Los copreros de Guerrero y el corporativismo presidencialista.

Destacado

Durante la primera mitad del siglo XX, México buscó oportunidades para incrustarse en los mercados globales como forma de salir de la crisis derivada tanto de la revolución como de las reformas agraristas. Una oportunidad crucial surgió de la tensión geopolítica de los años 30, que desembocaría en el estallido de la Segunda Guerra Mundial. México se convirtió en un abastecedor de materias primas para las potencias del Eje al proporcionar petróleo a Alemania, rayón a Italia y frijoles a Japón, a cambio de maquinaria para impulsar la industria.

Con el estallido de la guerra y gracias a la lejanía del conflicto, el país se convirtió en un importante productor de materias agropecuarias necesarias para mantener las demandas del mercado internacional. Diferentes zonas agrícolas del país aprovecharon la oportunidad para vender sus excedentes. Este es el caso de la Costa Grande de Guerrero, una zona que había quedado relegada durante siglos debido a la falta de recursos de interés para las élites y los efectos de la despoblación causada por epidemias y enfermedades tropicales. Las comunidades en esta región tenían poca población y subsistían principalmente de cultivos básicos, ajonjolí y palma de coco, que utilizaban para producir aceite.

Como consecuencia de la guerra, varios productos agropecuarios experimentaron una revalorización en el mercado mundial de manera significativa. Esto brindó la oportunidad para que los campesinos de la costa de Guerrero obtuvieran mayores ingresos. Por ejemplo, el valor de la copra, carne de coco, se elevó de los 268 pesos la tonelada que valía en 1939 a alcanzar los 1241 pesos en 1946. De manera similar, la demanda de ajonjolí aumentó, lo que resultó en un incremento del 175% en su producción.

Para la inserción de estos productos agropecuarios en el mercado, siempre fue necesaria la presencia de intermediarios. En el caso de la copra y el ajonjolí, este papel lo ocuparon la fábrica La Especial y empresas comerciales como Bola de Nieve y Casa Minaya. Estas empresas acaparaban la producción de toda la costa y estaban asociadas con grandes capitales extranjeros y estadounidenses. Aunque eran los intermediarios quienes obtenían las grandes ganancias de la alta demanda, lo que quedaba para los campesinos era suficiente para salir de su extrema pobreza. Aquellos que llevaban años como agricultores podían beneficiarse más, ya que los recién dotados de tierras tenían que dedicarse a cultivar diferentes plantas para subsistir. Además, para convertirse en productores de copra, ajonjolí o café, como en el caso de Atoyac, se necesitaban entre 7 y 8 años de cultivo y desarrollo.

Mientras los antiguos campesinos disfrutaban de la bonanza económica de la época y llegaban a despilfarrar sus ingresos en actividades como peleas de gallos, juegos, cabarets y fiestas, los nuevos campesinos tenían que distribuir sus escasas ganancias tanto para su sustento como para invertir en cultivos de alto valor. Estos últimos debían destinar cerca de 976.50 pesos por hectárea al año en campos que oscilaban entre 1 y 8 hectáreas.

Aunque las ganancias obtenidas superaban con creces los recursos invertidos, la realidad era que pocos campesinos tenían el capital necesario para trabajar la tierra. Muchos tuvieron que emplear a miembros de su familia como peones sin paga, exacerbando los problemas endémicos como el analfabetismo.

Desde 1940, con la llegada de Manuel Ávila Camacho al poder, se comenzó a revertir el proyecto agrarista radical de su antecesor Lázaro Cárdenas. Esta tendencia fue continuada por su sucesor Miguel Alemán Valdés a partir de 1946, quien buscaba impulsar la propiedad privada y las inversiones particulares como base del desarrollo nacional. Esto implicaba neutralizar los valores del nacionalismo revolucionario y mantener bajo control a los sectores obrero y campesino para asegurar la tranquilidad de los inversionistas.

Este cambio en la política económica del gobierno fomentó el surgimiento de nuevos latifundios en el país, beneficiando principalmente a los productores veteranos que se convirtieron en una nueva burguesía. Sus fincas de copra y café, a pesar de tener dimensiones de hasta 150 hectáreas, fueron legalizadas, mientras que los ejidatarios solo tenían a su disposición 10 hectáreas cada uno. A nivel nacional, esto generó una profunda desigualdad entre estos latifundistas y el resto del campesinado. Estos últimos llegaron a poseer solo el 1.5% del total de tierras cultivables, pero producían el 40% de la producción agrícola y obtenían el 46% de los ingresos agrícolas del país.

En el caso específico de Guerrero, se sumó otro factor fundamental que lo hizo atractivo para el desarrollo nacional: el potencial turístico del puerto de Acapulco. El presidente Miguel Alemán participó en los beneficios de esta urbanización y desarrollo, creando para ello la Compañía Constructora La Joya y comprando predios como la playa El Revolcadero, un lote de la ex hacienda de San Marcos y otros predios en Granjas del Marqués. Llegó a poseer cerca de 180,000 m2 en propiedades que fueron adquiridas a precios de remate.

El detonante de los problemas sociales en el estado fue una serie de impuestos decretados por el gobernador Alejandro Gómez Maganda (1951-1954). Buscando llenar las arcas para cumplir con su gestión, impuso el pago de 10 pesos por cada palmera de coco de agua, 7 por palmilla sentada en banco y 5 por las recién sembradas. Este problema afectaba principalmente a ejidatarios y pequeños propietarios, mientras que los grandes potentados tenían la capacidad de organizarse o afianzarse como aliados políticos dentro del naciente PRI, escapando así de estos impuestos.

Los principales afectados se organizaron y fundaron en 1951 la Unión Regional de Productores de Copra del Estado de Guerrero. Surgieron dos liderazgos que se disputaron su control: por un lado, el profesor Florencio Encarnación Ursúa de Coyuca de Benítez, respaldado por el cacique de El Espinalillo en el mismo municipio, Candelario Ríos; por otro lado, el empresario coprero Jesús Bravo González de Petatlán, apoyado por la poderosa familia Ruisánchez. Petatlán, además de ser una importante productora de copra, era un centro comercial clave en la región.

El balance de poder se inclinó a favor del grupo de Coyuca gracias al respaldo del presidente Alemán y de su tío, el general Juan G. Valdés. La propuesta inicial de Encarnación Ursúa era lograr un acuerdo entre las élites de Coyuca y Petatlán, además de servir como un importante vínculo del PRI en la región.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Francisco Ávila Coronel. Del clientelismo político a la contrainsurgencia. La masacre de copreros en Acapulco, Guerrero, en perspectiva histórica: 1940-1967, de la revista Historia Mexicana no. 73.    

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  • Izquierda: Hugo Brehme. Palmeras y vivienda rustica, Acapulco, 1940.
  • Derecha: S/D. Retraro de Alejandro Gomez Maganda.

Los grupos otomíes en México.

Destacado

Una de las familias lingüísticas con una amplia presencia en la zona mesoamericana ha sido la otomangue, que incluye grupos como los zapotecas, mixtecas, chiapanecas, los mangue de Centroamérica y los otomíes, quienes ocupan una distribución en el centro-occidente de México y conforman cuatro grupos muy relacionados. A lo largo de la historia, los pueblos otomianos fueron menospreciados por pueblos dominantes, como los nahuas, quienes los tacharon de «salvajes» o «montañeses». Esta carga negativa fue seguida por los españoles, lo que provocó que su historia fuera olvidada y contada principalmente por fuentes religiosas o los propios caciques.

Dentro de la familia otomiana, podemos dividirla en dos grupos: aquellos que mantuvieron el modo de vida nómada y seminómada de Aridoamérica, como los chichimeca-jonaz de Guanajuato y los pames; y aquellos que tienen sus raíces en la tradición mesoamericana, como los otomíes, mazahuas, matlatzincas y ocuiltecas. Los otomíes son el grupo de mayor distribución, con marcadas diferencias regionales.

Debido a la falta de fuentes, el pasado mesoamericano otomí ha sido relegado por parte de los investigadores. Es común encontrar argumentos que atribuyen a este grupo el papel de grupo primigenio en el Centro de México o el de migrantes llegados durante el colapso teotihuacano. En todos estos enfoques, es evidente la carencia de trabajos que permitan comprender su participación en los desarrollos de la cultura preclásica, teotihuacana o tolteca.

