciudad de Puebla donde dejo un importante acervo artístico y cultural como el caso de la Biblioteca Palafoxiana, razones con las que lograría su trascendencia en el tiempo.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Revista Relatos e Historias en México no. 34:

  • Manuel Olimón Nolasco. Juan de Palafox y Mendoza. Hombre de múltiples facetas.
  • Alan Rojas Orzechowski. La mitra contra el palio. La controversia entre el virrey duque de Escalona y el obispo Palafox.
  • Manuel Ramos. Palafox y el Carmelo.

Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Diego López Pacheco y Bobadilla, marques de Villena y duque de Escalona, 1640
  • Derecha: Anónimo. Juan de Palafox y Mendoza, siglo XVII.

Puebla ante la independencia.

Para el año de 1787, con el establecimiento de las intendencias le es asignada la suya propia a la que fuese la segunda ciudad más importante del virreinato, Puebla, administrando un territorio de 2696 leguas cuadradas a la que le tocaba costa tanto del lado del Golfo como del Pacifico, poderío que le otorgaba el poseer tres ciudades en la Real Corona como Huejotzingo, Cholula y Tepeaca, dos villas como Atlixco y Tehuacán, y sobre todo la ciudad capital. Todas ellas gozaban de privilegios reales y fue reconocida como la segunda ciudad con el derecho al voto en los congresos de las ciudades virreinales contando bajo su control el dominio de numerosas poblaciones a lo largo de la intendencia. Su situación de privilegio fue ganada gracias a su localización en medio del camino entre la Ciudad de México y el puerto de Veracruz, convirtiéndose en paso obligado tanto del comercio como de las mismas autoridades virreinales.

Al nivel clerical también quedaba en una posición de importancia al ser la segunda diócesis con una alta recaudación del diezmo solo por debajo de la Ciudad de México y casi alcanzada por el Obispado de Puebla, pero muy superior al vecino Obispado de Oaxaca al que aventajaba por aproximadamente 100 parroquias, teniendo como una debilidad los territorios del Pacifico que era la zona marginal al quedar lejana de los grandes centros urbanos. Todo esto hizo que para principios del siglo XIX esta intendencia viviese en conformidad con el régimen virreinal y fuese uno de los territorios donde tardaría en florecer el sentimiento independentista.

Para el momento en que se produce el Grito de Dolores de Miguel Hidalgo, el intendente Manuel de Flon, conde de la Cadena, se encontraba ausente de la capital al estar acompañando al virrey Francisco Javier Venegas  en la Ciudad de México para ir tomando las riendas del poder, sin regresar a su intendencia y quedando con el poder de facto el obispo Manuel Ignacio López del Campillo, solo se limita a mandar al Regimiento Provincial de Infantería de Puebla junto a otros cuerpos de tropa a combatir en Querétaro y San Miguel. El obispo tenía la jefatura de la diócesis desde 1803 y se había caracterizado por mantener sus funciones con una alta eficacia tanto en lo eclesiástico como en lo civil. Hacia 1805 cuando se hacía notar la decadencia de España, el obispo Campillo en lugar de promover el movimiento autonomista defendía la idea de que el virreinato no era ni superior ni subordinada a la península, sino que se trataba de parte fundamental de la Monarquía hispánica, asegurando con sus discursos la lealtad de los poblanos a la corona.

Cuando sucede la crisis política de 1808, la oligarquía poblana jura lealtad al rey legitimo Fernando VII e inicia la preparación de las tropas en caso de que llegase a ocurrir una invasión, pero sobre todo participa en los esfuerzos de formar las Juntas Generales con el Ayuntamiento de México reafirmando su posición de ser la segunda votante, adhiriéndose a la propuesta de la conformación de un gobierno autonómico. Todos estos movimientos se explican por la constante pérdida de poder por parte de los potentados poblanos para beneficiar a las autoridades peninsulares como el Alcalde Mayor y posteriormente al intendente, sobre todo por haber perdido el privilegio de poder vender los cargos del ayuntamiento con la llegada del alcalde Juan Jose Veytia y Linaje a finales del siglo XVII, inicios del XVIII, quien además acaba con la evasión fiscal y la especulación del precio de los cereales.

