El sitio de Guadalajara y la batalla de Calpulalpan, la derrota conservadora

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Por segunda vez durante la Guerra de Reforma, la ciudad de Guadalajara se convirtió en un campo de batalla entre liberales y conservadores a finales de septiembre y principios de octubre de 1860. Esta vez, los conservadores se habían atrincherado en la ciudad bajo el mando del general Severo Castillo, mientras que los liberales, inicialmente liderados por Jesús González Ortega y posteriormente reemplazado por Ignacio Zaragoza, tenían la misión de tomarla.

Sin embargo, se enfrentaban a la dificultad de la pronta llegada de refuerzos conservadores liderados por Leonardo Márquez y Tomás Mejía, quienes contaban con una fuerza de 4,300 hombres y estaban financiados con $200,000 pesos obtenidos de préstamos forzosos durante su victoriosa campaña por el Bajío. Zaragoza se vio presionado por el tiempo y decidió tomar Guadalajara a toda costa, a pesar de que las tropas conservadoras rondaban los 6,000 efectivos, cuyas fuerzas se veían mermadas por la falta de recursos.

Así, en la mañana del 29 de octubre, Zaragoza inició el asalto, desencadenando una batalla cruenta y sin cuartel que dejó la ciudad en ruinas y ninguno de los bandos se proclamaba como vencedor después de 14 horas de combate continuo, dejando exhaustas a ambas fuerzas.

A pesar de haber quedado igualados, la situación en el bando conservador estaba siendo más apremiante al quedarse sin dinero y sin parque. Por lo tanto, Castillo decide iniciar conversaciones con el general liberal Manuel Doblado, algo a lo que Zaragoza no se opuso, ya que esto le permitió preparar los morteros y continuar con el bombardeo al día siguiente. La reunión resultó en un armisticio de 15 días, durante los cuales las fuerzas conservadoras defensoras de Guadalajara no podían abrir fuego contra las tropas liberales. Esto permitió a Zaragoza concentrarse en atacar a Márquez, quien se encontraba en Zapotlanejo, a 34 km de la ciudad.

Para enfrentarlo, Zaragoza comisionó al general Nicolás Regules para perseguirlo y enfrentarlo en las Lomas de Calderón el 1ro de noviembre. La batalla se desencadenó después de que Márquez atacara como represalia contra Zaragoza por negarse a negociar, pero no pudo hacer frente a las tropas liberales y se dio a la fuga. Cerca de 3,000 soldados conservadores fueron capturados en la huida.

Como consecuencia de la derrota de Márquez, el general Castillo decide seguir sus pasos y abandona Guadalajara el 3 de noviembre, lo que representó una derrota decisiva para los conservadores al dejar en manos de los liberales los puntos más importantes del Occidente. Esto permitió a los liberales recuperar el Bajío y comenzar a prepararse, tanto comprando armamento a Estados Unidos como obteniéndolo de la ferrería de Tula. Reunieron una fuerza de 30,000 soldados y 180 cañones para dirigirse hacia la Ciudad de México.

Para finales de octubre, Miguel Miramón sabía que la causa conservadora estaba en desventaja. Un golpe moral fue el retiro de la legación británica, la cual desconoció su gobierno y se instaló en Xalapa. Ante esta situación, Miramón decide vender mobiliario y propiedades para pagar deudas y costear su huida a Europa junto con su familia. Una vez recibida la noticia de la toma de Guadalajara y la derrota de Márquez, Miramón declara el estado de sitio en la capital el 13 de noviembre y vuelve a imponer un préstamo forzoso de $300,000 pesos. Además, ordena a Márquez incautar los bonos de la legación británica por un valor de $660,000 pesos. Emitió una proclama donde admitía la situación crítica y preparaba a los capitalinos para la batalla.

La campaña final de los liberales contra los conservadores comenzó con una victoria para las tropas de Miramón en Toluca el 9 de diciembre, donde capturaron valiosos prisioneros como los generales Santos Degollado y Felipe Berriozábal, lo que les dio impulso para enfrentarse a las tropas de González Ortega, que habían tomado posiciones en la loma de San Miguelito en Calpulalpan con una fuerza de 16,000 hombres.

El día 21, Miramón llegó con la plana mayor de los comandantes conservadores, incluyendo a Márquez, Mejía, Marcelino Cobos y Miguel Negrete, para intentar infligir una derrota milagrosa utilizando los talentos del ejército federal. Esto marcó el inicio de la batalla de Calpulalpan el 22 de diciembre. Miramón decidió atacar el flanco izquierdo de las tropas de González Ortega, conformadas por la división de Michoacán. Sin embargo, tanto él como Zaragoza anticiparon su estrategia y enviaron a las fuerzas del general Regules a resistir el embate con las brigadas de Jalisco y San Luis Potosí. La estrategia de Miramón falló, y fue el turno de González Ortega de atacar a Miramón con las divisiones de Zacatecas y Guanajuato, con el apoyo del fuego de 30 cañones, resistiendo los conservadores durante cerca de una hora.

El ejército conservador finalmente sucumbe al ataque de González Ortega. Aunque tuvieron un breve momento de esperanza con la carga de caballería comandada por Joaquín Miramón (hermano de Miguel), no fue suficiente para cambiar el curso de la batalla. Poco a poco, los soldados conservadores se rinden y algunos cambian de bando, mientras que otros caen prisioneros. Miramón logra escapar de la batalla y se refugia en la Ciudad de México para preparar a su familia para su partida hacia Cuba. Él mismo encuentra refugio en la embajada española y deja la capital el 1 de enero de 1861. Las tropas de González Ortega entran en la ciudad el 25 de diciembre.

A partir del 1 de enero, se inician los festejos generalizados por parte de los liberales en todas las ciudades en celebración de su victoria. Se restaura el gobierno de la Constitución de 1857, y se consolida con el regreso del presidente Benito Juárez al Palacio Nacional el 11 de enero. Así, se pone fin a una guerra cruenta de tres años donde los mexicanos quedaron divididos en bandos irreconciliables. Sin embargo, pasarían algunos años más para la derrota final de los conservadores.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Will Fowler, La Guerra de Tres Años, el conflicto del que nació el estado laico, 1857-1861.

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Imagen: Casimiro Castro. Batalla de San Miguel Calpulalpan, decada de 1860.

Los grupos otomíes en México.

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Una de las familias lingüísticas con una amplia presencia en la zona mesoamericana ha sido la otomangue, que incluye grupos como los zapotecas, mixtecas, chiapanecas, los mangue de Centroamérica y los otomíes, quienes ocupan una distribución en el centro-occidente de México y conforman cuatro grupos muy relacionados. A lo largo de la historia, los pueblos otomianos fueron menospreciados por pueblos dominantes, como los nahuas, quienes los tacharon de «salvajes» o «montañeses». Esta carga negativa fue seguida por los españoles, lo que provocó que su historia fuera olvidada y contada principalmente por fuentes religiosas o los propios caciques.

Dentro de la familia otomiana, podemos dividirla en dos grupos: aquellos que mantuvieron el modo de vida nómada y seminómada de Aridoamérica, como los chichimeca-jonaz de Guanajuato y los pames; y aquellos que tienen sus raíces en la tradición mesoamericana, como los otomíes, mazahuas, matlatzincas y ocuiltecas. Los otomíes son el grupo de mayor distribución, con marcadas diferencias regionales.