Un aspecto fundamental para comprender su alcance es el estudio de los señoríos en el Valle de Toluca, especialmente en el noroccidente de la Cuenca de México. Se centra en Azcapotzalco, habitado por los tepanecas de filiación otomí, que fueron el reino principal desde Teotihuacan, durante el periodo tolteca y hasta su caída en manos de los mexicas. Fuera de estos dos casos (incluyendo el de Xilotepec y su papel en la conquista del Querétaro colonial), el resto de los pueblos otomianos carecen de las fuentes necesarias para trazar su historia antes de la llegada de la conquista, salvo por algunas referencias. Por lo tanto, es necesario recurrir a investigaciones arqueológicas y etnográficas en esas regiones para obtener más información.

El corazón de los grupos otomíes podría considerarse el Valle de Toluca, donde predominan los matlatzincas y mazahuas, seguidos por algunos pueblos otomíes y los ocuiltecas de Ocuilan y el sur del valle. Hacia el noroccidente se localiza el señorío de Xilotepec, de clara filiación otomí, descendiendo hacia Chiapan, donde convivían con comunidades nahuas, para llegar a la Sierra de las Cruces o Quauhtlalpan. Desde allí, bajaban hacia la Cuenca de México, pasando por Tlacopan, Azcapotzalco, Naucalpan y la zona serrana del occidente, como Cuajimalpa, para continuar hacia Coyoacán, conviviendo con pueblos nahuas y matlatzincas. Se tiene conocimiento de poblados otomíes hasta Xochimilco. Al norte de la cuenca, la presencia otomí sigue por Cuautitlán, Zumpango, Tizayuca, internándose hacia el actual estado de Hidalgo, donde tienen su segundo núcleo cultural: Meztitlan, un señorío que logró mantener su independencia frente a los mexicas.

A partir de Hidalgo, las comunidades otomíes continúan dispersándose hacia el noreste, y se tiene constancia de su presencia en la Huasteca en algunas poblaciones. Sin embargo, la zona nuclear fue la Sierra Norte de Puebla, en pueblos como Pahuatlán, donde convivían tanto con los nahuas como con los totonacos. Otro corredor otomí puede rastrearse desde el valle de Teotihuacán, siguiendo por los llanos de Calpulalpan para internarse en Tlaxcala, de mayoría nahua. Se establecieron al oriente del volcán La Malinche en pueblos como Huamantla, Ixtenco y Tecoac, erigiendo el señorío de Tliliuhquitepec al norte, aliado de los estados tlaxcaltecas. Hacia el Valle de Puebla, su presencia se fue diluyendo en unos pocos pueblos como San Salvador el Seco, Quecholac y Tepeaca, con algunas comunidades en Huejotzingo, Tecali y Cuauhtinchan. Su punto más meridional fue una estancia en Coxcatlán llamada Otontepetl.

Más al sur, en el estado de Guerrero, la población otomí experimentó una significativa disminución durante las primeras décadas de la conquista, generando incertidumbre, especialmente con la influencia de factores como los chontales y los cohuixcas. No obstante, a través de referencias etnohistóricas, conocemos la convivencia de comunidades nahuas, mazahuas y matlatzincas, como en Tepecoacuilco, Cocula, Teahuixtlan, entre otros lugares.

Hacia el occidente, la presencia de los grupos otomianos parece estar vinculada a las tensiones generadas por la expansión mexica hacia el Valle de Toluca. Esto condujo a la expulsión de otomíes, matlatzincas y mazahuas, quienes fueron acogidos por el reino de Michoacán para frenar el avance mexica, dando origen a los llamados pirindas. El núcleo principal de los pirindas estuvo en Indaparapeo y Tiripitio, extendiéndose hacia Charo, Huetamo, Taximaroa (Ciudad Hidalgo), Tuzantla, Ucareo y Zitácuaro. Su punto más occidental fue Colima, aunque parece que la presencia otomí llegó con la conquista, con el asentamiento de los aliados tlaxcaltecas.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Carrasco Pizana. Los Otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana.

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Editorial: La agonía de Acapulco.

La madrugada del 24 y 25 de octubre quedó grabada en la historia del puerto debido a la llegada del huracán Otis. Este fenómeno resultó atípico al alcanzar la categoría 5, provocando una estela de destrucción en los negocios y, sobre todo, en los hogares de muchos acapulqueños. Sin embargo, además de la tragedia causada por este desastre natural, la situación empeoró debido a la ausencia total de respuesta por parte de los gobiernos municipal, estatal y nacional. Esta falta de ayuda tanto para los damnificados como para proporcionar seguridad en los días siguientes permitió que la población tomara la lamentable decisión de saquear los comercios establecidos. Algunos lo hicieron para obtener los víveres necesarios para sobrevivir, mientras que otros aprovecharon la oportunidad para robar objetos de gran valor.

Todo esto evidencia la profunda crisis en la que ha caído Acapulco en los últimos 20 años. A pesar de haber sido en algún momento el destino turístico número uno del país y uno de los principales a nivel mundial, sus circunstancias se han ido precarizando. Lo que muchos desconocen es que la ciudad ha atravesado por lo menos tres periodos de decadencia, incluyendo el actual.

La llegada de los españoles representó una nueva oportunidad de desarrollo para la bahía. Su ubicación cercana a la Ciudad de México y sus necesidades de comunicación la convirtieron en un lugar ideal para albergar el puerto que se convertiría en la puerta del Pacífico. Este puerto obtuvo el monopolio para recibir tanto a las embarcaciones de Sudamérica como, sobre todo, a las provenientes de Filipinas.

A pesar de contar con tal distinción, esto no garantizó su desarrollo como ciudad. Los efectos insanos del clima cálido impidieron la llegada de colonos para establecerse. Además, la abrupta Sierra Madre obstaculizaba la comunicación con la capital, lo que hizo que el puerto solo se mantuviera como un pueblo de pescadores, fuertemente habitado por afrodescendientes al servicio de los potentados españoles. Estos últimos solo descendían al puerto cuando llegaba la Nao de China, siendo su feria la que cambiaba radicalmente su fisonomía.

El fin de la bonanza llegaría a mediados del siglo XVIII con la implementación de las reformas borbónicas. Acapulco perdió su posición privilegiada para favorecer a otros puertos como San Blas. Sin embargo, lo que selló su destino fue la apertura de la ruta de circunnavegación de África para llegar a las Filipinas, perdiendo importancia en el comercio mundial. Con ello, la presencia frecuente de la Nao disminuyó significativamente.


En el siglo XIX, Acapulco experimentó un periodo oscuro. Además de enfrentar su desaparición como destino del comercio mundial, tuvo que lidiar con los efectos de la decadencia nacional derivada de la inestabilidad política y la consiguiente crisis económica. En aquel entonces, el principal puerto del Pacífico en México era Mazatlán.

No obstante, Acapulco generaba algunos ingresos debido a su condición de puerto, donde llegaban algunos barcos mercantes estadounidenses o británicos. Esto contribuyó a consolidar su posición como la principal población en la costa del naciente estado de Guerrero, gracias a su relativa cercanía con la Ciudad de México. Se convirtió en un punto de reunión donde los escasos habitantes de la Costa Grande y la Costa Chica acudían tanto para adquirir mercancías como para gestionar trámites administrativos.

Durante el periodo de estabilidad del Porfiriato, el gobierno comenzó a ver a Acapulco como una posible zona de desarrollo. Se proyectó la comunicación a través del ferrocarril para revitalizarlo como puerto. Sin embargo, la llegada de la Revolución puso fin a esta iniciativa, que solo avanzó hasta Iguala. No obstante, los gobiernos posrevolucionarios no olvidaron esta deuda histórica, y durante la presidencia de Plutarco Elías Calles se inició la construcción de la carretera México-Acapulco.

Una vez consolidada la comunicación de Acapulco con el resto del país, lo que antes era una aldea de pescadores empezó a crecer gradualmente, impulsado tanto por las actividades económicas de la región como por su calidad de puerto. Sin embargo, a partir de los años cincuenta, se produjo un boom que dio origen a una nueva industria: el turismo. Las bellezas naturales y el clima, cuyos efectos nocivos fueron paliados por la medicina moderna, convirtieron a Acapulco en un excelente lugar de recreo para una creciente población urbana que buscaba escapar de la rutina diaria.

Los visitantes, tanto estadounidenses como de otras naciones desarrolladas, apreciaron las condiciones de la bahía para el descanso, lo que detonó el desarrollo de la hospedería y servicios centrados en los turistas como fuente de ingresos para la población acapulqueña, inversionistas foráneos y migrantes de los pueblos aledaños y otras regiones del estado. Con el tiempo, Acapulco se convirtió en un polo de desarrollo para una región previamente empobrecida, donde personas con poca educación tenían la posibilidad de salir adelante y ganar sueldos competitivos. La ciudad se transformó en todos los aspectos, ofreciendo una amplia gama de servicios, pero la clase gobernante no supo organizar el creciente urbanismo de manera ordenada. Como resultado, los grandes inversores comenzaron a acaparar las vistas de la playa, y la clase media-baja se estableció donde pudo, contribuyendo a un desarrollo desordenado.