Tanto Manuel de Flon y el obispo López del Campillo actúan de forma cautelosa al mantenerse al margen de los esfuerzos de formación de las Juntas y el 31 de agosto acaban con la intentona de los potentados poblanos de recuperar el poder, legitimando su puesto con la jura de Fernando VII como rey y vuelven a reencausar la intendencia con el sentimiento de apoyo a la defensa de la metrópoli contra los franceses, aunque se mantuvo una opinión critica respaldada por el sentimiento criollo hacia el actuar de los reyes frente a los movimientos de Napoleón. Es así que resurge el sentimiento hispanófilo en la sociedad poblana al ir circulando las noticias llegadas desde la península donde sabían los esfuerzos de resistencia a los franceses y se atacaban los ideales de la Revolución Francesa, pero también tenían muy presente los compromisos que tenía el rey frente a sus súbditos.

Este flujo de información no impide que llegasen a la vez otros textos de origen alemán, holandés o suizo donde se cuestionaba el orden establecido y se proponía la necesidad de cambiar el pacto de la forma de gobernar, una tesis que fue muy influyente seria la del decano gaditano Pascual Bolaños y Noboa quien argumenta la nulidad de todo intento de enajenación de las Indias por parte del rey debido a los compromisos adquiridos, por lo que no impedía que en caso de necesidad se pudiese constituir Cortes a la falta del soberano, pero siempre poniendo en claro que tanto la península como los reinos de Indias constituían una misma nación. Es así que, teniendo estos antecedentes, el ayuntamiento poblano justificaría su intentona de ser parte de las decisiones políticas que se estaban llevando a cabo con la conformación de las Cortes de Cádiz, como el de fijar una serie de peticiones al representante para llevarlas a la península, cosa que el obispo desecha. Para 1810 se daba la oportunidad de que los potentados poblanos se viesen seducidos por el movimiento de Hidalgo, representando un reto para el obispo el mantener la lealtad de la sociedad al viejo orden.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Alicia Tecuanhuey Sandoval. La independencia en la Intendencia de Puebla, del libro La Independencia en las provincias de México.

Imagen: Anónimo. Catedral de Puebla, del «Calendario de señoritas Megicanas» de 1839

Las estrategias de las facciones antes de 1915

Para finales de 1914 se había llegado al cisma entre los intereses de los constitucionalistas y convencionistas llegando a posturas irreconciliables, preparándose para el conflicto donde se definiría quien quedaría a cardo del liderazgo del país. Al ir conociendo las posturas a las que estaban llegando en Aguascalientes, Venustiano Carranza manda a movilizar a Pablo Gonzales para que colocase sus tropas en las cercanías de la ciudad ante un inminente choque de fuerzas. El plan llevado a cabo por la facción constitucionalista consistía en primer lugar evacuar la capital para trasladar la base de operaciones en Veracruz, la movilización de sus contingentes en facciones fáciles de movilizar para evitar la concentración de las tropas villistas en un punto, la toma de control de los campos petroleros y la zona carbonífera de Coahuila, la defensa de la línea ferrocarrilera de México-Laredo junto a sus plazas y la formación de un ejército expedicionario bajo el mandato de Francisco Murguía (se dice que el autor del plan fue Pablo Gonzales).

Si bien las tropas que Gonzales disponía alcanzaban los 20,000 hombres y el plan consistía en ceder el Bajío y la capital, pero retrasando el avance villista, lo cierto es que fueron superados al cumplirse con el plan, pero en un menor tiempo al esperado y con la menor cantidad de bajas para sus contrincantes. Álvaro Obregón era contrario a la idea de ceder la capital, ya que esto podría darle a Villa la libertad para desplegar tropas hacia la frontera y tomarla por completo, proponiendo el reforzamiento de las defensas de la Ciudad de México en lo que Gonzales retrasaba el avance villista en un tiempo de 40 días destruyendo las líneas férreas, mientras el avanzaba por la costa del Pacifico de Salina Cruz hasta Manzanillo para atacarlos por la retaguardia y tomar Guadalajara, cediendo la capital para dejar entrar a Villa y trasladar el gobierno a Puebla para incitarlo a internarse.

