El militarismo en la decadencia teotihuacana

La gran urbe de Teotihuacan había ganado una poderosa influencia política que salía de los límites de la Cuenca de México gracias al control de zonas prioritarias en regiones distantes, lo que hizo que su presencia fuese garantía de prestigio. El calendario religioso se configura para reafirmar el poder de la dirigencia política, por lo que se empieza a establecer las ceremonias de sacrificios dentro de la parafernalia religiosa para consolidar la legitimidad de los gobernantes, cuyas víctimas fueron en buena parte prisioneros provenientes de la zona maya y de Oaxaca. Como símbolo de la política expansionista del gobierno teotihuacano empieza a proliferar el del buho verde con un escudo y un trueno a manera de arma, garantía de paz en la zona comprobada por las nulas evidencias de conflictos armados en el territorio circundante en esa época, pero si se incrementa la actividad bélica fuera de la zona nuclear.

Se sabe que Teotihuacan ejerció un control directo en zonas tan lejanas como la Costa del Pacifico guatemalteca, así como también se cree que interfirió políticamente con el derrocamiento de la dinastía gobernante en Monte Alban. Aumenta la proliferación de la parafernalia guerrera teotihuacana conforme se aumenta su presencia en el exterior, llegando a impregnarla en la cosmovisión al otorgarle a Tlaloc una iconografía bélica como deidad que garantizaba el aura triunfalista de la metrópoli. Pero a partir del año 600 d.C. hay un rompimiento de la hegemonía política, trayendo como consecuencia el aumento de privilegios para las ordenes militares como las únicas garantes de un orden cada vez más caótico, reflejando la presencia de estos en conjuntos habitacionales como Atetelco y Teopancaxco por la proliferación de escenas de sacrificio en sus murales, antes reservadas a los conjuntos atribuidos a las clases gobernantes.

Es probable que para esos años la elite gobernante como tal haya desaparecido, como lo atestigua las evidencias del gran incendio que asolo la zona ceremonial, aunque esto no implico su abandono ya que se tiene constancia que la ciudad permaneció habitada en un periodo de 100 a 50 años, lo que nos dice que los guerreros tomaron el control de la ciudad, pero su mala administración provocaría que la ciudad entrara en decadencia. Esto provocaría un levantamiento popular contra la clase guerrera que ya no pudo mantener la cohesión ideológica, sumando a la crisis el deterioro ambiental que provocaría un problema alimentario dando la idea de la pérdida del favor de los dioses para gobernar, lo que llevo a la destrucción y vandalización de los principales símbolos del poder, llevando a la desacralización de los edificios religiosos.

Lo que nos indican las evidencias arqueológicas es que el final de Teotihuacan estuvo impregnada por una violencia generalizada contra la clase gobernante, lo que pudo llevar a la erradicación de esta y a ceremonias de clausura ritual de los principales templos, esta ira popular se puede explicar tanto por la decadencia de la hegemonía teotihuacana en la región y posiblemente también hayan contribuido en aumentar la presión la participación de ciudades rivales que se aseguraron de acabar con la gran potencia. De las construcciones que se localizan sobre la Calzada de los Muertos, al menos 150 tienen señales de vandalismo por fuego, así como una afectación del 53% del resto de conjuntos religiosos desperdigados por la ciudad y solo el 14% de las unidades habitacionales, por lo que vale la pena cuestionar si los dioses a los que se dedicaron los principales edificios religiosos realmente tenían un arraigo popular o si solo representaba al culto de la elite gobernante.

La arqueología teotihuacana nos refleja la intensa dinámica que se enfrentó una metrópoli que alcanzo a tener una influencia mas allá de la zona aledaña a esta, revelándonos una intensa lucha política que provocaría el fin de dos grupos de poder y que tendría sus consecuencias en la imagen urbana con la clausura de los edificios que representaban los alcances de estos. El haber logrado consolidar su presencia en el exterior hizo que la nueva elite identificada con el culto al jaguar adoptase la parafernalia de los derrocados seguidores de la serpiente emplumada, por lo que podríamos hablar que se trató de un “golpe de Estado”. Este orden implementado no sobreviviría a la crisis del año 600 que provocaría en el levantamiento del pueblo, dando fin a la primera potencia imperialista mesoamericana y de la cual tardaría tiempo en volver a encontrar un ejemplo de tales alcances.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura

Federico Flores Pérez

Bibliografía: Luis Alfonso Grave Tirado. Ideología y poder en el México prehispánico. De los mayas a los mayos de Sinaloa.

Imagen: Fragmento mural con el «buho lanzadardos», Teotihuacan

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