Como ocurrió en el siglo XVIII, a partir de los años setenta, las circunstancias mundiales cambiaron la dinámica turística, dando lugar al surgimiento de nuevos destinos como Cancún, Puerto Vallarta o Los Cabos, también en México. A pesar de esta nueva competencia, Acapulco conservaba de manera saludable su estatus como destino mundial. La entrada de estos nuevos competidores no generó alarmas en la clase política acapulqueña y guerrerense, que consideraba al turismo como una fuente constante de ingresos. En lugar de utilizar estos recursos para diversificar su oferta económica, optaron por depender exclusivamente de él. Lo más preocupante fue el abandono de las clases populares, que carecían de apoyos para mejorar sus condiciones de vida y acceder a una educación de calidad (el estado es el de peores desempeños educativos al nivel nacional) .

Aunque Acapulco continuó expandiéndose como ciudad, mejorando sus servicios y aumentando su conexión con el mundo, la sociedad no experimentaba un desarrollo pleno. La única alternativa para progresar era trabajar en algún sector relacionado con el turismo. A partir de ahí, se tomaban decisiones cruciales, ya sea limitarse a la educación básica para dedicarse a algún oficio turístico o buscar una formación más avanzada en otras ciudades. Esto provocó la emigración de la población con una mayor preparación académica.

Así, Acapulco experimentó en las últimas décadas del siglo XX un declive sostenido, amortiguado por los ingresos del turismo. Mientras tanto, grandes sectores de la población del estado seguían viviendo en la pobreza, sin oportunidades para salir adelante. Esta situación propició el surgimiento de movimientos guerrilleros en la sierra, exigiendo mejores oportunidades, y facilitó la proliferación del narcotráfico, aprovechando la afluencia de personas en busca de «diversión».

Las primeras señales de descomposición comenzaron a manifestarse en la primera década de los 2000, con un aumento de la violencia reflejada en asesinatos y ejecuciones entre los propios narcotraficantes que disputaban el control del territorio. Esto llevó al gobierno estadounidense a emitir alertas a sus ciudadanos a partir de 2006, desencadenando el fin de la llegada de los springbreakers y un descenso anual en la presencia estadounidense. La incapacidad del gobierno federal para controlar la situación contribuyó a la mala imagen global de Acapulco.

La decadencia se intensificó con el tiempo, afectando seriamente a los empresarios de la ciudad. Hoteles, restaurantes, antros y lugares emblemáticos empezaron a cerrar o entrar en paro, mientras la presencia extranjera disminuía. Este declive se acentuó con el desarrollo de la llamada «Zona Diamante», ubicada al este de la bahía (hacia las playas de Revolcadero y Bonfil), mientras el mismo puerto empezaba a quedar abandonado.

A pesar de las evidentes señales de declive, el gobierno no intervino de manera adecuada y permitió que la ciudad cayera en manos de los narcotraficantes. Estos ampliaron su control al comenzar a extorsionar tanto a grandes empresarios como a pequeños comerciantes y vendedores informales mediante el «derecho de piso». Como resultado, más negocios cerraron debido a amenazas o a los asesinatos de quienes se negaron a pagar.

La vida en Acapulco disminuyó a un ritmo acelerado debido a la disminución de ingresos. Aunque la ciudad no perdía su atractivo para el turismo nacional, se sabía que estos visitantes no gastaban tanto como los extranjeros. Es común el desprecio generalizado de los acapulqueños hacia los «chilangos» que llevaban su propia comida o compraban en supermercados, optando por dormir en sus vehículos y evitando los restaurantes y hoteles. Esta actitud se justifica por los precios abusivos y los malos tratos que algunos acapulqueños les daban.

Sin embargo, lo que ha empeorado la imagen del puerto es su asociación con prácticas aberrantes, la prostitución infantil. Acapulco es considerado el segundo destino a nivel mundial donde familias de escasos recursos o niños y jóvenes sin oportunidades buscan compensar los bajos salarios del trabajo formal, atrayendo a gringos que se aprovechan de su situación. Este problema, lejos de ser combatido, ha dado lugar a zonas rojas como la colonia Centro o Caleta, especialmente durante altas horas de la noche.

El progresivo abandono por parte de las autoridades federales y locales ha llevado a que no se le dé la debida importancia a la protección civil, como ocurrió con el huracán Paulina en 1997, que fue el más fuerte hasta ese momento al ser de categoría 4. Este huracán afectó las partes altas de la ciudad, dejando a muchas personas damnificadas que hasta el momento no han recibido apoyo. Una advertencia significativa fue la tormenta tropical Manuel en 2013, que causó mayores daños en la Zona Diamante. Muchas viviendas construidas durante el boom inmobiliario de casas de interés social fueron destruidas al ubicarse en zonas inundables. Además, las autoridades brillaron por su ausencia al permitir el saqueo de los centros comerciales de la zona, provocando incluso el cierre de Costco.

Dado que los huracanes eran poco frecuentes y, cuando llegaban, solían ser de poca intensidad y afectar zonas puntuales de la ciudad, la advertencia sobre la llegada de Otis a finales de octubre de 2023 no fue tomada en serio. A pesar de su rápida evolución de tormenta tropical a huracán de categoría 5 en un lapso de tres días, ni el gobierno ni la sociedad tomaron medidas significativas al respecto.

El desastre ocurrió, y buena parte de la ciudad quedó afectada, con el agravante de la destrucción de la infraestructura, tanto eléctrica como, sobre todo, la de comunicación. Además, nadie estaba preparado para afrontar un desafío tan grande, ya que pocos tenían lo necesario para sobrellevar los días. Esto provocó que la mayoría viera en los supermercados la opción para abastecerse, pero o no abrieron porque sus empleados tambien resultaron afectados o también resultaron dañados por el huracán.

Junto con la falta de otros servicios, el personal de seguridad, como el ejército, la guardia nacional o la policía municipal, estaba ausente. Ante el abandono total de cualquier tipo de autoridad, se abrió la oportunidad para saquear los supermercados en busca de alimentos. Sin embargo, muchos aprovecharon la situación para robar productos de mayor valor, como pantallas, computadoras, celulares, e incluso atacaron tiendas departamentales y otros negocios de los centros comerciales.

Sumando las pérdidas causadas por el huracán, la iniciativa privada ahora tiene que lidiar con las pérdidas ocasionadas por los saqueos. Además del saldo de muertos y hogares destruidos, muchos negocios, tanto pequeños como grandes, se verán obligados a cerrar debido a la imposibilidad de contar con los recursos para reinvertir o porque ya no es viable mantenerlos abiertos. Así, además de tener que reconstruir la ciudad, surge el problema del desempleo.

Con el paso de los días, el gobierno ha comenzado gradualmente a realizar trabajos para restaurar el servicio eléctrico, mientras que las compañías de comunicaciones también se esfuerzan por reanudar sus servicios. Este proceso avanza lentamente debido al impacto de los daños. Además, el presidente López Obrador ofreció un programa de ayudas para financiar las labores de reconstrucción. Este programa se llevaría a cabo mediante una encuesta realizada por los «servidores de la nación» a los hogares afectados.

Aunque se realizó la encuesta, no abarcó a todos los hogares, ya sea por problemas operativos o porque no pudieron localizar a las personas que vivían en ellos. Esto se debió a que muchas personas tenían que trabajar o habían salido de la ciudad. Como resultado, los apoyos del gobierno solo fueron recibidos por algunas familias, y a otras no se les ha depositado, lo que ha llevado a que muchos acapulqueños tengan que afrontar las pérdidas con sus propios recursos.

Es importante destacar que los huracanes de categoría 5 son escasos, y el más reciente fue el huracán Katrina en 2005, que impactó en Nueva Orleans. A pesar de contar con la potencia económica de Estados Unidos, las pérdidas ascendieron a 163,600 millones de dólares y se tardaron 10 años en completar las labores de reconstrucción. En el caso de Acapulco, se estima un costo de reconstrucción de 16,000 millones de dólares.

No es por ser agorero, pero debo reconocer la dificultad de que Acapulco recupere su antiguo esplendor. No se vislumbra un interés externo significativo para invertir, y el contexto nacional probablemente preste más atención a temas electorales o a los megaproyectos que serán inaugurados a lo largo de 2024. Sumado al difícil contexto económico del estado (siendo el puerto la principal fuente de ingresos de uno de los estados más pobres del país), la reconstrucción llevará años.