Tanto el plan de Obregón como el de Gonzales (no se cuenta con documentación suficiente para atribuirle su concepción, pero referencias de otras fuentes parecen confirmarlo) coinciden en lo general tanto en el movimiento de evacuación de la capital para servir como cebo y extender el campo de acción de las tropas villistas, difiriendo solo en los tiempos de acción, en lo básico fue tomado en cuenta por Carranza para tomar el plan de acción, pero la velocidad del avance de los villistas hizo que cambiase los mandos, por lo que Gonzales en lugar de acompañarlo a Veracruz fue enviado a Tampico para que tomase posesión del Ejercito del Noreste en sustitución de Francisco I. Villarreal de quien desconfiaba, mientras Obregón moviliza a Lucio Blanco que estaba en la capital por la misma razón para trasladarlo a Toluca y se reuniese con Miguel M. Acosta y Francisco Murguía para que sus tropas sirviesen de apoyo a Manuel M. Diéguez en Jalisco.

Este cambio de planes se debió tanto a la derrota de las tropas gonzalistas que no lograron frenar a los villistas en el Occidente y la desconfianza en varios mandos provocaría en Obregón cambiar su plan de defender la capital a cederla a los convencionistas entre el 18 y 24 de noviembre, ocupándola los zapatistas una vez evacuado el gobierno, acompañando en su camino a Carranza desde Córdoba para entrar juntos a Veracruz, mientras Gonzales es relegado para dirigir la resistencia en la sierra de Hidalgo y San Luis Potosí. Tenía contemplado que Villa avanzaría sobre Veracruz, esperando que las tropas de Villarreal en el noreste y Diéguez en Jalisco ayudasen a retrasar el ataque, mientras veía en el Istmo de Tehuantepec el campo de batalla ideal para detener a los convencionistas mientras Carranza trasladaba el gobierno a Yucatán alejándose de todo peligro, pero el cambio de parecer de Villa de frenar la ofensiva a Veracruz detiene la idea inicial del traslado de tropas a Manzanillo.

La rapidez de avance de las tropas convencionistas impidió hasta cierto punto se desarrollasen planes complejos para enfrentar a los constitucionalistas, por lo que le pide a Emiliano Zapata encargarse de interceptar a Carranza en el camino de México a Puebla, pero la velocidad con que Obregón desaloja la capital y su acertada decisión de mover a Lucio Blanco impidió que Zapata le propusiese unirse a la Convención y tomase Querétaro para atacar a Pablo Gonzales mientras él se ocupaba de la encomienda de Puebla. Los zapatistas hacen su entrada por el sur hacia Xochimilco y Tacubaya después del 24 de noviembre, llegando el mismo Zapata a Tacuba el 27 y el 28 se encuentra con Felipe Ángeles junto con la División del Norte, quien si era partidario de la opción de avanzar hacia Puebla y Veracruz. Pero el que tenía la última palabra sobre las estrategias era Francisco Villa al disponer del mando que le otorgo el presidente de la Convención Eulalio Gutiérrez, él tenía la costumbre de consultar a todos sus generales sobre la estrategia a seguir para tomar una decisión, pero en el caso del plan a seguir a partir de la Ciudad de México no se cuenta con documentación.

Villa llega el 2 de diciembre a Tacuba y para el 4 se da la célebre reunión con Zapata en Xochimilco, pero no hay testimonios ni de los participantes ni del único testigo Manuel Palafox sobre los temas tratados y que determinaron el plan de acción. Se sabe por Roque Gonzales Garza quien conoce los acuerdos del propio Villa, se le da a Zapata la misión de ocuparse del teatro de operaciones en Puebla y Veracruz con el compromiso de abastecerlos de armamento, pero Ángeles no estaba de acuerdo con el plan arguyendo la necesidad de atacar directamente a Carranza para provocar el desplome de las tropas constitucionalistas, pero los numerosos frentes abiertos que mantenían en una amplia línea de ataque y sobre todo el pedido de Emilio Madero quien defendía Torreón y advertía de la cercanía de las tropas de Villarreal hizo que se mantuviese firme en su disposición y mandase a Ángeles a socorrer a Madero, mientras el propio Villa trasladaba el Cuartel General a Irapuato.