Debido a la falta de fuentes, el pasado mesoamericano otomí ha sido relegado por parte de los investigadores. Es común encontrar argumentos que atribuyen a este grupo el papel de grupo primigenio en el Centro de México o el de migrantes llegados durante el colapso teotihuacano. En todos estos enfoques, es evidente la carencia de trabajos que permitan comprender su participación en los desarrollos de la cultura preclásica, teotihuacana o tolteca.

Un aspecto fundamental para comprender su alcance es el estudio de los señoríos en el Valle de Toluca, especialmente en el noroccidente de la Cuenca de México. Se centra en Azcapotzalco, habitado por los tepanecas de filiación otomí, que fueron el reino principal desde Teotihuacan, durante el periodo tolteca y hasta su caída en manos de los mexicas. Fuera de estos dos casos (incluyendo el de Xilotepec y su papel en la conquista del Querétaro colonial), el resto de los pueblos otomianos carecen de las fuentes necesarias para trazar su historia antes de la llegada de la conquista, salvo por algunas referencias. Por lo tanto, es necesario recurrir a investigaciones arqueológicas y etnográficas en esas regiones para obtener más información.

El corazón de los grupos otomíes podría considerarse el Valle de Toluca, donde predominan los matlatzincas y mazahuas, seguidos por algunos pueblos otomíes y los ocuiltecas de Ocuilan y el sur del valle. Hacia el noroccidente se localiza el señorío de Xilotepec, de clara filiación otomí, descendiendo hacia Chiapan, donde convivían con comunidades nahuas, para llegar a la Sierra de las Cruces o Quauhtlalpan. Desde allí, bajaban hacia la Cuenca de México, pasando por Tlacopan, Azcapotzalco, Naucalpan y la zona serrana del occidente, como Cuajimalpa, para continuar hacia Coyoacán, conviviendo con pueblos nahuas y matlatzincas. Se tiene conocimiento de poblados otomíes hasta Xochimilco. Al norte de la cuenca, la presencia otomí sigue por Cuautitlán, Zumpango, Tizayuca, internándose hacia el actual estado de Hidalgo, donde tienen su segundo núcleo cultural: Meztitlan, un señorío que logró mantener su independencia frente a los mexicas.

A partir de Hidalgo, las comunidades otomíes continúan dispersándose hacia el noreste, y se tiene constancia de su presencia en la Huasteca en algunas poblaciones. Sin embargo, la zona nuclear fue la Sierra Norte de Puebla, en pueblos como Pahuatlán, donde convivían tanto con los nahuas como con los totonacos. Otro corredor otomí puede rastrearse desde el valle de Teotihuacán, siguiendo por los llanos de Calpulalpan para internarse en Tlaxcala, de mayoría nahua. Se establecieron al oriente del volcán La Malinche en pueblos como Huamantla, Ixtenco y Tecoac, erigiendo el señorío de Tliliuhquitepec al norte, aliado de los estados tlaxcaltecas. Hacia el Valle de Puebla, su presencia se fue diluyendo en unos pocos pueblos como San Salvador el Seco, Quecholac y Tepeaca, con algunas comunidades en Huejotzingo, Tecali y Cuauhtinchan. Su punto más meridional fue una estancia en Coxcatlán llamada Otontepetl.

Más al sur, en el estado de Guerrero, la población otomí experimentó una significativa disminución durante las primeras décadas de la conquista, generando incertidumbre, especialmente con la influencia de factores como los chontales y los cohuixcas. No obstante, a través de referencias etnohistóricas, conocemos la convivencia de comunidades nahuas, mazahuas y matlatzincas, como en Tepecoacuilco, Cocula, Teahuixtlan, entre otros lugares.

Hacia el occidente, la presencia de los grupos otomianos parece estar vinculada a las tensiones generadas por la expansión mexica hacia el Valle de Toluca. Esto condujo a la expulsión de otomíes, matlatzincas y mazahuas, quienes fueron acogidos por el reino de Michoacán para frenar el avance mexica, dando origen a los llamados pirindas. El núcleo principal de los pirindas estuvo en Indaparapeo y Tiripitio, extendiéndose hacia Charo, Huetamo, Taximaroa (Ciudad Hidalgo), Tuzantla, Ucareo y Zitácuaro. Su punto más occidental fue Colima, aunque parece que la presencia otomí llegó con la conquista, con el asentamiento de los aliados tlaxcaltecas.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Pedro Carrasco Pizana. Los Otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana.

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La configuración de Tlaxcala en el Posclásico.

A partir del siglo X, se inicia la conformación étnica del Valle Puebla-Tlaxcala que los españoles encontrarían. La región comenzó a dividirse en señoríos que controlaron el territorio actual del estado, y uno de los puntos de partida fue la pérdida de poder por parte de los olmecas-xicalancas de Cacaxtla, lo que provocó el abandono de la ciudad. Este evento marcó el surgimiento de pequeños estados con una vida principalmente aldeana y una notable disminución de la presencia de centros ceremoniales.

Todo indica que el principal motor de estos cambios fue la llegada de las migraciones tolteca-chichimecas, quienes se consideran responsables del desequilibrio en la región y contribuyeron a la decadencia de los olmecas-xicalancas, forzándolos a abandonar la zona. Este proceso dio lugar al nacimiento de nuevas zonas culturales que sentaron las bases para los señoríos tlaxcaltecas durante la conquista.

Dentro de estas nuevas culturas regionales, destaca la Texcala Tardía, que ocupó la zona del Bloque Nativitas. Construyeron solo dos ciudades fortificadas y alrededor de 250 asentamientos, que incluían aldeas, asentamientos rurales y algunas estructuras de tipo religioso. En esta etapa, empezaron a surgir las primeras referencias al culto a deidades como Camaxtli, Tezcatlipoca y Xipe Tótec.

Estos dos destacados asentamientos de la cultura Texcala fueron Tepeticpac y Tepeyanco. El primero se ubicó en la cima del Cerro Blanco, una posición altamente segura para su defensa e inaccesible para sus enemigos, convirtiéndose en inexpugnable gracias a las obras de fortificación. Por otro lado, Tepeyanco estaba estratégicamente situado al controlar la laguna de Acuitlapilco, los manantiales que la alimentan y las tierras circundantes, convirtiéndose en un importante centro productor de alimentos.

Se estima que durante su apogeo, ambas ciudades pudieron albergar una población de alrededor de 6,000 habitantes. Estos centros urbanos dieron origen a 15 señoríos: en el norte, Ocotelulco, del cual se derivó San Simón Tlatlauhquitepec; en el centro, San Tadeo Huiloapan y Huexoyucan; al oeste, Apizaco, dando lugar tanto a San Dionisio Yauhquemecan, San Martin Xaltocan y posiblemente Santa Barbara Acuicuizcatepec; al sureste, Tzompantepec y Ahuashuatepec; al noroeste, San Simeón Xipetzingo y San Pedro Ahuatepec; y al este, Texcalac y Toluca de Guadalupe.

Durante el periodo de los años 1000 al 1100, en el territorio de la cultura Texcala, se identifican 17 asentamientos que podrían considerarse como señoríos. Existe debate entre los investigadores acerca de la relación entre Tepeticpac y Ocotelulco. Algunos los consideran como señoríos independientes, mientras que otros sugieren que pudieron formar un solo señorío, con Tepeticpac como el asentamiento originario que también serviría como centro de resguardo en caso de invasiones, y Ocotelulco con funciones administrativas y comerciales.