Con ello, los pocos vestigios que quedaban del Acapulco Dorado se desvanecerán y solo serán recuerdos. Aunque su importancia no se perderá gracias a su proximidad con la Ciudad de México y por ser la conexión entre las regiones guerrerenses, la presencia de hoteles en ruinas marcará los años en que fue una potencia turística. Este declive no solo se debe al huracán, sino también a las decisiones y omisiones tomadas en torno al futuro de Acapulco.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

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Imagen: Rodrigo Oropeza. Vista aérea de los daños causados ​​por el paso del huracán Otis en Acapulco, estado de Guerrero, México, el 28 de octubre de 2023. Fuente: https://elcomercio.pe/mundo/mexico/huracan-otis-en-vivo-acapulco-al-menos-43-muertos-y-36-desaparecidos-mexico-hoy-domingo-29-de-octubre-del-2023-trayectoria-del-ciclon-categoria-5-potencialmente-catastrofico-donde-toco-tierra-el-huracan-otis-tecpan-de-galeana-nhc-guerrero-servicio-meteorologico-nacional-smn-conagua-windy-noticia/

Los problemas para la creación de un estado para Cuernavaca y Cuautla.

Los intentos para constituir una nueva entidad en los territorios sureños del Estado de México habían resultado infructuosos tanto por la resistencia de las autoridades mexiquenses como por la cada vez más estridente lucha entre liberales y conservadores. En este conflicto, los liberales, impulsados por el liderazgo de Juan Álvarez, pensaron en la posibilidad de anexar Cuernavaca y Cuautla a Guerrero. Mientras tanto, el sector conservador, representado por los hacendados, vio como alternativa para defender sus intereses la conformación de un nuevo estado.

Tanto en estos distritos como en la región norte de Guerrero existía una resistencia conservadora contra el poder de Álvarez, la cual fue encabezada por el general Juan Vicario y que combatió a los liberales en la Guerra de Reforma. Él proponía la creación del llamado territorio de Iturbide, que abarcaba los distritos de Cuernavaca y Cuautla, así como el distrito de Taxco perteneciente a Guerrero. Esta propuesta intentaría llevarse a cabo primero bajo el gobierno de Miguel Miramón y sobreviviría hasta el imperio de Maximiliano.

Su denominación jurídica estaba poco definida, primero porque fue definido como un «territorio» que debía ser administrado directamente desde el gobierno central y en lo judicial por la Suprema Corte. Solo durante el gobierno imperial sería considerado como un departamento. Esta opción para su constitución política se debía a que los conservadores tenían la idea de dividir al país en demarcaciones pequeñas y fáciles de gobernar.

Esta propuesta territorial nunca se llegaría a concretar, ya que los diferentes pueblos que la componían cambiaban de manos a lo largo del transcurso de la guerra y las leyes conservadoras solo se ejecutaban en los territorios ocupados. Por lo tanto, la soberanía mexiquense y sus leyes siguieron imperando. De forma unilateral, Vicario llama a la erección del territorio de Iturbide con capital en Cuernavaca en enero de 1858 con el reconocimiento del presidente interino Félix María Zuloaga.

Con el tiempo, los conservadores iban por más para castigar al Estado de México. En abril de 1859, Miramón decreta su fragmentación en los departamentos de Toluca, Tula y Valle de México, sumando a los territorios a Tulancingo junto con Iturbide.

Los liberales no ignoraron las dificultades que implicaba el efectivo control político para gobernar desde Toluca, pero decidieron intervenir en el asunto una vez que triunfaran sobre los conservadores y se hubiera restablecido el orden de la Constitución de 1857. A este problema se sumaría la inseguridad, ya que proliferaron las gavillas de bandidos conocidos como los «plateados».

Fue así como el gobierno juarista decidió que fuera la propia administración mexiquense la que reordenara su situación interna, ya que el gobierno federal estaba más preocupado por resolver los crecientes problemas externos. El 31 de julio de 1861 se expidió una nueva constitución estatal que dividía al estado en 27 distritos, de los cuales 5 abarcarían la extensión actual del territorio morelense y quedarían elevados como cabezas Cuernavaca, Morelos (con capital en Cuautla), Jonacatepec, Tetacala y Yautepec. La finalidad de ello era que más territorios estuviesen dirigidos por los llamados jefes políticos y, con ello, se incrementaran los territorios con un mayor control efectivo. Además, tendrían la oportunidad de contar con legisladores que los representasen en el congreso.

Estas medidas políticas, que incluyeron elevar al rango de villas a las cabeceras de partido, no fueron suficientes para contener a las gavillas de plateados. La situación se agravó con la invasión francesa, que provocó continuos «estados de sitio», llevando al gobierno estatal a declarar la movilidad de la capitalidad sobre cualquier población donde se encontrara el gobierno.

Estas medidas, junto con la creciente inseguridad en los caminos, llevaron a los hacendados a resucitar la idea de la necesidad de constituir un nuevo estado, ante la incapacidad de movilizarse hacia donde se encontraba la capital. El gobernador Francisco Ortiz de Zárate respondió con un decreto donde dividía al estado en 11 cantones militares, asignando a Cuernavaca y Morelos los números 10 y 11. Sin embargo, Juárez propuso otra alternativa de organización territorial al dividir al estado en tres distritos militares: Actopan, Toluca y Cuernavaca. Esta medida fue atacada por los legisladores del estado, argumentando que violaba la soberanía estatal. En respuesta, se les señaló que la acción se tomaba tanto por la necesidad mayor de atender la invasión como por la crítica a su poca efectividad para gobernar un territorio tan extenso. Se puso como ejemplo a Cuautla, que estaba en manos de la delincuencia.

La propuesta juarista sería la base con la que se empezaría a fraguar el nacimiento del estado de Morelos, pero esta se mantuvo muy endeble desde su declaración en 1862 hasta 1869. Durante este periodo, tuvieron tres gobernadores que dirigieron como pudieron el proyecto republicano: Agustín Cruz Manjarrez, Francisco Gerardo Gómez y Francisco Leyva. Este último ganaría relevancia al ser el principal sostén político de los republicanos en la región, iniciando la resistencia ante la entrada de las tropas francesas en junio de 1863 mediante un retiro de sus fuerzas hacia las montañas de Guerrero para organizar la logística de la defensa y el contrataque.

Mientras quienes se quedaron con los franceses, como algunos hacendados, celebraron su presencia al verlos como una posible solución para enfrentar a las gavillas, estar en estado de guerra llevó tanto a las tropas imperialistas como a las republicanas a recurrir a la rapiña como modo de sostenerse, y las haciendas fueron el blanco para poder obtener recursos.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Carlos Barreto Zamudio. Rebeldes y bandoleros en el Morelos del siglo XIX (1856-1876).

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  • Izquierda: S/D. Retrato de Francisco Leyva.
  • Derecha: Cruces y Campa. Retrato de Juan Vicario, 1870.

La entrada del maderismo en la Montaña.

Durante el inicio de la campaña electoral hacia las elecciones de 1910, el candidato opositor, Francisco I. Madero, nunca visitaría las comunidades del estado de Guerrero, no obstante, su mensaje donde pedía el fin de la reelección hizo que diferentes actores políticos guerrerenses tomaran su causa como una salida hacia las condiciones de miseria en la que vivía la entidad. Quienes tomaron su causa fueron los simpatizantes magonistas, quienes tenían como líder al doctor Luis Rivas Iruz de Coyuca de Benítez, amigo de Ricardo Flores Magón, tendría una intensa vida proselitista entre los estados de Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Puebla y México, siendo el principal propagandista del maderismo al coordinar las acciones de campaña de sus militantes por todas las comunidades del estado. Otros actores importantes estaban Octavio Bertrand, fundador del Partido Antirreeleccionista y enviado personal de Madero, quien lograría integrar dentro de los adeptos a los hermanos Figueroa de Huitzuco, pertenecientes a una de las familias caciquiles más importantes del estado, quienes junto a otras personas formarían el Club Juan Álvarez.

En la región de la Montaña, el maderismo sería introducido vía la pequeña clase media-alta de Tlapa, como fue el caso del comerciante Francisco Cisneros quien fue un entusiasta seguidor del movimiento y seria pieza clave en las acciones armadas durante el inicio de la revolución para tomar la ciudad, así como otros cabecillas como Lorenzo Diaz “El Arbolito”, Domingo A. Ramírez y Joaquín Melo Gálvez quienes fueron muy importantes para propagar el llamado a la rebelión. La conspiración iniciaría a movilizarse a partir de octubre por parte del licenciado Ramírez, donde además de insurreccionar Tlapa, se incluía la posibilidad de llevar la revolución hacia la Costa Chica vía Ometepec, donde tenía como importantes aliados a Joaquín Romero, Amado Carreño y a los hermanos Añorve, contando para 1911 con el amplio respaldo de las comunidades mixtecas del distrito de Morelos. No obstante, Ramírez seria descubierto por las autoridades porfiristas y seria remitido primero a Chilpancingo y después a la Ciudad de México para eliminar la posibilidad de mantener su influencia, siendo liberado hasta junio cuando cae el régimen y pudo regresar a Tlapa para coordinar la campaña presidencial de Madero y Pino Suarez.