Ante los ya conocidos resultados que tuvo esta decisión, muchos han querido darle la razón a Ángeles añadiéndole cierta tendencia despectiva hacia Villa, pero había un temor de la propuesta de Ángeles de irse internando en territorio enemigo sin ningún flanco de apoyo y que provocaría el debilitamiento de la tropa principal, por lo que su plan consistía en usar a Zapata para contener a Obregón en Puebla en lo que el resto de sus tropas triunfaran en sus frentes, mientras Ángeles estabilizaba el noreste sometiendo Saltillo y Monterrey y asegurando a La Laguna como fuente de abastecimiento, mientras Tomas Urbina y Manuel Chao se encargarían de avanzar sobre San Luis Potosí hasta Tampico para tomar los campos petroleros, mientras Villa controlaba el Bajío, pero las condiciones económicas y militares del momento hicieron que su plan fracasara.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Pedro Salmerón. 1915. México en guerra. 

Imagen:

  • Izquierda: Anónimo. Pablo Gonzales. 1915
  • Derecha: Anónimo. Felipe Angeles. C/A 1914-1915

Cantona, características de la ciudad-estado.

Así como otras ciudades mesoamericanas, la sociedad de Cantona se dividía en diferentes grupos sociales que ocupaban diferentes funciones en funcionamiento de la ciudad, a la cabeza de todos se encontraba la clase político-religiosa que se dedicaba a ver por todos los aspectos de la administración y la dirección de sus acciones como estado, pasando a un segundo rango que lo ocupaban los comerciantes, arquitectos, sacerdotes y los jefes de barrio, finalizando en los agricultores y artesanos que ocupaban el estamento más bajo y eran la mayor parte de la población, aunque por lo que arrojan las evidencias tenemos que todos los grupos sociales tenían buenas condiciones de vida. A lo largo de su historia podemos observar algunos cambios en la forma de gobernar por parte de las elites, encontrando en la fase Cantona I (600-500 a.C.) que estaban dirigidos por una teocracia que tenía una importante actividad bélica externa, pero hacia el 550 d.C. se identifica un golpe de estado por parte de las elites militares que hizo que los guerreros ocupasen el gobierno y poco a poco los sacerdotes fuesen perdiendo presencia.

Sobre la religión encontramos que por las numerosas estructuras ceremoniales sin duda ocupaba un importante lugar al nivel regional, encontrando vestigios que nos demuestran su predilección por los dioses que se pueden identificar como Huehuetéolt, Xipe Tótec, Tláloc y algunas evidencias donde se observa cierta presencia de Quetzalcóatl. Sin duda, las numerosas canchas del juego de pelota que encontramos en la ciudad son testimonios de la importancia que tuvo para sus pobladores, si a esto le sumamos que en Mesoamérica en general esta práctica tuvo una gran importancia religiosa, no es nada aventurado afirmar que debió haber ocupado un lugar fundamental en la religión de la ciudad-estado.

En lo económico vamos a encontrar que tomaron el ejemplo de la gran metrópoli Teotihuacan para hacerse de recursos e ir ganando influencia regional, todo gracias a la explotación de la obsidiana y la creciente demanda de otros estados por adquirir la principal materia prima para armar a sus ejércitos. Esto permitió que entablase relaciones de intercambio de obsidiana por productos que no se encontraban en la región, yendo desde alimentos, productos suntuarios y de lujo, logrando alcanzar por muchos años la estabilidad económica. La decisión de establecer la ciudad en un malpaís si bien hizo que adquirieran una posición privilegiada para la defensa, tendría como consecuencia el no poder contar con terrenos lo suficientemente fértiles para poder alimentar a sus pobladores, pero al contar con la posesión de los yacimientos de obsidiana de Oyameles-Zaragoza y los cercanos como los del Pico de Orizaba hizo que no tuvieran problema alguno para poder hacerse de granos, algo que por las limitaciones de transporte resultaba muy caro. Es así que a lo largo de la ciudad vamos a encontrar numerosos talleres de herramientas de obsidiana y que llegaron a abastecer tanto al sur como el sureste mesoamericano.