Según las estimaciones, para el siglo XI, la región mantuvo una población de alrededor de 126,000 habitantes en una extensión de 1,600 kilómetros cuadrados, divididos en señoríos autónomos con una organización particular. El binomio Tepeticpac-Tepeyanco ostentaba el liderazgo, y en momentos de invasiones, todos los señoríos se unían para hacer frente a los enemigos. Curiosamente, la ciudad de Cantona se convierte en un gran ausente en este nuevo orden. Comienza a ser abandonada a partir del siglo X y queda desocupada en el XI. La razón de su caída y la despoblación subsiguiente de la región de la Cuenca Oriental hasta la colonia sigue siendo desconocida.

Hacia el norte del estado surge la cultura Tlaxco, la cual está vinculada con los pueblos de la etnia otomí y presenta una fuerte influencia cultural de la Huasteca. El poder se concentra en el poco conocido señorío de Tliliuhquitepec, que según la evidencia arqueológica pudo haber surgido tempranamente hacia mediados del siglo IX. Este señorío, según las fuentes, era un estado independiente tanto del imperio mexica como de la Confederación tlaxcalteca.

Se han identificado 47 asentamientos con una población estimada de 14,225 personas, divididos en dos señoríos, Cerro Capula y Cerro Tlaquexpa. Todos estos asentamientos están fortificados, y se sabe que mantenían buenas relaciones con sus vecinos sureños. Además, contaban con una organización militarista, con centros de poder ubicados en las cimas de los cerros y estructuras defensivas. Esto les permitía a los otomíes mantener una estrecha comunicación con los pueblos de la Costa del Golfo, tanto en su tradición cerámica prehispánica como en la moderna. Se ha teorizado sobre posibles lazos con el reino otomí de Metztitlán en la actual Hidalgo.

Al oeste del estado, la región está estrechamente ligada a los procesos históricos de la Cuenca de México, generando su variante local en la llamada cultura Amantla. Esta cultura abarcó la región de Calpulalpan y el sur del estado de Hidalgo, ocupando un área de 250 km2 con 30 asentamientos y una población de 8,200 habitantes. Se identifican como centros políticos a Amantla, Palo Hueco y Malpaís, los cuales mantuvieron despoblada la zona limítrofe con los pueblos Texcala y Cholula, sugiriendo un posible contexto de conflicto o guerra.

Esta región transicional estuvo vinculada a la influencia tolteca como base para crear su propia variante, lo que la diferenció tanto de los señoríos Texcala como de Tliliuhquitepec, con los cuales mantenía una rivalidad. El único vínculo con Tlaxcala se estableció hasta mediados del siglo XIX, cuando la región fue cedida a Tlaxcala. En las regiones sur y oriente del estado, con el centro en el valle de Huamantla, quedó bajo la órbita de Cholula. Anteriormente, esta zona había sido arrebatada por los olmecas-xicalancas de Cacaxtla, pero una vez expulsados, los cholultecas aprovecharon para recuperar el control de la región.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ángel García Cook. Tlaxcala a la llegada de los españoles según las evidencias arqueológicas.

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Imagen: Mario Alfredo Mercado. Estructura de Tepeticpac, Tlaxcala, Posclásico Temprano. Fuente: http://jaguarcilloviajero.blogspot.com/2019/09/un-dia-de-viaje-por-tlaxcala-y_24.html

La ciudad-estado de Cacaxtla.

El Epiclásico es el periodo comprendido de los años 700 al 900 d.C. donde por el vacío de poder provocado por el fin de Teotihuacan se empieza a provocar una intensa lucha entre diferentes ciudades que esperaban tomar su lugar, por lo que estas ciudades empiezan a ejercer una cultura de tipo militarista donde continuamente se enfrentaban entre sí, destacando en el Altiplano Central Xochicalco, Teotenango, Tula, Cantona y Cacaxtla. Localizada en las cercanías del actual pueblo de Nativitas en Tlaxcala, se emplaza en la cima de un promontorio natural conformando lo que conocemos como una acrópolis, permitiendo la construcción de fosas para facilitar su defensa con anchos que van de los 9 a 24 m y con profundidades de 4 a 9 m, siendo comunicados a través de calzadas murallas que las atravesaban y ayudaban como puntos de vigía. El conjunto principal se trata de un pequeño centro ceremonial desplantado sobre lo que se conoce como el Gran Basamento, en donde se ha construido algunos basamentos piramidales y conjuntos palaciegos para las elites, los cuales destacan por su complejo acervo mural que le dio relevancia al sitio y recibe la atención de las instituciones de investigación.

El estilo con que se hicieron los murales destaca por su notable influencia maya, despertando una serie de preguntas sobre el posible alcance de los pueblos mayenses dentro del contexto del Centro de México, pero gracias a los avances en los estudios de la pintura mural vemos que esta presencia cultural la podemos ver en otros sitios del Epiclásico como Xochicalco o El Tajín, sobre todo que esta influencia podría darnos pistas sobre los desconocidos y enigmáticos olmecas-xicalancas. Los conjuntos murales se encuentran unos restos localizados en la entrada al Gran Basamento y que lamentablemente buena parte de este se ha perdido, de los grandes conjuntos están el del llamado Templo de Venus, el cual recibe su nombre por la presencia de dos personajes con una banda que representa el símbolo mesoamericano de Venus, el que está más completo tiene una cola de alacrán, mientras el segundo a perdido la mitad superior de su cuerpo, ambos pintados con el famoso azul maya con fondos rojos.

Otro de los conjuntos destacados tenemos al Templo Rojo, de donde viene uno de los murales famosos donde vemos a un dios viejo que porta los aditamentos de un comerciante como una carga y unas divisas en frente de un maizal donde las mazorcas tienen rostros humanos muy similares a los mayas, esta sobre el agua que es representada a la manera de una serpiente donde vemos desde animales acuáticos y seres mitológicos, debido al parecido iconográfico de este personaje podría ser identificado con el Dios L de la muerte o el Dios M del comercio. Uno de los murales más importantes tenemos al Mural de la Batalla, el cual nos muestra un evento bélico compuesto por 48 personajes con un fondo de azul maya donde vemos como los guerreros acaban con sus enemigos, ante la falta de glifos que puedan darnos una idea, no se sabe si se trata de un mural donde se conmemora la conquista de los olmecas-xicalancas a la región o si representa una batalla acontecida en la zona maya. El llamado Edificio A, vamos a encontrar otro conjunto emblemático de los murales de Cacaxtla donde la entrada al interior del templo esta custodiada por dos personajes, en el Mural Norte tenemos a un sujeto con traje de jaguar que esta sobre una serpiente-jaguar, seguido por un relieve en barro con otro personaje y remata con un guerrero vestido de jaguar en la Jamba Norte, al otro lado en el Mural Sur tenemos a otor personaje vestido de ave y parado sobre una serpiente emplumada, siendo acompañado por la Jamba Sur con un danzante pintado de negro.