Quienes llegaron a ocupar los papeles de caudillos revolucionarios fueron principalmente dos, el entonces estudiante de medicina Juan Andrew Almazán proveniente de Olinalá y quien estaba preparándose en la ciudad de Puebla, donde llegaría a tener contacto tanto con el maderismo como con el grupo de los hermanos Serdán, el segundo fue Cruz Dircio, indígena proveniente de la comunidad de Acatepec del municipio de Zapotitlán Tablas y proveniente de una familia caciquil local, metiéndose en la política durante su estancia en Chilapa siendo muy cercano a la hacendada Eucaria Apreza, distinguida maderista. Fue Almazán quien iniciaría a organizar a su grupo guerrillero en su comunidad Olinalá haciéndose de armas que estaban destinadas originalmente para los Añorve de Ometepec, entrando en contacto con los demás partidarios de la lucha armada pertenecientes a los rancheros acomodados de la región, iniciando la rebelión el 9 de febrero mediante un pronunciamiento y entre sus primeras acciones fue tanto la toma de Olinalá como la de Cuálac, agarrando a las autoridades porfiristas por sorpresa y sin la posibilidad de responder, iniciando así su fama como caudillo de la Montaña.

Las actividades de los almazanistas pronto se expandieron hacia el sur del estado de Puebla, empezando a reclutar gente de los pueblos de Chila de la Sal y Tulcingo, instalándose en el cerro de Tlaltepeje donde se enfrentarían con éxito a las tropas porfiristas provenientes de Huamuxtitlán y comandados por el capitán Fernando Horta. Durante el combate, algunos almazanistas escaparon del frente y emprendieron el camino hacia Huitzuco, donde le comunicarían a los hermanos Figueroa los movimientos llevados a cabo por Almazán, haciendo que Ambrosio Figueroa se dirigiese con su gente hacia la Montaña para presionar por la rendición de Huamuxtitlán, entablando conversaciones tanto con el capitán Horta como con su segundo al mando José María Ávila, quienes retaron a Figueroa a tomar la plaza si podían y después de tres días de dialogo para convencerlos de rendirse, Figueroa decide retirarse, acción controversial y provocando que algunos de sus hombres se sumasen a las tropas de Almazán.

Mientras tanto, Almazán decide retirarse de la región para dirigirse hacia San Antonio, Texas, para entrevistarse con el mismo Madero, ya sea tanto para seguir las directrices del movimiento como para tratar de obtener recursos para comprar armas, regresando para abril sin la valiosa financiación, pero contando con el camino a seguir para el estado de Guerrero al tener como encargo la instalación de un gobierno revolucionario en Chilpancingo cuando triunfase la rebelión. A su paso por Morelos para regresar a la Montaña, fue detenido por los zapatistas quienes estuvieron a punto de fusilarlo al sospechar que era gobiernista, logrando convencerlos de su extracción revolucionaria y finalmente se reuniría con su segundo al mando Juan Salgado con los ánimos elevados por la encomienda dada por Madero. Ahora tanto Almazán como Salgado tendrían como objetivo la toma de Huamuxtitlán, contando con el apoyo del viejo caudillo morelense y uno de los fundadores del movimiento agrarista, Gabriel Tepepa, quien para entonces estaba en la zona limítrofe suroriental en las colindancias con Puebla y Guerrero.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Francisco Herrera Sipriano. La Revolución en la Montaña de Guerrero. La lucha zapatista 1910-1918.

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Imagen: Hermanos Casasola. Juan Andrew Almazan junto a Eufemio Zapata tras convencerlo de que le ceda el paso a Francisco I. Madero por el estado de Morelos, 08/1911. 

La población esclava africana y asiática en la Nueva España.

Para poder suplir a los indígenas fallecidos por los efectos de la conquista o las epidemias, los españoles recurrieron a la importación de esclavos para poder cubrir la mano de obra necesaria para echar a andar los nuevos latifundios, para ello usaría intermediarios para poder conseguir esclavos africanos a través de compañías negreras que realizaban los movimientos de traslado desde África. De 1595 hasta 1640, como Portugal formaba parte de la monarquía hispana por los efectos de la unión dinástica, les otorgaría el beneficio del monopolio aprovechando las colonias que poseían en el continente, cuando se dio la separación se les daría la concesión a las familias italianas Grillo y Lomelí de 1663 a 1674 quienes tenían su centro de negocios en Curazao, posteriormente se realizarían diferentes acuerdos comerciales con otras compañías hasta 1713 cuando se dio la concesión a Inglaterra. Los primeros esclavos llegaron de la mano de los conquistadores para realizar las diferentes labores de asistencia, también llegaron a participar en el proceso de conquista como el caso de Juan Garrido, a quien como recompensa se le dieron tierras en Coyoacán donde realizaría los primeros cultivos de trigo.

Las ventajas que ofrecían los esclavos africanos en comparación con los indígenas o los europeos fue su resistencia natural a las enfermedades tropicales endémicas y traídas por la colonización como la malaria, razón por la cual las poblaciones afrodescendientes empezarían a concentrarse en lugares tropicales como Veracruz o la Costa Chica de los actuales estados de Guerrero y Oaxaca, naciendo poblaciones donde vivieron libres y sin que los pudieran acosar como San Lorenzo de los Negros (actual Yanga) y Cuajinicuilapa. También se debe de agregar su resistencia a la realización de trabajos físicos como las labores en las minas o en los cultivos a gran escala ofrecían mayores rendimientos que los indígenas, por lo cual hubo predilección por contar con más esclavos masculinos que femeninos de edades que fueron de los 15 a los 26 años, estimándose en proporción a un 65% hombres y un 35% mujeres. Según las estimaciones del segundo virrey Luis de Velasco, habían ingresado para 1533 cerca de 20,000 esclavos africanos en el reino, lo que nos da una proporción de tres por cada español, pero también nos indica una gran cantidad de esclavos ingresados por contrabando al encontrarse el ingreso de forma legal de solo 720 por año, esta tendencia la vemos igual del periodo de 1551 a 1640 con los portugueses al solo ingresar con licencia 70,000 de los 350,000 registrados.

Una de las causas de este ingreso masivo de esclavos fue la peste de 1576 cuando murió entre el 30 y el 40% de la población novohispana, para esta enfermedad no había ningun grupo con inmunidad para resistirla, por lo que los esclavos ingresados muchos de ellos fallecieron por la enfermedad, disminuyendo aún más su calidad de vida que antes de la epidemia se estima a solo 7 años. Las labores de los esclavos fueron cambiando con el tiempo, de ser cargadores, mozos o trabajadores domésticos, pasaron a ser mineros, jornaleros, trabajadores de metales, capataces, vaqueros, entre otras labores para mantener el aparato novohispano, todos ellos contaron como única ventaja que sus dueños les aseguraron procurar casa y alimentos, a diferencia de los trabajadores libres o de otro estrato quienes no tenían ninguna garantía. Si bien su reproducción estuvo controlada, esto no evitó que formaran familias entre ellos, así como lamentablemente los dueños se podían aprovechar de sus esclavas para tener descendencia, haciendo con ello que surgiera una población de mestizos afrodescendientes.

Sobre el origen de la población afrodescendiente en Veracruz y la Costa Chica hay varias explicaciones, en primera están los esclavos fugados que se fueron a vivir a lugares donde los españoles no podían entrar por las enfermedades, en segunda porque estas regiones fueron de vocación ganadera, en un contexto mucho más libre que en las ciudades les permitió a los esclavos ganaderos contraer matrimonio con los indígenas de la región. A pesar de lo útiles que resultaron, la población afrodescendiente no logro suplir las necesidades de su tiempo y siempre fueron minoría, en 1580 se censaron cerca de 20,569 habitantes, el mayor número registrado se dio en 1646 con 35,089, con el fin de la venta de esclavos se produjo un declive registrando en 1793 solo 6,100, finalmente para 1810 se recupera un poco su población al solo llegar a los 10,000. Su condición podía cambiar al tener la oportunidad de ahorrar dinero y comprar su propia libertad, donde tuvieron la posibilidad de emprender negocios propios o incluso formar familias con los criollos, esto hizo que para finales del siglo XVIII la creciente población mestiza tuviera un alto componente africano dentro de sus raíces.