La región de la Cuenca Oriental abarca 1700 km 2 donde encontramos ocupaciones sedentarias por el año 1100 a.C., siendo poblados por habitantes provenientes de la región de Puebla-Tlaxcala y del valle de Tehuacán. El desarrollo que logra alcanzar entre los años 700 y 150 a.C. hizo que a partir de ese último año los demás asentamientos de la región fuesen abandonados, pasando a concentrarse sobre la Acrópolis y rivalizando por el poder con ciudades como Cholula, pero el crecimiento avasallador que tendría Teotihuacan hizo que sus cifras fuesen eclipsadas por la metrópoli de la Cuenca de México. Una vez caída Teotihuacan, Cantona sigue con su crecimiento poblacional, pero las crisis políticas de los años 1100 y 1150 d.C. hizo que tanto la ciudad como la región fuesen poco a poco despobladas, persistiendo esta situación hasta la llegada de los españoles.

Al ser una de las potencias que tenían una parte importante de la producción de obsidiana hizo que Cantona tuviese la importancia suficiente como para tener presencia fuera de la Cuenca Oriental, encontrando que mantenían relaciones tanto con el valle poblano-tlaxcaltecas y Tehuacán, lo que le otorgo la facilidad para tener paso libre y acceder al comercio con el Valle de Oaxaca y el Istmo de Tehuantepec. En regiones distantes, encontramos la presencia de obsidiana de Cantona en la zona Maya, llegando a lugares tan remotos como Guatemala y Belice, así como entablar intercambios con la Costa del Golfo e incluso encontramos sus productos tanto en la costa del Pacifico, el Bajío y el Occidente, de todos estos lugares encontramos correspondencia con los hallazgos de diferentes clases de cerámica producto de los intercambios.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Ángel García Cook. Cantona, Puebla. Una gran ciudad prehispánica, revista Arqueología Mexicana, edición especial no. 73.

Imagen: Vista aérea de la zona arqueológica de Cantona, Puebla.

Educación de los indígenas del valle Puebla-Tlaxcala

La orden franciscana fue la primera en llegar junto con los españoles en el proceso de conquista, lo que les valió establecerse sus primeros colegios tanto en la Ciudad de México como en la recién fundada Puebla que serviría como base para su expansión en las comunidades indígenas de la región. Los indígenas se adaptaron a la nueva realidad religiosa de su entorno y se mostraron interesados en participar en la vida litúrgica de la iglesia, pero rápidamente el alto clero los dejo fuera junto a los mestizos y afrodescendientes a participar de manera activa en la vida religiosa mediante el Primer concilio mexicano de 1569 con el que pretendían asegurar que solo los descendientes de “cristianos viejos” pudiesen ejercer el sacerdocio, sin embargo lo cierto es que en la realidad en muchas regiones estas disposiciones fueron letra muerta y cada orden religiosa se adaptó a las necesidades de las sociedades regionales.

Era común que entre las familias indígenas gobernantes adoptasen los apellidos españoles como una forma de asociarse con los conquistadores y de esta forma poder entablar comunicación directa con el mismo rey de España para solicitarle favores reales como los títulos nobiliarios o el nombramiento de ciudad de sus comunidades como ocurrió con el caso de Cholula por parte de Carlos I hacia 1550. La situación de los gobernantes de la región Puebla-Tlaxcala era privilegiada y su situación era equiparable a la de los españoles, por lo que pudieron eludir la proclama que les impedían meter a sus familiares a la vida religiosa emulando lo que hacían los nobles españoles. Esta situación de aliados de los españoles les permitió que las familias fuesen consideradas en condiciones de igualdad de méritos de fe, por lo que se les atribuyeron que eran igual de piadosos y devotos.