Todo parece indicar que Cacaxtla era una ciudadela habitada por la elite guerrera-sacerdotal que gobernaba la región, por lo que los conjuntos arquitectónicos van a tratarse de edificios relativamente pequeños donde vivían y llevaban a cabo sus rituales exclusivos, por lo que vamos a encontrar algunos elementos arquitectónicos más sofisticados como jambas que enmarcan los taludes o un raro ejemplar de una celosía de barro. Va a ser muy común que alrededor de los patios de los conjuntos palaciegos los encontremos rodeados de portales que eran los andadores y desde donde se accedían a las habitaciones, siguiendo un esquema muy similar al de los palacios teotihuacanos. Además de los murales, durante las excavaciones se han encontrado un rico acervo de esculturas de barro donde se explaya esta influencia cultural maya, de las más importantes se encontraron en la periferia en la actual Santa Miguel del Milagro donde se hallaron el conjunto llamado los “Once Señores de Cacaxtla” que representan a posibles gobernantes ataviados con ricos y complejos trajes, lo que nos indica que Cacaxtla gobernaba sobre una área urbana más grande y posiblemente se traten de objetos de culto a los gobernantes o se traten de deidades.

Debido a su cercanía, los investigadores piensan que Cacaxtla pudo formar un binomio con el centro ceremonial de Xochitécatl, este sitio del Preclásico Tardío que para esos tiempos ya estaba abandonado, pero debido a que entre los lugareños siguiesen manteniendo su ritualidad como sitio de culto a los volcanes Popocatépetl y el Malinche los olmecas-xicalancas hayan rehabilitado el conjunto religioso como sitio ritual público y la elite estuviese centralizada en Cacaxtla. Este señorío fue un actor político muy importante por la lucha de poder para controlar la ruta a través del valle de Puebla-Tlaxcala, teniendo como grandes rivales a Cantona al este y Xochicalco en el suroeste para disputar el dominio de la ciudad sagrada de Cholula, pero hacia el 950, el aumento de la actividad volcánica del Popocatépetl y una erupción de gas y ceniza provoco que Cacaxtla empezase a tornarse vulnerable a la llegada de las nuevas migraciones y tuviese que ser abandonado, por lo que la región norte entraría en nueva etapa de decadencia y daría lugar al asentamiento de las migraciones nahuas quienes conformarían la identidad tlaxcalteca.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ángel García Cook. Tlaxcala a la llegada de los españoles según las evidencias arqueológicas.

Imagen: Mural de la Batalla, Cacaxtla, Tlaxcala, Epiclásico. 

La consolidación de la civilización mesoamericana en Tlaxcala.

El territorio perteneciente al actual estado de Tlaxcala se encontraría en la confluencia de las zonas de influencias de las principales potencias regionales: al sur con Cholula como protagonista, al este bajo el control de Cantona y al noroeste se empieza a hacer sentir la fuerza de la naciente potencia de la Cuenca de México, Teotihuacan. A partir de los primeros años de nuestra era hasta el 600 la región atraviesa un periodo de decadencia al ser abandonados los medianos y pequeños centros ceremoniales como Xochitécatl, La Laguna y Tlalancaleca, convirtiéndose sociedades rurales donde su densidad poblacional había bajado de 60 habitantes por kilómetro cuadrado a 55.5 distribuidos en 208 poblaciones, de las cuales solo siete alcanzaban la categoría de ciudad o pueblos grandes (cinco de ellos estaban fortificados) siendo conocido este periodo como Tenanyecac y cubre un área de 1800 km 2.

Pero la presencia teotihuacana cada vez se hacía más fuerte al estar presente en una región de 2000 km 2 al norte en la cuenca de Tlaxco y los llanos de Apan-Soltepec con 140 poblaciones, de las cuales 13 llegaron a la categoría de ciudades al tener una población de 80,000 habitantes como sucedió con Terrenate, compartiendo la influencia con Cholula y Cantona. En el año 600 d.C. fue cuando se dio la caída de Teotihuacan y esta tendría grandes consecuencias en la región, además del declive de las poblaciones tlaxcaltecas de influencia teotihuacana, cae junto a la metrópolis la ciudad de Cholula, provocando con ello un vacío de poder en la región y llevándose detrás a la cultura Tenanyecac, pero ante todo este panorama saldría ganando Cantona al convertirse en el estado dominante en el valle de Puebla-Tlaxcala. Como consecuencia de estos cambios políticos locales, decaen las rutas comerciales controladas por los teotihuacanos y el territorio tlaxcalteca entra en un periodo de decadencia, generándose con ello la cultura Texcalac.

De los años 650 al 850 las diferentes poblaciones tlaxcaltecas entran en un periodo de guerras para ver cual se convertiría en la nueva potencia dominante, desapareciendo con ello los centros ceremoniales para darle más importancia a las construcciones civiles, llegándose a usar las antiguas estructuras para uso doméstico de las clases gobernantes. En el ámbito demográfico no cesa de crecer las poblaciones en el valle y se incrementan hasta las 220, pero con la diferencia de ser pueblos donde el culto político-religioso pasa a un segundo plano y solo se construyen adoratorios básicos, esto no evito que se empezasen a congregar en estados que se dividen el territorio como Texcalac, Atezcalcingo, Chiauhtzingo, Yauhquemecan, Tepeticpac, Tepeyanco y otros, todos ellos bajo la influencia de Cantona al convertirse en el vector de la ruta comercial rumbo al Golfo de México, periodo que duraría cerca de un siglo.

La etnia predominante en la región serían los olmecas-xicalancas quienes se habían establecido al sur del actual estado en la zona del Bloque de Nativitas y las llanuras de Atoyac-Zahuapan, siendo ellos los protagonistas del periodo que va de los años 750 al 850 conocido como Acopinalco y nombrado como un sitio al norte del estado y que poseía un gran bagaje teotihuacano. Los habitantes vivían abocadas al campo, pero debido a la inestabilidad del periodo los pueblos empiezan a tener infraestructura militar para su defensa, empezando a proliferar tanto fosos como murallas para protegerse de los ataques, pero tendrían la desventaja de tener muy poca población al solo tener 13,000 habitantes. Esta tendencia a la baja se confirma con el pasar de los años al dispersarse los habitantes por el campo, llegándose a estimar hasta 5,000 habitantes, pero al norte empiezan a llegar migraciones de otomíes huastequizados para poblar los territorios dejados por los demás pueblos, de los cuales se cree tenían una gran variedad de culturas de donde se destacan la olmeca-xicalanca, la mixteca y posiblemente la popoloca. El noroeste se salía de la dinámica regional del valle Puebla Tlaxcala y estaba más integrado culturalmente al legado teotihuacano de la fase Coyotlatelco, poseyendo una gran población estimada en 24,000 habitantes y sin la existencia de fortificaciones, lo que nos habla de la existencia de una estructura social más consolidadas que las del resto de Tlaxcala y relacionada con los pueblos del actual estado de Hidalgo, teniendo como centro los alrededores de Calpulalpan.

Los olmecas-xicalancas terminan por consolidarse en el Bloque Nativitas, centralizando su poder en la acrópolis de Cacaxtla (muy cerca de Xochitécatl), controlando una población de 34,000 habitantes distribuidos en 63 asentamientos localizados al sur de Tlaxcala, en el valle poblano-tlaxcalteca y llegando hasta el sur de Puebla. Este grupo resulta enigmático por desconocerse su filiación étnica, se cree que pudieron ser mixtecos, chochopopolocas, nahuas o chontales, se sabe que llegaron al valle hacia el año 450 y muy posiblemente su llegada tenga que ver con la caída de Cholula en el 600, teniendo su periodo de esplendor entre el 600 y el 950, cayendo posiblemente a manos de los toltecas-chichimecas quienes resucitan a Cholula como un centro político-religioso de importancia, los olmecas tuvieron que replegarse a Zacatlán donde desaparecieron.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ángel García Cook. Tlaxcala a la llegada de los españoles según las evidencias arqueológicas.