Un segundo grupo muy menor fue el de los esclavos de procedencia asiática, esto debido a que llegaron desde las Filipinas por las redes de contrabando de la Nao de China, ya que la corona considero como vasallos del rey a los indígenas filipinos y estaba prohibida su esclavización salvo el de los rebeldes musulmanes, aportando un pequeño contingente de trabajadores domésticos o en los obrajes. Todo esto provocaría que en la Nueva España se diesen las condiciones para el nacimiento de una población mestiza, la cual durante buena parte del virreinato se mantuvo muy minoritaria por las divisiones entre republicas de indios y españoles, pero con el éxito de los segundos en lo económico provocaría que más indígenas fuesen a buscar trabajos en las ciudades y estableciesen sus familias en ellas, por lo que hasta finales del siglo XVIII llegarían a alcanzar el 37% de la población total, razón por la cual serian la base de la identidad mexicana.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Elsa Malvido. La población, siglos XVI al XX.

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Imagen: Augustus Earle. Negros bailando fandango en los campos de Santa Ana, Rio de Janeiro. 1822

Los estados mesoamericanos de la Costa Grande.

El aumento de la población en la región hizo posible la consolidación de pequeños estados que surgieron desde el actual municipio de La Unión hasta Acapulco, los cuales sus gobernantes tuvieron tal fuerza como para lograr la construcción de centros ceremoniales de diferentes tamaños y siguiendo los patrones culturales de la civilización mesoamericana, como fueron los casos de Soledad de Maciel, Tierras Prietas, Corral Falso, Jolochuca, La Yácata o San Jeronimito. Uno de los recursos usados fue el de la representación de sus lideres en estelas grabadas, los cuales se les dieron atributos sobrenaturales para poder vincularlos con las deidades, como es el caso del famoso “Señor de la Chole” de Soledad de Maciel, donde se le ve su rostro enmarcado por uno descarnado para emular el concepto de la vida y la muerte, también se ha encontrado otra estela en el sitio de Villa Rotaria, Técpan, donde se le ve al gobernante de perfil portando un traje de águila, uno de los animales totémicos de las dinastías gobernantes.

Los juegos de pelota también estuvieron presentes en las ciudades de la Costa Grande con la típica morfología del espacio en doble T enmarcados con dos estructuras alargadas y paralelas, aunque de momento se han encontrado solo dos sitios que llevaron su importancia a un nivel alto al dotarles de aros marcadores de piedra labrada, Soledad de Maciel y Acatolín en Técpan, los cuales comparten rasgos en común al grabarse a dos serpientes cuyas cabezas se unen para formar el aro, lo que nos podría revelar el rango de influencia mantenido por Soledad de Maciel. Este sitio destaca sobre los demás tanto por su arquitectura monumental como por los monumentos de piedra erigidos para el culto religioso, como es el caso de un disco donde en su parte inferior fue grabada la figura de la deidad de la Tierra Tlaltecuhtli, de la misma manera en que siglos más tarde hicieron los mexicas en Tenochtitlan. Otros elementos populares y con un amplio rango de localización son las piedras sacralizadas conocidas como “ojos de dios”, ya que estas han sido horadadas para hacerles huecos para servir como recipientes, posiblemente sirvieron para hacer ceremonias propiciatorias para las lluvias, también se ha propuesto que pudieron contener ofrendas para los dioses como la sangre de los sacrificios.

Lo que sirvió a la región para entrar en el desarrollo cultural mesoamericano fue sin duda el comercio, al ser una región de vocación por los sembradíos de algodón o por la recolección de bivalvos de sus costas la hicieron atractiva para la presencia de las grandes metrópolis como Teotihuacan o Monte Alban, de esta última es de destacar la presencia de la influencia zapoteca en diferentes representaciones del periodo Clásico donde iban desde figurillas o incluso del sistema calendárico zapoteca, como se ve en la estela de Villa Rotaria o en la piedra con forma de cabeza de jaguar de Palma Sola donde se ven algunos números zapotecas. Para el caso de Acapulco vemos la importancia que tuvo Teotihuacan como ejemplo a seguir, esto lo vemos con los tipos cerámicos como el Acapulco Rojo o el Tambuco Inciso, los cuales tenían las mismas características que los elaborados en la Costa Grande, pero para el Clásico Medio se da un cambio atribuido a una mayor presencia teotihuacana, naciendo el tipo Acapulco Café donde su producción está más relacionada con los patrones culturales teotihuacanos. Este evoluciona al tipo Acapulco Pasta fina el cual arraiga su vínculo teotihuacano, este a su vez empieza a influir tanto en la Costa Grande como en la Costa Chica marcando la tendencia cultural en la región.

Para el Clásico Tardío se da la decadencia teotihuacana como centro de poder al nivel mesoamericano, pero para ese entonces los estados de la Costa Grande ya formaban parte de las rutas comerciales del mercado mesoamericano, aumentando con ello la influencia ejercida por los pueblos oaxaqueños y del Soconusco como parte de las rutas marítimas por cabotaje. Las diferentes culturas empezaron a adoptar diferentes componentes del sistema cosmogónico mesoamericano, destacándose las representaciones de Huehuetéotl, Tlaloc o de la Serpiente emplumada en la cerámica, a la par también llegaron a sobrevivir manifestaciones locales como las “mujeres bonitas” del Preclásico como las figuras tipo Valentín de Acapulco o en la misma Soledad de Maciel. Donde vemos un mayor desarrollo cultural será en Zacatula, sitio en las cercanías de la desembocadura del rio Balsas y que empezaría a destacar como puerto principal de las rutas mesoamericanas y posiblemente de las esporádicas expediciones sudamericanas, donde sus artesanos realizan copias de las figuras teotihuacanas y se ve cierta influencia de Occidente.

Debido a las condiciones de conservación, no ha sido posible encontrar muchos ejemplos de trabajos en concha, pero al ser parte de la zona productora no se descarta la importancia que pudo llegar a tener, como muestra la tenemos en los fortuitos trabajos realizados en el Bajo Balsas donde se han encontrado depósitos con una gran cantidad de artesanías de concha que iban desde pulseras, brazaletes, colgantes, entre otros aditamentos. Por estas mismas razones (y por el saqueo), no se han podido encontrar restos bien conservados de las tumbas, por lo que los restos encontrados han aportado pocos datos sobre la salud de los habitantes de la zona, teniéndose los registros de un entierro en Zihuatanejo y otro en Soledad de Maciel, donde destacan por presentar modificaciones dentales donde se pulieron las piezas para poder hacerlas de forma puntiaguda, una práctica muy común por parte de las elites mesoamericanas para resaltar su aura sobrenatural con respecto al resto del pueblo.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Rubén Manzanilla López. La región arqueológica de la Costa Grande de Guerrero. Su definición a través de la organización social y territorialidad prehispánicas.

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Imagen: ADV Estudio. Reconstruccion del centro ceremonial de Soledad de Maciel-Xihuacan, 2023. Fuente: https://www.advestudio.com/zona-arqueologica-de-xihuacan/?fbclid=IwAR0v2A64jm0DhBsHb6BNObWBlFWHPsyJznvIAC9E_HYbnOpo7c8mayN8qEE

La reintegración de Iturbide en el mando realista.

A inicios del año de 1820 se daría un cambio de tornas en el inestable orden la monarquía hispánica, ya que el general Rafael del Riego quien estaba al mando de una expedición que iría a reforzar las posiciones españolas en Sudamérica aprovecha a los soldados que tiene y da un golpe donde fuerza a Fernando VII a restaurar el orden constitucional de Cádiz, retirándole el poder absolutista y forzándolo a conformar un gabinete liberal. Las noticias del cambio del orden político llegaría a la Nueva España hasta el 31 de mayo a los oídos del virrey Juan Ruiz de Apodaca con la orden de jurar el respeto a la Constitución de 1812, con ello se informaba la resurrección de los procesos democráticos para que en las intendencias eligieran a sus representantes en el gobierno, pero hubo diferencias con respecto a la forma de actuar con respecto a los reinos sudamericanos, ya que mientras allá se mandarían a representantes de la corona a dialogar con la insurgencia para oír sus reclamos y garantizarles el indulto por parte del rey, a Apodaca solo se le sugeriría actuar con cautela con respecto a los dos núcleos rebeldes que quedaban hasta saber cuáles eran sus planes, al considerar que la situación novohispana ya estaba casi completa la pacificación.

