La situación política en la década de los 80.

La situación del país a finales de la década de los 80 era precaria, con la implementación de reformas neoliberales por parte del presidente Miguel de la Madrid, quien asumió el cargo en 1982. Sin embargo, estas reformas no generaron resultados inmediatos para resolver los problemas económicos y la crisis que se agravó tras el terremoto de 1985. Esto llevó a cuestionar los resultados del gobierno de De la Madrid y provocó la escisión de una parte del PRI para unirse a la izquierda.

Ante el riesgo evidente de que el PRI perdiera fuerza en las elecciones o incluso la presidencia, el gobierno tuvo que recurrir a las estructuras que mantenía bajo su control. Esto incluía el sistema electoral, que estaba bajo la dependencia de la Secretaría de Gobernación a través de la Comisión Federal Electoral (CFE). Una estrategia que el partido tenía para mantener su hegemonía era la aplicación de una reforma para dar a los partidos espacios de representación proporcional en el poder legislativo. Esto garantizaba a todos un número determinado de diputados y senadores sin pasar por el voto, lo que desencadenó una crisis para los partidos satélites del PRI, como el PPS, PARM y PST. Al dejar de ser útiles al no ser necesarios sus 8 representantes para mantener la mayoría frente a los 5 de la oposición, pusieron en riesgo su existencia al tener que buscar votantes.

Otras disposiciones para garantizar el proceso electoral incluyeron la creación del Tribunal de lo Contencioso Electoral, destinado a combatir el fraude electoral. Sin embargo, este tribunal carecía de fuerza para castigar actividades ilegales relacionadas con la movilización del voto. Aunque su existencia representó un paso importante como antecedente para la investigación seria de delitos electorales.

Con las reformas referentes a los diputados plurinominales, la Cámara de Diputados aumentó su número de integrantes a 500. Esto tuvo efectos positivos al rebasar la capacidad del PRI para mantener la mayoría absoluta, aunque no la mayoría calificada. Como resultado, el PRI se vio obligado a negociar con los partidos de oposición para sacar adelante algunas reformas.

Estos cambios constitucionales propiciaron la escisión del PRI, dando origen a la llamada Corriente Democrática liderada por Cuauhtémoc Cárdenas. Esta corriente se unió con otros partidos de izquierda para formar el Frente Democrático Nacional, al que también se sumó el PARM, que ya no tenía ninguna utilidad para el proyecto político del PRI y cuyos principios estaban en contra del sentido neoliberal del gobierno al representar el nacionalismo revolucionario.

El panorama para el PRI se volvía cada vez más adverso, con factores simbólicos como la aparición por primera vez de su candidato sin el respaldo de algún partido satélite. Sin embargo, el problema más importante era el avance de la oposición. Por un lado, la pérdida de una parte de sus bases sociales debido a la separación de la Corriente Democrática, que respaldaba la candidatura de Cárdenas, y por otro, el PAN empezaba a ganar poder regional al obtener el control en varios municipios del país.

Ante estos desafíos, el PRI decidió realizar un proceso interno para elegir al candidato presidencial, postulando a varios funcionarios y gobernadores como Manuel Bartlett, Alfredo del Mazo, Ramón Aguirre, Miguel González Avelar, Sergio García Ramírez y Carlos Salinas de Gortari. Descartaron por completo las pretensiones de los líderes de la Corriente Democrática, como Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, lo que provocó la separación definitiva del frente nacionalista.

Ante la amenaza que representaba esta separación, el gobierno intentó invalidar el registro del FDN para las elecciones de 1988. Sin embargo, dentro del PRI, la figura de Cárdenas aún tenía fuerza y esto impidió que su candidatura fuera anulada. Además, ya tenía preparadas varias alternativas para poder participar gracias al respaldo de los partidos que conformaban la alianza.

La selección de Carlos Salinas de Gortari como candidato del PRI generó controversia dentro del partido, ya que a pesar de su participación en las decisiones económicas durante el gobierno de De la Madrid, había ganado enemigos dentro de la estructura priista. Figuras como Fidel Velázquez, Joaquín Hernández Galicia «la Quina», Alfredo del Mazo, Jesús Silva Herzog y otros funcionarios no estaban de acuerdo con su línea neoliberal, que confirmaba la dirección económica del gobierno.

La carrera de Salinas en el servicio público comenzó en 1971, aunque tuvo que interrumpirla para realizar estudios de posgrado en el extranjero. Regresó en 1979 y, debido a su especialización técnica, formó parte del gabinete de Miguel de la Madrid. Estaba convencido de que la implementación del sistema neoliberal llevaría a la modernización del país. Para lograrlo, Salinas consideraba que el gobierno tenía un tamaño excesivo en términos de funciones y que era necesario deshacerse de muchas empresas paraestatales, transfiriéndolas al sector privado para que México tuviera los recursos necesarios para enfrentar los desafíos externos. Sin embargo, esta idea no era respaldada por gran parte de la estructura priista debido a los resultados limitados durante ese sexenio.

Manuel Clouthier, empresario sinaloense, destacó como figura opositora al gobierno, especialmente en temas como las expropiaciones de Luis Echeverría en el valle del río Yaqui y la expropiación de la banca. Su perfil se volvió muy popular en el noroeste del país debido a su beligerancia contra el oficialismo cobijado por el PAN.

Cuauhtémoc Cárdenas, por su parte, había militado en el PRI durante gran parte de su vida política, defendiendo los valores revolucionarios de su padre. Al convertirse en gobernador de Michoacán en 1980, se enfrentó a las medidas neoliberales de De la Madrid, convirtiéndose en un crítico ferviente de ellas. Esta postura lo llevó a ser saboteado por la presidencia al no proporcionarle los recursos necesarios, lo que lo convirtió en un serio rival dentro de la estructura del PRI y en contra del nuevo orden económico.

En cuanto a la izquierda, otros perfiles también buscaron participar en las elecciones. Heberto Castillo del PMS, con una destacada trayectoria en la resistencia socialista universitaria, fue uno de ellos. Sin embargo, la separación de Cárdenas del PRI y la oportunidad que representaba de sacar al PRI del gobierno llevó a Castillo a declinar su participación. Otros candidatos de izquierda incluyeron a Gumersindo Magaña de los sinarquistas y Rosario Ibarra del PRT, aunque tuvieron un apoyo marginal al no contar con el respaldo del PAN y el PMS, respectivamente.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Irma Campuzano Montoya. Las elecciones de 1988, de la revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México no.23.   

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Imagen: S/D. Marcha de Corriente Democratica encabezada por Cuauhtemoc Cardenas, hacia 1986. Fuente: https://www.excelsior.com.mx/nacional/2016/10/09/1121408

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