Imagen: Zona arqueológica de La Herradura, Calpulalpan, Tlaxcala, Periodo Clásico.

Los primeros pobladores de Tlaxcala.

El territorio perteneciente a la actual Tlaxcala se caracteriza por ser una tierra boscosa con tierras fértiles debido a la actividad volcánica de la zona, por lo que según los vestigios encontrados tenemos presencia humana desde hace 12,000 años con las primeras bandas de cazadores-recolectores, fue en el periodo que va del 4,000 al 2,000 a.C. cuando se empieza a consolidar la vida agrícola y sedentaria. Muestra de esta etapa la tenemos en el hallazgo de algunas puntas de lanza tipo Clovis (especializadas en la cacería de grandes mamíferos) y pinturas rupestres que de momento no han sido posibles fecharlas o que se pueda dar una interpretación de su simbolismo. En cambio, contamos con evidencias de la forma en que fue proliferando la vida sedentaria, observando una progresión al aumento de los asentamientos a partir del 1,700 a.C. en adelante consistente en asentamientos dispersos o solamente casas familiares aisladas, contabilizándose de momento cerca de 17 yacimientos, unidades que se calcula ocuparon media hectárea por vivienda o terrenos de entre 3 y 5 hectáreas para las primeras comunidades.

De esta primera etapa, no se ha identificado un desarrollo cultural para esas comunidades, indicándonos que para esos años no había una separación de clases sociales y se trataban de sociedades igualitarias, sin quitar que hayan tenido sus primeras autoridades político-religiosas. Debido a lo montañoso que resulta el terreno tlaxcalteca, hizo posible que los primeros agricultores determinasen aprovechar la topografía montañosa para terracear los cerros y así poder disponer de terrenos para los cultivos, así como podemos contar con la presencia de hornos que pudieron ser usados tanto para la cocción de cerámica o para la preparación de las plantas de maguey. Para el 1,300 a.C. se han encontrado las primeras villas donde ya encontramos evidencias de espacios exclusivos para los gobernantes constituidos en las plataformas elevadas donde se desplantaban sus viviendas, aunque también es posible que se traten de los primeros edificios religiosos, así como encontramos evidencias de la importación de cerámica proveniente de Tehuacán e incluso hay evidencias de cerámica proveniente del Centro de México, Chiapas y Guatemala.

El éxito de la vida agrícola hizo posible que hubiese un crecimiento poblacional entre los años 1250 y 1200 a.C. con 60 asentamientos, donde ya era patente la división entre gobernantes y el pueblo, así como evidencias claras de edificios religiosos manifestados en altares y plataformas de mayor tamaño. Estas poblaciones empiezan a adquirir poder regional para controlar aldeas cercanas, convirtiéndose en los primeros centros políticos, a esta etapa entre el 1,200 al 800 a.C. se le conoce como la fase Tlatempa, contabilizándose cerca de 150 asentamientos como muestra de la explosión demográfica por el éxito de la agricultura. De este periodo vamos a encontrar un mayor crecimiento del tamaño de las terrazas, así como la proliferación de infraestructura para el riego como canales, represas o diques para controlar la cantidad de agua destinadas para los cultivos, haciendo posible la multiplicación de oficios ajenos a la producción de alimentos, además de que se empoderaron los sectores dirigentes y religiosos surgen con ellos los artesanos y comerciantes para establecer relaciones con otras regiones.

La fase Tlatempa culmina con la evidente evolución social que tiene la región, su crecimiento hizo posible que las villas incrementasen su población y pasasen a ser pueblos, donde el sector religioso empieza a tener preminencia tal como para mandar sobre el ordenamiento de los pobladores y sus viviendas, surgiendo entre el 800 al 400 a.C. la cultura Texoloc. En los pueblos ya vamos a encontrar sectores especializados como el mercado la zona de intercambio, el religioso y el político en los centros ceremoniales y el habitacional para los artesanos y agricultores, incrementándose la población hasta 3 veces comparado con la fase Tlatempa. Durante estos años vamos a encontrar las primeras referencias del culto a una de las deidades más antiguas del panteón mesoamericano, Huehuetéotl, dios viejo del fuego y relacionado con los volcanes, encontrándolo en forma de brasero con la típica iconografía relacionada como el caldero que sostiene por encima de la cabeza.

Además de las innovaciones en cuanto a la tecnología de riego, también se hace con respecto a la arquitectura monumental, ya que entre los años 500 al 300 a.C. nace en el valle de Puebla-Tlaxcala los cuerpos piramidales construidos con el talud-tablero (elemento arquitectónico que seria apropiado y desarrollado en Teotihuacan), surgiendo los primeros centros religiosos como Tetla y Tlalancaleca en Tlaxcala, Tenimpa en Puebla y en el mismo estado, pero en la Cuenca Oriental, Cantona. Un elemento muy característico de los primeros centros religiosos de la región fue la elaboración de grandes tinas labradas en piedra, llenados con agua y posiblemente usados para la observación astronómica y que encontramos en sitios como Tlalancaleca y Xochitécatl en Tlaxcala y en Totimehuacan en Puebla.

En la región de Puebla-Tlaxcala también vamos a encontrar los primeros ejemplares de los juegos de pelota, como el encontrado por los rumbos de Amozoc en Puebla y en La Laguna en Tlaxcala, ni que decir de Cantona donde con sus tres canchas inicia la proliferación de este juego como una de sus características. De los años 600 al 400 a.C. ya tenemos la presencia de estados teocráticos localizados en estos pueblos cabeceras, identificándose 14 ciudades que controlaban cerca de 300 asentamientos con una población de 180,000 habitantes, pero del 400 a.C. hasta el 150 d.C. se produce una etapa de estancamiento donde estos estados son abandonados, redistribuyéndose su influencia entre Cantona, Cholula y Teotihuacan, esparciéndose su influencia cultural y se prepara para un nuevo renacimiento en el periodo Clásico bajo las nuevas reglas de las potencias.

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Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Ángel García Cook. Tlaxcala a la llegada de los españoles según las evidencias arqueológicas.

Imagen: Basamento de Las Flores, Xochitécatl, Tlaxcala. Preclásico Tardío.

Educación de los indígenas del valle Puebla-Tlaxcala

La orden franciscana fue la primera en llegar junto con los españoles en el proceso de conquista, lo que les valió establecerse sus primeros colegios tanto en la Ciudad de México como en la recién fundada Puebla que serviría como base para su expansión en las comunidades indígenas de la región. Los indígenas se adaptaron a la nueva realidad religiosa de su entorno y se mostraron interesados en participar en la vida litúrgica de la iglesia, pero rápidamente el alto clero los dejo fuera junto a los mestizos y afrodescendientes a participar de manera activa en la vida religiosa mediante el Primer concilio mexicano de 1569 con el que pretendían asegurar que solo los descendientes de “cristianos viejos” pudiesen ejercer el sacerdocio, sin embargo lo cierto es que en la realidad en muchas regiones estas disposiciones fueron letra muerta y cada orden religiosa se adaptó a las necesidades de las sociedades regionales.