Fue así como en septiembre quedaron elegidos los representantes que irían a las Cortes de Madrid a defender los intereses del reino, siendo una muestra de un intento por acabar con la verticalidad monopolizada por los peninsulares, pero también llegarían nuevas disposiciones que terminaron por afectar a algunos sectores de la sociedad quienes habían mostrado su lealtad, como sucedió con la supresión de la Compañía de Jesús, así como limitar y suprimir la presencia de otras órdenes religiosas que se consideraban una carga para el estado. Mientras los liberales novohispanos estaban muy contentos con las concesiones salidas de la península, la insurgencia entorno a l liderazgo de Vicente Guerrero se había enquistado en la Sierra Madre del Sur en un territorio que abarcaba la mitad del camino de México a Acapulco, el cual se caracteriza por ser muy montañoso y permitía su fácil defensa por parte de los insurgentes, siendo este el factor que aseguraría su sobrevivencia. A diferencia de miles de insurgentes que habían aceptado el indulto desde los años 1815 a 1829, Guerrero fue el único quien pudo mantener la lucha independentista, siendo un problema para el virrey Apodaca ante la incapacidad del ejercito realista para entrar en la sierra y por el fracaso para poder convencerlo de aceptar la paz.

Inicialmente, el militar encargado de pacificar a las fuerzas de Guerrero fue coronel José Gabriel Armijo, quien ante su fracaso tanto para derrotarlo como para entablar el dialogo fue relevado y reemplazado por el oficial Melchor Álvarez, pero como para ese momento estaba indispuesto por enfermedad no le quedo de otra más que recurrir a otro militar que llevaba tiempo fuera del campo de batalla y había demostrado su efectividad contra la insurgencia, Agustín de Iturbide. Para el 9 de noviembre, Iturbide recibe la Comandancia del Distrito Militar Sur que abarcaba el territorio desde el puerto de Acapulco hasta Taxco, dándole la orden de que convenciera tanto a Guerrero como a su segundo al mando Pedro Ascencio de aceptar el perdón, pero como la situación económica de Iturbide era muy endeble por los gastos de la hacienda de Chalco y la incautación de sus recursos por el juicio de Guanajuato le pediría al virrey que le devolviera los 6,000 pesos que se le debían para poder sufragar sus gastos, pero esto se cambió por el pago de una mensualidad para poder mantener a su familia. Con este pendiente parcialmente resuelto, para el 26 de noviembre llega Iturbide a Teloloapan para establecer su cuartel con una pequeña fuerza expedicionaria, aunque quedaría molesto por no haber obtenido la absolución publica de las acusaciones que se le habían fincado por sus campañas en el Bajío.

Por parte de las autoridades realistas, estaban muy optimistas con respecto a las expectativas que dejaría en la población las garantías ofrecidas por la constitución, considerando con ello que por fin se habrían de acabar las disputas entre peninsulares y americanos al darles la representatividad política, siendo esta la oportunidad de reafirmar la lealtad a la monarquía hispánica. Fue por ello que el prestigio de Apodaca estaba en juego al ser la oportunidad de mostrarse ante el rey como el virrey que había logrado la pacificación de uno de los reinos de Indias, por lo que trataría de animar a Iturbide que sus muestras de lealtad serian recompensadas una vez que hubiese logrado la rendición de Guerrero, dándole además del mando de su regimiento de Celaya de cerca de 550 hombres también le asignaría los soldados de Armijo que eran cerca de 1,800, dándole el peso de ser quien traería la paz y el orden a la Nueva España. A pesar de contar con estas fuerzas a su disposición, no evitaría que cayera ente el genio de los dos únicos caudillos insurgentes que quedaban, recibiendo una derrota al ser emboscado por Pedro Ascencio en Atlatlaya el 28 de diciembre, aunque para enero de 1821 reportaría que le habría infringido a Guerrero una derrota en la Cueva del Diablo por las acciones del coronel Berdejo.

Antes de aceptar la comisión, Iturbide le había advertido a Apodaca que el clima tropical mermaba su salud y esto se manifestó en lo errático que fue en esos primeros meses, así como en sus cartas donde se manifestó como tuvo que pasar varios días en cama para recuperarse de las fiebres y por los reportes a cuenta gotas que mandaba a la capital, aunque no se descarta que haya sido una táctica para encubrir sus fracasos para capturar a Guerrero. El optimismo habido hacia la capacidad de Iturbide se tradujo tanto en cuantiosas donaciones como la hecha por el obispo de Guadalajara, Juan Ruiz de Cabañas, por cerca de 25,000 pesos para mantener a las tropas, mientras el virrey le daría 12,000 pesos y lo abastecería de parque para cumplir su misión. Si bien es sabido que Iturbide si tendría como planes derrotar a Guerrero como se manifiesta con la clase de movimientos realizados para combatirlo, amigos cercanos a quienes mantenía informados sabían que desde noviembre de 1820 estaba fraguando planes aparte para proyectar una alternativa a la pax hispánica constitucional y al orden de la insurgencia.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: William Spence Robertson. Iturbide de México.

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Imagen: 

 – Izquierda: Anónimo. Fuerte de Barrabas (Zirándaro), 30-09-1818.

 – Derecha: J. Sánchez. Vicente Guerrero, ca.1880.  

Los primeros asentamientos aldeanos en la costa del Pacífico.

Del 7500 al 1500 a.C. fue un periodo donde empezaría a formarse el modo de vida sedentario en Mesoamérica, donde las diferentes bandas de nómadas empezarían a conocer los diferentes ecosistemas de la región y con ello determinan los lugares donde pueden quedarse por más tiempo, siendo las costas de Guerrero y Chiapas donde encontrarían las condiciones para iniciar la vida aldeana gracias a los recursos que les daban los bosques de mangle de las lagunas y las desembocaduras de los ríos. Si bien estos ecosistemas eran similares, había notables diferencias que dieron la orografía de estas regiones, mientras en Chiapas había una mayor cantidad de lluvia que daba lugar a una mayor cantidad de agua dulce y dando lugar a lagunas y estuarios más grandes, en Guerrero por estar más próxima la sierra con la costa hizo que los sistemas lacustres no fueran tan grandes y esto limitaría el tamaño de los bosques de mangle, provocando que no fuese posible el albergar grandes poblaciones. Pero a pesar de este problema, la costa de Guerrero caracterizada por ser en buena parte rocosa daría lugar a una amplia proliferación de fauna marina comparable con lo ofrecido por los esteros de Chiapas, por lo que se dieron las condiciones en ambos lugares para el nacimiento del primer modelo de asentamientos, los concheros.

Estas estructuras se caracterizan por ser montículos construidos en las orillas de las zonas pantanosas en base de conchas de moluscos y bivalvos recolectados en las orillas y que fueron previamente consumidos, dando como resultado una plataforma artificial donde era posible asentarse y estar cerca de las zonas de recolección. En Chiapas, encontramos una concentración de estos concheros en el sistema de estuarios de Chantuto-Panzacola donde se localizaron cinco de ellos, siendo el más importante el llamado Islona Chantuto, en todos ellos vamos a encontrar como fueron habitados por personas que mantuvieron un modo de vida sencillo y donde todavía no se había descubierto la cerámica. Mientras en Guerrero tenemos el yacimiento de Puerto Márquez en Acapulco, el cual fue el sitio ideal al localizarse en una pequeña bahía de aguas tranquilas y a un lado la zona pantanosa de la Laguna Negra, teniendo a su disposición tanto los recursos marinos como los lacustres, una de las diferencias más importantes la tenemos en los periodos de ocupación de ambos sitios, siendo el de Chantuto de 4000 años y Puerto Márquez solamente con 2000 años.

Si bien por los restos encontrados podemos determinar que sus habitantes basaron su vida en la pesca y la recolección, no contamos con la certeza sobre cuál era la base de sus dietas, ya que al estar los yacimientos en condiciones de humedad muy alta hace imposible la preservación de cualquier resto, incluyendo los humanos, siendo uno de los obstáculos para poder conocer las condiciones de estos pobladores. Una de las pistas que tenemos es en las conchas que constituyen los montículos, como ocurre con el Cerro de las Conchas y Tlacuachero en Chantuto, los cuales vamos a encontrar que una gran parte de los montículos están constituidos en gran parte por conchas de almejas de pantano, en algunas ocasiones se llegaron a encontrar conchas de ostiones y mejillones, así como encontramos una presencia marginal de huesos de peces, tortugas u otros animales de caza. En Guerrero vamos a encontrar patrones de consumo similares, donde los ostiones de pantano fueron los predilectos tanto por los habitantes de Puerto Márquez como de los concheros encontrados en la Laguna de Tetitlán en la Costa Grande, pero con el caso de Puerto Márquez se han encontrado más restos de fauna marina, esto debido a las facilidades ofrecidas por la pequeña bahía para poder llegar a pescar entre sus colonias de arrecifes.