Para evitar que esta particularidad impidiese violase las disposiciones de privilegio de los “cristianos viejos” es que nace la figura del “indio puro”, con lo que podían contar con una línea genealógica que permitiese asegurar que no tenían mezcla con africanos y poder acceder a la “pureza de sangre” que les permitía acceder incluso a la educación universitaria. En el caso de Puebla, la importancia que llego a tener como cede arzobispal permitió que la Catedral pudiese disponer de su propia universidad, de la que su obispo Juan de Palafox crea las disposiciones para que los indígenas pudiesen acceder a la educación superior demostrando con su genealogía las mismas condiciones de pureza que se les exigía a los españoles y así poder acceder a cualquier cargo civil o eclesiástico. A pesar de esta liberalización del acceso de los indígenas a la universidad, esto no impidió que la gran mayoría de los estudiantes siguiesen siendo españoles o criollos y que debido a las duras condiciones a las que se sometían a los bachilleres buena parte de estos tuvieran una vida de privaciones, estando en condiciones de mendicidad los estudiantes indígenas.

A partir de mediados de siglo XVIII con el impulso de las reformas borbónicas que buscaba socavar a las ordenes mendicantes en favor del clero secular es que estos sacerdotes indígenas tienen su oportunidad de obtener algún curato de alguna comunidad, aunque este proceso solo se produciría en las grandes ciudades y en sus pueblos cercanos, representando un importante flujo económico. Para esto fueron muy importantes instituciones como la Real Universidad y el convento de San Francisco en Puebla que fueron dirigidos por la orden franciscana los cuales recibieron a los estudiantes indígenas para que estudiasen al sacerdocio, desde donde cuestionaban al sistema que describieron como ineficaz ente el compromiso de cristianización de los indígenas, pidiendo que se quitara la restricción al resto de los indígenas para que pudiesen acceder al sacerdocio.

Para poder empezar su preparación sacerdotal, los estudiantes indígenas tenían el acceso a diferentes colegios de la ciudad de Puebla, como el Colegio de San Pedro y San Pablo donde accedían para su preparación desde la edad de los 12 a los 18 años, privilegiando a los que tenían un gran conocimiento de las lenguas indígenas como el mixteco, chocho, tlapaneca, totonaca y otomí. Uno de los grandes patrocinadores de la educación indígena fue don Melchor de Covarrubias, quien bajo su cobijo se fundan los colegios del Espíritu Santo y San Jerónimo con la administración de los jesuitas, cuyos estudiantes al terminar su formación pasaban al Colegio de San Idelfonso fundado por el obispo Alonso de la Mota para que estudiasen filosofía y teología.

El caso de Tlaxcala fue objeto de las diferentes vicisitudes que atravesó la entidad cuyo poder entro en crisis ante las deudas que adquirió el gobierno indígena a finales del siglo XVI por la perdida del eje comercial que se fue por Puebla, por lo que para el siglo XVII tuvo la intromisión de las autoridades españolas en el cabildo y que lograron sacarlos para el siglo XVIII. Esta pérdida de la importancia en favor de Puebla hizo que tanto los artesanos y comerciantes tlaxcaltecas migraran a esta ciudad para aprovechar la bonanza, al igual que los estudiantes que tuvieron las puertas abiertas para acceder a los colegios poblano, pero con el problema al igual que el resto de los estudiantes de tener que pagar por sus estudios y que provoco que sus familias tuviesen que vender sus tierras a los españoles. Es así que los indígenas del valle Puebla-Tlaxcala hicieron valer su posición de “indios conquistadores” para poder acceder a las esferas eclesiásticas y así poder tener a su alcance las fuertes sumas que dejaban las limosnas, esto solo se pudo poner a una situación de igualdad hasta la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812 cuando se quitaron los limitantes de quien podía acceder a la educación superior.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Revista Dimensión Antropológica no. 65. Francisco Morales:

  • Los estudiantes indígenas del Obispado de Puebla en la Real Universidad.
  • Sacerdocio y orden franciscana entre los naturales del valle de Puebla-Tlaxcala.

Imagen: Antiguo Colegio de San Idelfonso. Puebla. Siglo XVII