Era común que entre las familias indígenas gobernantes adoptasen los apellidos españoles como una forma de asociarse con los conquistadores y de esta forma poder entablar comunicación directa con el mismo rey de España para solicitarle favores reales como los títulos nobiliarios o el nombramiento de ciudad de sus comunidades como ocurrió con el caso de Cholula por parte de Carlos I hacia 1550. La situación de los gobernantes de la región Puebla-Tlaxcala era privilegiada y su situación era equiparable a la de los españoles, por lo que pudieron eludir la proclama que les impedían meter a sus familiares a la vida religiosa emulando lo que hacían los nobles españoles. Esta situación de aliados de los españoles les permitió que las familias fuesen consideradas en condiciones de igualdad de méritos de fe, por lo que se les atribuyeron que eran igual de piadosos y devotos.

Para evitar que esta particularidad impidiese violase las disposiciones de privilegio de los “cristianos viejos” es que nace la figura del “indio puro”, con lo que podían contar con una línea genealógica que permitiese asegurar que no tenían mezcla con africanos y poder acceder a la “pureza de sangre” que les permitía acceder incluso a la educación universitaria. En el caso de Puebla, la importancia que llego a tener como cede arzobispal permitió que la Catedral pudiese disponer de su propia universidad, de la que su obispo Juan de Palafox crea las disposiciones para que los indígenas pudiesen acceder a la educación superior demostrando con su genealogía las mismas condiciones de pureza que se les exigía a los españoles y así poder acceder a cualquier cargo civil o eclesiástico. A pesar de esta liberalización del acceso de los indígenas a la universidad, esto no impidió que la gran mayoría de los estudiantes siguiesen siendo españoles o criollos y que debido a las duras condiciones a las que se sometían a los bachilleres buena parte de estos tuvieran una vida de privaciones, estando en condiciones de mendicidad los estudiantes indígenas.

A partir de mediados de siglo XVIII con el impulso de las reformas borbónicas que buscaba socavar a las ordenes mendicantes en favor del clero secular es que estos sacerdotes indígenas tienen su oportunidad de obtener algún curato de alguna comunidad, aunque este proceso solo se produciría en las grandes ciudades y en sus pueblos cercanos, representando un importante flujo económico. Para esto fueron muy importantes instituciones como la Real Universidad y el convento de San Francisco en Puebla que fueron dirigidos por la orden franciscana los cuales recibieron a los estudiantes indígenas para que estudiasen al sacerdocio, desde donde cuestionaban al sistema que describieron como ineficaz ente el compromiso de cristianización de los indígenas, pidiendo que se quitara la restricción al resto de los indígenas para que pudiesen acceder al sacerdocio.

Para poder empezar su preparación sacerdotal, los estudiantes indígenas tenían el acceso a diferentes colegios de la ciudad de Puebla, como el Colegio de San Pedro y San Pablo donde accedían para su preparación desde la edad de los 12 a los 18 años, privilegiando a los que tenían un gran conocimiento de las lenguas indígenas como el mixteco, chocho, tlapaneca, totonaca y otomí. Uno de los grandes patrocinadores de la educación indígena fue don Melchor de Covarrubias, quien bajo su cobijo se fundan los colegios del Espíritu Santo y San Jerónimo con la administración de los jesuitas, cuyos estudiantes al terminar su formación pasaban al Colegio de San Idelfonso fundado por el obispo Alonso de la Mota para que estudiasen filosofía y teología.

El caso de Tlaxcala fue objeto de las diferentes vicisitudes que atravesó la entidad cuyo poder entro en crisis ante las deudas que adquirió el gobierno indígena a finales del siglo XVI por la perdida del eje comercial que se fue por Puebla, por lo que para el siglo XVII tuvo la intromisión de las autoridades españolas en el cabildo y que lograron sacarlos para el siglo XVIII. Esta pérdida de la importancia en favor de Puebla hizo que tanto los artesanos y comerciantes tlaxcaltecas migraran a esta ciudad para aprovechar la bonanza, al igual que los estudiantes que tuvieron las puertas abiertas para acceder a los colegios poblano, pero con el problema al igual que el resto de los estudiantes de tener que pagar por sus estudios y que provoco que sus familias tuviesen que vender sus tierras a los españoles. Es así que los indígenas del valle Puebla-Tlaxcala hicieron valer su posición de “indios conquistadores” para poder acceder a las esferas eclesiásticas y así poder tener a su alcance las fuertes sumas que dejaban las limosnas, esto solo se pudo poner a una situación de igualdad hasta la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812 cuando se quitaron los limitantes de quien podía acceder a la educación superior.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Revista Dimensión Antropológica no. 65. Francisco Morales:

  • Los estudiantes indígenas del Obispado de Puebla en la Real Universidad.
  • Sacerdocio y orden franciscana entre los naturales del valle de Puebla-Tlaxcala.

Imagen: Antiguo Colegio de San Idelfonso. Puebla. Siglo XVII

La confederación tlaxcalteca.

El pueblo tlaxcalteca comparte características con los mexicas, ya que además de pertenecer a la etnia náhuatl proceden del mismo lugar mitológico de Chicomoztoc, por lo que también presumirán como parte de su identidad cultural el ser descendientes de los chichimecas y a la par se asientan originalmente junto a los mexicas en la Cuenca de México, solo que ellos llegan por los rumbos de Texcoco a quienes les piden permiso de asentarse a sus gobernantes. Según las crónicas no eran vecinos cómodos por tener una actitud bravucona, por lo que los culhuas-mexicas entablaron batalla contra ellos en Poyauhtlan lo que hizo que su dios Camaxtli diera la orden de que siguiera la migración hacia el oriente, dividiéndose en tres grupos que se asientan respectivamente en Tulancingo, la Sierra de Puebla y Tepetlaoztóc, siendo esta última facción la que decidiera irse y que fundarían Tlaxcallan, asentándose definitivamente en una región con abundancia de barrancas al norte del valle Puebla-Tlaxcala donde se establecen en Tepetícpac Texcallan entre los años 1260 y 1280

Para el momento de la llegada de los tlaxcaltecas la región que conformaría el actual territorio estatal se encontraba en decadencia, la que fuese su capital regional, la ciudad-estado de Cacaxtla-Xochitécatl habitada por los olmecas-xicalancas  tenía al menos 300 años de haber sido abandonada al sucumbir a un alza de la actividad volcánica de Popocatépetl en los años 950, no ayudo en nada que fuese una de las principales ciudades rivales del valle Puebla-Tlaxcala que luchaba por el dominio regional de las rutas comerciales contra Cholula y Cantona. El primer gobernante tlaxcalteca seria Culhuatecuhtli Quanex, a quien le toca iniciar una serie de campañas que terminaron por desterrar a los olmecas-xicalancas y zacateuhcas de los terrenos de la actual Nativitas (donde se localiza Cacaxtla), siguiendo el conflicto por el predominio regional entablando la guerra contra Huejotzingo, pero a partir del siglo XV aparecerían en la escena los mexicas que irían rodeándolos haciendo que tanto otomíes, pinomes y xaltocanos se refugiaran en territorio tlaxcalteca conformando su defensa de primera línea.