Los restos vegetales también presentan el problema de su preservación por las condiciones de humedad, pero se han encontrado las suficientes para poder reconstruir que plantas fueron aprovechadas o cuando empezaron a entrar en contacto con los cultivos de la tradición sedentaria mesoamericana. Para el caso chiapaneco, se han encontrado rastros del aprovechamiento del palmito mexicano, también se han identificado restos de consumo de maíz, esto lo vemos confirmado con el hallazgo tanto de objetos para la molienda como de señales de incendio en los terrenos aledaños al pantano, siendo esta una muestra del inicio del desarrollo de la vida agrícola con las características del cultivo tradicional de la milpa (incluso se ha identificado restos de algodón). Para el caso guerrerense no vamos a encontrar evidencias de la presencia de maíz sino hasta etapas muy tardías, pero si se ha determinado una preferencia por el cultivo de calabazas como fuente principal de alimentación, alternándose con la del aprovechamiento del mangle rojo, siendo la forma de consumo predilecta la de las semillas de calabaza usadas para la elaboración de la tradicional salsa del pipián.

Por el modo de vida de los cazadores-recolectores, la sociedad necesitaba dividirse el trabajo entre estas labores para poder subsistir, con el caso de los concheros vamos a encontrar un señales sobre cómo o fueron habitados y quienes estaban en ellos, con el caso de Chantuto se ha determinado que los concheros fueron centros de procesamiento de los recursos lacustres, pero brillan por su ausencia los objetos esperados donde nos indicarían señales de ocupación, por lo que es posible que la población haya tenido un modo de vida nómada ocupando campamentos en los alrededores y solo llegaban para abastecerse de productos marinos, este mismo patrón lo encontramos en la Laguna de Tetitlán en Guerrero donde se ha identificado un periodo de mes y medio o dos meses como los únicos donde hay evidencias de ocupación. Entre el 2500 al 1500 a.C. las cosas empezarían a cambiar como consecuencia de la estabilización del clima y de los niveles del océano, provocando con ello que los nómadas ya no tuviesen asegurados a los recursos acuáticos como parte de su dieta anual, esto los forzaría a ir dependiendo cada vez más de la agricultura y con ello se usarían cada vez menos los concheros al estar más ocupados en los cultivos, cumpliéndose las condiciones para desarrollar nuevas tecnologías como la cerámica.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Barbara Voorhies y Douglas J.Kennett. Formas de vida precerámica en la costa sur del Pacifico mexicano, de la revista Arqueología no. 62.

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Imagen: Jorge Salinas. Mural de los conchales de Longotoma, Chile (solo ilustrativo).

El contexto de inestabilidad para la creación del estado de Morelos.

Al sur de la Cuenca de México se localizan una serie de territorios cuya fertilidad de la tierra, su disponibilidad de agua y clima cálido hizo que se convirtiera en una importante zona agrícola desde tiempos anteriores a la conquista, orientándose la producción hacia la caña de azúcar por parte de las haciendas administradas tanto por el Marquesado del Valle de Oaxaca, los jesuitas y posteriormente con su expulsión pasarían a los terratenientes. Originalmente el territorio estaba dividido por los señoríos de Cuauhnáhuac y Huaxtepec, posteriormente con la conquista pasarían la estafeta a las Alcaldías Mayores de Cuernavaca y Cuautla Amilpas en el oriente, todo dentro de la división administrativa de México pasando a ser reino, intendencia y con la independencia seria estado. Para mediados del siglo XIX, el Estado de México estaba envuelto en problemas administrativos debido a las continuas peticiones de las comunidades para erigirse como ayuntamientos, institución fundamental para hacer valer el poder popular, todo ello para adaptar la tradición de las “republicas de indios” al modelo republicano.

Durante el último gobierno de Antonio López de Santa Anna, se daría un cambio administrativo al nivel nacional con la transformación de los estados en departamentos como consecuencia del seguimiento del orden conservador, quedando tanto Cuernavaca como Cuautla dentro del llamado Distrito de Morelos, el cual estaba dirigido por un jefe político quien fungía a la manera de gobernador. Esto se iría complejizando con el estallido de la pugna entre liberales y conservadores derivado del derrocamiento de Santa Anna y el arribo de los liberales, naciendo con ello tanto en Morelos como en otros distrito y entidades gobiernos alternos quienes seguían el orden derivado de la constitución de 1857 o el de los conservadores del Plan de Tacubaya y los imperialistas de Maximiliano, de momento no queda claro quien tenía preponderancia en los territorios del actual estado, lo único que se sabe es la influencia que tenía el caudillo sureño Juan Álvarez.

Para el gobierno de Santa Anna, en el territorio solo existían dos ciudades, Cuernavaca y Cuautla, mientras el resto estaba dividido en 22 municipalidades agrupados en 5 partidos: Cuernavaca, Morelos, Yautepec, Jonacatepec y Tetecala, estos a su vez daban lugar a la administración de diferentes villas, pueblos, rancherías que estaban dividido por el campo. El nacimiento del Distrito de Morelos se debió al reto que le suponía a Santa Anna la influencia política que estaba ejerciendo Álvarez desde el distrito de Guerrero, cambiando su denominación al ser conocido antes como el distrito de Cuernavaca para darle poder al jefe político para intentar paliar su influencia y con ello respaldar la campaña de pacificación del hacendado Ángel Pérez Palacios. Con la victoria de Álvarez enarbolando el Plan de Ayutla, vuelve a cambiar la denominación de Departamento a Estado de México poniendo como gobernador a Plutarco Gonzales, quien respetaría la existencia del Distrito de Morelos, pero tendría como nueva dinámica el establecimiento de Álvarez en Cuernavaca, quien había sido elegido como presidente interino y se negaba a gobernar desde la Ciudad de México, por lo que decide asentarse en ella y desde ahí gobernaría por dos meses en lo que se convocaba al Congreso Constituyente de 1856.

Aprovechando la popularidad que tenía Álvarez en los territorios del distrito de Morelos, el caudillo buscaría anexarla al estado de Guerrero argumentando la dificultad que había para la comunicación con la capital Toluca (además que las comunidades del sur del actual Estado de México solían pedir gestionar sus necesidades en Teloloapan) y con ello buscaba impulsar la industria azucarera para su exportación a los mercados del Pacifico a través del puerto de Acapulco. La principal resistencia a las intenciones de Álvarez estaba de parte de los hacendados azucareros con quien tenían rencillas con el caudillo, por lo que apoyaron a los políticos mexiquenses para hacer gestión legislativa en el congreso y rechazaron la iniciativa de los partidarios de Álvarez, esto provocaría que uno de sus diputados partidarios, Rafael Jáquez, lanzara una amenaza de que los partidarios de Álvarez podrían tomar las armas para manifestar su inconformidad y al poco tiempo sucedería la matanza de españoles en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac en diciembre de 1856, siendo culpados tanto Álvarez como Jáquez como los autores de tales hechos, convirtiendo al diputado en un blanco de los conservadores quienes lograron su cometido al ejecutarlo en Iguala durante la Guerra de Reforma.

Una segunda alternativa saldría de la parte del político e intelectual Guillermo Prieto, representante de los distritos de Cuernavaca y Morelos, quien propondría la posibilidad de hacer los distritos un nuevo estado agarrando como parteaguas el debate vigente sobre convertir a Tlaxcala en estado, entidad que tenía menos posibilidades de lograrlo al no contar con la fuerza económica que si tenían los potentados agrícolas del sur. Ni su propuesta ni la de Tlaxcala fueron aceptadas por el congreso constituyente, por lo que en la promulgación de la Constitución de 1857 seguiría quedando como parte del Estado de México, esta situación permanecería igual por parte de la administración liberal, pero quienes si tratarían de cambiar las cosas en la región fueron los conservadores durante todo el periodo de guerras, por lo que cuando estaban los territorios en su poder tratarían de crear un nuevo estado en torno a Cuernavaca.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Carlos Barreto Zamudio. Rebeldes y bandoleros en el Morelos del siglo XIX (1856-1876).

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Imagen: Mapas tomados de la misma fuente bibliográfica. 

 – Izquierda: Distrito de Morelos y Cuernavaca, 1855 / Estado de Mexico, 1855-1861.

 – Derecha: Propuesta de anexión de los distritos de Morelos y Cuernavaca del Estado de Mexico al estado de Guerrero. Congreso Constituyente, 1856-1857.