Los inicios del movimiento religionero.

Uno de los hitos históricos importantes en la historia del Occidente mexicano sin duda es la guerra cristera, la cual se llevó a cabo a finales de la década de los veinte como respuesta a la postura jacobina radical del gobierno revolucionario de Plutarco Elías Calles y que iba en contra de la religiosidad popular. Pero resulta que el movimiento cristero tiene antecedentes en el siglo XIX surgiendo como parte de la lucha entre liberales y conservadores para gobernar el país, siendo conocidos como los religioneros, aunque muchos escritores contemporáneos también los llegaron a conocer como cristeros. Esta rebelión ocurrida en el periodo de la Republica Restaurada casi ha quedado en el olvido salvo por algunos escritos del siglo XIX que han servido para realizar algunas escasas investigaciones de tesis, la cual tuvo como raíz la materialización del orden liberal de la mano del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, teniendo como origen en Michoacán.

A lo largo de su desarrollo histórico, el estado de Michoacán fue conformando una sociedad con fuerte raigambre conservadora, por lo que cuando se produce el estallido del enfrentamiento entre liberales y conservadores se generarían numerosos caudillos populares que lucharon tanto en la Guerra de Reforma como en la Intervención francesa a favor del Segundo Imperio. Con la derrota de los conservadores en 1867, hubo una paz tensa generalizada debido a que Benito Juárez si bien aplica los principios constitucionales de la separación entre la Iglesia y el Estado, también buscaba limar asperezas con el clero, esto lo demuestra al permitir el regreso del exilio del arzobispo Pelagio Antonio Labastida y Davalos, por lo que deja sin efecto las leyes de reforma en los lugares con mayoría conservadora. Las cosas empezaron a complicarse a raíz de la muerte de Juárez en julio de 1872 para que ascendiese el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Sebastián Lerdo de Tejada, perteneciente a una de las familias políticas más importantes del liberalismo radical, acaba con la reconciliación juarista para mostrar una posición anticatólica rayando en los abusos, como ordenar la expulsión de los jesuitas que habían regresado en el gobierno de Ignacio Comonfort, una polémica redada a casas que servían como conventos ocultos echando a la calle a 450 religiosas de diferentes congregaciones en la Ciudad de México y el decreto de extinción de la orden de las Hermanas de la Caridad, quienes se habían ganado el cariño popular por sus actividades hospitalarias y educativas.

Para empeorar la situación social, Lerdo de Tejada le da entrada a la iglesias protestantes para realizar actividades proselitistas y así intentar rebajar la popularidad del catolicismo, provocando que muchas comunidades se organicen para rechazar a toda costa la entrada tanto de los pastores como de sus feligreses, pero lo que termina por acabar con la paciencia de los conservadores fue la prohibición de realizar manifestaciones de religiosidad en espacios públicos, quedando vedadas las procesiones, echar cohetes y limitar el repique de las campanas de las iglesias. Hacia finales de 1873, empiezan a suceder los primeros hechos de violencia contras las autoridades políticas en los pueblos de Tejupilco, Zinacantepec y Temascaltepec en el Estado de México, donde los indígenas se levantan bajo la consigna de ¡Viva la religión y mueran los protestantes! Esto provoco varios motines y a que fuese linchado el jefe político y varios funcionarios encargados de la recaudación de impuestos, por lo que el gobierno federal entra en acción mandando al coronel Tuñón Cañedo acabando con el levantamiento y dejando una estela de ejecutados.

En marzo de 1874 ocurre otro hecho reaccionario en el pueblo de Ahualulco, Jalisco, donde previamente se había instalado el pastor protestante John L. Stephen, cuya labor misionera empieza a tener éxito logrando algunos conversos y esto despertó el odio por parte de la comunidad, haciendo que el pueblo asaltara su casa y lo linchara junto a su ayudante José Islas. El tratamiento hecho por parte de la prensa católica sobre estos acontecimientos siempre fue el de exculpar al pueblo de estas acciones para pasar la responsabilidad al gobernó, sosteniendo como provocaciones el continuo acoso por parte del gobierno a quien acusaban de seguir las directrices de la masonería para acabar con la Iglesia católica. Las acusaciones también provenían del gobierno sobre la creciente inestabilidad social, responsabilizando a los curas de incentivar a su feligresía a cometer esos actos de barbarie, por lo que abren procesos judiciales contra los sacerdotes de Ahualulco y Temascaltepec por azuzar al pueblo, pero finalmente fueron absueltos.

La presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada fue un periodo muy álgido donde se quiso seguir al pie de la letra el espíritu de la Constitución de 1857, ya que algunos de sus artículos llegaron a ser reformados para imponerle un tono más radical, lo que sin duda le provoco otro frente abierto de carácter popular que conformaría la oposición junto con otros liberales como la creciente popularidad de su rival el general Porfirio Diaz. Los pueblos michoacanos intentaron dialogar con sus representantes políticos para que relajasen las reglamentaciones y les permitiesen recobrar su vida cotidiana donde la religión ocupaba un papel central en la comunidad, pero ante la negativa y la intransigencia de estos provocaron la tensión popular frente al gobierno, terminando por estallar en una nueva rebelión a finales 1873 con el apoyo de varios los caudillos conservadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ulises Iñiguez Mendoza. Los religioneros contra la Republica Restaurada: ¡Viva la religión y mueran los protestantes! De la revista Historia Mexicana no.72.

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Imagen:

  • Izquierda: Jose Maria Villasana. Caricatura de Sebastian Lerdo de Tejada basado en la fabula «La rana que quiso ser buey hinchándose y reventó». Revista El Ahuizote, 13 de febrero de 1874.
  • Derecha: Jose Guadalupe Posada. Manifestacion antireeleccionista, principios de siglo XX 

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