A pesar de que se cuenta con una rica información de su historia escrita por los cronistas tlaxcaltecas del siglo XVI, no ha llegado a nosotros el nombre original con que se refería a su sistema de gobierno, lo que sabemos es que el territorio estaba dividido en cuatro señoríos: Tizatlán, Ocotelulco, Quiyahuiztlán y Tepetícpac, los cuales estaban regidos por un señor principal que era el tlatoani y que a su vez gobernaban sobre 140 a 220 comunidades llamadas teteuhctin cuyos líderes conocidos como tecuhtli conformaban un cuerpo similar a un senado que tomaba las principales decisiones del estado. Hay muchas contradicciones en las fuentes históricas tanto de españoles y de los tlaxcaltecas sobre su forma de gobierno, por lo que se tiene que tener cuidado al momento de dar una interpretación sobre si sistema político, esto no ha impedido que haya recibido la denominación de confederación o republica ya que no había un poder centralizado y para poder gobernar se tenía que llegar a un consenso tanto con los tlaxcaltecas dominantes junto con los otomíes y pinomes, que según las excavaciones arqueológicas las comunidades que llegaron a la categoría de señoríos debieron de haber sido entre 17 y 21.

A diferencia del sistema mexica, en el tlaxcalteca es el único en el que encontramos referencias de un sistema meritocrático en la que cualquier ciudadano podía acceder al cargo de tecuhtli y participar en las principales tomas de decisiones de la confederación, ya que en la Cuenca de México si bien los calpultin tomaban sus decisiones entre los miembros del barrio, estaban regidos por una clase gobernante con su respectiva casa dinástica, por lo que en el caso tlaxcalteca para conservar el título de tecuhtli tenía que dar constantemente resultados sobre sus gestiones para tener el derecho de fundar una casa noble con teccalli que estaba bajo el escrutinio público. A la muerte del tecuhtli, los líderes políticos se reunían para decidir quién ocuparía su lugar eligiendo entre los familiares de este el que tuviera más méritos para acceder al puesto, partiendo de la familia directa hasta irse con los parientes lejanos, sistema de los que fueron testigos los españoles con la elección del gobernante de Quiyahuiztlan que fueron contra la decisión del corregidor que tenía preferencias por el hijo menor del anterior tlatoani.

Una de las explicaciones para la existencia de este sistema “democrático” se encuentran en las mismas condiciones físicas del territorio, que si bien se caracteriza por tener terrenos fértiles su productividad estaba condicionada por los vaivenes climatológicos, problema que habían enfrentado las comunidades del Preclásico que eran continuamente abandonadas. El clima templado fue otra de las condicionantes al no poder recurrir al sistema de roza, tumba y quema al no regenerarse las con la misma velocidad que en lugares cálidos, por lo que tuvieron que hacer uso del sistema de terrazas para poder explotar al máximo la fertilidad de la tierra. Ecológicamente al momento de la conquista, la totalidad del territorio tlaxcalteca estaba modificado para la explotación agrícola, quedándose con los terrenos más fértiles la población náhuatl y dejando los más agrestes al norte para los otomíes, también animales como el venado cola blanca prácticamente estaba desaparecidos de la región por la demanda de su carne, por lo que debieron de usar como fuente de alimento a los perros, por lo que la sociedad tlaxcalteca era eminentemente rural sin la posibilidad de producir excedentes.

Todo esto hizo que Tlaxcala a la llegada de los españoles fuese un territorio con una alta densidad demográfica, pero muy empobrecida tanto por las condiciones del terreno como por bloqueo al que habían sido sometidos por los mexicas, demostrándose en las evidencias arqueológicas donde en poblaciones como Ocotelulco o Tepetícpac se han localizado elementos suntuarios propios de la nobleza mesoamericana mientras otros asentamientos mostraban elementos más precarios, aunque cabe decir que ningún asentamiento tlaxcalteca llegaría a la complejidad que si alcanzo Cacaxtla-Xochitécatl. No ayudaba en absoluto la mala fama que tenían los tlaxcaltecas de provocar pleitos para luego retirarse como paso con la ciudad mixteca de Coixtlahuaca ante la expedición mexica o la enemistad que tenía con Huejotzingo y Cholula, por lo que la alianza con los españoles fuera la decisión correcta que lograrían obtener un mejor estatus político y social en la sociedad virreinal y cuyos privilegios mantendrían hasta la independencia.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Revista Arqueología Mexicana no. 139.

  • Aurelio López Corral, Lane F. Fargher y Ramon Santacruz Cano. La república de Tlaxcallan.
  • Aleksander Borejsza. Tlaxcala en la época prehispánica.

Imagen: Lienzo de Tlaxcala, Presentación a Cortes de los cuatro señores tlaxcaltecas en Hueyotlipan, Manuscrito de Chavero, siglo XIX

El socialismo tlaxcalteca, un reflejo del pensamiento mexicano

La formación del Partido Socialista de Tlaxcala es una muestra que a pesar de que en el mundo circularían las ideas de Marx y el ejemplo de Lenin con la Unión Soviética, las influencias percibidas en México generaron un particular concepto de socialismo que estaba más ligado a resolver las problemáticas de las clases desfavorecidas, pero dentro de un marco capitalista al que solo se le pedía un trato justo para con sus empleados sin atacar sus bienes materiales o negocios. Esta visión “socialista” que se aleja del ideal que se tiene en el resto del mundo será la ideología base en que descansara el presidencialismo desde Álvaro Obregón hasta que se convirtió en un cascaron vacío con el gobierno de López Portillo en los 80, tomando al socialismo de fuera como una ideología nociva que amenazaba la integridad del país.

Lo único que realmente conservaron del socialismo en general fue el mantener el ataque a los capitalistas en el discurso, como sucedió con las proclamas del ideólogo del partido José María Camacho quien decía que combatiría a los capitalistas a los que consideraba parásitos para empoderar el campesinado con la devolución de tierras, llevar los ideales de la revolución a sus últimas consecuencias con la socialización de los medios de producción y hacer que el capital regrese a manos del pueblo. Los resultados del gobierno de este parido en 1933 distan demasiado del discurso, ya que en ningún momento se molestó a los dueños de las haciendas y las fábricas y siguieron trabajando sin ningún problema.

Los años 30 supusieron un problema con la depresión mundial quedando el gobierno estatal sin dinero, a lo que el  gobernador socialista Adrián Vázquez decreta un impuesto para todos los habitantes que tenía la promesa de que si se cubría a tiempo se les podría hacer un descuento del 20%. Lo que no contó fue con la pobreza generalizada del campesinado al cual no le alcanzaba para poder pagar los impuestos y supuso una serie de protestas que llegaron a amenazar la permanencia de su gobierno, a lo que se vio obligado a dar marcha atrás no sin antes de acusar a rivales de tendencia comunista de arengar a las masas y ponerlas en su contra.

Otra muestra de la falta de congruencia en cuanto a la resolución del problema y con sus representados fue la cuestión agraria, ya que si el partido representaba a dos tercios del campesinado en general que requería de tierras, los gobernadores socialistas mantuvieron un reparto que solo le bastaba para mantener a su base política para las elecciones, reduciéndose gradualmente hasta el periodo de 1933-35 en que se reduce al mínimo. Incluso se llegó a decir que el problema agrario no existía con tal de mantener tranquilos a los campesinos  y a los empresarios, desoyendo a los primeros y manteniendo la calma en los segundos para no afectar las inversiones en el estado, solo se retoma el tema del reparto con la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia.

Uno de los puntos en que se resuelve a medias seria en la cuestión sindical, en la que promovió la creación de diferentes sindicatos que llegaron a los 38 y que recibieron los ataques del empresariado, pero este impulso no fue parejo para todos los sectores, ya que solo se concentró en el sector industrial y comercial, dejando al campesinado representado con la afiliación del 5% y que sirvió de muy poco para mejorar las condiciones generales del mundo rural. Los sindicatos mantuvieron su lucha y logran hacer que los empresarios y hacendados fueran subiendo los sueldos de los sus trabajadores, pero se desconoce la razón por la que dejaron fueran a una inmensa mayoría de los campesinos, ya que si se pueden hacer conjeturas, no existe una explicación del porque los socialistas los dejaron sin la mínima protección de sus derechos.

El fin del Partido Socialista en el estado resulto del todo rocambolesca, ya que las esferas del partido habían hallado como sucesor al senador Moisés Huerta, mientras su rival el Partido Reconstructor Antireeleccionista postula al general Adolfo Bonilla. La campaña estuvo en un punto muy candente con una serie de acciones por parte del gobierno en contra del candidato rival, acusando al ejercito de querer entrometerse en las elecciones, pero esto no impide que Bonilla sea declarado ganador el 23 de diciembre de 1932, esto provoca que el partido empiece a meter recursos en contra de que ascendiese su rival entrometiéndose el gobernador Adrián Vázquez de lleno a la disputa alegando que el candidato no cumplía con las condiciones de vecindad en el estado, a lo que renuncia a su puesto para dejar como gobernador interino a Moisés Rosario García. La forma caótica en que trabajo el gobierno del estado y el congreso estatal hicieron que Bonilla se presentase ante la Secretaría de Gobernación con el acta que avalaba su triunfo y fuese visto como buena para tomar posesión

El escándalo provocado por Vázquez hizo que el presidente Abelardo Rodríguez decretase la desaparición de poderes en el estado para imponer la disciplina política, ya que ambos partidos rivales estaban asociados al oficialista PNR. Esto sirvió para limpiar las elecciones y pasase la transición de manera ordenada para que terminase con el otorgamiento de la gubernatura a Bonilla. A partir de ahí el Partido Socialista se empieza a desintegrar con el tiempo y tanto sus líderes como sus propios gobernadores se van haciendo de diferentes haciendas que se apropian de manera poco clara, siempre defendiendo sus acciones y sosteniendo que durante sus mandatos se protegió a la clase trabajadora de Tlaxcala.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Mario Ramírez Rancaño. El socialismo en Tlaxcala, 1926-1933, revista Secuencia no. 5.

Imagen: S/D, Huamantla, Tlaxcala. Fuente: https://www.facebook.com/2429782914012284/posts/huamantla-tlaxcala1930/2882174028773168/

Un gobierno socialista en Tlaxcala

Llegamos a la década de los veinte y el país empieza a salir de la vorágine revolucionaria que representó un cambio rotundo de la forma en que se hacían las cosas. Se llevaron a cabo nuevas ideas para poder gobernar las diferentes entidades, siendo el socialismo una de las ideologías que fue adoptada por el bando de los sonorenses que pasaran a gobernar el país por más de una década. Uno de los lugares donde se implementa el socialismo en el gobierno fue en el estado de Tlaxcala, que si bien durante la guerra no se caracterizó por desarrollarse grandes movilizaciones, tuvo dos caudillos que lucharon por la mejora de las condiciones de los campesinos, Máximo Rojas y Domingo Arenas que mantuvieron un apoyo oscilante entre el zapatismo y el constitucionalismo.

Para 1917, los políticos tlaxcaltecas se alinearon al Partido Liberal Constitucionalista  de Álvaro Obregón, pero será en 1921 cuando conquistan la gubernatura de la mano de Rafael Apango quien dio paso en 1925 al puesto a Ignacio Mendoza, que para el año siguiente radicalizan su postura para experimentar una política socialista tanto al nivel legislativo, del de los ayuntamientos y la propia gubernatura, movimiento que tuvo la aprobación de Plutarco Elías Calles. Para esos momentos, el estado tenía muy pocos habitantes que se dividían en pueblos que tenían entre 100 y 500 con un 22.5% que vivían en las ciudades, el analfabetismo alcanzo casi el 70% y con la mitad del territorio en manos de los hacendados, pero con una tendencia a la disgregación de las propiedades por la repartición que se hacían de los terrenos entre los familiares, por lo que no entraron en conflicto con el gobierno de Mendoza.

El sector industrial tuvo su auge con las 534 fábricas que había en el momento, de las cuales buena parte eran textiles, pero eran tan pequeñas que el trabajo que generaba era prácticamente artesanal con un estimado de 7 obreros por fabrica, pero con un salario más alto a lo que se podía ganar en el campo. La maquinaria necesaria para mantener una producción alta solo la tenían 20 fábricas en el estado, mientras el resto se valían del trabajo manual. Los campesinos se dividían entre los que trabajaban en las haciendas y los aparceros y arrendatarios, siendo los primeros los que abarcaban tres cuartas partes de la población rural.

A diferencia del desarrollo del socialismo en el mundo, el caso mexicano resulta muy diferente por la postura liberal que presenta al permitir los procesos democráticos, su fomento a la modernización tecnológica y el descartar la eliminación de la burguesía, poniendo énfasis en el mejoramiento de las condiciones de los obreros y los campesinos ayudando a estos con la dotación de tierras de las haciendas. Este fue el caso del Partido Socialista de Tlaxcala, que en sus postulados no se pusieron como meta el atacar a los terratenientes pero si el cumplir los postulados de la Constitución de 1917, en cambio se mostró favorable a la resolución de los problemas agrarios entre el campesinado y las haciendas, además de fomentar la educación de la clase obrera con la creación de centros culturales y la modernización de la infraestructura rural y urbana. Su creación recibe el apoyo de la presidencia quien no mostró ninguna objeción, pero fue impulsado por la clase gobernante de Tlaxcala, siendo Rafael Apango designado presidente del partido mientras Ignacio Mendoza estaba en la gubernatura, manteniéndolo ajeno a las vicisitudes de la política nacional.

El partido se caracterizó no por atacar la inversión privada, sino para servir de apoyo a la clase obrera y campesina para su desarrollo, por lo que los dueños de las haciendas y de las fábricas no tuvieron ninguna clase de amenaza a sus negocios en el estado. El apoyo que recibe de parte de la presidencia es correspondida con el respaldo que le dio al PNR de Elías Calles, manifestando su apoyo a las decisiones que toma durante su mandato, lo que permite que el partido tlaxcalteca mantenga el control de ejecutivo y legislativo estatal hasta 1933.

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Federico Flores Pérez

Bibliografía: Mario Ramírez Rancaño. El socialismo en Tlaxcala, 1926-1933, revista Secuencia no. 5.

Imagen: Anónimo, fabrica de hilados, tejidos y estampados finos San Manuel, originalmente llamada “San Manuel de Morcom” o St Emmanuel River Fall Works. Fuente: https://www.facebook.com/592805587509588/photos/864188140371330